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Socialismo
en la era del imperialismo
James Petras
Introducción
En un pasado no muy lejano, millones de personas de todo el mundo,
buscando escapar de la tiranía y explotación del imperialismo,
encontraron una respuesta en la construcción de una sociedad
socialista. Hoy en día, proponer la alternativa socialista
genera más preguntas que respuestas. Estas preguntas pueden
agruparse en varias subdivisiones: las preguntas más generales
contraponen las nuevas y adversas condiciones "mundial-histórico"
políticas, económicas y culturales, al surgimiento de
movimientos y luchas revolucionarias; un segundo grupo de preguntas,
que aunque acepta los aspectos estructurales negativos de un mundo
dominado por el imperialismo, se cuestiona si a nivel micro, se puede
desarrollar una subjetividad socialista; un tercer grupo de preguntas
cuestiona si una revolución socialista triunfante puede desarrollar
una estrategia viable en el medio de un mar de adversarios imperiales
o simplemente se enredará en el mercado capitalista. Estas
son preguntas importantes que deben dirigirse a aquellos que se plantean
una alternativa socialista al poder imperial reinante, porque se necesitan
respuestas exactas. Solamente visionar una alternativa "utópica",
o evocar un sueño socialista no nos va a llevar muy lejos y
será muy difícil que convenza a alguien excepto a aquellos
que ya se encuentran entre los iniciados. Más importante aún,
las utopías concebidas individualmente generalmente están
confeccionadas por intelectuales divorciados de las luchas populares,
y sus ideas están tan desconectadas de las experiencias y necesidades
de las clases populares como lo está su vida diaria. Antes
de embarcarnos en una discusión sobre las posibilidades históricas
de una transformación socialista, será de utilidad especificar
las preguntas más relevantes presentadas por los escépticos
y los adversarios de la alternativa socialista.
El primer grupo de preguntas pone el énfasis en las nuevas
restricciones estructurales. ¿El socialismo es posible en la era del
imperialismo? ¿El poder de las corporaciones globales gigantes puede
ser desafiado dentro de países o por países? ¿El poder
de los medios masivos de comunicación Euro-Americanos y la
influencia de sus mensajes propagandísticos sobre los pobres
urbanos y rurales puede ser contrarrestado por formas alternativas
de comunicación desde una perspectiva de la clase trabajadora?
¿Puede crearse una nueva subjetividad revolucionaria?¿Cuáles
son las lecciones históricas de los períodos anteriores
de expansión imperial en relación con la revolución?
Un segundo grupo de preguntas trata sobre los problemas de la subjetividad,
la falta de una referencia socialista o revolucionaria. Las preguntas
relevantes a este cuestionamiento de las posibilidades revolucionarias
incluyen lo siguiente. Las ultimas décadas han demostrado que
el aumento de la pobreza masiva y de las desigualdades no ha llevado
hacia la revolución. ¿Podría ser que la movilidad individual
y las relaciones de reciprocidad entre las clases bajas hayan creado
formas alternativas de comportamiento y organización compatibles
con el imperialismo? ¿Puede el socialismo reconstruirse sobre la base
de experiencias nuevas, nacionales (o internacionales) a la vista
del colapso de la URSS y la conversión de la elite china al
capitalismo? ¿Es el estado un anacronismo trascendido por actores
globales comprometidos con el sistema imperial?
El tercer grupo de preguntas no niega la existencia de oposición
al imperialismo o a muchas de sus manifestaciones negativas pero cuestiona
que los revolucionarios y los socialistas tengan una estrategia alternativa
consecuente. Ellos preguntan: ¿existe una estrategia socialista coherente
que pueda revertir los actuales intereses socioeconómicos imperiales
creados, y las configuraciones del poder político? ¿Se pueden
revertir las contrareformas neoliberales sin traumas ni crisis? ¿Son
las instituciones socialistas viables en un mar de relaciones capitalistas?¿Los
valores socialistas son compatibles con las operaciones en mercados
mundiales o locales? ¿Puede una sociedad socialista organizar su seguridad
nacional y su planificación económica sin caer en gobiernos
burocráticos? Estas son las importantes cuestiones académicas
y políticas que plantean los temas fundamentales que enfrenta
cualquier defensor de una alternativa socialista al imperialismo contemporáneo.
Sin embargo existen respuestas, algunas más provisionales que
otras, todas argumentando que, a pesar de todo el escepticismo, dudas
y críticas, existen bases sólidas para la lucha por
el socialismo, como una posibilidad objetiva y subjetiva.
Condiciones objetivas para el Socialismo.
Una de las objeciones más fuertes al socialismo se basa en
el alto grado de integración de los procesos económicos;
el gran desarrollo de la división social del trabajo. Se nos
dice que hoy más gente forma parte de más sectores económicos,
que abarcando una multiplicidad de países, cooperan en la producción
y distribución de todo tipo de bienes. Puesto de otra forma,
se argumenta, la globalización -o en nuestros términos,
el imperialismo- ha roto las limitaciones sectoriales del territorio
nacional en la circulación de bienes y capital, creando, por
lo tanto, un mercado y una unidad productiva interdependiente. En
un sentido, esto es parcialmente cierto, en otro es claramente falso.
La profundización de la producción socializada, en la
que muchas unidades económicas ubicadas en una multiplicidad
de lugares cooperan para producir a escala mundial, es un hecho destacado
en el mundo contemporáneo. Pero es falso presentar esto como
una forma cooperativa de producción basada en un mayor grado
de interdependencia. Porque esta cooperación para la producción
de bienes está presidida por un inequívoco segmento
de propietarios privados individuales y administradores de las empresas
que toman las decisiones sobre las inversiones estratégicas
y se apropian de los beneficios. Los propietarios privados y los controladores
de la producción socializada no son interdependientes con sus
trabajadores y empleados - ellos establecen las condiciones de trabajo,
los niveles de remuneración y se asignan sus propios ingresos
en una forma altamente desigual. El poder, la propiedad, el prestigio
y el factor de ingresos son asignados en una forma altamente asimétrica
basada en relaciones jerárquicas de explotación- no
de interdependencia.
