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Opiniones

Masa y Poder XX

 

"Dijo el esqueleto presidencial:
no firmaré el decreto
dijo el esqueleto vocero
sí lo harás
dijo el esqueleto representativo
yo lo objeto
dijo el esqueleto corte suprema
¿qué esperabas?
Dijo el esqueleto neoconservador
¡Pobres, fuera de las calles¡
dijo el esqueleto libre mercado
¡usémoslos como carne!"
(A. Ginsberg, "La balada de los esqueletos", 1995)

"Y tu cabeza está llena de ratas/ te compraste las acciones de esta farsa/
y el tiempo no para/
Yo veo al futuro repetir el pasado/veo un museo de grandes novedades/
Y el tiempo no para"
(Bersuit Vergarabat, "El tiempo no para", 2002)

"Grande es el desorden bajo el cielo. La situación es excelente"

(Mao-Tsé-Tsung)

 

De la Asamblea Constituyente a la Convención Revolucionaria: el doble poder como proceso:

Carrió (ARI), Zamora (AyL) y el sindicalista De Gennaro (CTA) han lanzado la idea de convocar una Asamblea Constituyente (20/08/2002). Es decir: un conglomerado de fuerzas que comprende casi el 40% de la intención de voto según las encuestas más recientes. Allí se anunció el nacimiento de un "espacio nacional y popular"(sic). También anunciaron su decisión de "salir a la calle" para lograr que el proceso electoral incluya la renovación de todos los mandatos. El nuevo frente busca darle forma institucional al "que se vayan todos", hoy por hoy la única consigna política del movimiento auténticamente revolucionaria. La convocatoria sumo a los organismos de derechos humanos —como las Madres de Plaza de Mayo, la APDH y el CELS—y Alderete (CCC) y D''Elía (CTA). Muy bien, esto es muy sintomático. La consigna de la Asamblea Constituyente ha llegado al centro político, se ha hecho patrimonio y bandera de casi todos. No hay duda que la capacidad de recuperación y reciclaje del "Capital-Parlamentarismo" y la "Nueva Clase" es asombroso. El "Capital-Parlamentarismo" aprende, se educa de la situación prerrevolucionaria, abandona consignas primitivas y marcha renqueando detrás del movimiento. Pero eso es todo lo que hace: renquea detrás de la estela del movimiento, aún cuando eleve el tono seductivo de sus propuestas. Formula sus consignas unos cuantos grados por debajo de lo que realmente exige la verdadera exigencia del Pueblo. Tomemos como ejemplo la consigna, ahora usual, aceptada hasta por los medios, de Asamblea General Constituyente, elegida por sufragio universal, etc. ¿Es suficiente y necesario esta consigna desde la perspectiva constituyente del movimiento? ¿Es idónea a la luz de las tareas revolucionarias en la agenda actual del movimiento? La respuesta a ambas preguntas es: no. Porque contextualizada la consigna en la práctica material del movimiento (piquetes, okupas, democracia directa, asambleas, etc.) la Asamblea Constituyente debe necesariamente mutar, transformarse en una Convención Revolucionaria, y no dejar lugar ni espacio ideológico a otra vuelta de tuerca del régimen "capital-parlamentario". Debe exigir el final del régimen modelo 1994, la soberanía del Pueblo, garantizada por una constitución nueva que reconozca jurídicamente las nuevas formas de democracia y participación creadas por el movimiento. Todo demócrata consecuente, incluso del centro político, tiene la obligación de llevar en su programa esta agenda derivada del "¡Qué se vayan todos!". Diferenciar claramente quienes luchan por la libertad absoluta y quienes no se traza sobre la delgada línea roja de ser partidario o no de la soberanía absoluta del Pueblo. El centro político no quiere ni el derrocamiento del sistema modelo ’94, ni el proceso jurídico de reconocer constitucionalmente la nueva República nacida en diciembre del 2001. Teme el poder constituyente desatado. Pero incluso formalmente la convocatoria desde la perspectiva del movimiento debe ser una asamblea que posee realmente (materialmente) la fuerza, el poder, la potencia, el vigor y la seguridad necesaria para constituir un nuevo orden que garantice la soberanía absoluta del Pueblo. La historia nos demuestra (desde 1789 en adelante) en forma terminante que una asamblea de representantes del Pueblo que coexista con el poder de los enemigos del propio Pueblo es, en realidad, una mera asamblea consultiva, que no somete la voluntad de la "Nueva Clase" y de las minorías de los grupos económicos-financieros a la del movimiento, sino que sólo sincroniza la voluntad difusa del Pueblo en consonancia con el viejo poder. Es decir: no instituye un nuevo orden, sino que negocia algo del viejo. El centro de gravedad, para que nos demos cuenta del enorme poder en las sombras del movimiento, se desplaza ahora de la convocatoria (ya pedida en los "Masa y Poder" anteriores) a los métodos, disposiciones, normas y procedimientos que se empleen para convocarla, organizarla, hacerla funcionar y la clausuren. El movimiento debe organizar consejos unificados de base para discutir las futuras reformas desde la base, educar y crear sus propias líneas de masa constitucionales, evitar la Asamblea "capital-parlamentaria" que acuerda y despacha en sesiones secretas por una Convención Revolucionaria abierta, que proyecta formaciones legales-constitucionales con mecanismo de inmediato referéndum u otra confirmación popular directa o indirecta, por todos los argentinos con derecho a voto de su resultado final. El doble poder que crea una situación constitucional abierta y se crea al mismo tiempo a sí mismo, Convención como gobierno provisional directo, como unificación de los poderes en el poder originario, soberano y constituyente de los argentinos. Porque, compañeros, poder constituyente es la voluntad colectiva cuya fuerza o autoridad es capaz de adoptar la decisión absoluta sobre el modo y forma de la propia existencia como comunidad. El movimiento no debe confiarse en la máquina de consignas generales de emergencia del "Capital-Parlamentarismo", sino imponer nuestras propias consignas constituyentes, consignas revolucionarias en toda su extensión. Sólo un movimiento autónomo guiado por sus propias ideas podrá asegurar efectivamente aquella máxima de la Revolución Francesa: "Un Pueblo en estado de revolución es invencible".

