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La Fogata con las Madres

Alerta Salta
Las procesadas

Tienen 20 años, la edad de la democracia. Guadalupe Basualdo y María José Castells fueron detenidas mientras dormían en musculosa y shorts bajo una tormenta salteña, trasladadas por policías propensos a la marihuana y alojadas junto a cinco acusadas de homicidio. Ambas siguen procesadas por "entorpecimiento al transporte" contra una petrolera, como los otros nueve detenidos en el operativo.

María José y Guadalupe en Mosconi.
Sonrisas antes de la detención
Guadalupe Basualdo y María José Castells pertenecen a una generación que empezó a berrear para alejar a sus mayores del aturdimiento de la dictadura: tienen 20 años. Nacieron con el regreso a la democracia, aunque lucen mucho más jóvenes, bellas y saludables.
Para que las lectoras y lectores adultos se ubiquen, ellas no se enteraron de lo que hacía y deshacía la gestión de Raúl Alfonsín, y cuando el menemismo se instaló en el gobierno empezaban la primaria. Crecieron viendo por televisión las cabelleras mutantes de aquel mandatario y las diversas escenas de menemismo explícito. Privatizaciones, concentración de la economía, corrupción, desempleo, empobrecimiento masivo, dólar, deuda, Primer Mundo, pensamiento único, cirugía sin anestesia y el fin de la historia.
La última etapa del secundario las encontró como compañeras en el Nacional Buenos Aires, sin militancia partidaria pero escuchando cómo se avecinaban la música de las cacerolas y el derrumbe de Fernando de la Rúa, promotor de un curioso consenso: todos en contra, salvo Shakira y los senadores. Los padres de ambas son personas interesadas en los asuntos públicos. Los de María José son abogados (sin parentesco con el famoso Raúl Castells), la madre de Guadalupe es asistente social, y el padre -Eduardo Basualdo- es uno de los escasos economistas opuestos al neoliberalismo desde la primera hora, y antes (es coautor de El nuevo poder terrateniente, Concentración y centralización del capital en la Argentina de la década de los 90 y autor de Sistema político y modelo de acumulación, entre otros ensayos).
María José entró a Economía y Guadalupe a Antropología, ambas en la Universidad de Buenos Aires, pero no perdieron contacto y decidieron en febrero último hacer un viaje juntas, al norte, mezclando turismo y baño de realidad. Turismo en la Quebrada de Humahuaca y los Valles Calchaquíes. Y baño de realidad en Ledesma -Jujuy- y en Mosconi -Salta- conociendo la experiencia de la UTD. Eso tal vez las diferencia de muchos economistas y antropólogos adictos a la serenidad de los claustros.
"Cuando digo que estudio Economía, me miran con cara rara, como si lo que me gustara fueran las matemáticas o los negocios. En realidad es una carrera con fuerte contenido humanístico. Me gustaría trabajar en algo que sirva para que haya proyectos productivos, para recuperar trabajo", explica María José.
"Antropología está muy volcada a los pueblos originarios, lo cual es un tema central, pero me parece que falta dedicación a los movimientos sociales, a la organización de la sociedad y a la construcción de las distintas identidades a partir de procesos políticos y económicos" informa Guadalupe.
Cargaron mochilas, bolsas de dormir, una cámara de fotos y un grabador. "Queríamos hacer algo, no sabíamos bien qué, pero no perder la oportunidad de documentar lo que hacíamos". Viajaron primero en tren hasta Tucumán, micro a Cafayate, y luego siguieron a dedo para ir a Jujuy y Salta. Arribaron a Ledesma, donde estuvieron en contacto con integrantes de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Consiguieron un mail y un teléfono de la UTD para avisar que llegarían. No tuvieron respuesta, pero salieron a la ruta esgrimiendo el pulgar, y el domingo 8 de febrero llegaron a Tartagal.
El lunes estaban en Mosconi. "No teníamos ningún contacto pero habíamos leído cosas en Indymedia y otros lados". Guadalupe dice que querían entender cómo era ese lugar que pasó de cierto esplendor en los 80, al desempleo, la pobreza y la lucha social, gracias al proceso privatizador de los 90.
"Queríamos ver cómo se organizaba esa población. Mosconi tuvo una movilización muy fuerte del pueblo y era una historia que nos llamaba" dice Guadalupe. "A mí me parecía que hablábamos de un lugar de cambio, de crisis de guerra, y quería ver cómo era estar ahí" suma María José.