El Imperialismo ha puesto en movimiento dos procesos claros y opuestos:
un alto grado de cooperación social entre los productores como
un modo de aumentar la eficiencia; y una mayor concentración
de la apropiación privada de la riqueza que se produce. Esta
contradicción o polaridad creciente entre cooperación
para la producción y la apropiación privada de los bienes
colectivamente producidos es fundamental para el desarrollo de una
transformación socialista. Se mida como se mida, el aumento
de eficiencia, las crecientes innovaciones tecnológicas y la
creciente productividad se encuentra en el mayor desarrollo de la
división social del trabajo o producción cooperativa.
La principal función de los propietarios privados y los administradores
de las empresas es la apropiación de esta riqueza. La creciente
concentración de la riqueza - la emergencia de una clase de
super multibillonarios- se basa en el creciente número de trabajadores
sometidos por este sistema de producción social: el socialismo
está, por tanto, objetivamente situado dentro de la producción
colectiva y la lucha se basa en extender la producción social
a la propiedad y dirección social. La idea de cooperativa productiva
es, por tanto, una parte integral de la producción global pero
está mediatizada, defendida, racionalizada por la clase capitalista
dominante que se apropia de su riqueza. El secreto capitalista de
acumulación de riqueza no se encuentra en la genialidad de
los capitalistas individuales sino en el vasto ejército de
trabajadores, investigadores y empleados que producen y distribuyen
bienes y servicios. El trabajo colectivo puede existir y prosperar
sin ni un solo empresario capitalista incluido William Gates, pero
el capitalista billonario no puede acumular riqueza sin el trabajo
cooperativo.
El descubrimiento de la naturaleza social de la generación
de la riqueza contemporánea, sin embargo, mientras proporciona
un punto sólido de partida para la propiedad colectiva no nos
conduce en si misma al socialismo, a menos que exista una comprensión
profunda y extensa, una organización y lucha por parte de los
productores directos para resolver esta contradicción. Por
lo tanto el argumento de que la nueva ola de expansión imperial
ha descartado la transformación socialista debido a la extensión
de las relaciones de mercado se ha dado vuelta: el mismo proceso de
incorporar a más trabajadores de más países dentro
de la división social del trabajo crea una base objetiva para
la acción social por la propiedad social.
La segunda base objetiva para argumentar a favor del socialismo es
la naturaleza crecientemente centralizada de las decisiones políticas.
Hoy más que nunca un pequeño grupo de funcionarios no
elegidos tiene más voz y poder sobre un vasto número
de personas en todo el mundo. Los funcionarios de los Bancos Centrales
y de los ministerios de Economía y Finanzas del Imperio Euro-Americano,
sus representantes en las llamadas instituciones financieras (IFI)
como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco
de Asia, el Banco Interamericano de Desarrollo, hacen las políticas
macro y micro económicas que afectan adversamente a miles de
millones de personas. Estas elites no elegidas de hacedores de políticas
económicas responden directamente a los intereses de sus multinacionales
y billonarios bancarios. En efecto, estas elites de tomadores de decisiones
se adelantan a los poderes políticos ostensiblemente sostenidos
por los funcionarios elegidos de los estados no hegemónicos.
En otras palabras, el electorado del mundo vota por funcionarios electorales
que están subordinados a las elites económicas no elegidas
y que sirven a las instituciones imperiales y sus intereses. El electorado
popular está, en efecto, privado del derecho al voto: las decisiones
estratégicas se toman de forma centralizada por funcionarios
no elegidos que gobiernan por decreto sin representación, deliberación
o consulta popular. Por lo tanto, mientras más y más
gente está crecientemente sujeta al gobierno de una elite centralizada,
tienen menos control sobre sus condiciones sociales y económicas.
El divorcio entre la política electoral y el dominio de las
elites, entre los beneficios sostenidos para la elite del imperio
y los ingresos y las condiciones sociales en disminución para
la mayoría, establece las bases objetivas para las luchas extra
parlamentarias y abre grandes oportunidades para que las fuerzas revolucionarias
cuestionen las pretensiones oligárquicas de que capitalismo
y democracia son términos coincidentes. Objetivamente la vasta
centralización del poder oligárquico proporciona las
bases para demostrar que la democracia solo puede recuperarse bajo
el socialismo.
Si las contradicciones de las estructuras imperialistas contemporáneas
proporcionan una sólida base objetiva para el desarrollo de
una alternativa socialista, la experiencia histórica pasada
nos proporciona una base más.
La Expansión Imperialista y la Revolución Socialista
en Perspectiva Histórica.
El imperialismo es el resultado de los trabajos internos del capitalismo
combinado con oportunidades externas, en parte ellas mismas instrumentos
de los políticos imperialistas. En el pasado como en el presente,
la expansión y conquista de los mercados externos y las fuentes
de ingresos estatales han deshecho y rediseñado las relaciones
de clase y las configuraciones del estado para maximizar los intereses
económicos imperiales y las posiciones politico-militares estratégicas.
El mismo proceso de desarrollo capitalista inducido por el imperialismo
muy a menudo ha llevado hacia el desplazamiento masivo de campesinos,
relaciones de trabajo de gran explotación, conflictos étnicos
y raciales a diario y desigualdades de clase abismales. Los altos
jefes políticos imperiales que dirigen el sistema solo responden
ante sus propias clases gobernantes, provocando conflictos con un
gran abanico de clases y grupos, desde elites pre-imperiales a modernos
intelectuales y trabajadores asalariados. Estos conflictos inducidos
por el imperio han llevado a innumerables revueltas y en algunos casos
a revoluciones socialistas triunfantes, particularmente en períodos
de guerras inter-imperialistas, cuando las clases dominantes locales
y las elites gobernantes estaban debilitadas y desacreditadas. El
punto teórico es claro, los sistemas imperiales a gran escala
y de larga duración no han inhibido las luchas revolucionarias
ni evitado las revoluciones socialistas.
