PAIS VASCO
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13 de julio del 2003
Entrevista a Arnaldo Otegi, dirigente independentista vasco
«Llega el momento de dar un nuevo paso en el proceso iniciado en 1998»
Gara
Arnaldo Otegi asegura que los 165.000 votantes que confiaron en la izquierda abertzale «no se van a sentir defraudados» y que lo comprobarán «en los próximos meses». Insiste en que el proceso abierto en el 98 «no está parado» y que «hay que profundizar en él». Por ello, apuesta por un debate nacional en el que actuar «con todo el nivel de cintura política exigible», para llegar a un acuerdo que permita la solución definitiva del conflicto.
Aunque por la velocidad a la que discurren los acontecimientos políticos podría decirse que las elecciones municipales y forales pertenecen ya al pasado, apenas ha transcurrido mes y medio desde aquel 25 de mayo.
Arnaldo Otegi se muestra satisfecho por el nivel de voto alcanzado por las plataformas de la izquierda abertzale, que «se jugaba mucho en esas elecciones». «Nosotros apunta no tenemos duda de que el Estado y sectores autonomistas esperaban un descalabro, que no se ha producido. Se lo tenemos que agradecer a la gente que ha confiado en nosotros». A esto añade que en los comicios «se ha producido un golpe democrático contra la voluntad popular. Desgraciadamente hay partidos que están gestionando las consecuencias de este golpe»
¿Esperaban otra cosa?
A veces la cuestión no es si se espera una cosa o no, sino el hacer pedagogía política. Poca autoridad moral pueden tener algunos partidos que son capaces de gestionar esa situación en contra de lo que han votado sus ciudadanos. Eso se podría y debería corregir. Ahora que hay una apelación constante al diálogo entre abertzales, para nosotros respetar la voluntad de la ciudadanía es condición para que el nivel de confianza pueda aumentar.
Sea como fuere, están fuera de las juntas generales, de la mayoría de los ayuntamientos y del Parlamento foral. ¿Cómo se gestiona esa situación?
En primer lugar entendiendo que estamos en una fase política en la que el Estado ha decidido que también la lucha institucional de la izquierda abertzale es peligrosa para sus intereses. En la izquierda abertzale siempre ha habido un debate sobre la lucha institucional, y el Estado lo ha despejado finamente.
Por eso quiero hacer un homenaje a los miles de concejales, alcaldes, junteros y parlamentarios que ha habido en los 25 años de la unidad popular, porque han conseguido que un instrumento que podía dispersar y asimilar la línea política de la izquierda abertzale se haya convertido en inasimilable para el Estado. Pero ésta es la situación en estos momentos.
¿Y qué van a hacer?
El reto fundamental es mantener la referencialidad política y la capacidad de interlocución, organizando la izquierda abertzale en pueblos y barrios y trabajando en ellos con los sectores populares que están en clave de cambiar las cosas.
Hay quien considera que la izquierda abertzale hizo un perfecto diseño de las elecciones hasta la noche de las votaciones y después se ha quedado despistada o paralizada...
En los próximos meses demostraremos que eso no es cierto. Para nosotros era prioritario mantener unida nuestra base social. El Estado y las formaciones autonomistas buscaban dispersar nuestra base social. Ese es el objetivo que hemos conseguido derrotar. Tenemos un diseño muy claro de a dónde vamos y de qué queremos hacer, y les quiero decir a los 165.000 votantes que no se van a sentir defraudados.
¿Qué proponen?
Cualquier diagnóstico objetivo de la situación nos lleva a la conclusión de que las cosas tienen que cambiar y de raíz Nuestra participación electoral y los votos alcanzados han hecho evidente que la situación es insostenible. Ya no sólo es el marco el que está agotado, sino que todas las instituciones del país son absolutamente antidemocráticas. Para ese cambio hay que hacer un plan que lo permita. El foro de debate nacional puesto en marcha por los electos es un instrumento adecuado para hacer un diagnóstico de la situación y, si es posible, llegar a acuerdos que permitan hacer un diseño de cambio político.
Parece que la izquierda abertzale es una maquina de hacer foros, debates y procesos, que luego se acaban en sí mismos...
