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El postmarxismo rampante:
Una crítica a los intelectuales y a las ONG

Por James Petras

El postmarxismo se convirtió en una posición intelectual de moda con el triunfo del neoliberalismo y el retroceso de la clase trabajadora. El espacio que dejó vacante la izquierda reformista ha sido ocupado en parte por políticos e ideológos capitalistas, tecnócratas e iglesias tradicionales y fundamentalistas.
En el pasado, este espacio lo ocupaban políticos socialistas, nacionalistas, populistas y activistas religiosos asociados con la teología de la liberación. El centroizquierda era muy influyente con los regímenes políticos ( en su cúpula) o con las clases populares menos politizadas ( en sus regímenes inferiores).
Alentadas y, en muchos casos, subsidiadas por las principales instituciones financieras y agencias gubernamentales promotoras del neoliberalismo, ha surgido un número masivo de organizaciones sociales cuya ideología, vínculos y prácticas están compitiendo directamente y en conflicto con la teoría y práctica marxista. Estas organizaciones, que en su mayoría se autodescriben como no gubernamentales o centros independientes de investigación, se muestran activas en proponer ideologías y prácticas políticas compatibles y complementarias con la agenda neoliberal de sus patrocinadores financieros.

Componentes


Los proponentes intelectuales del marxismo son, en la mayoría de los casos, exmarxistas cuyo punto de partida es una crítica al marxismo e intenta proveer una teoría alternativa o al menos una línea aceptable de análisis. Es posible, más o menos, sintetizar los diez argumentos básicos del discurso postmarxista:
1.El socialismo fue un fracaso y todas las teorías generales de sociedades están condenadas a repetir ese proceso. Las ideologías son falsas (salvo el postmarxismo), porque reflejan un pensamiento dominado por un solo sistema cultural de raza/género.
2. El énfasis marxista sobre las clases sociales es reduccionista, porque las clases se están disolviendo. Los principales puntos políticos de partida son culturales y están arraigados en diversas identidades (raza, género, etnicidad, preferencia sexual).
3. El Estado es el enemigo de la democracia y la libertad, y un proveedor ineficaz de bienestar social. En su lugar, la sociedad civil es el protagonista de la democracia y la mejoría social.
4. La planificación central crea la burocracia, un producto que también entorpece el intercambio de bienes entre productores. Los mercados, quizá con regulaciones limitadas, permiten un mayor consumo y una distribución más eficaz.
5. La lucha tradicional de la izquierda por el poder del Estado es corruptora y conduce a regímenes autoritarios, los cuales proceden a subordinar a su control a la sociedad civil. Las luchas de asuntos sociales por parte de las organizaciones también locales son la única forma democrática de cambio, junto con la petición/presión sobre autoridades nacionales e internacionales.
6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles : las transformaciones sociales amenazan provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar por transiciones democráticas y consolidarlas para salvaguardar el proceso electoral.
7. La solidaridad de clases es parte de ideologías pasadas y refleja políticas y realidades anteriores. Las clases ya no existen. Hay comunidades fragmentadas en las que grupos específicos ( identidades) participan de labores y relaciones recíprocas para la supervivencia basadas en cooperación con partidarios externos. La solidaridad es un fenómeno que trasciende las clases, un gesto humanitario.
8. La lucha de clases y el enfrentamiento no producen resultados tangibles; provocan derrotas y no resuelven problemas inmediatos. La cooperación gubernamental e internacional respecto de proyectos específicos si genera incrementos en la producción y el desarrollo.
9. El antiimperialismo es otra expresión del pasado. En la economía globalizada no hay posibilidades de enfrentar los centros económicos. El mundo es cada día más interdependiente y hay una necesidad de mayor cooperación internacional en la transferencia de capital, tecnología y conocimientos de los países ricos hacia los países pobres.
10. Los líderes de las organizaciones populares no deben estar orientados exclusivamente para organizar a los pobres y compartir sus condiciones. La movilización interna debe basarse en fondos externos. Los profesionales deben diseñar programas y asegurar el financiamiento externo para organizar a grupos locales. Sin ayuda externa, los grupos locales y las carreras profesionales se desplomarían.

