País Vasco
|
DESPUES DE SALIR DE LA PRISION, HABLA UN LEGENDARIO DIRIGENTE INDEPENDENTISTA Eugenio ETXEBESTE, «ANTTON»
«La izquierda abertzale no ha estado acompañada para negociar»
Después de tres décadas de intensa militancia política, Eugenio Etxebeste, «Antton», observa la realidad política vasca desde su recién estrenada libertad. Convencido del valor del diálogo como instrumento preciso para alcanzar una solución política al conflicto, insiste en los argumentos que han sustentado toda una vida entregada a la causa de Euskal Herria. «Un pueblo -asevera- no puede perder nunca el optimismo».
Acaba de abandonar la prisión salmantina de Topas y dedica sus primeros días en Euskal Herria a «tratar de aterrizar sin estrellarme en el ágora». Aunque no parezca cómodo en el papel de protagonista, no cesa ni por un instante en la búsqueda de contacto con la realidad social de un pueblo que tuvo que abandonar décadas atrás. Todo ello sin olvidar un sentimiento de obligación para con su familia, «porque, sin caer en la entelequia de recuperar el tiempo perdido, se trata ahora de corresponder a todas sus lealtades y tratar de compensar las privaciones y desamores que han sufrido en todos estos años de alejamiento, angustia y sinrazón».
Treinta años después de abandonar Donostia para integrarse en la clandestinidad, Eugenio Etxebeste se reencuentra con una ciudad cambiada, una sociedad evolucionada que merece toda su capacidad de observación. Y, sin embargo, sentencia que «en lo político es, desgraciadamente, en lo que menos he sentido el paso del tiempo». Se refiere así a la prohibición del acto de recibimiento que habían organizado sus vecinos del barrio de Gros.
«Lo que sucedió es muestra evidente de que el pueblo vasco sigue soportando muros y barrotes que niegan nuestro derecho a la libertad de expresión, manifestación y opinión de idéntica manera, y con las mismas fórmulas represivas que operan en el interior de las cárceles para conculcar nuestra identidad y nuestros derechos inalienables como vascos».
Lo resume en una frase contundente: «Seguimos siendo meros indígenas sin rango de ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, plegados a la esclavitud de los dictámenes de los Estados y sus gestores autonómicos o regionalistas».
Se trataba así de convertirlo, por vía de hecho, en una suerte de muerto civil o ciudadano sin derechos, algo que no resulta novedoso para Etxebeste: «Desde el mismo momento de mi detención, en 1984, los estados español y francés se han encarga- do de negármelos manu militari, sin concesión alguna a sus propias leyes y a la legalidad internacional, como una burla hacia esos derechos humanos con los que tanto se llenan la boca. En realidad, tanto en mis dos estancias en la República Dominicana como en la de Ecuador han tratado de utilizarme como un rehén político sometido a régimen de prisión militar domiciliaria. Y, por supuesto, durante el periodo carcelario español, allí donde la tortura blanca es el pan nuestro de cada día en los módulos de aislamiento. Por tanto, esa negación de derechos no significa nada nuevo bajo el sol español, allí donde se empeñan en cercar con rejas lo que saben que es imposible enjaular: mis convicciones ideológicas y el pensamiento político comprometido con la izquierda abertzale».
El primer encontronazo con esa realidad política vasca tuvo, además, como protagonista a la Ertzaintza y al Departamento de Interior de Lakua.
Etxebeste constata «con tristeza y pesar» lo que describe como «el plegamiento del que hace gala de forma sistemática el Gobierno de Ibarretxe cuando se le coloca ante la tesitura de tener que elegir un lado de la barricada. En ese momento siempre se posiciona del lado de la razón de la fuerza frente a la fuerza de la razón». Eugenio Etxebeste analiza también la actualidad política desde la experiencia acumulada a lo largo de muchos años y constata que, «aunque en los contextos electorales impuestos desde y para Madrid es donde menos se pueden clarificar posturas de definición política nacional vasca», insiste en «la necesidad de la participación de la izquierda abertzale a efectos de ofertar ganas, garra e ilusión a una sociedad sedienta de discursos en positivo y de resultados tangibles».
No obsta lo anterior para reconocer que «debemos ser conscientes de que el margen de maniobra de la izquierda abertzale va a ser mínimo como consecuencia de ese apartheid político impuesto por enemigos y jaleado por adversarios. Sin embargo -matiza-, mantengo la suficiente confianza y fe en la fortaleza de un proceso edificado sobre pilares sólidos a lo largo de décadas de resistencia y acumulación de razones, que nos permitirá solventar la encrucijada desde una perspectiva imaginativa, en sintonía con la responsabilidad de nuestra lucha y la firme voluntad de normalización democrática».
En este punto critica la negativa de algunas formaciones vascas a participar en la propuesta de Bergara e interpreta que «las especulaciones y regateos entre formaciones vascas en Vascongadas demuestran la falta de altura de miras suficiente para comprender que lo que está en juego es la supervivencia del pueblo vasco frente a las marchas marciales que suenan desde el Estado».
Y sitúa en el mismo plano «el fraude de la coalición Nafarroa Bai, más pendiente de amueblar sus respectivos descampados que de construir un frente político abertzale y progresista capaz de enmendar los desafueros del cacique Sanz».