A veces puede dar esa impresión. Pero es que gracias a esa tenacidad una vez una iniciativa cuajó en el Acuerdo de Lizarra-Garazi, en la creación de Udalbiltza y en la tregua. Estamos convencidos de que el proceso que se inició entonces no está parado y ha llegado el momento de dar un nuevo paso profundizando en él. Por eso nos sumamos a una iniciativa de los electos que nos parece de sentido común, articular un foro de debate sin exclusiones, abierto, en el que cada cual pueda defender sus propuestas y en el que vamos a hacer todos un intento real por llegar a acuerdos que permitan el cambio político que demanda la sociedad. En la búsqueda de ese acuerdo estamos dispuestos a actuar con todo el nivel de cintura política que sea exigible.
¿Cómo influye la ilegalización en su actividad política?
Estamos en una situación de excepcionalidad que condiciona la vida política de cualquiera. Pero en la preparación de las elecciones y en sus resultados se ha demostrado que nuestra capacidad de hacer política y de tener iniciativa siguen intactas. Tenemos más dificultades, pero quien va a remover el patio político en este país es la izquierda abertzale.
¿Cuál es la posición ante el debate del plan Ibarretxe?
Primero es preciso definir qué es el plan Ibarretxe, y quien lo ha hecho a la perfección ha sido Txema Montero en una entrevista: es la reordenación del Estado, español por supuesto, con la incorporación de tres provincias con un nuevo estatus.
En segundo lugar hay que ver qué se pretendía. Sectores del PNV preveían que iba a haber un descalabro de la izquierda abertzale en las elecciones de mayo y el plan Ibarretxe debía ser la puntilla, con una votación en la que se pretendía visualizar a una izquierda abertzale votando conjuntamente con el PP y el PSE. Acto seguido se convocarían elecciones, logrando expulsar a la izquierda abertzale también de este Parlamento. Por lo que sabemos, parece que no va haber votación del texto articulado, sino que se va a abrir un proceso de aportaciones a futuro, etcétera. Eso se debe a que hemos conseguido 165.000 votos.
Y, en tercer lugar, cuando se nos pregunta por qué estamos en contra del plan de Ibarretxe, respondemos que precisamente por ser el plan de Ibarretxe. Porque este país no necesita ni el plan de Ibarretxe, ni el plan de Otegi, ni el plan de ETA, ni el de EA. Este país necesita un plan elaborado por todos que garantice la resolución del conflicto.
Dice Juan José Ibarretxe que mientras la izquierda abertzale no rompa con ETA no hay nada que hacer y que si rompe «todo es posible» ¿Le cree?
Esa es la gran mentira de Ibarretxe. En 1998 nosotros no rompimos con ETA en los términos que plantea Ibarretxe y el acuerdo fue posible. Además, es curioso que con nosotros no se puede hablar mientras no rompamos con ETA y, sin embargo, en próximas fechas la vicelehendakari se va a reunir con Cristóbal Montoro para hablar de dinero. Ibarretxe está dispuesto a hablar con Aznar, que desprecia al pueblo, que cercena nuestras libertades, que nos amenaza; está dispuesto ha hablar con quien plantea la mayor de las violencias estructurales, y no está dispuesto a hablar con nosotros que hemos dicho mil y una veces que no somos ETA. Está mintiendo.
Hay más agentes que sostienen que no se puede hablar mientras ETA actúe y otros les responde que si no se habla ETA seguirá actuando. ¿Cómo se rompe ese círculo vicioso?
Haciendo todos al mismo tiempo la misma cosa. Unos nos dicen que mientras no haya un acuerdo de mínimos no habrá una iniciativa de ETA entendida en términos de tregua y otros que si no hay tregua no hay acuerdo. Si todo el mundo tiene que tomar decisiones en una misma dirección, lo que hay que hacer es tomarlas al mismo tiempo. Es la única solución. Y quiero plantear una segunda reflexión. Independientemente de las valoraciones sobre la actividad armada de ETA, que también dentro de la izquierda abertzale son plurales y divergentes, lo que hay que determinar es cuál es el proyecto que necesita este país. La tregua no soluciona por sí sola nada, como se demostró en el 98. Lo que decimos es que debemos ponernos de acuerdo en un proyecto que garantice el cambio político en este país en términos de paz, democracia y autodeterminación. Y a partir de ahí, si alguien considera legítimamente que para que ese proyecto sea viable, sea más eficaz o acumule más fuerza, es necesario que ETA reconsidere su campaña militar, ésa será una reflexión en segundo término. Y ETA, por lo que dice en sus comunicados, está absolutamente abierta a su debate.