Crítica a la ideología


Los postmarxistas tienen un análisis crítico de la estrategia de desarrollo del mundo: en una palabra, es la misma ideología general que ellos condenan al discutir acerca del marxismo. Además, se trata de una ideología que no identifica la crisis del capitalismo ( estancamiento prolongado, pánicos financieros periódicos, etc) y las contradicciones ( desigualdad y polarización social) en escala nacional e internacional que inciden en los problemas sociales.
Los orígenes del neoliberalismo son producto del conflicto de clases. Sectores específicos del capital aliados con el Estado y el imperio derrotaron a las clases populares e impusieron el modelo. Los orígenes sociológicos del postmarxismo están incrustados en el cambio de poder político que escapó de la clase trabajadora para desplazarse hacia el capital exportador.
¿Qué quiere decirse con "el fracaso del socialismo"? ¿El fracaso de la URSS, de los regímenes de Europa Oriental? Qué es lo que ha fracasado: ¿el sistema político, el sistema socioeconómico?. Los resultados recientes de elecciones en Rusia, Polonia, Hungría y muchas de las ex repúblicas soviéticas sugieren que una mayoría de votantes prefieren un retorno a aspectos de política económica de bienestar social y prácticas económicas del pasado. Si la opinión popular en las naciones excomunistas es un indicador de "fracaso", los resultados no son definitivos.
Si por "fracaso del socialismo" los postmarxistas entienden la declinación en el poder de la izquierda, debemos insistir en una distinción entre "fracaso" pro ineficacia interna de las prácticas socialistas, y derrotas político-militares por parte de agresores externos. Nadie diría que la destrucción de Hitler por las democracias europeas fue un "fracaso de la democracia". Regímenes capitalistas-terroristas-intervenciones de Estados Unidos en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Angola, Mozambique y Afganistán desempeñaron un papel importante en la declinación de la izquierda revolucionaria. Las derrotas militares no son fracasos del sistema económico, y no reflejan la eficacia de las experiencias socialistas.
Cuando analizamos los desempeños internos durante el periodo socialista relativamente estable o de gobierno popular, los resultados son, según múltiples indicadores, mucho más favorable que lo que llegó después: participación popular, salud, educación y crecimiento igualitario bajo Allende se comparan muy favorablemente con lo que ocurrió posteriormente bajo Pinochet. Los mismos indicadores bajo los sandinistas se comparan favorablemente con el régimen de Chamorro en Nicaragua. El gobierno de reformas agrarias y políticas de derechos humanos de Arbenz se compara favorablemente con la política del gobierno instalado por la CIA, que se caracterizó por la concentración de tierras y ciento cincuenta mil asesinatos.
Si bien es cierto que los neoliberales hoy gobiernan y los exmarxistas están alejados del poder, difícilmente puede encontrarse un país en el Hemisferio Occidental donde los movimientos de masas influídos por socialistas o marxistas no estén encabezando manifestaciones importantes y desafiando a los políticos y regímenes noeliberales. En Paraguay, Uruguay y Bolivia, huelgas generales exitosas; en México, movimientos importantes de campesinos y guerrilleros indígenas; en Brasil, el movimiento de trabajadores carentes de tierra reflejan, en todo caso, influencia marxista.
El socialismo fuera del bloque comunista fue esencialmente una fuerza democrática popular, que obtuvo un gran apoyo porque representaba a los intereses populares libremente decididos. Los postmarxistas confunden el comunismo soviético con los movimientos socialistas democráticos populares en América Latina. En este sentido, la perspectiva postmarxista de "el fin de las ideologías" no sólo es insconsciente con sus propios pronunciamientos ideológicos, sino también con la continuación del debate ideológico entre marxistas pasados y presentes, y los debates y enfrentamientos con el neoliberalismo y su hijo postmarxista.

