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Opiniones

  1. Raúl Isman Jorge Muller
    Algunas notas acerca de la actual coyuntura

  2. Algunas notas acerca
    de la actual coyuntura


    La fuerza material esta en la masa,

    la fuerza moral en el movimiento.
    Simón Rodriguez.
    Maestro del libertador Bolívar
    La fuerza transformadora (está) en la masa
    en movimiento acelerado y consciente.
    Hugo Chavez, actual presidente venezolano

    En las siguientes líneas se pretende realizar un aporte para el debate abierto frente al inminente congreso de la Central de trabajadores Argentinos. Fundamentalmente se reflejan aquí posiciones personales de quienes hemos redactado estas notas, aunque pueden hacerse eventuales menciones a ideas sustentadas por otros compañeros.
    En primer lugar, se analiza brevemente la situación mundial y sus rasgos relevantes. En segundo término, el contexto de nuestra región sudamericana. A continuación, se observan los aspectos más destacables de lo que acontece en la Argentina de este tiempo. Dentro de esta temática, se efectúa un mínimo balance de las experiencias obreras y populares de las décadas del 80 y el 90. Además, dejamos sentadas algunas diferencias con el documento de la C.T.A. Apuntes sobre nuestra estrategia. Finalmente, se mencionan las que, a nuestro entender, son las tareas más importantes de las fuerzas que se postulan para transformar el actual status-quo, así como proponemos algunas sugerencias para un programa, en todo compatibles con las medidas del documento citado.


    Para cualquier duda, comentario, sugerencia, crítica, opinión, aporte o lo que se te ocurra, dirigirse a
    raulisman@yahoo.com.ar

  3. Algunos aspectos
    de la situación mundial

    La guerra es la continuación de
    los negocios por otros medios.

    Bertold Brecht.
    Poeta y dramaturgo alemán del siglo XX.

    Desde el punto de vista internacional, la situación no parece tener una única tendencia que pueda imponerse con un rumbo precisa y decididamente definido. Por lo tanto, haremos alusión a las diversas orientaciones que pueden observarse, y, en el orden en que las enunciamos, existe una cierta definición- de mayor a menor- acerca de la importancia que le asignamos a cada una de ellas.
    En el centro imperialista del capitalismo mundial sigue afirmándose- aunque no sin contradicciones- el ala más demencialmente belicista encarnada por la fracción republicana del presidente George Bush. El dato más preocupante de esta situación es el hecho que cuanto más agresiva es esta orientación, más se fortalece y se consolida- entre vastos sectores del pueblo norteamericano- la popularidad del hijo del ex director de la C.I.A. y ex presidente en el período 1988-1992. No es esta una cuestión menor. El crecimiento de la industria bélica impulsa el desarrollo del conjunto de la economía norteamericana y- desgraciadamente- importantes fracciones del pueblo de aquel país se muestran como activos cómplices del imperialismo: es decir, el enemigo de la humanidad. Así se produce, de hecho, una contradicción entre el bienestar material del pueblo norteamericano y las expectativas e intereses de los pueblos del resto del mundo.

    Por otra parte, esta orientación militarista no es casual: en el contexto recesivo que presenta la economía mundial en la actualidad, el belicismo ha constituido históricamente uno de los modos con que los capitalistas y los gobernantes que les son adictos, tratan de lograr una salida a la crisis. De esta manera pretenden perpetuar el crecimiento basado en las ramas más parasitarias e improductivas de la economía, especialmente en la llamada burbuja financiera. Particularmente, no puede dejar de llamar la atención las consecuencias sociales del estallido de la referida burbuja financiera. Las compañías aseguradoras de fondos de pensión han invertido los ahorros de sus afiliados en valores bursátiles y bonos de la deuda cuyo valor... está por debajo del subsuelo. En consecuencia, la jubilación inminente o futura de muchísimos trabajadores se ha esfumado... como pompa de jabón o burbuja financiera. Los próximos tiempos- tal vez- muestren a los pasivos norteamericanos hermanados en la lucha por sus derechos con sus contemporáneos argentinos.
    Con relación a lo que ocurre en E.E.U.U., la lectura de los diarios nos exime de mayores precisiones acerca de la existencia de la mencionada fase critica. Las sonadas quiebras de la Enron- vinculada a su vez a la crisis energética en California- y World Com; el crecimiento del desempleo (según el diario español el País del 2 de mayo de 2002 La tasa de paro de Estados Unidos se situó en abril en el 6% de la población activa, el nivel más alto de los últimos 7 años), y el incremento de la pobreza consiguiente; la percepción que inflar, dibujar y falsificar balances para atraer inversores estaba lejos de ser un recurso utilizado por algunos C.E.O.S. inescrupulosos, si no que más bien es una práctica habitual en las grandes empresas, tal como han reconocido economistas burgueses, por ejemplo, Paul Samuelson. Estos datos nos hablan de un contexto difícil y crítico, sin el cual la emergencia del gobierno de Bush- y su popularidad- resulta totalmente ininteligible. Por cierto que la recesión comenzó en los últimos meses de la presidencia de William Clinton y amenaza en la actualidad con convertirse en una severa depresión. Además, la fase recesiva alcanza a la Comunidad Europea, Japón y los restante países industriales del Asia. Sólo parece escapar a esta tendencia el crecimiento de la llamada República Popular China, cuyos indicadores macroeconómicos muestran una constante expansión.
    Por otra parte, el gobierno de Bush apuesta a una fuga hacia delante, cuando quiere reafirmar la condición de superpotencia y el liderazgo de su país en el entramado de las relaciones intergubernamentales de los grandes países capitalistas. De allí que pisotea la propia legalidad burguesa- tanto en el interior de la sociedad norteamericana, en la que el respeto a los derechos humanos sólo rige en los discursos, como en las relaciones internacionales- erigiéndose en supergendarme de todo el orbe y sin aceptar ningún condicionamiento jurídico a sus acciones. La actual dirigencia política de los E.E.U.U está embarcada en un rumbo profundamente negador de las garantías y derechos constitucionales del pueblo norteamericano, por no mencionar los correspondientes a los ciudadanos de otros países que caen bajo sus garras.
    Frente al avance de estas derechas agresivas en la economía más grande del mundo, la resistencia de algunos abnegados intelectuales, artistas populares y los distintos movimientos sociales- aunque elogiable y necesaria- asume un carácter marcadamente testimonial, pues no logra influir en el rumbo de quienes toman las decisiones en el centro del capitalismo imperialista. Contradictoriamente, otro aspecto vinculado a lo anterior, es el hecho que Bush no logra la adhesión incondicional de las burguesías europeas a su orientación militarista. Salvo la insalvable y habitual genuflexión del primer ministro británico, el laborista Tony Blair- para quien el calificativo de lamebotas, elaborado en otro espacio y con distinto destinatario, resulta insuficiente- la influyente dirigencia germana y la conservadora de Francia, por poner dos ejemplos, se han negado a firmar a libro cerrado la aventura del militarismo estadounidense. Además, las caídas registradas en las bolsas de todos los mercados importantes en la primer semana de octubre señalan la desconfianza que genera el sector de Bush, aún en el capital financiero. De todos modos y fundado en las razones económicas y políticas antes señaladas, el ataque a Irak parece ser sólo una cuestión de tiempo y la tan débil como discursiva oposición de estas burguesías se agotará en la impotencia y es muy probable que no lo detendrá.
    Desde el punto de vista de los sectores populares de América Latina, lo que ocurre con el país de las mil y una noches- sin que lo que sigue pueda ser interpretado como un aval o apoyo a Sadam Hussein- implica un espejo de su propio porvenir, por utilizar las palabras de Karl Marx. En efecto, en la medida que se pueda construir y consolidar una vasta red de fuerzas políticas, movimientos sociales, espacios institucionales y aún gobiernos nacionales contra la cara económica (el A. L.C.A.) de la orientación imperialista no es desechable, si no más bien altamente factible que acciones punitivas caigan contra los diversos pueblos resistentes. Es más, ya lo sufre el pueblo colombiano así como este año, los venezolanos padecieron- en ocasión del fallido golpe contra el presidente Chavez- en carne propia que los grandes capitalistas no vacilan en pisotear su propia legalidad, cuando se trata de hincar el diente sobre algunos buenos negocios, como las jugosas rentas petroleras.
    Tal es la orientación que muestra la entente de los sectores más derechistas del capitalismo mundial: los fabricantes y traficantes de armas, productores y comercializadores de petróleo, el capital financiero y los grandes monopolios de todo tipo, especialmente los de la informática y las comunicaciones.
    A favor, puede mencionarse el hecho que desde la propia interioridad de los organismos financieros internacionales, surgieron voces críticas como la de Joseph Stiglitz. Este economista parece ser vocero de sectores del capitalismo norteamericano fuertemente orientados hacia el crecimiento industrial. Las políticas recesivas recomendadas contra viento y marea por el F.M.I. son indudablemente un freno al crecimiento económico, y por ende, al reequipamiento industrial de nuestros países. Eventualmente, tal crecimiento demandaría bienes de capital de los E.E.U.U.. Tal es la raíz que explica estos enfrentamientos discursivos. Por lo tanto, el hipotético triunfo de cualquier orientación neoindustrialista en la Argentina (si existiere en nuestro país tal tendencia con chances electorales), no necesariamente implicará una confrontación en bloque contra la totalidad del capitalismo americano. Estas contradicciones deben ser analizadas por las fuerzas que se postulan para encabezar una transformación social en todo el mundo.
    Desde el punto de vista de los espacios gubernamentales e institucionales, parece haberse moderado el avance sin cortapisas de la derecha más conservadora (Aznar, Chirac, Berlusconi) y aún autoritaria (Haider, en Austria; Le Pen, en Francia); a favor de los recientes triunfos electorales de los socialistas suecos y de la coalición social demócrata-verde en Alemania.

