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La Izquierda debate

SUBVERSION, PIQUETES Y GUERRILLAS

Por Luis Mattini  / La Fogata
arnolkremer@lafogata.org

"El arma vale lo que vale el hombre que la empuña"
General Giap

Los sucesos del 26 de junio en el puente Pueyrredon, con el asesinato de dos jóvenes piqueteros, fueron aprovechados por la derecha, con la complicidad de algunos pusilánimes pretendidos progresistas, para agitar el fantasma de la violencia política de los setenta. En cambio, el hombre de la calle con una frase elocuente demostró mayor sabiduría, por lo menos en esta ocasión,: "La diferencia es que ahora los muertos son siempre de este lado"

El propio presidente Duhalde se vio necesitado de definir los sucesos como "una atroz cacería" . Unos días después el periodista Ernesto Tenenmbaum, con nítida precisión, llamaba severamente la atención a sus "apresurados" colegas ordenando los hechos aproximadamente de este modo.

  1. Dos muertos y diez heridos con bala de plomo, ninguno era policía
  2. En un centenar de detenidos no fue hallada un sólo arma de fuego.
  3. No hay indicios de que ningún grupo piquetero se prepare para la lucha armada similar a la de los setenta.
  4. No se intentó cortar todos los accesos a la Capital simultáneamente.
  5. La imágenes no registran agresión piquetera que provocara la violencia