Las revoluciones socialistas son producto de las guerras imperialistas
realizadas por trabajadores y plebeyos dentro de los países
imperiales y también por los pueblos colonizados o cuasi colonizados.
La famosa Comuna de París fue una prolongación de la
Guerra Franco-Alemana de 1870-71, entre viejos y nuevos países
imperialistas. La victoria militar alemana y la conquista de la mayor
parte de Francia puso en funcionamiento una poderosa sublevación
popular en París y la consiguiente comuna. Mientras que la
Comuna de París duró apenas unos meses, su organización,
legislación y hasta sus errores sirvieron como modelo práctico
para las teorías revolucionarias de Marx y Lenin. La Primera
Guerra Mundial inter-imperialista (1914-18) con sus millones de muertos,
desplazamientos de población, hambre y destrucción puso
en funcionamiento levantamientos populares masivos, protestas y revoluciones.
La Guerra, la búsqueda de conquistas imperiales por medios
militares, destruyó los lazos convencionales entre los líderes
burgueses y sus seguidores plebeyos, y minó el control de los
terratenientes sobre los sumisos campesinos. Las revoluciones socialistas
se hicieron en Hungría, Bavaria, Finlandia y Rusia. Soldados
y trabajadores se sublevaron en Berlín y en la flota del Báltico.
El poderoso sistema imperial europeo, que dominaba en cinco continentes
y se sostenía en una fuerza armada masiva y en tesoros rebosantes,
como un bastión inexpugnable del poder capitalista, llevó
a levantamientos masivos de trabajadores y campesinos y a una revolución
socialista triunfante en Rusia.
En el período entre guerras existió un resurgir del
imperialismo, particularmente los nuevos países imperialistas
emergentes de Alemania y Japón, que desafiaron a los países
europeos ya establecidos y a los Estados Unidos en sus regiones de
hegemonía. Los conflictos y conquistas que vinieron a continuación,
liberaron una nueva y poderosa ola de movimientos populares antiimperialistas
entre los países destruidos por la guerra e hiper explotados,
particularmente entre los millones de campesinos desplazados en China,
Indochina y Corea. La expansión imperial y el pillaje de la
tierra, minas y unidades productivas intensificado por la guerra,
creó un gran ejército de resistencia revolucionaria,
que condujo a revoluciones socialistas bajo el liderazgo de los Partidos
Comunistas nativos en China, Indochina y Corea del Norte. Lo que comenzó
como guerras antiimperialistas se convirtió en guerras civiles
en las que finalmente triunfaron las fuerzas socialistas. En Europa
se dio un proceso similar en Yugoslavia. En otros países la
lucha anticolonial se dividió entre regímenes que consolidaron
la relación neo-colonial y otros que buscaron crear estados
nacionales-populares mixtos y no alineados. Es necesario subrayar
dos puntos. En primer lugar, fue precisamente el nuevo y virulento
imperialismo con su poderosa máquina militar y estructuras
de estado totalitarias, lo que disparó las revueltas populares
que minaron la dominación imperial. En segundo lugar, los viejos
poderes imperiales europeos y el nuevo imperialismo de Estados Unidos
no fueron capaces de restaurar la hegemonía imperial en varios
países importantes (China, la mitad de Corea e Indochina. El
punto teórico es que esta segunda ola de imperialismo, a pesar
de su mayor poder de fuego y humano, el ámbito y la profundidad
de su alcance económico, no pudieron evitar que las revoluciones
socialistas transformaran con éxito la sociedad. Es importante
notar en este sentido que las revoluciones triunfaron a pesar de y
no debido a la ayuda de la sociedad colectivista que existía
en la URSS. El mar de relaciones capitalistas no pudo evitar las revoluciones
sociales.
El período de posguerra que siguió a la Segunda Guerra
Mundial fue testigo del surgimiento del Imperialismo de Estados Unidos
a escala mundial, con una red mundial de bases y alianzas militares,
el mayor presupuesto militar y la tecnología militar más
avanzada y empresas gigantes muy capitalizadas preparadas e involucradas
en una expansión mundial para conquistar los mercados extranjeros
(el surgimiento de las llamadas empresas multinacionales). Mientras
el nuevo imperio de los Estados Unidos era capaz de reprimir y vencer
a un cierto número de revueltas populares revolucionarias en
todo el mundo, fue derrotado en dos conflictos importantes (China
y Cuba), fue obligado a retirarse en una tercera (Corea) y vencido
temporalmente en otras (Nicaragua, Angola, Mozambique, Chile, Granada,
República Dominicana). Las revoluciones triunfantes tuvieron
lugar precisamente en los países en los que la presencia del
Imperialismo norteamericano era más dominante: Indochina, con
500.000 soldados y decenas de miles de millones de dólares
de inversiones estatales en infraestructura militar. Cuba fue el país
con la mayor concentración de propiedades norteamericanas y
una gran base naval (Guantánamo). Los Estados Unidos aportaron
más ayuda militar y asesores durante la guerra civil China
que en ningún otro país desde la mitad a finales de
la década de 1940. Igualmente los Estados Unidos dedicaron
cientos de miles de soldados, y miles de millones de dólares
en ayuda para conquistar la península de Corea y tuvieron que
aceptar una negociación para dividir el país.
El punto teórico es que la profundización de la presencia
militar y económica del imperio Norteamericano fue un factor
condicionante que precipitó una revolución socialista
triunfante, y no solamente un factor poderoso de inhibición.