    Otro aspecto destacable y alentador es la reaparición de los movimientos globalifobicos- que habían caído en una impasse luego del asesinato en Génova de un militante el año pasado, y, fundamentalmente del 11 de septiembre de 2001- y pacifistas. Estas agrupaciones lentamente comienzan a hacer sentir su voz en el demencial contexto belicista actual. Además, la reanimación del movimiento de las rondas catondas en Italia pone un cierto freno a la hegemonía de Berlusconi. La brutal política privatizadora de la derecha conservadora garantiza que habrá fundamentos de sobra para la resistencia de los pueblos. Una vez más, desde la Argentina nos constituimos en ejemplo (de las nefastas consecuencias de los planes neoliberales). No nos convirtamos en otra Argentina era una de las consignas de los trabajadores estatales de Francia. Es que- beneficios de la globalización- la secuela de pobreza y desocupación que dejó aquí el proceso privatizador es conocida hasta por los sujetos más desprevenidos y poco informados de todo el mundo; salvo quizás, los que viven en nuestro país. Resistencia a las mencionadas privatizaciones, al militarismo o la flexibilización laboral; defensa de los derechos de los inmigrantes y de todas las minorías son algunas de las muchas reivindicaciones de estos movimientos. De todos modos, los avances son lentos, débiles y problemáticos. A cada paso adelante del movimiento popular, corresponden varios atrás, como diría Lenin.
    Todo lo anterior nos lleva a afirmar que la actual etapa en el mundo continúa siendo fundamentalmente de carácter defensivo. Por citar sólo un ejemplo, la heroica resistencia del pueblo palestino se encuentra más cerca de evitar la desaparición física de tal pueblo, que de un lejano triunfo contra la barbarie conjunta del imperialismo, de sectores del sionismo y de la criminal y cómplice indiferencia de los otros países Arabes, sus históricos enemigos.
    A modo de síntesis y cierre del conjunto del parágrafo, extraeremos las conclusiones más importantes del análisis realizado.

    La economía mundial presenta un cuadro de crisis que nos parece fuera de toda demostración. Este es el contexto en el cual hay que hacer comprensible el ascenso de los republicanos al gobierno de E.E.U.U.. Por otra parte, el poderío del imperialismo es tal que subordina al conjunto de las burguesías de los restantes países poderosos, sin hacer mención a otros que no lo son tanto.
    Es en este marco general que se hace necesario leer la actual etapa de resistencia y autodefensa de los movimientos populares. Dicha etapa tiene sus inicios a comienzos de la década del 80, y, particularmente, desde 1989, con el derrumbe del llamado socialismo real. La orientación crudamente reaccionaria y belicista de la clase dirigente de E.E.U.U. coloca a los citados sectores populares en la situación que ya hemos definido y que lejos está de haberse cerrado.
    Los datos más alentadores de esta situación son la lenta y progresiva reconstitución de los diversos movimientos sociales. Esta recomposición se refleja en diversos frenos contra la derecha, como los que hemos analizado precedentemente. De todos modos, tales límites son necesariamente provisorios.
    A continuación, focalizaremos el análisis en las dificultades de los movimientos populares que pueden observarse en Sudamérica.

  4. América del Sur:
    A donde vaya Brasil...

    Una colombina, es decir,
    una extraña mezcla de
    Colombia con la Argentina
    Frei Beto. Teólogo de la liberación.