Aparecieron por la UTD al atardecer del lunes: "Muchos llegaban a dejar las herramientas, venían de hacer trabajos de desmalezamiento". Conocieron a Piquete Ruiz, a Tomás Moreno, a la señora Inés. Un rato más tarde llegó José Pepino Fernández.
"Venía de Salta a donde tiene que ir a firmar todos los meses porque está con una libertad condicional por los procesamientos federales" cuenta Guadalupe. (Entre federales y provinciales, solo Pepino suma más de 70 procesamientos que, sumados a todo el resto de la UTD son atendidos por una sola abogada, la doctora Mara Puntano). Ellas contaron los motivos del viaje, y se sumaron otros visitantes: José Galván y Jorge Luis Madani, universitarios de Jujuy, y un periodista de la agencia Anred de Buenos Aires, Hernán Izurieta. Los varones se quedaron esa noche, las chicas volvieron a Tartagal, y quedaron en encontrarse al día siguiente para recorrer Mosconi.
El martes conocieron todo con Tomás Moreno como gran cicerone a más de 40 grados de sensación térmica:
· "Conocimos los talleres que eran de YPF y ahora tienen emprendimientos. Hay una herrería con la que hicieron trabajos para cercar las casas y las plazas, y los juegos de las plazas. Conocimos el proyecto de reciclado de plástico, el de clasificación de granos, la ladrillera. Nos explicaron que los ponen en marcha para que se autonomicen de la UTD y sigan trabajando por su cuenta. En cada cuadra tense obras hechas por la UTD. Hay un emprendimiento de radicación de ranchos, donde los rehacen de material y con baños nuevos, para que haya mejores condiciones sanitarias. La UTD pone el trabajo, para que los planes jefes y jefas tengan un sentido y el trabajo se vuelque a la comunidad. También hay una parte más social. Piden materiales, pinturas, herramientas, a la municipalidad o a los privados, y así van arreglando escuelas, salas, casas, calles. Conocimos la oficina de planificación. El proyecto de convertir Vespucio, que hoy es prácticamente un pueblo abandonado, en una ciudad universitaria en la que ya funcionan dos carreras. O la idea de la cooperativa con productores de granos. Los estudios sobre los cambios ambientales provocados por el desmonte de la selva. Los proyectos para lograr el abastecimiento de agua, que además está contaminada por la actividad de las empresas. Tienen estudiadas hasta las nuevas patologías y enfermedades producidas por esa contaminación".
Todo ese meticuloso trabajo de la UTD fue apareciendo de a poco ante los visitantes. Hippy Fernández, el hermano de Pepino, fue otro de los interlocutores: "Nos tuvo como ocho horas contándonos todo, con un entusiasmo que te asombra". María José se sorprendió además por otra cosa: "La generosidad con que te cuentan todo, aunque no sepan bien quién sos. Y la humildad".
Guadalupe relata que empezó a entender que la UTD no es lo mismo que los ex ypefeanos, la coordinadora de ex trabajadores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF): "En la UTD hay ex ypefeanos, pero también hay chicos que nunca tuvieron trabajo. Pepino está en ambos movimientos". También percibió velozmente otra cosa: "Están absolutamente abandonados, no los registran. Ni Romero, ni el gobierno nacional".

El campamento estaba enfrente, desde donde se tomó la foto.

Los camioneros optaban por no entrar a la petrolera

El miércoles fueron a Campo Durán, donde cuatro personas a las que se sumó Pepino Fernández habían acampado para bloquear la entrada de camiones a la empresa Refinor. En el portón instalaron un cartel:
· "Reestatización de YPF sin pago bajo control de los obreros".
"Sin pago" significa sin indemnizar a empresas a las que se supone largamente indemnizadas con las ganancias obtenidas, que además nadie controla.
El campamento, en realidad, se hizo del otro lado de la ruta. La puerta no estaba literalmente bloqueada, pero los camioneros veían el cartel y optaban por no entrar. "Yo pensaba -recuerda Guadalupe-: ¿qué pasará si alguno intenta entrar por la fuerza? No sabía cuál sería la reacción de Pepino y los otros. Pero no pasó nada. Varios camioneros saludaban, o se quedaban a conversar y apoyaban lo que se hacía. Ninguno hizo el intento de entrar".
Las dos jóvenes se habían instalado con Pepino, el porteño Hernán y los jujeños Jorge y José, junto a Raúl Lizarraga, Diego Viltes, Eduardo Palisa, Jorge Tacataca Galean y Raúl González. El campamento consistía en un techo de tela plástica atado a unos postes para hacer sombra. Los ex ypefeanos tenían un machete para las serpientes, un cuchillo de cocina, unos platos, algunos tenedores y la decisión de quedarse allí por mucho tiempo.