La disolución de clases y el surgimiento de identidades


Los postmarxistas atacan desde diversas perspectivas la idea marxista del análisis de clases. Argumentan que oscurece la igualmente o más significativa importancia de las identidades culturales (género, etnicidad):
1. Acusan a los analistas de clase de ser reduccionistas económicos y de no poder explicar las diferencias étnicas y de género dentro de las clases Luego proceden a argumentar que estas diferencias definen la naturaleza política.
2. La segunda línea contra el análisis de clase se genera de la perspectiva que la clase es sólo una construcción intelectual, esencialmente un fenómeno subjetivo determinado por la cultura. En consecuencia, no hay intereses objetivos de clase que dividan la sociedad, dado que los "intereses" son meramente subjetivos y cada cultura define sus preferencias.
3. La tercera línea de ataque arguementa que ha habido bastas transformaciones en la economía y en la sociedad que han borrado las viejas distinciones de clase. En la sociedad postindustrial, argumentan los postmarxistas, la fuente de poder está en los nuevos sistemas de información, en las nuevas tecnologías y en quienes las manejan y las controlan. La sociedad, según este punto de vista, está evolucionando hacia una nueva sociedad donde los trabajadores industriales están desapareciendo en dos direcciones: hacia arriba, a la nueva clase media de alta tecnología, y hacia abajo, hacia la subclase marginal.
Los marxistas nunca han negado la importancia de las negaciones raciales, de género y étnicas dentro de las clases, pero han hecho énfasis en el sistema social que genera las diferencias y la necesidad de unir las fuerzas de clase para eliminar las desigualdades en el trabajo, el barrio y la familia. Los marxistas se oponen a que las desigualdades de género y raza sean analizadas y resueltas fuera del ámbito de clase: que mujeres terratenientes con sirvientes y riqueza tienen una identidad especial con las mujeres campesinas que están empleadas con sueldos de hambre.
Las clases no adquieren realidad debido a un edicto: son organizadas por la clase capitalista para apropiarse del valor. En consecuencia, la idea de que la clase es una noción subjetiva dependiente de tiempo, lugar y percepción está confundiendo clase con conciencia de clase. Es obvio que hay cambios importantes en la estructura de clases, pero no en la dirección que señalan los postmarxistas. Los cambios importantes han reforzado las diferencias de clase y su explotación, al mismo tiempo que han cambiado las condiciones e índole de las clases explotada y explotadora.
Hoy existen más trabajadores temporales, muchos más empleados en el sector informal. El tema de la explotación sin regular no describe un sistema que transciende el capitalismo del pasado: es el regreso de las formas de explotación laboral del siglo XIX. Quien requiere de análisis es el capitalismo después de que el Estado populista protector ha sido demolido. Esto significa que los complejos papeles de los Estados y partidos que mediaban entre capital y mano de obra han sido reemplazados por instituciones estatales vinculadas evidentemente a la clase capitalista dominante.
Cualesquiera que hayan sido los determinantes múltiples del comportamiento del Estado y régimen en el pasado, hoy el modelo neoliberal depende del control estatal centralizado, vinculado a los bancos internacionales para implantar pagos de deudas y a los sectores de exportación para ganar divisas extranjeras. Sus vinculos verticales al ciudadano como sujeto y su liga primaria por medio del aparato estatal represivo y organizaciones no gubernamentales (ONG) encargadas de restar peligro a posibles explosiones sociales.
El desmantelamiento del Estado protector significa que la estructura social está más polarizada: entre burócratas en los sectores de salud, educación y seguridad social, por una parte, y profesionales bien pagados ligados a corporaciones multinacionales, ONG y otras instituciones, financiadas externamente y vinculadas al mercado mundial y a los centros de poder político.
La lucha actual no es entre las clases en las fábricas, sino entre el Estado y las clases desarraigadas en las calles y los mercados, desplazadas del empleo fijo y obligadas a producir y vender y a soportar los costos de su reproducción social. La integración al mercado de explotadores de élite y compradores medianos y pequeños tiene su contrapartida en la desintegración de la economía del interior: industria local, pequeñas granjas con su concomitante desplazamiento de productores hacia la ciudad o al extranjero.
La importancia de bienes de lujo para la clase media alta está basada en utilidades remitidas por el trabajo "exportado" de los pobres. El nexo de explotación se inicia en el empobrecimiento del interior, el desarraigamiento de los campesinos su emigración a las ciudades y al extranjero. Los recursos que remiten los miembros de esta mano de obra exportada proporcionan las divisas duras para financiar importaciones y proyectos neoliberales de infraestructura para promover los negocios de exportación interna y externa y el turismo. La cadena de explotación es más compleja, pero aún así reside, en última instancia, en la relación capital- mano de obra.
En la era del neoliberalismo, la lucha para recrear la nación, el mercado nacional ,la producción y el intercambio nacional es, una vez más, una demanda histórica. En la misma forma, el empleo desregulado (trabajo informal o subterráneo) requiere de una poderosa inversión pública y un centro regulatorio para generar empleo formal con condiciones sociales vivibles. En una palabra, el análisis de clase debe ser adaptado al imperio del capital sin mediación en un mercado laboral no regulado con vínculos internacionales, en el que las políticas redistributivas del pasado han sido reemplazadas por políticas neoliberales que concentran el ingreso en la cúpula.
La homogeneización y movilidad hacia debajo de vastos sectores de trabajadores y campesinos que antes estaban en el mercado de trabajo crea un gran potencial para la acción revolucionaria unificada. Hay una identidad común de clase que abona el terreno para organizar las luchas de los pobres. En suma, en contra de lo que argumentan los postmarxistas, la transformación del capitalismo ha hecho más relevante que nunca el análisis de clase.
El crecimiento de la tecnología ha exacerbado las diferencias de clase, no las ha abolido. Los trabajadores en industria de microchips y aquellas industrias en las que han incorporado esos nuevos chips no han eliminado la clase trabajadora. Más bien, han desplazado las sedes de actividad y el modo de producir dentro del continuado proceso de explotación. La nueva estructura de clase, hasta donde es visible, combina las nuevas tecnologías con formas más controladoras de producción.
La automatización de algunos sectores acelera el ritmo de trabajo en la línea de ensamblaje: cámaras de televisión aumentan la vigilancia del trabajador al tiempo que disminuyen el personal administrativo: círculos de control de calidad, en los que trabajadores presionan a trabajadores, incrementan la autoexplotación sin aumento de sueldo o poder. La revolución tecnológica está moldeada, en última instancia, por la estructura de clase de la contrarrevolución neoliberal. Las computadoras permiten a las agroempresas controlar el coste y el volumen de los pesticidas, pero son los trabajadores mal pagados quienes esparcen las sustancias y se envenenan. Las redes de información son unidades para distribuir trabajo a los talleres clandestinos de los hogares ( economía informal), para producir textiles, zapatos, etc...

