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PAIS VASCO

16 de agosto del 2003

Homenaje a la ikurriña en Donostia
La bandera vasca recibió su homenaje pese a la prohibición del Gobierno de Vitoria

Gara

No fue en el Boulevard porque lo impidió la Ertzaintza por la fuerza, pero sí en la Plaza de la Constitución. Allí, alrededor de mil personas se dieron cita para realizar el homenaje anual a la ikurriña, un acto que en esta ocasión había sido prohibido por el Departamento de Interior del Gobierno de Lakua. No hubo que lamentar daños personales, pero faltó muy poco. Exactamente un minuto. Fue el plazo que dieron los mandos para que los congregados abandonaran las inmediaciones del Ayuntamiento donostiarra, amenazando con cargar pese a la presencia de miles de personas.

«Hau al da Ibarretxen plana?». Esa es la pregunta que se hacían ayer en voz alta los cientos de personas congregadas en el Boulevard donostiarra para homenajear a la ikurriña, un acto celebrado por la izquierda abertzale desde hace dos décadas. El interrogante se planteó ante la presencia de ocho furgonetas de la Ertzaintza, aparcadas junto al Ayuntamiento para evitar que el acto prohibido por el Gobierno de Lakua y luego por el TSJPV se celebrara en el lugar habitual.

Ante la posibilidad, más que evidente, de que se produjera una carga policial en un lugar copado por miles de personas de todas las edades, los concentrados optaron por dirigirse hasta la Plaza de la Constitución para mostrar allí su respeto a la tricolor vasca.

Aurresku, bertsos, una breve intervención de Joseba Permach y un millar de personas cantando el ''Eusko Gudariak''. En eso consistió un acto vetado por el Departamento de Interior y que contó con mucha mayor asistencia que en ediciones anteriores.

Esto sucedió hacia las 12.30. Una hora antes, la zona estaba literalmente tomada por la Ertzaintza. En el kiosko situado a pocos metros, la banda de Faltzes afinaba sus instrumentos para el concierto programado a las doce en punto.

En la fachada que da a la calle Igentea se podían observar las manchas provocadas por la pintura azul y negra arrojada durante la noche. El helicóptero de la Policía autonómica no dejaba de sobrevolar la zona.

Poco antes de la hora fijada para el inicio del homenaje, una mujer, asombrada por el despliegue policial, preguntaba «qué pasa» a su pareja. La respuesta, por muy surrealista que parezca, no estaba lejos de la realidad:

«Como dicen que podemos hacer atentados, no nos dejan ni sacar la ikurriña». La mujer puso cara de que le estaban «vacilando».

Mientras tanto, numerosas personas se fueron concentrando en el espacio entre las calles Mayor y San Jerónimo. Entre ellas se hallaban los parlamentarios Jon Salaberria y Araitz Zubimendi, los mahaikides Joseba Permach y Juan Joxe Petrikorena y la ex concejal Miren Zinkunegi. A las doce en punto, mientras la banda de Faltzes daba inicio a su concierto, dos mandos de la Ertzaintza y varios agentes con sus «peloteros» prestos se acercaron a los congregados a paso veloz.

Entre gritos de «Ikurriña bai, espainola ez», los representantes de la izquierda abertzale solicitaron que se les dejara hacer una breve concentración de diez minutos. La respuesta de los mandos fue que debían consultarlo con sus superiores.

En ese periodo arreciaron las consignas en favor de la independencia, acusando al PNV de «español» y pidiendo a la Ertzaintza que se fuera. Una señora, indignada, se encaró con los agentes y les espetó: «Os llaman cipayos y os enfadáis. Pues no hagáis de cipayos».

Pasados diez minutos, los mandos se dirigieron a Permach y le amenazaron con cargar «en un minuto» si la concentración no se disolvía. Los agentes conminaron a los periodistas a quitarse de enmedio. El Boulevard estaba a rebosar. Había personas mayores y niños en sus sillas. Permach se quitó las gafas y todo parecía indicar que los ertzainas estaban dispuestos a todo.

Los representantes de la izquierda abertzale, en primera fila, habían desplegado una pancarta con el lema «Faxismoari stop. Ikurriña geurea».

Permach abandonó la pancarta para volver a hablar con los mandos policiales.

En ese momento, un hombre, con bastantes años a sus espaldas, dio unos pasos adelante y, con su ikurriña al hombro y armado tan sólo con su orgullo y su dignidad, ocupó el espacio dejado por el mahaikide.

No hubo manera. Los ertzainas no dieron su brazo a torcer y, ante el riesgo de que se produjeran incidentes, los congregados dieron la espalda a los ertzainas y se dirigieron en manifestación a la Parte Vieja para homenajear a su bandera.