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La pasión militante

Por Luis Mattini  
La Fogata


Tiempo cronológico del devenir y tiempo calendario del aquí-ahora.

Existe una pregunta para nada ociosa en estos tiempos de descrédito de los ideales: ¿Por qué se milita?¿Qué es lo que hace que determinado número de personas, siempre minoritario con respecto a la sociedad aún en los momentos de mayor auge, hagan de la acción política y social desinteresada , el centro de su vida? ¿Qué es lo que hace que desde cuarentones hasta octogenarios, golpeados y cruzados por decenas de reveses, persistan, persistamos, pese a las pullas de los "responsables" apologistas del "sentido común", en entender la política como subversión, y no como administración de lo existente?

¿Qué impulsa a nuevas camadas de jóvenes, hoy en día pequeñas por cierto, pero notables, a volcar todas sus energías a ideales de intervención social? ¿Amor a la justicia? ¿Odio a la injusticia y a la opresión? ¿Amor a la libertad, a la humanidad, a la igualdad? ¿Sentido de culpa por hipotéticos privilegios sociales? ¿Sentido del deber?. Sí, desde luego todo eso y mucho más. Pero ¿quiere decir esto que quienes no militan son unos desamorados, egoístas, injustos, opresores?. Esto no es así, pues la falta de amor a la justicia no es amor a la injusticia y así de seguido. La pregunta se nos reduce a ¿qué es aquello que hace que unas personas militen y otras no, tratándose de una muestra extraída de un grupo de, digámoslo así, "buenas personas"? .

Por supuesto podemos desempolvar un sinnúmero de manuales que nos darán respuestas absolutas, ligadas a la conciencia, la educación, el sujeto y la teoría del reflejo, las cuales a lo largo de este siglo se han mostrado al menos enormemente insuficientes. No tengo espacio para citarlas pero el lector interesado las puede encontrar también en las páginas de la literatura cotidiana de las diversos grupos de izquierda.

Tengo para mí que se milita "a pesar de todo" por un lado porque el impulso hacia la acción social y política, más que la voluntad proveniente de la conciencia que dimanaría de una especie de "deber ser" por un "llamado de la historia", es una pasión, una subjetividad permanente ligada al ser. Y por otro lado porque la militancia transcurre en dos tiempos entrelazados de los cuales no somos conscientes: El tiempo cronológico, o sea el tiempo mesiánico del historicismo y el tiempo- ahora de la libertad. El tiempo cronológico mesiánico es el tiempo - futuro de "espera" de la crisis revolucionaria y la libertad en la futura sociedad sin clases. El tiempo ahora es la libertad ahora, la libertad en la lucha. En el primer caso es el "deber ser" que explica y justifica el presente por el futuro. El presente no importa, lo que importa es el futuro, que además nunca llega. Por eso se lo llama metafóricamente "mesiánico". El Mesías es la revolución anunciada. En el segundo caso es la pasión, como en el Che, un modo de vivir el futuro en el presente. Se adopta una forma de vida y una conducta acorde con el tipo de sociedad y de hombre que propiciamos.

Cuando se vive en el tiempo mesiánico cronológico, de progresividad continua, la militancia parece carecer de inseguridades, opacidades porque la historia está ya escrita y el triunfo final garantizado, independientemente de que uno quede en el camino. La militancia es casi una obligación , un "mandato", un "deber ser". Es el tiempo de los héroes griegos, de gestas y gestos, de músculos y testículos, de marchas hacia adelante porque, al no vivir el presente sino el futuro, no existen las dudas. Es el concepto de tiempo, tiempo - futuro, inaugurado por la Modernidad, real y legítimo por cierto, pero no es ni ideal, ni único ni eterno.
Pero en el tiempo calendario, la militancia, como subjetividad permanente ligada al ser, es una pasión; y como tal, no puede ser prístina, diáfana, segura, determinada, garantizada, sino que está teñida de aporias, de inseguridades, de opacidades, de dudas y de falta de certezas, de miedos, de carencia de exactitud, de angustias , de todas esas "debilidades" humanas. Sólo existe la seguridad dada por la convicción de "hacer la historia", en situación concreta, en actos presentes, condicionados pero no determinados por el pasado, los cuales en su propia concreción contienen el futuro como apuesta. La grandeza de los hombres y mujeres no se mide por la carencia de inseguridades sino por la actitud ante las mismas, del mismo modo que la valentía no consiste en la ausencia del miedo sino de la fuerza para actuar a pesar del miedo.