Del área autónoma al movimiento autónomo: uso y procedimiento organizativo

¿condiciones revolucionarias en la Argentina desde diciembre? ¿Unificación de todas las tendencias bajo presión de una revolución inminente y en "stand-by"? "Utilizar la crisis para llevar a cabo una revolución victoriosa" decía Ulianov en la °III IC en 1919-1920. Pero Ulianov estableció de forma clásica lo que el mismo denominó "ley fundamental de la revolución" en dos ocasiones: primero en mayo-junio de 1915 (en "La bancarrota..."); la segunda, casi idéntica, en el panfleto contra la izquierda no-leninista europea (en "El izquierdismo...") en abril-mayo de 1920. Obviemos aquí el uso de la historia como analogía mecánica, verdadera catástrofe ideológica para entender la nueva subjetividad social argentina. Rasgo genético de la vieja izquierda. La definición 1915 dice: los tres síntomas son: 1) imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio sin modificar la "forma" en que se ejerce; 2) agravación desacostumbrada de la angustia y la miseria de las clases oprimidas; 3) notable aumento de la actividad de las masas, que se ven impulsadas a una acción histórica independiente (¿autónoma?). Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de grupos o partidos, sino incluso de la misma clase, subraya Ulianov, la revolución es prácticamente imposible. (O.C., t. XXI, p.191-2). En la segunda definición encontramos, luego de la ardua experiencia de los soviets, importantes precisiónes sobre el revolucionamiento constituyente del movimiento, del sujeto. Ulianov le agrega lo siguiente: es necesario que la mayoría de los trabajadores (o, al menos, la mayoría de los más conscientes, que piensan y desarrollan una actividad política mediana) comprendan plenamente la necesidad del cambio y estén dispuestos a dar la vida por él (sic). O sea, la condición revolucionaria pide y exige un centro de gravedad claro y permanente. Y hablando de la "forma" agrega: es necesario que la crisis de régimen haga entrar en la agenda política diaria incluso a las masas más atrasadas, que el movimiento cuente con la disponibilidad activa de las grandes masas populares. (O.C. t. XXXI, p.74-5). Dentro de esta, diríamos, perspectiva sistémica, reside todo en la capacidad del movimiento para neutralizar o volver inofensivas las inevitables oscilaciones políticas entre el movimiento y el capital, entre democracia y poder constituyente. Por último insistió siempre en el hecho de que una condición semejante presupone la disgregación, disolución y escisión de una parte de las fuerzas armadas del estado. Bien, hasta aquí Ulianov. Vemos claramente que no existe, ni existió desde diciembre una situación tal en Argentina. Esto aceptando trasladar la analogía ulianovista a lo largo de... ¡82 años! O sea: desde un punto de vista estrictamente ortodoxo nuestros partidos de izquierda están equivocados táctica y estratégicamente, y cómo. Pero el problema no es tanto filológico o de preciosismo bibliófilo leninista, sino de poder y procedimiento absoluto. Lo que demuestra es, no tanto la mala asimilación de los clásicos (todo un tema) sino la externalidad con respecto a lo social de las organizaciones, la contra-autonomía constitutiva e institucional extraña al movimiento. La cuestión central queda afuera: de cómo el sujeto constituyente (el movimiento, las masas explotadas) ya está materialmente cualificado, por los mecanismos inherentes a su composición social (técnica y política), a pensar y determinar una forma organizativa interna, propia, peculiar, del cual sus diversas manifestaciones (el diciembrazo, piquetes, asambleas, okupas, autogestión fabril, etc.) son prefiguraciones que niegan al viejo partido de vanguardia postleninista o neotrotkista. No se trata de negar la institución en sí, sino negar esa forma extraña. La unificación, que significa unir lo que se separó, sólo puede pensarse prácticamente desde la adecuación institucional entre el sujeto y el procedimiento absoluto del movimiento en autogenerar propuestas organizativas. Desde la recomposición social. Es este el punto de partida del programa de transición, la palanca del salto cualitativo a un nuevo sujeto social.