Estado y sociedad civil


Los postmarxistas pintaron la imagen del Estado con un solo rostro. El Estado es descrito como una enorme burocracia ineficaz que saqueó el tesoro público y dejó en la pobreza al pueblo y en la bancarrota a la economía. En la esfera política, el Estado era la fuente del gobierno autoritario y dictámentes arbitrarios, obstaculizando el ejercicio de la democracia y del libre intercambio de bienes. Por otra parte, argumentan los postmarxistas, la sociedad civil era la fuente de libertad.
De una sociedad civil activa surgiría una economía igualitaria y dinámica. Lo que es extraño acerca de esta ideología es su peculiar capacidad para pasar por alto 50 años de historia. El sector público era necesariamente el encargado de estimular la industrialización en ausencia de la inversión privada y debido a las crisis económicas ( la crisis mundial de los 30, la guerra de los 40, etc.).En segundo lugar, el crecimiento del analfabetismo y la salud pública fue, en gran parte, una iniciativa pública.
En siglo y medio de libre empresa ( del XVIII al decenio de 1930) América Latina padeció las siete plagas de la Biblia, mientras la mano invisible del mercado permanecía inmóvil: genocidio, hambruna, enfermedades, tiranía, dependencia, desarraigo y explotación. El sector público creció en respuesta a esos problemas y se desvió de sus funciones públicas al grado de que fue apropiado privadamente por las elites de negocio y política.

La ineficacia del Estado está directamente relacionada con la subordinación a intereses privados


Los programas amplios de salud y educación del Estado nunca han sido reemplazados por la iniciativa privada, la Iglesia o las ONGs. Estas proporcionan atención y educación sólo a grupos limitados, dependiendo de los caprichos e intereses de los capitales extranjeros. Los postmarxistas han dejado que su retórica antiestatista los ciegue a los logros positivos comparativos de lo público sobre lo privado.
El argumento de que el Estado es fuente de autoritarismo resulta y no verdad. Han existido y existirán Estados dictatoriales, pero la mayoría tienen poco o nada que ver con la propiedad pública. La mayoría de las dictaduras han sido antiestatistas y en favor del libre mercado hoy, en el pasado y probablemente en el futuro.
Los ataques generalizados, históricos y asociales contra el Estado no tienen razón de ser y sólo sirven como instrumento político para evitar que ciudadanos del libre mercado forjen una opción eficaz y racional anclada en las potencialidades creativas de la acción pública.
La posición contraria de la sociedad civil con relación al Estado es también una dicotomía falsa. La sociedad civil o, más exactamente, las clases dirigentes de la sociedad civil, al tiempo que atacan al estatismo de los pobres, se han preocupado por reforzar los vínculos con la tesorería y los militares para promover y reforzar su posición en la sociedad civil.
En igual forma, las clases populares en la sociedad civil, cuando son provocadas, han tratado de romper el monopolio de las clases gobernantes sobre el Estado.
Los pobres siempre han dirigido la mirada a los recursos del Estado para reforzar su posición económica relativa a los ricos. El asunto es, y siempre ha sido, la relación de las diferentes clases con el Estado.
Los ideólogos postmarxistas, marginados del Estado por los neoliberales, han hecho una virtud de su impotencia. Absorbiendo acríticamente la teoría antiestatal que les llega de arriba, la transmiten hacia abajo. Los postmarxistas tratan de justificar los vehículos organizacionales (ONG)que utilizan para lograr movilidad hacia arriba, con el argumento de que operan fuera del Estado y en la sociedad civil cuando, de hecho, están financiadas por gobiernos extranjeros para trabajar con los gobiernos nacionales.

