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4 de febrero
del 2002
Entrevistando
a Chomsky, antes del Foro de Porto Alegre
Traducido por: Germán
Leyens
Compilación de entrevistas de todo tipo en las que, previamente al Foro
de Porto Alegre, Chomsky opina sobre la globalización, el terrorismo,
la situación en América Latina y las perspectivas mundiales.
P: ¿Por qué decidió participar en el FSM? ¿Cuál
es su opinión al respecto?
R: Dos reuniones tienen lugar prácticamente al mismo tiempo. Una es la
reunión de Davos de "los amos del universo," para pedir prestada la expresión
utilizada por uno de los principales periódicos de negocios del mundo,
el Financial Times de Londres, cuando se reunió el año
pasado. El término fue utilizado presumiblemente con un toque de ironía,
pero es bastante exacto. La segunda es el Foro Social Mundial (FSM), que se
reúne en Porto Alegre, juntando a representantes de organizaciones populares
de todo el mundo, cuya concepción de lo que necesita el mundo es bastante
diferente de la de los amos.
Ninguno de los dos grupos, por supuesto, es elegido por el voto popular – una
acusación presentada constantemente por los amos y sus acólitos
contra el FSM, pero que es obviamente más aplicable al grupo de Davos.
En realidad, sería un malentendido si se dijera que respecto a estos
temas, llegue a haber incluso "gobiernos elegidos". La razón es que los
temas se mantienen alejados del público en general incluso en las sociedades
más libres y democráticas, como por ejemplo EE.UU.
Estudios de la opinión pública revelan que la población
en general está bastante preocupada por estos aspectos, y ampliamente
opuesta a las políticas de los amos, que son apoyados por la casi unanimidad
del sector corporativo, los gobiernos, y las instituciones ideológicas.
Los medios tienen plena conciencia de la oposición popular. El Wall
Street Journal, por ejemplo, observó contritamente que los opositores
a los mal denominados acuerdos de libre comercio tienen un "arma suprema": la
población en general, que por lo tanto debe ser mantenida en la ignorancia.
Por los mismos motivos, los temas no se presentan en la arena política.
Pero es una estimación razonable suponer que el FSM representa una muestra
bastante amplia de las partes del público global que ha sido informado
a través de organizaciones populares, sindicatos, organizaciones de campesinos,
medios de comunicación independientes, y de otras maneras.
Así que, respondiendo a su pregunta, será un placer tener la oportunidad
de asistir.
En cuanto a lo que pienso al respecto – a mi juicio, la esperanza de un futuro
decente está substancialmente en manos de los que se reunirán
en Porto Alegre y otros como ellos.
P: Al Foro de Porto Alegre le gusta decir que es un evento anti-Davos. ¿No
piensa que el problema es toda esa polarización? ¿Es la manera de combatir
el llamado "pensamiento único," proponer un "pensamiento único
opuesto"? ¿Piensa usted verdaderamente que las exigencias del Foro de Porto
Alegre – el perdón de las deudas, la disminución del proteccionismo
agrícola, etcétera – bastan para terminar con el subdesarrollo?
R: Decir que el Foro de Porto Alegre es "anti–Davos" es comenzar por presuponer
que de alguna manera Davos sea legítimo y que la oposición popular
a lo que representa requiere alguna justificación especial. Si uno decide
considerar el asunto en estos términos –lo que no hago– sería
más razonable decir que Davos es "anti–Porto Alegre," y preguntar por
qué la reunión de Davos tiene incluso el derecho de realizarse.
Davos es una reunión de aquellos a los que la prensa de negocios internacional,
con sólo un toque de ironía, llama "los amos del universo".
Porto Alegre es una reunión de organizaciones populares de todo el mundo,
cuya visión de cómo debiera organizarse la sociedad es diferente
de la de los amos.
Tales confrontaciones son temas importantes en la historia. Y por suerte, las
fuerzas populares han logrado muchas victorias a través de los siglos,
superando concentraciones ilegítimas e irresponsables del poder, como
la que se reúne en Davos. Ellos, desde luego, pretenden representar a
gobiernos democráticamente electos, pero es una absurdidad tan transparente,
que presumo que no necesitamos perder nuestro tiempo con ella, particularmente
en lo que respecta a la globalización neoliberal.
El que se logre que los programas de los reunidos en el FSM hagan adelantos
significativos en los serios problemas de la sociedad global –de los cuales
el "subdesarrollo" es sólo uno– dependerá de lo que caiga bajo
la palabra "etcétera" en la pregunta. Seguramente debiera ir mucho más
allá de los dos ejemplos mencionados, por importantes que sean.
P: ¿Considera este movimiento como una nueva especie de "Internacional"
de las fuerzas izquierdistas, liberales y progresistas de la sociedad mundial?
En este sentido, ¿debería tener un programa?
R: El objetivo tradicional de la izquierda desde sus orígenes modernos
ha sido llegar a una forma de globalización que esté arraigada
en la participación de la gran masa de la población del mundo,
y que, como resultado, responda a sus intereses y preocupaciones –diversos,
complejos, a menudo poco claros, para que sean explorados con un espíritu
creativo y experimental: una "Internacional," en breve. Fueron esfuerzos preliminares
del siglo XIX, que fueron liquidados, o fueron deformados por el brutal poder
del estado o por otros factores.
El FSM promete convertirse en la primera manifestación realmente significativa
de una tal globalización desde la base, una perspectiva muy bienvenida,
que causa muchas esperanzas. En cuanto a un programa, hay una medida de entendimiento
y perspectiva compartida. Se han formulado programas en reuniones anteriores,
y han comportado una acción cooperativa. La medida en la que un programa
debería ser específico nos devuelve a la pregunta anterior.
P: ¿Por qué debería preocuparse el poder hegemónico
por el FSM y este tipo de movimiento? ¿Tienen una verdadera posibilidad de desafiar
el poder financiero y de las corporaciones multinacionales?
R: El poder hegemónico, y los "amos del universo" en general, están
muy preocupados por el FSM y las fuerzas que representa, y por lo que llaman
"movimientos antiglobalización," un término propagandístico
que deberíamos evitar. Por ese motivo hay una constante descarga de artículos
condenando estos movimientos. También es el motivo por el que los acuerdos
económicos internacionales son en gran parte negociados en secreto, y
por el que se informa raramente en detalle al respecto.
Consideremos como ejemplo la Cumbre de las Américas en Québec
en abril pasado, que debía endosar el "Área de Libre Comercio
de las Américas". Sabemos por las encuestas que estos temas constituyen
una gran preocupación para el público, pero esos temas, y la próxima
Cumbre y el ALCA, fueron mantenidos cuidadosamente fuera de la arena electoral
en noviembre de 2000. Tampoco recibieron virtualmente alguna atención
mediática preliminar.
En la Cumbre misma, la cobertura fue básicamente insignificante. Se limitó
sobre todo a trastornos, junto con grandes elogios para los resonantes endosos
para la democracia y la "transparencia" por parte de los dirigentes que se reunieron
en Québec. Su compromiso hacia esos altos ideales fue ilustrado no sólo
por la supresión de los temas, sino por la supresión de importantes
estudios por destacadas organizaciones de derechos humanos y de análisis
económico sobre el NAFTA, elogiado como el modelo para la nueva ALCA.
Estaban programados para ser publicados en la Cumbre, y estaban en todas las
redacciones del país. Es un experimento útil tratar de comprobar
la cobertura (no se molesten, ya ha sido hecho y fue virtualmente nula). El
silencio y el secreto tienen mucho sentido. El sistema del poder concentrado
es frágil, y lo sabe, y tiene que recurrir a todos los esfuerzos posibles
para garantizar que el "arma suprema" no sea desenvainada.
P: ¿Qué clase de contribución puede hacer el Foro Social Mundial
a esta esperanza de un mundo en paz?
R: Las agencias de inteligencia de EE.UU. han publicado recientemente sus proyecciones
para los años a venir. Predicen que la "globalización" –queriendo
decir –la forma particular de integración económica neoliberal
favorecida por los centros del poder– continuará, llevando a una creciente
desigualdad y a un aumento de la volatilidad financiera (por lo tanto a un menor
crecimiento y a un caos peligroso). Hace cinco años, el Comando Espacial
de EE.UU., que está a cargo de los programas para militarizar el espacio
(incluyendo la "defensa antimisiles" como un pequeño componente), presentó
su justificación pública para esos programas. Una preocupación
importante es la creciente brecha entre "los que poseen" y los que "no poseen,"
que también prevén como consecuencia de la versión de "globalización"
basada en los derechos del inversionista. Esperan, razonablemente, que el resultado
será la agitación entre una cantidad creciente de gente empobrecida
en todo el mundo, que tendrá que ser controlada por la fuerza.
De ahí la necesidad de militarizar el espacio, suministrando a EE.UU.
armas inmensamente destructivas lanzadas desde el espacio, probablemente con
propulsión nuclear. Fuera de las horrendas consecuencias para las víctimas,
constituye asimismo una receta para un desastre global.
Ante estas perspectivas, se hace evidente la contribución que puede hacer
el Foro Social Mundial a un mundo en paz El FSM es una reunión
de gente del mundo que está empeñada en cambiar radicalmente esas
tendencias peligrosas y extremadamente amenazantes, concentrándose en
el problema central –es decir, el proceso de la globalización neoliberal,
que sus propios arquitectos esperan que va a tener estos y otros ominosos efectos.
Los participantes del FSM están básicamente de acuerdo con el
análisis de las agencias de inteligencia y de los planificadores militares,
pero representan a la gente, no al poder concentrado, y por ello tienen intereses
diferentes: su preocupación es la supervivencia decente de los seres
humanos, no el aumento de la concentración y de los beneficios con todo
lo que implica, como lo anticipan los constructores mismos del sistema.
Volviendo a su pregunta, la contribución del FSM es esencial, y puede
ser determinante.
P: ¿Es posible organizar el panorama complejo y diverso de las llamadas fuerzas
antiglobalización (en mis artículos, me gusta describirlas no
como involucradas en una lucha contra la globalización, sino contra la
globalización neoliberal)?
R: Usted tiene toda la razón al llamarlos oponentes a la "globalización
neoliberal," es decir, a esa forma de integración económica internacional
en particular, que los "amos del universo" han establecido en función
de sus propios intereses, haciendo que los intereses de la población
en general se conviertan en secundarios. No es una gran sorpresa; lo que sería
sorprendente, y constituiría un agudo contraste con la historia así
como con la lógica, si fuera diferente.
Nadie se opone a la "globalización" en un sentido general. Por ejemplo,
los participantes en el FSM no se oponen al hecho de que exista y el que estén
asistiendo al Foro es una ilustración constructiva de globalización.
Usted también tiene razón al referirse a un "panorama complejo
y diverso". Y está bien que así sea. Hay muchos intereses representados,
tal como debe ser cuando hay gente del Sur y del Norte, de granjas y de fábrica,
de todas las profesiones y condiciones sociales, jóvenes y viejos...
que se reúne para considerar aspectos complejos que son muy importantes
pero a menudo mal comprendidos – por todos. Cuánta organización
DEBERÍA haber es una pregunta abierta: no debería ir más
allá del nivel del propósito y de la comprensión comunes.
El grado de organización será algo que los participantes DEBEN
determinar.