La refinería seguía funcionando. Los obreros y empleados administrativos entraban por otra puerta. "A unos cien metros de distancia había ocho policías que miraban lo que hacíamos" dice María José. Habían pensado pasar sólo una noche allí, no tenían ropa para cambiarse y sólo habían llevado las bolsas de dormir. El jueves acompañaron a Pepino a Pocitos. Ellas volvieron primero al campamento. Pepino volvió más tarde tras caminar siete kilómetros bajo una lluvia amazónica.
Como la lluvia no paraba, decidieron quedarse hasta el día siguiente. "Nos metimos todos bajo el toldo pero nos mojábamos igual".
A las dos de la mañana del viernes 13 de febrero, las chicas se despertaron con el inesperado grito de alarma de Tacataca:
· "¡Pepino, la policía!".
María José estaba aturdida por el asombro: "No sé si llegaron demasiado despacio o demasiado rápido, pero ya había como 50 personas apuntándonos, y después supimos que en realidad eran 80. Nos hicieron tirar al piso mientras arrancaban el cartel del portón". Calculan que había tres camionetas pick-up Toyota, doble cabina y caja descubierta. En la caja iban metiendo a los apresados. Los policías no tocaron a las chicas pero gritaron "¡femeninas, femeninas!" consigna para que las mujeres policías se hicieran cargo de las jóvenes.
"Estábamos en musculosa y short, descalzas -relata Guadalupe-. A los hombres los encapucharon tapándolos con sus propias remeras volcadas sobre la cabeza, y los esposaron con las manos hacia atrás. Les lastimaron las muñecas. Estábamos mojadas y al rato les pedimos que nos dieran nuestros buzos y unas ojotas. No tenían ni orden de detención, no explicaron nada, ni intentaron hablar o dialogar primero. Directamente nos metieron a todos presos". No hubo resistencia, salvo la frase del jujeño José Galván, que ante los empujones de un policía profetizó:
· "A vos te va a salir un hijo piquetero".
El policía enhebró una arenga incluyendo ideas-fuerza tales como "pendejo de mierda" y "ya vas a ver quién soy yo". Más tarde Guadalupe y María José se enteraron de lo que ocurrió mientras volvían en una de las otras camionetas: "José tiene el pelo largo, y el tipo le iba arrancando mechones durante todo el viaje".
En el grupo policial había un médico que les hizo una revisación llamativa: "Nos hizo apretarle con la mano el dedo índice, y nos revisaba los ojos con linterna. No sé si sería para ver si estábamos borrachas o drogadas o qué cosa" vacila Guadalupe.
Los llevaron a Tartagal. Las chicas en una de las camionetas: "Ahí fue de locos, porque se ponen a fumar, y resulta que era marihuana" dice Guadalupe, revelando el vasto abanico de actividades del que son capaces las huestes monitoreadas por el gobernador Juan Carlos Romero. Debe decirse que el médico policial no hizo apretar su índice ni les hurgó la mirada a sus camaradas.
En Tartagal fueron a parar a un instituto de menores, el único lugar con celdas para mujeres. Les tomaron los datos, hubo una breve revisación médica y así, todavía mojadas y tiritando, las metieron en una celda con siete mujeres y un nene de diez años.
La escena:
"Una de las chicas estaba despierta. Nos preguntó qué había pasado. Le dijimos. Ella nos contó que estaba ahí por intento de homicidio. Había querido matar al marido. Otras dos -madre e hija- habían sido acusadas por un vecino de querer matarlo. Mientras nos contaba, nos dio una manta".
El nene -cuentan- estaba ahí por fuga de su hogar, esperando que lo enviaran a un instituto de menores en Salta.
Las otras cuatro mujeres se fueron despertando: "Todas estaban allí por homicidio, esperando juicio: las cuatro habían matado a sus maridos" narran Guadalupe y María José.
"Eran jóvenes, todas tenían entre 20 y 30 años. Todas súper golpeadas por los maridos, que se emborrachaban. Ellas se defendían a cuchillo. Una nos dijo que igual el marido era el hombre de su vida, que lo amaba, y que volvería con él".
A las 8.20 de la mañana les hicieron firmar el acta de detención y las mandaron al juzgado número 2 de Tartagal a cargo del juez Ricardo Martoccia.
