País Vasco
|
16 de enero de 2004
Cantidad y calidad
Carlo Frabetti
Rebelión
La conversión de la cantidad en calidad (CCC) es uno de los conceptos básicos del pensamiento marxista. No solo en la economía y en la sociedad, sino en la propia naturaleza, en el comportamiento mismo de la materia, abundan los ejemplos de este fenómeno, y la imparable reacción en cadena que se produce al alcanzar la masa crítica una sustancia radiactiva, ha sido utilizada a menudo como metáfora de la revolución.
Pero no todos los casos de CCC son positivos, ni en todos ellos se puede entender "calidad" en un sentido meliorativo. Una mentira repetida insistentemente por los medios de comunicación de masas (y los primeros en hacer de ello una estrategia explícita fueron los nazis) no se convierte en verdad, pero puede desplazar a la verdad, arrinconarla. A efectos prácticos, la mentira cuantitativamente --masivamente-- reforzada por los medios usurpa el lugar de la verdad.
Ya nadie cree que en Iraq haya armas de destrucción masiva. Todo el mundo sabe que Estados Unidos quiere apoderarse del petróleo iraquí y hacerse con el control estratégico de la zona. Nadie ignora que el Gobierno de Aznar apoyó la invasión de Iraq --sigue apoyándola-- en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los españoles. ¿Han tomado la Moncloa las masas enardecidas por la más justa de las indignaciones? No. ¿Cómo es posible? Porque nuestros repulsivos medios de comunicación repiten a todas horas, de forma más o menos solapada, que la masacre sistemática de iraquíes y palestinos (no olvidemos que ambos conflictos son inseparables), el saqueo de Bagdad, el asesinato de José Couso y el sinfín de atropellos cometidos por Bush, Blair, Aznar y compañía, son necesarios para luchar contra el "terrorismo" y defender la "democracia". Y si mucha gente, a fuerza de oírlo miles de veces, puede llegar a creer que Coca Cola es la chispa de la vida o que la felicidad pasa por tener un automóvil que corra el doble de lo permitido por la ley y por la más elemental sensatez, ¿por qué no iba a creer que hay que asesinar a dos millones de iraquíes, la mitad de ellos niños, para que ETA deje de matar?
Cuando, al final de la II Guerra Mundial, los aliados entraron en los campos de concentración nazis, obligaron a la población alemana a visitarlos, porque no habían querido enterarse de los horrores que allí se cometían. ¿Cuándo visitará Guantánamo la población estadounidense? ¿Cuándo se enterarán los "demócratas" españoles de que Amnistía Internacional, la ONU, la Asociación Contra la Tortura y otras organizaciones están hartas de denunciar, año tras año, que en el Estado español se tortura impunemente?
Si la CCC fuera un proceso lineal, mecánico, la mentira --cualquier mentira-- se impondría con la misma fuerza (bruta) que la Coca Cola. Pero es un proceso dialéctico, que conlleva su recíproco: la conversión de la calidad en cantidad.
El pajar sepulta la aguja y la hace casi inencontrable. Pero basta una chispa para incendiar un pajar (o un bosque, como decía Mao), y una vez quemada la paja, reaparece la aguja, intacta.
En un mundo de más de seis mil millones de habitantes, la heroica lucha de diez millones de cubanos podría parecer insignificante, sobre todo si se tiene en cuenta que la primera potencia mundial lleva más de cuatro décadas dedicando una considerable fracción de su energía y sus recursos a intentar acabar con ellos. Pero Cuba es la chispa que ha encendido la mecha del polvorín americano, que pronto les estallará en las manos a los depredadores imperialistas.
La resistencia iraquí, frente al ejército estadounidense, es menos que un tirachinas palestino frente a un tanque sionista. Pero las chinas, en Iraq y en Palestina, provocarán una avalancha, la están provocando ya.
Anika Gil, con su veleroso testimonio de mujer impunemente ultrajada en las más hediondas cloacas del poder, ha puesto en evidencia a la Guardia Civil, cuyo inadmisible silencio ante tan graves acusaciones equivale a un reconocimiento de culpa. Y la admirable familia de José Couso tal vez haga perder las elecciones a los cómplices de sus asesinos.
La calidad se convierte en cantidad por el efecto multiplicador e incendiario de la verdad. Y esa cantidad cada vez mayor de personas que se sustraen a los mecanismos estupefacientes de los medios, es decir, a las mentiras del poder, está dando paso a su vez a una nueva calidad social y política.
Nunca el poder de los canallas que gobiernan el mundo fue tan grande; pero su mismo gigantismo lo hace más vulnerable. Nunca la dignidad estuvo tan acorralada; por eso descubre cada día nuevas formas de expresión y de lucha. Nunca los aguijones de la verdad estuvieron sepultados bajo tan enormes masas de paja mediática; pero nunca saltaron tantas chispas como ahora, por todas partes.