"Las cárceles son un laboratorio para anular a los presos"
GARA
Batasuna destacó ayer que «una vez más, los presos vascos ponen en riesgo su integridad personal, la salud y hasta sus propias vidas para frenar la política de exterminio que desde el Gobierno de Madrid se impulsa en las cárceles españolas». Denunció que «hoy por hoy son laboratorios donde se formulan y experimentan diferentes maneras para doblegar y anular a los presos, como en los peores regímenes totalitarios y fascistas».
La formación independentista mostró su «su total adhesión al colectivo de presos políticos y su lucha en defensa de la dignidad y en contra de la política de exterminio».
Afirmó que «nuestro compromiso está con personas como Jesús Mari Etxeberria, que hacen de nuestra lucha por una Euskal Herria libre una gran causa que no pueden detener ni con las estrategias más crueles».
Asimismo, llamó a que «pueblo a pueblo» se defiendan los derechos de los presos políticos vascos.
Por otra parte, Askatasuna hizo hincapié en que «frente a la prepotencia del pensamiento único, la inhumanidad y ensañamiento de carceleros españoles, y el cinismo del Estado francés, los presos políticos vascos responden con dignidad y coherencia contra unas medidas excepcionales».
Asimismo, criticó duramente la postura de la dirección de Valdemoro y remarcó que «mantiene una ofensiva represiva con el único objetivo de hacer desaparecer al colectivo de presos, como si de esta manera inhumana y macabra viniera la solución al conflicto».
La huelga de hambre extrema, forma de lucha de presos políticos de todo el mundo
La huelga de hambre ha sido una forma de lucha utilizada por los presos políticos para reclamar el respeto a sus derechos, tanto en Euskal Herria como en otros países de Europa. Sin embargo, pocas veces alcanza la extensión de la que lleva a cabo Jesús Mari Etxeberria en Valdemoro.
El precedente más inmediato nos remonta a finales de 1999, cuando los presos vascos llevaron a cabo una huelga de hambre, en la que Daniel Dergi alcanzó los 63 días sin ingerir alimentos y Josetxo Arizkuren llegó a los 56. Son solamente dos casos extremos de la protesta que llevó a cabo el colectivo en demanda de su derecho a participar en el proceso político abierto en Euskal Herria apenas un año antes.
Dergi explicaba en GARA en marzo de 2000, tras abandonar su protesta, que «los diez primeros días de la huelga de hambre fueron tan duros como los diez últimos» y destacaba que todos los presos que llevan a cabo esta forma de protesta realizan un esfuerzo «tremendo», independientemente de la duración del ayuno.
Junto a ello, Dergi subrayaba que la huelga de hambre «no es una decisión que se tome a la ligera. Hay un sufrimiento terrible y hay que aceptar la idea de que uno se va a enfrentar a la muerte».
A partir de los 50 días de huelga de hambre, los problemas de salud se complican notablemente, como lo atestiguan los casos de Dergi y Arizkuren.
El primero padecía fuertes dolores en la recta final de los más de dos meses de ayuno, su temperatura corporal había bajado hasta los 35 grados y su cuerpo ni siquiera toleraba la ingestión de agua.
Arizkuren, por su parte, se vio obligado a dejar la huelga de hambre tras 56 días, cuando apenas pesaba 45 kilos, y contrajo una gripe, que ante la falta de defensas, podía degenerar en una infección general.
También la huelga de hambre de los presos republicanos irlandeses de 1981 tenía como objetivo defender sus derechos como prisioneros políticos.
Aquella fue por su gravedad y repercusión uno de los referentes más conocidos en esta forma de lucha. Bobby Sands, que días antes había conseguido ser elegido diputado en el Parlamento de Westminster, falleció el 5 de mayo tras 66 días sin ingerir alimentos.
Otro nueve hombres, miembros del IRA y del INLA, morirían en los días siguientes como consecuencia de esta forma de lucha para reivindicar su condición de prisioneros políticos. Sus nombres son Francis Huges, Raymond McCreesh, Patsy O'Hara, Joe McDonnell, Brendan McLauglin, Kieran Doherty, Kevin Lynch, Martin Hurson, Thomas McElwee y Mickey Devine.
Esta huelga de hambre era la segunda que llevaban a cabo los presos republicanos en defensa de sus derechos. Anteriormente, habían desarrollado ya un ayuno de 53 días de duración durante el invierno de 1980. Antes aún, habían llevado a cabo las denominadas protesta de la «manta» y protesta sucia, en la que los presos se negaban a vestir el uniforme de preso que les entregaron las autoridades británicas. Se vistieron únicamente con mantas y se negaron rotundamente a limpiar sus celdas, donde realizaban todas sus funciones fisiológicas, al igual que ha hecho Jesús Mari Etxeberria durante varias semanas, simultaneándolo con la huelga de hambre.
Los presos del PCE(r) y GRAPO también han llevado a cabo huelgas de hambre en defensa de sus derechos como prisioneros políticos que se han saldado con dos muertes.
En 1981 falleció Kepa Crespo Galende, prisionero vasco del PCE(r), tras 97 días en huelga de hambre. La elevada duración de esta protesta se debe a que los presos en huelga de hambre eran alimentados forzosamente por los funcionarios mediante la administración de vitaminas y nutrientes en el agua mineral que bebían.
También fueron alimentados forzosamente, en esta ocasión mediante intubación, los presos de PCE(r) y GRAPO que protagonizaron la huelga de hambre de 1990 y que se saldó con la muerte de José Manuel Sevillano. A estos presos, atados en la cama de los hospitales, les introdujeron sondas por la nariz por las que les alimentaban.
La exigencia del respeto de los derechos fue también el detonante de la huelga de hambre de los prisioneros de diversas formaciones izquierdistas turcas en 2002 y 2003, que se saldó con la muerte de más de cien militantes.
El detonante fue el plan del Gobierno de Ankara de modificar las celdas de las prisiones de ese país, adoptando el modelo de habitáculo individuales que aumentaban la indefensión de los reclusos, un elemento presente también en la lucha de Jesús Mari Etxeberria contra el aislamiento.