Cuando la militancia no es una pasión inherente al ser , cuando es sólo un "deber ser", un camino determinado a recorrer hacia un futuro escrito por las supuestas "leyes de la historia", a la larga o a la corta se transforma en un oficio, en una ocupación, en una profesión y, como el trabajo en una compulsión, que soslaya u oculta todas esas inseguridades en la falsa seguridad que da el concepto cronológico de tiempo, plasmado el sentido determinado de la historia. ¡Valiente valentía la de aquel que desconoce el miedo!. Valiente es el que actúa a pesar del miedo.

Vivir sólo el tiempo mesiánico de espera, implica también adoptar categorías como triunfos y derrotas más o menos absolutas, las cuales relacionan un pasado glorioso -nostálgico- con un futuro de esperanza transformando el presente en una realidad virtual. El presente pasa a no existir. Sólo vale el pasado y el futuro en términos de "espiral ascendente". El presente es espera. En cambio el tiempo calendario del aquí - ahora, el tiempo de la pasión, no reconoce relación de progresividad entre el pasado, presente y futuro sino, con palabras de Benjamín: "La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino aquel pletórico de tiempo - ahora"

La espera inherente al tiempo mesiánico adopta diversas formas y discursos: Puede tratarse de esperar el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es bien actual y produce situaciones tan dispares como hacer coincidir objetivamente a menemistas "hegelianos" con ex montoneros y marxistas. Puede tratarse de la espera de la liberación nacional. En todo caso lo significativo es que la espera tiene poco que ver con los métodos de lucha. Para los menemistas "hegelianos" será la evolución económica y social que traerá la riqueza y con ésta la felicidad. Para los marxistas revolucionarios dicha evolución económica desarrollará, o en este caso, recompondrá las fuerzas productivas y recreará el sujeto histórico el cual, vanguardias mediante, desarrollará las condiciones para la insurrección victoriosa. Para los reformistas será la evolución de la educación...y así de seguido.

Pero también se expresa en el encierro en nuestro pasado militante, como algo que fuimos pero ya no somos y quizás en algún momento volveremos a ser. ( En realidad porque no sabemos por qué fuimos y hoy no somos). Y así se ve el lamentable espectáculo de militantes setentistas, canosos o de avanzadas calvas, expresar con candor: "Porque nuestras juventudes tenían ideales, valores de solidaridad, espíritu de sacrificio"..."cien mil cuadros de superficie", etc. y uno se pregunta qué puede pensar el joven que escucha. ¿Es que perdieron los ideales? ¿Es que hubo una generación "milagrosa"? Y en tal caso ¿Dónde están? ¿Sólo los muertos fueron revolucionarios?

Porque lo que ocurre frecuentemente tras la ola revolucionaria y la profunda depresión que le acompaña, es que esas seguridades, exactitudes propias del progresismo de tiempos homogéneos y vacíos, al entrar en "tiempo de espera", con pretexto de continuidad se transforman en "espera de mejores tiempos" propiciando la participación en "lo posible", en "lo-que-se-puede-hacer-mientras-tanto" con lo cual, en el mejor de los casos, la pasión fue desplazada por la profesión, antecámara de la burocratización.

En efecto : La historia de los movimientos emancipadores modernos, incluidos en ellos el socialismo revolucionario, registra una abrumadora tendencia hacia las burocratizaciones, retrocesos, estancamientos y hasta traiciones, sobre las cuales actuó el poder capitalista activa e inteligentemente. Desde el combativo delegado sindical que se va enfriando a medida que "asciende" en la escala organizativa, desde el rebelde villero convertido en pequeño burgués, pasando por los artistas antes subversivos y ahora "mareados" por sus éxitos comerciales, sin olvidar intelectuales ex incendiarios transformados en neo - demócratas, hasta los movimientos que tomaron gobiernos e intentaron construir una forma nueva de poder.

