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Opiniones


Argentina: una respuesta al fraude electoral.

Por Víctor Ego Ducrot, editor de La Otra Aldea

Lo que define en su esencia a un régimen democrático auténtico es el concepto de soberanía popular. Ningún mecanismo institucional, ninguna estructura del Estado, ni las Constituciones mismas pueden funcionar por encima o legitimarse al margen de ese concepto, a menos que se acepte entonces que el régimen en cuestión dejó de ser una auténtica democracia. Y el concepto de soberanía popular contiene un principio inviolable: la legitimidad del poder surge sólo de la voluntad del pueblo.
La Argentina de hoy no sólo vive al margen de la voluntad del pueblo sino bajo un régimen de facto que maniobra para seguir tergiversando y ocultando esa voluntad. Por eso el gobierno de Eduardo Duhalde, actual brazo ejecutor de la corporación política, mandataria de los grandes grupos económicos y financieros y de los intereses de los Estados Unidos, convocó a un proceso electoral de raíz fraudulenta.
Después de largas y múltiples jornadas de protesta social, sintetizadas en las puebladas del 19 y 20 de diciembre pasado, esa voluntad popular comenzó a expresarse a través de un mensaje simple y directo, "que se vayan todos".
La derecha tradicional y las fuerzas políticas, sociales y mediáticas que protegen al bloque de poder imperante en el país sostienen que el "que se vayan todos" es una imposibilidad práctica que nos remitiría a un supuesto estado de anarquía.
El bloque de poder pretende ocultar el verdadero significado de esa expresión masiva. Con el "que se vayan todos" la gente reclama una profunda transformación de este país, basada en un sistema político transparente, en el alejamiento para siempre de los responsables de la crisis, en un marco económico y social que termine con la exclusión y la pobreza y en una política exterior independiente de los Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El proceso electoral propuesto por el régimen de facto es fraudulento porque no abre los comicios de forma general para que el pueblo pueda expresar su voluntad, sino que queda atado a un Parlamento repudiado y cómplice necesario del bloque de poder y del fraude.
Para aproximarnos o al menos debatir en forma amplia la actual coyuntura política argentina se hace necesario comprender cuál es el nuevo escenario histórico sobre el que la misma se desenvuelve. Para esa discusión aportamos las siguientes ideas: La actual etapa de dominación mundial imperialista ofrece cambios sustanciales respecto de las inmediatamente anteriores, incluso respecto de la vigente cuando las experiencias revolucionarias de la década del ´70.
Pero esos cambios no son los que expresa Toni Negri en su libro Imperio, una convalidación "progresista" del imperialismo y una verdadera chapucería intelectual, sino los que, entendemos, pueden ser visualizados a través de lo que convinimos en denominar Imperio Global Privatizado (IGP). Sobre la obra de Negri ver, entre otros textos, el artículo La revolución de las asambleas, de Rubén Dri, publicado en esta misma edición del boletín de La Otra Aldea, y el libro Imperio Imperialismo, de Atilio Borón, Clacso, Buenos Aires, 2002.
El escenario global El actual escenario del IGP se caracteriza por lo siguiente: El bloque de dominio esta integrado por distintas facciones del sistema financiero corporativo (Ej. Estados Unidos y la Unión Europea). Facciones que no se mueven en forma lineal sino dialéctica y que tienen tanto coincidencias estratégicas como diferencias tácticas; facciones que se enfrentan por espacios hegemónicos incluso dentro del mismo centro del poder.
Esos enfrentamientos tuvieron su punto más álgido en los episodios del 11 de septiembre del año pasado. La voladura de las Torres Gemelas fue la primera gran batalla de ese nuevo tipo de guerra que es la guerra entre corporaciones financieras (ver el libro Bush & ben Laden S.A., de Víctor Ego Ducrot, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2001) y es el punto de arranque de la crisis en que se ve inmersa la actual administración norteamericana.
En ese marco se inscriben los escándalos de fraudes corporativos como los de Enron y World Com, entre otros.
La facción dominante del IGP es la encabezada por Estados Unidos y considera que América Latina es su escenario natural de dominio.
A partir de la caída de la Unión Soviética, el imperialismo, ahora expresado en forma financiero-corporativa, ha recurrido a mecanismos de dominación política más o menos maquillados.
