Los intereses económicos
tras el Plan Colombia
Los
intereses económicos, deben diferenciarse entre aquellos relacionados
con el neoliberalismo en marcha en Colombia, en el continente y el mundo,
de las ligadas a intereses específicos de las empresas transnacionales,
principalmente norteamericanas, aspectos cuyo análisis es el objetivo
del presente punto.
1.
Plan Colombia y modelo neoliberal
La
Oficina Internacional de Derechos Humanos Acción Colombia, en la síntesis
de su Documento Nº 6 titulado
“Plan Colombia: Una Estrategia sin Solución”,
de febrero del 2000, afirma que: “En lo económico el plan Colombia plantea
un plan de estabilización muy parecido a los de “Ajuste estructural”,
con graves consecuencias en el corto plazo sobre las ya difíciles condiciones
de distribución del ingreso y el empleo.
Se incrementa el endeudamiento externo, se privatiza para hacer asistencialismo,
se socializan las pérdidas y se pretende explicar que los sacrificios
de hoy serán el crecimiento y la mejor distribución del ingreso en el
mañana. Aunque esto fuera cierto, es objetivo decir que la propuesta económica
planteada no contribuye en el corto y en el mediano plazo a la paz y la
convivencia social, aún si se lograse un acuerdo entre los actores armados
de la guerra”, cita que no expresa otra cosa que la intencionalidad del
gobierno de Colombia de avanzar en la consolidación del modelo neoliberal,
como igualmente lo asevera Sergio Ramírez cuando señala que: “Con el Plan
Colombia, el imperialismo norteamericano busca consolidar, por la vía
de la intervención militar, una política económica neoliberal que permita
imponer, sin resistencia, las determinaciones del Fondo Monetario Internacional(FMI),
que significarán privatizaciones, desempleo, salarios miserables y toda
clase de garantías a las transnacionales para explotación de sus
recursos naturales y la inversión extranjera. Por esta razón el
mencionado plan representa un respaldo al antidemocrático y represivo
Estado colombiano y al gobierno de Pastrana. En la tarea de preservar
y acrecentar sus privilegios de clase, la oligarquía colombiana es servil
con EE.UU. Está dispuesta no sólo a acentuar la explotación y miseria
del pueblo, sino también a vender todas las empresas, servicios y recursos
naturales a la voracidad insaciable de los grupos económicos internacionales”[41].
Afirmaciones que podrían ser objetadas bajo la acusación de constituir
solamente frases retóricas, de barricada, de no mediar las actuales condiciones
del desarrollo mundial, y el movimiento social que se desarrolla actualmente
en Colombia por parte de una serie de organizaciones de trabajadores y
gremiales en contra de las privatizaciones, así como por el tratamiento
específico que en el texto del propio Plan Colombia se otorga a la “modernización”
y a la “inserción en un mundo globalizado”, identificando la primera,
mediante una ofensiva ideológica importante, con las privatizaciones,
y, la segunda, con un aperturismo a ultranza, que pasa igualmente
por los incentivos para el crecimiento de la inversión directa extranjera,
incentivos entre los cuales se destaca la venta de las empresas públicas
en precios substantivamente menores que los precios reales, o, como en
el caso de Bolivia, al 50 por ciento del valor mediante la disposición
del 50 por ciento del valor para la capitalización de la empresa, circunstancias
todas que anuncian que el Plan Colombia camina por la ruta emprendida
por el gobierno de Pastrana: la modernización privatizadora y el aperturismo
neoliberal, bajo el argumento de la globalización.
2.
Plan Colombia y los intereses económicos específicos
En
el campo de los intereses económicos específicos, entre estos de las empresas
transnacionales, principalmente de los Estados Unidos de América, es posible
determinar tres tipos claramente definidos:
1.
Las ventas para la guerra;
2. El negocio
de las drogas; y,
3.
La expansión recolonizadora.
2.1.
Las ventas para la guerra
Como
lo anuncia Pascual Serrano,
“Las empresas norteamericanas de armas ya están comenzando a tomar
posiciones. El periodista Tob Robberson, citando fuentes militares estadounidenses,
informa en el “Dallas Morning News” que por lo menos seis compañías privadas
de este país, especializadas en asuntos militares, han establecido contactos
en la región, anticipándose a futuros contratos con Colombia. Cita, entre
otras, a Dyncorp, Inc. y a Recursos Profesionales Militares, Inc., identificada
también como MPRI, las cuales han estado vinculadas con contratos para
el apoyo logístico y entrenamiento de la policía y las fuerzas colombianas
de contrainsurgencia. Ed. Soyster, portavoz de la MPRE, ex teniente general
del ejército y antiguo director de la Agencia de Inteligencia de Defensa
ha declarado que su compañía “se está preparando para la adjudicación
de nuevos contratos en caso de que el nuevo paquete de ayuda resulte aprobado
(...). La compañía debiera estar bien posicionada para la obtención del
contrato, ya que también ayudó al gobierno colombiano a diseñar el Plan
de Acción en tres fases que fue presentado al Congreso (...) indicando
las partidas a las que se destinarán los 1.600 millones de dólares”. Asimismo,
según Soyster, la MPRI mantiene una base de datos de 11.000 oficiales,
entre retirados y activos, disponibles para trabajar en asignaciones temporales.
