15 de agosto del 2002
Civilización, barbarismo y la visión marxista de la historia
Alan Woods
El Militante
Parece ser que en cierta ocasión Henry Ford dijo que la "historia
era una chorrada". La palabra chorrada significa algo que no tiene sentido.
No es una frase muy elegante para expresar adecuadamente una idea que ha cobrado
fuerza durante los últimos años. El ilustre fundador de la empresa
automovilística Ford, perfeccionó más su definición
de la historia al describirla como "sólo una maldición tras
otra", se trata de una forma de mirarla.
La misma idea también la expresan de una forma más elegante (aunque
no menos errónea) los seguidores de la moda post-modernista y que algunas
personas consideran una filosofía válida. Realmente, esta idea
no es nueva. Hace ya mucho tiempo que la expresó el gran historiador
inglés Edward Gibbon, el autor de Historia de la decadencia y caída
del imperio romano. En la célebre frase de Edward Gibbon la historia
es "poco más que el registro de los crímenes, locuras y desgracias
de la humanidad". (Gibbon, vol. 1, p. 69. En la edición inglesa).
La historia se presenta aquí como una serie de acontecimientos fortuitos
o accidentes, esencialmente, sin sentido e inexplicables. Gobernada por ninguna
ley que podamos comprender. Intentar comprender la historia sería por
lo tanto un ejercicio inútil. Otra variación de este tema es la
idea, ahora muy popular entre algunos círculos académicos, de
negar la existencia de las formas superiores e inferiores de desarrollo social
y cultural. Dicen que el "progreso" no existe y lo consideran una
idea pasada de moda desde el siglo XIX, cuando fue popularizada por los liberales
victorianos, los socialistas fabianos y Carlos Marx.
Esta negación del progreso en la historia es característica de
la psicología de la burguesía en la fase de declive capitalista.
Es un fiel reflejo de que, bajo el capitalismo, el progreso ha alcanzado sus
limites y amenaza con convertirse en su contrario. La burguesía y sus
representantes intelectuales están, como es natural, poco dispuestos
a aceptar este hecho. Además, son orgánicamente incapaces de reconocerlo.
Lenin dijo en una ocasión que un hombre al borde de un acantilado no
era capaz de entrar en razón. Sin embargo, son algo conscientes de la
verdadera situación e intentan encontrar alguna clase de justificación
al callejón sin salida de su sistema, ¡negando la posibilidad de todo
progreso!
Esta idea se ha hundido tanto en la conciencia que incluso se la ha llevado
al reino de la evolución no-humana. Incluso un pensador brillante como
Stephen Jay Gould, cuya teoría dialéctica del equilibrio puntuado
transformó la forma de percibir la evolución, defendía
que es incorrecto hablar de progreso desde la evolución inferior a la
superior, así que, debemos situar a los microbios en el mismo nivel que
a los seres humanos. En un sentido es correcto decir que todas las cosas vivas
están relacionadas (el genoma humano lo ha demostrado de una forma concluyente).
El hombre no es una creación especial del Todopoderoso, es el producto
de la evolución. No es correcto ver la evolución como una especie
de gran diseño, cuyo objetivo final era la creación de seres como
nosotros (teleología, de la palabra griega telos, estudio de la finalidad).
Sin embargo, rechazar una idea incorrecta no necesariamente obliga a ir al otro
extremo, y con ello, provocando nuevos errores.
No se trata de aceptar la existencia de un plan predeterminado relacionado con
la intervención divina o alguna clase de teleología, pero está
claro que las leyes de la evolución inherentes a la naturaleza son las
que en realidad determinan el desarrollo desde las formas simples de vida a
otras formas más complejas. Las primeras formas de vida ya contenían
dentro de ellas el embrión de su futuro desarrollo. Es posible explicar
el desarrollo de los ojos, las piernas y otros órganos sin recurrir a
ningún plan predeterminado. En determinado momento llegamos al desarrollo
del sistema nervioso central y el cerebro. Por último, con el homo sapiens,
llegamos a la conciencia humana. La materia se hace consciente de sí
misma. No se ha producido una revolución más importante desde
el desarrollo de la materia orgánica (la vida) a partir de la materia
inorgánica.
Para complacer a nuestros críticos, quizás deberíamos añadir
la frase: desde nuestro punto de vista. Sin duda los microbios, si fueran capaces
de tener punto de vista, probablemente harían algunas objeciones serias.
Pero nosotros debemos afirmar que la evolución, realmente, representa
el desarrollo de formas simples de vida hasta otras formas más complejas
y versátiles, en otras palabras, el progreso de formas inferiores de
vida a otras formas superiores. Negar esto carece de sentido, no es una formulación
científica, se trata de escolástica. Al decir esto, por supuesto,
nuestra intención no es ofender a los microbios, después de todo
llevan aquí mucho más tiempo que nosotros, y si no se acaba con
el sistema capitalista, puede que terminen riéndose los últimos.
La cultura y el capitalismo
Si, para no ofender a los microbios y otras especies, no está permitido
hacer referencia a formas superiores e inferiores de vida, entonces menos aún
¾según la última moda¾ se puede afirmar que los bárbaros
representan una forma inferior de desarrollo social y cultural frente a la esclavitud
¾sin hablar del capitalismo¾. Decir que los bárbaros tenían su
propia cultura no es decir demasiado. Desde el momento en que los primeros humanos
fabricaron herramientas de piedra se puede decir que cada período ha
tenido su propia cultura. Que estas culturas no han sido lo suficientemente
apreciadas hasta hace poco, también es verdad. La burguesía siempre
ha tenido una tendencia a exagerar las conquistas de algunas culturas y denigrar
a otras. Detrás de esto están los intereses creados de aquellos
que buscan esclavizar, dominar y explotar a otros pueblos, y disfrazar esta
opresión y explotación bajo el disfraz hipócrita de la
superioridad cultural.
Bajo esta bandera, los cristianos del norte de España (verdaderos descendientes
de los godos bárbaros), destruyeron los sistemas de irrigación
y la maravillosa cultura islámica de Al-Andalus, después continuaron
y destruyeron las ricas y florecientes culturas de los aztecas y los incas.
Bajo la misma bandera, los colonialistas británicos, franceses y holandeses,
esclavizaron sistemáticamente a los pueblos de África, Asia y
el Pacífico. No contentos con reducir a estos pueblos a la peor clase
de esclavitud, les robaron, no sólo su tierra, también el alma.
Los misioneros cristianos terminaron el trabajo comenzado por los soldados y
cazadores de esclavos, robando a la población su identidad cultural.
Todo esto es verdad y es necesario tratar la cultura de cada pueblo con el respeto
y afecto que se merece. Cada período, cada pueblo, ha añadido
algo al gran tesoro de la cultura humana que es nuestra herencia colectiva.
Pero, ¿esto significa que una cultura es tan buena como cualquier otra? ¿Eso
significa que se puede afirmar que entre las primeras hachas de piedra (algunas
de las cuales mostraban un grado considerable de sentido estético) y
el David de Miguel Ángel no se ha producido un progreso artístico
perceptible? En una palabra, ¿se puede hablar de progreso en la historia humana?
En la lógica, hay un método muy conocido que reduce un argumento
al absurdo y lo lleva a su extremo. Vemos algo similar en ciertas tendencias
modernas de la antropología, la historia y la sociología. Es un
hecho conocido que la ciencia bajo el capitalismo cada vez es menos científica.
Las llamadas ciencias sociales no son en absoluto ninguna ciencia, son intentos
mal encubiertos de justificar el capitalismo, o al menos, de desacreditar al
marxismo (que equivale a lo mismo). Esto ya ocurrió en el pasado, cuando
los llamados antropólogos hicieron todo lo posible por justificar la
esclavitud de las llamadas razas atrasadas denigrando su cultura. Pero las cosas
no son mucho mejores ahora, cuando ciertas escuelas intentan hacerlo de otra
forma.
Es verdad que los imperialistas, deliberadamente, han quitado importancia o
incluso negado la cultura de los "pueblos atrasados" de África,
Asia, etc., El poeta pro-imperialista inglés, Kipling (el autor de El
libro de la selva) les llamó "razas menores sin ley". Este
imperialismo cultural sin duda era un intento de justificar la esclavización
colonial de millones de personas. También es verdad que todas las acciones
más bárbaras e inhumanas del pasado, palidecen en significado
con los horrores infligidos a la raza humana por nuestro supuestamente civilizado
sistema capitalista y su homólogo: el imperialismo.
Es una paradoja terrible que cuando más ha desarrollado la humanidad
su capacidad productiva, cuando los avances de la ciencia y la tecnología
son más espectaculares, mayor es el sufrimiento, el hambre, la opresión
y la miseria de la mayoría de la población mundial. Incluso algunos
de los partidarios del sistema actual reconocen este hecho. Pero no han hecho
nada para corregirlo. Tampoco pueden porque se niegan a reconocer que la razón
del callejón sin salida actual en el que se encuentra la raza humana
es el mismo sistema que ellos defienden. Pero no sólo la burguesía
se niega a sacar las conclusiones necesarias. Lo mismo ocurre con muchos de
los que se consideran de izquierdas y radicales. Hay algunas personas bienintencionadas
que, por ejemplo, mantienen que la fuente de todos nuestros problemas es el
crecimiento de la ciencia, la técnica y la industria, y consiguientemente,
sería algo bueno ¡regresar al modo de existencia precapitalista!
