Eric
Toussaint
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Una
catástrofe llamada deuda externa
LA BRECHA (16 octubre 1998)
Montevideo
Entrevista con Eric Toussaint
Siglos de prosperidad y bienaventuranza se han augurado, desde el sistema económico
imperante, para destacar sus propias bondades. Al borde de un nuevo milenio se
verifica que millones y millones de personas padecen los resultados de la desigualdad,
del reparto inequitativo de las riquezas.
Raúl Zibechi
El Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (cadtm),
con sede en Bruselas, fue creado en 1990 a raíz de la impresionante movilización
de 400 mil personas contra la reunión del G-7 (cónclave anual de
los jefes de Estado de los siete países más desarrollados) realizada
en Paris el año anterior. Está integrado por organizaciones no gubernamentales,
centrales sindicales, partidos de izquierda, intelectuales y artistas. Su presidente,
Eric Toussaint, estuvo en Montevideo para presentar su último trabajo(*)
en el que según el editorialista de Le Monde Diplomatique, Christian de
Brie desnuda " uno de los principales mecanismos de explotación
de los pueblos por los detentadores del capital ".
El trabajo de recopilación de datos llevado a cabo por Toussaint a lo largo
de casi diez años se concreta en un resumen que lleva a aquella publicación
francesa a sostener que " la historia contemporánea es la historia
de la conquista del mundo por un número cada vez más restringido
de gigantescos conglomerados, constituidos en sociedades multinacionales, que
libran una guerra permanente por el control de los mercados y comprometidos en
una tentativa de subordinación de todas las actividades humanas a la lógica
de la ganancia ". Veinte años de aplicación de la receta
neoliberal redundaron en la mayor crisis de posguerra y a la vez en una de las
mayores concentraciones de riqueza, poder político, militar y cultural
que conoce la historia de la humanidad. Su contracara, como señala el autor,
es la reducción de más de mil millones de individuos a una situación
infrahumana.
La crisis que estalló el año pasado en Asia y que ahora continúa
amenazando a países de América Latina ¿es para usted una crisis
que revela los límites del actual modelo?
Se trata de una crisis que se inició con el fortalecimiento del dólar
y la pérdida de competitividad de la economía tailandesa. De economías
que durante diez años crecieron a una tasa del 8 al 10 por ciento anual,
pero que eran economías muy dependientes del dólar. Por otro lado,
el modelo implica la completa desregulación de los movimientos de capitales,
con tasas de interés altas para atraerlos. Las economías quedan
así expuestas a factores que no controlan, como la variación del
dólar o flujos un tanto caprichosos de capitales. La crisis en Tailandia
fue imposible de dominar y arrastró a los " tigres " y los dragones
asiáticos, países que para el fmi y el bm eran los espejos en los
que debían mirarse los demás países del Tercer Mundo.
Todas estas crisis afectan a los llamados países emergentes que parecen
haberse convertido en facilitadores de la concentración multinacional y
el fortalecimiento de los países centrales. Parecería que durante
un tiempo se les da cuerda para desarrollarse y luego se provoca una situación
de crisis aprovechada por las grandes multinacionales para comprar todo lo acumulado
en años de esfuerzos a precios de saldo. ¿Es algo planificado desde el
centro?
Yo no lo creo pero la crisis de la deuda de los años ochenta, que se inicia
con la moratoria mexicana de 1982, sirvió para imponer un modelo de apertura
económica que tiene una perspectiva estratégica que es acabar con
un modelo que permitía a muchos gobiernos nacionales tener palancas industriales
importantes. La crisis del 82 hizo retroceder a países que habían
conquistado un margen de maniobra importante a nivel económico frente a
situaciones de subordinación muy importantes. A México le siguen
luego Argentina, Brasil y Venezuela; también Argelia, Egipto, India y,
con la crisis del 97, un país como Corea del Sur que nunca había
negociado con el fmi tuvo que caer en sus brazos. Como la crisis del 82, ahora
sucede que la crisis actual se resuelve a favor del G-7 y las principales multinacionales
industriales y financieras.
Hasta la crisis del 82 la deuda se generaba como mecanismo de préstamo
para que los países del Tercer Mundo pudieran comprar los productos que
el Primer Mundo tenía dificultad en vender. Ahora parece que el mecanismo
generador de deuda son los propios intereses disparados desde la era Reagan.
En los setenta la banca de los países más industrializados le prestaba
a los países periféricos amigos, pero luego la tasa real de interés
llega a niveles muy elevados. A partir de allí los países deudores
deben pedir préstamos para pagar los intereses. Desde esa fecha los países
del Tercer Mundo reembolsaron casi cuatro veces lo que era la deuda en el 82 pero
ahora se encuentran con que deben cuatro veces más que en aquel momento.
Porque ese aumento de las tasas se combinó con un declive de los precios
internacionales de los productos que exporta el Tercer Mundo, lo que hace que
la crisis de endeudamiento no tenga final y el monto de la deuda crezca a ritmos
vertiginosos, acelerados porque la desregulación financiera provoca salidas
masivas de capitales desde el Sur hacia el Norte. La deuda es entonces un mecanismo
de subordinación del Sur por el Norte y además un mecanismo de bombeo
de parte del sobreproducto de los asalariados y los pequeños productores
del Sur hacia los capitalistas del Sur y del Norte.
Usted plantea en su libro que, tras la crisis del 29, catorce países latinoamericanos
dejaron de pagar la deuda, entre ellos Uruguay, y que eso posibilitó el
proceso de industrialización hacia el mercado interno. ¿Qué está
impidiendo que los deudores hagan un frente común para anular la deuda?