Respecto a la relación entre la revolución socialista
y la ausencia o presencia del bloque soviético, debe notarse
que todas las revoluciones en el período posterior a la Segunda
Guerra Mundial tuvieron lugar a pesar de la oposición del Kremlin:
Yugoslavia, China, Cuba e Indochina. Mientras que los Soviéticos
proporcionaron apoyo importante una vez que las revoluciones se habían
consumado, la caída de la URSS no llevó al colapso de
la revolución en Cuba, si bien la obligó a ajustar su
política hacia el capital extranjero y buscar nuevos socios
comerciales. El inicio y éxito de todas las revoluciones socialistas
del siglo XX tuvieron poca relación con la presencia del bloque
Soviético y más con el desarrollo de las luchas de clase
y antiimperialistas en el país y la solidaridad internacional.
Esto indica que la ausencia de la URSS hoy en día (el mar de
capitalismo) no es un nuevo impedimento histórico sino un factor
constante durante todo el siglo XX.
El resurgimiento de luchas populares de masas bajo direcciones socialistas
o al menos anti-neoliberales o antiimperialistas en todo el mundo
al comienzo del nuevo milenio, debería dejar de lado la noción
de que el triunfo del imperialismo Euro-Americano es irreversible
y no puede ser cuestionado. En América Latina las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC),el movimiento rural de los Trabajadores
sin Tierra (MST) en Brasil, la breve toma del poder por una alianza
de indígenas, campesinos y suboficiales en Ecuador son los
puntos destacados en el resurgimiento de la izquierda antiimperialista
de masas. En Asia han surgido movimientos populares de masas similares
basados en los sindicatos de trabajadores industriales (Corea del
Sur) y también han surgido movimientos urbanos y campesinos
en, entre otros, Indonesia, Filipinas y Nepal.
El punto teórico es que las dramáticas generalizaciones
sobre un triunfo absoluto y universal del capitalismo/imperialismo
en el despertar de la muerte de la URSS, voceado por sus defensores
y repetido por los sectores desmoralizados de la intelectualidad de
la izquierda no tiene bases empíricas. Esta postura ideológica
triunfalista solo se puede sostener debido a la mediocridad de sus
defensores y, en la izquierda, por el deseo de encontrar un nicho
crítico en el imperio.
Si fuera cierto que el imperialismo Euro-Americano ha triunfado tanto
y está tan consolidado como dicen sus fieles y la izquierda
desmoralizada, el imperio no tendría necesidad de recurrir
constantemente a políticas violentas y contrarevolucionarias
y agrandar y profundizar su capacidad militar de intervención.
Si la revolución ha terminado, o como dice un escritor izquierdista,
el imperio se ha apuntado una victoria histórica decisiva,
¿por qué la necesidad de armar constantemente a la OTAN, entrar
en guerras ofensivas en los Balcanes, el Golfo, el Cuerno de Africa?
¿Por qué los Estados Unidos están aumentando la ayuda
militar 5 veces en Colombia y multiplicando el número de bases
militares y oficinas del FBI en más de 30 países? Ciertamente
ninguno de estos movimientos militares ofensivos están dirigidos
contra el ataque de algún estado. El argumento más plausible
se basa en el bastante frágil equilibrio socio político
que existe entre las fuerzas pro y anti-imperialistas, en todo el
mundo: un imperio todavía poderoso y un movimiento antiimperialista
emergente como una corriente especifica y crecientemente anticapitalista.
Subjetividad entre Condiciones Objetivas y Revoluciones Populares.
Existe una brecha importante entre las oportunidades objetivas y la
lógica racional de la revolución socialista y el nivel
de conciencia revolucionaria entre los explotados y las clases marginalizadas.
El desarrollo general y la profundización de la conciencia
revolucionaria puede aparecer después de una convulsión
revolucionaria o antes. En el análisis final la subjetividad
revolucionaria no es una mera reflexión sobre la codiciosa
explotación económica de los imperios en expansión.
Es el eslabón esencial que comprende las condiciones objetivas
y transmite esa comprensión en un programa político
y en acción revolucionaria. Las condiciones objetivas son una
condición necesaria pero no suficiente para la creación
de clases sociales revolucionarias. La expansión imperial desplaza
o subordina a los pequeños productores, convierte a los campesinos
en trabajadores sin tierra, aumenta el número de asalariados,
expulsa a los asalariados y los convierte en pobres urbanos autoempleados,
quiebra las pequeñas y medianas burguesías. La respuesta
ideológico política de estos grupos adversamente afectados
no está predeterminada por la fuente imperial de su desgracia.
El determinante de sus respuestas socio políticas se encuentra
en la disponibilidad, capacidad de organización y liderazgo
de los grupos ideológicos que compiten entre sí para
convocar a las masas descontentas. En las presentes circunstancias
existen varias formas organizadas y expresiones políticas de
este descontento.
La respuesta más conservadora a la expansión imperial
encuentra su expresión en los dependientes étnicos de
los poderes Euro-Americanos, que promueven las apropiaciones y la
explotación imperiales desde arriba y la expropiación
de otros grupos étnicos desde abajo (por ej. guerras étnicas
de liberación que legitiman el robo de la propiedad y los asesinatos
públicos).
Una segunda respuesta es un tipo de "nacionalismo clerical" en el
que las antiguas elites tradicionales desafían la dominación
imperial para restaurar el poder y las prerrogativas de algunas de
las elites religiosas y, en algunos casos, comerciales y terratenientes.