    La situación social general de América Latina muestra un fuerte aumento de la pobreza y la desigualdad social bajo el predominio de las ideas y las prácticas del neoliberalismo. En tiempos recesivos (década del °80) o de crecimiento económico (comienzos de los °90), este sistema le ha deparado a los pueblos sólo sangre, sudor y lágrimas. Llegados a este acuerdo, las únicas diferencias radican en datar el origen de esta situación: si la última década, los últimos tres lustros o el último cuarto de siglo. Pero el empeoramiento de las condiciones de vida de los pueblos configura y determina una situación más que compleja: nuestro continente es una caldera harto conflictiva, siempre al borde del estallido.
    En este dramático contexto, las elecciones presidenciales de octubre en la antigua colonia portuguesa constituyen un auténtico momento de inflexión en la historia de los pueblos latinoamericanos. Fundamentaremos tal afirmación. Brasil, en principio, está por la magnitud de su producto bruto entre las diez primeras economías del mundo. Por lo tanto, la casi segura llegada de una fuerza de izquierda al control del gobierno en tal país- independientemente de los compromisos y condicionamientos que este arribo le puede haber generado- abre expectativas en las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias de todo el orbe y supera en importancia y trascendencia a la experiencia del gobierno de la Unidad Popular, en Chile (1970-1973). Por otra parte, otra es la situación general, muy distinta por cierto a la que existía en la década del °70. A nuestro entender, la principal diferencia radica en que por entonces parecía no estar amenazada la existencia de nuestras naciones latinoamericanas. Hoy tal amenaza ha dejado de ser una asechanza discursiva y se ha convertido en uno de los horrores cotidianos. La punta de lanza de estos peligros es el A.L.C.A., la iniciativa económica, social, cultural e ideológica impulsada por el imperialismo. De imponerse este conjunto de medidas, será no sólo el final de la producción propia de cada país, salvo en el caso de algunas elaboraciones primarias en las que las economías latinoamericanas son históricamente competitivos. También tocará a su fin la historia independiente de nuestros pueblos y aún muchos de sus integrantes estarán amenazados por el exterminio físico, más aún de lo que lo están en la actualidad. Pero nuestras sociedades se hayan corroídas por otros problemas, no menos graves y vinculados a lo que decíamos precedentemente. La pobreza y la marginación social, a las que nos conduce irremediablemente el capitalismo dependiente que padecemos, nos colocan al borde de la desintegración. No existe, en rigor, una auténtica nación en condiciones de fragmentación extrema. La citada es una problemática antiquísima en el pensamiento social. Hace más de dos milenios, decía Aristóteles que Todo estado... es una asociación y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien. (Aristóteles. La Política). Para el filósofo citado, estado y nación son términos equivalentes. Este bien no es otro que hacer lo mejor para toda la sociedad. Por lo tanto, la formación estatal que no coadyude a integrar socialmente a todos los miembros de una comunidad nacional, estará aquejada de vicios de legitimidad insalvables. Tal es la raíz última de la crisis de representatividad actual, particularmente en la Argentina: la impotencia de los gobernantes para resolver los problemas sociales. Dicho de otro modo, la subordinación del estado- y de la propia sociedad civil- a la economía de rapiña mercantil que padecemos. Además, para nuestra concepción, no existe verdaderamente una nación, si no hay, por otra parte, estado soberano. La realidad descripta nos hace comprensible la brutal fobia antiestatista, esa extraña suerte de anarquismo de ultraderecha desatada por los distintos voceros y personeros del poder económico, es decir el neoliberalismo.
    Liquidando los mecanismos regulatorios de la economía, predomina el salvajismo de mercado, lógica que conduce inexorablemente al empobrecimiento, a la marginación de vastos sectores del pueblo, y, en consecuencia, a la desintegración social y nacional. Nunca está de más repetir que en el varias veces citado mercado no prevalece una dinámica de inclusión. Menos algún tipo de participación de todos los habitantes, por restringida que esta fuera. Es inocultable que en una sociedad diseñada a imagen y semejanza del libre mercado predomina la competencia agresiva y salvaje, la segmentación excluyente y la selectividad arbitraria.
    Las condiciones de la actualidad- presión incesante de E.E.U.U. por imponer el A.L.C.A., intervención militar en Colombia, asfixia política del gobierno de Chavez, lenta agonía económica de la Argentina, inducida por el F.M.I, que quiere aplicarle a nuestro país un castigo ejemplar, por citar lo que ocurre sólo en los países importantes de Sudamérica.- son por demás difíciles. Pero, a su vez, es factible infligir derrotas significativas al neoliberalismo. Es en este complejo escenario que se hace necesario interpretar las elecciones de Brasil. Este país presenta destacables ventajas para revertir las derrotas y los retrocesos que hemos sufrido en el último cuarto de siglo los pueblos latinoamericanos. Enumeraremos algunas.
    Existe en Brasil- a diferencia de la Argentina- una burguesía nacional que mantiene un proyecto propio, tanto en lo referente a su simple existencia de clase, como al desarrollo de un modelo de crecimiento para el conjunto de la sociedad. Esta burguesía alentó un pacto con el P.T. (realizado en la candidatura de José Alencar a vicepresidente) a sabiendas que no puede mantener el rumbo- ni su condición de clase dominante- sin integrar socialmente a los sectores fragmentados, que en el país de habla portuguesa son aproximadamente cincuenta millones de personas. Estos son una reserva (un mercado potencial) para un ulterior desarrollo capitalista. Tales son los fundamentos económicos del giro pro-Lula del pujante empresariado paulista.
    Vinculado a lo anterior, la existencia de un vasto sector productivo estatal, industria informática propia y empresas privadas de capital nacional constituye la base material sobre la cual erigir y profundizar un modelo de desarrollo que pueda satisfacer las demandas de los cincuenta millones de brasileños, que hoy están marginados. Además de mejorar las condiciones de vida de los que están integrados, pero en la pobreza. Por cierto que nada de esto se verifica en la Argentina actual. En Brasil, la estructura productiva está intacta. Aquí hay que reconstruirla tras más de un cuarto de siglo de una política económica que privilegió la renta financiera y de servicios.
    La posibilidad de fortalecer, desde el control del gobierno nacional brasileño y con las posibilidades económicas, políticas y presupuestarias que ello implica, la red de fuerzas institucionales, gubernamentales, sociales y políticas que resisten al imperialismo en América Latina y particularmente en Sudamérica. Un eje Brasil, Venezuela, Cuba, un hipotético Uruguay frenteamplista constituye una base excepcional para resistir el avance del poder de los monopolios. Por no hablar de la segura influencia que ejercería sobre la realidad social y política argentina.
    La vigencia de movimientos sociales aguerridos y combativos- el M.S.T., el propio movimiento obrero, las distintas comunidades cristianas comprometidas con la liberación, los estudiantes, entre otros- significa un límite a la inexorable tendencia que aparecerá, dentro y fuera del futuro gobierno, tendiente a desvirtuar el contenido de la voluntad popular.
    La propia construcción del P.T es una auténtica novedad, distinta del clásico partido obrero nacido como destacamento local de la segunda o tercera internacional o impulsado verticalmente desde el estado, de acuerdo a la voluntad de gobernantes populistas, como ocurrió entre 1930 y 1950, con el varguismo y el peronismo. La fuerza que impulsa la candidatura de Lula es expresión auténtica de fenómenos sociales, como el nuevo movimiento obrero generado por el desarrollo industrial, que data de los tiempos de la dictadura en el país hermano (1964-1984).
    En este largo proceso de construcción, el P.T. se convirtió en un dato insoslayable de la política brasileña. De hecho, controla una gran cantidad de alcaldías y ciertos gobernaciones estaduales. Por lo expuesto, no puede tomarse ninguna decisión de estado importante sin tomar en cuenta su presencia en el juego político. Además, es un partido orgánico de masas, en el sentido que todas sus fuerzas integrantes influyen y participan de modo democrático en la toma de decisiones. Tal vez, el único de América Latina, continente más que rico en tradiciones personalistas, visto desde la historia de sus fuerzas políticas. De esta manera, ha logrado incluir bajo un paraguas común a todas las fuerzas contestatarias al poder. Quien rompe con él, queda a la intemperie política, casi en la vereda opuesta de las masas.