En los años treinta el debilitamiento de los países imperialistas
era más fuerte que en los ochenta, y los países latinoamericanos
aprovecharon esa debilidad. En los ochenta, Estados Unidos había aprendido
la lección e inmediatamente propuso una forma de financiación de
la deuda a través del plan Baker y luego del plan Brady. Estaba, además,
en plena ofensiva mundial tras sus derrotas en Vietnam, Irán y Nicaragua
para afirmarse como principal potencia económica y militar. Pero, sobre
todo, hubo una gran complicidad de los gobernantes del Tercer Mundo ya que promovieron
la socialización de la deuda a través de la responsabilización
del Estado de toda la deuda, pública y privada. Las dictaduras militares
de América Latina jugaron un papel en el desvío de los préstamos
a cuentas bancarias del Norte, o sea que una parte del dinero ni siquiera llegó
al destino y se quedó en los bancos del Norte. El país se empobrece
pero la clase capitalista se enriquece y el personal político también
se enriquece a través de la corrupción.
Fue entonces que surgieron los planes de ajuste estructural.
Claro, pasan a aplicar planes de ajuste privatizando empresas públicas.
El Estado pierde margen de maniobra económica pero la clase política
se enriquece. La corrupción y el divorcio de la clase dominante de sus
pueblos cosas que no pasaban en los treinta impiden que haya un frente para el
no pago de la deuda porque además se entregaron ejes de la soberanía
nacional.
Lo curioso para la izquierda es que en los años sesenta y setenta había
un radicalismo contra la burguesía nacional que contrasta con la situación
actual, porque ahora tenemos una crisis mucho más profunda que en los ochenta.
Surge un nuevo reto para la izquierda latinoamericana que debería llevarla
a reactualizar la propuesta de Fidel Castro de 1985.
La desregulación del movimiento de capitales, que corre paralela a la desregulación
del trabajo, tiene apenas veinte años y ya está empantanada. Se
entra en un período de inestabilidad sistémica provocado por esa
burbuja financiera compuesta sobre todo por capitales golondrina. ¿Se está
llegando a los límites del modelo neoliberal que puede auspiciar el retorno
de un cierto keynesianismo?
‹Creo que de parte de las instituciones financieras internacionales y de los gobiernos
del G-7 no hay que esperar un viraje para controlar los capitales, aunque todos
sus informes actuales apuntan en esa dirección. No creo que lo hagan porque
el capital quiere seguir con su ofensiva tratando de quebrar lo que considera
como rigideces a su poder de movimiento sin límites. Siguen hablando de
derribar todos los mecanismos de control que en parte son consecuencia de luchas
sociales históricas. Ellos se dan cuenta de los peligros, como dijo Michel
Camdessus hace pocos días, y ya no esconden la gravedad de la situación.
Por lo tanto creo que entramos en un período de inestabilidad con crisis
y quiebras de grandes empresas financieras.
Sigue existiendo una grave contradicción. Por un lado, la crisis en los
países emergentes favorece a las grandes multinacionales pero esa misma
crisis les dificulta la colocación de sus productos al reducir la capacidad
de compra de esas economías.
La crisis es sistémica no sólo por la desregulación. Estamos
ante una crisis de sobreproducción que además se manifiesta en la
excesiva cantidad de capitales sin posibilidad de colocación. Es que la
ofensiva fue de tal magnitud que la capacidad de compra de los asalariados y pequeños
productores, a nivel mundial, ha bajado tanto en los últimos quince años
que las mismas empresas multinacionales no logran vender sus mercancías
cuando la mayoría de la población no tiene sus necesidades básicas
satisfechas.
El 95 por ciento de los capitales que giran alrededor del mundo es especulativo
y la mayor parte proviene de los fondos de pensiones. ¿Puede pensarse que para
volver a fijar estos capitales volátiles debería retornarse a los
viejos sistemas previsionales?
Creo que sí, hay que volver a los sistemas de seguros sociales aunque en
Europa los fondos previsionales siguen siendo estatales en la mayoría de
los países, cuestión que evita al sistema financiero males aun mayores.
El nuevo gobierno de Blair en Inglaterra enfrenta problemas con los fondos de
pensiones privados que vienen de la época de Thatcher y tuvo que iniciar
juicios y amenazas de expropiación a las empresas para obligarles a pagar.
Es toda una advertencia, porque cuando los gestionadores de fondos previsionales
deben empezar a pagar surge que en ese sector domina la especulación y
la corrupción.
Si la globalización implica un cambio en la correlación de fuerzas
entre el capital y el trabajo, entre el Primer Mundo y el Tercero, ¿cómo
puede alcanzarse una nueva relación de fuerzas?
No tengo una respuesta precisa. Hoy todas las respuestas a la globalización
son fragmentadas a pesar del fracaso del modelo neoliberal.
Quizá lo positivo es que en los países centrales hay una radicalización
evidente. En comparación con el período de Reagan, cuando logró
desarticular al movimiento obrero, ahora hay triunfos como en el correo privado
ups y General Motors, pero sobre todo impresiona la simpatía social que
despiertan esas luchas, así como la reactivación de los movimientos
sociales en Europa, sobre todo en Francia. Asistimos a una respuesta de sectores
sociales que logran algunos resultados en base a una nueva alianza entre trabajadores
sindicalizados y desocupados, sin techo, indocumentados, antirracistas, movimientos
feministas y ecologistas. Para los que pertenecemos a la generación del
68 aparecen nuevos actores que convergen con sectores del Tercer Mundo y los excluidos
del primero. Demandan desde la anulación de la deuda externa hasta la solución
de los problemas de los sectores marginalizados. Tal vez sea el comienzo de un
cambio.
(*) Deuda externa en el Tercer Mundo: las finanzas contra los pueblos. Nueva
Sociedad, Caracas, 1998.