Documentos de Noam Chomsky
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Noam Chomsky: "Los movimientos
populares siguen creciendo"
5
de febrero del 2001
Fue
complicado romper el hielo con el famoso lingüista, toca-conciencias
de la sociedad norteamericana desde que en los turbulentos 60 abandonó
una plácida existencia de investigación académica
y de familia para darse al activismo político. Empezó
con la guerra de Vietnam, por la que sentía el mismo disgusto
que el nonagenario Russell. «Podría vivir cinco veces de nuevo,
y no tendría tiempo suficiente para atender las numerosísimas
peticiones que recibo para dar conferencias por todo Estados Unidos.
Donde no se me conoce es en la prensa elitista. Pero eso tiene sentido.
¿Sabe usted de algún país, a lo largo de la Historia,
en el que a la gente crítica con el sistema de poder se le
concedan privilegios?», afirmó, cuando una sugirió que
en España los más jóvenes podrían no conocerlo
demasiado bien.
«Es una ley universal.
Los sistemas de poder intentan protegerse. Lo hacen de forma natural.
Le pondré un ejemplo. Recientemente estuve dando una conferencia
en la Escuela de Periodismo de Columbia, de donde sale la gente que
luego ocupa los puestos editoriales en periódicos como el New
York Times. Una vez que llegan a esos sitios, no mencionan mi nombre»,
añadió en un inglés norteamericano rapidísimo.
En este edén que
es el MIT (Massachusetts Institute of Technology), una de los mejores
universidades de Estados Unidos, la situación empeoró
al confesar una su paso por la escuela maldita. El golpe de suerte
lo trajo Joseph Stieglitz, principal y dimisionario economista del
Banco Mundial. Ambos, ¡por fin!, coincidimos en los motivos de su
retirada: «Tarde o temprano ganará el Premio Nobel de Economía.
El ha escrito sobre los devastadores efectos de la imposición
del modelo de mercado en diferentes partes del mundo, como por ejemplo
Europa del Este, que fue transformado en un sistema parecido al colonial».
Pero de ahí pasó
a explicar, sin solución de continuidad, el origen perverso
de la Red: «Los países occidentales mantienen Estados poderosos
con un alto nivel de proteccionismo. Casi cualquier componente dinámico
de sus economías, incluida la famosa Nueva Economía,
viene del sector estatal. Piense en Internet, ¿de dónde viene?
De sitios como éste [el MIT fue fundado por el Pentágono].
De ahí viene mi salario. El Gobierno nos paga para producir
ciencia y tecnología que, si funciona, acabará en los
bolsillos de alguna gran corporación. Internet formó
parte del sector público al menos 30 años. Hace sólo
unos años que se le entregó a las corporaciones privadas,
y ésa es la base de la famosa economía de mercado. Mire
donde mire, hay un enorme sector estatal que obliga al público
a asumir los riesgos y a pagar el coste y que, si funciona, se lo
entrega al poder privado. Esa es una razón fundamental para
entender por qué el Primer y el Tercer Mundo se han distanciado
tanto».
La riada continuó:
«La caída del Muro de Berlín provocó la desaparición
de los países no alineados. Cuando el mundo lo regían
dos gángsters, había sitio para los no-alineados, pero
cuando sólo un gángster manda en el mundo, se acabó.
Por eso, desde 1989 nadie presta atención alguna al Sur. Fíjese
en la ayuda exterior, ha desaparecido prácticamente, por lo
menos en Estados Unidos. ¿A quién le importa el Sur? En el
mes de abril se celebraron dos grandes encuentros de los no alineados,
el G77. ¿A quién le importa? Al fin y al cabo sólo representan
al 80% de la población mundial. Nadie informó de sus
declaraciones porque a nadie le importa. Se informa sólo de
los ricos y de los privilegiados porque son como nosotros».
Era ésta la respuesta
que esperaba obtener al preguntar por la cumbre del G8 en Okinawa.
Pronto quedó claro que para tener la opción de preguntar,
había que interrumpir sin misericordia a un hombre acostumbrado,
como él dijo al principio, a dictar conferencias. Con dos ejes:
la globalización y la nefasta influencia del mundo acaudalado
y occidental sobre el resto del planeta.