Desafortunadamente, a la lógica amargura por la constatación de estas resultantes, se suma el hecho de que la misma suele empañar, a veces hasta el olvido, la pasión vivida, la creatividad de esas luchas, el despliegue de generosidad, de desinterés, la fruición de acciones colectivas, los sacrificios con alegría, en fin: la realización de la libertad en la decisión de lucha; el comunismo como movimiento presente e intemporal y no como meta final allá en un futuro lejano; luchas en las cuales fueron protagonistas no sólo aquellos que se mantuvieron y mantienen fieles a sus convicciones sino los descreídos y hasta los aparentes "traidores".
Al menos podemos convenir que la figura del traidor no alcanza para explicar esta sistematización. Desde Judas de Iscarioti, para adelante y para atrás, ha habido siempre traidores. Pero ellos difícilmente han sido la causa de la derrota de los movimientos. Porque nuestro problema no son los Judas, sino más bien los Pedros, Pablos y demás, precursores de los Papas, obispos, sacristanes, monaguillos y feligreses de los nuevos poderes o de los viejos reciclados.

El tema de la "espera" o de las "etapas" no es nuevo. Precisamente la llamada "nueva izquierda" surgió como alternativa a la izquierda tradicional que había trocado aquella vieja pasión militante por la profesionalización y el funcionariato. En realidad los militantes de esa nueva izquierda vivíamos el tiempo calendario de tiempo-ahora, creyendo vivir el tiempo cronológico del historicismo. La militancia tenía más de pasión que de profesión y sin embargo, orgánicamente llamábamos "militante profesional", categoría acuñada por Lenin en la construcción de aquel formidable partido bolchevique. Para tratar de explicarlo esquemáticamente en dos palabras, digamos que habíamos concebido "estrategias" de espera: esperar, por ejemplo, la liberación femenina, de las minorías o de otros sectores oprimidos de la sociedad, y cuando tomábamos y participábamos en la lucha de éstos, lo hacíamos conscientemente con cierto carácter utilitario, como medio hacia la futura emancipación del proletariado, el cual a su vez emanciparía a toda la humanidad. En esas actividades políticas pensadas y explicadas por el futuro vivíamos, sin embargo, "inconscientemente" en el presente el futuro: la libertad, el socialismo, materializado en solidaridad, en nuevas formas de relaciones sociales, en la creación de imágenes identificatorias alternativas y subversivas al sistema, en pasión militante.

Sólo por medio de estas vivencias de tiempo calendario, puede explicarse el extraño hecho de que una época de tanta violencia política, represión y "sacrificio" y que culminó con la aparente derrota del proyecto "estratégico", sea recordada por los protagonistas como años de felicidad. (ver: "Mujeres guerrilleras" de Marta Diana, "José" de Matilde Herrera y otros testimonios). Compañeros y sobre todo compañeras con años de prisión, con las consabidas torturas, en muchos casos supuestamente con escasa "formación política" a punto tal que a veces no pueden explicar las tácticas y estrategias de sus organizaciones, más de una vez vapuleados por sus propios dirigentes, hoy en día se niegan a ser consideradas "víctimas" y sostienen sin vacilar :"Fueron los años más felices de mi vida". Madres y padres que afirman con convicción "Nuestros hijos nos enseñaron a vivir". Y en efecto, habíamos aprendido que el tiempo-ahora es el único que vale la pena vivir. Magnífico ejemplo de tiempo calendario es el de estas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo quienes luchando contra el olvido del pasado viven en el presente el futuro. Por eso es que el proyecto estratégico, el "fin" puede ser la utopía. Porque sólo actúa como guía para la adopción de una forma de vida en el presente. Con la militancia no vamos a ser libres. Somos libres a partir de la decisión de lucha. Cuánta razón tenía aquel libertario español cuando, tras las rejas franquistas, gritaba al carcelero: "Traed un vaso de agua para un hombre libre".

La militancia setentista fue el ejemplo típico de la pasión aunque la más de las veces no haya sido registrada así por sus protagonistas embuídos racionalmente, como estábamos y como correspondía, por cierto, en el tiempo mesiánico.

