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28 de marzo de 2002
Antiglobalización, militarismo y lamebotismo
James Petras
La Jornada
Tres fuerzas principales actúan sobre el mundo contemporáneo:
el movimiento antiglobalizador, cada vez más opuesto al dominio del capital
euroestadunidense y a las guerras imperiales; la militarización que realiza
Washington de la política y la economía de su país y del
mundo, y el incremento del lamebotismo entre líderes tercermundistas
ansiosos de ofrecer favores a Washington a cambio de préstamos, de acceso
a los mercados, o por simple servilismo ideológico.
Cada una de estas tendencias es evidente en los sucesos recientes, en forma
que sugiere que están interrelacionadas.
El resurgimiento de la oposición global a la dominación imperial
estadunidense y europea es evidente en todo el mundo desde diciembre de 2001.
En Porto Alegre 70 mil participantes de todo el mundo repudiaron el dominio
del capital y promovieron una variedad de propuestas progresistas alternativas
para lograr la paz y la justicia social. En Argentina cerca de tres millones
de personas han mostrado activamente su repudio a la clase gobernante local
y a sus patronos europeos y estadunidenses, y lograron ya deponer al primer
presidente lamebotas, aunque no a todos.
En Barcelona, España, el 16 de marzo pasado, cerca de 400 mil personas
denunciaron el neoliberalismo, el capitalismo y los preparativos de guerra de
Washington, desafiando a 20 mil soldados y policías de Aznar, así
como a helicópteros armados, fragatas de guerra y aviones AWAC. En Italia,
el 23 de marzo, dos millones de trabajadores y empleados marcharon en contra
de las políticas neoliberales de Berlusconi, la guerra estadunidense
y la globalización. Los movimientos sociales convergen, hermanándose
a través de las fronteras y creciendo en tamaño y perspectiva,
uniendo temas nacionales con la oposición a las trasnacionales y a los
planes bélicos de Washington.
En respuesta al desafío democrático popular, Washington ha adoptado
una estrategia dual consistente en aumentar su gasto militar y lanzar una ofensiva
diplomática para estimular el lamebotismo entre políticos clientes,
en particular, aunque no exclusivamente, en América Latina.
El gobierno de George W. Bush ha incrementado oficialmente su presupuesto militar
en cerca de 20 por ciento, casi 300 mil millones de dólares. En el mismo
periodo ha extendido sus bases militares nuevas en las antiguas repúblicas
soviéticas de Asia central y Georgia, así como en Yemen, Macedonia,
Kosovo, Montenegro, El Salvador, Filipinas, Ecuador, Brasil, Aruba y Perú.
Además, Washington recluta y financia mercenarios para patrullar regiones
de conquista, como las fuerzas turcas en Afganistán, los militares paquistaníes
en las fronteras afganas, los kurdos en el norte de Irak, etcétera. La
confrontación mundial entre los movimientos antiglobalizadores y populares
y el militarismo estadunidense se relaciona íntimamente con el creciente
rechazo a las políticas neoliberales y a la explotación que realizan
las bancas estadunidense y europea y las corporaciones trasnacionales.
En esta confrontación Washington ha demandado cada vez más a sus
gobiernos clientes del Tercer Mundo que intervengan en favor de su imperio.
El lamebotismo no es un fenómeno nuevo: en los periodos coloniales y
neocoloniales hubo líderes de tribus, terratenientes, señores
de la guerra y mercaderes dispuestos a colaborar en el saqueo de sus países
a cambio de dividendos materiales y estatus privilegiado entre los súbditos
coloniales. La típica sicología del colaborador lamebotas es autoritaria
(en el sentido que Theodor Adorno da al término): a los pies de los poderosos,
a la garganta de los indefensos.
En meses recientes Washington ha dado luz verde a sus clientes lamebotas en
América Latina. El presidente designado de Argentina, Eduardo Duhalde,
se ha comprometido a votar junto con Estados Unidos en contra de Cuba y se manifestó
dispuesto a enviar tropas mercenarias a cualquier guerra que Washington declare.