Esto se enmarca en la nueva modalidad de mercenarismo de la guerra denominado
Outsourcing”[42].
En esa perspectiva,
lo que antes se relata no es ninguna novedad, todos los procesos
de guerra como el que propicia el Plan Colombia tienen, entre otros objetivos,
el de dinamizar la economía de los países que “generosamente” participan
del financiamiento, puesto que, como es igualmente conocido, todos los
paquetes de ayuda que contienen asignaciones para compras, establecen
el país de origen de los bienes a adquirir, lo que en buen romance no
significa otra cosa que las compras deben concretarse con empresas de
los países financistas y no a empresas competidoras de otros países, aunque
estas ofreciesen mejores condiciones de venta. Ello, por cierto, no excluirá
una guerra brutal económica en los países que financian el Plan Colombia,
entre las distintas empresas productoras de bienes de guerra similares,
guerra que por cierto ampliará el espectro de funcionarios corruptos,
como no puede ser de otra manera en países en que la coima y la comisión
se han institucionalizado, como medio para “optimizar las ganancia”
en nuestros países, en los que
aquella y el rédito han sido elevadas a la categoría de objetivo existencial
de las clases dominantes. Esperemos que en el futuro podamos conocer
el resultado de la “guerra económica”, no por económica menos tenebrosa,
sucia y despreciable como toda guerra.
2.2.
El negocio de las drogas
En
el negocio de las drogas, como lo sugieren los especialistas, debe ser
dividido en sus distintas etapas: narco producción, narco procesamiento,
narco tráfico, narco distribución y narco lavado, dadas las características
diferentes que les son propias:
1.
En tanto en el proceso productivo de la coca participan pequeños
campesinos, en el tráfico, procesamiento, distribución y lavado lo hacen
grandes organizaciones mafiosas;
2.
En el narco tráfico se observa la participación de narcotraficantes
menores, pero ésta no es significativa respecto a los volúmes totales;
3.
En el financiamiento de todas las etapas antes mencionadas, participan
las organizaciones mafiosas.
A
más de las diferencias mencionadas, valga insistir en las implicaciones
que ello tiene, por ejemplo, para la erradicación o no de las plantaciones
por los métodos violentos, como las fumigaciones, propuestas por el Plan
Colombia[43].
Efectivamente, si se recuerda que las plantaciones son financiadas por
las grandes mafias, es fácil concluir sobre la existencia de una gran
movilidad de los cultivos entre distintas zonas e incluso países, dada
la gran capacidad financiera que poseen. En otros términos, una reducción
real de los cultivos de coca sólo sería posible si los campesinos tuviesen
otra opción de vida, si por ejemplo la erradicación de la coca se realizase
por medios manuales, sobre la base de una ayuda efectiva para la redistribución
de la propiedad de la tierra y el desarrollo de futuros cultivos.
La fumigación genera el efecto contrario, ya que, sume aún más en la pobreza
a la población campesina al privarle de los actuales ingresos, a lo que
se suma la desprovisión de
tierras que también les caracteriza, circunstancias que les convierte
en presa fácil de las grandes mafias, precisamente por la precaria condición
a la que la ha conducido la injusta distribución de la propiedad de la
tierra y la fumigación que termina por acabar con su forma actual de vida.
En consecuencia, en tanto no se resuelvan los problemas de pobreza extrema
mencionados no existe viabilidad cierta de erradicar el cultivo de coca.
Las grandes mafias ya se encargarán de seleccionar las nuevas zonas de
cultivos para la coca, y los gobiernos neoliberales de crearles las masas
de empobrecidos que asumirán la responsabilidad de cultivarla y recolectarla.
Ahora bien, si las grandes mafias son las que disponen de una casi ilimitada
capacidad financiera, es obvio que sin debilitar esa capacidad no es posible
terminar con el tráfico de drogas. Una de las medidas sugeridas por el
Dr, Gustavo de Greiff, ex Fiscal General de Colombia, es la legalización
del tráfico de drogas, acompañada de la responsabilidad de los países
consumidores de adoptar medidas para despenalizar el consumo de drogas
y desarrollar amplias campañas educativas y de salud para avanzar en la
reducción del número de adictos.