La lucha de clases y la cooperación


Los postmarxistas a menudo escriben de la cooperación de todos, sin profundizar mucho en el precio y las condiciones para garantizar la cooperación de los regímenes neoliberales y las organizaciones populares. La lucha de clases se considera un atavismo con un pasado inexistente. Hoy se nos dice que los pobres están empeñados en construir una nueva vida, están hartos de la política, las ideologías y los políticos tradicionales. Hasta allí vamos bien.
Los grupos de empresarios hacen que los postmarxistas participen en un nuevo tipo de política similar a la de los enganchadores de un pasado no tan lejano: que reunían a las mujeres que necesitaban capacitación y establecían microempresas subcontratadas con productores o exportadores de mayor envergadura. La política de los postmarxistas es de compradores: ellos no elaboran productos nacionales, sólo relacionan a los capitalistas extranjeros con la mano de obra local para facilitar la continuación del régimen neoliberal.
Los postmarxistas en su papel de administradores de las ONGs son fundamentalmente actores políticos cuyos proyectos, capacitación y talleres no producen un impacto económico importante, ni en las ONGs ni en diminuir la pobreza. Pero sus actividades si desvían a la gente de la lucha de clases. La perspectiva marxista de la lucha y confontación de clases se construye en las verdaderas divisiones sociales de la sociedad: entre quienes obtienen beneficios, intereses, renta e impuestos y quienes luchan por optimizar los salarios, el gasto social y las inversiones productivas.
Los resultados de las perspectivas marxistas son actualmente evidentes en todas partes: la concentración del ingreso y el aumento de las desigualdades son más grandes que nunca.
Instituciones como el Banco Internacional de Desarrollo (BID) financian empresas agroindustriales de exportación que explotan y envenenan a millones de trabajadores agrícolas, y al mismo tiempo proporcionan fondos para el financiamiento de pequeños microproyectos. El papel de los postmarxistas en los microproyectos es neutralizar la oposición política de la parte inferior, mientras se promueve el neoliberalismo en la parte superior.
Su teoría de la cooperación liga a los pobres por medio de los neoliberales. Intelectualmente, son polícías que definen la investigación aceptable, distribuyen los fondos para investigar y filtran los tópicos y las perspectivas que proyectan el análisis de clases y la perspectiva de la lucha. El control de la moda intelectual, publicaciones, conferencias y fondos para investigar les proporcionan una base importante de poder, pero en última instancia dependen de evitar el conflicto con sus patrones, quienes les otorgan el financiamiento desde el extranjero.
Los intelectuales marxistas críticos tienen su fuerza en el hecho de que sus ideas resuenan con las realidades sociales en evolución. La polarización de clases y los violentos enfrentamientos aumentan, tal como lo pronostican sus teorías. Es a partir de estos hechos que los marxistas demuestran debilidad táctica, pero fuerza estratégica en relación con los postmarxistas.
¿Murió el antiimperialismo?
En los últimos años el antiimperialismo desapareció del diccionario político de los postmarxistas. Los ex guerrilleros de Centroamérica se convirtieron en políticos electorales y los profesionales que manejan las ONGs hablan de cooperación e interdependencia internacionales. Sin embargo, los pagos de la deuda siguen transfiriendo gigantescas sumas de los pobres latinoamericanos a Europa, Estados Unidos y Japón. Las propiedades públicas, los bancos y por encima de todo los recursos naturales se van enajenando a precios muy bajos por parte de las transnacionales.
Hay más multimillonarios de América Latina que tienen la mayor parte de sus fondos en bancos estadounidenses y europeos que nunca antes. Entre tanto provincias enteras se han convertido en cementerios industriales, y el campo está despoblado. Estados Unidos tiene más asesores militares, funcionarios antidrogas y policías federales encargados de dirigir la planeación, que en ninguna otra etapa de la historia mundial.
No obstante, algunos exsandinistas y exfarambundistas dicen que el antiimperialismo/imperialismo desapareció al término de la guerra fría. El problema-dicen- no es la inversión o ayuda extranjeras, sino la falta de ellas y piden más ayuda imperial. La miopía política y económica que acompaña a esta perspectiva no entiende que las condiciones políticas para los créditos son el abaratamiento de la mano de obra, la eliminación de la legislación social y la transformación de Latinoamérica en una gran plantación, un gran campo minero, una gran zona de libre comercio desprovista de derechos, soberanía y riqueza.
El énfasis marxista en la profundización de la explotación imperialista tiene su origen en las relaciones sociales de producción y las relaciones del Estado entre el capitalismo imperialista y el dependiente. El derrumbe de la URSS ha intensificado la explotación imperialista. Los postmarxistas (ex marxistas) que creen que el mundo unipolar tendrá por resultado una mayor cooperación, interpretaron mal la invasión estadounidense en Panamá, Irak, Somalia y otros países. En forma más fundamental la dinámica del imperialismo radica en la dinámica internacional del capital, no en la competencia externa con la URSS. La pérdida del mercado interno y los sectores de Latioamérica es un retorno a la fase prenacional: las economías latinoamericanas empiezan a tomar características de su pasado colonial. La lucha actual contra el imperialismo involucra la reconstrucción de la nación, el mercado local, la economía productiva y una clase trabajadora ligada a la producción y al consumo sociales.

