Los que estiman que la mundialización es insoslayable,
deberían tener en cuenta que ellos pueden ser evitados o derribados.
El pensamiento neoliberal desarrolla la noción de ineluctabilidad: el
sistema que está, debe ser porque está; la mundialización/globalización tal
y como se desenvuelve es insoslayable, y todos y todas deben ajustarse a ella.
Se sume así en el misticismo y el fatalismo. No obstante, una mirada atenta
sobre la historia, demuestra la incongruencia de la idea de
"irreversibilidad". Pongamos el ejemplo del terreno financiero. A
comienzos del siglo XX, la libertad de movimientos de capitales asegurada por el
patrón oro, y la libertad de cambios garantizada por los tratados de comercio e
inversiones, parecían irreversibles. La primera guerra mundial vino a barrer
todo ello. En los años 20, la potencia de los mercados financieros parecía tan
irreversible como lo pretende ser actualmente. El crack de 1929 y la larga
crisis que lo siguió, obligaron a los gobiernos a supervisar estrechamente las
actividades bancarias y financieras. Al finalizar la segunda guerra mundial, los
gobiernos de los principales países capitalistas vencedores se pusieron de
acuerdo para dotarse de instrumentos de control financiero a nivel
internacional, el FMI tenía fundamentalmente por objetivo velar por este
control (su artículo VI lo estipula explícitamente). Varios gobiernos de
Europa Occidental emprendieron a partir de 1945, bajo la presión del mundo del
trabajo, amplios programas de nacionalizaciones, incluyendo a bancos.
Las certezas teóricas neoliberales manifestadas hoy día no valen apenas más
que las de los liberales o conservadores en el poder en los años 1920, antes
del crack financiero. El fracaso económico y el desastre social provocados por
los neoliberales de hoy podrían desembocar en nuevos grandes cambios políticos
y sociales. La mundialización no es un bulldozer que aplasta todo a su paso:
las fuerzas de resistencia son reales y vivas. La mundialización está lejos de
haber logrado un sistema económico coherente: las contradicciones en el seno de
la Tríada son múltiples (contradicciones entre potencias imperialistas,
contradicción entre empresas, descontento social, crisis de legitimidad de los
regímenes en el poder, criminalización del comportamiento de los grandes
actores económicos). Es más, las contradicciones entre el Centro y la
Periferia se refuerzan ya que la dinámica actual de la mundialización es
excluyente. Los pueblos de la Periferia constituyen más del 85% de la
población mundial: los que creen que van a dejarse marginar sin reaccionar
cometen una gran equivocación, como los gobiernos que en los años 40 y 50,
creían todavía en la estabilidad de sus dominios coloniales en África y en
gran parte de Asia. Finalmente en el interior de la Periferia, las autoridades
que aceptan la vía neoliberal pierden progresivamente elementos de legitimidad
(ver lo de Indonesia en 1998, de Ecuador en 2000 o de Argentina en 2001). En
general, las clases dominantes en estos países no tienen muchas perspectivas de
progreso que ofrecer a la gran masa de la población.
¿Por qué excluir que el descontento social se exprese de nuevo a través de
proyectos emancipadores? No hay que dar por sentado que el descontento social
deba tomar la vía de lo "étnico" o religioso. En medio de
situaciones tan dramáticas como las de Argelia, Ruanda o Indonesia, fuerzas
significativas actúan con un proyecto progresista.
No hay ni fatalidad económica ni situación política que no pueda modificarse
bajo la acción de las fuerzas sociales.
Hoy todavía una alternativa debe comprender diferentes dimensiones
Una dimensión política. Si el poder político ha abandonado
deliberadamente una parte de su poder de control, permitiendo así la
desregulación de los movimientos de capitales, puede, bajo presión
popular, deliberadamente retomar este control ("voluntad
política"). Si no toma este camino, puede igualmente ser
derrocado.
Una dimensión ciudadana y una dimensión de clase. Los y las de
abajo, con todas sus organizaciones, provengan del movimiento obrero del
siglo XIX (partidos, sindicatos), o bien provengan de otros movimientos
populares, de nuevos movimientos sociales de la segunda mitad del siglo
XX, deben reapropiarse del derecho de intervención, el derecho de
control, el derecho de presión sobre los otros actores y plantearse en
la práctica la cuestión del ejercicio directo del poder.
Una dimensión económica. La conjunción de las otras dimensiones
debe converger en decisiones económicas cuyo eje esencial estará
constituido por medidas apremiantes contra los movimientos de capitales
y los que deciden sobre ellos: sus poseedores, los capitalistas. El
carácter inviolable de su propiedad privada está también en el centro
del debate que hay que desarrollar. En efecto, si se quiere defender el
bien común y el acceso universal a servicios básicos, se plantea la
necesidad de transferir al terreno público empresas privadas que
acaparan el patrimonio de la humanidad e impiden la satisfacción de los
derechos humanos fundamentales.
La evolución del capitalismo hoy día pone otra vez en el orden del
día el debate sobre una nueva radicalidad. En efecto, las formas
anteriores de compromiso han sido barridas por la crisis económica y la
ola neoliberal.
