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Opiniones

Los perros de la guerra

Por Carmelo Cortese

Uno. Durante la última década del siglo XX muchos intelectuales sonreían socarronamente hacia quienes osaban citar a los antiguos líderes socialistas como Mao Tse Tung, y mostraban su desprecio hacia el uso de viejos conceptos como imperialismo y revolución. Eran las épocas de alabanza al "mercado", la "competitividad" y la "globalización"; de los decretos sobre el "fin" o la "muerte" (de la ideología, del marxismo, del trabajo, de la historia, del socialismo, de las clases sociales...) El sociólogo Giddens, mentor de la "nueva tercera vía" del primer ministro Blair, aseguraba: "Vivimos en una era de globalización intensa; está emergiendo una nueva sociedad mundial. Para la mayoría de los países ya no hay enemigos obvios". El economista Thurow predecía un siglo XXI con una nueva guerra marcada por "disputas económicas donde no hay amigos y enemigos, y ambos ganan en referencia a las anteriores confrontaciones militares". El historiador Hobsbawm planteaba que "de hecho en 1970 ... la era imperialista había llegado a su fin. El imperialismo, un elemento irrecuperable del pasado, pasó a formar parte de los recuerdos literarios y cinematográficos...".
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Dos. Lamentablemente las teorías de moda en los 90 erraron el diagnóstico y las propuestas. Difundieron viejas tonterías recubiertas de un nuevo barniz. O simplemente fueron justificaciones ideológicas de una amarga realidad. Por desgracia, no estamos viendo una vieja película ni se trata de una pesadilla: realmente existen las bombas, los misiles, la prepotente agresión, el genocidio perpetrado por un país poderoso sobre uno más débil. Esta realidad -en la que mueren hombres y mujeres, niños y ancianos, soldados y civiles- demuestra que la sangre inocente sigue corriendo como en 1914, en 1939 o en 1991; y que las monstruosidades del siglo XX, imperialismo, crisis, fascismo y guerra, siguen vivas en el siglo XXI. .
Las teorías del fin de siglo cumplieron un triste papel legitimando la dominación de diversos tipos y encubriendo al monstruo que continuaba vivo. Entre otras cosas pretendieron borrar nuestra identidad histórica. La memoria histórica es una construcción social y política. No es personal y no es inocente: está ligada a las luchas sociales por el poder. Los recuerdos y los olvidos históricos son actos deliberados de los diferentes sectores sociales. La ciencia social, ciencia histórica al fin, puede y debe ser una herramienta de los pueblos y naciones oprimidas para despertar de las pesadillas del presente y construir un futuro sin explotación ni opresión..
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Tres. Entonces, para comprender este cruel y sangriento presente, debemos apelar a la memoria histórica. La que hemos ido construyendo desde los pueblos. .
En 1884/85, Alemania, Francia, Inglaterra, Rusia y EEUU discutían en la Conferencia de Berlín sobre comercio, navegación y fronteras del Africa Occidental... sin la presencia de los africanos. Anticipaban el período que se abría en la historia mundial: un colonialismo de nuevo tipo, marcado por el progreso técnico, la consolidación de los monopolios, el predominio del capital financiero y la feroz disputa por territorios y mercados. Esa fase del capitalismo, el imperialismo, solo podía desembocar en una confrontación abierta. El estallido de la Primera Guerra Mundial estuvo jalonado de innumerables agresiones, anexiones, invasiones, "incidentes". Las naciones "civilizadas" cumplían su misión sobre los "pueblos atrasados". "La tendencia de la época consiste en poner todo el poder en manos de los grandes imperios", decía Chamberlain. Estaban de acuerdo en todo eso, salvo en quién debía ser el número uno. Y eso se resolvió con la Gran Guerra..
Los ganadores declararon "culpables" a los perdedores, les exigieron el pago de los platos rotos, rehicieron el mapa mundial y siguieron trazando límites de protectorados y otras formas coloniales. Crearon la inútil Sociedad de las Naciones. Pero, a su pesar, emergió también el primer régimen socialista en la Tierra..