P: ¿Cuál es la diferencia entre anti-americanismo y la
lucha contra la globalización? ¿Puede ser utilizado por EE.UU. para impulsar
una nueva polarización como la que resultó de la Guerra Fría?
¿Hay una forma de detectar y detener el terrorismo en las reacciones anti-EE.UU.
?
R: Siempre es importante considerar cuidadosamente cómo se formulan
las preguntas, sea en las ciencias o en la investigación de los asuntos
humanos. Uno encuentra a menudo suposiciones ocultas que deberían ser
ventiladas, analizadas críticamente, y a menudo rechazadas. Cuando se
emprende esa esencial tarea preliminar, a menudo encontramos que las preguntas
no pueden ser respondidas y que deberían ser reformuladas.
Pienso que vale en este caso. Tome el concepto de "anti-americanismo". Es algo
curioso.
Semejantes conceptos son sólo utilizados típicamente en estados
totalitarios o en dictaduras militares. Así por ejemplo, el "anti-sovietismo"
solía constituir un crimen grave en los salones del Kremlin, y supongo
que los generales brasileños y sus partidarios acusaban a sus enemigos
del interior de ser "anti-brasileños".
En países que tienen algún respeto por su libertad, el concepto
sería rechazado por ridículo.
Imagínese la reacción en las calles de Milán o de Roma
ante un libro llamado "anti-italianismo". Y luego observe la actual reacción
en EE.UU. y en Gran Bretaña ante un libro de un autor respetado llamado
"anti-americanismo" –un erudito que se especializa en la Unión Soviética,
a propósito, y que por lo tanto comprende muy bien el modelo que está
imitando. Nadie debería sorprenderse al descubrir que el libro es una
diatriba engañosa contra los que no adoran con suficiente ardor el Estado
Sagrado, y es por ese motivo que es altamente elogiado en sobrias reseñas
en el New York Times y en otros sitios.
Aquellos que criticaban los crímenes del Kremlin o a los generales brasileños
no eran "antirusos" o anti-brasileños," con toda seguridad. Y al mismo
tiempo, aquellos que se oponen a los crímenes del estado más poderoso
del mundo, no son anti-americanos, en realidad, una considerable mayoría
de la población se opone a menudo vigorosamente a los crímenes.
El término debiera ser abandonado, como en el caso de sus horribles modelos.
Consideremos a continuación "la lucha contra la globalización".
No conozco una tal lucha.
Los participantes en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, no se oponen al
hecho de que pueden asistir, gracias a la integración internacional,
lo que es, globalización. La Primera Internacional no se opuso a la globalización:
fue su objetivo primordial, como lo indica su nombre. Nadie se opone o apoya
a la globalización en sí. La pregunta es: ¿qué clase de
globalización? Como otros, el término "globalización" ha
sido capturado por los poderosos como un arma ideológica. Quieren que
sea utilizado para referirse a una forma específica de integración
económica internacional, construida en función de los intereses
de los inversionistas y de las instituciones financieras. Pueden entonces condenar
a los críticos de sus proyectos como "antiglobalización," primitivos
que quieren volver a la edad de piedra. Nadie debería tolerar semejantes
prácticas falaces.
Volviendo a la pregunta, no puede formularse, y por lo tanto no puede ser respondida,
porque está encuadrada en terminología convencional, que está
diseñada para asegurar que se puedan encontrar sólo respuestas
inadecuadas Traduciendo la pregunta a términos más apropiados,
debería estar bien claro que las luchas populares contra esta forma particular
de integración internacional no pueden llegar a ser vistas como "anti-americanas,"
en las que el término "americano" se refiere al pueblo de Estados Unidos.
Una simple razón es que se le opone la mayoría de la población
estadounidense, motivo por el cual las negociaciones tienen que realizarse tras
puertas cerradas, estos temas no son discutidos en las elecciones, y los medios
y los periódicos tienen que mantener un "velo del silencio" sobre lo
que saben.
En lo que se refiere a la polarización, los centros del poder en EE.UU.
y en sus asociados en otras partes no la quieren: prefieren la sumisión.
Pero si los que se les oponen no se someten, entonces, desde luego, tratarán
de vilipendiarlos y castigarlos, llevando a la polarización. En eso no
hay nada de nuevo ni de sorprendente.
Respecto al terrorismo, es una tarea importante, trátese del terrorismo
de los débiles o de los fuertes, que, sin que sorprenda a nadie, es más
letal y destructivo. Desde luego, los poderosos tratarán de restringir
el concepto de manera que se aplique sólo al terror contra ellos, excluyendo
al terrorismo mucho peor que realizan ellos contra otros. Si nos sometemos a
sus esfuerzos, preguntaremos sólo cómo el terror dirigido contra
los ricos y poderosos puede ser detectado y detenido. Pero habremos caído
en una trampa al dar el primer paso.
P: Algunos meses antes de la primera edición del Foro Social Mundial,
el año pasado, el presidente Fernando Henrique Cardoso defendió
la creación de un impuesto a las transferencias financieras en todo el
mundo. Ésta fue originalmente una proposición de Attac, una de
las ONGs que organizan el Foro Social Mundial. También el año
pasado, un miembro del parlamento francés felicitó a Fernando
Henrique por el Foro Social Mundial, aunque el Presidente no tuvo nada que ver
con el evento. ¿Cree Ud. que las discusiones del Foro pueden cambiar la opinión
de los hombres en el poder o por lo menos influenciar sus actos?
R: La proposición ya tiene muchos años; en realidad, con muchas
variantes. Las proposiciones mejor conocidas del tipo que usted menciona son
las del premio Nobel James Tobin, de hace unos 30 años, aunque John Maynard
Keynes había hecho mucho antes sugerencias similares sobre un impuesto
a las transferencias financieras. El tema logró gran importancia con
el desmantelamiento del sistema de Bretton Woods en los años 70, llevando
a un aumento astronómico en las transacciones financieras a muy corto
plazo, un desarrollo al que muchos economistas acusan de ser la razón
fundamental para el deterioro generalizado de la economía global durante
el período "neoliberal" de los últimos 25 años; John Eatwell
y Lance Taylor, en un libro reciente, para mencionar sólo un ejemplo.
En lo que se refiere al FSM, es un producto de muchos años de resistencia
popular a la forma específica de la "globalización" de los derechos
de los inversionistas, que ha sido impuesta a gran parte del mundo durante las
últimas décadas. La protesta y la resistencia se han radicado
sobre todo en el Sur, incluyendo de manera prominente a Brasil. En los últimos
años se han extendido también a los países industriales,
y se han formado alianzas internacionales importantes, un desarrollo muy promisorio.
Ha habido ciertamente una influencia en la retórica de centros del poder
dominante, y hasta cierto punto, en su práctica. Incluso regímenes
totalitarios y dictaduras militares tienen que responder, hasta cierto punto,
al humor popular. Esto es más cierto en sistemas más libres y
democráticos. Pero el objetivo no debería ser sólo inducir
a los poderosos a ser menos implacables. Más bien, debería ser
el desmantelamiento de las concentraciones del poder ilegítimo. Ha sido
un tema importante en la historia durante muchos siglos, por suerte, y no se
puede decir que haya terminado.
P: Usted dice que los pensamientos de la gente son controlados por los medios.
¿No piensa que los eventos del Foro Social y de Seattle, con la movilización
de miles de personas, prueban que la gente es capaz de decidir independientemente?
R: Nunca he dicho, y no lo creo, que los pensamientos de la gente sean controlados
por los medios. Al contrario, he discutido a menudo aspectos importantes en
los que el público se opone a las políticas que reciben un apoyo
casi unánime de los medios corporativos y estatales.
Naturalmente, esos medios, y otras instituciones doctrinarias, tratan de "controlar
la mente del público," para utilizar las palabras de sus dirigentes.
De eso ni siquiera cabe duda, por lo menos entre la gente seria. Pero a menudo
fracasan, y de manera bastante dramática. En esos casos, las políticas
tienen que ser impuestas en secreto, lo que es muy común. Y los sistemas
del poder son a menudo bastante francos al respecto.
Consideremos, por ejemplo, los arreglos económicos internacionales que
llaman erróneamente "acuerdos de libre comercio". Reciben un apoyo casi
unánime de la elite, pero como se lamentaba el Wall Street Journal,
los opositores tienen una "arma suprema": el público mantiene su oposición.
Por ello tienen que ser realizados en gran parte en secreto, y los temas no
se presentan en las elecciones. Todo el que haya examinado cuidadosamente los
documentos gubernamentales desclasificados sabe que gran parte de lo que se
mantiene secreto, en realidad la gran mayoría, no tiene nada que ver
con la seguridad nacional. El objetivo no es impedir que los enemigos sepan
lo que se registra; es, más bien, ocultarlo a la población interior,
que probablemente no toleraría lo que se está haciendo en su nombre
si lo supiera. Lo mismo vale para las "operaciones clandestinas," tales como
la extraordinaria "red clandestina de terror internacional" que la administración
Reagan creó para librar su "guerra contra el terrorismo". Primero, la
administración trató de seguir el modelo de la administración
Kennedy, realizando abiertamente sus guerras en América Central, tal
como Kennedy lo hizo en Vietnam del Sur. Pero se dieron cuenta rápidamente
que no resultaría. El país había cambiado demasiado. La
protesta popular comenzó de inmediato, y la administración cambió
de táctica, volcándose hacia el terror clandestino.
Hay que preguntar simplemente quién lo sabía y quién no.
Las víctimas lo sabían, seguro.
También lo sabía la impresionante gama de estados terroristas
que participaron. Los medios también lo sabían, pero prefirieron
ocultar los hechos más importantes.
Sólo la población de EE.UU. tuvo que quedarse a oscuras. La realidad
fue que muchos averiguaron lo que se les estaba escondiendo por otros caminos
– grupos de solidaridad, organizaciones basadas en las iglesias, medios independientes,
etc. –y se desarrolló una oposición popular a un nivel muy superior
al de las guerras de Indochina, y de un modo sin precedentes en la historia.
Pero el objetivo del secreto fue el usual:
la población del interior.
La creencia en que las instituciones doctrinarias controlan la opinión
pública es simplemente errónea. Es seguro que tratan, y a veces
tienen éxito, pero a menudo fracasan, a veces de manera espectacular.
P: Cuando usted estuvo en Brasil en 1996, criticó al neoliberalismo,
lo que molestó al Presidente Fernando Henrique Cardoso. Dijo: "Chomsky
entiende de lingüística. Yo no doy opiniones sobre lingüística".
Como lingüista, usted lleva casi a la unanimidad. Pero sus opiniones políticas
son clasificadas por muchos críticos como anti-americanas y como dominadas
por teorías conspiradoras. ¿Qué piensa al respecto?
R: Es muy fácil producir calumnias, y una pérdida de tiempo repetirlas
o responderles. Si hay argumentos, será un placer escucharlos.
El comentario sobre la lingüística, si de verdad fue hecho, es simplemente
infantil, y no merece respuesta. Para que conste, parte del mejor trabajo de
la lingüística contemporánea fue hecho por gente sin ninguna
formación formal sobre el tema. En realidad, tal como lo sabe todo lingüista
profesional, sucede que mi propia formación en ese campo es altamente
idiosincrásica y deficiente. Nadie se preocupa por cosas semejantes en
los terrenos serios. Lo que importa no es un endoso formal, sino la calidad
del trabajo. Eso debería ser elemental, y por cierto lo es, en disciplinas
que se toman en serio, aunque los ideólogos recurrirán, por supuesto,
a maniobras estúpidas como la que usted cita para tratar de impedir una
discusión que se aleja de sus doctrinas.