    Siguiendo el análisis anterior, no es un dato menor la existencia de un partido de los trabajadores que en la derrota alcanzó cerca de 30 millones de sufragios, capital político que se ampliará inexorablemente sea cual sea el resultado de la elección. Independientemente de la valoración que pueda hacerse de la construcción Petista, es evidente que el poder no maneja ni la conciencia ni el discurso político de vastos sectores de las masas del país hermano. Reforma agraria, democracia de masas, ciudadanía social, alimentación, vivienda, trabajo, educación y salud para todos y otras son consignas internalizadas completamente en el pueblo brasileño.
    De allí que asignemos importancia superlativa al acto comicial del mes de octubre de 2002. El control del aparato gubernamental nacional implica posibilidades inéditas, mas también existen algunos peligros que no se nos escapan. Enunciaremos en primer lugar las posibilidades favorables que se presentan en esta oportunidad.
    Condiciones inigualables para resistir y denunciar al A.L.C.A., denunciado por el candidato en términos que no hay una política de integración, sino una política de anexión.
    La posibilidad de formular e impulsar desde el aparato gubernamental más grande y poderoso de nuestra América aspectos fundamentales de un programa económico mínimo como el siguiente: En un desayuno con los embajadores del Mercosur (Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile), el candidato del PT propuso fortalecer las instituciones del mercado común para caminar hacia un modelo tipo Unión Europea (con banco central y moneda común). ¿Acaso puede haber algún otro tipo de salida a la espantosa pobreza que padece nuestra América Latina, que la integración solidaria entre todos los países? El Mercosur debe ser sólo el punto de partida de una construcción que apunte a la unidad del conjunto de Latinoamérica.
    También es una ocasión inigualable para diseñar y aplicar un programa social común. Lula también propuso la creación de un programa de soberanía alimentaria del Mercosur, para eliminar el hambre en los países socios del bloque. Piénsese en la importancia que asumiría una ley votada simultáneamente por los parlamentos de todos los países que asuma, aunque más no sea discursivamente, la necesidad de eliminar el hambre y la indigencia. (Todas las citas fueron tomadas de despachos de la agencia electrónica Argenpres). El ex obrero metalúrgico reafirmó por otra parte que realizará la reforma agraria, con lo cual comenzará la realización práctica del programa de los movimientos sociales. Seguramente, en este caso, se verificará una contradicción entre la urgencia de los campesinos y los lentos ritmos de la legalidad burguesa. Tales contradicciones son parte de la dinámica del proceso
    El manejo del aparato represivo- desgraciadamente, no el control absoluto- será un límite a la brutal arbitrariedad (que no le va en zaga a sus equivalentes argentinos) de los organismos policiales y policíaco militares brasileños.
    En síntesis, el triunfo del P.T. será un salto en calidad del proceso de democratización del Brasil. Basta recordar las palabras del financista húngaro George Soros... En Brasil, votamos los mercados. Tal vez, cerca de setenta millones de votos sepulten la petulancia del millonario, y, a la vez, impliquen una rotunda reafirmación de la democracia, tal como la entendemos los sectores populares, y, no sólo en sus faces puramente representativa y procedimental, como pretenden las clases dominantes.
    Entre las dificultades que sin dudas se observarán en el proceso brasileño, en primer lugar estarán los condicionamientos económicos. Según una entrevista realizada a Antonio Mata, coordinador de los equipos ad hoc de Lula, para el suplemento especializado del diario Clarín del domingo 22 de setiembre de 2002:
    En el 2003 vamos a mantener los tres pilares de la política actual: el superávit fiscal primario de 3,75%; el régimen de cambio flotante y las metas inflacionarias.
    En esta declaración se verifica una fuerte hegemonía del neoliberalismo. Al reafirmar la necesidad de mantener el superávit fiscal primario se producen dos circunstancias que muestran el evidente predominio de tópicos clásicos de los enemigos del pueblo. Estas son:
    El superávit primario tiene por finalidad fundamental garantizar los pagos de la deuda externa. Nunca está de más decir que o se paga la mencionada deuda externa o se asegura una vida digna para nuestros pueblos. Y en este punto no puede haber medias tintas. De cada cien dólares tomados por los estados de las naciones pobres en préstamo, noventa y tres son utilizados para pagar deuda antigua. Esta mención- que hemos tomado de un reportaje a Jeremy Rifkin en Clarín Económico del 20 de octubre de 2002- nos pinta de cuerpo entero el carácter de la deuda: un círculo vicioso que esteriliza los esfuerzos del pueblo trabajador e imposibilita todo plan de auténtico crecimiento económico.
    Si un estado tiene déficit, extrae menos recursos que los que vuelca en la sociedad. Por el contrario, la situación superavitaria nos muestra un estado que le quita a su pueblo más de lo que le da. La ponderación que esta última condición alcanza en vastos sectores de la sociedad nos demuestra la influencia cultural e ideológica de los sectores dominantes. Para llevar a cabo una tarea de gobierno que mejore las condiciones de vida de las masas brasileñas- y de todos los pueblos- es necesario tener déficit; ya que, aún cobrándole impuestos a los poderosos, la creación de un estado que maximice los beneficios para los débiles y minimice sus funciones represivas y de subsidio a los bancos y grandes corporaciones, implicará sin duda alguna forma de expansión del gasto público. En síntesis: un fuerte estado social y no uno represivo y de prebendas a monopolios y otros parásitos es incompatible con el puntilloso cuidado del superávit primario.
    Por otra parte, la determinación de la política monetaria y cambiaria es un atributo irrenunciable de todo estado soberano. Si antes de asumir el gobierno existe el compromiso de mantener el régimen de cambio flotante, se está de hecho renunciando a mecanismos que no tienen reemplazo para mejorar el bienestar popular. Además, queda consagrado el predominio de los mercados frente al estado, por añadidura, de los mercados de capitales, los más parasitarios y vampirescos.
    Además, la alianza del P.T. con la burguesía paulista no elimina las contradicciones de clase, sólo atenúa su vigencia en aras de la unidad frente al enemigo común: los sectores financieros y el imperialismo. Llegado el otrora dirigente obrero del A.B.C a la primera magistratura, es valido pensar que el conflicto social pueda agudizarse, y, con ello, temblar parte de la convergencia de clases y estratos que sostendrá al nuevo mandatario.
    Otro factor negativo dependerá de cómo resuelva el P.T. una antigua contradicción que viven todas las fuerzas populares de masas participantes en los mecanismos institucionales de la democracia. Tal es la existencia de sectores en su organigrama de dirigentes y representantes que tienden a asumir sus propios intereses, y, se alejan de la percepción de las expectativas y sufrimientos del pueblo. El ejemplo clásico es la social democracia alemana, en las tres primeras décadas del siglo XX. El más grande partido obrero del mundo colaboró con la guerra imperialista (1914-1918), y, posteriormente, observó impotente como los trabajadores eran derrotados por la barbarie nazi (1933). La pesadez de su maquinaria burocrática está- sin dudas- entre las causas de los fenómenos que hemos descripto.
    Un elemento más que merece destacarse es la debilidad relativa de las fuerzas del P.T. en el Parlamento Nacional. La falta de una mayoría propia obligará al ahora presidente electo a complejas negociaciones para aprobar las leyes y garantizar la gobernabilidad.
    La semana que finalizó el viernes 4 de octubre de 2002 demostró que los mercados, nombre eufemístico que en algunos medios recibe el poder económico, no vacilarán en recurrir a todos los medios legales e ilegales para resistir el ascenso popular. El desenlace está abierto y depende en gran medida de la claridad de las propuestas políticas del P.T. y los distintos movimientos sociales.
    Fuertemente vinculado a la situación de Brasil, está el momento actual de la revolución bolivariana conducida en Venezuela por el presidente Hugo Chavez
    La primer precondición para acercarse a la situación venezolana es despojarse de los prejuicios argentinos. Es decir, los preconceptos que nos pueden alejar de la comprensión de cómo un proceso que postula la democracia participativa, la distribución progresista del ingreso y la industrialización orientada hacia el mercado interno se halla liderado por un militar. Frente a él y su gobierno se colocan, con la agresividad que caracteriza a los sectores poderosos cuando ven amenazados sus privilegios, la central empresaria FEDECAMARAS, los organismos financieros internacionales, los grandes medios de comunicación, los monopolios transnacionales, la iglesia, los partidos burgueses tradicionales (COPEI y A.D.), la central sindical, vinculada a dichas fuerzas políticas. Con esta partición de fuerzas, no hay que ser muy imaginativo para saber donde corresponde ubicarse: del lado del movimiento bolivariano que orienta el presidente Chavez. Este no aceptó las presiones para privatizar el petróleo (causa fundamental del fallido golpe de abril de 2002).