Trataremos ahora de explicar qué entendemos por pasión. El rasgo diferencial de la pasión es que existe o no existe sin necesidad de argumentos o justificaciones. Es una exigencia que no reclama explicaciones. Por el contrario donde aparece la necesidad de explicar ya no hay pasión. "Yo no hago nada porque tengo mucho trabajo", "Los dirigentes me han defraudado", "Eran otros tiempos, ahora hay que tratar de ser normales", "No hay proyecto" etc. Argumentos que pueden ser sinceros y válidos, pues después de todo es una elección pero que indican la pérdida de la pasión. La pasión atraviesa la subjetividad del hombre de tal modo que cuando se entra en ella ya no se vuelve a ser el mismo. La pasión es completud e incompletud. Seguridad e inseguridad. Goce y sufrimiento. La pasión, como la libertad, como el amor, existe sin el "por qué". La razón necesita del "por qué" y el "para qué" y los "cómo", pero la pasión contiene y excede la razón como una exigencia del ser.

Por eso es inútil hacer una crítica del tipo llamémosle "ética" a aquellos setentistas que han " pasado a retiro", es decir que no militan más (otra discusión es determinar en qué consiste militar hoy en día. Existen muchas alternativas de acción político-social sin que pasen necesariamente por un grupo específicamente político.). Es inútil decirle aburguesado, quebrado, reformista, o qué se yo cuantos epítetos típicos del patoterismo de izquierda o populista. Porque este hombre, con su razón puesta en el tiempo mesiánico de espera, ha perdido la pasión. Y la tenencia o no-tenencia de pasión no es un simple acto de voluntad. Por el contrario el acto de voluntad está impulsado por la pasión. Criticar así es lo mismo que la esposa o el amante que le critica al marido o amante "ya no me querés más" como si amar fuese un acto de voluntad.

Criticarlo como "quebrado", "pequeño burgués" o "aristócrata obrero" es decirle dejaste e ser revolucionario. Un tipo de relación entre el hombre y la sociedad a la cual nadie está obligado y, por lo demás, existen otros tipos de relaciones con la sociedad, también válidas como ser social. En cambio poner en evidencia, no criticar, sino enseñar, la pérdida de pasión militante es referirse a la pérdida del ser.

La pasión -insisto- no se inventa, existe. No sabemos de dónde viene, si de Dios o, para nosotros los ateos, al decir del Che, de "San Carlos". En cambio sabemos, o creemos saber, de donde viene la conciencia. Pero también hoy sabemos que la conciencia es inútil sin la voluntad. La conciencia colectiva no se ha perdido, está presente pero paralizada; separada de la voluntad; aplastada por la imagen de omnipotencia de un capitalismo sin los frenos del pasado reciente;(entre los más importantes frenos estaba la propia lucha) hundida ante el derrumbe del Mesías que le falló y en el cual sin embargo sigue creyendo; impotente por la falta de respuestas para el presente y llena de incertidumbres futuras; Agobiada por la impunidad y la soberbia del poder, culposa ante los "arrebatos" de la pasión de los setenta; cómplice de la imposición de esta lógica económica que parece ser más eficaz que los cañones y los campos de concentración y resignada a la espera del Mesías; porque la conciencia, tal cual se ha constituido con la Modernidad, sólo puede vivir, como el historicismo, en el tiempo cronológico esperando con confianza la llegada de la "situación revolucionaria".

Pero como dice el citado Benjamín, :"En realidad no hay un instante que no traiga consigo su chance revolucionaria, sólo que tiene que ser definida como una chance específica". Y este es el lugar de la pasión moviéndose en el tiempo calendario, detectando y actuando frente a la situación política (política como subversión, no-gestión electoral) momentos en que se realiza la libertad. Es inútil tratar de sacudir la conciencia desde la propia conciencia. Volquemos todas las energías en alimentar la pasión, en vivir el tiempo-ahora, vivir la rebeldía, porque sólo la pasión podrá sacar a la conciencia de su letargo y conformismo para hacerla reencontrar con la voluntad. Y así como una noche de verdadero amor vale Las mil y una noches, un día de lucha vale toda una vida.