El compromiso social fordista en el Norte, el compromiso desarrollista en el
Sur, el control burocrático en el Este, donde existieron, no habían hecho
desaparecer el uso de la fuerza por parte de los poseedores del poder, todo lo
contrario, pero la vía seguida iba a la par con algunos elementos de progreso
social. Fue este último elemento el que permitía en algunos casos los
compromisos. Estos compromisos fueron rotos por la lógica actual del Capital y
por las decisiones de los gobernantes. Es preciso oponerle un nuevo
planteamiento rupturista, antisistémico.
Ello implica que los de abajo se transformen en actores auténticos de los
cambios y de la gestión de estos cambios. Esto implica, de manera necesaria,
que los movimientos sociales sean fieles a los intereses de aquellos y aquellas
a quienes representan; que tengan una independencia rigurosa en relación a los
poderes políticos. No podrán asegurar esta fidelidad mas que desarrollando una
verdadera democracia interna privilegiando la expresión de la gente día tras
día, favoreciendo la elaboración de alternativas, estimulando la concreción
de las estrategias para alcanzarlas.
Una acción concertada de los trabajadores y de los movimientos sociales
La ofensiva neoliberal es tal que se necesita una acción concertada de los
asalariados(das), de los oprimidos/das en general, del mundo entero. Es
necesario para abolir el desempleo. Para hacerlo desaparecer se precisa una
reducción generalizada del tiempo de trabajo, sin pérdida salarial y con
contratación de trabajadores compensatoria; es necesaria esta acción para
hacer frente a las deslocalizaciones y los despidos. El apoyo de los
trabajadores del Norte a los trabajadores del Sur es indispensable para que
éstos obtengan aumentos salariales y, de forma general, los derechos sindicales
que les permitan lograr el nivel de las condiciones de vida de los trabajadores
del Norte.
En la hora actual, si el mundo del trabajo es todavía la palanca más
poderosa para intervenir en la lucha política, es vital asociarse lo más
estrechamente posible con todas y todos que están al margen de la producción.
Se necesita también asociar a todos los movimiento sociales que luchan contra
la opresión sean cuales sean las formas que tomen.
Pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad
Si es necesario tener un "pesimismo de la razón" para comprender
plenamente la magnitud del ataque neoliberal, de la fuerte organización de sus
promotores, hay que actuar también con el "optimismo de la voluntad"
que anima a sectores enteros de la población mundial.
Sin la resistencia que hemos visto, pertinaz, determinada, valiente, en los
cuatro rincones del planeta, las fuerzas motrices y los nuevos conversos de la
mundialización habrían marcado puntos mucho mas significativos de lo que lo
han hecho. Es ya un resultado, aunque no sea suficiente.
Romper el aislamiento de las luchas
Ya se ha dicho, la clase capitalista ostenta un inmenso control sobre los
medios periodísticos, sobre todo televisivos. No es de su interés propagar en
el mundo las imágenes de las luchas mostrando la creatividad de los
oprimidos(as).
Ocurre frecuentemente que nos muestran los enfrentamientos con la policía o
el ejército, pero es más raro que se nos dé el detalle de la lucha, la
ingeniosidad de los trabajadores, los hallazgos de los manifestantes, las
actividades que dieron sus frutos. Esto sería un riesgo en efecto, pues daría
ideas a otros movimientos, lo que representa un peligro para la clase
capitalista. Por el contrario, se puede medir el enorme impacto de movilización
que representan los medios cuando informan sobre la amplitud e inteligencia de
un movimiento. Un ejemplo: el movimiento huelguístico de noviembre-diciembre de
1995 en Francia suscitó tal simpatía que los medios no pudieron minimizarlo y
la expresión de esta simpatía revelada a una escala importantísma sirvió
para ampliar el movimiento.
Las luchas no decaen, tienen tendencia a multiplicarse en proporción a los
ataques. Uno de los problemas más duros que la resistencia encuentra, es este
sentimiento de aislamiento y ciertamente, una de las apuestas más importantes
para los progresistas es romper este aislamiento y trabajar por la convergencia
de las luchas.
Por la concentración de los que deciden políticamente a nivel mundial, por
la similitud del empobrecimiento que imponen en todo el planeta, la lucha de los
campesinos sin tierras en Brasil se junta con la lucha de los obreros de
Volkswagen contra su multinacional; la lucha de las comunidades amerindias
zapatistas por una vida digna en los campos mexicanos se junta con los
huelguistas norteamericanos de la UPS; la lucha de centenas de millares de
campesinos hindúes opuestos a las decisiones de la Organización Mundial del
Comercio se junta con la de los sin papeles de Francia y el estado español; la
lucha de los sindicatos surcoreanos para defender sus conquistas se una con la
de los movimientos sociales de la República Democrática del Congo por la
anulación de la deuda africana; la lucha de la población tailandesa contra la
imposición de una austeridad drástica se junta con la lucha de la población
belga que desafía a los poderes políticos y judiciales incapaces de oponerse
al comercio de niños y niñas; la lucha de las mujeres argelinas se junta con
la de los tribunales populares que denuncian la deuda ilegítima en Argentina;
la lucha de los estudiantes nicaragüenses se junta con la de los militantes del
Green Peace ...
