25 de octubre de 2002
El ALCA visto desde los Estados Unidos
El ALCA forma parte de la estrategia imperial
James Petras
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
(www.manueltalens.com)
Las conversaciones y entrevistas de los hombres de negocios y de los banqueros
de Wall Street, las opiniones de los editores financieros y de los representantes
del gobierno en Washington y la lectura de periódicos económicos
y documentos públicos nos indican que el ALCA goza de un apoyo entusiasta
y casi unánime en este país. La confederación sindical
AFL-CIO, que en cualquier caso carece prácticamente de poder, está
tratando de imponer tarifas a las exportaciones de América Latina para
proteger a los trabajadores estadounidenses, pero si hacemos abstracción
de algunos grupos afines a iglesias cristianas y de las organizaciones latinoamericanas
de solidaridad que se oponen al ALCA, el resto de la opinión pública
estadounidense ni siquiera conoce la existencia de este acuerdo comercial.
Tales premisas nos permiten plantear diversas preguntas: (1) ¿Cómo es
posible que tras el fracaso de las políticas de libre mercado aplicadas
durante las dos últimas décadas en América Latina y la
pobreza cada vez mayor que sufre México bajo el NAFTA exista un respaldo
tan firme por el ALCA?; (2) ¿Por qué sería necesario el ALCA,
si las compañías multinacionales estadounidenses y europeas han
prosperado bajo el actual marco neoliberal? y (3) ¿En qué aspecto de
la estrategia de guerra global de la administración Bush encaja el ALCA?
La transición, desde los beneficios exorbitantes al ALCA
Entre los años 1990 y 2002 -la "edad de oro del neoliberalismo"- los
bancos y las compañías multinacionales obtuvieron un trillón
de dólares en beneficios, intereses de la deuda y regalías provenientes
de América Latina. Además, la elite latinoamericana expatrió
cerca de novecientos mil millones de dólares de "dinero sucio" (fondos
de origen ilícito) por mediación de los bancos estadounidenses
y europeos. Éstos, durante el mismo periodo, adquirieron más de
4000 lucrativos bancos públicos, compañías de telecomunicaciones,
de transportes, petroleras y mineras, y de venta al por menor en toda Latinoamérica,
pero sobre todo en Argentina, México y Brasil. El superávit del
comercio de los Estados Unidos con América Latina compensó más
del 25% de su déficit con Asia o más del 50% con Europa. Las tasas
de beneficios e intereses de las compañías multinacionales y de
los bancos estadounidenses en Latinoamérica duplicaron y triplicaron
su rentabilidad en los Estados Unidos. Dichas empresas, al relocalizarse en
el cono sur, fueron capaces de reducir sus gastos laborales en un 70 a 80%;
la parte del mercado de venta al por menor en Latinoamérica se incrementó
de manera exponencial por mediación de los bancos y de las compañías
filiales, sobre todo en la comida rápida, en los centros comerciales
y en los bienes raíces. En otras palabras, las políticas de "libre
mercado" dieron lugar a resultados diametralmente opuestos: por un lado, los
beneficios más inmensos y la mayor presencia de multinacionales estadounidenses
en América Latina de todo el siglo XX y principios del XXI y, por el
otro, el crecimiento más bajo durante el mismo período en la región,
especialmente en Argentina, Brasil y México. La pobreza y el estancamiento
de América Latina es un producto de la concentración y la centralización
de la riqueza, así como de la expansión de los Estados Unidos.
Los banqueros estadounidenses son de la opinión que los regímenes
"neoliberales" fueron un éxito resonante y consideran que el ALCA profundizará
y prolongará los años literalmente dorados de 1990 a 2002. Las
transferencias masivas de riqueza hacia el "norte" han limitado la acumulación
y el crecimiento local; la privatización ha conducido a beneficios cada
vez mayores y a un desempleo creciente; la desregulación bancaria ha
permitido que los bancos estadounidenses se apropien de los ahorros locales
y transvasen de manera ilegal miles de millones de fondos ilícitos desde
América Latina a los Estados Unidos (entre los cuales se encuentran los
cien millones de dólares que el Citibank desvió a nombre de Raúl
Salinas de Gortari), mientras que, al mismo tiempo, los productores locales
se enfrentaban a elevadas tasas de interés y a un crédito exiguo;
el "proteccionismo y el mercado libre" asimétricos han conducido al control
del comercio al por menor, de las telecomunicaciones y de los bienes raíces
por parte de las compañías estadounidenses, así como a
cupos y restricciones a las exportaciones latinoamericanas de productos agrícolas
(cítricos, azúcar, algodón, langostinos, etc.), del transporte,
de los textiles y de otras muchas mercancías. Si excluimos el petróleo
y los productos de las plantas de montaje -de propiedad extranjera-, que poseen
un bajo valor añadido, el porcentaje de las exportaciones latinoamericanas
en comparación con las exportaciones de los Estados Unidos ha disminuido
considerablemente. Si este inmenso volumen de riqueza que se esfumó en
dirección de los Estados Unidos se hubiese invertido en América
Latina durante la pasada década, el nivel de vida habría aumentado
allí un 40% y los sistemas nacionales de salud y educación habrían
mejorado enormemente.