Sobrevino el período de reconstrucción de posguerra, los años dorados del liberalismo, los '20 signados por el crecimiento industrial y del consumo, pero también por el desenfreno especulativo de los capitales que no encontraban beneficios suficientes en la inversión productiva. En 1929 se produjo el Crac de Wall Street, que abrió la crisis mundial más profunda del capitalismo. Por lo menos la más profunda hasta que emergió la crisis actual, la del Tequila en 1995, la del Sudeste Asiático en 1997, la de Rusia en 1998, la de Brasil y Argentina... hasta que desde el 2000 no se pudo ocultar que la crisis afectaba al propio centro de la economía mundial, con el derrumbe de las "acciones tecnológicas" y el escándalo financiero de las gigantescas corporaciones norteamericanas. .
Por lo tanto, en los años 30 se pasó del apogeo del liberalismo al Crac y la Depresión, y de allí al fascismo y a la Segunda Guerra Mundial. Pero, desde entonces el capitalismo aprendió a usar la guerra como una salida para la crisis. Los Estados Unidos repitieron la operación económico-belicista cada vez que sintieron la cercanía de la crisis: guerras en Corea, Vietnam, la primera del Golfo, Yugoslavia. Ahora basta pensar en las siniestras premoniciones de Bush al convocar a los capitales a participar de los beneficios económicos de la reconstrucción de lo que arrasa con sus bombas y misiles..
Sin embargo, el fascismo fue derrotado (a un alto costo en vidas humanas) y la Segunda Guerra Mundial alumbró a los enemigos del imperialismo y del fascismo: las revoluciones de liberación nacional y socialistas que se extendieron por todo el mundo durante tres décadas..
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Cuatro. "Las fuerzas del bien y del mal están agrupadas y armadas y opuestas como lo han estado raras veces en la historia. La libertad se mide contra la esclavitud, la luz contra las tinieblas". Parece una frase de Bush, pero es de Eisenhower en plena Guerra Fría. Bush viene imitando lo peor del pasado: el fascismo mediante el terror interno sobre los propios estadounidenses que se niegan a una guerra de agresión; el nazismo de tipo hitleriano a fuerza de bombas y misiles para forzar un nuevo reparto mundial. Ayer se trataba del control de las materias primas africanas; hoy del control del petróleo. Ayer era la cruzada contra el comunismo; hoy es la "guerra preventiva" contra el terrorismo. Ayer, en Conferencias de "Grandes" repartían zonas de influencia; hoy Bush y sus socios, el inglés Blair y el español Aznar, se reúnen en la base militar norteamericana de las Islas Azores -uno de los pocos lugares del mundo en donde no hay manifestaciones que los repudien- para decretar el inicio de la invasión. Como ayer, se asesina a millones de habitantes en los países débiles mientras se apunta a dirimir la contienda entre las grandes potencias. Como en vísperas de las dos Guerras Mundiales, hoy también se advierten los bloques y alianzas que disputan la hegemonía mundial. Como ayer, no se trata de los ideales hipócritamente invocados de libertad y democracia, sino de los intereses concretos de monopolios petroleros y de armamentos, los grandes laboratorios y los bancos asociados con esos grupos..
No queremos la Guerra y la repudiamos con todas nuestras fuerzas. Pero sacamos enseñanzas del largo siglo XX de imperialismo, guerras y revoluciones, que aún parece no terminar. Una nueva sociedad puede ser parida de los horrores de este sistema mundial de dominación. Pero, como expresa Ana Quiroga, "sobrevivir a la lógica de un poder perverso no deja abiertos muchos caminos, instala una opción de hierro entre el sometimiento o la lucha". Someterse sólo conduce a los campos de concentración y exterminio. Luchar ha sido el camino de las naciones y de los pueblos en busca de su independencia y su liberación. Es la única posibilidad para triunfar. Y la memoria histórica recuperada nos dice que se pudo triunfar..
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Imagen de tapa "Guernica" de Pablo Picasso.
El 26 de abril de 1937 todo es fuego, todo es sombra en Guernica. Llega la noche y la ciudad queda reducida a un escenario de ceniza humeante. Los perros ya no ladran. Los muertos se cuentan de a miles: mujeres, niños, campesinos, feriantes... miles. Los soldados del franquismo vuelven hastiados de muerte y con sus vientres vacíos. El generalísimo festeja la lección. España se desangra. El pintor malagueño Pablo Picasso no permaneció impasible ante la arenga fascista y se dispuso a responder con sus propias armas. "Guernica" expresa con crudeza el repudio y el horror hacia la casta militar que durante la Guerra Civil hundió a España en un océano de dolor y de muerte. Hoy, a la luz de una nueva guerra, es además la crónica de una victoria sin par del arte por sobre el olvido y la injusticia.