En todas partes el mundo se estremece, desgarrado por el sentimiento de una
indignidad forzada, empujado por el deseo de vivir mejor, sublevado por la
injusticia y la violencia de un sistema que quiere presentarse como el nec plus
ultra, como el fin de la historia. En diferentes recodos del planeta, las
medidas de los "sangradores de la tierra" no caen en la apatía. Es
importante saberlo.
Puesta en perspectiva de la fase actual de las luchas (2000-2001)
La fase actual de la mundialización neoliberal comenzó grosso modo entre
los años 70 y 80 cuando las victorias electorales de Thatcher en Gran Bretaña
y de Reagan en los EE.UU. fueron la señal de una ofensiva en todos los frentes
del capital contra el trabajo y de las principales potencias capitalistas
desarrolladas contra los países capitalistas dependientes (siendo sus pueblos
los primeros en el punto de mira).
Tentativas de destrucción de las organizaciones sindicales (destrucción del
sindicato de los controladores aéreos en los EE.UU. bajo Reagan y del de los
mineros en Gran Bretaña bajo Thatcher), privatizaciones masivas, alza de las
tasas de interés, bloqueo de los salarios, aumento de los impuestos del trabajo
y disminución de los impuestos sobre el capital, crisis de la deuda del Tercer
Mundo, aplicación de las políticas de ajuste estructural en los países de la
Periferia, guerras bajo pretexto humanitario llevadas a cabo por las alianzas
militares de los países más industrializados contra países de la Periferia,
cierre de las fronteras de los países más industrializados, refuerzo del poder
de intervención de las instituciones multilaterales controladas por los países
más industrializados comenzando por los EE.UU (FMI, BM, OMC), puesta de la ONU
a las órdenes de estas mismas potencias, refuerzo del poder de las
multinacionales, flexibilización del tiempo de trabajo y de los estatutos,
feminización de la pobreza, ataques contra los sistemas de protección social
... Tales son los principales signos de una ofensiva que sigue en curso.
La dimensión mundial de esta ofensiva y la imposición del mismo tipo de
políticas neoliberales en todas las direcciones del planeta, producen un efecto
de sincronización comparable a otros momentos históricos de los dos últimos
siglos (era de las revoluciones en Europa en 1848, primera guerra mundial y sus
consecuencias, victoria del fascismo y segunda guerra mundial, las
independencias de los años 50-60, mayo 68...). Ciertamente las diferencias son
muy importantes. Se trata de una sincronización de los ataques, no (¿aún?) de
una sincronización de las resistencias o de los contraataques, salvo a escala
del movimiento por una mundialización diferente que se moviliza con ocasión de
las grandes cumbres internacionales. Los diferentes elementos de la ofensiva
enunciados anteriormente son quizá por primera vez en la historia vividos
simultáneamente por la aplastante mayoría de las poblaciones del planeta. Y
más que en otros momentos de la historia del capitalismo, ciertas instituciones
internacionales simbolizan los males vividos por una gran parte de la humanidad:
FMI, BM, OMC, las grandes multinacionales, las principales plazas financieras,
el G7....
Las resistencias a esta vasta ofensiva son innumerables y se prolongan desde
hace veinte años pero han llevado generalmente a derrotas parciales. Desde la
batalla de Seattle en noviembre de 1999, se dice que hay una
internacionalización del movimiento de resistencia a la mundialización.
Si habría que buscar un año simbólico para situar el giro que ha
desembocado en esta internacionalización, se podría elegir el año 1994,
marcado principalmente por la rebelión zapatista en Chiapas en enero de 1994
que supo hablar de los problemas de opresión hasta entonces percibidos como
específicos en un lenguaje universal que interpelaba a varias generaciones. En
segundo lugar, la conmemoración del 50 aniversario del FMI y del BM en
septiembre en Madrid que dio lugar a una importante manifestación de carácter
internacional con una presencia significativa de la juventud. En tercer lugar,
el estallido de la crisis de México en diciembre que por primera vez, hizo
saltar en pedazos el mito del modelo de desarrollo neoliberal para los países
de la Periferia.
Importantes movilizaciones habían tenido lugar anteriormente en el plano
internacional (en 1988, enorme manifestación contra el FMI en Berlín; en1989,
la movilización de París contra el G7...), pero no tenían el mismo alcance
internacional pues se situaban aún en pleno mito de la "victoria
definitiva" del capitalismo y del "fin de la historia".
A partir de 1994, asistimos a un proceso de acumulación de experiencias y de
fuerzas que buscan pasar a la contraofensiva. Se trata de un proceso desigual,
no lineal, relativamente marginal que, hasta ahora va, sin embargo, creciendo.