Ya he comentado sobre el desgraciado concepto de "anti-americano".
En lo que se refiere a las "teorías conspirativas," la expresión
ha llegado a ser utilizada por los apólogos del poder como el equivalente
intelectual a una maldición. Si se es demasiado estúpido, o ignorante,
para responder a algún comentario crítico, se grita "teoría
conspiradora".
Son juegos estúpidos que no merecen darles atención ni siquiera
un breve comentario.
P: En 1996, usted defendió la suspensión de pagos de la deuda
externa brasileña.
¿Cuál es su posición actual sobre Brasil?
R: Eso no es enteramente exacto. No recomendé ninguna política
específica, y no tendría la audacia de hacerlo. Hay muchos
factores involucrados en la decisión de si Brasil y otros países
deberían pagar la llamada "deuda," una decisión que no se puede
tomar a la ligera.
Más bien señalé que la deuda es en gran parte una construcción
ideológica, no un simple hecho económico. En gran medida, la deuda
del tercer mundo debería ser condonada, en muchos casos eliminada, recurriendo
al principio capitalista de que aquellos que prestan el dinero debieran tomar
el riesgo, y que el peso de pagar los préstamos debería recaer
sobre aquellos que piden prestado el dinero – que en Brasil no quiere decir
la gente en las favelas, o los trabajadores sin tierra, o, en realidad, la inmensa
mayoría de la población. Naturalmente, los ricos y poderosos rechazan
con horror el principio capitalista. Los prestamistas quieren ganar los elevados
rendimientos, pero prefieren que el riesgo asociado sea socializado, transferido
a los contribuyentes del Norte. Una de las funciones del FMI es suministrar
lo que equivale a un "seguro de libertad de riesgo" para préstamos e
inversiones de alto rendimiento. Y en el país que pide prestado, los
que realmente piden los prestamos prefieren la fuga de capitales, la evasión
de impuestos, la importación de artículos de lujo, proyectos para
realzar su propia grandeza, etc. Si la deuda se vuelve insostenible, prefieren
que los costos se socialicen, que sean transferidos a la gran masa de la población
que no ha tenido nada que ver con los préstamos para comenzar, mediante
programas de ajuste estructural y otros medios para reforzar las exportaciones
(beneficiando a los prestamistas) mientras se aplasta a la población.
Ha sido la segunda función, complementaria, del FMI.
El recurso al impensable principio capitalista llevaría lejos en el pago
de la deuda, si es que la deuda existe de verdad, lo que tampoco es obvio. La
razón es que bajo los principios de la ley internacional forjada por
EE.UU. y empleada por ese país cuando le conviene, la deuda probablemente
caería en la categoría de "deuda odiosa," de manera que no necesita
ser pagada en absoluto. Eso fue señalado hace años por la director
ejecutivo estadounidense del FMI, Karen Lissakers, que escribió que el
principio de la deuda odiosa, "si fuera aplicado en la actualidad eliminaría
una parte substancial del endeudamiento del Tercer Mundo".
En algunos casos, hay mecanismos aún más conservadores: adherirse
a la sentencia de la Corte Internacional. Ese simple recurso liberaría
a Nicaragua de su deuda.
En América Latina, el monto de la fuga de capitales se ha aproximado
a menudo al de la deuda, sugiriendo otro método para pagar la deuda,
si siquiera existe.
Pero la pregunta de si los países deberían seguir medios conservadores
y legales para tratar el tema de la deuda es otra cosa. Tiene que ver con poder,
no con ley o moralidad. Las decisiones hay que tomarlas en este mundo, no en
algún mundo de fantasía doctrinaria, y este mundo está
gobernado por la ley de la fuerza. Sólo en las historias para niños
y en la página de opinión intelectual de los periódicos
ocurre que la justicia y la ley sean los principios guía del orden mundial.
P: Este año tendremos elección presidencial en Brasil. El candidato
de la izquierda, Luiz Inacio Lula da Silva, lleva la delantera en la preferencia
de los electores, con grandes posibilidades de ser elegido. Se teme, sin embargo,
que por su orientación política, tendría problemas en su
trato con los países ricos de Europa y América del Norte. ¿Cree
usted que el gobierno de los países ricos trataría de hacerle
la vida difícil a un gobierno izquierdista en Brasil?
R: Si la historia ha de servir de guía, es una certeza virtual que así
será, a menos que sientan que pueden limitar las acciones de un gobierno
con una orientación populista por otros medios.
Las tácticas varían al respecto. Hay ejemplos históricos
interesantes, en la propia América Latina. Pero la conclusión
general es una lección inconfundible de historia. También es consecuente
con el historial de planeamiento internacional de muchos años. Sería
remarcable si las instituciones dominantes, estatales y privadas, reaccionaran
de alguna manera diferente – a menos que sean obligadas por sus propios ciudadanos,
siempre el punto crucial.
P: ¿Cuál es la intervención del neoliberalismo en las políticas
sociales del mundo? ¿Hasta qué punto esa iniciativa desalienta la participación
de la gente en este proceso político?
R: Un impulso importante del neoliberalismo es el debilitamiento de la democracia.
Se ha entendido durante por los menos 60 años que la liberalización
financiera socava la posibilidad de elección democrática, creando
un "parlamento virtual" de dirigentes e inversionistas que tienen "poder de
veto" sobre las decisiones del gobierno (citando a economistas de la corriente
dominante). Es la razón fundamental por la que el sistema de Bretton
Woods (que fue desmantelado al comienzo del neoliberalismo) se basaba en controles
del capital y la regulación del cambio de divisas. Esas condiciones posibilitaban
que los gobiernos instituyeran medidas social democráticas, y el desmantelamiento
del sistema de Bretton Woods, el comienzo del neoliberalismo, ha tenido el efecto
predecible de que ha hecho caducar esos planes.
Lo mismo vale para otros componentes del neoliberalismo, que, básicamente,
apuntan a reducir la arena pública de elección democrática,
transfiriendo decisiones a las manos de tiranías privadas irresponsables.
El Acuerdo General sobre el Comercio con Servicios (GATS), que está siendo
negociado esencialmente en secreto, no tiene virtualmente nada que ver con comercio,
pero mucho que ver con la reducción de la arena de participación
y elección democrática.
Este punto es bien comprendido en círculos de las elites, aunque pueda
ser citado en términos algo menos abrasivos ante la audiencia pública.
Por ejemplo, por David Rockefeller, en Newsweek, discutiendo la tendencia,
que apoya enérgicamente, hacia la "disminución del papel del gobierno".
Esto, continúa, es algo "que la gente empresarial tiende a apoyar. Pero
el reverso de la medalla es que alguien tiene que tomar el papel del gobierno,
y las empresas me parecen ser las entidades lógicas para hacerlo. Pienso
que demasiados empresarios simplemente no han enfrentado ese hecho, o han dicho,
'es responsabilidad de algún otro, no la mía'." Obviamente no
es la responsabilidad del público. Sería inimaginable.
P: La globalización neoliberal está siendo acusada por numerosos
desastres nacionales en todo el globo, desde Afganistán a Argentina.
Pero los partidos políticos, tales como el PT en Brasil piensan que la
alternativa es lo que ellos llaman el "socialismo democrático".
¿Está de acuerdo? ¿Qué significa "socialismo democrático"
para usted? ¿Ha existido alguna vez un país que haya sido tanto socialista
como democrático?
R: Dudo que alguien piense que una forma particular de organización social
sea LA solución para "los desastres nacionales en todo el globo". Estos
son numerosos y variados, las causas son diversas, y hay muchos caminos diferentes
que deberían ser explorados, algunas veces seguidos, hacia la mejora
o su superación.
"El socialismo democrático" no es un concepto simple. Ni lo es uno de
sus componentes, la "democracia". Al nivel más simple, una sociedad es
democrática en la medida en la que su población puede tomar decisiones
significativas sobre asuntos que le concierne. Hace tiempo que se ha comprendido
que las formas democráticas tienen una sustancia muy limitada cuando
las decisiones sobre aspectos fundamentales de la vida están en manos
de concentraciones irresponsables de poder privado, y la sociedad es dominada
por "negocios para el beneficio privado mediante el control privado de los bancos,
de la tierra, de la industria, reforzado por el manejo de la prensa, de las
agencias noticiosas y de otros medios de publicidad y propaganda." No estoy
citando al PT, sino más bien a John Dewey, tal vez el filósofo
social más prominente y respetado de Occidente durante el Siglo XX, cuya
mayor preocupación fue la teoría democrática, y que fue
"tan estadounidense como la tarta de manzanas," utilizando la frase acostumbrada.
En realidad, su diagnóstico de las serias deficiencias de la democracia
contemporánea y sus recomendaciones para superarlas, reflejaron ideas
(y acciones) que nos devuelven al origen de los movimientos de trabajadores
en EE.UU., y en otras partes, y fueron, a propósito, desarrolladas en
su mayor parte, sin el beneficio dudoso de intelectuales radicales.
Adoptando puntos de vista similares, Dewey argumentó que si las formas
democráticas han de tener verdadera sustancia, la industria debe ser
cambiada "de un orden social feudal a uno democrático" basado en el control
obrero y la libre asociación, la noción vital del socialismo.
A menos que eso suceda, observó también, la política continuará
siendo "la sombra proyectada sobre la sociedad por los grandes negocios, y la
atenuación de la sombra no cambiará la sustancia". Menciono a
Dewey sólo para acentuar que tales conceptos son, o deberían ser,
un acto reflejo para aquellos que se preocupan en algo por los principios democráticos,
y como mencioné, han sido un factor común entre los trabajadores
y los movimientos populares en general, durante mucho tiempo. Por lo tanto,
es enteramente adecuado que sean tomados por el PT, y adaptados a lo que ven
como los problemas específicos y las circunstancias de Brasil.
P: Muchas cosas han cambiado en los últimos meses desde el 11 de septiembre.
En la Conferencia AFSC, el 8 de diciembre, usted dijo que, si las actuales tendencias
persisten, "no es exagerado decir que la supervivencia de la especie está
en peligro". ¿Podría señalar las principales tendencias que ya
existen y explicar por qué estamos en peligro?
R: La pregunta sobre las principales tendencias que ya existen es demasiado
amplia para que yo pueda tratar de responder en toda su dimensión. Dos
de ellas son los programas de "globalización" profundamente diferentes
que son representadas por las reuniones casi simultáneas en Davos y Porto
Alegre. Fuera de todo lo demás que uno pueda pensar al respecto, la versión
de Davos amenaza realmente la supervivencia de la especie. Una razón
es que los principios en los que se basa, si son tomados en serio, llevan a
la conclusión de que es bastante racional destruir el medio ambiente
de nuestros nietos, si al hacerlo actuamos como "maximizadores racionales de
los beneficios" en el sentido ensalzado por la ideología contemporánea.
Es sorprendente que Bush esté siendo criticado por socavar el Protocolo
de Kyoto. Debería ser elogiado –como por cierto lo hacen, por ejemplo
los redactores del Wall Street Journal; fanáticos peligrosos,
sin duda, pero por lo menos suficientemente honrados como para aceptar las doctrinas
que predican.
