10 de agosto del 2002
La relación entre los movimientos sociales y los partidos
Julio Ugas
Miembro Comité Central
Partido Comunista de Chile
Rebelión
En este Sexto Seminario que organiza el Partido del Trabajo de México,
el tema que abordare , es uno que tuvo plena vigencia hace algunas semanas en
el Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, Brasil y que, indudablemente,
en un seminario como este, que aborda la temática de los Partidos y una
Nueva Sociedad, no debemos dejar de analizar. Aunque debo reconocer que ha sido
tocado en varias intervenciones, en esta ocasión quiero profundizar en
particular. Se trata de las relaciones entre movimientos sociales y partidos
políticos en la lucha por conquistar una democracia radical, que para
mi es el socialismo, o por una profunda transformación democrática,
que para algunos puede ser su idea estratégica o para otros solo un paso
táctico hacia la democracia socialista.
La ideología neoliberal, la cual tiene especial astucia para tratar ciertos
temas, ha enfatizado la critica a los partidos. Esa critica, por desgracia,
se ha convertido también en un tema acogido por algunos sectores del
llamado ?progresismo?.
El rechazo a los partidos tiene su base en el papel que se les ha asignado a
estos en lo que se ha dado en llamar: ?Las Democracias Representativas de Baja
Intensidad?. En esas modalidades formalistas de democracia, los partidos juegan
un papel particularista, sirven como aparato de poder de una elite o un conjunto
de lideres, en detrimento de los objetivos liberalizadores para los cuales fueron
creados en un momento histórico determinado. Los partidos, en esas democracias
formales, dejan de ser asociaciones ideológicas y se convierten en expresión
de intereses particulares sin proyección universal. Por ello se convierten
en pasto de las criticas de los sectores progresistas, porque, estos partidos,
se presentan bajo el peor aspecto, el de asociaciones de poder, sin contenido
ideológico en si mismo, aunque ideológicamente cooptados por el
capitalismo neoliberal.
Pero esos son los partidos en la forma mas degradada de este tipo de democracia.
Si queremos pensar en una democracia real o realizada, donde la soberanía
popular sea mas que pura forma y la democracia sea también, además
de política, económica y social, debemos pensar que partidos y
movimientos sociales son formas diferenciadas de representación, las
dos válidas y necesarias.
Aun más, detrás del rechazo a los partidos siempre hay un pensamiento
que solo acepta la reproducción de lo existente. Obviamente, hoy en día,
lo existente es capitalismo neoliberal. Hay que considerar, además, que
la reproducción de lo existente no es nunca conservación. En rigor
nada se conserva, todo, por lo menos, se adapta. La reproducción es siempre
un tipo de cambio adaptativo o una operación política proyectada.
Por lo tanto, podemos concluir que, una clase o un grupo, que no busca la transformación
radical de una sociedad, puede aceptar la critica a los partidos y refugiarse
en los movimientos sociales, pero eso no puede hacerlo una organización
que busca la transformación o la revolución, ella necesita del
partido.
Eso no significa que el partido sea la forma única de lucha política.
Pero hay una diferencia entre partido y movimiento, la cual es una diferencia
tanto conceptual como práctica. Un movimiento anida y nace en un espacio
que puede ser local, regional o nacional, pero, por lo tanto, se plantea objetivos
regionales o sectoriales: el movimiento sindical tiene, por ejemplo, generalmente,
relación con salarios y relaciones de trabajo; el movimiento feminista
con la condición de la mujer; el movimiento ecologista con las relaciones
con la naturaleza etc..
La regionalidad o sectoraliedad del movimiento aumenta su capacidad de influencia
sobre esa masa particular, pero disminuye su capacidad de crear un proyecto
general, por ello el partido es irremplazable, porque su tarea es hablar desde
lo general; de realizar la síntesis de las propuestas sectoriales o regionales.
Es en este sentido que el partido es irremplazable, cuando se trata de crear
una democracia participativa integrando como sujeto activo a los movimientos
sociales.
Puede existir una democracia formal o representativa que prescinda de los partidos
o los reduzca a su mínima expresión. como sucede hoy en Chile
con los partidos tanto de la derecha como de la Concertación. En ellos
los movimientos sociales existentes están constreñidos, porque
no pueden articular lo regional o sectorial con lo general, ya que estos partidos
están jugando otro rol, el de suplantadores e inhibidores de los organismos
del pueblo y de catalizadores de los problemas de los sectores populares.
Desde un punto de vista sociológico y también político,
hay una gran diferencia entre nuevos y viejos movimientos sociales. Los primeros,
especialmente el movimiento social clásico (el sindical) han tenido menor
autonomía y han sido, históricamente, especialmente en Chile,
mas dependientes de los partidos pues estos administraban la relación
con el Estado y, en el caso de los partidos de la izquierda autentica, estos
siempre jugaron ? y en estos nuevos tiempos sieguen jugando ? el rol de representar
los problemas de las mayorías ante los órganos de poder y los
gobernantes de turno.
Sin embargo, en el mismo chile, los movimientos sociales nuevos se desarrollan
con mayor fuerza después del Golpe de Estado contra el Gobierno Popular
de Salvador Allende en 1973. Aunque en realidad debemos recordar que el Movimiento
Feminista había tenido fuerza por las reivindicaciones políticas
de los años 40´, particularmente en su lucha por hacer conciencia de
la desigualdad que significaba que la mujer no tuviese derecho a voto. para
después desaparecer.