A falta de los grupos izquierdistas seculares, los religiosos antiimperialistas
presentan alternativas a la decadente moral occidental en lugar de
un reto sostenido del poder económico Euro-Americano. No es
raro que una división del poder económico, cultural
y político resulte en que la autoridad religiosa controla las
instituciones políticas y culturales mientras los partidarios
de la libertad de mercado controlan la economía. Una tercera
respuesta a la dominación imperial surge entre sectores de
la pequeña burguesía que se ven afectados desfavorablemente
por la libertad de comercio, que socava a los fabricantes locales,
pago de deudas que reducen el crédito y aumentan los intereses
y los inversores especulativos que generan volatilidad económica
y provocan quiebras. Este grupo de profesionales progresistas, dirigentes
de ONGs y otros están interesados en compartir el poder con
los poderes imperiales. Luchan por un lugar en la mesa del FMI, del
Banco Mundial y en las reuniones de la OMC. Piden alguna regulación
para el movimiento de capitales, mayor acceso a los mercados occidentales
y argumentan contra las condiciones de trabajo dictadas por occidente.
Su demanda más radical es la tasa Tobin (un impuesto sobre
las transacciones financieras a corto plazo).
Los movimientos más consecuentemente antiimperialistas se encuentran
en las florecientes alianzas populares entre los trabajadores rurales
sin tierra, los pequeños agricultores y productores campesinos
y los trabajadores urbanos. Forman el moderno movimiento antiimperialista
enlazando las reformas radicales con el socialismo. La multiplicidad
de respuestas a la conquista Euro-Americana demuestra tanto la extensión
de la oposición como su carácter fragmentado. La respuesta
refleja solo parcialmente las posiciones de clase - así como
la mayoría de las respuestas anteriores contienen una variedad
de bases de masas aun si sus líderes vienen de medios sociales
particulares. Está claro que la misma causa (la explotación
imperialista) genera una variedad de efectos y organizaciones políticas.
Evidentemente los políticos no provienen de procesos económicos,
se crean en un campo de luchas culturales, ideológicas y políticas.
Los grupos políticos con más posibilidades de triunfar,
son aquellos cuyas organizaciones resuenan efectivamente con la experiencia
diaria, proporcionan una fundamentación general (independientemente
de lo irracional y equivocada que pueda ser), parecen resolver los
problemas de cada día (no importa cuan depredadores puedan
ser) y crean una imagen positiva de víctima triunfante.
El problema hoy no es objetivo - las vastas desigualdades mundiales
y las transferencias de riqueza desde el mundo re-colonizado al imperio
Euro-Americano son transparentes. El mundo capitalista está
polarizado, los campesinos y trabajadores están explotados
como nunca antes, el número de empobrecidos crece y sobre todo,
dirigiendo el proceso está un imperialismo Euro-Americano omnipresente,
arrogante, e invasor, un imperio sin ninguna virtud salvadora.
El problema es subjetivo - la debilidad específica se encuentra
en la oposición o en los críticos del imperialismo,
algunos de los cuales hasta reconocen los imperativos sistémicos
políticos y económicos que definen el sistema imperialista,
influenciados por el marco teórico y conceptual de sus adversarios,
como se evidencia en su adopción del lenguaje del imperio (globalización,
reforma económica, ajuste estructural, etc. etc.). Las ONGs,
si bien enfocan correctamente sus criticas del OMC, el FMI, el Banco
Mundial y los problemas del capital especulativo, pobreza, etc. no
tienen una base organizada entre los trabajadores y los campesinos.
Operan principalmente fuera de estas clases - porque carecen de un
análisis clasista de los problemas y por lo tanto, de las soluciones.
Muchos de los intelectuales, incluídos pensadores críticos,
han adoptado una visión pesimista del mundo, inflando el poder
del imperio y la reputación de sus apologistas mientras condenan
a la izquierda (y a aquellos que tienen la audacia de involucrarse
en la lucha antiimperialista) por no haber desentrañado suficientemente
las profundidades de su derrota y no haberse adaptado a las nuevas
realidades, o sea, encontrar un nicho realista en el sistema donde
se puedan codear con la "nueva Derecha", socialdemócratas convertidos
en social-imperialistas. Este género de intelectuales carece
de una visión mundial, toman prestado el paradigma dominante,
proporcionan un poco de crítica abstracta, marcan su ascendencia
y proyectan su futura continuidad mientras exponen sus excesos y ofrecen
paliativos no solicitados en la usual forma servil-realista con el
poder que sea.
En el campo de las organizaciones de masas los sindicatos tradicionales,
salvo algunas notables excepciones, se han adaptado a las exigencias
de las políticas neoliberales y las demandas de los conglomerados
económicos. Los máximos funcionarios sindicales han
adoptado una posición hacia el estado similar a la relación
entre los monarcas y los nobles: juran lealtad al orden neoliberal
a cambio del control de su feudo (el sindicato). A pesar de todo,
importantes minorías del ejército de trabajadores, dentro
y fuera de las confederaciones sindicales oficiales, se han involucrado
en numerosas acciones militantes no autorizadas y a menudo se han
unido con otros movimientos sociales de izquierda anti corporaciones
en una masiva oposición al OMC, el Banco Mundial, el FMI y
sus organizaciones en el exterior. Igualmente una importante minoría
de intelectuales y estudiantes han elaborado programas anti corporaciones,
anti globalización para acompañar e inspirar sus políticas
de acción directa. Así como los partidos históricos
de la izquierda (Comunistas) y el centro izquierda se han dirigido
a abrazar al neoliberalismo (La Tercera Vía de Blair es el
ejemplo más claro), los nuevos grupos antiimperialistas,y anti
corporativos han creado sus propias redes internacionales, su propio
estilo de movimiento, organización política y formas
innovadoras de políticas de acción directa que incluyen
las ocupaciones de tierras en Paraguay y Brasil, huelgas generales
y levantamientos populares en Ecuador y Bolivia, ocupaciones de fábricas
en Corea del Sur, masivas demostraciones de desobediencia civil en
Londres, Seattle, Washington y Amsterdam y luchas guerrilleras a gran
escala en Colombia. Los intelectuales militan en los movimientos contra
la deuda externa, ONGs progresistas contra la globalización
y que atacan a los modelos económicos neoliberales. La marea
creciente de oposición extraparlamentaria a la dominación
imperial (mal llamada globalización) ha introducido un nuevo
factor en la ecuación política: un eslabón subjetivo
entre las condiciones objetivas de explotación y una transformación
social popular. Los nuevos movimientos que propugnan la nueva sociedad
en sus múltiples o concretos aspectos políticos, necesitan
confrontar algunos retos importantes en el diseño de una sociedad
socialista nueva. Para ahorrar espacio, las voy a catalogar en una
lista abreviada: 1) la división internacional del trabajo,
2) la dependencia de los mercados externos y las finanzas, 3) pesados
pagos de deuda, 4) migración extranjera (emigración
de trabajadores calificados inducido por el imperio), 5) dependencia
de las clases altas y medias de los bienes importados, 6) el aparato
de los partidos y sindicatos existentes están atados al status
quo, 7) los medios masivos de comunicación hostiles están
ligados a los conglomerados y transmiten propaganda pro imperialista,
8) posibles embargos económicos y amenazas militares, 9) tiranía
de la doctrina de la "inevitabilidad de la globalización",
10) fuga de capitales, 11) revueltas mercenarias, étnicas o
militares sustitutas.