La propuesta de Ibarretxe para la puesta en marcha de un nuevo Estatuto está también sobre la mesa del debate político, y a Eugenio Etxebeste le inspira «viejas amarguras de los tiempos en que pudo ser y no fue». Habla Antton de 25 años atrás, «cuando redactaron un Estatuto que, como es obvio, no ha servido para solucionar las raíces profundas del contencioso que enfrenta a este pueblo con los estados que le niegan su identidad».
Analiza el plan de Ibarretxe «después de leerlo y releerlo» y adelanta que «cuando termino su lectura llego a la conclusión de que hay un árbol de literatura demagógica que oculta el bosque idealizado del nuevo Estatuto. Si enfrentamos el texto a sus propias contradicciones llegaremos a la conclusión de que no existe ese bosque encantado y que lo que se presenta ahora viene a ser más de lo mismo, pero ahora a destiempo y con cierto tufo a definitivo 'Abrazo de Bergara bis'».
Etxebeste avanza en la lectura de la propuesta de Lakua y, «aunque reconozco su valía técnica e incluso política en muchos aspectos de su contenido, carece de la premisa que los revalide en un proyecto de auténtico cambio de marco jurídico-político hacia la construcción de la nación vasca. En definitiva, la apuesta firme y comprometida con el derecho de autodeterminación y el reconocimiento de nuestro pueblo en su integridad territorial dentro del contexto internacional. Muchas veces, cuando leo y escucho en los medios de comunicación hispanos cantar las excelencias del marco estatutario y lo presentan como 'el mejor y más amplio del mundo' ironizo y opino que todo eso lo cambiaría por la declaración de Downing Street entre británicos e irlandeses, donde se reconoce el derecho de autodeterminación, sobre cuya base queda en manos del pueblo dialogar y debatir sobre su propio futuro. Del Plan Ibarretxe sólo me quedo con la filosofía que propugna dar la voz al pueblo, pero con poder de decisión y desde un ámbito territorial y social que comprenda la representación y participación de todos los vascos y vascas en sus respectivos territorios».
A modo de conclusión de la entrevista, Eugenio Etxebeste resume su objetivo en una frase que ya pronunció en declaraciones a GARA poco después de salir de prisión: «Soy un habitante vasco que aspiro a dejar de ser ciudadano español, y mi voluntad sigue siendo la de aportar en la medida de mis posibilidades un grano de arena a ese objetivo que sintetiza la esencia de la persona libre en un pueblo libre». A eso dedicará sus esfuerzos. A eso y a aprobar una asignatura pendiente con el euskara. «El resto -finaliza Antton- se dará por añadidura».
«El Gobierno no ha tenido voluntad para un proceso de diálogo» - Desde su exilio en Argel hasta el encierro domiciliario en Santo Domingo, Eugenio Etxebes- te ha sido uno de los interlocutores cualificados en las conversaciones y contactos con los enviados del Gobierno español en tiempos del PSOE, «porque en cuanto llegó el PP se cortaron absolutamente todas las vías y canales de comunicación», subraya.
Después de un buen número de encuentros y contactos de diversa índole con los sucesivos enviados de la parte española, Antton concluye que «de forma categórica hay que constatar que por parte del Gobierno español nunca ha existido voluntad de encarar un proceso de diálogo basado en lo que dimos en llamar 'solución política negociada'. Esa fue la clave, por ejemplo, para que se rompiera el proceso iniciado en Argel. La clave era precisamente ésa, llevar la lucha a un terreno de dis- tensión por ambas partes, pero que tuviera una meta: esa solución política negociada. Ahí es donde siempre ha fallado la voluntad del Gobierno español, mientras la izquierda abertzale mantenía la premisa del diálogo y la voluntad de mantener la mano tendida y no levantarse nunca de la mesa».
Etxebeste rechaza que las vivencias anteriores hayan podido conducirle a la desazón o al desánimo, «porque son experiencias que se acumulan y de las que siempre aprendes». Por eso entiende que la izquierda abertzale «debe mantener ofertas y alternativas de diálogo, pero en la medida en que no exista voluntad por la otra parte, tampoco puede estar a remolque de una situación que no tiene salida».
Quizás por eso lamenta la soledad en que ha podido encontrarse el independentismo en determinados momentos, «ya que la perspectiva negociadora comprende a dos conjuntos de negociación. De una parte está el Estado español -que tampoco hay que confundirlo con el Gobierno de turno- y por el otro lado está el pueblo vasco. Pero en su conjunto. Y ahí es donde la izquierda abertzale no ha estado acompañada».
Como ejemplo de lo anterior, Eugenio Etxebeste cita el proceso de conversaciones de Argel, «que fue saboteado, entre otros, por el PNV, que en mitad de las conversaciones organizó una gran manifestación contra ETA, cuando lo que correspondía era organizar una movilización que tomara forma de clamor popular por el diálogo y la negociación. Entonces les correspondía dejar la negociación en manos de quienes estábamos en aquel momento y luego incorporarse al proceso junto a otras fuerzas políticas, pero prefirieron sabo- tear aquello».
A pesar de todo lo vivido, visto y oído en todos estos años, Antton no pierde el optimismo: «Si no fuera optimista después de tanto tiempo, no hubiera aguantado lo que me ha tocado ni estaría en el ideario político actual», concluye.
fuente: diario vasco GARA