Otro motivo es suministrado por las expectativas en las que se basan los planificadores.
La inteligencia de EE.UU., por ejemplo, pronostica que la "globalización"
–queriendo decir, la versión de Davos– llevará a una creciente
división entre los que "poseen" y los que "no poseen".
Y los planificadores militares, adoptando las mismas proyecciones, argumentan
plausiblemente que para mantener la riqueza y el poder de los que "poseen" será
necesario tener disponibles enormes medios de destrucción para controlar
a los agitados que "no poseen". Es el motivo por el cual el presupuesto militar
de EE.UU. debe exceder el de los 15 países siguientes en su conjunto,
incluso antes del 11 de septiembre, cuando el miedo y la angustia de la población
fue explotado de una manera particularmente cruda y asquerosa para imponer un
inmenso aumento del presupuesto militar, totalmente irrelevante con relación
al terrorismo, pero útil para otros propósitos.
Estas proyecciones forman parte de la justificación oficial de los programas
de militarización del espacio, con efectos que pueden destruirnos a todos.
Las probables consecuencias son comprendidas y descritas de manera bastante
exacta por analistas estratégicos dentro y fuera del gobierno. Pero la
mayor parte, y los planificadores del gobierno y de las corporaciones, no consideran
que la posibilidad de esas secuelas sea muy importante en comparación
con la necesidad trascendental de maximizar la riqueza y el poder a breve plazo.
Para aclarar las cosas, no estoy hablando de los derechistas, que son mucho
más extremos. Me refiero a documentos y planes de la era Clinton, todos
muy públicos, a propósito. Uno puede preferir cerrar los ojos
ante todo esto en lugar de ponerlo en las primeras planas, donde debiera estar.
Es una elección, no una necesidad, y no es una decisión por la
cual nos agradecerán las futuras generaciones.
P: Los ataques del 11 de septiembre fueron seguidos por una cobertura altamente
emocional por la prensa de EE.UU., reproducida por la prensa en todo el mundo.
Los nombres y las caras de las víctimas, y los sufrimientos de sus familias
han sido mostrados hasta el exceso. Lo mismo no ocurre en la cobertura de las
guerras en África, Irak o ni siquiera en Afganistán. ¿Piensa usted
que esos contrastes han sido parcialmente responsables por el apoyo que la opinión
pública en todo el mundo otorgó a EE.UU. en este episodio?
R: Más pertinente es el hecho que lo mismo no sucede en el caso
de operaciones terroristas internacionales realizadas o auspiciadas por EE.UU.
y sus aliados, las que –desgraciadamente– a menudo han tenido un costo más
elevado que el 11 de septiembre, como seguramente los latinoamericanos lo saben
demasiado bien, y en eso no están solos. Las atrocidades del 11 de septiembre
fueron excepcionales desde el punto de vista histórico, no por su dimensión,
por desgracia, sino más bien por su objetivo. Es el tipo de atrocidades
que Europa y sus vástagos realizan unos contra otros; por primera vez,
los fusiles estaban dirigidos en la dirección inversa.
Pero la pregunta que usted presenta no puede ser respondida tal como ha sido
formulada, porque las suposiciones en la que se basa no son exactas. Ante todo,
la opinión pública en EE.UU. es mucho más diversa y matizada
que lo que se presenta en los titulares y en los periódicos de la opinión
intelectual. Se informó al respecto incluso en la prensa nacional, en
las pocas ocasiones en las que se hicieron esfuerzos por explorar la opinión
pública, incluyendo a la Ciudad de Nueva York. Además, la opinión
pública en el mundo estuvo opuesta en su mayoría a una acción
militar que dañara a civiles –queriendo decir, la acción militar
que fue planificada e implementada. Esto quedó en claro desde el comienzo,
incluso en encuestas internacionales. El público apoyó la acción
para encontrar y castigar a los perpetradores, pero eso es otra cosa. Y el público
mundial en general tenía conciencia, y algunos lo decían muy claro,
del hecho que las víctimas tradicionales de las atrocidades de los poderosos
son tratadas de manera muy diferente, incluso cuando se trata de crímenes
que exceden de lejos incluso los del 11 de septiembre –de los que es sumamente
fácil establecer una lista, como la mayor parte de la gente lo sabe,
sobre todo en América Latina.
P: Después del 11 de septiembre, EE.UU. ha cambiado sus posiciones
respecto a algunos países. ¿Cuáles son los efectos más
significativos de esta estrategia?
R: Después del 11 de septiembre, los estados asesinos y represivos de
todo el mundo comprendieron de inmediato que podían conseguir la autorización
estadounidense para sus crímenes uniéndose a la "coalición
contra el terror". Y eso es exactamente lo que han estado haciendo: Rusia, China,
Uzbekistán, Turquía, Israel... una lista muy larga. Lo mismo vale
para EE.UU., Gran Bretaña, y otros, donde los elementos más duros
y represivos están aprovechando la oportunidad para extender el poder
estatal al control de sus ciudadanos, utilizando el mismo pretexto. Nadie puede
predecir hasta qué punto los efectos serán sustanciales. Como
siempre, son temas que llaman a actuar, no a hacer especulaciones frívolas.
Una consecuencia, sin embargo, es bastante evidente: EE.UU. está utilizando
la oportunidad para establecer una presencia militar en Asia Central, formando
alianzas con estados que no son muy diferentes de los talibán, con la
intención de ganar un control más firme sobre la energía
y los otros recursos de la región, así como ventajas estratégicas.
Rusia y China no están muy contentos que digamos al respecto, para no
hablar de actores más pequeños como Irán.
P: ¿Cómo han cambiado las relaciones internacionales desde el 17 de
septiembre?
R: El 11 de septiembre fue un evento histórico, no tanto por la escala
de la atrocidad, que, por desgracia, es bastante familiar. Más bien por
las direcciones en las que apuntaban los fusiles. Es la primera vez en la historia
de EE.UU. desde que los británicos quemaron Washington en 1814, que el
territorio nacional –no las colonias, sino que el territorio nacional– ha sido
atacado, o incluso amenazado. No necesito volver a contar lo que se les ha hecho
a otros durante estos casi dos siglos.
Para la propia Europa, "la tierra natal," el cambio es aún más
dramático. Europa no conquistó y ocupó la mayor parte del
mundo regalando golosinas a los bebés. Pero India nunca atacó
a Inglaterra, ni Argelia a Francia, ni el Congo a Bélgica... Terrorismo
es la forma normal en la que NOSOTROS los tratamos a ELLOS; no se supone que
sea dirigido contra NOSOTROS.
El choque que reverberó después del 11 de septiembre es totalmente
comprensible, tal como lo es la falta de preocupación o incluso de atención
cuando el Almirante Sir Michael Boyce, jefe del Estado Mayor de Defensa británico,
anunció una política oficial de EE.UU. y del Reino Unido, sobre
la que se informó de manera prominente en un artículo principal
en el periódico más importante del mundo: Advirtió al pueblo
de Afganistán que serían sometidos a un ataque devastador "hasta
que cambien su dirigencia," un ejemplo clásico de terrorismo internacional,
tal como es definido en la ley de EE.UU.
Es igualmente comprensible que no haya preocupación, o tal vez un mínimo
de pesar, cuando EE.UU. y el Reino Unido implementaron esa política con
la firme expectativa de que colocaría a inmensas cantidades de personas
en un grave riesgo de inanición y muerte lenta, millones según
sus cálculos. En ambos casos –el 11 de septiembre y sus secuelas– las
reacciones son naturales, basadas en la suposición de que la historia
seguiría su curso normal. NOSOTROS realizamos atrocidades indescriptibles
contra ELLOS, mientras las clases intelectuales se alaban y a sus dirigentes,
por su nobleza. Es una buena parte de la historia, en el mundo real.
Después del 11 de septiembre, EE.UU. declaró una "guerra contra
el terrorismo," adoptando la misma retórica que la administración
Reagan 20 años antes, cuando llegó al poder declarando que el
núcleo de la política exterior de EE.UU. sería una "guerra
contra el terrorismo," particularmente contra su forma más virulenta,
el terrorismo internacional apoyado por los estados. EE.UU. libró la
guerra contra el terrorismo construyendo una red terrorista internacional de
una escala sin precedentes, y utilizándola con efectos mortíferos
en América Central, África, Asia Occidental, y otras partes, conduciendo
incluso a la condena, por terrorismo internacional, de EE.UU. por la Corte Internacional,
apoyada por el Consejo de Seguridad de la ONU en una resolución vetada
por EE.UU. apelando a todos los Estados a que respetaran el derecho internacional.
Para América del Sur, esto fue sólo una continuación de
la ola de terrorismo internacional apoyada por EE.UU. iniciada cuando John F.
Kennedy, en 1962, modificó la misión de los militares latinoamericanos
de la "defensa hemisférica" a la "seguridad interior". Creo que no es
necesario detallar el significado de esa expresión, y cómo fue
aplicada, en todo caso no en Brasil.
Los dirigentes de la primera guerra contra el terrorismo tienen un papel
prominente en su actual reencarnación: por ejemplo, John Negroponte,
que dirige los esfuerzos diplomáticos en la ONU y que aprendió
terrorismo internacional cuando sirvió como pro-cónsul en Honduras
hace 20 años, supervisando la guerra terrorista contra Nicaragua, por
la que su gobierno fue condenado por las máximas autoridades internacionales;
o Donald Rumsfeld, que dirige el componente militar de la guerra para "aplastar
al terrorismo," como dice, y que aprendió su oficio como el enviado especial
de Reagan en el Oriente Próximo, donde la administración Reagan
y su aliado israelí ganaron fácilmente el premio del terrorismo
internacional en esos años. Nada de esto provoca comentario alguno, igual
como no hay ninguna reacción a la defensa explícita, y a la implementación,
de un masivo terrorismo internacional por los poderosos de la actualidad. No
se puede esperar otra cosa, considerando las convenciones vigentes sobre cómo
se supone que funcione la historia. Desde luego, hay algunos cambios. Las relaciones
EE.UU.-Rusia se han hecho más amistosas, por lo menos por el momento,
porque Rusia está ansiosa por unirse a la "guerra contra el terrorismo"
a fin de lograr la aprobación de la superpotencia reinante para sus horrendos
crímenes terroristas en Chechenia. China está feliz de unirse
por razones similares. En realidad, en todo el mundo, los elementos implacables
y brutales reconocen que se les ha abierto una "ventana de oportunidad" para
implementar sus agendas, explotando groseramente el miedo y la angustia de la
gente que tiene motivos para estar atemorizada por el hecho de que también
podría convertirse en víctima del terrorismo internacional. Los
efectos del 11 de septiembre demostraron de manera aún más concreta
que antes, que aunque el mundo pueda ser tripolar en términos económicos,
es dramáticamente monopolar en términos militares, y esta disparidad
está aumentando rápidamente, al explotar Washington la oportunidad
de aumentar fuertemente sus gastos militares que ya eclipsan los de todas las
demás potencias de importancia en su conjunto, con planes ambiciosos
de expandir a nuevas fronteras, sobre todo en la guerra espacial, actualmente
un monopolio de EE.UU. Pero éstas son todas secuelas de tendencias existentes,
no cambios sustanciales respecto a lo habitual.