El mandatario Andrés Pastrana pone fin a las negociaciones de paz, apoya
el control creciente de Washington de las operaciones militares en Colombia
y sigue perdiendo tanto el apoyo popular como la guerra con la guerrilla. El
presidente Alejandro Toledo ofrece a Washington nuevas bases militares, mayor
control sobre los ríos y fronteras de Perú a cambio de puras promesas
de mayores préstamos militares. El gobernante de Chile, Ricardo Lagos,
ofrece votar contra Cuba en Naciones Unidas (Ginebra) y apoyo al ALCA a cambio
de ser incluido en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
Mientras estos presidentes siguen la línea ortodoxa de servilismo lamebotas
a cambio de algún favor económico, Jorge G. Castañeda,
secretario de Relaciones Exteriores de México, aplica una política
lamebotas heterodoxa: actúa en favor de la política estadunidense
mientras incrementa los privilegios económicos de sus patrones estadunidenses.
George Castañeda, como se le conoce entre sus mentores de Washington,
demuestra que el lamebotismo puede alcanzar alturas nuevas e insospechadas...
de servilismo. George fue el primer canciller latinoamericano en declarar apoyo
incondicional a la intervención militar estadunidense en Afganistán.
De hecho, ¡les ganó por varios días a sus competidores lamebotas
latinoamericanos! Luego, durante una reunión con exiliados cubanos en
Miami, procedió a provocar una ruptura de los lazos históricos
entre México y Cuba, incitando al lumpen isleño a irrumpir violentamente
en la embajada mexicana en La Habana. Posteriormente desinvitó a Fidel
Castro a la conferencia de la ONU en Monterrey, cumpliendo en la forma más
servil con los "protocolos" de Bush. Castañeda no pidió nada a
cambio de estas violaciones de la tradicional política exterior independiente
de México: no hubo intercambio alguno. Más aún, Castañeda
apoyó la propuesta de Bush de que la ayuda al exterior debe ir acompañada
de mayor control e intervención imperial para asegurar que los fondos
no sirvan a propósitos nacionales o populares. Castañeda, con
aprobación del presidente Vicente Fox, accedió a permitir mayor
control aduanero y migratorio estadunidense en el lado mexicano de la frontera.
Estados Unidos ha respondido al servilismo de Castañeda cerrando miles
de maquiladoras (se han trasladado a China) y despidiendo a decenas de miles
de trabajadores.
No creo que Washington haya "presionado" a George, como afirman algunos críticos.
Tiene un largo y nada distinguido historial de servir a sus patrones estadunidenses.
Su variedad de lamebotismo heterodoxo es ideológica y personal: ideológica
porque cree que los líderes del Tercer Mundo deben subordinarse a Washington
ya que ése es el orden natural del mundo. Como un campesino servil me
dijo alguna vez: "Hay una jerarquía en el mundo en la cual uno sirve
al patrón y ordena a los peones". Personal, porque el grupo de referencia
de George, en cuanto a éxito y estatus, son los personajes e instituciones
de prestigio en Estados Unidos y de ellos le interesa recibir los espaldarazos.
La gran confrontación entre el imperio militar estadunidense y el movimiento
antiglobalizador se hizo presente en Monterrey, con Fidel Castro hablando por
los oprimidos y contra la globalización, y Bush defendiendo el militarismo
y ofreciendo al Tercer Mundo menos ayuda anual de la que destina al régimen
invasor israelí.
El intento de Castañeda por limitar el atractivo que el mensaje de Castro
tendría para el pueblo de México y para el mundo, mediante maquinaciones
groseras y despreciables, fue sin duda del agrado de su patrón texano.
Sin embargo, a final de cuentas, la historia recordará el discurso de
Castro en la conferencia de Monterrey como una contribución al creciente
movimiento mundial contra la globalización.
Los futuros científicos sociales, al estudiar las patologías políticas,
harán notar los extremos a los que el lamebotismo fue llevado por el
ex canciller George Castañeda, todo para obtener una plaza de profesor
visitante en la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard.
Traducción: Jorge Anaya