En ese sentido ha podido prohijar y mantener en la región sistemas "democráticos" controlados y corporativizados a través de esas verdaderas castas corruptas que son los partidos tradicionales (Ej. UCR, PJ y aliados circunstanciales tanto por derecha como "progresistas", como lo fueron en un caso el cavallismo y en el otro el Frepaso).
La actual estrategia imperialista para América Latina consiste en acabar con sus naciones-Estado, para imprimir en la región el proceso de traspaso del poder político efectivo a manos de las corporaciones, proceso en el que Estados Unidos lleva la delantera respecto de sus socios del IGP después del caso Irán-Contras, en la década del ´80. A partir de ese momento Washington comienza por privatizar buena parte de sus políticas de defensa y exterior y llega así hasta la actual administración Bush, que, como la propia prensa del sistema de poder lo refleja, es apenas una gerencia del poder corporativo privado.
Respecto de Argentina debemos señalar lo siguiente: las privatizaciones rabiosas de la década del ´90, el vaciamiento del sistema financiero mediante un flujo constante de fuga de capitales (desde marzo del 2001 a marzo del 2002 se fueron del país 120.000 millones de dólares), todo tras el telón de fondo de un endeudamiento externo fraudulento, crearon las condiciones de desintegración republicana necesaria para el paso siguiente (actual) en la escalada de dominio imperialista.
Ese paso consiste en la reformulación de los mapas políticos (regionalizaciones) con controles directos de las corporaciones corporativas sobre los poderes constitucionales. En ese marco se inscriben los proyectos de deuda por territorio y de supervisiones internacionales de los programas económicos, con la participación de la ONU y de las agencias multilaterales de crédito.
Este es el escenario a partir del cual deben explicarse las "crisis" financieras de la región, los intentos golpistas en Venezuela -los que no cesarán-, los ingentes esfuerzos del IGP para obstaculizar la carrera electoral de Lula y el PT en Brasil, las idénticas maniobras para evitar el acenso de las fuerzas campesinas y populares en Bolivia y el fraude electoral en Argentina, por sólo mencionar algunos casos que, desde el punto de vista militar, cuentan con un mecanismo de monitoreo e intervención con epicentro en el Plan Colombia.
El fraude electoral para Argentina Las puebladas del 19 y 20 de diciembre pasado, el movimiento asambleísta en las ciudades, especialmente en Buenos Aires, los movimientos "piqueteros" de los desocupados y algunas de las organizaciones sindicales le dieron jaque mate al sistema de democracia protegida que imperaba en el país desde 1983, haciendo que el bloque de poder se encuentre ante una situación política inédita: todo intento de salida a través de candidaturas y referencias duraron lo que un suspiro, fueron globos de ensayo que se pincharon apenas quisieron ganar altura.
El bloque de poder, con un Eduardo Duhalde desprestigiado a la cabeza, y gracias al asesoramiento constante de analistas norteamericanos, juega todas sus cartas institucionales a una sola maniobra: el llamado a elecciones para presidente y vice, conservando su espacio de control y dominio en el Congreso y en a la cuestionada Corte Suprema de Justicia, ambas instituciones al servicio del mismo bloque de poder. Pretende maniatar al próximo ejecutivo, que además se vislumbra como débil en sí mismo porque difícilmente logre un caudal de votos significativo, debido a la sensación de desengaño y desazón que transmite una parte mayoritaria de la ciudadanía.
Como los candidatos y fórmulas tradicionales que el bloque de poder lanzó como globos de ensayo no logran prosperar, la maniobra se completa con una jugada de pinzas -en la que lo mediático jugó una papel muy importante-, tendiente a polarizar el espectro electoral.
Fue entonces cuando apareció el fantasma de Carlos Menem, el jefe de la facción local más reaccionaria y comprometida con la estrategia de la derecha republicana de los Estados Unidos, para que actúe como catalizador de impulso de la alternativa más firme, aunque no exenta de dudas y peligros, que tiene el bloque de poder para cuajar su maniobra electoral: la errática figura de la diputada Elisa Carrió.
La máxima figura del ARI, pasó a convertirse, en forma involuntaria quizás, en una herramienta "in extremis" del imperialismo, a través de las influencias del partido Demócrata de los Estados Unidos, tanto en el departamento de Estado como en la secretaría del Tesoro y en los servicios de inteligencia.
Tal vez en forma equivocada para sus propios intereses, por apresuramiento, esa facción demócrata fue la que movió sus hilos dentro del diario The New York Times -uno de los más influyentes de los Estados Unidos- para darle una estocada de muerte a Carlos Menem, con su recordada nota sobre las cuentas en Suiza vinculadas a la masacre de la AMIA.
