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Perú

25 de julio del 2003

Perú: Poder político y medios de comunicación

Luis Arce Borja
El Diario Internacional
Uno de los pilares en los que descansa el poder de las clases opresoras son los medios de comunicación. El ejército es el brazo armado que protege el Estado (guardia pretoriana), y para este fin utiliza la violencia armada contra los enemigos de este Estado. La prensa es el brazo manipulador de conciencia, y usa para ello la mentira, el montaje y la distorsión de la realidad. La prensa y el periodismo, usados como parte del poder, conduce a éstos a la prostitución intelectual. Esta relación de poder y medios de comunicación ha crecido con el avance y desarrollo de la tecnología. Si hasta antes de la revolución industrial en Inglaterra (finales del siglo XVIII) , la prensa era más que nada un factor (vehículo) de cultura eclesiástica y su alcance estaba reducida a una elite de grandes propietarios de tierras, curas y burócratas, ya no es así con el avance y desarrollo de la tecnología capitalista. Con la revolución industrial y el surgimiento de la burguesía como clase hegemónica, el control de la prensa y el periodismo constituyen instrumentos estratégicos de carácter ideológicos y de propaganda para controlar el poder político del Estado y de la sociedad.

Ahora, en la época que vivimos, de la más impresionante revolución tecnológica en los medios de comunicación, la prensa ha agigantado su dimensión de instrumento de poder. La prensa escrita, hablada o televisada son antes que nada grandes empresas políticas controladas por el Estado. Su rol político, en algunos casos más, es más importante que los mismos partidos políticos burgueses. Así la televisión, los periódicos, la radio, Internet, etc. constituyen un instrumento de primer orden para sostener el sistema de opresión. Ningún grupo de poder, ya sea en los países ricos o pobres, puede prescindir del concurso favorable del periodismo y los medios de comunicación. En Estados Unidos o en cualquier otro país rico, los grandes consorcios de la prensa están vinculados a los grupos económicos y a los partidos en el poder. Es fácil distinguir la relación directa entre los grupos de poder y el control de las grandes empresas de comunicación. Un caso vistoso es Italia, donde un magnate de la prensa (el fascista Berlusconi) ha llegado al poder precisamente sostenido por su gigantesco aparato publicitario. El mismo fenómeno (poder político y prensa) se da, aunque caricaturescamente en los países pobres, donde cualquier sátrapa o personaje de última categoría se convierte en "presidente" gracias a la imagen que le construyen los medios de comunicación. Es claro, que las clases políticas dirigentes, desde el Estado o de otra instancia oficial, utilizan su poder económico corruptor para mercenarizar la prensa y el periodismo. Vía los millonarios contratos de publicidad, rebaja de impuestos, subvención al papel periódico, o de aportes directos de grandes sumas de dinero, los periódicos, revistas o canales de televisión, caen en poder del Estado y de aquellos que lo dirigen. En algunos países, el Estado sostiene en forma secreta una millonaria planilla de periodistas ubicados en todas las ramas de comunicación. Este hecho, como se verá más adelante, lo ilustra muy bien la historia reciente en Perú.

Pero la prensa, como soporte ideológico y de propaganda del Estado, absorbe y exterioriza el comportamiento político de los gobernantes de turno. De esta manera, a más corrupción en las altas esferas del Estado, mayor será la decadencia y pobreza intelectual en los medios de comunicación. Un caso sobresaliente sobre este fenómeno lo entrega el Perú, en cuyo seno el periodismo presenta un cuadro desolador y lamentable. La prensa peruana, poca fecunda en el terreno cultural y hundida en una mediocridad espantosa, ha caído a niveles desastrosos, y es solo una caricatura ridícula de periodismo. Durante el fujimorismo (1990-2000), pocos fueron los medios que escaparon a los tentáculos del poder central. Así por ejemplo, Vladimiro Montesinos, a quien habría que reconocerle el mérito de haber documentado (filmado y gravado) la mercenarización de la prensa peruana, convirtió a casi todos los medios de comunicación en voceros del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Los editoriales, las primeras planas, la planificación periodística, y hasta los esquemas para las entrevistas televisivas se elaboran en los laboratorios del SIN. Así para mencionar un caso, el diario Expreso, uno de los más importantes cotidianos del país y vocero de la burguesía liberal, recibió clandestinamente millones de dólares del Servicio de Inteligencia. La policía secreta del Estado (SIN), controlaba directamente una docena de medios de comunicación, principalmente aquellos llamados diarios "chicha" (El Chino, El Mañanero, La Chuchi, El Tío, El Chato y otros) . En el terreno de la televisión Montesinos controlaba a propietarios, periodistas y hasta cómicos y actores.