Pero el movimiento feminista post 73´ demuestra conocer tanto su especificidad
como su necesidad de articulación con los partidos. tanto por el hecho
de sus reivindicaciones propias de aquellos años, como por el hecho que
en su seno, como en el de otras organizaciones sociales, actúan los partidos
para generar políticas generales ante la dura clandestinidad y represión
de que, particularmente los partidos son víctimas.
Es muy importante para un movimiento social, políticamente consciente,
tener, valga la redundancia, conciencia de sus limites. Esa es la perpetua tentación
del movimiento ecologista. Este cree que a partir de la critica de la relación
entre relaciones de producción capitalistas y naturaleza puede fundamentar
un programa general de crítica al capitalismo. Aunque existe la experiencia
de los ecologistas europeos, que a poco andar debieron transformarse en partidos,
sin embargo, en América Latina aun se persiste en esta idea.
Nuestra apreciación es que nunca podrá haber una relación
adecuada entre partidos y movimientos si no se respeta el principio de cada
uno a lo suyo. Esto requiere una gran labor clarificadora de los partidos, en
cuanto estos han sido , en muchos casos, fagocitadores de los movimientos sociales,
a los cuales, en ocasiones, aceptamos solo como correas de transmisión,
pero no como entes autónomos.
Hoy se requiere aceptar la diferencia entre partido y movimiento social y el
papel independiente de estos últimos. Pero para los movimientos, cuando
ellos son legítimos y no partidos disfrazados, como viene sucediendo
de un tiempo a la fecha, requiere aceptar su sectorialidad o su regionalidad
intrínseca y su necesidad de que sus reivindicaciones sean articuladas
políticamente para acceder a la generalidad.
Para terminar existe la necesidad de una precisión conceptual: existen
muchas organizaciones del tipo partidos que se hacen llamar movimientos: el
caso clásico en chile - de la decada de los 60-70 - fueron el MIR (Movimiento
de Izquierda Revolucinaria) o el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria),
que, escindido de la Democracia Cristiana, nace como movimiento para luego convertirse
en partido. Pero en esos casos se trataba de un disfraz inocente. En la actualidad
hay una mayor sofisticación, ella corre por cuenta de organismos que
se crean tras caretas como las que en Chile se han dado en llamar Coordinadoras
de Trabajadores o Fuerza Social de Trabajadores, que lo que buscan, en definitiva,
es ser o convertirse, en partidos, aunque tomen la forma de colectivos autónomos
unos de otros, sin dirección centralizada.
En el análisis de ellos se produce una confusión entre la modalidad
de organización y los objetivos. Por estos objetivos o sea por la pretensión
de generalidad, son formas nuevas, originales de partido, pero no son movimientos.
Como dijimos anteriormente, es indispensable que los partidos cambiemos mucho
en nuestra relación con los movimientos sociales. esto es particularmente
una tarea de los dirigentes de los partidos de la izquierda. Si uno pudiese
darse el lujo de entregar consejos, el mío sería, especialmente,
que dejemos de ser asociaciones que solo vamos detrás del poder por el
poder, para volver a convertirnos en asociaciones ideológicas tal como
fueron concebidas en muchos casos, para las cuales el poder tiene relación
con un proyecto de sociedad.
Eso implica:
PARTIDOS CON PROYECTO O SEA CON PROGRAMA Y DEFINICIÓN DE FUTURO. En esto
quiero dejar en claro que no comparto lo planteado por Heiz Dietrich en cuanto
a que la única posibilidad de acción y triunfo esté en
los programas regionales, lo que no quiere decir que no este de acuerdo en que,
en lo posible, debamos propender a ello. El Foro de Sao Paulo es un buen ejemplo
de esta búsqueda.
PARTIDO CON DEMOCRACIA INTERNA Y CON UNIDAD DE ACCION, COMO VALORES PROFUNDOS.
PARTIDO EDUCADOR
PARTIDO IMBRICADO CON LAS MASAS, PERO NO VANGUARDIA PER SE: Capaz de comprender
que se debe trabajar por estar a la vanguardia, pero que esta, en muchas ocasiones,
será compartida y que se dará siempre y cuando exista una acertada
relación con los organismos sociales en los cuales, los militantes de
los partidos, estén insertos verdaderamente
PARTIDO CON RELACIONES DE FRATERNIDAD Y COMPAÑERISMO ETC.
La posibilidad de una democracia radical dependerá de la existencia de
este tipo de partidos. Pero también dependerá de la comprensión
de los dirigentes sociales de que su rol, por acción u omisión,
siempre será social y político, indistintamente de si militan
o no en un partido. Y, en el caso concreto de los partidos de la izquierda,
la comprensión, por parte de las organizaciones sociales, de que estos
son, hoy por hoy, los mas fervientes opositores al sistema capitalista neoliberal
y que cada uno, acorde con su realidad local, y sus posibilidades materiales,
se juega la vida por una sociedad distinta a la neoliberal hoy imperante. Una
la Sociedad Socialista.
Ciudad de México, 1,2 y 3 de marzo del 2002.-