Un desierto rojo: en busca del álgebra de la revolución: el razonar prácticamente en términos de "dirección" es la negación de la adecuación entre sujeto revolucionario y procedimiento, figura de la vieja metafísica segundointernacionalista entre condiciones objetivas y subjetivas. Este clásico dualismo entre ley económica y factor subjetivo (verdadera filosofía de la historia aplicable a todo tiempo y lugar) disuelve el problema de la forma estado en el de dominio ideológico o espiritual de la burguesía sobre el movimiento. A la autonomización del lado objetivo (económico, en el sentido burgués del término), siempre maduro, se le opone la reivindicación del elemento subjetivo (ético-universalista), así el análisis económico más bien identificar las leyes tendenciales del modo de producir de la sociedad, se resuelve en un ejercicio de microsociología. A la reducción empirista de las abstracciones categoriales de la crítica de la economía política, que le quita la realidad material de sus elementos estructurales, se le opone la resolución desobjetivizante del elemento político en un componente ético-trascendental. Ése mismo desdoblamiento opera en la definición del movimiento: este se divide en un elemento material, perteneciente totalmente a la producción (fuerza de trabajo: las clases explotadas, etc.) y en un elemento espiritual (voluntad de lucha del proletariado, conciencia de clase, etc.) que por su universalismo trasciende los niveles empíricos y materiales de la condición productiva y temporal de la clase. El proceso de la constitución de la conciencia de clase del movimiento no se explica, por lo tanto, a partir del nexo producción-reproducción (ese hiato de páginas entre el tomo I y el III de El Capital), ni desde el interior de la objetividad de las relaciones sociales, sino es presupuesto como resultado de una autonomía de lo político irreductible que, en cierto momento de la historia, lleva a cabo el salto cualitativo que destruye la uniformidad cuantitativa del mundo empírico. Si las condiciones objetivas están maduras, el cortocircuito entre lo subjetivo y lo objetivo se cierra por el lado ético-moral: el problema es siempre epocalmente un problema subjetivo de dirección. Los juicios son siempre morales: traición, claudicaciones, defección, deslealtades, deserciones, etc. Simplemente se separa la ley del valor (eje conductor de la ciencia del antagonismo) de la concepción materialista de la historia. Se desvincula dramáticamente la teoría de la revolución social (teoría de las clases y el estado) con respecto a la crítica de la economía política y de la teoría de la crisis. Como en la actualidad ha ocurrido, desde diciembre del 2001, una suerte de giro copernicano, mientras las condiciones revolucionarias ya son dadas (es decir: la objetividad prácticamente ha agotado su propia función) se trataría ahora de producir una verdadera animación espiritual del movimiento (es decir. Emancipar a la gente de la tutela pedagógico-ideológica de direcciones burocráticas y traidoras. El medio es un gran partido, un gran frente o lo que sea, siempre desde la exterioridad política a lo social. Iluminada de ese modo, el movimiento se dirigirá hacia la ruptura con el estado burgués. Este ingenuo esquema bipolar economicismo-eticista (hiperpoliticista), se hace insensible no sólo a la exigencia de un análisis de las estructuras económico-sociales e institucionales del "Capital-parlamentarismo" (desde la forma estado pasando por las nuevas relaciones en el interno del proceso laboral, etc.) sino de captar las dislocaciones íntimas de la propia estructura de clases, de la propia segmentación social en el movimiento producto de las recurrentes valoraciones del capital. En la práctica es negar el hecho que la multiplicidad del trabajador posfordista puede representarse como singularidad colectiva, que la multitud pueda convertirse en una fuerza unitaria y constituyente, que esta relación orgánica e histórica entre el sujeto y el procedimiento de subjetividad pueda ser real. El trabajo revolucionario hoy no creemos que sea en unir lo pequeño-externo en un gran-externo, sino confluir desde el área de la autonomía (ese gran continente pulsional de democracia directa y autogestión) en un movimiento autónomo institucionalizado. En lo social están las prefiguraciones de la quimera organizativa revolucionaria que muchos buscan con miopía política. El único paso metódico en este sentido es tender horizontalmente hacía la centralización de líneas de masas con iniciativas organizativas en el movimiento, unificando sujeto constituyente con procedimiento, con método, con disposición bioafectiva material. Como señalaba Marx, "el desarrollo de las sectas socialistas y el verdadero movimiento siempre están en relación inversa. Mientras se justifica (material e históricamente) la existencia de las sectas, el movimiento no está aún maduro para una acción histórica independiente. En cuanto alcanza su propia madurez, todas las sectas son esencialmente reaccionarias." (Carta de Marx a Bolte, 1871).