P: ¿Hay fuerzas nuevas que se opongan a la hegemonía de Estados Unidos
sobre el mundo y para reconstruir un cuadro parecido al que existía antes
con la URSS?
R: Antes del colapso de la URSS, había dos gobernantes del mundo, EE.UU.,
más poderoso, y la URSS, funcionando más o menos como un socio
comanditario en la administración global.
Las guerras del período no fueron entre las superpotencias. Cada una
utilizó más bien la amenaza posada por la otra, como un pretexto
para recurrir al terror y a la violencia para controlar sus propios dominios.
Esto es revelado de manera muy clara en los archivos documentales internos,
y también en la cadena de acontecimientos. Para Occidente, la Guerra
Fría fue la continuación de lo que es llamado a veces el conflicto
Norte-Sur, lo que solía llamarse, "imperialismo europeo".
En consecuencia, las políticas persisten sin gran cambio después
de la Guerra Fría, tal como fueron realizadas antes. En realidad, el
conflicto Oriente-Occidente tuvo a su raíz muchas de las características
de los conflictos Norte-Sur. Es cierto que cada superpotencia explotó
cínicamente los conflictos en el reino de la otra, pero ése es
otro asunto. Un aspecto de ese cinismo se ha convertido, en realidad, en la
característica más prominente de los asuntos mundiales en los
últimos meses. Sólo el que no quiere ver no conoce las raíces
del islamismo radical (incluyendo los actuales enemigos): quién lo nutrió
y lo fomentó, y por qué lo hicieron.
Seguramente no se quisiera presenciar la reconstrucción de un sistema
de ese tipo, y no existe, por suerte, ningún indicio de que suceda. Lo
que se ha estado desarrollando en realidad durante muchos años –evidentemente
en las últimas décadas– es un orden mundial que es económicamente
tripolar y militarmente monopolar.
Europa y Asia están básicamente a la par con EE.UU. económicamente
y en otros aspectos, pero EE.UU. está crecientemente solo como fuerza
militar. La escuela dominante en las relaciones internacionales –llamada "realista"–
espera generalmente que se desarrollen coaliciones para contrarrestar ese estatus
único. Es muy posible. Mi propio punto de vista, sin embargo, es que
las construcciones teóricas son tan débiles, y la evidencia empírica
tan ambigua, que las predicciones provocan muy poca confianza; y los otros factores,
no considerados en esos enfoques centrados en los estados, son mucho más
significativos: aquellos que se fusionan en Davos y en Porto Alegre, por ejemplo.
Pienso que lo que la gente razonable debería ansiar, es un sistema mundial
de un tipo muy diferente. En temas de importancia central –la "globalización,"
por ejemplo – la mayoría de la población de EE.UU. se opone a
la "hegemonía de EE.UU." Es el motivo por el que la planificación
y la implementación tienen que ser realizados en secreto – es decir,
mantenerlas secretas de la población en general; los ricos y los poderosos
saben todo al respecto, y están directamente involucrados. Las principales
líneas de falla en la sociedad internacional no se encuentran entre EE.UU.
y los otros. Pasan a través de los sistemas estatales. Esto vale en Davos,
y también en Puerto Alegre, representando a diferentes elementos del
sistema global.
P: Usted ha citado a Tucídides diciendo "las grandes naciones hacen
lo que quieren, mientras que las naciones pequeñas aceptan lo que tienen
que aceptar." ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de la situación
actual para los diferentes continentes y países? ¿Cuáles podrían
ser los efectos para América del Sur, para Brasil, y por qué?
R: La máxima de Tucídides no se aplica con la misma fuerza de
los primeros años, por el progreso de la civilización, que ha
conducir a imponer límites populares a la violencia estatal –mucho menos
de lo que se desearía, pero muy evidentes, sobre todo durante la generación
pasada. La mayor parte de la población del mundo tiene mucho que ganar
si extiende esas limitaciones, y reduce el poder del estado y de las concentraciones
privadas del poder que están estrechamente ligadas con él; desde
mi punto de vista, desmantelándolas. Mientras más suceda, menos
vale la máxima.
La globalización, al estilo de Porto Alegre, puede ser un importante
factor en la protección de pequeñas naciones, así como
de la población dentro de todas las naciones, grandes y pequeñas.
Dejando a un lado ese factor crucial, la cooperación Sur- Sur puede ser
un factor independiente que suministre medios de defensa para las "naciones
pequeñas" – no pequeñas en población, quiero decir, sino
en el control de la riqueza y de los medios de violencia.
P: Usted dice que Estados Unidos es un prominente estado terrorista. ¿Piensa
que EE.UU. está considerando ahora una política exterior diferente?
¿Ve usted posibles cambios positivos?
R: Es engañoso señalar que soy yo el que hace esa declaración.
Estoy simplemente repitiendo el juicio de la Corte Internacional y del Consejo
de Seguridad, y aplicando la definición oficial del "terrorismo" de EE.UU. a
acciones del gobierno de EE.UU., que están lejos de ser controvertidas.
Por lo tanto endoso lo que toda persona instruida sabe, incluso si prefieren
no decirlo.
¿Puede haber cambios positivos? Desde luego. En realidad, los ha habido. Ningún
Presidente de EE.UU. podría posiblemente emprender la agresión
que John F. Kennedy lanzó contra Vietnam del Sur hace 40 años,
sin despertar protestas visibles o siquiera interés. El país se
ha vuelto mucho más civilizado, una consecuencia del activismo de los
años 60, y aún más, de los años siguientes. No hay
motivos por el que esas tendencias no vayan a persistir, como lo han hecho a
través de gran parte de la historia –por suerte para aquellos de nosotros
que vivimos en la actualidad.
P: El Gobierno de EE.UU. ha calificado la guerra en Afganistán de
"guerra contra el terrorismo". ¿Piensa usted que ese tipo de acción militar
será eficaz contra el terrorismo?
R: Unos pocos hechos elementales parecen relevantes. La "guerra contra el terrorismo"
fue declarada –en realidad re-declarada, precisamente por el único estado
del mundo que ha sido condenado por terrorismo internacional por la Corte Internacional
de Justicia, y que vetó una Resolución del Consejo de Seguridad
que apela a todos los estados a que observen el derecho internacional, pensando
en la sentencia de la CIJ.
Entre los participantes más entusiastas en la guerra están otros
estados con un historial espantoso de atrocidades terroristas. Rusia, por ejemplo,
se une con gusto, anticipando que la superpotencia reinante autorizará
su maligna guerra en Chechenia; China sigue por razones similares. Turquía
fue el primer país en ofrecer tropas. Su Primer Ministro explicó
que Turquía lo hacía por gratitud por la ayuda decisiva de Washington
en su guerra asesina contra su población kurda, una de las peores limpiezas
étnicas y otras atrocidades de los años 90, basada en un inmenso
flujo de armas de la administración Clinton. Y así sigue la lista.
La nueva campaña tiene que ser evaluada sobre la base de sus méritos.
Pero, sea como sea, no puede ser llamada seriamente una "guerra contra el terrorismo".
George Orwell se daría vueltas en su tumba de sólo pensarlo.
Hay una definición oficial del terrorismo, por ejemplo, en los Manuales
de Código y del Ejército de EE.UU. Es una excelente definición,
pero no puede ser utilizada, porque si se aplica resultará en respuestas
intolerables, como aquellas que he mencionado – una muestra muy parcial. Por
lo tanto, el término "terrorismo" se refiere en la práctica al
terrorismo que ELLOS realizan contra NOSOTROS, sean quienes sean los NOSOTROS
del momento. Es probablemente una verdad histórica universal. Incluso
los peores asesinos adoptaron esa práctica. Los nazis, por ejemplo, se
describían, y sin duda se consideraban, como defensores de la población
y de gobiernos legítimos contra "los guerrilleros terroristas dirigidos
desde el extranjero". Es innecesario mencionar ejemplos recientes del Cono Sur
de América Latina.
Basándose en esa convención, las acciones militares contra el
"terrorismo" pueden, desde luego, ser efectivas. El "contraterrorismo" nazi
fue efectivo. Hay ejemplos dramáticos en el sitio en el que usted publica,
y cerca.
P: ¿Qué ha cambiado en la forma en la que EE.UU. ha manejado sus conflictos
externos en los últimos años?
R: Hubo, claro está, algunos cambios con el colapso de la segunda (y
mucho más débil) superpotencia. Eso llevó a un reajuste
de tácticas, y a nuevos pretextos, pero no a mayores cambios en la política.
Fue evidente de inmediato. Directamente después de la caída del
Muro de Berlín, EE.UU. invadió Panamá, matando probablemente
a miles de personas, vetando dos resoluciones del Consejo de Seguridad, e instalando
un régimen títere de banqueros y narcotraficantes (el narcotráfico
aumentó considerablemente, como fue revelado por, entre otros, informes
del Congreso.) El objetivo era secuestrar a un matón brutal que se había
vuelto desobediente. Fue sentenciado en Florida por crímenes que había
cometido sobre todo cuando estaba en la nómina de la CIA y era elogiado
por la administración Reagan por la honradez de la elección que
robó mediante el fraude y la violencia.
Todo esto era tan familiar como para no merecer más de una nota al pié
de la historia, pero había dos diferencias. Primero los pretextos eran
diferentes. La invasión no se realizó "en defensa contra un puesto
de avanzada del imperio soviético, tratando de conquistar el hemisferio
y destruirnos". No, fue defendiéndose contra narcotraficantes hispánicos.
Y como lo señaló de inmediato el antiguo funcionario de Reagan,
Elliott Abrams, fue la primera vez que EE.UU. pudo recurrir a la fuerza sin
preocuparse de que hubiera alguna reacción rusa en alguna parte del mundo.
Fue lo mismo en el siguiente ejercicio de fuerza, contra un gángster
mucho más brutal al que EE.UU. y el Reino Unido habían utilizado
alegremente durante sus peores atrocidades, pero que debía ser castigado
por su primer crimen serio: la desobediencia. La guerra en Irak no fue presentada
como una defensa contra los rusos, y EE.UU. y Gran Bretaña no se hubieran
atrevido jamás a desplegar inmensas tropas terrestres si hubiera habido
algún disuasivo. Lo mismo continúa hasta hoy en día.
También hubo cambios en la postura estratégica general, con interesantes
admisiones de la falsedad de los pretextos tradicionales, y un reconocimiento
abierto de que el verdadero enemigo era el nacionalismo independiente en el
Sur. Eso ha quedado en claro sobre la base de documentos internos durante muchos
años, pero ahora fue abiertamente reconocido, habiendo desaparecido el
pretexto soviético. Las estrategias nucleares también han cambiado,
con más énfasis en armas apuntando al Sur "rico en objetivos"
en lugar de la Unión Soviética "rica en armas", en la jerga del
Pentágono.
He estudiado esto en amplio detalle en otros sitios, tanto el rico historial
documental de los planificadores y de los eventos mismos, y no puedo tratar
de hacerlo en este lugar.
P: ¿Cómo debiera reaccionar el mundo ante el terrorismo internacional?
R: El terrorismo internacional es un crimen, a menudo un crimen terrible. La
respuesta adecuada al crimen es la investigación para descubrir a los
perpetradores, que deberían ser encontrados y llevados a un justo juicio.