Montesinos, en pleno poder en 1998, habla de la relación entre la publicidad pagada por el Estado y el control de los canales de televisión. "Hay un huevo de plata (dinero) en publicidad...nosotros tenemos que hacer convenios con el 2, con el 4 y con el 5, amarrarlos desde ahorita....y la única forma de amarrarlos es con la publicidad". (Montesinos, 14 de agosto 1998). En efecto Montesinos desde el SIN logró, mediante millones de dólares provenientes del narcotráfico y la corrupción, controlar (amarrar) a todos los canales privados de la televisión peruana. El mismo Genaro Delgado Parker, conocido como uno de los padrinos de la televisión peruana y premiado alguna vez como "prohombre" de la libertad de expresión en el país, fue un asiduo visitante de las instalaciones del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Delgado Parker, propietario de canal 5 y de canal 13 aparece en dos "vladivideos" (gravados en 1999), y publicitados después de la caída del gobierno anterior. Se ve al empresario de televisión y a Montesinos planificando los programas y haciendo cálculos "estratégicos" para lograr la reelección de Fujimori. Montesinos se ha jactado también, de la forma en que "alineó" a la prensa peruana. Incluso como dice él, les obligó a firmar un documento (de compromiso) y cada día a mediodía se reunía con los directores de diarios y canales de televisión para ver la edición correspondiente. "Y a las doce y media planificamos lo que sale en el noticiero de la noche". (Montesinos, 26 de noviembre 1999).

El poder político y control de la prensa, que en Perú funcionó como una unidad diabólica, sirvió entre otras cosas para legalizar los fraudes electorales, y sobre todo para encubrir los crímenes de las fuerzas armadas y militares. Desde el 1980, la propaganda oficial (desplegada por la prensa) encubrió la acción criminal de los militares, y en algunos casos (la matanza de los penales 1986, y 1992) preparó el terreno sicológico para que el ejército asesinara a cientos de acusados de pertenecer a la guerrilla maoísta. La historia recuerda, cómo abominables genocidios cometidos por los militares en la zonas rurales, fueron presentados por la prensa peruana como "algunos excesos", o "muertes a manos de desconocidos". La memoria de los peruanos no olvidará con facilidad, el papel de la prensa en la militarización de las universidades y de las poblaciones pobres. La prensa aplaudió el ingreso de las tropas de elite en los claustros universitarios para cazar "senderistas", y felicitó al ejército cuando tomó por asalto las barriadas y pueblos pobres considerados "zonas rojas" bajo el "control de Sendero". Esta misma prensa, lanzó vivas de victoria cuando el gobierno impulsó la formación de las criminales rondas campesinas y grupos de defensa civil (400 mil miembros) para luchar contra el "terrorismo". Las rondas, junto con el ejército, han sido causantes de miles de asesinatos en el campo.

Esta prensa, que ahora se mercenariza a cuenta de Toledo, fue la que popularizo la palabra "terrorista", que el gobierno y las fuerzas armadas utilizaron para secuestrar, torturar y desaparecer a miles de ciudadanos acusados de subversivos. Bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo, se violaron las leyes y se hizo tabla raza de la constitución del Estado. Bajo el concepto antisubversivo de lucha antiterrorista, se sometió al país bajo una dictadura mafiosa y criminal. Y es esta misma prensa que ahora en forma renovada apoya la campaña para "senderizar" la sociedad peruana, cuyo propósito es preparar una brutal represión contra la población pobre del Perú.

Esta prensa, que se alquiló al régimen anterior, no ha cambiado su conducta. Ahora hace lo mismo con el gobierno actual. Y una de sus funciones es tender una cortina de humo para encubrir la gestión corrupta de la actual administración del Estado. En todo caso dólares son dólares, no importa de dónde vengan. Por ejemplo, Delgado Parker, de la misma forma que sirvió al régimen anterior, ahora lo hace con Alejandro Toledo. Esta relación mafiosa le ha servido en lo inmediato para salvarse de una sanción penal e ir a prisión. En efecto, a la caída de la dictadura fujimorista fue acusado por "trafico de influencia" junto con Montesinos. Parker se sirvió del poder mafioso del ex asesor presidencial para hacerse con la propiedad "legal" del canal 5. A cambio del favor, éste ofreció a Montesinos despedir de Global Televisión (canal 13), al periodista César Hildebrandt, así como apoyar la campaña electoral del entonces presidente Fujimori. Pero curiosamente, los jueces "anticorrupción" (instituídos por Toledo) determinaron que el delito del empresario de televisión "ha prescrito", y que la avanzada edad del acusado (65 años) era un elemento para dejar sin castigo a este socio de Montesinos.

El breve cuadro que hemos reseñado para mostrar la relación entre prensa corrupta y su ligazón con el poder del estado, es sin ninguna pretensión, un trazo rápido de lo que es actualmente la prensa en general en los países capitalistas. Con diferentes características, propias de cada realidad, los medios de comunicación son mafiosos, y su propia práctica niega la supuesta libertad de expresión de la que tanto se habla en los países occidentales.

Bruselas, 24 de julio del 2003
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