10 de marzo del 2003
"El mundo se ha convertido en un espectáculo bochornoso"
«El mundo se ha convertido en un espectáculo bochornoso», dice el Nobel portugués, en una conferencia en Bilbao «Vivimos una banalización cultivada de forma sistemática»
Saramago: «La manipulación de las conciencias ha llegado a un punto intolerable»
elcorreodigital
José Saramago (Azinhaga, 1922) desgrana con lucidez y pesimismo sus opiniones sobre un mundo abocado a la guerra. Un mundo en el que se manipulan las conciencias y en el que todo se ha convertido en un escenario donde se representa un bochornoso espectáculo al que nadie es ajeno; un mundo, en fin, que sería preciso transformar para convertir de nuevo en humano. El Nobel de Literatura portugués, de quien hace apenas dos meses apareció su última obra ('El hombre duplicado'), concedió ayer una entrevista a este diario horas antes de clausurar en Bilbao el congreso 'Humanismo para el siglo XXI', organizado por la Universidad de Deusto.
-¿Han hecho los escritores, los intelectuales en general, todo lo posible contra la guerra?
-En primer lugar, habría que ver qué es hacer todo lo posible. Y el término intelectual también es complicado. En España, los actores se han manifestado con fuerza, con ímpetu, con una convicción realmente encomiable. Los escritores han expresado sus opiniones, pero no con esa fuerza. Y en Portugal ha pasado lo mismo. Hemos perdido bastante esa idea muy vigente en los años sesenta y setenta de que la participación de los intelectuales en estos debates debía ser algo cotidiano. Pero por otra parte hemos empezado a recuperar algo de todo eso y ahí están en los periódicos algunos artículos de escritores o de periodistas.
-¿Esperaba más, una presencia pública más relevante?
-Yo esperaba más, y sobre todo de una manera más organizada. Esperaba que esas voces hubiesen tomado la forma de un manifiesto colectivo, con independencia de las opciones estéticas e ideológicas de cada uno. Otra cosa también es que los medios no nos dan mucha importancia. A veces se habla de un manifiesto, se citan los nombres más importantes, pero no se habla de su contenido. Y no se trata de dar un relieve personal, sino lo contrario. Se trata de que se hable de lo que decimos. En el fondo, quizá sucede que no nos reconocen.
El grito
-En el caso concreto de la literatura de ficción, ¿qué pueden hacer los escritores, qué grito pueden dar en su obra?
-Kafka lo dijo de una forma gráfica. El libro tiene que ser un hacha que rompa el mar al lado de nuestra conciencia. Ahora bien, eso plantea algunas dudas. ¿Todos los libros tienen que ser así? ¿Hay espacio para el libro de entretenimiento? Por supuesto, que sí. No podemos convertir a los escritores en sacerdotes obstinados en describir los horrores del mundo. La literatura no tiene función concreta, no nace para nada más que para el hecho sencillo de ser. Pero la verdad es que quienes escribimos tenemos una responsabilidad. Los escritores viven en un mundo concreto y por tanto lo que pasa en el mundo debería aparecer en su obra, de forma directa o indirecta.
-En un mundo con más lectores de libros, ¿habría menos guerras?
-No, no lo creo. No hay que olvidar que algunas lecturas incitan a la guerra. Las intenciones de la literatura no siempre son puras. Y esto es algo que pasa con todas las artes. El comandante de un campo de concentración nazi era un gran amante de la música. Una parte de su ser lo era, la otra torturaba en el campo. Yo creo, más bien, en la posibilidad de la transformación ética del ser humano en la práctica cotidiana de la convivencia. ¿Que el arte y la literatura pueden ayudar? Sí, pero sólo ayudar.
Democracia sólo formal
-¿Y cómo se explica que en momentos como los actuales haya sociedades que entregan mayoritariamente su voto a partidos belicistas?
-Por eso, porque ha sucedido eso en unos cuantos países, yo defiendo la necesidad de reinventar la democracia. Lo que pienso es que en las sociedades modernas, que a sí mismas se llaman democráticas, el grado de manipulación de las conciencias ha llegado a un punto intolerable. Eso genera un sistema que es democrático sólo en las formas.
-¿Tiene alguna lectura el hecho de que, tras el 11-S, en el ámbito del arte y la cultura triunfe lo más banal frente a lo más profundo? ¿Es sólo el deseo de aislarse ante lo que nos rodea?
-Es una manera de sobrevivir, claro. Pero también forma parte de una operación de banalización que es cultivada sistemáticamente. Revistas antes de reflexión y pensamiento son ahora frívolas; la televisión, que puede ser un instrumento de educación extraordinario, se ha convertido en eso que algunos llaman muy bien 'telebasura'. Y hay gente muy interesada en ello, en que sea así. En el fondo esto no es nuevo. Ya en la época de los romanos se daba la política de 'pan y circo'. Un golpe de efecto genial de las sociedades modernas ha sido convertirnos a todos en actores. Todo hoy es un gran escenario: es la panacea universal, porque ha hecho que todos estemos interesados en aparecer como actores. Y desvelamos nuestra intimidad sin pudor: se relatan miserias morales y físicas, porque pagan. Vivimos en un mundo que se ha convertido en un espectáculo bochornoso, en el que se muestra en directo la muerte, la humillación...
-¿Y quién es el guionista en ese enorme escenario en que se ha convertido el mundo?
-El guionista se sienta en los consejos de administración de las grandes multinacionales. Todo se ha transformado en un negocio en el que se busca el lucro rápido, instantáneo.
-¿Hablará de todo esto, de ese bochornoso espectáculo, en su próxima novela?
-En mis últimas novelas he estado más preocupado por el individuo. Ahora hablaré más del mundo. Ya tengo la idea y comenzaré a escribir en dos o tres meses. No haré una obra que intente abarcarlo todo; será algo muy concreto, pero aparecerán esos problemas que ahora debatimos. Pero no le diré más porque si hablara ahora de mi novela y desarrollara la idea quizá no merecería ya la pena escribirla.
-Usted ha dicho que sin esperanza la humanidad habría desaparecido. ¿Dónde ve hoy la esperanza?
-Es cierto. Sin ella no habríamos sobrevivido. Pero hoy la veo como si fuera una pequeña vela sobre un aparador, que ilumina muy poco y no da luz suficiente para ver la habitación. A lo mejor es que nos falta luz, una cierta clase de luz: la conciencia de que habría que transformar el mundo, porque no se puede permitir que constantemente muera gente de hambre, por ejemplo.
-Parece más pesimista que nunca...
-Sí, por razones evidentes. Pero esa vela, aunque no ilumine casi, quizá nos indica la buena dirección y nos dice 'aguanta', 'sobrevive', porque un día se puede convertir en algo que dé más luz para ver todo el camino.