Dos perspectivas de la transformación social : organización de clase y ONG


Para adelantar la lucha contra el imperialismo y sus colaboradores neocompradores nacionales hay que pasar por un debate ideológico y cultural con los posmarxistas que están dentro y en la periferia de los movimientos populares.
El neoliberalismo opera actualmente en dos frentes: el económico y el cultural- político; y en dos niveles: el régimen y las bases populares.
En la parte más alta las políticas las formulan y las implantan los personales usuales: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, en combinación con Washington, Bonn, Tokio y en asociación con os regímenes neoliberales y los exportadores locales y grandes conglomerados empresariales y banqueros transnacionales.
A principios de los 80, los sectores más perceptivos de los gobernantes neoliberales vieron que sus estrategias estaban polarizando a la sociedad y provocando descontento a gran escala. Los políticos empezaron a financiar y a promover una estrategia paralela desde abajo: la promoción de organizaciones de base con una ideología antiestatista para intervenir entre las clases posiblemente conflictivas y crear un cojín social.
Estas organizaciones dependían económicamente de fuentes neoliberales y estaban involucradas en una competencia con los movimientos sociopolíticos por la lealtad de los líderes locales y las comunidades activistas. Para la década de los noventa estas organizaciones descritas como no gubernamentales llegaban a miles y recibían en todo el mundo cerca de 4 mil millones de dólares.
La confusión concerniente a su carácter político se deriva de su historia anterior a los años 70. En este período las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo humanitario a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las violaciones de los derechos humanos. Las ONGs apoyaron las cocinas de beneficencia que permitían a las familias de las víctimas sobrevivir a la primera oleada de tratamientos de choque.
Este período creó una imagen favorable de las ONGs hasta en la izquierda. Se les consideraba como parte del campo progresista. Aún entonces sus límites eran evidentes aunque atacaban las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras locales, raras veces denunciaban a sus patronos estadounidenses y europeos que las financiaban y asesoraban. Tampoco había un esfuerzo serio por relacionar las políticas económicas neoliberales y las violaciones de los derechos humanos con el nuevo rumbo que tomaba el sistema imperialista. Obviamente, las fuentes externas de financiamiento limitaban la esfera crítica y acción en materia de derechos humanos.
Al crecer la oposición al neoliberalismo a principios de los ochenta, los gobiernos europeos, estadounidenses y el Banco Mundial aumentaron el financiamiento de las ONG. Existe una relación directa entre el desarrollo de los movimientos que desafiaban el modelo neoliberal y el esfuerzo por subvertirlos mediante la creación de formas alternas de acción social por medio de las ONG. El punto básico de convergencia entre las ONG y el Banco Mundial era su oposición común al estatismo. En su superficie las ONG criticaban al Estado desde una perspectiva izquierdista, defendiendo a la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre de los mercados.
En realidad el Banco Mundial, los regímenes neoliberales y la fundación occidental se combinaron y alentaron a las ONG para hacer tambalear al Estado benefactor proporcionando servicios sociales para compensar a las víctimas de las empresas multinacionales. En otras palabras, conforme los regímenes neoliberales devastaban a las comunidades al inundar al país con importaciones baratas, pagos de la deuda externa y la abolición de las legislaciones laborales, creando una masa cada vez más grande de trabajadores mal pagados y desempleados las ONG recibieron financiamientos para establecer proyectos de autoayuda, educación popular, capacitación para el trabajo, etc, y absorben temporalmente a pequeños grupos pobres y captan a los líderes locales para minar las luchas contrarias al sistema.
