PAIS VASCO
|
28 de julio del 2003
Información terrorista
Pedro Miguel.
La Jornada
De acuerdo con un cable de Europa Press reproducido en la versión digital de "El Mundo", la Policía mexicana encontró «instrucciones para crear armamento químico en correos electrónicos que figuraban en el ordenador requisado en la vivienda que Juan Carlos Artola (presunto líder de las también presuntas redes etarras en territorio mexicano) ocupaba en la localidad de Puerto Escondido». Como ocurre con el conjunto de los medios informativos españoles, la redacción on line de "El Mundo" no considera necesario hacer la distinción entre etarras y supuestos etarras, de modo que se sirvió un titular con la cuchara grande: «Incautan al máximo responsable de ETA en México manuales para la fabricación de armas químicas». A ver si un día de éstos no le confiscan a ese periódico un manual para divulgar noticias distorsionadas, emitir sentencias rápidas y contribuir a la paranoia mundial del terrorismo. Las atrocidades de los etarras son repugnantes, sin duda, pero eso no justifica el amarillismo y la predisposición linchadora de la prensa española ante el conflicto vasco.
A saber si el detenido en el puerto oaxaqueño realmente es un dirigente de ETA, si lo hallado en su computadora era verdaderamente una fórmula de fabricación de armas químicas y si eso pudiera tomarse como indicio de una intención de los separatistas de recurrir, en su accionar asesino, a esa clase de sustancias mortíferas. Yo, en lo personal, estoy seguro de no ser etarra, de no estar involucrado en nada semejante a una acción terrorista y de no haber efectuado nunca una operación de lavado de dinero. Sin embargo, si la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada (UEDO) hurgara ahora mismo en el disco duro de mi computadora y si actuara con mala fe parecida a la de los colegas españoles, podría concluir que soy, en realidad, una falsa personalidad de Osama Bin Laden. Encontraría diagramas para fabricar paquetes explosivos y coches bombas, instrucciones detalladas para armar un fusil de asalto AK-47 y un catálogo de rifles para fuerzas especiales cuyos precios van desde 1.084 hasta 1.495 dólares. Y eso no es nada: hallaría, también, documentación ilustrada para fabricar una bomba atómica.
Obtuve mi botín de información terrorista en una búsqueda por internet que duró exactamente 37 minutos. Los diagramas de paquetes explosivos y coches bomba los bajé precisamente de la página de "El Mundo"; ahí pueden ser consultados por cualquier persona (http://www.elmundo.es/eta/paquetebomba.html y http://www.elmundo.es/eta/cochebomba.html); están incluidos, por cierto, en una serie de gráficos animados sobre ETA. El instructivo del cuerno de chivo lo tomé de una página gringa (http://www.independencearms.com/) dedicada al culto a las armas de fuego, de las que hay miles; los datos de la bomba atómica están en un documento divulgado ad nauseam desde los inicios de internet y que actualmente puede consultarse, entre otros sitios, en http: //www.serendipity.li/more/atomic.html. Los autores del documento advierten que la información «es estrictamente para uso académico», que los diseñadores y constructores de armas atómicas son físicos capacitados y que cualquier profano que pretenda armar su propia bomba muy probablemente se provocaría la muerte, no en una detonación nuclear, sino debido a la exposición a radiaciones.
Un dato curioso: recientemente, el actual gobierno británico, tan afecto a cometer estupideces, desclasificó los 219 tomos de la documentación completa del desarrollo del primer artefacto nuclear inglés, una bomba llamada Danubio Azul. El ingeniero retirado Brian Burnell, quien trabajó en el programa de armas atómicas de los años cincuenta, dijo a "The Daily Telegraph" que los documentos permitirían a cualquier terrorista fabricar una bomba atómica fácilmente. Quien quiera hurgar en pos de la información puede hacerlo buscando las palabras claves Blue Danube en el sitio oficial inglés http://catalogue.pro.gov.uk/. Es probable que el gobierno de Tony Blair, empeñado en una guerra criminal y luego consternado por provocar el suicidio de un científico inocente, todavía no haya tenido tiempo de enmendar la pifia.
Llevo ya varias horas escribiendo, en buscadores y en el procesador de palabras, los términos «terrorismo», «armas químicas», «bomba», «manuales», «diagramas» e «instructivos», pero hasta el momento los marines no han venido a tocar el timbre ni he recibido un citatorio de la PGR para que esclarezca las sospechas en torno a mis actividades. Puede ser que los sistemas de inteligencia de Washington, el Echelon, no sean tan perspicaces; por su parte, la ausencia de la procuración de justicia podría deberse a que, en realidad, no he cometido ningún delito. Pero, en los tiempos que corren, lo prudente es borrar mi investigación y terminar cuanto antes estas líneas.