Para construir una sociedad socialista nueva, corresponde a los militantes
el anticipar los posibles escenarios adversos para preparar las respuestas.
En primera instancia el socialismo debe verse como un cambio integral
basado en transformaciones en la esfera económica, cultural
y política; basado en la comprensión de la dominación
multidimensional del imperialismo. No se puede tender a la transformación
económica sobre un aparato estatal hostil ni introducir cambios
sociales cuando los medios masivos de comunicación exhortan
a una demanda excesiva del consumo, a la rebelión militar,
etc.
Aun reconociendo los profundos retos que el imperialismo Euro-Americano
representa para una transformación socialista, los socialistas
poseen varios activos políticos estratégicos. En primer
lugar, las tecnologías de información (TI) proporcionan
enormes posibilidades para recoger información de fuentes específicas
sobre mercados alternativos, conflictos de competencia entre poderes
imperiales, recursos inutilizados en el país así como
para informar y registrar las demandas populares. Las nuevas tecnologías
pueden procesar y producir nuevos paradigmas y políticas alternativas
basadas en restricciones y activos en el mundo de la toma de decisiones
económicas y políticas, que pueden proporcionar un público
más amplio con los costos y beneficios de las decisiones políticas
alternativas. Las TI no son un sustituto de la prática política
democrática sino una herramienta que permite al pueblo registrar
sus necesidades a través de la riqueza de datos, facilitando
decisiones óptimas. Una precondición esencial para la
democracia con TI es un estado nuevo, configurado de manera adecuada.
El estado juega un papel de pivote, proporcionando el terreno para
la participación popular, el debate y la formulación
de un programa de transición que vaya de una economía
de configuración neo-imperial a una economía socialista.
Las configuraciones de un nuevo estado presuponen varias condiciones
de factibilidad - esencialmente cambios estratégicos en la
sociedad y en la economía. Primero y sobre todo, el principio
de base social de apoyo político debe pasar de partidarios
pasivos a activos: la masa de población explotada, excluida
y desplazada debe ser movilizada, organizada y debe estar provista
de canales para la deliberación, la consulta y la toma de decisiones
efectiva. Sobre todo, debe diseñarse una estrategia económica
de manera que la base social del régimen sea la primera beneficiaria,
para demostrar que la revolución es por el pueblo y para el
pueblo y no un subterfugio ideológico para intelectuales con
una movilidad social ascendente. Siguiendo esta línea, el segundo
cambio estratégico implica la reordenación de la producción,
la inversión, los prestamos y las prioridades del mercado para
estimular el empleo, los ingresos y la producción de la base
de masas. Es esencial moverse hacia la nueva economía y consolidar
el apoyo político. Interelacionado con el cambio y la introducción
de nuevas prioridades de producción está la necesidad
de redistribuir ingresos y la tierra para romper el poder de los terratenientes
y los conglomerados y mejorar la posición de los trabajadores
y los pequeños productores. Finalmente, el estado es de crucial
importancia para reordenar las prioridades presupuestarias en términos
de impuestos y gastos: terminar con los subsidios a las exportaciones
y a las corporaciones imperiales y aumentar los gastos sociales para
la atención médica universal, vivienda publica, educación
y pensiones. Para evitar una crisis fiscal, los porcentajes de los
impuestos deberían ser más progresivos en ingresos,
ganancias e incrementos inmobiliarios.
Estos cambios socioeconómicos son estratégicamente importantes
en fortalecer la capacidad del estado socialista democrático
para enfrentar el inevitable intento subversivo de la oposición
imperial corporativa. Esa oposición se expresará en
primera instancia como una crisis de confianza inversora- tácticas
de miedo diseñadas para acobardar al régimen y conseguir
que reniegue de su política. Esto requiere que el estado realice
acciones decididas y movimientos tácticos compatibles con sus
objetivos estratégicos. Esencialmente existe una línea
de tres ramas de acción preventiva. Primero, políticas
económicas de choque, creadas a imitación de las del
FMI, solo que invirtiendo beneficiarios y perdedores: congelamiento
de las cuentas bancarias, ganancias y otros activos, control de precios
de los productos básicos, congelamiento de todos los empleos.
Esto debe ser seguido por políticas de ajuste estructural desde
abajo - las empresas en quiebra o con problemas económicos
deberían intervenirse, sus deudas reestructurarse, su administración
reorganizarse -introduciendo el control de los trabajadores y de los
empleados técnicos. Estas políticas deberían
ser parte esencial de un paquete más amplio de reformas económicas
que pondrían el énfasis en la ampliación y profundización
del mercado interno, cerrando selectivamente la economía a
los conglomerados monopolistas y fomentando el espíritu empresarial
dentro de empresas socializadas cooperativas o las pequeñas
y medianas empresas privadas. Las reformas económicas deberían
combinar un plan nacional formulado democráticamente con la
existencia de empresas públicas autónomas y descentralizadas,
cooperativas y firmas privadas coordinadas por una asamblea legislativa
nacional y ejecutiva.