Esto vale tanto en el caso de un robo en las calles, como para los crímenes
del 11 de septiembre. O para los crímenes terroristas internacionales
en los que nunca ha habido duda alguna sobre los agentes. Hay una lista larga,
larga.
Para mencionar sólo unos pocos: el bombardeo del barrio El Chorillo en
Panamá por Bush I, asesinando probablemente a miles de personas; el bombardeo
por Clinton de una planta farmacéutica en Sudán, causando varias
decenas de miles de muertos según los pocos análisis realizados
(la Embajada de Alemania en Sudán, el directo regional de la respetada
fundación Near East); la guerra terrorista contra Nicaragua que
llevó a decenas de miles de muertos y a la devastación del país,
posiblemente sin posibilidades de recuperación, un caso no polémico
a la luz de la sentencia de las máximas autoridades internacionales;
o crímenes mucho peores del terrorismo internacional apoyado por estados
que vienen fácilmente a la memoria.
No creo que sea necesario dar detalles en Brasil, el primer objetivo del terrorismo
de estado apoyado por EE.UU. después del cambio radical del papel de
los militares en latinoamericanos por Kennedy, y las acciones de su administración
para crear la base para el golpe militar de 1964, que fue saludado por su Embajador
Lincoln Gordon como una "rebelión democrática" que fue la "victoria
más decisiva de la libertad a mediados del Siglo XX," mucho después
de que aparecieron claramente sus tristes consecuencias.
En ninguno de estos casos tienen las víctimas algún derecho moral
o legal para recurrir a la violencia para castigar a los presuntos terroristas,
o incluso a aquellos sobre cuya culpabilidad no caben dudas. Y por cierto no
hay derecho a castigar a las poblaciones civiles para obligarlas a entregar
a los presuntos criminales, según la defensa oficial de EE.UU., y de
Gran Bretaña del terrorismo internacional masivo. Cuba, por ejemplo,
no tiene derecho a realizar bombardeos o bioterror en EE.UU., aunque ha sido
tal vez el principal objetivo del terrorismo internacional apoyado por el Estado
desde 1959. Tampoco tiene Haití el derecho a hacer lo mismo, aunque EE.UU.
se niega a extraditar a un criminal condenado que dirigió las fuerzas
paramilitares que asesinaron brutalmente a miles de personas bajo un régimen
golpista que recibió el apoyo tácito de las administraciones del
primer Bush y de Clinton. Ni sería legítimo incluso en casos mucho
peores.
Cuando Occidente es la fuente del terrorismo internacional, semejantes
reacciones serían consideradas como indignantes y despreciables, y con
toda razón. Es la perogrullada más elemental que si algunas medidas
son consideradas legítimas cuando se aplican a un enemigo, debemos aceptar
–en verdad insistir– en que se apliquen también a nosotros. Cuando los
poderosos y los privilegiados lleguen a alcanzar este nivel mínimo de
integridad moral, será posible discutir seriamente el problema. Hasta
que semejante cambio revolucionario tenga lugar, continuaremos viviendo en el
mundo descrito hace miles de años por Tucídides, un mundo en el
que los grandes y poderosos hacen lo que quieren y los débiles sufren
como deben hacerlo, mientras el sacerdocio secular dirige el coro de elogios
para sus dirigentes, ensalzando la "fase noble" de sus esfuerzos externos y
su "brillo angelical," para usar parte de la fraseología de respetados
comentaristas del principal periódico del mundo.
Uno de los triunfos más impresionantes de los abrumadores sistemas de
propaganda occidentales, es que todavía valga la pena de mencionar semejantes
perogrulladas objetivos y morales. Uno tendría derecho a esperar que
fueran comprendidas automáticamente, sin la necesidad de hacer algún
comentario, particularmente entre las tradicionales víctimas. Por desgracia,
no es el caso, y no es, además, tan poco usual. La esclavitud, la opresión
de las mujeres y de los trabajadores, y otras severas violaciones de los derechos
humanos han podido seguir existiendo en parte porque los valores de los opresores
han sido interiorizados por las víctimas, de diversas maneras. Y por
esto "la concienciación" es a menudo el primer paso hacia la liberación.
P: ¿Qué intereses económicos se hallan detrás de la
campaña antiterrorista de EE.UU.?
R: Recuerde que la "Guerra contra el terrorismo" fue declarada hace 20 años
por la administración Reagan, de manera muy similar a su renovación
en septiembre de 2001, y con muchos de los mismos participantes en papeles directivos.
Hay intereses económicos, como en todos los temas políticos significativos.
Pero sirve en primer lugar como una cobertura para otras políticas, tal
como lo hizo la "amenaza comunista" cuando aún era posible utilizarla
sin hacer el ridículo.
La primera "guerra con el terrorismo" fue utilizada como pretexto para vastas
campañas de terrorismo internacional, sobre todo en América Central,
pero también en el Oriente Próximo, en África meridional,
y en Asia. Y la actual "guerra" está siendo utilizada para propósitos
similares, y también para establecer una poderosa presencia militar de
EE.UU. en Asia Central, que es importante por sus recursos energéticos
y su ubicación estratégica.
P: ¿Qué tipo de influencia piensa que tiene en la actualidad la industria
armamentista de EE.UU. en la política exterior del Presidente
Bush? ¿Juzga que las acciones belicistas de EE.UU. han de continuar, por las
relaciones de Bush con ese sector industrial?
R: Debería tenerse en cuenta que la "industria de armamentos" es, en
realidad, una industria de alta tecnología. La famosa "nueva economía"
fue desarrollada en gran parte bajo la cobertura de los gastos militares: eso
incluye a los ordenadores y a la electrónica en general, las telecomunicaciones
y la tecnología de la información (incluyendo a Internet), la
automación, los láseres, los aviones "civiles" (de ahí
la inmensa industria del turismo), la containerización, y muchas cosas
más. Incluso el vasto proyecto de ingeniería social de la suburbanización
fue realizado en gran parte bajo el pretexto de la "defensa". Es una razón
importante por la que EE.UU. insiste en "exenciones de seguridad nacional" en
los mal denominados "acuerdos de libre comercio": esas exenciones permiten que
continúe el vasto sistema de intervención del Estado en la economía
sin impedimentos por parte de los principios neoliberales – lo que, en la manera
tradiciones de varios siglos, constituye en gran parte un arma contra los pobres.
Desde luego, el sistema del Pentágono tiene otros propósitos y
es bastante franco al respecto.
El Comando Espacial de EE.UU., por ejemplo, justifica sus programas de militarización
del espacio tal como tienen que ser realizados para proteger los intereses y
las inversiones comerciales estadounidenses, señalando –con exactitud–
que en el pasado los ejércitos y las armadas fueron desarrollados con
las mismas intenciones. Las relaciones de la administración Bush con
este sector son algo diferentes de las de otros presidentes, pero no mucho.
Todos están comprometidos con los mismos objetivos básicos de
control global, y de preservación del dinámico sector estatal
de la economía para socializar los costos y los riesgos, mientras se
privatizan el poder y los beneficios – "el capitalismo realmente existente."
P: ¿Es el Presidente George W. Bush el hombre indicado en el momento apropiado,
como indican las últimas encuestas populares?
R: La pregunta presupone que lo que está haciendo es correcto. Esto lo
pueden suponer sólo aquellos que están a favor del terrorismo,
de la violencia, y de las atrocidades en gran escala. En lo que respecta a las
encuestas, yo sugeriría que hay que considerarlas con cautela.
Cuando a la gente se le pregunta si apoya el uso de la fuerza contra los perpetradores
de las acciones terroristas del 11 de septiembre, está abrumadoramente
de acuerdo. Cuando se le pregunta si apoya el uso de la fuerza si se va a dañar
a civiles inocentes, los números descienden fuertemente.
Además, solo los lectores más atentos de la prensa, que se basan
también en otras fuentes independientes, saben que EE.UU. y Gran Bretaña
emprendieron sus acciones con la perspectiva de que llevaría a inmensas
cantidades de gente a la inanición, tal vez más allá.
Cuatro meses más tarde, apenas se ha comenzado con la distribución
de alimentos y otra ayuda necesitada desesperadamente, aunque ha habido amplios
suministros disponibles desde hace meses. E incluso los medios oficialistas
informan que el país está volviendo al control de los mismos señores
de la guerra que cometieron crímenes tan horrendos a principios de los
años 90 que gran parte de la población saludó la llegada
de los talibán.
Jamás sabremos si las peores previsiones de los planificadores de la
guerra han resultado exactas. Estos son crímenes occidentales, por lo
tanto no son examinados. ¿Sabe la opinión de la elite occidental, o se
interesa por saberlo, cuánta gente fueron víctimas de la primera
Guerra Contra el Terror dirigida por EE.UU.? ¿O cuántos fueron asesinados
en el único bombardeo del barrio El Chorillo, para mencionar sólo
una nota al pié de menor importancia? ¿Son miles, como han afirmado los
panameños? ¿Importa? Pero el precio es seguramente elevado, y las estimaciones
solas bastan para identificar esas acciones como espantosos crímenes.
Analizamos una acción, y el comentario al respecto, sobre la base de
las previsiones hechas cuando fue emprendida. Es una perogrullada moral. Se
espera naturalmente lo mejor posible, y hay muchas razones para ser optimista.
Pero semejantes esperanzas se basan en vigorosas presiones y activismos populares,
sobre todo en los países más ricos y poderosos.
P: ¿Cómo ve usted la "ola de democratización? ¿Qué es
esta democracia? ¿Adónde nos lleva?
R: La veo en gran parte de la misma manera que el público general en
EE.UU. y en América Latina. Las encuestas muestran que existe el deseo
de democracia pero una continua reducción en la fe en lo que se llama
"democracia". Ha sido la realidad en América Latina desde que comenzó
la "ola de democratización," con razón.
Como señalara hace años el politólogo argentino Atilio
Borón, la "democratización" coincidió con el neoliberalismo,
que socava la democracia. Lo mismo ha sucedido en EE.UU. desde que fue sometido
a su propia forma de "neoliberalismo" durante los últimos 20 años.
Después de la toma del poder por Reagan, la cantidad de gente que piensa
que el gobierno sirve "a los pocos y a intereses especiales," no "al pueblo,"
aumentó del 50% normal a unos 80%.
En vísperas de la elección presidencial de noviembre de 2000,
cerca de un 75 por ciento de la población no la tomaba en serio, desechándola
como un juego que involucra a donantes ricos, jefes de partidos, y la industria
de relaciones pública, que prepara candidatos para que produzcan palabras
sin sentido para atraer a algunos votantes. Pero deben mantenerse alejados de
los temas serios, porque en ellos la opinión pública tiende a
discrepar de manera bastante aguda frente al consenso de ambas facciones del
partido de los negocios. El público general parece tener plena conciencia
de este hecho, en todo el hemisferio, a juzgar por los estudios de la opinión
pública y otra evidencia.
No hay razones que justifiquen que esto tenga que continuar, desde luego. Es
sólo una fase en una lucha que se ha desarrollado durante cientos de
años, y ha habido muchas victorias para el público en general,
fuera de los contratiempos. El ciclo, sin embargo, es generalmente ascendente,
pienso, mirando un período más extenso.
P: Argentina siguió el manual liberal y hoy vemos el fracaso
de ese modelo. La gente reaccionó y salió a las calles. Pero la
agitación social continúa. ¿En qué manos están los
dineros que salieron de Argentina? ¿Cuál será el resultado de
toda esta historia; y qué podría suceder en los países
vecinos, tales como Brasil?