Los victorianos tenían una visión muy parcial de la historia,
la veían como una especie de marcha triunfal, una marcha imparable hacia
el progreso y la ilustración, dirigida, por supuesto, por el capitalismo
inglés. Esta idea también sirvió como una justificación
conveniente del imperialismo y el colonialismo. Los "civilizados"
británicos fueron a la India y África, armados con la Biblia (y
también con barcos de guerra, cañones y rifles) para introducir
a los nativos ignorantes en las alegrías de la cultura occidental. Aquellos
que no mostraban entusiasmo ante los refinamientos de la cultura británica
(y también de la belga, holandesa, francesa y alemana) rápidamente
eran "educados" con las balas y las bayonetas.
Hoy en día los burgueses tienen un estado de ánimo bastante diferente.
Enfrentados a la creciente evidencia de la crisis global del capitalismo, están
hundidos en un ambiente de incertidumbre, el pesimismo y el temor ante el futuro.
Las viejas canciones sobre la inevitabilidad del progreso humano parecen bastante
fuera de tono con la cruda realidad del momento. La misma palabra "progreso"
provoca una sonrisa cínica de desprecio. Y esto no es casualidad. La
gente está empezando a comprender que en la primera década del
siglo XXI, el progreso se ha detenido completamente. Pero esto, sencillamente,
refleja el callejón sin salida del capitalismo, que hace mucho agotó
su potencial de progreso y se ha convertido en un monstruoso obstáculo
en el camino del avance humano. Hasta cierto punto ¾y sólo hasta cierto
punto¾ se puede decir que es imposible hablar de progreso.
No es la primera vez que hemos visto esta tendencia. En el largo período
de declive que precedió a la caída del Imperio Romano, a muchos
les parecía que se aproximaba el final del mundo. Esta idea era particularmente
intensa entre la cristiandad, y da forma al Libro de la Revelación (el
Apocalipsis). La gente realmente creía que se aproximaba el final del
mundo. En realidad, lo que llegaba a su fin era sólo una clase particular
de sistema socioeconómico, el sistema esclavista, que había alcanzado
sus límites y era incapaz de desarrollar las fuerzas productivas como
había hecho en el pasado.
Se pudo observar un fenómeno similar al final de la Edad de las Tinieblas,
cuando se puso de moda la misma idea: el final del mundo. Las masas se unían
a las sectas flagelantes que viajaban por toda Europa, azotándose y torturándose
para expiar los pecados de la humanidad, preparándose para el día
del juicio final. De nuevo aquí lo que se aproximaba no era el fin del
mundo, sino el final del sistema feudal, que había superado su utilidad
y, finalmente, fue derrocado por la burguesía.
Sin embargo, el hecho de que una forma socioeconómica particular haya
sobrevivido a su utilidad histórica y se convierta en un obstáculo
reaccionario para el avance de la raza humana, no significa que el progreso
sea un concepto sin sentido. No significa que no haya existido progreso en el
pasado (incluido bajo el capitalismo) o que no pueda existir en el futuro, una
vez sea abolido el capitalismo. De este modo, una idea que a primera vista parece
ser muy razonable, se convierte en una defensa encubierta del capitalismo frente
al socialismo. Hacer incluso la más mínima concesión a
esta idea, sería abandonar una posición revolucionaria firme para
caer en una posición reaccionaria.
El materialismo histórico
La sociedad está en constante cambio. La historia intenta catalogar estos
cambios e intenta explicarlos. Pero, ¿cuáles son las leyes que rigen
el cambio histórico? ¿Existen estas leyes? Si no existieran, la historia
humana sería completamente incomprensible, como pensaban Gibbon y Henry
Ford. Sin embargo, los marxistas no ven la historia de esta manera. De la misma
forma que la evolución de la vida tiene leyes inherentes que se pueden
explicar, y que fueron explicadas, primero por Darwin y, más recientemente,
por los rápidos avances en el estudio de la genética, también
la evolución de la sociedad humana tiene sus leyes inherentes y éstas
fueron explicadas por Marx y Engels.
Aquellos que niegan la existencia de las leyes que dominan el desarrollo social
humano, sin excepción, abordan la historia desde un punto de vista subjetivo
y moralista. Como Gibbon (pero sin su extraordinario talento) sacuden la cabeza
ante el espectáculo interminable de violencia sin sentido, la "inhumanidad
del hombre contra el hombre" (y la mujer) y otras cosas por el estilo.
En lugar de una visión científica de la historia, tenemos la visión
de un sacerdote. Pero lo que necesitamos no es un sermón moral, sino
una visión racional. Por encima y más allá de los hechos
aislados, es necesario comprender las tendencias, las transiciones de un sistema
social a otro, y elaborar las fuerzas motrices fundamentales que determinan
estas transiciones.
Al aplicar el método del materialismo dialéctico a la historia,
inmediatamente resulta obvio que la historia humana tiene sus propias leyes,
y que, consecuentemente, es posible comprenderla como un proceso. El ascenso
y la caída de diferentes formaciones socioeconómicas se pueden
explicar científicamente en términos de su capacidad o incapacidad
de desarrollar los medios de producción, y de ese modo, empujar hacia
delante los horizontes de la cultura humana e incrementar el dominio de la humanidad
sobre la naturaleza.
El marxismo mantiene que el desarrollo de la sociedad humana a lo largo de millones
de años representa el progreso, pero éste nunca ha seguido una
línea recta, como equivocadamente creían los victorianos (quienes
tenían una visión vulgar y antidialéctica de la evolución).
La premisa básica del materialismo histórico es que la fuente
última de desarrollo humano es el desarrollo de las fuerzas productivas.
Esta es la conclusión más importante, porque es la única
que nos puede permitir llegar a una concepción científica de la
historia.
Antes de Marx y Engels, la historia para la mayoría de las personas era
una serie de acontecimientos desconectados o, por utilizar un término
filosófico, "accidentes". No había una explicación
general a este proceso porque supuestamente la historia no tenía leyes
internas. Una vez se acepta este punto de vista, la única fuerza motriz
de los acontecimientos históricos es el papel del individuo, los "grandes
hombres" (o mujeres). En otras palabras, caemos en una visión idealista
y subjetiva del proceso histórico. Este era el punto de vista de los
socialistas utópicos, quienes, a pesar de su gran perspicacia y penetrante
crítica del orden social existente, no consiguieron comprender las leyes
fundamentales del desarrollo histórico. Para ellos, el socialismo era
sólo una "buena idea", una idea de hace mil años o de
mañana por la mañana. ¡Si se hubiera inventado hace mil años,
la humanidad se habría ahorrado muchos problemas!
Fueron Marx y Engels los primeros que explicaron eso, a pesar de las apariencias,
todo el desarrollo humano depende del desarrollo de las fuerzas productivas,
y de este modo dotaron de bases científicas el estudio de la historia.
La primera condición de la ciencia es que seamos capaces de mirar más
allá de lo particular para llegar a las leyes generales. Por ejemplo,
los primeros cristianos eran comunistas (aunque su comunismo era utópico,
basado en el consumo y no en la producción). Sus primeros experimentos
con el comunismo no les llevaron a ninguna parte, tampoco les podían
haber llevado a ninguna otra parte, porque el desarrollo de las fuerzas productivas
en ese momento no permitía el desarrollo del verdadero comunismo.
En el período reciente se ha puesto de moda entre algunos círculos
intelectuales de "izquierdas" negar la existencia del progreso en
la historia. En parte, estas tendencias representan la reacción contra
el imperialismo cultural y la "eurocentricitad". Se dice que una cultura
humana es igual de válida que cualquier otra. En este sentido, los intelectuales
europeos progresistas piensan que, él o ella, con esta postura, en cierta
forma, están "compensando" por el sistemático pillaje
y violación perpetrado contra los pueblos de las antiguas coloniales
por nuestros antepasados, saqueo que, por supuesto, continua en la actualidad
aunque con disfraces diferentes.
Las intenciones de estas personas pueden ser loables, pero sus premisas están
completamente equivocadas. En primer lugar, para los millones de personas explotadas
y oprimidas de Asia, África y América Latina, les sirve de poco
alivio saber que ahora los intelectuales europeos redescubren y aprecian sus
antiguas culturas. Lo que hace falta no son gestos simbólicos o terminología
radical, sino una verdadera lucha contra el imperialismo y el capitalismo a
escala mundial. Sin embargo, para que esta lucha triunfe, hay que ponerla sobre
unas bases firmes. La condición previa para el éxito es la lucha
implacable por la teoría marxista. Por supuesto, es necesario poner las
cosas en su lugar y luchar contra toda clase de prejuicios racistas e imperialistas.
