País Vasco
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País Vasco: ganó la autodeterminación
Roberto Viciano Pastor
Las primeras valoraciones que, mayoritariamente, se han realizado en
titulares y análisis periodísticos, sobre el resultado de las elecciones
autonómicas en el País Vasco parecen provocadas más por el intento de reforzar
las posiciones políticas de los contendientes y aún de los espectadores
políticos, es decir, de los ciudadanos del resto de España, que por la medición
real del impacto político y social de las mismas.
El mecanismo de análisis, que parece interesado y no casual, consiste en
analizar y valorar fragmentadamente los resultados electorales. Si ha bajado el
PNV significa la derrota del Plan Ibarretxe, si la suma de los escaños de PP y
PSE es superior a los escaños del tripartito vasco significa el triunfo de los
españolistas, si hay un importante aumento de voto al Partido Socialista supone
el triunfo de ese partido.
Parece como si, una vez más, las anteojeras ideológicas y partidistas impidieran
hacer un análisis sosegado y distante. Esas anteojeras son las que hacen que el
examen de lo que ha pasado con cada árbol, impida que se pueda ver el bosque.
Frente al fraccionamiento metodológico, una visión de conjunto de los resultados
electorales pone de relieve tres cuestiones que son relevantes para la
resolución del conflicto vasco:
En primer lugar, nos guste o no la cuestión, es innegable que las fuerzas
políticas que apoyan la esencia del Plan Ibarretxe, es decir, la necesidad de
generar un mecanismo de autodeterminación de los vascos y una decisión
democrática sobre la articulación del pueblo vasco con el resto de los pueblos
que componen el Estado español, ha obtenido un clamorosa mayoría parlamentaria y
una aún más elevada mayoría electoral. Para ello, no hay más que sumar los
escaños y los votos que han obtenido los partidos que apoyan las propuestas
soberanistas, evidentemente con diferentes sesgos y matizaciones. La suma de los
escaños de la coalición PNV-EA, Ezker Batua, Aralar y Partido Comunista de las
Tierras Vascas suma la contundente cantidad de 42 (56 %) escaños frente a los 33
(44 %) curules que suman PP y PSE, los partidos que encuadran el voto
abiertamente españolista. Si acudimos a los votos, las diferencias se agrandan.
Frente al 58,8 % de votos que suman los partidarios en mayor o menor medida del
derecho de autodeterminación, sólo un 39,9 % de votos refrendan las listas de
los adversos al ejercicio de ese derecho de autodeterminación. No hay que
despreciar que el tanto por ciento restante, hasta completar el 100 % de los
votos, corresponde a fuerzas políticas minoritarias que mayoritariamente se
podrían situar en el bando soberanista.
Se puede defender que el Plan Ibarretxe ha sido derrotado porque la coalición de
partidos que lo creó no ha obtenido mayoría absoluta, pero resulta un análisis
pueril el desdeñar en esa pugna los votos acrecentadamente radicales que
apoyarían una versión aún más contundente del mismo objetivo político.
En segundo lugar, parece obvio que los votantes vascos han deslizado el voto
hacia las posiciones que apoyan el ejercicio del derecho de autodeterminación
como mecanismo de resolución del conflicto vasco. Que en el bloque de los
soberanistas avancen los partidos no ya partidarios de la autodeterminación sino
de la salida independentista de esa consulta democrática, debería hacer
reflexionar a los ciudadanos del resto del Estado y a los dirigentes políticos.
Que en el bloque de los españolistas se produzca un trasvase de voto desde las
posiciones intransigentes y confrontativas del Partido Popular hacia las
posiciones moderadas, abiertas al diálogo con los nacionalistas, representadas
por el Partido Socialista de Euzkadi, debería ser debidamente tenido en cuenta
por los analistas, especialmente de la derecha española.
En tercer lugar, parece también innegable que el debate político de
confrontación comienza a cansar a una parte importante del electorado. El
aumento en un 10 % de la abstención, con una campaña tan polarizada, no puede
caer en saco roto. Y, en una primera evaluación, parece que ese desencanto debe
situarse predominantemente en las filas del nacionalismo vasco moderado, que
habría decidido quedarse en casa para no acompañar unas reivindicaciones
soberanistas que consideran desmesuradas, pero que tampoco quiere reforzar con
su voto las posiciones españolistas, aunque sea del sector más moderado,
articulado políticamente alrededor del PSE. Ese desplazamiento de la derecha del
PNV hacia la abstención e incluso la trasferencia de voto al PSE no debiera ser
ignorado por los dirigentes nacionalistas. El trasvase de uno de sus escaños a
la lista de los socialistas en Vizcaya parece un botón de muestra bastante
significativo.
Con todo, lo que globalmente puede sacarse como conclusión es que los españoles
no podemos seguir practicando la política del avestruz frente al conflicto
vasco. Pensar que la criminalización de partidos e ideas pueden resolver el
problema se ha demostrado erróneo. La victimización de los abertzales ha
contribuido evidentemente a su reforzamiento electoral, muy por encima de lo que
las encuestas electorales (¡¡otra vez las encuestas como arma política!!) decían
y los gurús políticos aventuraban. Seguir manipulando unos resultados
electorales tan contundentes permitirá satisfacer necesidades políticas
coyunturales, pero en poco va a permitir contribuir a resolver un problema que
desangra (nunca mejor dicho) al País Vasco y al resto del Estado español.
Otra cosa será la gestión política que hagan los dirigentes de los partidos con
los votos otorgados por los ciudadanos. Nadie podrá sorprenderse de que los
soberanistas moderados puedan concertar un gobierno de coalición con los
españolistas más tibios. De todos es sabido que la razón de Estado o de
Comunidad Autónoma permite encubrir los más extraños acuerdos para seguir
disfrutando del poder. Pero que nadie pretenda deducir de la gestión del voto la
voluntad subyacente de los ciudadanos. Sobre todo después de una campaña
electoral presidida por la confrontación ideológica y política sobre la
viabilidad del ejercicio del derecho de autodeterminación.
Roberto Viciano Pastor. Profesor Titular de Derecho Constitucional.
Universitat de València.