R: En cuanto a dónde está el dinero, la pregunta seguramente merece
investigación, y pienso que podemos tener una buena idea sobre la respuesta
correcta. Como he mencionado, durante años, la fuga de capitales de América
Latina ha llegado a menudo al nivel de la llamada deuda.
Gran parte del dinero que salió de Argentina fue por pagos de la deuda,
está por lo tanto en manos de las entidades crediticias: bancos, instituciones
financieras, etc. Una investigación del Congreso de hace un año
descubrió que importantes bancos internacionales de EE.UU. abren una
"puerta" a un inmenso flujo de efectivo proveniente de actividades ilegales,
incluyendo a bancos que están fuertemente involucrados en América
Latina, y sugirieron que lo mismo vale para el sistema bancario internacional.
Eso sugiere otras pistas que investigar.
En general, la sugerencia implícita en la pregunta es buena: es una excelente
idea seguir la pista del dinero y descubrir qué pasó con él,
y luego sacar las conclusiones adecuadas, y no sólo en Argentina. Comparada
con otras regiones, especialmente el Este Asiático, América Latina
ha sufrido terriblemente por el hecho que esencialmente los ricos no tienen
obligaciones. Esto se revela en la evasión de impuestos, la fuga de capitales,
la importación de artículos de lujo en lugar de bienes de inversión,
y numerosas otras medidas. El resultado siempre será desastroso para
la mayor parte de la población. En cuando al efecto sobre Brasil, eso
depende de si el pueblo de Brasil podrá tomar su destino en sus propias
manos, en cooperación con otros, en otros sitios, que confrontan problemas
similares. Es decir, dependerá de si los pueblos del mundo pueden imponer
el tipo de globalización que beneficie sus intereses.
P: ¿Podría hacer una evaluación de los países que tienen
una relación más fuerte de dependencia con EE.UU., como México?
¿Podría suceder una agitación social como la que hay en Argentina?
Considerando el poder de veto de EE.UU. ¿hay actualmente una alternativa viable,
o alguna posibilidad para las economías que luchan por independizarse?
R: Respecto a México, no hay necesidad de recurrir a mi evaluación.
Una evaluación erudita fue producida por el Instituto de Política
Económica [EPI en inglés], un muy respetado instituto de investigación
en Washington, en un estudio que investigó los efectos del NAFTA sobre
los trabajadores. El estudio fue publicado en la apertura de la Cumbre de las
Américas en Québec en abril pasado, junto con un estudio sobre
los efectos del NAFTA sobre los derechos laborales, producido por Human Rights
Watch. Ambos estudios establecieron que NAFTA fue uno de esos pocos acuerdos
que han logrado dañar a la gran mayoría de la población
de los países participantes. Pero fue la historia equivocada: la conclusión
requerida, anunciada por los dirigentes (y por lo tanto por la prensa), es que
NAFTA fue un gran éxito, que debería ser el modelo para la planeada
ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).
Por ello los dos principales estudios fueron suprimidos, con la acostumbrada
e impresionante obediencia y unanimidad. El estudio del EPI estableció
que el efecto sobre los mexicanos fue el más severo, lo que no sorprende.
Los salarios declinaron continuamente desde la imposición de las reformas
neoliberales en los años 80. Eso continuó después del NAFTA,
con una disminución de un 25% en los ingresos de los trabajadores con
salarios, y un 40% para los autónomos, un efecto amplificado por el rápido
aumento en la cantidad de trabajadores no remunerados. Efectos similares fueron
descubiertos en toda la economía, incluyendo incluso una disminución
en la inversión total (a pesar de un amplio aumento en las inversiones
extranjeras). Un pequeño sector se hizo extremadamente rico, y los inversionistas
extranjeros prosperaron. Oficialmente, el comercio aumentó, pero eso
es sólo por decisión doctrinaria, que cuenta las transferencias
a través de la frontera, dentro de una corporación, como "comercio,"
una idea que los liberales clásicos habrían considerado escandalosa.
Los detalles son altamente reveladores, pero no puedo estudiarlos en esta oportunidad.
Son confirmados en otros estudios independientes, y en realidad han sido indicados
de manera bastante exacta en la prensa financiera.
Ya ha habido agitación social en México. Los Zapatistas son los
mejor conocidos. En escala, la agitación más extrema, de lejos,
es la inmensa fuga de la población a través de la frontera, donde
los que logran pasar –muchos no lo logran– trabajan por salarios miserables
en condiciones ilegales, reduciendo los precios de los productos para los consumidores
y los beneficios del negocio agrícola. Si es posible canalizar el resentimiento
popular hacia un cambio social constructivo es, como siempre, un asunto de elección,
no de especulación.
La referencia al "poder de veto de EE.UU." es, una vez más, altamente
engañosa. En este caso, "EE.UU." significa poder económico-político-ideológico
concentrado, al que se opone la mayor parte de la población interior
en los aspectos que estamos discutiendo en este momento. Así que el "poder
de veto" es ejercido también contra la población de EE.UU. Volvemos
a los mismos problemas. No se puede dar respuestas sensatas a menos que escapemos
del ámbito de la ideología convencional y formulemos las preguntas
en términos adecuados, no en los términos de la guerra ideológica.
Cuando lo hacemos, llegamos a respuestas bastante simples, e importantes, pienso,
con muchas consecuencias para el pensamiento y la acción.
P: ¿Cómo relaciona usted la política del Estado de Israel con
la política más amplia de la actual globalización imperialista?
R: Israel tiene sus propios objetivos, como otros estados. Pero igual que otros
estados, dentro de un marco de orden internacional establecido por los más
poderosos.
En 1958, el máximo organismo planificador de EE.UU., el Consejo Nacional
de Seguridad, reconoció que un "corolario lógico" de la oposición
de EE.UU. al nacionalismo árabe era el apoyo a Israel como una base fiable
para el poderío de EE.UU. en la región. La implementación
seria de ese concepto tuvo lugar sólo una década más tarde,
cuando Israel destruyó a la principal fuerza del nacionalismo árabe,
el Egipto nasserista. Eso fue reconocido por EE.UU.
como una importante contribución a los objetivos de EE.UU. en la región.
La alianza entre EE.UU. e Israel comenzó a tomar su actual forma en esa
época, e Israel también se convirtió en el niño
mimado de la opinión intelectual de EE.UU., gracias en sus logros al
mostrar cómo tratar a advenedizos del tercer mundo adecuadamente: eso,
a propósito, incluye a la mayor parte de la izquierda, algo que no debiera
sorprender a nadie que esté familiarizado con la historia de los intelectuales.
En los años subsiguientes, la alianza se hizo mucho más firme,
por razones similares.
La administración Nixon describió a Israel, como uno de sus "policías
de ronda" en el Oriente Próximo, controlando a los elementos revoltosos;
los cuarteles policiales, lógicamente, seguían estando en Washington,
aunque Gran Bretaña, con sus siglos de experiencia en asuntos semejantes,
es considerada como un perro de presa confiable. La inteligencia de EE.UU.,
y los Senadores que tuvieron un papel prominente en los asuntos del Oriente
Próximo y de la energía, describieron la política de EE.UU.
como basada en "tres pilares": (1) Arabia Saudita y los Emiratos, donde está
la mayor parte del petróleo; (2) Irán, en aquel entonces bajo
el Sha, con una fuerza militar importante, y al mismo tiempo un productor de
energía, (3) Israel, otro gendarme local, y uno muy eficiente.
Cuando cayó el Sha, el papel de Israel se hizo aún más
importante, y al llegar allí, ya estaba suministrando otros valiosos
servicios secundarios, ayudando a implementar proyectos terroristas de EE.UU.
en todo el mundo, cuando el Congreso, bajo presión pública, restringía
una participación directa. Eso fue particularmente cierto en América
Latina, donde Israel tuvo relaciones estrechas con el régimen de los
generales argentinos (que era ferozmente antisemita, pero eso no importaba),
y entrenó fuerzas terroristas de EE.UU. que atacaban a Nicaragua, y suministó
armas a los generales genocidas de Guatemala, fuera de otros servicios. La situación
era similar en África del Sur y en el Lejano Oriente.
Actualmente Israel se parece mucho a EE.UU.: la economía se basa en gran
parte en la alta tecnología, integrada con EE.UU. y basada fuertemente
en el sistema militar; comparte con EE.UU. el premio por la mayor desigualdad
en el mundo industrial; los servicios sociales, que solían ser eficientes,
se están deteriorando; y juega su papel en proyectos de EE.UU. en la
región, que conciernen sobre todo el control sobre la energía.
La prolongada alianza de Israel con Turquía es ahora totalmente abierta,
incluyendo la estrecha participación en la alianza militar de EE.UU.
con Turquía, que incluye bases en Turquía Oriental para aviones
con armas nucleares de EE.UU. Todo esto es una tragedia para los judíos
israelíes, a mi juicio (competido por muchos israelíes); y, desde
luego, para los palestinos.
P: ¿Qué piensa sobre los conflictos en el Oriente Medio y sobre la
posición de EE.UU.
sobre ese tema internacional? ¿Espera que EE.UU. vaya a cambiar profundamente
su política hacia el resto del mundo?
R: No hay razones para esperar que la política de EE.UU. cambie significativamente
porque ha sido sometido, por primera vez en su historia (o la historia de Europa),
al tipo de atrocidad terrorista que los europeos han realizado durante siglos
en el resto del mundo. O porque en respuesta a esa atrocidad, pudo utilizar
una fuerza abrumadora para aplastar a un enemigo virtualmente indefenso.
EE.UU. está aprovechando la oportunidad para establecer una presencia
militar en Asia Central, lo que es un cambio, y para solidificar sus alianzas
con estados brutales y represivos allí y en otras partes. Pero en general
no veo motivos para esperar muchos cambios. Si al hablar de conflictos en el
Oriente Medio usted quiere decir Israel-Palestina, entonces es probable que
EE.UU. persistirá en su antigua política de rechazar los derechos
nacionales palestinos, en virtual aislamiento internacional, y de suministrar
a su cliente israelí con el decisivo apoyo militar y diplomático
para impulsar el objetivo de EE.UU. e Israel de mantener una "dependencia neocolonialista
permanente" en los territorios ocupados (utilizando la frase del negociador
jefe del gobierno de Barak en Camp David en el verano de 2000).
Eso dejaría a los palestinos algunos enclaves que administrar, tal vez
lo llamarían "un estado," de la misma manera como Transkei fue llamado
"un estado" por sus patrocinadores. Una mirada a los mapas de Camp David, no
sólo la retórica, deja bien en claro las intenciones, como lo
han sido durante muchos años. Hemos visto amplia evidencia de esa continuidad:
en diciembre de 2001, cuando EE.UU. vetó una Resolución del Consejo
de Seguridad que apelaba a un fin de la violencia y al envío de observadores
internacionales desarmados para ayudar a reducir el nivel de la violencia; y
entorpeció una conferencia sobre las Convenciones de Ginebra convocada
por Suiza, el gobierno responsable. Esos actos aseguran virtualmente que el
terror estatal aumentará, junto con el terrorismo de la gente que sufre
la ocupación – otra razón por la que uno no puede utilizar seriamente
la frase "guerra contra el terrorismo".