Pero al luchar contra una idea incorrecta es necesario tener cuidado de no ir
demasiado lejos, porque una idea correcta cuando se lleva a sus extremos puede
volverse en su contrario.
La historia humana no es una línea ininterrumpida hacia el progreso.
A lo largo de la línea ascendente, existe otra línea descendente.
En la historia ha habido períodos en los que, por diferentes razones,
la sociedad ha retrocedido, el progreso se ha detenido y la civilización
y la cultura se han hundido. Este fue el caso de Europa después de la
caída del Imperio Romano, en el período conocido, al menos en
inglés, como la Edad de las Tinieblas. Recientemente, ha habido una tendencia
por parte de algunos académicos a rescribir la historia y presentar a
los bárbaros desde una óptica más favorable. Esto no es
"más científico" o "más objetivo",
simplemente es pueril.
Cómo no presentar la cuestión
Recientemente, el Canal Cuatro de la televisión británica emitió
una serie de tres capítulos titulada Los bárbaros, presentada
por Richard Rudgley, un antropólogo y autor de Civilizaciones perdidas
de la Edad de Piedra. Después de ver el segundo capítulo de la
serie dedicado a los anglos y los sajones ¾los tribus germánicas que
invadieron las Islas Británicas¾, me he podido formar una idea bastante
buena de la tesis central de Rudgley. Defiende que ellos dejaron una sociedad
más civilizada que la que conquistaron: "La dependencia de la esclavitud
del Imperio Romano fue sustituida por una sociedad más justa donde se
estimulaba y valoraba el trabajo y los oficios técnicos".
La gente, en general, cree que el legado romano en Gran Bretaña fue una
sociedad civilizada más tarde brutalizada por las tribus bárbaras
que invadieron las islas durante la Edad de las Tinieblas. Pero para Rudgley:
"En mi viaje para comprender la Edad de las Tinieblas, me he encontrado
con muchas cosas valiosas que tienen sus raíces, no en la civilización
romana, sino en el mundo de los bárbaros, construido sobre las ruinas
del Imperio Romano".
Rudgley ha realizado un descubrimiento asombroso: los sajones sabían
como construir barcos, y rápidos. Dice que los bárbaros trajeron
oficios y talento a estas orillas. "Sus técnicas eran inmensas.
Sólo hay que mirar algunas de las obras de metal, madera u joyería
de ese período". Pero los romanos sabían construir no sólo
barcos, también carreteras, acueductos, ciudades y muchas otras cosas.
Rudgley pasa por alto el insignificante detalle de que estas cosas fueron destruidas
o se hundieron por el abandono de los bárbaros, y que esto llevó
a desbaratamiento catastrófico del comercio y una profunda caída
en el desarrollo de las fuerzas productivas y la cultura, que retrocedió
mil años atrás.
Él cita las palabras del experto fabricante de espadas Hector Cole, quien
dice: "Los fabricantes de espadas sajones eran especialistas. Fabricaban
filos estructurados seiscientos años antes que los japoneses". No
hay duda de todo esto. Todas las tribus bárbaras de este período
eran expertos guerreros y lo demostraron acabando con las defensas romanas como
un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla. Los romanos del final del Imperio
incluso comenzaron a imitar algunas de las tácticas militares de los
bárbaros. Pero nada de esto demuestra que los bárbaros tuvieran
un nivel de desarrollo comparable al de los romanos, y menos aún superior.
Rudgley explica que las travesías marítimas de los anglos y los
sajones hacia Gran Bretaña, no fueron invasiones de masas dirigidas por
guerreros, sino pequeños grupos de emigrantes pacíficos que buscaban
nuevos asentamientos. Aquí confunde dos cosas. Sin duda los bárbaros
buscaban un territorio sobre el que asentarse. Las razones para estos movimientos
de masas de los pueblos en el siglo V probablemente son variadas. Una teoría
es que un cambio de clima elevó el nivel del mar en las zonas costeras
de lo que es ahora Holanda y el norte de Alemania, volviendo estas tierras inhabitables.
Una visión más tradicional es la presión de otras tribus
bárbaras que venían de Oriente. Con toda probabilidad se trate
de una combinación de estos factores y otros. En general, las causas
de esta migración de masas se pueden poner bajo el título de accidente
histórico. Lo que importa son los resultados que provocaron en la historia.
Y esto es lo que está en discusión.
Los contactos iniciales entre los romanos y los bárbaros no necesariamente
tuvieron un carácter violento. Durante siglos existió un comercio
importante a lo largo de las fronteras orientales, y éste llevó
a una progresiva romanización de aquellas tribus que vivían próximas
al Imperio. Muchos se convirtieron en mercenarios y sirvieron en las legiones
romanas. Alarico, el líder godo que fue el primero que entró en
Roma, no sólo era un antiguo soldado de Roma, también era cristiano
(arriano). También es cierto que los primeros sajones que entraron en
Gran Bretaña eran comerciantes pacíficos, mercenarios y colonos.
De hecho, según la tradición, fueron invitados a Gran Bretaña
por el "rey" británico romanizado Vortigern, después
de la salida de las legiones romanas.
Pero en este punto, el análisis de Rudgley comienza a resquebrajarse.
Ha olvidado completamente que el comercio entre las naciones civilizadas y los
bárbaros, estaba invariablemente relacionado con la piratería,
el espionaje y la guerra. Los comerciantes bárbaros observaban cuidadosamente
los puntos fuertes y débiles de las naciones con las que entraban en
contacto. Si existían signos de debilidad, a las relaciones comerciales
"pacíficas" seguirían las bandas armas en busca de saqueo
y conquista. Basta con leer el Antiguo Testamento para ver que esta era precisamente
la relación entre las tribus israelíes nómadas y pastoriles
y los antiguos cananitas, quienes, como pueblos urbanos civilizados, contaban
con un elevado nivel de desarrollo.
Los romanos tenían un nivel cultural más alto que los bárbaros
y se puede demostrar fácilmente con el siguiente hecho. Aunque los bárbaros
consiguieron conquistar a los romanos, ellos mismos fueron rápidamente
absorbidos, e incluso perdieron su propia lengua y acabaron hablando un dialecto
del latín. Del mismo modo, los francos, que dieron su nombre a la Francia
moderna, eran una tribu germánica que hablaba una lengua relacionada
con el alemán moderno. Lo mismo ocurrió con las tribus germánicas
que invadieron España e Italia.
La única excepción manifiesta a esta regla es que los anglos y
los sajones que invadieron Gran Bretaña, no fueron absorbidos por los
celtas-romanos británicos que eran más avanzados. La lengua inglesa
básicamente es una lengua germánica (con una mezcla moderna de
francés normando desde el siglo XI en adelante). En realidad, el número
de palabras de origen celta en la lengua inglesa es insignificante, mientras
que hay muchas más palabras árabes en la lengua española.
La razón para esto es que los árabes en España tenían
un nivel cultural superior a los cristianos de habla española que les
conquistaron. La única explicación concebible es que los bárbaros
anglo-sajones (a quienes Rudgley considera unas personas muy pacíficas
y amables) aplicaron una política genocida contra el pueblo celta cuyas
tierras fueron tomadas con guerras sangrientas de conquista.
¿Sentimentalismo o ciencia?
Por lo tanto, podemos poner una regla firme: un pueblo invasor cuya cultura
está en un nivel más bajo que el pueblo conquistado por él,
con el tiempo, será absorbido por la cultura de los conquistados y no
viceversa. Se podría responder esto que este proceso ocurrió porque
el número de invasores era relativamente pequeño. Pero esto no
se sostiene. En primer lugar, como el propio Rudgley afirma, en estas vastas
migraciones participó un gran número de personas, en realidad
pueblos enteros. En segundo lugar, hay otros muchos ejemplos históricos
que demuestran lo contrario.
Los mongoles que invadieron la India y establecieron la dinastía Mogul
que duró hasta que los británicos conquistaron la India, fueron
completamente absorbidos por la forma de vida india que era más avanzada.
Exactamente lo mismo ocurrió en China. Sin embargo, cuando los británicos
conquistaron la India, no fueron absorbidos por la cultura nativa, sino lo contrario,
como explica Marx, destruyeron completamente la vieja sociedad india que había
resistido durante miles de años. ¿Cómo fue esto posible? Sólo
porque Gran Bretaña, donde el sistema capitalista se había desarrollado
rápidamente, tenía un nivel más alto de desarrollo que
la India.
Por supuesto, es posible decir que antes de la llegada de los británicos,
los indios tenían un nivel más alto de desarrollo cultural. Aunque
los conquistadores europeos despreciaban a los indios, al menos como semi-bárbaros,
nada puede estar más alejado de la realidad. Sobre las bases del antiguo
método asiático de producción, la cultura india alcanzó
niveles prodigiosos. Sus conquistas en los terrenos del arte, escultura, arquitectura,
música y poesía fueron tan brillantes que incluso provocaron la
admiración de los representantes más cultos del Imperio Británico.