Entonces, vamos a hacer las cosas de manera lógica.
Agentes tan importantes como ELA no parecen verlo con la misma lógica y claridad.
¿Por qué hay que sumarse a un acuerdo en clave de proyecto nacional? ¿Porque eso garantiza una tregua o porque es lo que nos exige el país? Nuestra respuesta es que es lo que demanda el país, que necesita una universidad nacional y un marco de relaciones laborales, independientemente de que exista ETA o no. Y si ésa es la voluntad de inicio de todo el mundo, es legítimo después plantear que sería más eficaz plantear esa estrategia desde una nueva iniciativa de ETA. La izquierda abertzale está abierta a ese debate y ETA, según se puede leer en sus escritos públicos, también.
Jaime Mayor Oreja acaba de decir que el PNV no es un partido democrático ¿Qué cree que hay detrás de esas palabras?
Unos y otros están en una estrategia de negociación. El Estado está convencido de que el PNV puede llegar a un pacto en términos que le interesan al Estado y el PNV está convencido de que al final el Estado le va a abrir la puerta. Ahí mantienen un pulso, en ocasiones más mediático que real, en el que el PNV adquiere centralidad política. Hoy, para el Estado cualquier iniciativa política que ponga en cuestión su autoridad es peligrosa, porque una vez puesto en marcha ese proceso puede llegar a cuajar el proyecto táctico y estratégico de la izquierda abertzale. Ya es peligroso para el Estado hasta que se hable de cosoberanía. Eso es lo que hemos avanzado. El PNV ha sido inteligente. Sabe ya que no puede vender autonomía. Cuando la izquierda abertzale genera las condiciones para que se hable de autodeterminación, el PNV presenta un nuevo plan que no pretende solucionar el conflicto, sino que es gasolina política para su propio proyecto para otros veinticinco años. La izquierda abertzale, con una mano tendida y otra firme, le dice que ha llegado el momento de diseñar el salto, de consensuar los ritmos y los contenidos, pero de dar el salto.
Ustedes puede que tengan la razón, pero tienen 165.000 votos y el PNV, tres veces más.
Así es. Esa es la teoría de que unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces.
¿Y cómo se resuelve eso?
Poniendo un cesto común junto con otros sectores. Pero no para que la izquierda abertzale recoja más nueces que el PNV, sino para solucionar el pro- blema.
¿Qué pasos prevén que dé el Estado?
La situación política está al límite. La autonomía ya no frena a la soberanía.
Por lo tanto, tiene que destruir a la izquierda abertzale.
Lo que hará es apretar el acelerador en todos los sentidos. El Estado ya no tiene alternativa ni capacidad de convicción, sólo tiene la capacidad que le da su fuerza.
¿Se puede concluir que Euskal Herria está peor que nunca?
En absoluto. Cualquier observador vería que los niveles de conciencia nacional, en torno a la territorialidad o al derecho de autodeterminación, están más altos que nunca. Desde un punto de vista de proyecto nacional, como pueblo nunca hemos estado tan sólidos. Otra cosa es que a esta situación la izquierda abertzale llega con sus estructuras ilegalizadas, con una represión muy fuerte... Pero si hace veinticinco años a la izquierda abertzale le hubieran dicho que en ese plazo iba a desactivar la autonomía, llevar al PNV a remodelar su discurso en términos de soberanía, de siete territorios...
nos hubiéramos dado con un canto en los dientes. El problema es que frente a la realidad objetiva está la percepción de que el Estado viene a por todas y lo vamos a pasar, y lo estamos pasando, muy mal. Hay que mantener un equilibrio. Si la izquierda abertzale es capaz de, junto a otros sectores, plantear a este país una alternativa real, creíble, que sea factible y que proyecte nuevos avances en el proceso iniciado en 1998, habremos dado un gran paso. Y eso es lo que vamos a hacer.
En el pulso Mesa-Supremo, no hay desobediencia
Otegi señala que en el pulso que mantiene la Mesa del Parlamento con el Supremo no hay una estrategia de desobediencia, sino un choque de lecturas de una misma legalidad. Sin quitar hierro al enfrentamiento, apunta que «PNV y EA están dando la batalla porque aceptar la orden sería reconocer que esta Cámara es como la de Murcia, una cámara del sistema autonómico español que el Estado puede anular como puede anular la autonomía».