Abril 5, 2025
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James Petras
Traducido para Rebeli�n por Germ�n Leyens
La aldea estaba ocupada, las tiendas cerradas, las oficinas de asistencia
social bombardeadas, su propio hogar en ruinas y Jos� sin trabajo.
Nadie ten�a suficiente dinero para contratar a un carpintero. Y
aunque lo hubieran tenido, los ocupantes no permit�an ni nuevas
construcciones ni reparaciones, ni siquiera poseer materiales de
construcci�n.
Cuando Mar�a sali� al alba, el aire g�lido le mordi� la piel y se
envolvi� estrechamente el cuello y las mejillas con su chal. Fue
al pozo y llen� su cubo con agua. Le cost� agacharse, su voluminoso
abdomen era un obst�culo. Toda la noche hab�a tenido espasmos y
sab�a que el momento decisivo se acercaba. Hab�an tratado de encontrar
un sitio donde estar, pero sus parientes viv�an en la aldea vecina,
en un sitio llamado Bel�n. Los caminos principales estaban bloqueados
por tanques y veh�culos blindados, con soldados armados de fusiles
autom�ticos.
Jos� se lav� la cara y le ayud� a acostarse sobre la frazada que
cubr�a el piso de tierra de su tienda de campa�a improvisada. Le
pas� su mano callosa por los cabellos y le dio unas cari�osas palmaditas
en el est�mago. Mar�a sonri�, a pesar de su malestar. Era s�lo una
muchacha, de unos dieciocho o diecinueve a�os, m�s joven que el
barbudo Jos�.
-Habl� con Sami, el pastor. Acepta llevarnos por los senderos a
Bel�n esta noche. Jos� empaquet� sus pocas pertenencias. A medianoche,
Mar�a mont� el burro, Jos� carg� sus cosas y Sami los gui� por los
campos. Cada paso por el rocoso sendero por el que ascend�an, era
una cuchillada en las entra�as y piernas de Mar�a.
Al aproximarse a Bel�n vieron una potente luz que escudri�aba las
afueras de la ciudad. Sami les se�al� una reja en el per�metro:
-Hay un espacio entre la reja y las rocas y pueden irse por ah�,
pero tienen que abandonar el burro.
-�Abandonar el burro...? �Jam�s! -Jos� lo mir� con desconfianza.
Sami se sinti� ofendido por las sospechas de Jos�:
-�Entonces van a tener que pasar por el puesto de control israel�!
Yo los dejo aqu�. Que Dios los acompa�e.
Jos� mir� a su alrededor. Mar�a dormitaba. Condujo el burro por
la ladera del cerro hasta la ruta principal. La luz los encandil�.
Una voz fuerte, �spera reson� por un altavoz:
-�Det�nganse o disparamos! �Ahora mismo!
-�Desmonten, tiren su bolsa y levanten las manos! �R�pido, o disparamos!
-ladr� la voz invisible.
Jos� coloc� su bolsa en el suelo y ayud� a desmontar a Mar�a. Sus
movimientos eran torpes. Estaba semidormida y muy asustada.
-�Avancen con las manos en alto, especialmente t�, el �rabe gordo!
Mar�a, con sus brazos bien arriba, sinti� de repente que ten�a que
orinar, mitigar la presi�n en su pesada barriga.
Cuando un soldado le orden� a Jos� que avanzara, gritando, "Ponte
las manos arriba de la cabeza!," Mar�a se sinti� abandonada.
Le ordenaron que avanzara, lentamente. Los soldados acariciaban
los gatillos de sus Uzis, apuntando a su cabeza y su abdomen.
-�Abre tu abrigo y lev�ntate el vestido! -grit� una voz oculta por
la oscuridad. Hubo una pausa. S�lo Jos� la hab�a visto desnuda.
Alz� su vestido.
Un soldado apunt� sus binoculares hacia su abdomen.
-No hay bombas... s�lo grasa o una barriga cargada de beb�.
Pas� los binoculares a su jefe. �ste mir� y grit� furioso:
-�Lev�ntate esa enagua, no te vengas a hacer la virgen con nosotros!
Mar�a estaba confundida, su cara enrojecida. Levant� su enagua y
una linterna alumbr� su inmenso abdomen que colgaba por sobre sus
bragas.