- Francis Fukuyama cree
que el movimiento antiglobalizador, representado por usted aquí,
por Ignacio Ramonet en Europa, y por los manifestantes de Seattle
y Washington, es una vuelta al socialismo puro.
- No estoy de acuerdo.
No es un regreso de nada. Son movimientos populares que nunca han
parado, y que siguen creciendo y ocupándose de más y
más cosas. Los manifestantes que usted menciona están
muy bien, son gente estupenda, pero no están haciendo nada.
El trabajo se está llevando a cabo gracias al esfuerzo educativo
de activistas locales en todas partes del mundo. Porque se habla de
la maravillosa Nueva Economía, pero lo cierto es que las tasas
de crecimiento están bajando desde mediados de los 70.
- Desde 1992 se han creado
20 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos.
- Eso le encanta oírlo
a la gente rica de Europa, porque la gente rica de Estados Unidos
se está beneficiando y quieren que eso pase en Europa también.
Pero fíjese en el crecimiento global de Estados Unidos y de
Europa y cómo se está distribuyendo: está recayendo
sobre un sector muy pequeño de la población. La mayoría
tiene más o menos los mismos ingresos que hace 20 años.
Los salarios se han estancado o declinado para la mayoría.
Eso no tiene precedente en los últimos 20 años. Y en
los últimos tres años, el crecimientose ha situado en
los niveles de los años 50 y 60. Una familia media en los EEUU
trabaja ahora más que hace 20 años para ganar lo mismo.
Aquí se trabajan más horas que en ningún otro
lugar del mundo. Más que en Japón, y desde luego más
que en España.
El presidente del Gobierno
español, José María Aznar, y su homólogo
británico, Tony Blair, son grandes defensores de ese modelo
de economía norteamericana. -Claro, los ricos y los privilegiados-.
También en el Tercer Mundo quieren ser como en Nueva York,
Londres y París. El sistema europeo ha sido más humano
que el norteamericano, y eso tiene que acabarse, les dicen. Pues yo
digo que eso es propaganda fraudulenta:
no es verdad que tengamos que seguir el camino norteamericano o perecer.
Pero eso no lo dice la gente que escribe artículos en los grandes
periódicos.
Tanto Estados Unidos como
Europa están viviendo una etapa de crecimiento económico.
La sensación es la contraria. Porque, le digo, los que contamos
las cosas, como usted y como yo, estamos en un nivel de salario estupendo.
Donde yo vivo estamos muy bien, y nos va mejor que antes. Es la misma
gente que usted se encuentra en los restaurantes, en las fiestas,
la que escribe los artículos. Si el trabajador medio en Estados
Unidos está empleando muchas más horas que hace 20 años
para poner la comida encima de la mesa, eso no tiene interés.
¿A quién le importa?
A Boston, lo que él
llama «la Atenas de América», llegó Abraham Noam Chomsky
a los 27 años, hijo de judíos emigrados de Rusia. Había
nacido y crecido en Filadelfia, donde a los 18 meses ya asistía
a una escuela especial. A los 29 años publicó Estructuras
sintácticas, libro en el que expuso su teoría de la
gramática generativa transformacional, según la cual
el lenguaje es una facultad humana innata y la finalidad de la lingüística
es establecer la gramática universal. Por la lingüística
le llegó la fama.
Pero en su atiborrado despacho,
el E-39-219, prima la política. Aquí está, entre
las fotos de su mujer, sus tres hijos y cuatro nietos, el mundo que
le interesa, ése que incluye a los desheredados de Timor Oriental,
de la selva Lacandona o de Sierra Leona. «El efecto de Europa en Africa
ha sido devastador», señala. «Y a finales de la II Guerra Mundial,
cuando EEUU estaba más o menos a cargo del mundo, entre los
planes del Departamento de Estado en 1948, estaba el hacerse con todos
aquellos lugares en los que los rivales pintaran algo, ya fuera Latinoamérica,
Oriente Medio o el sureste asiático. Cuando le llegó
el turno a Africa, George Kennan, que era el jefe del departamento
de planificación, dijo que EEUU no tenía ningún
interés particular, así que "se la daremos a los europeos
para que la exploten". Esas fueron sus palabras».