¿Por qué se deberían buscar indicios sobre posibles preparaciones para la lucha armada de parte de los piqueteros? ¿Será porque ese mediocre columnista de radio, paladín de la democracia, al que no nombro para no darle más micrófono que el que abusa, "dio su palabra" que había infiltrados erpianos o montoneros?
Pues si entre los piqueteros hay ex militantes de aquellas organizaciones, a mucha honra.
Puede ser interesante sí preguntarse: ¿Qué tienen en común los piqueteros con las organizaciones armadas de los setentas ?
Cierto es que no existe una frontera cerrada entre pasado y presente y, por el contrario, el pasado suele aparecer como puro presente. De ahí que siempre se encontrarán similitudes y analogías, como así también el rescate de las experiencias en forma de enseñanzas. Pero en este caso, por lo menos, dichas analogías no se remitirán sólo a los setentas sino a toda la historia de un pueblo y de una civilización. El "cura piquetero" Spagnolo, de San Francisco Solano, se inspira nada menos que en el éxodo judío de Egipto y no es para nada disparatada la comparación, pues una mirada más abierta nos haría ver que las luchas sociales del presente en Argentina se podrían parecer más a una mezcla de anarquismo con cristianismo original que a otra cosa.
Sea como se vea la comparación es menester, sin embargo, distinguir aquellos piqueteros que no pisan el césped de los que cruzan la línea y lo pisan Los primeros son la expresión actualizada del movimiento sindical más o menos tradicional expulsados a la marginalidad por la destrucción de la industria. Al perder su espacio en la fábrica o en el centro laboral en caso de servicios y el arma fundamental que fue la huelga, se organizaron en piquetes cortando las carreteras para hacer oír sus legítimos reclamos. No es necesario recordar que la propia palabra, piquete, viene de la tradición obrera. Tal cual la práctica específica del sindicalismo, desarrollan una acción a veces ruda, otras moderada, negociando como fuerza corporativa un lugar en el sistema. Forman parte de una de las centrales sindicales y algunos de sus dirigentes hasta lograron bancas como legisladores. De este modo, sus cortes de ruta, es decir sus acciones "ilegales", se combinan ora con la política electoral, ora con la llamada hoy "ingeniería política", en búsqueda de acumulación de poder. Estas consideraciones no implican de mi parte juicio de valor ético o ideológico alguno. Estos trabajadores desocupados están en todo su derecho y no hacen más que adecuar a la actual situación una práctica histórica de los asalariados respondiendo a la necesidad. Se puede lamentar sí, que frente a los hechos del 26 de junio algunos de sus dirigentes se sumaran en forma irreflexiva a la gazmoñería de los "demócratas" criticando a sus "violentos" compañeros.
Los segundos, quizás más heterogéneos, hablando con prudente relatividad, originados en las mismas circunstancias de destrucción del aparato productivo del país incursionan, sin embargo, por una búsqueda de autonomía, la que desde el vamos indica una decisión de forzar la necesidad hacia la libertad. En esto sí hay un contenido semejante al de las organizaciones de los setentas. Por lo demás, este concepto de autonomía, si bien incluiría la vieja categoría marxista "autonomía de clase", parece excederla, superarla hacia una subversiva concepción de autonomía civilizatoria que les permite abstraerse de las "estrategias de poder" tradicionales. En esto puede percibirse, aunque sea embrionariamente, un contenido mas radical que el de las organizaciones guerrilleras.
Por eso las expresiones más radicalizadas de la lucha social y política actual se diferencian de la mentada década del setenta por un rasgo determinante: En aquel momento todas las organizaciones que se asumían como revolucionarias, armadas o no armadas, formaban parte objetivamente de una tendencia o un paradigma histórico que ponía en el centro la cuestión del poder., entendiendo como "Poder" el aparato coercitivo del Estado. La captura del poder político estatal por el medio que cada corriente consideraba más adecuado: la huelga general, la lucha armada, el aprovechamiento de sistema electoral o una combinación de todas las opciones. Desde ese dominio del aparato del Estado se llevarían a cabo las transformaciones sociales aspiradas sobre la base material realizada por el capitalismo. Toda innovación tecnológica era aceptada sin discusión pues sería parte del "progreso" que facilitaría mejor distribución en la sociedad futura. A su vez, cualquier acción reivindicativa para mejorar la vida en el presente era válida sólo si contribuía a esa visión de la "toma del poder". De lo contrario se la calificaba de reformista.
Hoy los piqueteros que buscan la autonomía nos muestran una práctica que parece descentrar la cuestión del poder político estatal a favor de la construcción de formas sociales y fuerzas constituyentes que se incrustan y van modificando la realidad a pesar de los poderes políticos de la sociedad moderna. Que esta práctica se lleve a cabo en forma pacifica o violenta no depende de la decisión de sus impulsores sino de la reacción del poder constituido cuando la demanda social, por mínima que sea, excede la lógica del sistema. Que esta creación de nuevas formas de vida alternativa a los modelos tecnocráticos, con el tiempo pueda ser cooptada por el poder constituido es parte de las aporias de las apuestas creativas. En todo caso los únicos conocimientos más o menos precisos que han demostrado disponer la ciencias sociales, han sido siempre sobre lo pasado. Y lo que se sabe de ese pasado reciente es que el sistema capitalista terminó fagocitando aquel poder revolucionario conquistado - y que se suponía garantizado por las armas - y el sacrificio de millones militantes, tanto en revoluciones como la Rusa, la Mexicana, la China, como en nuestro modesto estado de bienestar peronista de la década del cincuenta.
En los setentas las organizaciones armadas hacían proselitismo en las barriadas con el objetivo de movilizar a la población en un bloque social constituido como clase o alianzas de clases, los llamados "movimiento nacional", "bloque histórico",. "frente democrático", etc, con sus identidades políticas, para enfrentar al poder central y el capitalismo financiero. Ello incluía el reclutamiento de militantes y combatientes para la formación de la vanguardia. La acción social y política en los barrios era un medio de acumulación de fuerzas para el cumplimiento de una estrategia que se llevaba a cabo en un terreno más general y abstracto, que se definiría según la correlación de fuerzas en el orden nacional e internacional. Los logros en mejoras sociales concretas en cada una de las unidades barriales u organizaciones gremiales quedaban subordinados, desde la visión de las organizaciones, a esa "estrategia" general elaborada y dirigida por esa vanguardia que era la que "sabía" el camino. . .
Los piqueteros de hoy, los que pisan el césped, no parecen tener una "estrategia" en el sentido que se abusaba y se sigue abusando de esa palabra de origen militar. No hay una "dirección estratégica" a la que subordinar los destinos de la escuelita, la huerta o la fábrica de bloques de cemento para viviendas. No hay una vanguardia que posee un saber previo y conduce a la segura victoria. Hay si, como en toda creación colectiva, núcleos que se destacan más que otros, pero siempre en situación concreta; militantes que investigan con el cuerpo en el propio desarrollo de esas prácticas. Uno podría imaginarse una "vanguardia" rotativa tanto en el sentido temporal como de funciones. O bien múltiples "vanguardias". Cada unidad es una comunidad autónoma y toma contacto y coordina con otras autonomías sin subordinarse a una dirección centralizada.
Las "estrategias" de las organizaciones y partidos revolucionarios de los setenta partían de saberes previos formulados en teorías elaboradas en base a una epistemología hoy cuestionada y con una constante de unidimensionalidad. La consigna común era "el único camino". Unico para cada una de las representaciones y dichas organizaciones se adjudicaban la representatividad de la clase o del pueblo constituido. Al final de ese camino, una vez derrotados los capitalistas, estaría esperando la felicidad, la sociedad perfecta. Pero sólo al final.
Los piqueteros que pisan el césped, en cambio, parecen "caminar preguntando" o "van haciendo camino al andar". Sus talleres, sus huertos y sus escuelas, son un medio y un fin al mismo tiempo. En esa dura vida y las penurias de quienes son los más perjudicados por la economía política, se autoafirman como sujetos elevándose sobre el papel de víctimas y en estas sencillas creaciones están viviendo ya, aquí y ahora, los embriones de la sociedad imaginada. Como "filósofos de la praxis", van mostrando la materialización de la consigna "otro mundo es posible" oponiendo a la unidimensionalidad y a la "complejidad" del capitalismo y la economía política, toda la potencia de la multiplicidad con la "energía de lo sencillo". Podría decirse que no son como en los setentas la "vanguardia" de una fuerza constituida, sino parte de los constituyentes de un presente vital, con un horizonte imaginario que expresa la energía de la vida, no en un "único camino", sino en variadas sendas que se abren, por todo el territorio nacional y el resto del mundo globalizado y se entrelazan en la combinación de los sueños con la realidad. .
Pero hay algo muy fuerte entre los setentistas que se levantaron en armas, en aquella situación, y estos piqueteros que pueden cortar rutas, resistir la represión con hondas y garrotes y al mismo tiempo fabricar ladrillos y hacer poesía. Ese algo es la pasión. Porque las mejores tecnologías bélicas son inservibles si no están empuñadas por la pasión y, por el contrario, la pasión es la única energía capaz de encontrar el arma de lucha adecuada a cada situación.