Las ONG se convirtieron en el rostro de la comunidad del neoliberalismo intimamente ligadas con los poderosos y complementaron así su labor destructiva con proyectos locales. En efecto, los neoliberales organizaron una operación de pinza o estrategia doble. Desgraciadamente, muchos izquierdistas sólo se enfocaron en el neoliberalismo desde arriba y desde fuera (FMI y BM) y no en el neoliberalismo desde abajo y desde dentro (las ONG y las microempresas).
Una razón importante para este error de apreciación fue la conversión de muchos neomarxistas a la fórmula y a la práctica de las ONG. El postmarxismo fue el boleto de tránsito ideológico de la política de clases al desarrollo comunitario, del marxismo a las ONG.
Mientras los neoliberales transferían lucrativas propiedades estatales al rico sector privado, las ONGs no formaban parte de la resistencia de los sindicatos. Al contrario, participaban activamente en proyectos privados para promover el discurso de la empresa privada (auto-ayuda) en las comunidades locales enfocándose en la microempresa. Las ONGs construyeron puentes ideológicos entre los capitalistas en pequeña escala y los monopolios que se benefician de la privatización, todo en nombre del atiestatismo y formando sociedades civiles.
En tanto los ricos acumulaban vastos emporios financieros a partir de la privatización, los profesionales de la clase media de las ONGs obtuvieron pequeñas sumas para financiar oficinas, transportes y una actividad económica en pequeña escala. Políticamente, lo importante es que las ONGs despolitizaron a sectores de la población, redujeron su compromiso con los empleados públicos y nombraron a líderes potenciales para proyectos pequeños.
Las ONGs se abstienen de participar en las luchas de los maestros de escuelas públicas y educadores del sistema oficial contra sueldos y recortes presupuestales, porque su presupuesto proviene de gobiernos neoliberales.
En realidad, las ONGs no son no gubernamentales. Reciben fondos de gobiernos extranjeros o trabajan como subcontratistas privados locales. Con frecuencia colaboran abiertamente con dependencias gubernamentales a nivel local o transnacional. En este sentido, las ONGs ponen en peligro la democracia, al quitar los programas sociales de las manos de la gente local y sus funcionarios de elección popular, y crear dependencia en funcionarios extranjeros.
Además desvían la atención y luchas populares del presupuesto nacional hacia la autoexplotación, para garantizar los servicios sociales locales. Esto les permite a los neoliberales restringir los presupuestos sociales y transferir fondos del Estado para subsidiar las cuentas incobrables de los bancos privados, créditos a los exportadores, etc.
La autoexplotación ( la autoayuda) significa que, además de pagar impuestos al Estado y no recibir nada a cambio, los empleados tienen que trabajar horas extras con recursos marginales, gastando sus escasas energías para obtener servicios que los burgueses obtienen del Estado.
En la forma más fundamental, la ideología de las ONGs de la actividad voluntaria privada mina el sentido público, la idea de que el gobierno tiene una obligación de velar por sus ciudadanos y proporcionarles vida, libertad y búsqueda de la felicidad: que la responsabilidad política del Estado es esencial para el bienestar de los ciudadanos.
Contra ese concepto de responsabilidad pública las ONGs promueven la idea neoliberal de la responsabilidad privada de los problemas sociales y la importancia de los recursos privados para resolver esos problemas. En realidad imponen una carga doble a los pobres: la de pagar impuestos para financiar al Estado neoliberal, que sirve a los ricos, y la autoexplotación privada que se ocupe de sus propias necesidades.