Algunos datos de experiencias que jalonan el período 1994-2000: el poderoso
movimiento social del otoño 95 en Francia (que no tenía relación con la lucha
contra la mundialización sino que tuvo consecuencias importantes en Francia en
el movimiento contra la mundialización neoliberal), la contracumbre "Las
otras voces del Planeta" con ocasión de la cumbre del G7 en junio de 1996
en Lyon (que dio lugar a una manifestación de 30.000 personas convocada de
forma unitaria por los sindicatos), el encuentro intercontinental convocado por
los zapatistas en Chiapas en el verano de 1996, la victoria de la huelga de los
trabajadores de la United Parcels Service (UPS) en los Estados Unidos, el
movimiento de huelga de los trabajadores coreanos en el invierno de 1996-97, los
movimientos de los campesinos de la India en 1996-97 contra la OMC, las
movilizaciones ciudadanas contra el proyecto de Acuerdo Multilateral sobre las
Inversiones (AMI) que concluyeron en una victoria en octubre de 1998, la
movilización de Jubileo 2000 en mayo 98 en Birmigham y en junio 99 en Colonia,
las marchas europeas en mayo 97 a Amsterdam y en mayo 99 en Colonia, la batalla
de Seattle en noviembre de 1999 y luego las innumerables movilizaciones con
ocasión de las reuniones de las instituciones internacionales en 2000 (febrero
en Bangkok, abril en Washington, junio en Ginebra, julio en Okinawa, septiembre
en Melbourne y Praga, octubre en Seúl, la Marcha Mundial de las mujeres en
octubre en Bruselas, Nueva York y Washington, diciembre en Niza), las
conferencias internacionales para definir alternativas "África: de las
resistencias a las alternativas" en Dakar en diciembre 2000 y el Forum
Social Mundial en Porto Alegre en enero 2001; las movilizaciones contra la
cumbre de las Américas en Buenos Aires y Quebec en abril 2001; Génova en julio
2001 (cerca de 300.000 manifestantes para protestar contra el G8),…
Cada una de estas movilizaciones ha puesto en movimiento desde a varios miles
a varios centenares de miles de manifestantes o huelguistas. La mayor parte de
estas movilizaciones tratan directamente sobre temas ligados a la
mundialización.
Del fracaso del AMI (1998) a Buenos Aires (diciembre 2001) pasando por
Seattle, Dakar Porto Alegre y Génova.
Instrumentos clave de la ofensiva del capital contra el trabajo y de los
países del centro contra la Periferia, el FMI, el BM y la OMC atraviesan desde
1998 una profunda crisis de legitimidad. El desastre económico, social y
ecológico producido por la aplicación de las políticas impuestas por el FMI y
el BM a los países de la Periferia ha desembocado en una pérdida evidente de
legitimidad de estas instituciones a una escala de masas en los países
concernidos. Las políticas de desreglamentación del comercio y los ataques a
la soberanía de los estados han producido también una desconfianza cierta de
la opinión pública tanto de los países del Centro como de los de la Periferia
hacia la OMC.
Esta crisis de legitimidad está acentuada por los debates y las batallas
internas en el seno del aparato de estado en los EE.UU. El hecho de que no haya
una posición de consenso en el interior del establishment de la potencia que
domina indudablemente el FMI y el BM, exacerba profundamente su crisis: rechazo
del congreso americano con mayoría republicana de entregar la cuota de los
EE.UU. a ciertas iniciativas del FMI, comisión bipartita Meltzer del congreso
americano proponiendo una reducción drástica del papel del FMI y del BM
(febrero 2000).
Tercer nivel de la crisis: la crisis interna del FMI y del BM (en particular
de este último) que se traduce principalmente en la salida en noviembre de 1999
de Joseph Stiglitz, economista jefe y vicepresidente del BM, la salida del
responsable de las cuestiones medioambientales y la dimisión estruendosa de
Ravi Kanbur, director del informe anual del BM sobre el desarrollo en el mundo
(junio 2000). Se podría añadir a ello la sorda lucha en 1998 y 1999 entre
Michel Camdessus y Stanley Fisher (números 1 y 2 del FMI) que llevó a la
dimisión de Camdessus antes del final de su mandato.
Otro elemento de la crisis: las contradicciones entre las grandes potencias,
la guerra comercial en el seno de la Triada (bananas, carne hormonada,
subvenciones a los productos agrícolas e industriales...), las luchas de
influencia (guerra de sucesión entre potencias para la sustitución de
Camdessus en febrero-marzo 2000) debilitando la capacidad de los países más
industrializados de imponer en cada caso su línea estratégica.
La retirada de Francia de la negociación del AMI poniendo un término
provisional a esta ofensiva es una ilustración de lo anterior. En efecto, si el
Primer ministro Jospin anunció la retirada de Francia, no es simplemente debido
a las movilizaciones ciudadanas; es también el resultado de las batallas
comerciales que se desarrollan entre Francia, los EE.UU. y otros en discordia.
Hay que añadir a ello las contradicciones entre la Triada por un lado y los
países de la Periferia por otro. La designación del director de la OMC, Mike
Moore, ha sido objeto de una disputa de larga duración entre los países que
apoyaban a este último (comenzando por los Estados Unidos) y de importantes
países de la Periferia que apoyaban al candidato tailandés. Batalla que acabó
en un compromiso: Mike Moore dirige la OMC en la primera parte del mandato y el
tailandés en el segundo.