    Tal ocasión se constituyó en una magnífica lección acerca de cuales son las fuerzas que realmente defienden la democracia y cuales no. La bolsa de New York respondió a la aventura golpista con una fuerte alza en las cotizaciones. El presidente del gobierno español, José María Aznar, creyendo que quedaba expedito el camino para nuevos negociados de verdadera rapiña, como los que hace REPSOL en estas tierras, apoyó alegremente la criminal acción. La democracia es la democracia, pero mucho más importante es la rentabilidad de los capitales.
    Además, el presidente Chavez impulsó una ley que facilita el acceso de los pequeños campesinos a tierras públicas, intenta conformar un frente con los demás países deudores de nuestra América, privilegia la alianza con Cuba. El proceso se halla en la actualidad en una impasse, golpeado por las acciones de la derecha. Pero el triunfo de Lula le devolverá dinamismo, retomando sus mejores tradiciones. Por ejemplo, cuando en ocasión del golpe de abril, las masas movilizadas arrancaron al presidente de la cárcel y lo restituyeron a su legítimo lugar. Este es el balance que hace Chavez de dicha experiencia, que hemos tomado de una entrevista al mandatario realizada por Marta Harnecker y publicada por la agencia electrónica Argenpres.
    Siempre consideramos que ese poder constituyente (el pueblo movilizado, aclaración nuestra) no debería congelarse, sino que debería continuar activado junto al poder constituido (las autoridades del sistema político) y los representantes del pueblo en los diversos poderes; que no deberíamos cometer el error de que los miembros del poder constituido expropiáramos de su poder originario al pueblo. Los días 12 y 13 de abril demostraron que ese poder constituyente sigue ahí vivo; si ese poder constituyente se hubiese congelado, se hubiese quedado dormido o hubiese sido víctima del chantaje mediático y la amenaza represiva, el intento golpista habría tenido éxito y el poder constituido, expresión de ese poder constituyente, no hubiese podido instalarse de nuevo. Ese poder constituyente no permitió que le expropiaran su derecho y lo exigió a su manera, pero lo exigió con mucha firmeza y apoyado por sectores militares. Se podrá discrepar con las conclusiones del análisis de Chavez acerca de las relaciones entre poder constituyente y poder constituido, pero no hay dudas que es un hecho absolutamente desacostumbrado que un militar devenido en político funde su legitimidad en el pueblo movilizado. Esta es, para nuestra concepción, la única garantía que las transformaciones sociales y políticas no resulten desvirtuadas.
    En Uruguay, los casi treinta años de paciente construcción- propia de orfebres- del Frente Amplio lo han colocado en inmejorable situación en todas las encuestas para la próxima renovación de mandatos. Igual que en Venezuela, la dirigencia de los partidos tradicionales deja un páramo de pobreza y exclusión tras su ejercicio del poder político. En la patria de Artigas crece incansablemente el desempleo y la T.V. mostró, hace muy poco tiempo, que la indigencia y el hambre provocaron saqueos a la argentina.
    El partido Blanco y el Partido Colorado tienen su presente y su pasado indisolublemente ligados a los cánceres que corroen al pueblo. Por el contrario, en el Frente se conjugan partidos políticos de origen obrero- El Comunista y el Socialista- con fuerzas provenientes de la guerrilla de la década del 70, las fracciones más democrática y progresistas de los blancos y colorados, los movimientos sociales nuevos (desocupados, por la vivienda, entre otros) y viejos (estudiantil, derechos humanos y obrero) en una interacción de nuevos contenidos y prácticas que, más tarde o más temprano, le permitirá acceder al gobierno nacional, como ya lo hace en la intendencia capitalina. Allí el alcalde frenteamplista demostró que el gobierno no debe ser una función gerencial a beneficio del poder económico e impulsó una gestión respetuosa de la vigencia de los derechos sociales del pueblo oriental y del cuidado ambiental.
    Una economía altamente vulnerable, y en todo sentido dependiente de los negociados de los capitales financieros vinculados a sus poderosos vecinos, es un punto débil para la recomposición de mínimos derechos para el pueblo. Frente a cualquier intento de cambio, los capitales buitres responderán con sus clásicos aprietes, corridas y los recursos ya conocidos. Además, es un severísimo condicionamiento a las posibilidades de transformación que puedan formularse desde la política. A favor, puede mencionarse la existencia de importantes organizaciones sociales y políticas sólidamente engarzadas en la conciencia, en las prácticas y en la historia del pueblo oriental.
    Otro epicentro más que problemático de América Latina es la situación colombiana. Allí se impuso en las recientes elecciones el candidato derechista Alvaro Uribe Velez, con aproximadamente cinco millones de sufragios sobre veinte millones de ciudadanos en condiciones de emitir el voto. Uribe es la encarnación de la política más dura del imperialismo, favorable a la resolución bélica del desafío generado por una guerrilla de más de cuarenta años. Para ello, no vacilará en aumentar el empobrecimiento popular, haciendo frente al demencial gasto provocado por las operaciones militares por medio de distintas cargas e impuestos. Frente a él, se alza una coalición potencialmente gigantesca: las masas pobres y de clase media de las ciudades, los campesinos atrapados entre dos fuegos, los desterrados por la acción criminal de parapoliciales y paramilitares al servicio de los terratenientes, de los narcos y del ejercito deben unirse y presionar por una solución política que coloque en primer plano los verdaderos problemas del pueblo colombiano: la necesidad de construir un estado social que coadyude a dar satisfacción a las carencias generadas por la pobreza, la indigencia, la falta de acceso a la tierra, la ausencia de verdadera democracia, asfixiada por un sistema de partidos- el liberal y el conservador- que le expropió sus verdaderos contenidos desde hace más de medio siglo.
    En Bolivia, en Ecuador, en Perú, en Paraguay, continúa la resistencia al neoliberalismo y las privatizaciones, jugándose en cada lucha la posibilidad que se mantenga o no la gobernabilidad. Esto es que las masas, en muchas de sus epopeyas, pueden hacer que los representantes pierdan totalmente su legitimidad, sin que muchas veces aparezcan nuevas alternativas. En Bolivia, la emergencia del liderazgo de Evo Morales demuestra que estas luchas pueden y deben hallar canalización dentro de las instituciones democráticas. En Perú, el inicial consenso del que gozó el presidente Toledo, se ha visto sensiblemente disminuido, pues su gestión se encaminó a privatizaciones a la Argentina; y, el pueblo se manifestó consecuentemente contra esta orientación. Más al norte, en el Ecuador, la economía dolarizada desde hace más de un bienio es una de las causas de un empobrecimiento popular sin precedentes. A la vez, implica un severísimo condicionamiento a toda acción social y política para alterar estos límites. En este marco, la izquierda se encamina a realizar un papel importante y, tal vez, descollante en las próximas elecciones. Pero debe computarse el hecho que no pueda romper ni siquiera discursivamente con la dolarización, como un severo límite a sus posibilidades futuras para formular alternativas que rompan el círculo vicioso del atraso, la pobreza, la marginalidad y la decadencia nacional. En Paraguay, existe una situación de profunda ilegitimidad de sus autoridades, agravada por el ejercicio mafioso de la actividad gubernamental y la generalización de prácticas fraudulentas en los actos eleccionarios, situación que en tierras guaraníes es de antigua data. El movimiento campesino no le da tregua a los terratenientes paraguayos y es un factor democratizador de primer orden, en un país que sólo ha conocido dictaduras y gobiernos fraudulentos en el último medio siglo.
    Como en toda América, como en todo el mundo, las movilizaciones de masas constituyen la única posibilidad de ampliar efectivamente la ciudadanía y la democracia, además de defender a la nación amenazada por la acción imperialista y del colapso al que la arrojan las clases dominantes locales.
    Extraeremos algunas conclusiones provisionales del análisis que hemos realizado.
    Las elecciones en Brasil constituyen una oportunidad única y tal vez irrepetible para resistir al imperialismo y evitar la desintegración nacional y social que sufren nuestros pueblos.
    El triunfo de Lula dará un aliento impensado a las resistencias particulares que, en cada país, se realizan contra el poder del imperialismo y las clases dominantes locales.
    En todas las sociedades se pondrá en tensión las posibilidades que la política tiene para dar satisfacción a las demandas populares; así como los condicionantes económicos que limitan su campo de acción. La contradicción será entre economía y política, o, dicho de otro modo, entre el poder real y la sociedad civil.
    Las tareas centrales son la defensa de la nación, la profundización constante de la democracia y la defensa incondicional de la ciudadanía política y social, ampliando todos sus contenidos.
    A continuación nos referiremos a la actual coyuntura que padece el pueblo argentino.