-�Quiero verlo todo, puta �rabe de mierda, podr�as esconder algo
entre tus piernas fuera del pijo de tu marido!
Mar�a hubiera preferido morir al bajarse los calzones. La luz alumbr�
su oscuro p�bico.
-�Date vuelta!
Se dio vuelta,
-�Ahora v�stete! �Y t�, el de la barba, lev�ntate!
Dos soldados se le acercaron e hicieron se�as a Mar�a para que avanzara.
Mar�a y Jos� fueron interrogados durante varias horas. Que de d�nde
ven�an, que por qu� se hab�an ido, que por qu� su casa hab�a sido
destruida.
-�Tienen que haber hecho algo! -lanz� el oficial israel� -d�nde
iban, por qu� viajaban de noche y por senderos perdidos, con qui�n
se iban a quedar, por cu�nto tiempo, y sobre todo su relaci�n con
la Autoridad Palestina, Ham�s, Yih�d, el FPLP. Cada respuesta directa
y simple provocaba muecas sospechosas.
Mar�a sent�a que las contracciones se hac�an m�s y m�s frecuentes.
Sus pies estaban entumecidos de fr�o. Jos�, un carpintero con poca
educaci�n que jam�s hab�a pertenecido a alguna organizaci�n, y Mar�a,
que nunca hab�a expresado una opini�n pol�tica, estaban totalmente
confundidos.
El oficial apunt� con su pulgar al abdomen de Mar�a:
-Otro subversivo. Ustedes los terroristas se reproducen como conejos.
Mar�a apret� los dientes. Una contracci�n violenta y prolongada
atraves� su cuerpo. Los oficiales israel�es se consultaron.
-Est� claro que son agentes. Solt�moslos y los seguimos hasta llegar
a sus jefes.
El oficial superior les dijo que pasaran.
A�n era oscuro cuando entraron a Bel�n y Mar�a apenas pod�a continuar
por las contracciones. Jos� estaba desorientado. No pod�a encontrar
ni la calle ni la casa. No hab�a nadie en la calle, por el toque
de queda. El burro sacudi� su hocico y los llev� a un establo en
el que algunas cabras y ovejas yac�an en el heno. Jos� ayud� a acostarse
a Mar�a y ella se recost� con la cabeza apoyada en un fardo de heno.
El burro comenz� a mordisquear la paja.
Mar�a estaba en pleno trabajo de parto y se le escap� un grito por
entre sus dientes apretados. Jos� le ayud� lo mejor que pod�a. Milagrosamente,
un beb� naci� y comenz� a gritar de inmediato. Se encendi� una luz,
los due�os salieron. Una pareja palestina. La mujer limpi� el beb�
y cubri� a Mar�a con unas mantas.
La casa estaba repleta de parientes que hab�an huido de Nablus y
Ramala para evitar los misiles israel�es. Se encontraban entre palestinos
cristianos de Bel�n, seguramente ser�a m�s seguro.
A la noche siguiente, una resplandeciente estrella brill� en el
firmamento y los Tres Reyes, que ven�an de ultramar, pasaron los
puestos de control israel�es sin que los vieran, protegidos por
el Se�or -pensaban. Y llegaron al establo que albergaba al reci�n
nacido, llamado Jes�s, y le llevaron regalos y se arrodillaron ante
su Salvador que dorm�a en un pesebre improvisado hecho por Jos�.
De repente hubo gritos y culatas de fusiles que destrozaban las
puertas y romp�an los cristales. Un helic�ptero pas� rugiente y
de pronto hubo una explosi�n, y el establo estall�. Brazos, piernas,
cabezas de ovejas, piernas de cabras, torsos humanos y la cabeza
de un beb�, volaron hacia el oscuro cielo aterciopelado.
La radio israel� anunci� que tres terroristas �rabes sospechosos,
huyendo de Afganist�n, hab�an sido muertos en un escondite en Bel�n,
despu�s de cruzar la frontera. El gobierno israel� se disculp� por
toda muerte de civiles. Los medios estadounidenses repitieron la
historia, mientras Washington felicitaba al gobierno israel� por
su papel en la lucha contra el terrorismo internacional. Jes�s vivi�
un solo d�a.