El fracaso de la Ronda del Milenio en Seattle ha sido el resultado de la
conjunción de diferentes elementos de crisis citados anteriormente: crisis de
legitimidad que se traduce en una poderosa movilización de masas,
contradicciones en el seno de la Triada y descontento de los países de la
Periferia hacia las pretensiones de las principales potencias industriales.
Por otra parte el BM y el FMI, que disponen de un poder considerable cuando
se trata de imponer políticas de ajuste estructural y el reembolso de la deuda
a los países de la periferia, no tienen recursos cuando se trata de prevenir
crisis del tipo de las del 97 en el sureste asiático , del 98 en Rusia, del 99
en Brasil, 2000-2001-2002 en Argentina y Turquía. Qué decir de su capacidad de
prevenir un krach bursátil a nivel internacional ... o de relanzar la economía
mundial anémica en 2001-2002.
Una característica de la situación abierta por el fracaso del AMI, es la
irrupción del movimiento ciudadano en la agenda de las negociaciones de las
grandes instituciones y de las grandes potencias internacionales. En 2000-2001),
no ha habido una sola reunión de los "grandes" de este mundo que no
haya sido ocasión de manifestaciones de masas, con unas últimas reuniones
desorganizadas o incluso paralizadas por los manifestantes. Si la ofensiva
neoliberal prosigue, se hace a golpes, con retraso en la ejecución de los
nuevos planes, lo que no deja de inquietar a los defensores del sistema.
La crisis de legitimidad del G8, del FMI, del BM y la OMC es tal que
renuncian a reunirse con gran boato como antes. Han convocado reuniones mucho
más restringidas en los lugares menos accesibles a la protesta: la OMC en Doha,
en Qatar, en noviembre 2001; el G8 en 2002 en un pueblo perdido en las Montañas
Rocosas en Canadá. El BM que ha debido anular la reunión que debía tener en
junio 2001 en Barcelona, y el FMI se reúnen ya de la forma más discreta
posible.
Quienes pretenden conducir el mundo no tienen ninguna intención de hacer
concesiones a los opositores cada vez más numerosos. En estos momentos combinan
dos tácticas para intentar contener el movimiento: el recurso a una represión
cuyo vigor va creciendo y una campaña de denigración sistemática con el
objetivo de ensuciar la imagen de los que protestan (puesta en cuestión de su
representatividad y de su capacidad para proponer alternativas; amalgama entre
la gran mayoría del movimiento y pequeños grupos violentos, acusaciones de
lazos con el terrorismo... ...) de una parte, y la tentativa de recuperación de
una parte del movimiento, en particular las ONGs, de la otra.
Como decía el dictador Napoleón Bonaparte: "Se puede hacer todo con
las bayonetas, salvo sentarse encima" (Gramsci tradujo eso de forma menos
trivial hablando de hegemonía, de necesidad de consenso para asegurar la
estabilidad del sistema). La crisis de legitimidad y la ausencia de consenso
alimentan la búsqueda de soluciones alternativas y amplifican las
movilizaciones. El uso repetido de la violencia policial con su cortejo de
víctimas (incluso de bala), disminuirá aún más la legitimidad de las
instituciones que pretenden dirigir la mundialización neoliberal.
A nivel del movimiento de protesta, en este momento se dibujan varios
factores positivos. En primer lugar, convergencia entre movimientos sociales y
organizaciones de naturaleza diferente (Via Campesina, Attac, Marcha Mundial de
las Mujeres, algunos sindicatos, grupos de reflexión como el Forum Mundial de
las Alternativas, Focus on the Global South, movimientos contra la deuda como
Jubileo Sur , el CADTM...), convergencia que desemboca en un calendario y
objetivos comunes (ver a este propósito la declaración del Forum Social
Mundial en Porto Alegre en enero 2001).
Los puntos de acuerdo entre movimientos sociales en el FSM de Porto Alegre
(enero 2001)
Necesidad de una alternativa democrática e internacionalista a la
mundialización capitalista neoliberal; necesidad de realizar la igualdad entre
mujeres y hombres; necesidad de profundizar la crisis de legitimidad del BM, del
FMI, de la OMC, del Forum de Davos, del G7 y de las grandes multinacionales;
exigir la anulación de la deuda del tercer mundo y el abandono de las
políticas de ajuste estructural; exigir el alto de la desregulación del
comercio, oponerse a ciertas utilizaciones de los OGM y rechazar la definición
actual de los derechos de propiedad intelectuales en relación con el comercio
(TRIPS); obstaculizar la política militarista (ejemplo, el Plan Colombia de los
EE.UU.); afirmar el derecho de los pueblos a un desarrollo endógeno; encontrar
fuentes de financiación sobre la base de la tasación del capital comenzando
por una tasa del tipo Tobin; afirmar los derechos de los pueblos indígenas ;
necesidad de una reforma agraria y de una reducción generalizada del tiempo de
trabajo; necesidad de un combate común Norte/Sur y Este/Oeste; promoción de
las experiencias democráticas como el presupuesto participativo practicado en
Porto Alegre.