  5. Argentina:
    La vergüenza de haber sido
    y el dolor de ya no ser

    ... la estructura del harén llegó a su plenitud con Carlos Menem: durante sus gobiernos, Argentina adquirió la mayoría de los rasgos que constituyen un serrallo. Porqué, nunca como entonces, cohabitaron el despota, los amores violentos o contra natura, los sirvientes eunucos, los mudos, los hijos negados y las sultanas veladas.
    Luis Frontera.

    Comenzaremos caracterizando el marco histórico general, con especial mención a las causas últimas de la crisis que padecemos. Estas no son otras que la aplicación casi ininterrumpida por más de un cuarto de siglo, de un modelo económico caracterizado por la generación constante de endeudamiento improductivo, fuga de capitales, desindustrialización, pobreza, desocupación, exclusión social, entre otros flagelos. Este modelo impulsó la constante transferencia de recursos de los sectores de la producción a quienes se apropiaron de la mayor parte de las riquezas nacionales: los bancos, las empresas privatizadas, las petroleras y demás sectores parasitarios. Lo que hemos descripto líneas arriba es el centro del problema económico nacional. Sin diseñar un país con un modelo económico diferente, no hay ninguna posibilidad de dar continuidad a la existencia misma de la nación, así como es imposible mejorar el nivel de vida del pueblo. Por cierto que este proceso no fue exclusivo de la Argentina, se verificó en todo el mundo. Pero lo propio de aquí fue la magnitud, la profundidad y la intensidad, que prácticamente no admite comparación con otros países de nuestra América y de todo el universo.
    La dictadura (1976-1983) lo aplicó por medio del terror: a sangre y fuego y fue necesaria la desaparición de 30.000 personas para implantar y sostener esta política económica. El menemato se sirvió del terror provocado por la hiperinflación para profundizar el modelo y realizar una aún más drástica redistribución del ingreso. Al cabo de la década de los °90, el crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la marginación social y la concentración desigual de la riqueza, entre otras iniquidades resulta inocultable y pone en cuestión la propia supervivencia de la Argentina, en cuanto nación. En las dos etapas señaladas, el terrorismo masmediático resultó imprescindible para el logro de estos fines.
    Ubicado el marco histórico de nuestros padecimientos actuales, para analizar la actualidad, debemos partir de un reconocimiento que para algunos sectores será problemático, difícil y doloroso, pero, para nosotros, es absolutamente inevitable y necesario para guiar toda acción política, ya que es necesario basarse en la comprensión de la realidad. Este imprescindible reconocimiento es que el proceso abierto el 19 y 20 de diciembre de 2001 quedó atrás, y, ahora, asistimos a un inocultable reflujo del movimiento de masas. Contrariamente, algunas fuerzas gremiales que integran nuestra central, como el SUTEBA-Matanza, afirman que La movilización popular del 19 y 20 de diciembre no solamente acaba con el gobierno de De la Rúa y la Alianza sino que cuestiona profundamente al conjunto del régimen político y social. Agrega más adelante el documento redactado por la mencionada seccional y que circula electrónicamente El gobierno usurpador de la voluntad popular que encabeza Duhalde y Cia. se apropió ilegítimamente de las jornadas del 19 y 20 para tratar de recomponer el sistema político de dominación. Pero los cuestionamientos no son sólo contra este gobierno ilegítimo sino contra el conjunto de las instituciones de dominación política y económica. El subrayado es nuestro.