Es igualmente posible deplorar a los supuestamente civilizados británicos
por la forma tan brutal en la que aplastaron a los indios, con una combinación
de engaño, mentiras, asesinatos y masacres. Esa es toda la verdad, pero
falta algo. La verdadera pregunta que se debe hacer es la siguiente: ¿Por qué
los británicos no fueron absorbidos por la cultura india como les ocurrió
a los mongoles? Después de todo, en este caso, es verdad que el número
de británicos que se asentaron en la India era insignificante comparado
con las masas de este vasto subcontinente. Después de doscientos años,
fueron los indios los que aprendieron inglés y no viceversa.
Hoy, medio siglo después de la salida de los británicos, el inglés
es aún la lengua oficial de la India y permanece como la lingua franca
de todos los indios y pakistaníes cultos. ¿Cómo se puede explicar
esto? Sólo porque el capitalismo representa un nivel más elevado
de desarrollo que el feudalismo o el modo asiático de producción.
Ese es el factor decisivo. Quejarse de esto, protestar contra el "imperialismo
cultural" y otras cosas por el estilo puede tener un cierto valor en el
terreno de la agitación (no hay ninguna duda de la conducta verdaderamente
bárbara de los imperialistas en general). Pero desde un punto de vista
científico estos comentarios no nos llevan muy lejos.
Abordar la historia humana desde un punto de vista sentimental es peor que inútil.
La historia no conoce la moralidad y funciona según diferentes leyes.
La tarea de cualquier persona que quesee comprender la historia es en primer
lugar dejar a un lado todos los elementos moralistas, ya que no existe ninguna
moralidad suprahistórica, ninguna "moralidad en general", sino
sólo moralidades particulares que pertenecen a períodos históricos
particulares y formaciones socioeconómicas definidas y no tienen relevancia
fuera de ellas.
Desde un punto de vista científico, por lo tanto, no tiene sentido comparar
los niveles morales de la conducta de los romanos y los bárbaros, los
británicos y los indios, los mongoles y los chinos. Las prácticas
inhumanas y bárbaras han existido en cada período de la historia,
si tomamos una vara de medir para juzgar la raza humana, deberíamos sacar
conclusiones muy pesimistas. En realidad, se podría sostener que cuánto
mayor es el grado de desarrollo, mayor la capacidad de infligir sufrimiento
a un mayor número de personas. La situación del mundo en la primera
década del siglo XXI parece confirmar esta sombría valoración
de la historia humana.
Algunas personas han sacado la conclusión de que quizá el problema
es que ha habido demasiado desarrollo, demasiado progreso, demasiada civilización.
¿No seríamos más felices viviendo en un entorno agrícola
sencillo ¾por supuesto en líneas estrictamente ecológicas¾ cultivando
nuestros propios campos (sin tractores), haciendo nuestra ropa y amasando nuestro
pan? Es decir, ¿no sería mejor si regresáramos al barbarismo?
Debido a la terrible situación de la sociedad y el mundo bajo el capitalismo,
fácilmente podemos comprender que existan personas que busquen una escape
de la desagradable realidad y que quieran dar marcha atrás al reloj para
regresar a una época dorada. El problema es que nunca existió
esta época. Aquellas personas (normalmente de clase media) que hablan
grandiosamente de las maravillas de la vida de los días de las comunas
agrícolas no tienen idea de lo difícil que era la vida en aquellos
tiempos. Citaremos un manuscrito de un monje medieval que, a diferencia de nuestros
fanáticos de la Nueva Era, conocía perfectamente como era la vida
bajo el feudalismo. Este es un extracto de un autor medieval, un monje llamado
Aelfric, que escribió un libro para enseñar conversación
latina en Winchester:
Maestro: ¿Qué haces labrador, cómo haces tu trabajo?
Pupilo: Señor, trabajo muy duro. Me levanto al amanecer para llevar
los bueyes al campo y allí les acoplaré el arado. Pero el invierno
es duro y no me atrevo a quedarme en casa por temor a mi señor; después
de acoplar los bueyes, pongo la reja y la cuchilla al arado, cada día
tengo que arar un acre o más.
Maestro: ¿Alguien te ayuda?.
Pupilo: Tengo a un chico que guía los bueyes con la aguijada y
ahora está afónico del frío.
Maestro: ¿Qué otro trabajo tienes que hacer diariamente?
Pupilo: Mucho más. Tengo que llenar los cubos de los bueyes con
heno, darles agua y sacar el estiércol fuera.
Maestro: ¿Es un trabajo duro?
Pupilo: Sí, es un trabajo duro, porque no soy libre.
¡Un par de semanas de trabajo deslomado y de destrucción del alma, seguramente
sería una cura garantizada para las ilusiones de la mayoría de
los intransigentes románticos! Es una pena no poder hacer un viaje corto
en la máquina del tiempo con este objetivo.
¿Qué es el barbarismo?
La palabra "barbarismo" se utiliza en diferentes contextos y para
cosas diferentes. Incluso puede ser un insulto cuando hacemos referencia al
comportamiento bárbaro de ciertos seguidores de fútbol demasiado
entusiastas. Para los antiguos griegos (los primeros que acuñaron la
palabra) significaba simplemente "uno que no habla el idioma" (es
decir, el griego). Pero para los marxistas, normalmente, significa la etapa
entre el comunismo primitivo y la primera sociedad de clases, cuando se empezaron
a formar las clases y con ellas el estado. El barbarismo es una fase transicional,
donde la vieja comuna se encuentra en un estado de decadencia y donde las clases
y el estado están en proceso de formación.
Como las otras sociedades humanas (incluido el salvajismo, la fase de las sociedades
cazadoras y recolectoras basadas en el comunismo primitivo y que realizaron
maravillosas obras de arte en las cuevas de Francia y el norte de España),
los bárbaros ciertamente tenían cultura, y fueron capaces de producir
objetos de arte muy hermosos y sofisticados. Sus técnicas de guerra demuestran
que también eran capaces de hazañas extraordinarias de organización
y esto se demostró cuando derrotaron a las legiones romanas. Los romanos
comenzaron a copiar las mismas tácticas militares que los bárbaros,
introdujeron el arco corto perfeccionado por los hunos y otras tribus para disparar
desde el caballo.
El período de barbarismo representa a parte muy larga de la historia
humana, y está dividida en varios períodos más o menos
diferenciados. En general, se caracterizó por la transición del
modo de producción basado en la caza y la recolección, al pastoreo
y la agricultura, es decir, del salvajismo paleolítico, pasando por el
barbarismo neolítico, al barbarismo más elevado de la Edad de
Bronce, que permanece como el umbral de la civilización. El punto de
inflexión decisivo fue lo que Gordon Childe llamó la revolución
neolítica, que representó un gran paso adelante en el desarrollo
de la capacidad productiva humana, y por lo tanto, de la cultura. Esto es lo
que dice Childe:
"Es enorme nuestra deuda con para con estos bárbaros que no conocieron
la escritura. Todas las planta comestibles cultivadas de cierta importancia
han sido descubiertas por alguna sociedad bárbara innominada". (Qué
sucedió en la historia. Gordon Childe. Buenos Aires. Editorial La Pléyade.
1977. p. 69).
Aquí está el embrión de dónde crecieron las aldeas
y las ciudades, la escritura, la industria y todo lo demás que sirve
de base para lo que llamamos civilización. Las raíces de la civilización
se encuentran precisamente en el barbarismo, y aún más, en la
esclavitud. El desarrollo del barbarismo llevó a la esclavitud o a lo
que Marx llamó el modo asiático de producción.
Sería incorrecto negar la contribución de los pueblos bárbaros
al desarrollo humano. Jugaron un papel vital en determinada etapa. Poseían
cultura, y avanzada para el tiempo en el que vivieron. Pero lo historia no se
detiene aquí. El nuevo desarrollo de las fuerzas productivas llevó
a nuevas formas socioeconómicas que llevaron a un nivel cualitativamente
más elevado. Nuestra civilización moderna (tal como es) viene
de las conquistas colosales de Egipto, Mesopotamia y el Valle del Indo, e incluso
más, de Grecia y Roma.
Mientras que no negamos la existencia de la cultura bárbara, los marxistas
no dudamos en afirmar que ésta última fue históricamente
sustituida por las culturas de Egipto, Grecia y Roma que crecieron a partir
del barbarismo, lo superaron y le sustituyeron. Negar este hecho sería
obviar la realidad.
El papel de la esclavitud
Si miramos todo el proceso de la historia y prehistoria humanas, lo primero
que nos llama la atención es la extraordinaria lentitud con que se desarrollaron
las especies. La evolución gradual de las criaturas humanas o humanoides
y su alejamiento de la condición de animales, hacia una condición
genuinamente humana, transcurrió a lo largo de millones de años.