Cierto es que la polémica
entre quienes apoyan o rechazan la legalización del comercio de drogas
asumen posiciones extremas, por la elevada incertidumbre que esa medida
recrea, como por la posibilidad cierta de presentar ejemplos históricos
que permiten decir o desdecir bondades y defectos. Tal es el caso de la
legalización del uso del tabaco y del rapé, cuyo uso fue incluso considerado
como hecho pecaminoso, utilizado como paradigma del incremento de adictos
luego de su legalización, o de la legalización del comercio de licores
en los Estados Unidos, esgrimido como paradigma de éxito en la desarticulación
de las mafias organizadas.
En el caso de la despenalización del consumo, quienes se oponen a la legalización
del comercio, arguyen los
ejemplos fallidos de España
y Holanda, manifestando que en esos países se ha incrementado el número
de adictos, sin considerar la diferencia entre legalización y despenalización
y la necesidad de la aplicación simultánea de las dos medidas. En otros
términos, no reparan en que la sola despenalización no es más que una
parte de las medidas a adoptar. A todo ello, valga mencionar que una despenalización
no acompañada de campañas intensivas para reducir la adicción, no puede
ser efectiva, como ha ocurrido en los dos países antes mencionados. En
otros términos, para que la despenalización tenga éxito sería necesario
destinar por lo menos fondos iguales a los actualmente destinados a reprimir
el narcotráfico.
Ahora bien, es necesario indicar que el negocio de las drogas no se circunscribe
al tráfico y consumo de drogas de origen natural, ya que, como es conocido
existe la producción, tráfico, distribución y consumo de drogas sintéticas,
respecto a lo cual vale mencionar que si bien se carece de información
estadística cierta que permita determinar con exactitud las ponderaciones
de la participación de las drogas de origen natural respecto a las sintéticas,
si es posible afirmar que el avance de las segundas respecto a las primeras
es significativo, como lo demuestra la presencia de un importante número
de drogadictos a la droga denominada “éxtasis”[44],
principalmente los Estados
Unidos y en Europa, así como en países del continente como es el caso
de México.
En la perspectiva anterior, la economía de la droga y la presencia de
grandes mafias organizadas para su producción y tráfico no es solamente
un problema colombiano, peruano o boliviano, es un problema de los países
desarrollados, principalmente de los Estados Unidos, principal productor
de drogas sintéticas en el
mundo. Ante ello ¿No sería procedente proponer un “Plan Estados Unidos”
que acabe con todos los centros de producción mediante bombardeos masivos
de sus propias fuerzas armadas?. La pregunta , por cierto es
inaceptable, como son inaceptables los procedimientos
guerreristas contenidos en el Plan Colombia.
Finalmente, es necesario referir otro aspecto
que hace a la economía de las drogas al cual no se presta una similar
atención, a pesar de su gran importancia:
el reciclaje de los narcodólares en el sistema financiero de un
gran número de países, incluso los Estados Unidos como lo reveló el caso
Raúl Salinas de Gortari, por ejemplo, reciclaje que permite desde dinamizar
economías como la colombiana, hasta el robustecimiento de sistemas financieros
endebles como el ecuatoriano, actualmente inscrito en una ampliación del
narco lavado como consecuencia de la dolarización, uno de los métodos
más eficaces para posibilitar el reciclaje de dineros provenientes de
las drogas.
El breve recuento anterior sobre la economía de las drogas permite advertir
que los métodos violentos como la fumigación o el exterminio militar de
las FARC y el ELN, incluso en el supuesto no consentido de que ello será
posible en el corto plazo, serán insuficientes para acabar con la economía
de la droga, para ello se requiere considerar la ineludible corresponsabilidad
de los países en los que se ubican los contingentes más grandes de consumidores,
como los Estados Unidos y los principales países europeos, como lo reclama
el propio Plan Colombia en su décima estrategia, la que conceptúa como:
“Una estrategia de orientación internacional que confirme los principios
de corresponsabilidad, acción integrada y tratamiento equilibrado para
el problema de la droga. Se deben tomar acciones simultáneas contra todos
los eslabones de la cadena de este flagelo. . . .”
En tanto Estados Unidos y los países europeos no reconozcan la
corresponsabilidad, que pasa por la consideración de legalizar las drogas
y despenalizar el consumo, como lo propone uno de los más importantes
luchadores que en contra del narcotráfico ha dado Colombia, la solución
del problema de la economía de las drogas no será viable.
2.3.
La expansión recolonizadora
Una
de las razones de ser del Plan Colombia, como se anuncia en su introducción,
es eliminar
la: “desconfianza entre
los inversionistas extranjeros, hecho que ha sido uno de los mayores obstáculos
en nuestro camino hacia la modernización. La inversión extranjera es un
elemento esencial en la generación de empleo y en el logro de una posición
estable y prospera para Colombia en un mundo ahora globalizado”, generada
por la violencia y el narcotráfico, cita de la cual vale destacar la importancia
que se otorga a la inversión extranjera para la modernización de Colombia
y la generación de empleo en un mundo globalizado.