Más de tres décadas
después, encuentra en Colombia el motivo para movilizarse como
lo hizo en Vietnam. «El año pasado, Colombia sustituyó
a Turquía al convertirse en el principal país receptor
de armas norteamericanas. Hasta entonces, Turquía estaba llevando
a cabo una asesina represión de sus propios ciudadanos, los
kurdos, mató a miles de ellos, destruyó 35.000 aldeas,
creó más de un millón de refugiados. Todo esto
dentro de la OTAN y con armas norteamericanas. En Turquía ya
se ha conseguido controlar a la insurgencia kurda. Por supuesto, cometiendo
más atrocidades que Milosevic en Kosovo. Pero en Colombia todavía
no ha funcionado. Allí todavía hay una insurgencia que
no ha podido ser suprimida a base de violencia y terror».
«El Departamento de Estado
sabe también que la guerra contra las drogas en Colombia es
una excusa para acabar con un movimiento insurgente, que es la guerrilla,
y que está intentano cambiar las cosas dentro del país.
Y en ese país hay mucho que cambiar», continúa. «Como
en toda Latinoamérica, que todavía sufre el legado de
los españoles: una pequeña elite muy rica y una inmensa
mayoría de la población sumida en la pobreza. En Colombia
es todavía peor. Eso llama a la violencia y a la búsqueda
del cambio. Cuando hay deseo de cambio, los EEUU intervienen e intentan
acabar con esos llamamientos de cambio. Eso es lo que está
pasando en Colombia. Y el año que viene será peor».
- ¿No se cansa de su
papel de agorero?
- Todo lo contrario. La
mayoría de la gente no está contenta con la forma en
que funcionan las cosas, y les encanta venir a hablar de sus problemas,
de su situación. Desde luego, yo no estoy arruinando la fiesta
de ellos. Pero arruinar la fiesta de los poderosos y de los privilegiados,
eso es maravilloso. Ellos no quieren que se les moleste mientras celebran
su fiesta, y por eso quieren mantenerlos fuera. No hay nada sorprendente
sobre esto.
- ¿No es cierto que
este mundo es mejor que el de hace 45 años, cuando llegó
aquí?
- En muchos aspectos, sí.
Pero recuerde que no nos regalaron nada, que todo se ganó luchando.
Los años 60 tuvieron un efecto civilizador en toda la sociedad.
Si se fija en los cambios acaecidos en Estados Unidos y en otras partes
del mundo, muchos son consecuencia del activismo y de las protestas
de los 60. El movimiento de derechos humanos, el feminista, el medioambiental,
el de solidaridad con el Tercer Mundo, todos vienen directos de los
años 60. Nacieron como consecuencia de la lucha. Si no lo hubiésemos
hecho, estaríamos viviendo en la esclavitud.
- ¿Por qué se
niega a ser un privilegiado?
- Mírese al espejo
de vez en cuando y piense si es capaz de soportar lo que ve. Si puede,
entonces algo está mal con usted. Parte de la corrupción
del poder y del dinero es lo que te impide mirar en el espejo. Vuelvo
a los Evangelios, es muy simple, es la Historia de la Humanidad: pretender
que no se ve lo que ocurre alrededor. La gente se rebela, y por eso
las cosas mejoran. Si quieres participar en esa lucha, tienes la posibilidad.
Si eres privilegiado, tienes todavía más oportunidades
de hacerlo.
- ¿Es usted muy religioso?
- No, en absoluto. Soy
una persona corriente. Se trata de intentar ser un ser humano decente.
Imagínese que va caminando por la calle y ve a un niño
sentado en la esquina, en harapos, con un trozo de pan en la mano,
y usted tiene hambre. Mira alrededor y ve que no hay ningún
policía. ¿Le quitaría usted el pan a ese niño?
Si alguien hiciera eso, sería un lunático patológico.
Pues eso es lo que hacemos todo el tiempo en el mundo. E intentamos
no verlo. Yo le digo: véalo y no lo ignore.
Ana Romero
La Haine