ONG y movimientos sociopolíticos


Las ONGs ponen énfasis en los proyectos, no en los movimientos; movilizan a la gente para que produzca en los márgenes, no para luchar por controlar los medios básicos de producción y riqueza: se enfocan a la asistencia técnica y financiera de proyectos, no en las condiciones estructurales que forman la vida cotidiana. Las ONG se apropian del lenguaje de la izquierda: Poder popular, igualdad, desarrollo sustentable, liderazgo popular, tec.El problema es que ese lenguaje está ligado a un ámbito de colaboración con los donantes y las dependencias gubernamentales que subordinan la actividad práctica a la política no conflictiva.
Las ONGs y su personal profesional postmarxista compiten directamente con los movimientos sociopolíticos para adquirir influencia entre los pobres, las mujeres y los marginados, las minorías raciales, etc. Su ideología y práctica desvía la atención de las fuentes y las soluciones de la pobreza. Hablar de microempresas en vez de explotación de parte de los bancos extranjeros, se basa en el concepto de que el problema es de iniciativa individual, no de la transferencia de los ingresos al extranjero.
La ayuda de las ONGs afecta a pequeños sectores de la población y establece una competencia entre comunidades por los escasos recursos, lo cual genera distinción y rivalidades internas y externas que perjudican la solidaridad de clase. Lo mismo sucede entre los profesionales: cada uno establece sus ONGs para solicitar fondos del extranjero. Compiten con propuestas "al gusto" de los donantes extranjeros, mientras afirman hablar en nombre de más seguidores.
El efecto real es la proliferación de las ONGs que fragmentan las comunidades pobres y las convierten en grupos sectoriales y subsectoriales incapaces de ver de manera más amplia el cuadro social que los aflige y menos capaces aún de unirse en la lucha contra el sistema.
Las experiencias recientes demuestran que los donadores extranjeros financian proyectos durante las crisis, pero una vez que los movimientos menguan, cambian el financiamiento a colaboración del régimen, y adaptan los proyectos de las ONG a su agenda neoliberal. La estructura y agenda de las ONG, con su postura apolítica y su enfoque de auotayuda, despolitiza y desmoviliza a los pobres. Además, refuerzan el proceso electoral alentado por los partidos neoliberales y los medios de comunicación.
Las ONGs hablan de excluidos, de los sin poder, de la pobreza extrema, de la discriminación por sexo o raza, pero no pasan de los síntomas superficiales para abordar el sistema social que produce estas condiciones. Incorporan a los pobres a la economía neoliberal por medio de una acción voluntaria puramente privada, las ONGs crean un mundo político donde la apariencia de solidaridad y acción social disimula una conformidad conservadora con la estructura de poder nacional e internacional.
No es coincidencia que conforme las ONGs se han hecho dominantes en ciertas regiones, la acción política independiente de clase ha declinado, y el liberalismo no tiene freno. La línea de fondo es que el crecimiento de las ONGs coincide cada vez más con el financiamiento del neoliberalismo y la profundización de la pobreza en todas partes.
A pesar de sus afirmaciones de muchos éxitos a nivel local, el poder general del neoliberalismo no tiene rival, y las ONGs buscan cada vez más posiciones en los intersticios de poder. El problema de formular alternativas se ha impedido en otra forma. Muchos de los antiguos líderes de movimientos guerrilleros y sociales, sindicatos y organizaciones femeninas han sido atraídos por las ONGs. La oferta es tentadora: mayor salario, prestigio y reconocimiento de los donantes extranjeros, conferencias y redes en el extranjero, personal de oficina y relativa seguridad de no verse sujetos a represión. En cambio, los movimientos sociopolíticos ofrecen pocos beneficios materiales, pero mayor respeto e independencia y, lo que es más importante, la libertad de retar al sistema político y económico.
Las ONGs y sus patrocinadores financieros en el extranjero (BID y BM) publican boletines con narraciones sobre el éxito de las microempresas y otros proyectos de autoayuda, pero no mencionan los elevados índices de fracasos conforme baja el consumo popular, importaciones baratas inundan el mercado y las tasas de interés suben en espiral.
Hasta los éxitos afectan sólo a una pequeña fracción del total de los pobres y sólo afectan en el sentido de que otros no pueden ingresar en el mismo mercado. El valor propagandístico del éxito individual de la microempresa, no obstante, es importante para crear la ilusión de que el neoliberalismo es un fenómeno popular. Las frecuentes explosiones populares de violencia que tienen lugar en regiones donde existe la promoción de la microempresa, sugiere que la ideología no es hegemónica y que las ONGs todavía no desplazan a los movimientos independientes de clase.
Las ONGs fomentan un nuevo tipo de colonialismo y dependencia cultural y económica. Los proyectos se diseñan, o al menos se aprueban, según las normas de las prioridades de los centros imperialistas o sus instituciones. Son administrados y vendidos a las comunidades. Se hacen evaluaciones por y para las instituciones imperialistas. Los cambios en el financiamiento de las prioridades o las malas evaluaciones tiene como consecuencia el abandono a su suerte de los grupos, comunidades, granjas y cooperativas.
Todo y todos se disciplinan cada vez más para cumplir con las demandas de los donantes y los evaluadores de sus proyectos. Los nuevos virreyes supervisan y garantizan el cumplimiento de las metas, los valores y las ideologías del donante, así como el uso adecuado de los fondos. Donde se registran éxitos, dependen en gran medida del apoyo continuo del extranjero para evitar que se derrumben.
Aunque la mayor parte de las ONGs son cada vez más instrumentos del neoliberalismo, hay una pequeña minoría que intenta desarrollar estrategias alternas que apoyen la política de clase y el antiimperialismo. Ninguna de ellas recibe fondos del BM o de dependencias gubernamentales estadounidenses o europeas. Apoyan los esfuerzos para ligar el poder local con el poder estatal. Relacionan los proyectos locales con los movimientos nacionales que ocupan, defienden la propiedad pública y nacional contra las multinacionales...En una palabra, no son postmarxistas

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