Gestión de Crisis
Estas políticas seguramente provoquen la oposición de
los centros pro imperiales, llevando a una crisis en la economía
de transición. Esto, a su vez, requiere una estrategia de gestión
de crisis. Pueden seguirse varias líneas de acción simultáneamente.
Primero, la política debe orientarse a garantizar las necesidades
básicas de la base social de masas. En segundo lugar, se deben
aplicar políticas de austeridad sobre los ricos (extranjeros
y nacionales): una política de tomar rehenes de MNC para poder
negociar. La elección debe ser: cooperación o expropiación.
Debe mencionarse que la desinversión es una espada de doble
filo; afectar a la economía popular es un negocio de una sola
opción: una vez que los inversores se marchan no hay vuelta
atrás. En tercer lugar, el régimen debe sustituir nuevos
factores de producción para reemplazar la fuga de capitales.
Esto requiere la movilización de recursos no utilizados (los
desempleados y los subempleados, tierras en barbecho, transporte de
animales en distancias cortas, tecnologías autóctonas,
etc.) para producir bienes que extiendan y profundicen la economía
interna y sostener las importaciones. Mediante las bases de datos
TI, los políticos pueden reutilizar los recursos inutilizados
para cubrir las necesidades básicas en la micro y macro economía.
Hacia una Política de Consolidación de la Transición.
El surgimiento de una economía libre socialista y cooperativa
no puede basarse en su totalidad en un modelo o visión preconcebido.
Por el contrario, el resultado será una mezcla de intentos
conscientes y contingencias basadas en el comportamiento, actitud
y desempeño político y económico de actores sociales
y clases claves. Por ejemplo, la transición puede comenzar
con un modelo de coparticipación entre capital y trabajo, pero
bajo circunstancias de desinversión evolucionan desde el control
de los trabajadores a la expropiación y reestructuración
que lleva a una forma de auto gestión.
A su vez, la auto gestión basada en un sistema descentralizado
se modificará hasta el grado en que las prioridades sociales
nacionales se acepten o se rechacen y el auto enriquecimiento de forma
a las decisiones de los nuevos gerentes, llevando hacia nuevas desigualdades.
Una intervención estatal selectiva en forma de impuestos y
políticas redistributivas puede legislarse para evitar grandes
desigualdades regionales y sectoriales. Mientras el nuevo régimen
socialista proporcione una amplia libertad de formas de propiedad
en diferentes sectores, ciertos sectores estratégicos como
la banca, comercio exterior, telecomunicaciones, recursos nacionales,
transportes, infraestructuras, salud serán de propiedad pública
bajo control popular. El sector público combinará el
espíritu empresario y la contabilidad popular. El viejo y angosto
espíritu empresario relacionado con el beneficio se reestructurará
para hacer que la innovación, la gestión y la investigación
sean más propensas a la creación de habilidades nacionales.
Se introducirán nuevos estilos de gestión flexibles,
adaptándose a las necesidades de los trabajadores, la familia,
los consumidores y el medio ambiente. Las TI deberían proporcionar
programas flujo de matrices para facilitar el nuevo estilo de gestión.
Una de las áreas clave para el nuevo liderazgo es el problema
de la corrupción política y las ganancias ilícitas.
El sobreprecio realizado por las empresas privadas exigirá
un control de precios de los productos básicos, tales como
productos farmacéuticos, agua, granos básicos, transporte,
etc. Esto se puede combinar con el precio libre de los bienes de lujo
- sujetos a fuertes impuestos a la importación e impuestos
a la propiedad personal. El nuevo régimen debería investigar
y confiscar los bienes de fortuna transferidos ilegalmente a cuentas
en el exterior. Debería amarrar los activos nacionales y reclamar
a los holdings extranjeros de la droga, la prostitución y el
contrabando capitalista y a sus cómplices financieros.
Políticas del Régimen Pos-Imperial
El control sobre el estado requiere el despido o arresto de altos
funcionarios corruptos o que estén involucrados en comportamientos
altamente perjudiciales para las clases populares (involucrados en
represión que causa la pérdida de vidas). Esto implica
la creación de nuevas instituciones en el ámbito de
lo militar, lo judicial y de banca central. Se deben crear nuevas
estructuras estatales que sean compatibles con el nuevo régimen
socialista y demócratico y la nueva economía. Debe desarrollarse
una nueva policía de seguridad nacional para garantizar la
seguridad de los ciudadanos y las naciones y protegerlos de la intervención
imperial y la subversión. Esto requiere organización
popular así como nuevos códigos legales que impidan
la financiación y la promoción imperial de candidatos
clientelares.
Las asambleas regionales y locales (como las del estado de Río
Grande do Sul en el sur de Brasil) deberían debatir y resolver
las asignaciones presupuestarias para proyectos sociales, económicos
y culturales.
Deberían realizarse asambleas anuales en los lugares de trabajo
para debatir y decidir proyectos de nuevas inversiones así
como prioridades de las empresas y de la comunidad local en consulta
con los grupos minoritarios. Deberian ser elegidos comités
del lugar para dirigir la producción conjuntamente con comités
de ingeniería, marketing y gestión en una base de representación
del 50/50.