Durante el primer período que llamamos salvajismo, caracterizado por
un desarrollo muy lento de los medios de producción, la fabricación
de herramientas de piedra y el modo de existencia cazador-recolector, la línea
de desarrollo permanece prácticamente plana durante un largo período
de tiempo. Comienza a acelerarse precisamente en el período conocido
como barbarismo (particularmente con la revolución neolítica)
cuando las primeras comunidades estables se convirtieron en ciudades (como Jericó,
que data de aproximadamente el 7.000 a. de C).
Sin embargo, el crecimiento realmente explosivo ocurre en Egipto, Mesopotamia,
el Valle del Indo (y también China), Persia, Grecia y Roma. En otras
palabras, el desarrollo de la sociedad de clases coincide con un aumento masivo
de las fuerzas productivas, y como resultado, de la cultura humana, que alcanza
cimas sin precedentes. Este no es el lugar para mencionar todos los descubrimientos
realizados por los griegos y los romanos. Hay una famosa escena en la película
La vida de Brian de los Monty Piton, donde un entusiasta "luchador por
la libertad" hace una pregunta retórica: "¿Qué han hecho
los romanos por nosotros?" A su pesar recibe una respuesta con una larga
lista de cosas. ¡No deberíamos cometer el mismo error!
Pero podría hacerse la siguiente objeción, Grecia y Roma se basaban
en la esclavitud, que es una institución inhumana y aborrecible. Las
maravillosas conquistas de la antigua Atenas se consiguieron bajo la esclavitud.
Su democracia ¾probablemente la más avanzada del mundo hasta la fecha¾
era la democracia de una minoría de ciudadanos libres. La mayoría
¾los esclavos¾ no tenían ningún derecho. Hace poco recibí
una carta que compara desfavorablemente la sociedad esclavista con el barbarismo.
Reproduzco un extracto:
"En realidad, las sociedades primitivas son las menos bárbaras de
la historia mundial. Por ejemplo, sus guerras eran rituales sin apenas víctimas.
La barbarie del nazismo y las guerras de los Balcanes es una característica
típica del capitalismo, igual que el feudalismo o la sociedad esclavista
tenían sus características bárbaras particulares. Los hechos
más bárbaros de la historia son todos, de una forma u otra, consecuencia
de la sociedad de clases".
Estas líneas plantean la cuestión de la guerra en un sentido moralista
y no materialista. La guerra siempre ha sido bárbara. Se trata de asesinar
personas de una manera más eficaz. Se puede estar de acuerdo que en las
guerras de las sociedades primitivas se asesinaba a menos personas que en las
guerras modernas. Eso hasta cierto punto es producto del desarrollo de la ciencia
y la técnica que han llevado a una perfección de la productividad
humana, no sólo en la industria y la agricultura, también en el
campo de batalla. Engels explica en el Anti-Dühring cómo la historia
de la guerra sólo se puede comprender en términos del desarrollo
de los medios de producción. Los romanos eran menos eficaces en el asesinato
que los bárbaros (al menos en el período de ancestro del poder
romano), y nosotros somos incomparablemente más eficaces que los romanos,
en este terreno y en muchos más.
Los marxistas no pueden mirar la historia desde el punto de vista de la moralidad.
A parte de esto, no existe la moralidad suprahistórica. Toda sociedad
tiene su propia moralidad, religión, cultura, etc., que corresponde con
un nivel determinado de desarrollo, y, al menos en el período que llamamos
civilización, no se puede observar desde el punto de vista del número
de víctimas, y mucho menos, desde un punto de vista moral abstracto.
Podemos desaprobar las guerras en general, pero no se puede negar una cosa:
durante todo el curso de la historia humana, todas las cuestiones serias, en
última instancia, se han resuelto de esta forma. Esto se aplica tanto
en los conflictos entre las naciones (guerras) como a los conflictos entre las
clases (revoluciones). Nuestra actitud hacia un tipo particular de sociedad
y su cultura no puede estar determinada por consideraciones moralistas. Desde
el punto de vista del materialismo histórico resulta totalmente indiferente
que algunos bárbaros (incluidos mis propios ancestros, los celtas) fueran
cazadores de cabezas o quemasen vivas a las personas en el interior de estatuas
de mimbre para celebrar el solsticio de verano. Existen los mismos motivos para
condenarles, que para alabarles por la hermosa joyería que fabricaron
o la poesía que recitaban. Lo que determina si una formación socioeconómica
determinada es históricamente progresista o no, es en primer lugar, su
capacidad de desarrollar las fuerzas productivas, las bases materiales reales
sobre las que se levanta y desarrolla la cultura humana.
La razón por la cual el desarrollo humano fue tan terriblemente lento
durante un largo período de tiempo, fue precisamente el bajo nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas. El desarrollo real comienza ya en la
fase del barbarismo, como explicamos antes. Este fue un acontecimiento progresista
en su día, pero fue superado, negado y sustituido por una forma más
elevada que fue la esclavitud. El viejo Hegel, ese pensador tan profundo y maravilloso,
escribe: "No fue tanto de la esclavitud como a través de la esclavitud
que la humanidad se emancipó". (Lectures on the Philosophy of History,
p. 407).
Los romanos utilizaron la fuerza bruta para subyugar a otros pueblos, vendieron
ciudades enteras a la esclavitud, masacraron a miles de prisioneros de guerra
para diversión en el circo público, e introdujeron métodos
muy refinados de ejecución, como la crucifixión. Sí, todo
esto es verdad. Pero también es verdad que nuestra civilización
moderna, nuestra cultura, nuestra literatura, nuestra arquitectura, nuestra
medicina, nuestra ciencia, nuestra filosofía, incluso muchos casos de
nuestra lengua, proceden de Grecia y Roma.
No es una tarea difícil leer en voz alta una larga lista de los crímenes
de los romanos (o de los señores feudales, o de los modernos capitalistas).
Es incluso posible compararles desfavorablemente, al menos en algunos aspectos,
con las tribus bárbaras frente a los que estaban en mas o menos constante
guerra. Esto no es nuevo. En realidad, se pueden leer numerosos pasajes en los
escritos del historiador romano Tácito. Pero hacer esto no nos permite
avanzar en nuestra comprensión de la historia. Sólo lo podemos
conseguir si aplicamos consistentemente el método del materialismo histórico.
El ascenso y la caída de Roma
Aunque el trabajo del esclavo individual no era muy productivo (los esclavos
eran obligados a trabajar), el gran número de esclavos, como en las minas
y latifundia (unidades agrícolas a gran escala) en Roma en el último
período de la República y el Imperio, sí producían
una plusvalía considerable. En el punto álgido del Imperio, los
esclavos abundaban y eran baratos, las guerras de Roma básicamente equivalían
a una gran caza de esclavos. Pero en determinado momento, este sistema llegó
a sus límites y entonces entró en un prolongado período
de declive.
Los inicios de la crisis en Roma se pueden ya observar en el último período
de la República, un período caracterizado por agitaciones sociales,
políticas y guerra de clases. Desde el principio, había una lucha
violenta entre los ricos y los pobres en Roma. Hay informes detallados, en los
escritos de Livy y de otros, de las luchas entre los plebeyos y los patricios,
que terminaron con un compromiso incómodo. El último período,
cuando Roma ya se había convertido en el amo del Mediterráneo
después de derrotar a su poderoso rival: Cartago, no fue otra cosa que
una lucha por la división de los botines.
Tiberio Graco pidió que la riqueza de Roma se dividiera entre sus ciudadanos
libres. Su objetivo era convertir a Italia en una república de pequeños
campesinos y no de esclavos, pero fue derrotado por los nobles y los propietarios
de esclavos. Esto resultó a largo plazo un desastre para Roma. El campesinado
arruinado ¾la columna vertebral de la república y su ejército¾
huyó hacia Roma donde formó el lúmpemproletariado, una
clase no productiva que vivía a costa del estado. Aunque resentidos con
los ricos, compartían un interés común en la explotación
de los esclavos, la única clase realmente productiva en el período
de la República y el Imperio. La gran sublevación de esclavos
dirigida por Espartaco fue un episodio glorioso en la historia de la antigüedad.
Los ecos de esta lucha titánica reverberaron durante siglos y aún
es fuente de inspiración. El espectáculo de estas personas oprimidas
levantándose con las armas en la mano e infligiendo una derrota tras
otra a los ejércitos de la potencia más poderosa del mundo, es
uno de los acontecimientos más increíbles en la historia. Si hubieran
conseguido derrocar al estado romano, el curso de la historia se habría
alterado significativamente.
Por supuesto, no es posible decir exactamente cual habría sido el resultado.
Sin duda, los esclavos habrían sido liberados. Dado el nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas, la tendencia general habría sido en dirección
hacia alguna clase de feudalismo. Pero al menos la humanidad se habría
ahorrado los horrores de la Edad de las Tinieblas, y es probable que se hubiera
acelerado el desarrollo económico y cultural.