En segundo lugar, implantación de redes que tomen parte en el movimiento a
escala planetaria incluso si es de forma desigual (por ejemplo, la debilidad del
movimiento en Europa oriental, en China o África). En tercer lugar, entrada en
un ciclo de radicalización de una capa significativa de la juventud, igualmente
de forma desigual a escala del planeta (las regiones en las que este fenómeno
está más avanzado son América del Norte y el Sur de Europa así como Gran
Bretaña y Escandinavia. Manifiestamente el fenómeno se extiende: la juventud
se mueve y lucha en Argelia-Kabilia-, en Corea del Sur, Perú, México...).
Los atentados perpetrados en New York y Washington el 11 de septiembre de
2001 y la guerra lanzada a continuación por los EE.UU. y sus aliados han
modificado profundamente la situación internacional. La crisis económica que
empezó a comienzos del año 2000 va pareja con una ola de despidos masivos a
escala planetaria. Una nueva crisis de la deuda ha estallado en los países de
la Periferia. Los defensores de la mundialización neoliberal han lanzado una
ofensiva que tiene por objetivo poner a la defensiva al movimiento contra la
mundialización neoliberal combinando dos tácticas: llamamiento a la unión
sagrada, por un lado, y criminalización , por otro. A partir del 11 de
septiembre de 2001, el movimiento ha debido integrar en su plataforma la lucha
contra la guerra y la nueva carrera armamentista.
El año 2001 se ha terminado por una imponente revuelta popular en todo el
territorio argentino. El gobierno de centro izquierda que aplicaba las recetas
del FMI ha sido barrido por el descontento de la calle. El segundo Forum Social
Mundial celebrado en Porto Alegre en febrero de 2002 ha reunido a decenas de
miles de participantes venidos de los cuatro rincones del planeta para elaborar
alternativas. A pesar de formidables obstáculos, el movimiento
antiglobalización neoliberal no está dispuesto a detenerse.
Una trama de subversión tejida diariamente
Este vasto movimiento, creado con ocasión de los eventos mencionados, teje
igualmente su trama cotidianamente. Los testigos se encuentran, las experiencias
se cuentan, las direcciones se intercambian. Todo ello nutre una subversión
formidablemente humana. Subversión: trastorno o destrucción de las ideas y de
los valores recibidos, dice el diccionario francés Petit Robert. ¿Recibidos o
impuestos? Nuestra concepción de los valores es plural ya que los oprimidos(as)
no hablan felizmente con una sola voz. Por ello es fundamental valorar a
"las Otras Voces del Planeta". Pero nuestras ideas no son las de los
opresores, la pluralidad no incluye la sumisión a la palabra de los que
persiguen una lógica de lucro inmediato ¿En nombre de qué deberían continuar
haciéndolo?
Las resistencias se fortifican igualmente a través de las luchas nacionales;
se precisa devolver el golpe a la "propia" clase capitalista
"nacional" para debilitar el conjunto. Las huelgas francesas del
otoño de 1995 iniciaron un giro político cuya primera (pero no suficiente)
manifestación se concretó en las elecciones siguientes (derrota electoral de
la derecha).
El movimiento organizado lucha por la reducción generalizada del tiempo de
trabajo, por preservar las conquistas de la seguridad social en los países
industrializados y en los países de la Periferia donde fue conquistada (sea en
el Este o en el Sur).
Los sin papeles de Francia, el estado español y Bélgica, en lugar de
esconderse en la clandestinidad, interpelan abiertamente al poder para la
regularización de sus permisos de residencia.
La mundialización obliga -en un sentido positivo- a cada organización
ligada realmente a la defensa de los intereses de los oprimidos a conectarse a
la actividad de la organización vecina. ¿Cómo se puede en efecto ser eficaz
en la defensa del derecho de asilo si no se tiene un visión de conjunto de la
situación del Tercer Mundo? ¿Cómo conservar una conciencia de clase y no
aliarse a "su" patrón para salvaguardar el empleo en "su"
fábrica en perjuicio de los obreros del país vecino si no se está al tanto de
los debates mundiales? ¿Cómo una Organización No Gubernamental puede
salvaguardar su independencia si no es exigiendo con otras organizaciones, en su
propio país, las reivindicaciones de justicia social que ella propone para los
países lejanos? ¿Cómo obtener victorias contra la marginación o el desempleo
si no se dialoga con el movimiento sindical?
Muchos se quejan de que tienen interlocutores cada vez más evanescentes: no
es ya el patrón local contra el que hay que pelear, es el consejo de
administración de una multinacional, es el fondo de pensiones accionista
principal; no es ya a la autoridad pública nacional a la que hay que frustrarle
los planes, es a un consejo de ministros europeos o el G8. El período, por
supuesto, exige una adaptación. Pero la fuerza que puede ser usada para
derrotar a estos supuestos invencibles es, por sí misma, potencialmente
centuplicable. Todo está en tener conciencia y, sobre todo, tener la voluntad
política para organizar esta fuerza. Es importante subrayar que una voluntad
política no implica una dictadura interna: al contrario, la riqueza de los
movimientos sociales reside en su diversidad, su pluralidad. Esta riqueza debe
ser garantizada totalmente por el respeto de la mayor democracia entre los
componentes del movimiento.