Al respecto valga puntualizar que, como lo ha expresado con propiedad
Franz Hinkelammert: “Después
del colapso del socialismo histórico (...) la sociedad burguesa necesitaba
una palabra para designar su dominio mundial efectivo y la profundización
global de ese dominio en el futuro. La palabra ‘globalización’fue escogida
como el portador ideológico de una aspiración total. Cambió el diccionario
del newspeech. Si antes ‘global’ era una denuncia dirigida contra los
críticos de la sociedad burguesa, ahora fue transformada en portador de
una dominación global. Con el enorme esfuerzo de los medios de comunicación,
la opinión pública reaccionó como el perro de Pavlov. Hoy todo tiene que
ser global”[45],
que el apetecido proceso de modernización en el actual mundo global
no significa otra cosa que un nuevo proceso de colonización global, el
cual se sustenta, precisamente en la inversión extranjera.
En consecuencia, no puede dejar de afirmarse que uno de los propósitos
del Plan Colombia pasa por el establecimiento de mejores condiciones para
la inversión extranjera, bajo el disfraz de una supuesta modernización
que, por la experiencia de la mayoría de países latinoamericanos que han
utilizado y aplicado los mismos principios, no hasignificado otra cosa
que la privatización de las empresas públicas, de todo tipo, a favor de
las grandes empresas multinacionales, principalmente norteamericanas.
En otros términos, el Plan Colombia se propone crear las mejores condiciones
posibles para privatizar el patrimonio colombiano.
Siendo ese uno de los objetivos del Plan, resultan totalmente procedentes
las aseveraciones de Sergio Ramírez respecto a los intereses específicos
que mantienen las empresas transnacionales en Colombia, entre estas las
norteamericanas, cuando afirma que
mediante el Plan Colombia: “EE.UU.
busca generar las condiciones propicias para establecer una zona comercial
viable hacia el futuro. En tal perspectiva, la compañía Occidental Petroleum
(Oxy) de Estados Unidos está interesada en realizar inversiones para explotar
petróleo y gas natural en el norte de Colombia. La intervención militar
haría posible tal iniciativa de control de la principal riqueza de esa
nación”[46].
Intereses específicos que no son extraños al conocimiento
del pueblo de Colombia, si se reconoce la lucha que desarrollan ya las
fuerzas populares en oposición al proceso privatizador que, en el marco
del proceso neoliberal, trata de avanzar el gobierno del Presidente Pastrana.
En consecuencia, puede afirmarse que otro de los intereses específicos
que se ocultan tras del Plan Colombia es el crear condiciones de tranquilidad,
en que el Estado colombiano se consolide, pueda ejercer el poder en todo
el territorio colombiano, especialmente en la amazonía donde existen ricos
yacimientos petroleros y de metales preciosos, para proceder a entregarlo
a los intereses extranjeros, principalmente norteamericanos.
La consolidación del Estado colombiano, acompañada de un robustecimiento
de las fuerzas armadas y policía, debería igualmente
disponer de la fuerza coercitiva suficiente para cumplir con el
programa privatizador exigido por el imperio, ya que, como lo indican
las experiencias que en este campo se han cumplido en América Latina,
es casi inviable sin una “manus
militaris” fuerte que la soporte.
[41] Ramírez, Sergio, A derrotar la Intervención militar en Colombia”
[42] Serrano, Pascual: “EEUU quiere implicar a Europa en una intervención militar en Colombia” 23 de junio del 2000
[43]
En ese sentido,
Declaración de Puerto Asis señala
que: “El Plan enfatiza los instrumentos de represión que afectan el
eslabón más débil de la producción de la economía cocalera que son los
pequeños cultivadores de coca y los recolectores o raspachines. La erradicación
forzada contra los cultivos ilícitos no toca sustancialmente las diferentes
etapas de la economía cocalera, aquellas que representan las grandes
ganancias del negocio, y por el contrario implica el traslado de los
cultivos con el consecuente impacto ambiental”.
[44] El “extasis” es un derivado anfetamínico desarrollado a inicios del siglo para ser utilizado para bajar de peso, siendo luego abandonado, reiniciándose su consumo en las décadas de los 60 y 70. Su consumo produce adicción, siendo sus principales efectos el aumento de la sensibilidad y de la acción motora, lo que explica su nombre y su popularidad en discotecas y bares, Su actual precio supera los US $ 15,oo en el mercado americano y mexicano.
[45] Citado por Jurgen Schuldt en “Globalización, Mito y Realidad”, Tramasocial, Ildis, Friedrich Ebert, Quito, Ecuador, página 9.
[46] Ramírez, Sergio: “A derrotar la intervención armada en Colombia”.