La razón fundamental del fracaso final de Espartaco, fue que los esclavos
no se vincularon con el proletariado de las ciudades. En la medida que éste
último continuó apoyando al estado, la victoria de los esclavos
era imposible. Pero el proletariado romano, a diferencia del proletariado moderno,
no era productivo, era sólo una clase parasitaria que vivía a
costa del trabajo de los esclavos y que dependía de sus maestros. El
fracaso de la revolución romana reside en este hecho.
Marx y Engels señalaron que la lucha de clases, al final, o termina en
la victoria total de una de las clases, o en la ruina común de las clases
en contienda. El destino de la sociedad romana es el ejemplo muy claro del último
caso. En ausencia de un campesinado libre, el estado estaba obligado a apoyarse
en un ejército mercenario para que luchara sus guerras. El estancamiento
de la lucha de clases provocó una situación similar al fenómeno
moderno del bonapartismo. El equivalente romano se llama cesarismo.
Los legionarios romanos ya no eran leales a la República, sino a su comandante,
el hombre que les garantizaba su salario, su botín y un pedazo de tierra
cuando se jubilaban. El último período de la República
se caracterizó por una intensificación de la lucha entre las clases,
en la que ninguna parte fue capaz de conseguir una victoria decisiva. Como resultado,
el estado (que Lenin describió como "cuerpos de hombres armados")
comenzó a adquirir una independencia cada vez mayor, levantándose
por encima de la sociedad y apareciendo como el árbitro final de las
continuas luchas de poder en Roma.
Hubo toda una seria de aventureros militares: Mario, Crasso, Pompeyo y finalmente
Julio César, un general brillante, un político inteligente y un
hombre de negocios astuto, que en realidad puso fin a la República mientras
prestaba servicio a ella. Su prestigio aumentó con sus triunfos militares
en Galia, España y Gran Bretaña, comenzó a concentrar todo
el poder en sus manos. Aunque fue asesinado por una fracción conservadora
que deseaba preservar la República, el viejo régimen estaba condenado.
En su obra Julio Cesar, Shakespeare dice de lo siguiente de Bruto: "De
todos los romanos fue el más noble". Ciertamente, Bruto y los otros
conspiradores que asesinaron a César no carecían de coraje personal
y sus motivos puede que fueran nobles o no. Pero eran unos utópicos sin
esperanza. La república que intentaban defender era un cadáver
corrupto desde hacía mucho tiempo. Después de que Bruto y los
otros fueran derrotados por el triunvirato, la República fue reconocida
formalmente y el primer emperador ¾Augusto¾ siguió con esta pretensión.
El mismo título de "emperador" (imperator en latín)
es un título militar, inventado para no utilizar el título de
rey que era demasiado ofensivo para los oídos republicanos. Pero era
un rey en todo, menos en el nombre.
Las formas de la vieja república sobrevivieron durante mucho tiempo después.
Pero sólo eran eso ¾formas vacías sin contenido real¾, una cáscara
vacía que al final fue arrastrada por el viento. El Senado estaba desprovisto
de todo poder y autoridad real. Julio César había conmocionado
a la respetable opinión pública al nombrar a la Galia miembro
del senado. Calígula mejoró considerablemente esto al nombrar
senador a su caballo. Nadie veía nada malo en esto, y si lo veían,
mantenían la boca cerrada.
Los emperadores continuaron "consultando" al senado, e incluso consiguieron
no reírse cuando lo hacían. En el último período
del Imperio, debido al declive de la producción, la corrupción
y el saqueo, las finanzas estaban en un estado lamentable, y los romanos ricos
eran regularmente "ascendidos" al rango de senador, para cobrarles
impuestos extras. Según algún humorista romano, un legislador
reticente "era desterrado al senado".
A menudo ocurre en la historia que instituciones obsoletas pueden sobrevivir
mucho tiempo después de que haya desaparecido su razón de existir.
Desde ese momento, arrastran una existencia miserable ¾igual que un anciano
decrépito se aferra a la vida¾, hasta que esa institución es derrocada
a través de la revolución. El declive del imperio romano duró
casi cuatro siglos. No fue un proceso continúo. Hubo períodos
de recuperación e incluso brillantez, pero la línea general fue
descendente.
En períodos como este hay un sentimiento general de malestar. El ambiente
predominante es el escepticismo, la ausencia de fe y pesimismo en el futuro.
Las viejas tradiciones, la moralidad y la religión, cosas que actúan
como un cimiento poderoso para mantener unida a la sociedad, pierden su credibilidad.
En lugar de la vieja religión, la gente busca nuevos dioses. En su período
de declive, Roma se vio inundada con una plaga de sectas religiosas procedentes
de oriente. La cristiandad era una de estas sectas, aunque al final triunfó,
tuvo que luchar duro con numerosos rivales, como el culto Mitra.
Cuando la gente cree que el mundo en el que viven se tambaleaba, que han perdido
el control de su existencia, que sus vidas y destinos están determinados
por fuerzas invisibles, entonces aparecen las tendencias irracionales y místicas.
La gente cree que está cerca el final del mundo. Los primeros cristianos
creían esto fervientemente, pero muchos otros recelaban de ello. En realidad,
lo que se aproximaba era el final, no del mundo, sino de una forma particular
de sociedad, la sociedad esclavista. El éxito de la cristiandad se encuentra
aquí y estaba relacionado con este ambiente general. El mundo era horrible
y pecaminoso. Era necesario dar la espalda al mundo, a todas sus obras y mirar
hacia otra vida después de la muerte.
En realidad, estas ideas ya fueron anunciadas por las tendencias filosóficas
de Roma. Cuando los hombres y las mujeres pierden toda esperanza en la sociedad
existente, hay dos opciones: o intentan llegar a una comprensión racional
de lo que está ocurriendo y luchan para cambiar la sociedad, o bien vuelven
la espalda a la sociedad en su conjunto. En el período de declive, la
filosofía romana estaba dominada por el subjetivismo: el estoicismo y
el escepticismo. Desde un ángulo diferente, Epicuro, pensaba que las
personas buscaban la felicidad y aprendían a vivir sin temor. Es una
filosofía sublime, pero en el contexto dado, sólo podía
apelar a los sectores más inteligentes de las clases privilegiadas. Finalmente,
aparece la filosofía neo-platonista de Plotino, con su abierto misticismo
y superstición, y al final, proporciona una justificación filosófica
a la cristiandad.
Cuando los bárbaros invadieron, toda la estructura estaba al borde del
colapso, no sólo económica, también moral y espiritualmente.
No es de extrañar que los bárbaros fueran bienvenidos como libertadores
de los esclavos y sectores más pobres de la sociedad. Simplemente completaron
un trabajo que estaba preparado por adelantado. Los ataques bárbaros
fueron un accidente histórico que sirvió para expresar una necesidad
histórica.
Por qué triunfaron los bárbaros
¿Cómo es posible que una cultura tan desarrollada fuera superada tan
fácilmente por una más primitiva y atrasada? Los gérmenes
de la destrucción de Roma estaban presentes muchos antes de las invasiones
bárbaras. La contradicción básica de la economía
esclavista es que, paradójicamente, se basaba en la baja productividad
del trabajo. El trabajo esclavista es sólo productivo cuando es empleado
a escala masiva. La condición previa para esto es un suministro amplio
de esclavos a bajo coste. Como los esclavos se reproducían lentamente
en cautiverio, la única forma de tener un suministro suficiente de esclavos
era con continuas guerras. Cuando el Imperio alcanzó los límites
de su expansión bajo Adriano, esto se convirtió en algo muy difícil.
Cuando el Imperio alcanzó sus límites y las contradicciones inherentes
a la esclavitud comenzaron a afirmarse, Roma entró en un largo período
de declive que duró más de cuatrocientos años, hasta que
finalmente fue rebasado por los bárbaros. Las migraciones de masas que
provocaron el colapso del Imperio fueron un fenómeno común entre
los pueblos pastorales nómadas de la antigüedad y ocurrieron por
varias razones: necesidad de tierras de pastoreo como resultado del crecimiento
de la población, cambios climáticos, etc.,
En este caso, los pueblos más asentados de las estepas occidentales y
Europa oriental, fueron echados de sus tierras debido a la presión de
las tribus nómadas más atrasadas que venían de oriente,
los hsiung-un, más conocidos como los hunos. ¿Estos bárbaros tenían
cultura? Sí, tenían una especie de cultura, como todos los pueblos
en el amanecer de la historia tenían una cultura. Los hunos no tenían
conocimientos de agricultura, pero su horda era una formidable maquina de lucha.
Su caballería no tenía paralelo en el mundo en aquella época.
Se dice de ellos que su país era el lomo de un caballo.
Sin embargo, desgraciadamente para Europa, los hunos en el siglo cuatro se toparon
con una cultura más avanzada, una civilización que conocía
el arte de la construcción, que vivía en ciudades, que poseían
un ejército disciplinado: China. La destreza en la lucha de estos guerreros
temidos de las espetas de Mongolia no tenía nada que ver con los civilizados
chinos, que construyeron la Gran Muralla ¾una obra formidable de ingeniería¾,
para mantenerlos fuera.