Obstáculos y nuevas formas de organización.
Existe a nivel mundial una crisis de representación del movimiento obrero
que se manifiesta en una crisis de representatividad de los partidos de
izquierda y del movimiento sindical. Este último está en cada vez menos
condiciones de asegurar la defensa de los intereses de los trabajadores y de sus
familias. Su línea no convence a los otros movimientos sociales a juntarse en
torno suyo.
Las ONGs, algunas de las cuales habían conocido en los años 70 una
radicalización de izquierda están atravesadas también por signos manifiestos
de crisis. Un gran número de ellas entró en la órbita de su gobierno y de los
organismos internacionales (BM, ONU, PNUD).
La crisis de representación se combina con una duda profunda sobre el
proyecto emancipador. El proyecto socialista, por nombrarlo, fue desacreditado
profundamente por las experiencias burocráticas del llamado campo socialista en
el Este y por los compromisos de los socialistas occidentales con los
capitalistas de su país.
Al mismo tiempo, las movilizaciones sociales prosiguen, cuando no se
radicalizan. Nuevas formas de organización y de conciencia aparecen
temporalmente sin conseguir hasta ahora producir un nuevo programa coherente.
Pero sería un error subestimar su potencialidad de radicalidad.
Por supuesto, si fuera necesario hacer la lista de las derrotas de los
movimientos sociales en los últimos años, la suma sería pesada. Pero la
historia de las luchas emancipadoras no pasa por una simple contabilidad de
derrotas y victorias. La crisis que atraviesan los movimientos sociales bajo sus
diferentes formas ¿pueden desembocar en un nuevo ciclo de acumulación positiva
de experiencias y de conciencia? Los éxitos de los últimos años apuntan hacia
un optimismo prudente y hay que convencerse que menos que nunca hay que
colocarse en una actitud de espectador.
Una minoría de personas con poder de decisión se esfuerza por expropiar a
la persona humana de sus derechos fundamentales para reducirla a un
"recurso", a la sociedad para reemplazarla por el mercado, al trabajo
para reducir su sentido de creación de valor a una mercancía, a lo social para
reemplazarlo por el individualismo, a la política para confiar al capital y a
su carrera por la ganancia inmediata la tarea de fijar las prioridades, a la
cultura para transformarla en modo de vida "estándar", a la ciudad
para hacer de ella el lugar de la no pertenencia. Frente a esta expropiación,
es hora para los millones de personas y decenas de miles de organizaciones que
luchan, de aprender a vivir juntos reconociendo la real complementariedad e
interdependencia entre sus proyectos, de organizar y de afirmar la
mundialización de las fuerzas de (re)construcción de nuestro porvenir unidos,
de difundir la narración solidaria de este mundo.
Ya es hora.
Ejemplo de una convergencia:
el Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (el CADTM, basado en
Bélgica)
El ejemplo de la respuesta francesa de julio de 1989 había impresionado a
algunas personas que hicieron un pedido al escritor Gilles Perrault, uno de los
portavoces del movimiento, para que explicara el sentido del Llamamiento de la
Bastilla y de la movilización francesa por la anulación inmediata e
incondicional de la deuda del Tercer Mundo. En Bélgica, era una época de
reflujo: los comités de solidaridad iban tirando. El éxito de la conferencia
realizada en febrero de 1990 fue clave para descubrir una voluntad plural para
impulsar a partir de Bélgica un trabajo sobre esta cuestión, aunque podría
parecer a primera vista alejada de las preocupaciones de cada uno.
Desde su comienzo, el CADTM fue pluralista, no solamente a nivel de las
opiniones políticas (socialista, cristiana, ecológica, revolucionaria) sino a
nivel de las estructuras (individuos, secciones sindicales, ONG, partidos
políticos, asociaciones diversas). Es ciertamente un elemento clave de su
vigor.
Este carácter pluralista ha sido determinante para constituir el cuadro
unitario de todas las iniciativas (contactos y colaboraciones con las otras
asociaciones, redacción de manifiestos y de peticiones, publicaciones,
elaboración de ficheros, manifestaciones públicas ....).
La fase de análisis de la problemática del endeudamiento ha sido
acompañada también, desde el comienzo, de eventos públicos que debían abrir
la fase de "movilización". Nunca fue concebido por los miembros del
CADTM el ser solamente un grupo de estudio e investigación. Otros organismos se
especializan en este terreno y el CADTM puede actuar complementariamente con
ellos. Desde 1990, las campañas del CADTM han sido acompañadas por un público
que crece con cada iniciativa. Los nombres de las campañas hablan por sí
solos: "Deuda del Tercer Mundo: bomba de efecto retardado",
"Deuda del Tercer Mundo en los tiempos del cólera", "Cuando
40.000 niños mueren por día, no hay ni un minuto para perder",
"Deuda del Tercer Mundo: necesaria solidaridad entre los pueblos",
"Del Norte al Sur: el endeudamiento en todos sus Estados" y la
campaña en curso: "Abolir la deuda para liberar el desarrollo" .