P: ¿Qué piensa de la creación de un Estado palestino? ¿Es viable?
R: El primer reconocimiento official de la posibilidad de un Estado palestino
por la coalición EE.UU.-Israel tuvo lugar, que yo sepa, bajo el gobierno
extremista de derecha de Binyamin Netanyahu. Su Ministro de Comunicación
y Planificación dijo que los palestinos pueden llamar todos los cantones
que les han sido asignados "un estado" si quieren –o, agregó de manera
elegante, "pollos fritos". Esto fue mucho más lejos que los anteriores
gobiernos laboristas de Rabin y Peres, que enérgicamente negaron que
podría haber un Estado palestino. Sin duda EE.UU. aceptaría el
mismo arreglo. En una conferencia en una universidad israelí en 1997,
sobre los territorios ocupados, en la que di el discurso tónico, leí
un pasaje de la historia estándar de Suráfrica, describiendo los
bantustanes establecidos hace 40 años. No fue necesario hacer comparaciones:
eran obvias para la audiencia. En realidad, en la discusión israelí,
los planes han sido llamados a menudo "un sistema bantustán".
El negociador jefe del Primer Ministro Ehud Barak en Camp David en el verano
de 2000, Shlomo ben-Ami (considerado [políticamente] una paloma), había
descrito, de manera muy exacta, el objetivo del proceso de Oslo, como una "dependencia
neocolonial permanente" para los palestinos. El tipo de estado que EE.UU. e
Israel aceptarían sin duda alguna. Si se puede establecer un estado palestino
con un mínimo de independencia depende de lo que decida EE.UU., y eso
por su parte depende de los desarrollos internos en EE.UU., aunque las presiones
internacionales no deberían ser subestimadas. Los palestinos han sufrido
severamente por el hecho que la mayor parte del mundo, incluyendo a América
Latina, abandonó su compromiso previo hacia un Estado palestino independiente
cuando EE.UU. se hizo cargo del control unilateral de la diplomacia del Oriente
Próximo después de la Guerra del Golfo, primero en Madrid, después
en el proceso de Oslo. Eso también puede cambiar.
P: Profesor, ¿hay una posibilidad de un mundo nuevo? ¿Cómo podemos
llegar a lograrlo?
R: No sólo hay una posibilidad, es virtualmente una certeza, a menos
que los seres humanos tengan éxito en su propia destrucción –como
pueden llegar a hacerlo, por desgracia. Además, debería ser un
mundo mejor, por lo menos en muchos sentidos. ¿Cómo podemos lograrlo?
Por los mismos medios que han sido utilizados a través de la historia.
¿Por qué no vivimos bajo el feudalismo, o bajo reyes y príncipes,
o bajo generales neonazis? ¿Por qué ha sido reducida la esclavitud (sólo
parcialmente, por desgracia)? ¿Por qué las mujeres tienen (a veces) derechos
que no tenían en épocas pasadas? Es fácil continuar con
la lista. No hay llaves mágicas, no hay respuestas simples, sólo
una lucha dura, dedicada, comprometida, de maneras que todos conocemos y que
muchos de nosotros hemos experimentado directamente.
P: Su trabajo como lingüista ha sido considerado "elitista" porque propone
una base común en todos los idiomas, lo que es, para los multiculturalistas,
un desprecio hacia las diferencias culturales. Pero su militancia política
se opone al elitismo. ¿Cómo ve usted este problema? ¿Es una falsa contradicción?
Las nuevas investigaciones, a propósitos, tienden a confirmar su teoría
lingüística.
R: ¿Es "elitista" subrayar que hay una "base común" para los sistemas
visuales humanos que causa que los niños, bajo condiciones normales,
desarrollen un sistema visual humano mientras que los insectos no lo hacen –variando,
por cierto, con la experiencia, pero hecho básicamente según el
mismo modelo? O para tomar una perogrullada comparable, que hay una "base común"
para los sistemas lingüísticos humanos, que es el motivo por el
cual los niños, bajo condiciones normales, desarrollan un idioma humano,
mientras los gatos y los chimpancés no lo hacen –variando, por cierto,
con la experiencia, pero hecho básicamente según el mismo modelo?
De manera más general, ¿es elitista suponer que las superiores facultades
mentales humanas son como todo lo que conocemos en el mundo biológico,
y que todo niño es, por ello, capaz de adquirir cualquier idioma humano,
o sistema moral, o cualquier otro aspecto de lo que llamamos libremente "cultura"?
Eso parece ser sólo cordura elemental. En realidad, los multiculturalistas
más extremos deben estar dedicados a esta tesis. Un niño no adquiere
una cultura tragándose una píldora. Mi nieta podría haber
adquirido las culturas de los aborígenes australianos, de los budistas
tailandeses, o de cualquier otra sociedad humana, pero su gato o chimpancé
preferido no podrían, igual como ella no puede adquirir su habilidad
en muchas áreas, o las capacidades de comunicación o de navegación
de los insectos.
A menos que creamos en magia, todo esto puede ser atribuido al legado genético,
que provee una "base común" para lo que es llamado tradicionalmente el
"carácter de la especie" de organismos en particular; también
los humanos, asumiendo que son parte del mundo natural, no ángeles. Desde
luego, hay preguntas serias e importantes sobre lo que constituye este carácter
de la especie, incluyendo la facultad compartida del lenguaje. Ninguna persona,
ni yo ni ninguna otra persona, posee una teoría lingüística,
y mis propias ideas cambian virtualmente cada vez que un estudiante de postgrado
viene a mi oficina con algunas ideas nuevas sobre estos asuntos.
Trabajos recientes han aclarado sin duda muchos de estos problemas, a veces
en formas extremadamente fascinantes y sorprendentes, presentando al mismo tiempo
nuevos problemas que no habían sido imaginados previamente. Es lo que
se espera de un programa de investigación vivo y que vale la pena impulsar.
P: Se teme que, debido a la caza de terroristas, las libertades individuales
del pueblo estadounidense y de los inmigrantes en EE.UU. podrían ser
afectadas negativamente.
¿Qué piensa usted al respecto?
R: No cabe duda que elementos duros y represivos en todo el mundo están
explotando el temor y la angustia de la población como una "apertura"
para lograr sus fines, incluyendo el objetivo de aumentar el poder del estado
para imponer disciplina y obediencia, como lo exigen aquellos que difaman el
término "conservador" al adoptarlo. La nueva legislación en EE.UU.
podría contribuir a este objetivo, como en todas partes. El que las fuerzas
reaccionarias tengan éxito en este esfuerzo muy natural es, de nuevo,
un asunto de voluntad y elección. Mi opinión es que por lo menos
en EE.UU. no llegarán muy lejos, aunque seguramente tratarán de
hacerlo, y ya lo han hecho.
P: ¿Cómo analiza usted el Estado de Control mediante el Castigo que
está produciendo el encarcelamiento de millones de personas en las sociedades
contemporáneas?
R: Hay que considerar los casos específicos. Tomemos EE.UU. Hace 20 años,
EE.UU.
tenía aproximadamente la misma proporción de su población
en las prisiones como otros países industriales. Las tasas de criminalidad
también eran más o menos las mismas, y así han continuado.
Desde entonces, sin embargo, la cantidad de gente encarcelada ha aumentado continuamente;
las cantidades aumentaron otro 50 por ciento durante los años Clinton.
Actualmente el nivel es 5 a 10 veces más alto que en otras sociedades
industriales, tal vez el más alto del mundo, por lo menos entre los países
que tienen datos significativos. Un importante pretexto para el encarcelamiento
ha sido la "guerra contra las drogas," que tiene muy poco que ver con drogas,
pero mucho con control social: elimina gente que es superflua desde el punto
de vista de la producción de beneficios, y atemoriza al resto.
Son concomitantes naturales de los programas neoliberales que han sido instituidos
durante los mismos años.
Contrariamente a la propaganda, esos programas han tenido un efecto dañino
sobre la economía, y para una gran parte de la población han significado
salarios más bajos, con ingresos familiares mantenidos sólo con
un volumen de trabajo más elevado, actualmente el más elevado
del mundo industrial. La famosa "economía del cuento de hadas" es más
bien parecida a la de los países del Tercer Mundo: concentrada estrechamente
entre sectores privilegiados. En los países pobres, los problemas del
control social pueden ser manejados con violencia:
escuadrones de la muerte y otros instrumentos. Los países ricos son más
civilizados; EE.UU. recurre al encarcelamiento, que tiene un rol social algo
similar. Vale la pena tomar nota de las conclusiones que resultarían
si se contara a los presos como parte de la fuerza de trabajo potencial, como
debieran serlo –son pobres en su abrumadora mayoría (lo que en EE.UU.
significa que son sobre todo negros e hispánicos), y varones en edad
de trabajar. Si los agregamos a los desocupados, como indudablemente debiéramos
hacer, entonces la tasa de desocupación de EE.UU. se acerca al promedio
europeo. Se hace mucho más elevada si agregamos al total, como debiéramos,
el inmenso sistema de control social relacionado con el encarcelamiento: las
fuerzas de seguridad, la policía, el sistema de justicia penal, etc.
Incluso la construcción de prisiones se ha convertido en una industria
importante. El sistema de EE.UU. de reducir el desempleo con salarios y beneficios
bajos, y alta inseguridad laboral – "mercados laborales flexibles" en la terminología
técnica – constituye mayormente un fraude, un hecho que debiera ser de
interés para aquellos a los que se presiona para que sigan el mismo maravilloso
camino.
P: ¿Piensa que palabras como optimismo y pesimismo tienen sentido? Pueden
explicar algo categorías como el espiritualismo y el materialismo?
R: Siempre tiene sentido, pienso, adoptar el famoso slogan de Gramsci, que tomó
de Romain Rolland y que reiteraba constantemente: que deberíamos tener
el "pesimismo del intelecto, y el optimismo de la voluntad"-. Los conceptos
tienen definitivamente sentido, y pienso que es cómo debiéramos
utilizarlos. En lo que se refiere al espiritualismo y al materialismo, creo
que hay una buena cantidad de malentendidos. Hubo una vez un concepto significativo
de materialismo, pero fue destruido por Newton, con considerable consternación,
cuando descubrió lo que consideraba una "absurdidad": que el mundo no
es una máquina. Hasta el fin de su vida, trató de superar esa
absurdidad, pero en vano. Prominentes científicos de su época,
y mucho después. también lo consideraron una absurdidad, y trataron
de superar el problema, pero tampoco tuvieron éxito. Finalmente, la absurdidad
fue incorporada al "sentido común científico," junto con numerosas
otras que siguieron. Finalmente quedó en claro que el mundo simplemente
no nos es inteligible de la manera esperada por Galileo y al principio de la
revolución científica moderna, y que tenemos que construir las
mejores teorías posibles, renunciando a nuestras esperanzas anteriores.
Y a medida que continuaba el proceso, el materialismo desapareció, por
lo menos en su sentido tradicional. Esto ha sido reconocido en la erudición
estándar en la historia de la ciencia, desde hace mucho tiempo: en el
clásico XIX estudio del materialismo por Friedrich Lange, por ejemplo.
Por lo tanto, es difícil decir algo sobre el "materialismo". Y en cuanto
al "espiritualismo," menos todavía. Personalmente, por lo menos, no tengo
una idea clara de lo que se supone que signifique el término.