Derrotados por los chinos, los hunos volvieron a occidente, dejando tras de
sí una estela de destrucción y devastación. Atravesaron
lo que ahora es Rusia y se toparon con los godos en el año 355 en la
actual Rumania. Aunque las tribus godas tenían un nivel de desarrollo
superior que los hunos, fueron reducidas a pedazos y obligadas a huir a occidente.
Los supervivientes ¾unos 80.000 hombres, mujeres y niños desesperados
sobre primitivos carros¾ salieron de las fronteras del Imperio Romano en el
momento en que el declive de la sociedad esclavista había alcanzado un
punto donde su capacidad para defenderse estaba seriamente debilitada. Los visigodos
(godos occidentales), que tenían un nivel inferior de desarrollo que
los romanos, les derrotaron. El historiador romano Ammianus Marcellinus describió
este choque entre dos mundos extraños como "la derrota romana más
desastrosa desde Cannaa". (Ammianus, xxxi, 13).
Con una velocidad impresionante abandonaron la mayoría de las ciudades.
Es verdad que este proceso no comenzó con los bárbaros. La decadencia
de la economía esclavista, la naturaleza monstruosamente opresiva del
Imperio con su enorme burocracia y agresivos impuestos agrícolas, estaba
ya minando todo el sistema. El campo iba a la deriva y ya se estaban creando
las bases para el desarrollo de un modo de producción diferente: el feudalismo.
Los bárbaros simplemente dieron el coup de grâce a un sistema podrido
y moribundo. Todo el edificio estaba podrido y, simplemente, le dieron el último
empujón.
La aparentemente inexpugnable línea romana a lo largo del Danubio y el
Rin colapsó. En determinado momento, diferentes tribus bárbaras,
incluidos los hunos, convergieron en un ataque unido contra Roma. El jefe godo
Alarico (que a propósito, era un cristiano arriano y un antiguo mercenario
romano) dirigió a 40.000 godos, hunos y esclavos liberados a través
de los Alpes julianos y ocho años después saquearon la propia
Roma. Aunque Alarico, que parece era una persona relativamente ilustrada, parece
que perdonó a los ciudadanos de Roma, no pudo controlar a los hunos y
esclavos liberados, que se dedicaron al asesinato, saqueo y la violación.
Destruyeron y fundieron valiosas piezas de escultura y obras de arte. Esto sólo
fue el principio. En los siglos posteriores, llegaron de oriente sucesivas oleadas
de bárbaros: visigodos, ostrogodos, alanos, lombardos, suevos, alamanos,
borgoñanos, francos, burgundios, frisianos, hérulos, anglos, sajones,
jutos, hunos y magiares, que encontraron su camino hacia Europa. El todo poderoso
y eterno imperio quedó reducido a cenizas.
¿Retrocedió la civilización?
¿Es correcto decir que el derrocamiento del Imperio Romano por los bárbaros
hizo retroceder la civilización humana? A pesar de la reciente campaña
ruidosa de los "amigos de la sociedad bárbara", no hay duda
de esto, y se puede demostrar fácilmente con hechos y cifras. El efecto
inmediato de la embestida bárbara fue destruir la civilización
y arrojar la sociedad y el pensamiento humano mil años atrás.
Las fuerzas productivas sufrieron una interrupción violenta. Las ciudades
fueron destruidas o abandonadas según la población huía
al campo en busca de comida. Incluso nuestro amigo Rudgley se ve obligado a
admitir: "Los únicos restos arquitectónicos que dejaron los
hunos son las cenizas de las ciudades que quemaron". Y no sólo los
hunos. El primer acto de los godos fue quemar la ciudad de Mainz. ¿Por qué
lo hicieron? ¿Por qué no se limitaron a ocuparla? La respuesta está
relacionada con el atraso del desarrollo económico de los invasores.
Eran un pueblo agrícola y no conocían nada de las ciudades. Los
bárbaros en general eran hostiles a las ciudades y sus habitantes (una
psicología que es muy común entre los campesinos de todos los
períodos).
San Jerónimo describe los resultados de esta devastación: "En
aquellos países desérticos nada quedó excepto el cielo
y la tierra; después de la destrucción de las ciudades y la extirpación
de la raza humana, la tierra se cubrió de hierba, densos bosques y zarzas
inexpugnables; y esa desolación universal, anunciada por el profeta Zephanias,
estuvo acompañada de la escasez de bestias, pájaros e incluso
peces". (Citado por Gibbon. Historia de la decadencia y caída del
Imperio Romano, vol. 3, p. 49. En la edición inglesa).
Estas líneas fueron escritas veinte años antes de la muerte del
emperador Valente, cuando comenzaron las invasiones bárbaras. Describen
la situación en la provincia natal de San Jerónimo, Pannonia (la
actual Hungría) donde las sucesivas oleadas de invasores provocaron la
muerte y la destrucción a una escala inimaginable. Al final, Pannonia
fue completamente despoblada, más tarde ocupada por los hunos y finalmente
ocupada la población magiar. Este proceso de devastación, violación
y pillaje continuó durante siglos, dejando tras de sí una herencia
terrible de atraso, en realidad, de barbarie, que llamamos la Edad de las Tinieblas.
Veámoslo en la siguiente cita:
"La Edad de las Tinieblas fue absoluta en toda su dimensión. Las
hambrunas y las plagas culminaron en la peste negra y sus recurrentes pandemias,
que repetidamente reducían la población. Los supervivientes padecían
raquitismo. Los extraordinarios cambios climáticos trajeron tormentas
y riadas, que provocaron desastres mayores porque el sistema de alcantarillado
del imperio, como la mayoría de la infraestructura romana, ya hacía
mucho que no funcionaba. Se habla mucho de la Edad de las Tinieblas, en el año
1500, mil años después de su abandono, las carreteras construidas
por los romanos todavía eran las mejores del continente. Las otras estaban
en tal estado de abandono que eran inservibles; lo mismo ocurrió con
todos los puertos europeos hasta el siglo XVIII, cuando de nuevo comenzó
a florecer el comercio. Entre las artes que se perdieron se encontraba la albañilería;
en toda Alemania, Inglaterra, Holanda y Escandinavia, prácticamente no
había edificios de piedra, excepto las catedrales, que se levantaron
a lo largo de diez siglos. Las herramientas agrícolas básicas
de los siervos eran las piquetas, horcas, rastrillos, guadañas y hoces.
Como escaseaba el hierro, no había rejas de arado con rueda, ni vertederas.
La ausencia de arados no era el principal problema en el sur, donde los campesinos
contaban con la luz de la tierra mediterránea, pero la tierra dura del
norte de Europa tenía que moverse con la mano. Aunque había caballos
y bueyes, su uso era limitado. El collar del caballo, los arneses y el estribo
no existieron hasta el año 900. Por lo tanto, era imposible atar a los
animales en tándem. Los campesinos trabajaban duro, sudaban y, con frecuencia,
caían agotados antes que sus animales". (A World Lit Only by Fire.
William Manchester. pp. 5-6. En la edición inglesa).
El ascenso del sistema feudal después del colapso de Roma, estuvo acompañado
por un largo período de estancamiento cultural en toda Europa. Con la
excepción de dos inventos: el molino de agua y el de viento, no hubo
inventos durante aproximadamente mil años. En otras palabras, existió
un eclipse total de la cultura. Esto fue el resultado del colapso de las fuerzas
productivas, de lo que, en última instancia, depende la cultura. Si no
se comprende esto, entonces es completamente imposible tener una comprensión
científica de la historia.
El pensamiento humano, el arte, la ciencia y la cultura cayeron hasta su nivel
más primitivo, sólo experimentó una relativa recuperación
cuando los árabes introdujeron en la Europa medieval las ideas de los
griegos y los romanos. De nuevo se volvió a atar el nudo de la historia
en el período que conocemos como Renacimiento. La lenta recuperación
del comercio llevó a la aparición de la burguesía y la
recuperación de las ciudades, las más destacadas en Flandes, Holanda
y el norte de Italia. Pero es un hecho real que la civilización retrocedió
mil años. Esto es lo que significa una línea descendiente de la
historia. Y no se puede pensar que esto no puede volver a ocurrir.
Socialismo o barbarie
El conjunto de la historia humana consiste precisamente en la lucha de la humanidad
para levantarse por encima del nivel animal. Esta larga lucha comenzó
hace siete millones de años, cuando nuestros lejanos ancestros humanoides
se pusieron erectos y después fueron capaces de liberar las manos para
el trabajo manual. La producción de los primeros raspadores de piedra
y hachas manuales fue el principio de un proceso a través del cual los
hombres se convirtieron en humanos a través del trabajo. Desde entonces,
las sucesivas fases de desarrollo social se han producido sobre la base de los
cambios en el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, es decir, de nuestro
poder sobre la naturaleza.