La conclusión está bien clara: el apoyo de los Estados Unidos
al ALCA se debe a los beneficios exorbitantes que obtienen con las políticas
de libre mercado y a la creencia de que el acuerdo consolidará el marco
necesario para la continuidad de las ganancias. La desintegración de
las economías de América Latina y la descomposición de
sus sociedades únicamente entrarían en los cálculos de
Wall Street y Washington si llegaran a producirse revueltas populares, en cuyo
caso Washington está preparado para imponer un control militar, pero
no para modificar las condiciones de explotación.
La necesidad del ALCA
El ALCA es una continuación necesaria del "libre mercado" porque establece
una base institucional legal y formal para la absorción absoluta de los
recursos, ahorros, mercados, comercio y empresas de América Latina. Tal
como hemos visto más arriba, el neoliberalismo ha obtenido un tremendo
éxito para Wall Street, pero todavía existen pequeños espacios
de control local, así como unas pocas y debilitadas leyes restrictivas
nacionales y sociales y, en algunos casos, regímenes endebles incapaces
de poner en práctica en su totalidad las políticas de Washington
a causa de la presión popular. El ALCA permitirá la abolición
de dichos impedimentos que limitan el pillaje imperial. Tal como ha sido concebido,
las políticas económicas del ALCA serán dictadas por una
comisión dominada por los Estados Unidos, de la misma manera que dominó
la OEA, la BID y otras organizaciones regionales. Los reglamentos del ALCA serán
impuestos por un personal administrativo y por alianzas militares bajo el control
de los Estados Unidos. El ALCA nace ya adulto de la matriz neoliberal, pero
es también un intento de que sus políticas y estructuras se vuelvan
"irreversibles". El ALCA, tras eliminar los organismos legislativos y ejecutivos
locales sujetos a la influencia popular, los sustituirá por comisarios
no elegidos bajo la dirección de los departamentos estadounidense del
Tesoro y del Comercio, que supervisarán y formularán las políticas
destinadas a una mayor penetración de los Estados Unidos, así
como a proteger a las empresas estadounidenses de cualquier competición,
a expensas de sus contrincantes europeas y de los productores latinoamericanos.
Por último, las compañías multinacionales estadounidenses
consideran que el ALCA es un medio para impedir que sus rivales europeas se
hagan con los lucrativos recursos latinos y con partes del mercado. Dado el
cada vez mayor déficit comercial de los Estados Unidos con el resto del
mundo, el ALCA permitirá incrementar los excedentes comerciales y facilitar
las transferencias hacia el norte del "dinero sucio". El desmoronamiento de
los regímenes neoliberales que les sirven de clientela, así como
el auge de los movimientos populares y la elección en las urnas de regímenes
progresistas, hacen que el ALCA se proponga arrebatar el poder de la toma de
decisiones de manos de su desacreditada clientela para ponerlo en las de funcionarios
imperiales.
El ALCA y la estrategia de la Guerra global de Bush
Mientras que los funcionarios económicos estadounidenses se ocupan del
trabajo preparatorio previo al pacto del ALCA en el año 2005, las autoridades
de alto rango de la administración Bush cumplen un trabajo diferente,
pero paralelo: la conquista militar y el monopolio de los recursos estratégicos
petroleros a través de la guerra y posterior ocupación de Iraq,
así como de probables guerras futuras y colonizaciones de otros países
productores. Los intensos esfuerzos de Washington por fomentar un golpe militar
en Venezuela y promover una guerra total en Colombia son el punto de convergencia
entre la conquista por la fuerza de los recursos petroleros y América
Latina.
El predominio de la ultraderecha militarista en el régimen de Bush (Wolfowitz,
Perle, Cheney, Rice y Rumsfeld) significa que, al menos de manera temporal,
la guerra y las políticas represoras tienen prioridad por encima de las
económicas, incluido el ALCA. Washington asume que su clientela de regímenes
latinoamericanos y el activo de que dispone entre los serviles ministros de
asuntos exteriores se ocuparán de la promoción del ALCA. Desde
el punto de vista estratégico, si fuera necesario imponerlo, los señores
estadounidenses de la guerra confían en sus lazos cada vez mayores con
los militares y la policía secreta de América Latina (eso que
se suele denominar fuerzas de seguridad y servicios de "inteligencia).
Estudiado con objetividad, el énfasis que pone el régimen de Bush
en la conquista militar se sustenta en el enorme déficit económico
actual y en la esperanza de los futuros beneficios monopolísticos que
obtendrá tras controlar el petróleo del Oriente Próximo
y Venezuela. Mientras tanto, en el período de "transición" que
va del déficit actual a las ganancias futuras, Washington trata de exprimir
América Latina para obtener la diferencia. Sin embargo, los cálculos
de Washington y de Wall Street no tienen en cuenta el alcance y la profundidad
de la emergente ola de movimientos populares contra el ALCA y su brazo militar;
mientras que Washington se ocupa de sus proyectos de construcción imperial,
las masas están cada vez más inquietas y la clientela de regímenes
neoliberales empieza a convertirse en un accidente de la historia. Queda por
dilucidar la cuestión de qué ocurrirá en primer lugar:
¿Crearán los movimientos populares regímenes nacionalistas y socialistas
antes de que Washington pueda encerrarlos en la jaula del ALCA? Yo apuesto por
los movimientos populares.
Nota del traductor: ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas.
AFL-CIO: American Federation of Labour merged with Congress of Industrial Organisations.
NAFTA: North American Free Trade Agreement.
OEA: Organización de Estados Americanos
BID: Banco Interamericano de Desarrollo.