En el viaje ocurrió algo inesperado: por la radio escucharon su propia historia, en versión supuestamente periodística. "Hablaban de la toma de la refinería y la detención de manifestantes de izquierda -reconstruye Guadalupe-. Y decían que lo llamativo era que hubiera dos mujeres oriundas de Buenos Aires que habrían llegado para activar el bloqueo a la petrolera. Esas éramos nosotras. No lo podíamos creer. Uno de los policías nos miraba mientras escuchaba".
En el juzgado las oriundas de Buenos Aires se reencontraron con los otros detenidos y declararon.
"Nos preguntaron qué hacíamos, si habíamos visto cómo detenían a camiones. Contamos todo lo que pasó y el juez decretó nuestra libertad y la de Hernán. Justo los tres de Buenos Aires".
De todos modos, volvieron a la cárcel, a esperar la orden de liberación.
"Nos metieron de nuevo en la celda. Las chicas fueron generosas y solidarias, nos convidaron con bizcochos y facturas. Después hicieron una ronda con una evangelista que les preguntaba cómo estaban, qué sentían, y leían todas juntas fragmentos de la Biblia. Nosotras mirábamos tapadas con una manta, muertas de frío".
Todo este tiempo la policía salteña mantuvo a las jóvenes incomunicadas, tal vez para ahorrarles un disgusto a sus padres.
Cerca de medianoche se concretó la libertad, pero las cosas de las chicas (ropa, dinero, etcétera) habían quedado en Aguaray, a unos 40 kilómetros, al igual que las de Hernán: "Les dijimos que nos tenían que llevar allí, porque obviamente no teníamos ni plata para viajar -relata María José-. Nos dijeron que podía ir una de nosotras para buscar las cosas de las dos, y Hernán. Fui yo. En el auto iba una mujer policía, que justificaba toda la violencia contra los piqueteros: esos destruyen todo, decía. El policía hombre, en cambio, se hacía el amable, pero decía que todo lo de la UTD no le interesaba. Que el que hacía un buen trabajo era José Barraza, del Partido Obrero. Después nos enteramos que a Barraza lo agarraron y lo molieron a palos, en la misma comisaría".
El supuesto simpatizante del PO llevó de vuelta a los oriundos de Buenos Aires a Tartagal, y allí los esperaba Mario Rearte, uno de los dirigentes de los ex ypefeanos para regresarlos a Mosconi.
"Estábamos sucias, sin ropa, por suerte Mario nos había alcanzado un sándwich de milanesa y una gaseosa durante la tarde". A la mañana siguiente, ya era sábado 14, todos volvieron a la comisaría a exigir la liberación del resto, que no empezó a concretarse hasta el martes. Pepino salió enfermo, afiebrado y con un ataque de asma. José, el jujeño al que le iban arrancando el pelo de ida a la cárcel, en lugar de ir a la comisaría había sido depositado en una celda de castigo en un destacamento, junto a dos ladrones. Sin luz, colchón, agua ni baño. Ahí había estado también el día anterior Hernán Izurieta. Cuatro personas en un cubículo de metro ochenta por metro y medio, junto a los baldes con sus propios excrementos en lo que educadamente suele llamarse "hacinamiento".
El lunes, mientras la solitaria Mara Puntano presentaba los correspondientes pedidos de excarcelación, Guadalupe y María José sufrieron dos momentos de persecución policial: una camioneta Toyota idéntica a las que se usaron la noche de la detención, y un auto blanco manejado por el supuesto simpatizante del PO.
Dice María José tomándose la garganta:
· "Yo no me atrevo a decir que fue una situación como la de la dictadura, que fue diez mil veces peor, pero sí fue una sensación de violación a los derechos humanos. Sentís la asfixia, la angustia".
Es todo un asunto pensar que ningún organismo de derechos humanos reaccionó espontáneamente frente a estas detenciones, que se sumaron a las que en diciembre condenaron a diez integrantes de la UTD a vivir entre rejas durante 52 días también desamparados. Tal vez algunos organismos, demasiado atados a los temas de la memoria, padecen una especie de amnesia al revés: un olvido del presente.
"No sé si esto me cambió, y en qué -reflexiona Guadalupe- capaz que dentro de un tiempo voy a poder sintetizarlo". María José: "Lo que queremos ahora es contar y difundir lo que hacen esas personas que están intentando recomponer una sociedad".
Ambas siguen procesadas. Nadie sabe qué puede llegar a significar eso. Pero su interés actual por este asunto tiene un sentido más sutil: el de dos chicas de 20 años empecinadas en no dejarse entorpecer por la amnesia.
* nota de www.lavaca.org