Las políticas económicas a corto plazo deberían
dirigirse hacia la conservación de las relaciones comerciales
externas, orientándose tan pronto como sea posible hacia la
diversificación de los mercados, y la recomposición
de las exportaciones y acreedores mientras se profundiza el mercado
interno. Debería efectuarse una moratoria sobre el pago de
la deuda. Los préstamos de los políticos corruptos y
los préstamos privados para empresas con fines no productivos
deberían repudiarse. Los pagos deberían renegociarse
y posponerse hasta que la economía se estabilizase. Cualquier
medida punitiva o políticamente hostil por parte de los prestamistas
debería llevar al rechazo de la deuda. Las posibilidades de
evasión de impuestos deberían desaparecer y se debería
castigar a las corporaciones que encarezcan los productos via transferencia
de precios. Los sectores estratégicos de la economía
deberían socializarse y pagarse con bonos a largo plazo con
pagos diferidos para recapitalizar y modernizar las empresas. La gestión
económica del estado debería modernizarse para aumentar
su pericia y su capacidad para la administración económica
y elevar su eficiencia en detectar evasión de impuestos, regulando
la salud y las condiciones laborales. Debería profundizarse
la producción para la sustitución de importaciones y
acompañarse por el desarrollo continuado de la educación
en solidaridad política e innovación tecnológica.
Los mercados internos en particular tienen prioridad esencial en la
construcción de la nación. Las políticas del
imperialismo y el libre mercado han llevado a la quiebra a la economía
campesina y a las industrias provinciales, causando la despoblación
masiva del interior. Para el imperialismo, la "nación" son
los enclaves urbanos y mineros y los centros administrativos que refuerzan
la perspectiva del mercado libre y promociona las absorciones extranjeras.
La nación como ente político geográfico es una
formalidad vacía. La tarea de un régimen socialista
es recrear la nación, reconstruyendo los mercados y las unidades
productivas del interior de los países por medio de créditos,
redes de transporte que conecten los sectores productivos complementarios
de las provincias y la infraestructura social. La seguridad nacional
implica la consolidación de la construcción de la nación
y de la base social popular del régimen. Elevar el nivel nutricional
de la población requiere un compromiso importante en inversiones
para la autosuficiencia alimentaria. Esto exige la promoción
de productores locales mediante cooperativas de productores y empresas
familiares. La producción local de bienes de consumo populares
tiene un efecto de multiplicación que lleva a extender la reproducción
y a un mercado interno vibrante.
La eficiencia de la producción socializada, la distribución,
el transporte, las telecomunicaciones y las TI debería medirse
por el grado en que estimula el crecimiento del ingreso, la producción
y el estándar de vida para la economía social; la disminución
de los ingresos del estado puede llevar a déficits empresariales,
pero a excedentes sociales - en términos de estándares
de vida generales y la expansión de la red productiva en las
economías provinciales. El cálculo de los beneficios
sociales es la forma más adecuada de medir la eficiencia de
la economía socialista.
Política Cultural Post-Imperial.
Mientras exista una esfera distinta de política cultural, su
significado puede entenderse y representarse mejor dentro de una matriz
económica, política y social mayor. Dada la importancia
estratégica de consolidar la base social popular, durante el
período transicional el régimen socialista debería
priorizar la educación básica en alfabetismo incluyendo
formación informática, formación técnica,
análisis crítico de clase y reconocimiento de las contribuciones
del arte clásico occidental y no occidental. La esfera cultural
debería involucrarse en la promoción de expresiones
culturales nacionales innovadoras, la participación popular
en creaciones artísticas así como nuevas síntesis
de formas de arte cosmopolitas y locales. La política debería
dirigirse a maximizar la participación popular a expensas de
los promocionados y sobrevaluados espectáculos comerciales
de las millonarias supuestas superestrellas Euro-Americanas.
La política cultural debería dirigirse hacia el redescubrimiento
desde abajo de la historia y las relaciones de clase contemporáneas.
Realismo crítico y expresiones románticas que se construyen
desde el recuento imaginativo de las realidades sociales y los deseos
personales.
Básicamente el estado debería participar de un debate
público sin coerción con adversarios artísticos
y apologistas de los intereses del imperio. A través de trabajos
de arte imaginativos y argumentos razonados, los regímenes
culturales pos imperiales deberían promocionar valores de solidaridad,
las críticas de los beneficios antisociales y la exploración
individual de la dimensión socio psicológica de los
problemas personales. La honesta presentación de los problemas
universales de la mortalidad, el amor, la muerte, el envejecimiento,
los fracasos y éxitos. El estado debería subsidiar las
artes - en sus expresiones alta, baja y media que entretiene y educa.
Si bien los intelectuales, las figuras deportivas y los artistas muy
formados pero oportunistas deberían poder emigrar libremente
a mercados más rentables, deberían retribuir a la clase
trabajadora y a los campesinos por los gastos de su educación
y formación, ya sea mediante tiempo de trabajo o pagos directos.
Los precios de entrada a los espectáculos deportivos y los
eventos artísticos deberían establecerse de forma que
sean accesibles a todos los trabajadores. Los salarios de los actores
profesionales deberían concordar con los de los profesionales
o los trabajadores altamente cualificados. No deberían ser
parte de una elite privatizada. Las instalaciones culturales deberían
ser públicas y estar ampliamente disponibles: casas de campo
y mansiones de la playa deberían socializarse y estar disponibles
para las vacaciones de las familias trabajadoras.
Finalmente, la revolución cultural promoverá la auto
realización a través de trabajos culturales de estilo
experimental y clásico. Como conclusión, el socialismo
puede comenzar a resolver el problema básico de la existencia
material, acabando con el saqueo. Podría también proporcionar
las bases para confrontar las tragedias y los triunfos de las relaciones
personales y las necesidades emocionales. El socialismo no resolverá
estos problemas muy básicos, que persistirán. Pero el
camino estará abierto al debate sobre la naturaleza de las
pasiones humanas y los dilemas insolubles de la vida diaria. Las cuestiones
de ciencia, tecnología, sus usos y abusos, los sentimientos
religiosos estarán todos abiertos al debate, dentro de los
parámetros de nuestra democracia participatoria igualitaria,
fuera de su uso instrumental para aumentar el poder imperial.
Traducción para Rebelión: Alicia de los
santos