El CADTM trabaja también como un colectivo de elaboración. Ha participado
en numerosos comités de redacción de plataformas y de declaraciones. En Madrid
en 1994, en Copenhague en 1995, en Bruselas en 1995, en Lyon en 1996, el mismo
año en Chiapas y en Manila, en 1997, en Isla Mauricio, Amsterdam y Caracas, en
1998 en Ginebra y Bombay, en 1999, en Colonia, en 2000, en Bangkok, Ginebra y
Dakar, en 2001, en Porto Alegre y Mexico por señalar algunos momentos
particulares, pudo contribuir al enriquecimiento de los análisis producidos en
diferentes lugares del planeta. Estos ejercicios de democracia y de
estructuración son elementos clave para romper el sentimiento de aislamiento y
avanzar en la puesta en común de un proyecto.
Una especificidad del CADTM es el de ser de entrada internacional e
internacionalista. Internacional, va de sí cuando se aborda tal problemática.
No obstante, en su línea de conducta, se vincula renovadamente con un
movimiento antiimperialista, un nuevo internacionalismo que, aunque esté un
poco alicaído en este período, parece más urgente que nunca el reconstruirlo.
Aunque el CADTM se construye pacientemente en Bélgica, se abre directamente
a todos los movimientos que existen en otras partes. Cada vez que la ocasión se
presenta, los "actores sociales" de otras regiones del mundo están
invitados y el CADTM ha respondido también a invitaciones del extranjero que se
derivan de los primeros contactos.
Progresivamente, el CADTM se ha convertido en una red internacional con
miembros individuales y comités locales en varios países de Europa, África y
América Latina (los contactos se desarrollan rápidamente en Asia).
Esto no ha impedido, por el contrario, proseguir un trabajo pertinaz de
hormiga a nivel local. Ya sea que un profesor lance un llamamiento, una
parroquia en tiempo de la cuaresma, un grupo de desempleados, un antiguo comité
de solidaridad ..., el CADTM responde al llamado con, siempre en la cabeza, los
objetivos de la comprensión, de la toma de conciencia y de la movilización.
A partir de 1997-98, una amplia campaña internacional se ha desarrollado con
el tema del Jubileo 2000. Enormes manifestaciones han tenido lugar: en
Birmingham en mayo de 1998 con ocasión del G8 (cadena humana de 70.000
personas), Colonia en junio de 1999 con ocasión del G8 (35.000 personas
aportando 17 millones de firmas por la anulación de la deuda de los países
pobres). Una coordinación de los movimientos que, en el Sur, luchan por la
anulación se ha puesto en pie en 1999, se trata de Jubileo Sur en la que
participa el CADTM. La campaña por la anulación de la deuda ha tomado
progresivamente un carácter de masas: en el estado español con la
"consulta" realizada en marzo 2000 por la Red Ciudadana por la
Abolición de la Deuda Externa (RCADE), con más de un millón de participantes,
en Brasil con el referéndum realizado en septiembre 2000 por los movimientos
sociales (6 millones de papeletas de voto). Iniciativas continentales y
mundiales han sido coronadas de éxito (principalmente los encuentros de Dakar
"África: de las resistencias a las alternativas" y la "Primera
consulta Sur-Norte"). El movimiento no está dispuesto a pararse.
A fuerza de analizar los mecanismos de la deuda del Tercer Mundo, en la
medida que los actores de estos mecanismos y que sus políticas lo precisen, el
CADTM ha sido conducido a ampliar el campo de su intervención. Hablar de los
ataques frontales contra el sistema educativo, el sistema de salud, de la
privatización, del desempleo, etc., en el Tercer Mundo, no tiene sentido si no
se es capaz de detectar en su propia región las mismas políticas en marcha y
de combatirlas con la misma resolución aún cuando no se apliquen (todavía)
con la ferocidad empleada en otros lados.
Para poder explicar la necesidad de un impuesto sobre las transacciones
especulativas a escala mundial, se precisa justamente profundizar en la
problemática de poner impuestos a las grandes fortunas de su propio país.
Y, last but not least, esto significa que el que puede protestar contra la
injusticia del endeudamiento del Tercer Mundo, tiene el deber moral de atacar a
las deudas públicas de los países industrializados. Estas organizan de hecho
la misma transferencia de riquezas de los asalariados y pequeños productores
hacia la clase capitalista.
El CADTM no sustituye a otras actividades. Está dispuesto a apoyar las
coordinaciones que se creen puntualmente en reacción a las demandas de la
actualidad.
La acción del CADTM es ciertamente modesta si se compara con el desafío
pero muestra que es posible avanzar hacia la construcción de un movimiento
internacional que ayude a la vez a pensar la gran transformación mundial en
curso y a responder por la acción a los problemas nuevos que se plantean.
Para cualquier información suplementaria y contacto: visitar la página del
CADTM (en cuatro lenguas: francés, inglés, español, neerlandés).