La diputada Carrió dice ante la prensa que no sabe si los argentinos llegaremos a las elecciones y destaca que hay que luchar para desenmascarar al régimen y forzar elecciones generales, pero mientras tanto continúa en su campaña electoral. Sabe que su mayor fuerza radica en los sectores medios urbanos y suburbanos y por eso todo esquema de polarización "antimenemista" le viene como anillo al dedo. Ante la caída en desgracia de Menem, la jefa del ARI traslada el punto de confrontación hacia el efímero ex presidente Adolfo Rodriguez Saá, a quien califica de continuador del esquema menemista.
Así se cierra entonces la jugada del bloque de poder, oxigenada desde la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires: la carta supuestamente antisistémica (Carrió) polariza su enfrentamiento con la carta sistémica y tradicional (Rodriguez Saá o cualquier otro candidato que logre consolidarse desde el bloque de poder). En otras palabras, se reflota y mantiene el escenario que llevó al gobierno al derechista Fernando De la Rúa, al agente de los bancos Domingo Cavallo y al "progresista" Carlos Alvarez.
De cara a las elecciones Hoy más que nunca, el concepto de voluntad popular es inseparable del de salvación de la patria. Por eso todas aquellas fuerzas políticas y sociales que estén realmente comprometidas con ambos conceptos -más allá de los dobles discursos del oportunismo electoral- debería trabajar en la construcción de una herramienta político y social que lleve adelante ese proyecto liberador.
Pero debería trabajar en serio, dejando de lado los fracasados intentos de alianzas de aparatos y dirigentes, para que ese eje o herramienta democrática y liberadora sea una construcción de la gente.
En ese nuevo bloque deberían estar los grandes movimientos territoriales y de desocupados -urbanos, suburbanos y rurales-, las asambleas vecinales de las ciudades, los trabajadores con empleo, los ahorristas damnificados por el corralito y las más amplias capas medias empobrecidas, los estudiantes, los partidos de izquierda y otros que verdaderamente se identifiquen con el bloque democrático y liberador, las iglesias que adopten el mismo compromiso y, en general, todos aquellos que estén con la salvación de la patria y una democracia en serio.
La tarea no será fácil y habrá muchos debates en el camino, pero los tiempos y las necesidades del pueblo en lucha por la patria y la democracia no coinciden con los tiempos y las necesidades del bloque de poder, urgido por cuajar un proceso electoral fraudulento continuista y destructor de la República.
Por eso y en principio, el bloque de lo nuevo debe denunciar el fraude y exigir, con la lucha de la gente, que las elecciones sean generales, para presidente y vice, y para el Congreso nacional. Pero no debería ser ingenuo ni aislacionista: el bloque de poder está herido pero no muerto y probablemente imponga su cronograma fraudulento, incluso adelantando las elecciones.
De cara a los dos escenarios, el de una elección general arrancada con la movilización popular o el del proceso fraudulento, el bloque democrático y liberador debe: 1. continuar con la denuncia del fraude 2. y si éste igualmente prospera no aislarse y dar respuesta 3. con una fórmula única 4. que enarbole un programa mínimo con muy pocos puntos: Ø si somos gobierno convocamos a una inmediata Asamblea Constituyente Ø ponemos la renuncia de Presidente y del vice a disposición de la Asamblea Ø para que ésta disponga la puesta en comisión a los tres poderes republicanos, Ø asuma el poder en forma provisional, Ø legisle una Carta Magna Ø y convoque en forma inmediata a elecciones generales, federales, provinciales y municipales.
Mientras tanto, todas las fuerzas naturalmente partícipes del bloque democrático y liberador deben continuar su trabajo para la concreción de la gran herramienta (frente, corriente o movimiento) que pueda convocar y movilizar a los más grandes contingentes sociales detrás de un programa de cambio definitivo.
Para ello debe partir de tres conceptos básicos: confianza en la creatividad colectiva, aprovechamiento de las experiencias que vienen acumulándose (asambleas, piqueteros, etc) y construcción desde abajo de mecanismos de poder alternativos.
Así lo argentinos contarán con una herramienta que pueda operar transformaciones profundas, fuere cual fuere el escenario propuesto por el bloque de poder que quiere continuar con este modelo de exclusión y con la desaparición de la patria.