Durante la mayor parte de la historia humana este proceso se ha producido de
una forma muy lenta, como señalaba The Economist en vísperas del
nuevo milenio:
"Durante casi toda la historia humana, el avance económico ha sido
tan lento como para ser imperceptible en el lapso de una vida. Siglo tras siglo,
la tasa anual de crecimiento económica fue, con un decimal, igual a cero.
Como el crecimiento era tan lento, era imperceptible para los contemporáneos,
e incluso en retrospectiva, parece que el nivel de vida no aumentaba (que es
lo que hoy en día significa crecimiento), excepto para un segmento pequeño
de la población. Con el fin del milenio, el progreso, para todos excepto
una pequeña elite, significó esto: lentamente para la mayoría
de las personas era posible vivir, pero con el más mínimo nivel
de subsistencia". (The Economist, 31/12/1999).
La relación entre el desarrollo de la cultura humana y las fuerzas productivas
estaba ya claro para ese gran genio de la antigüedad: Aristóteles,
quien explicó en su libro Metafísica que "el hombre comienza
filosofar cuando tiene satisfechos sus medios de subsistencia", y añadió
que la razón por la cuál en Egipto se descubrieron la astronomía
y las matemáticas, era por que la casta sacerdotal no tenía que
trabajar. Esta es una comprensión materialista de la historia. Es la
respuesta a todas las tonterías de los utópicos que imaginan que
la vida sería espléndida si pudiéramos "volver a la
naturaleza", es decir, regresar a un nivel de existencia animal.
La posibilidad real del socialismo depende del desarrollo de los medios de producción
a un nivel superior que la mayoría de las actuales sociedades capitalistas
desarrolladas, como EEUU, Alemania o Japón. Marx lo explicó incluso
antes de escribir El Manifiesto Comunista. En La ideología alemana escribe
que "donde la pobreza se generaliza toda la vieja porquería resucita".
Por "la vieja porquería" se entendía la opresión,
la desigualdad y la explotación. La Revolución de Octubre degeneró
en el estalinismo porque se quedó aislada en un país atrasado
donde las condiciones materiales para la construcción del socialismo
estaban ausentes.
A pesar de que el capitalismo es el sistema más explotador y opresivo
que jamás ha existido; a pesar de que en las palabras de Marx: "el
capital entró en la escena de la historia derramando sangre por cada
poro", sin embargo, representó un paso adelante colosal para el
desarrollo de las fuerzas productivas, y por lo tanto, un enorme desarrollo
de nuestro poder sobre la naturaleza. El desarrollo de la industria, la agricultura,
la ciencia y la tecnología han trasformado el planeta y puesto las bases
para una revolución total que por primera vez nos convertiría
en seres humanos libres.
Procedemos de la esclavitud, el barbarismo y el feudalismo, cada una de estas
etapas representó una etapa definida del desarrollo de las fuerzas productivas
y la cultura. El capullo desaparece cuando la flor florece, se trata de una
negación, pero una cosa no contradice a la otra. Son etapas necesarias
y se deben tomar en su conjunto. Es absurdo negar el papel histórico
del barbarismo o cualquier otra etapa del desarrollo humano. Pero la historia
continua.
Cada fase del desarrollo humano tiene sus raíces en todas las fases anteriores.
Esto es verdad tanto en la evolución humana como en el desarrollo social.
Hemos evolucionado de las especies más bajas y están genéticamente
relacionadas incluso con las formas más primitivas de vida, y lo ha demostrado
concluyentemente el genoma humano. Estamos separados de nuestros parientes vivos
los chimpancés por una diferencia genética inferior al dos por
ciento. Pero ese pequeño porcentaje representa un salto cualitativo tremendo.
De la misma forma, el desarrollo del capitalismo ha puesto las bases para una
nueva etapa, cualitativamente superior (si superior), del desarrollo humano,
a la que llamamos socialismo. La crisis actual del mundo no es otra cosa que
un reflejo de que el desarrollo de las fuerzas productivas están entrando
en conflicto con la camisa de fuerza de la propiedad privada y el estado nacional.
El capitalismo hace ya mucho que dejó de jugar un papel progresista y
se ha convertido en un monstruoso obstáculo para un nuevo desarrollo.
Hay que eliminar este obstáculo si la humanidad quiere seguir adelante.
Si no se elimina a tiempo, una terrible amenaza pende sobre la cabeza de la
raza humana.
El embrión de la nueva sociedad ya está madurando dentro del útero
de la vieja. Los elementos de la democracia obrera ya existen en la forma de
las organizaciones obreras, los comités sindicales, los sindicatos, las
cooperativas, etc., El período que se nos abre, será una lucha
a vida y muerte, una lucha por parte de aquellos elementos de la nueva sociedad
que ya están apareciendo, y una resistencia igualmente feroz por parte
del viejo orden que quiere evitar que esto ocurra.
En determinado momento este conflicto ¾su perfil ya se puede ver en las huelgas
generales en Europa, en los movimientos revolucionarios en Argentina y otros
países latinoamericanos, y la rebelión de la juventud en todas
partes¾ alcanzará un punto crítico. Ninguna clase dominante en
la historia ha entregado su poder y privilegios sin una lucha feroz. La crisis
del capitalismo representa no sólo una crisis económica que amenaza
los empleos y el nivel de vida de millones de personas en todo el mundo. También
amenaza la misma base de la existencia civilizada. Se trata de una amenaza que
haría retroceder a la humanidad en todos los frentes. Si el proletariado,
la única clase genuinamente revolucionaria, no consigue derrocar el dominio
de los bancos y los monopolios, el escenario estará preparado para el
colapso de la cultura y el regreso al barbarismo.
En realidad, para la mayoría de la población occidental (y no
sólo en occidente) las manifestaciones más obvias y dolorosas
de la crisis del capitalismo no son económicas, sino aquellos fenómenos
que afectan su vida personal en los puntos más sensibles y emocionales:
la ruptura de la familia, la epidemia de crimen y violencia, el colapso de los
viejos valores y la moralidad y nada que lo sustituya, el constante estallido
de guerras, todo esto provoca un sentimiento de inestabilidad, una ausencia
de fe en el presente o el futuro. Estos son los síntomas del callejón
sin salida del capitalismo que, en última instancia (aunque no sólo
en última instancia) es el resultado de la rebelión de las fuerzas
productivas contra la camisa de fuerza de la propiedad privada y el estado nacional.
Fue Marx quien señaló que había dos posibilidades para
la raza humana: socialismo o barbarie. La democracia formal, que los trabajadores
europeos y estadounidenses consideran como algo normal, en realidad es una estructura
muy frágil que no dudará en emprender el camino hacia la dictadura
en el futuro. Y debajo de la débil capa de cultura y civilización
modernas, hay fuerzas que se asemejan al peor de los barbarismos. Los recientes
acontecimientos en los Balcanes son un recuerdo de esto. Las normas civilizadas
se pueden romper fácilmente y los demonios del pasado pueden resurgir
incluso en la nación más civilizada. ¡Sí, la historia conoce
una línea descendente y una ascendente!
La cuestión por lo tanto se plantea en términos absolutos. En
el próximo período, o la clase obrera toma en sus manos el funcionamiento
de la sociedad, sustituyendo el decrépito sistema capitalista con un
nuevo orden social basado en la planificación armoniosa y racional de
las fuerzas productivas y el control consciente de hombres y mujeres de su propia
vida y destino, o nos enfrentaremos con una espectáculo espantoso de
colapso social, económico y cultural.
Durante miles de años la cultura ha sido el monopolio de una minoría
privilegiada, mientras que la gran mayoría de la humanidad ha quedado
excluida del conocimiento, la ciencia, el arte y el gobierno. Incluso ahora,
esto es así. A pesar de todas nuestras pretensiones no estamos realmente
civilizados. Nuestro mundo no merece ese nombre. Es un mundo bárbaro,
habitado por personas que no han superado todavía su pasado bárbaro.
La vida todavía es una lucha cruel e implacable por existir para la gran
mayoría del planeta, no sólo en el mundo subdesarrollado, también
en los países capitalistas desarrollados.
Sin embargo, el materialismo histórico no nos permite sacar conclusiones
pesimistas, todo lo contrario. La tendencia general de la historia humana ha
sido en dirección de un mayor desarrollo de nuestro potencial productivo
y cultural. Los grandes acontecimientos de los últimos cien años
por primera vez han creado una situación donde todos los problemas a
los que se enfrenta la humanidad se pueden resolver fácilmente. El potencial
para una sociedad sin clases ya existe a escala mundial. Es necesario producir
un plan racional y armonioso de las fuerzas productivas para que este inmenso
potencial, prácticamente infinito, se pueda realizar.
Sobre la base de una revolución real de la producción, sería
posible conseguir tal nivel de abundancia que hombres y mujeres ya no tendrían
que preocuparse por sus necesidades cotidianas. Las preocupaciones humillantes
y los temores que acechan a todos los hombres y mujeres desaparecerán.
Por primera vez, los seres humanos libres serán los dueños de
su destino. Por primera vez, serán realmente humanos. Sólo entonces,
comenzará la historia real de la raza humana.