    En rigor, nuestra percepción es radicalmente diversa. Tales puebladas fueron una alteración apenas epidérmica y ciertamente pasajera en la normalidad cotidiana, es decir, en la subordinación de los sectores populares a los designios del bloque dominante. Este conjunto de sectores poderosos cuenta con una inocultable iniciativa en la agenda económica, social y política. Lejos están las masas- de conjunto- en cuestionar las formas e instituciones de la dominación política, y, mucho menos económica. El citado documento no intenta explicar aspectos de la realidad que de tan evidentes nos parecen de perogrullo: si el pueblo está contra el conjunto de las instituciones de dominación política y económica, porqué el P.J. encabeza las encuestas y con toda seguridad se impondrá en las próximas elecciones de marzo de 2003. ¿Acaso la fuerza política de Menem, Duhalde, Rodriguez Saa, De la Sota, Aldo Rico, Reutemann y tantos otros es percibido por las masas revolucionarias como una reencarnación algo pintoresca del partido bolchevique? Para algunos sectores, la lectura e interpretación de la conciencia política de los sectores populares parecería ser un ejercicio sólo apto para devaneos intelectuales, mas no un dato decisivo de la realidad para una central de trabajadores, que se postula además para ser protagonista de un proceso de radicales transformaciones sociales
    En nuestra opinión y a lo largo de las dos jornadas citadas se pueden diferenciar cuatro grandes protestas, que- no obstante- convergen en sus resultados. Estas fueron:

    La revuelta de las clases medias, particularmente de la Capital Federal y sus zonas de influencia, motivadas por un contenido político de clara defensa de la democracia. En este sentido, se contrapusieron por vía de los hechos dos formas distintas de concebir el gobierno del pueblo. Por un lado, la formalidad institucional y procedimental consistente en que el pueblo elija ciertos gobernantes, y, estos luego hacen lo que quieren. Esta es la posición sustentada por el poder económico, el gobierno de turno y los partidos tradicionales en general. Y, por el otro, el ejercicio real, profundo y substantivo de la referida democracia realizado, de hecho, por el pueblo en la calle. Duro, duro, duro, ahora el estado de sitio se lo meten en el culo, coreaban los manifestantes la noche del miércoles 19, mientras rompían de hecho la arbitraria medida. La causas de la rebeldía de estos sectores deben buscarse más en la ruptura del pacto formulado por la alianza con sus votantes- comenzada desde que arrancó su gestión- que en el denominado corralito. De todos modos, la crisis bancaria mencionada influyó tensando el malhumor de las referidas capas medias.
    Motines del hambre, impulsados por sectores de indigentes desesperados en respuesta a una situación económica tétrica. El hecho que comenzaran saqueando supermercados para robar comida, y, luego, proseguían con computadoras, artículos para el hogar, muebles o cubiertas de automóvil no le quita el carácter que le hemos adjudicado. Cuando la población está sometida a la habitualidad de restringirse en todos los aspectos, y, repentinamente, se aflojan los controles, esta situación provoca todo tipo de desbordes. Por otra parte, no puede decirse que estas manifestaciones tuvieran contenido antidemocrático. Entre ver morir pasivamente de hambre a sus hijos y saquear, la segunda es una opción que indudablemente también tiene un contenido democrático. Los saqueos no son una opción superadora de las iniquidades de este sistema injusto, pero cuando son expresión auténtica de sectores sumergidos que se defienden así de la barbarie capitalista, no deben ser condenados.
    Motines por el hambre como los anteriores, pero en este caso impulsados, alentados y desarrollados por diversos sectores de la derecha que van desde algunas franjas del P.J. (interesados en debilitar al entonces gobierno nacional, antes que la situación de las provincias que gobernaban se volviese incontrolable) a sectores influenciados por la derecha nacional del coronel Seineldin y lo que hace algunos años era llamado el sector carapintada de las fuerzas armadas. Es sugestivo el testimonio del dirigente de la C.T.A., Luis D´Elía, quien afirmaba haber observado operando en La Matanza a ex-militares otrora vinculados a las asonadas antidemocráticas de la década del ’80. Por otra parte, diversas informaciones periodísticas dieron cuenta de la presencia de caracterizados punteros vinculados a algunos dirigentes del justicialismo bonaerense alentando desmanes.
    La revuelta impulsada, entre otros, por distintas fuerzas de izquierda, el jueves 20 de diciembre, cuando la renuncia del presidente era vista como una circunstancia inminente, antes de convertirse en hecho consumado. Esto no implicó que hayan dejado de participar sectores independientes y fracciones de la juventud en los hechos ocurridos en el microcentro de la Capital Federal y otros puntos del país.
    Estas revueltas profundizaron una crisis de gobernabilidad que ya era evidente desde octubre de 2000, en ocasión de la renuncia del vicepresidente Carlos Alvarez. Las causas centrales de la referida crisis de gobernabilidad es necesario rastrearlas en la parálisis generada por un discurso que simultáneamente pretendía seducir al poder económico y al pueblo.
    Los diez días finales del 2001 conmovieron al mundo y vieron una extraña sucesión de presidentes que duraban un suspiro, volteados como muñecos de paja en el vendaval de la crisis. Pero, desgraciadamente, los verdaderos fundamentos del poder real permanecieron inconmovibles. Los bancos cobrando intereses absurdos y usurarios por sus préstamos, las privatizadas percibiendo tarifas fuera del alcance popular, los concesionarios de peajes continuaron con sus cánones confiscatorios, por poner algunos ejemplos. De modo que vemos como necesario sacar de estos hechos algunas conclusiones, en lo posible algo más profundas que la consabida crisis de dirección, explicación única y excluyente que las fuerzas trotskistas dan a todos los problemas de la humanidad, desde 1940 y hasta la fecha. A propósito, uno de los puntos más flojos del documento Apuntes sobre nuestra estrategia reside precisamente en una interpretación colindante con el trotskismo, cuando afirma que uno de los problemas de la Argentina es la ausencia de una dirección consciente. Página 35. Volveremos sobre este tema más adelante.
    En este sentido, para comprender las causas últimas de los límites del movimiento popular, y dentro de esta temática, de la insuficiente movilización de masas, suscribimos la tesis de Miguel Angel Sierra, en un trabajo inédito. Dice este autor que La extrema debilidad estructural de la sociedad civil en Argentina es la clave de los principales problemas de este país, tanto en lo que se refiere a la economía nacional, como a las consecuencias en la superestructura y la conciencia política de las masas. No necesariamente coincidimos con todas las inferencias del citado ensayista, pero, a nuestro juicio, uno de los rasgos que mejor ejemplifican La extrema debilidad estructural de la sociedad civil es el profundo desprestigio y vaciamiento de la actividad política. Las causas del citado vaciamiento hay que buscarlas en la impotencia del estado frente al poder económico, situación que comenzó a ser percibida durante la presidencia de Alfonsín, y, que halla una de sus explicaciones más importantes en los mecanismos desregulatorios, los ajustes y las privatizaciones aprobados durante el menemato. En efecto, durante la década del °90, resultaron vaciadas las atribuciones de la formación estatal, por lo que esta quedó exánime para hacer frente - si se lo hubiera propuesto el gobierno de turno- al conjunto de monopolios que la venían reduciendo a la impotencia desde la etapa de la dictadura.
    Si desde el gobierno y el estado es muy difícil revertir la relación actualmente existente entre economía y sociedad- para decirlo en otros términos, entre el poder real y la referida sociedad civil- el sistema político no puede proporcionar soluciones a las carencias populares. De tal manera que, en una situación impulsada y facilitada por la prédica de comunicadores al servicio de los monopolios, la propia palabra política asume para sectores subalternos proporciones sinónimas de robo, peculado, corruptelas, coimas, etcétera. La política y todos los políticos, no sólo los de las fuerzas tradicionales. Pero estos sectores populares no pueden advertir que sólo desde la referida actividad política pueden realizar acciones para modificar su suerte. Paradójicamente, esta asume para los sectores subalternos connotaciones sinónimas al inmovilismo. En consecuencia, si desde la allí no puede transformarse la realidad, tal realidad resulta inmutable. Queda petrificada así la actual correlación entre las clases sociales, y, consecuentemente, congelado el cuadro de distribución del ingreso. Además, todo lo expuesto configura un cuadro general de fomento para el escepticismo popular, un cáncer que corroe los esfuerzos de los militantes.
    Este poder real es el beneficiario de fondo y el responsable principal de este vaciamiento de la política. Sin una resignificación de la actividad política es imposible recrear alguna esperanza y la sociedad argentina carecerá de futuro. Por cierto que nos resulta extraño comprobar como, desde diversos sectores afines (Autodeterminación y Libertad, por poner sólo un ejemplo), se celebra la desconfianza popular hacia los políticos. Parecen no advertir que este escepticismo es, ni más ni menos, una reafirmación de la vigencia del discurso dominante entre las masas.
    La necesaria resignificación de la actividad política pasa- a nuestro entender- por cuatro ejes. Estos son los siguientes:
    Afirmación del carácter social de la ciudadanía y predominio de la sociedad civil contra el mercado. En otras palabras, de la política sobre los condicionamientos económicos.
    Autorganización o no delegación. Es decir, no esperar de los gestores y representantes que nos resuelvan las carencias y problemas. Y apuntar a que la movilización de masas sea la única garantía que la política no se resuelva en las trenzas de algunos iluminados.
    Defensa, recuperación y ampliación de los espacios públicos confiscados o amenazados por los mercados.
    Finalmente, como dice el documento Apuntes sobre nuestra estrategia, para los sectores subalternos, la actividad política debe ser entendida en términos de Emancipación frente a la dominación.
    Hacia fines del año pasado, el proceso abierto el 19 de diciembre pareció marchar en el sentido de la transformación del significado de la política, es decir, como recuperación de la capacidad autónoma de la sociedad civil. Por pocos días parecía que se ampliaba el campo de lo posible, mas en la medida que las movilizaciones comenzaron a refluir, el citado discurso del poder recobró su influencia y el espacio de la política volvió a angostarse para beneficio de los monopolios.
    El gobierno de Duhalde- nacido en condiciones de extrema debilidad, con un gabinete ministerial que hace un verdadero culto de la inexistencia, salvo el ocupante de turno del Palacio de Hacienda- ató el éxito de su gestión al logro de un acuerdo con el F.M.I., ya que la creación de un nuevo modelo productivo- anunciado con bombos y platillos en enero de 2002- era un objetivo demasiado ambicioso y falto de sujetos (la burguesía emprendedora en la Argentina no existe y se conformó rápidamente con el negociado de la pesificación forzosa).
    De todos modos y analizando la gestión económica del ministro Roberto Lavagna, son de destacar algunos puntos sustanciales. El primero, la intervención estatal en los fenómenos económicos resulta imprescindible, habida cuenta de la irremediable voracidad de los mercados, a la cual es preciso cuanto menos limitar. La segunda, que también se vuelve imperativo imprimir un mínimo contenido de dignidad nacional a toda negociación con los acreedores externos. Aún para un gobierno insalvablemente antipopular como el que preside Duhalde, la postura ligeramente más firme le permitió oxigenar mínimamente el terrible panorama actual y, en consecuencia, los resultados de su gestión fueron mucho mejores que cuando- siguiendo dogmáticamente al F.M.I.- se implementaba la libre flotación en el mercado cambiario. Igualmente, en el marco de la situación actual de debilidad gubernamental y nacional, tales maniobras autónomas son de corto vuelo. Estos dos aspectos deben ser destacados como parte de la batalla cultural que debemos librar contra el neoliberalismo: es decir, que el estado intervenga en cuestiones económicas puede ser no sólo útil, si no también estrictamente necesario y que este estado debe ser soberano.
    En este contexto, las reivindicaciones populares plasmadas en las movilizaciones- congelamiento de las tarifas, plena vigencia de los derechos sociales, juicio a la Corte Suprema, profundización de la democracia, entre otras- quedaron relegadas a este fin superior (la negociación con el fondo).
    Desgraciadamente, parece ser que la errática política de la fuerza gobernante- los mismos parlamentarios que ovacionaron el default de Rodriguez Saa, votaron las leyes exigidas por el F.M.I.- no le hará pagar costos electorales. La mayor parte- si no todos- de los observadores políticos coincide que el próximo presidente será justicialista. Esto, a nuestro entender, reafirma La extrema debilidad estructural de la sociedad civil, que es la causa principal de la orfandad política en que fue cayendo el incipiente frente intentado entre nuestra central, el A.R.I. y Autodeterminación y Libertad. Los sectores populares de la sociedad argentina no pueden pelear porqué se vayan todos, si a la vez, están inhibidos para realizar acciones defensivas elementales, como un poco comprometido apagón, para evitar el tarifazo. Aunque es una verdadera redundancia, el incremento en los servicios públicos arrojará legiones de argentinos al proceloso mar de la pobreza.
    La clásica consigna Que se vayan todos asumía un doble carácter: por un lado, era indudablemente un enunciado de contenido democrático; ya que servía como vehículo de expresión para fuerzas cuya pretensión principal era lograr la caducidad de los mandatos. Se buscaba así que el pueblo zanjara con su voto, la crisis de legitimidad profundizada hacia diciembre de 2001. Pero, por el otro, contribuía- y contribuye- al nefasto desprestigio de la actividad política, al adjudicar a la dirigencia de los partidos la exclusiva responsabilidad del colapso nacional y del empobrecimiento popular. Nada casualmente, Que se vayan todos es un enunciado que hermana fuerzas tan diversas como Luis Zamora y Jorge Altamira, por un lado; y, por el otro, Bernardo Neustadt, Daniel Hadad, funcionarios del F.M.I, como doña Anne Fredy Krueger, y el secretario del tesoro de E.E.U.U, Paul O°Neil. Los representantes del establishment económico y los personeros de este en los medios no vacilan en cargar las culpas sobre los políticos, a sabiendas que de este modo se invisibiliza a los responsables de fondo de la crisis.
    La referida consigna perdió fuerza en la medida que se quedó sin sustento por carecer de verdadera popularidad. Nunca- salvo algunos días en diciembre de 2001 y en la Capital Federal y zonas de influencia- tuvo verdadero anclaje de masas.
    Las asamblea barriales y populares- que fueron el sector que originariamente levantó el Que se vayan- languidecen en la soledad de su aislamiento con relación a la sociedad que debe nutrirlas, la repetición automática de discursos estériles, la pelea miserable entre distintas sectas para regimentarlas, las absurdas divisiones, el delirio cercano a la psicosis (gobierno de las asambleas) entre otros defectos, y ya consumieron largamente su capital político inicial. Este importante movimiento social- al menos lo parecía en el verano- demostró su incapacidad para seguir construyendo alternativas. Queda como indudable saldo positivo la experiencia de la militancia realizada y algunos modestos logros: centros culturales, comedores, merenderos, micro-emprendimientos, campañas solidarias, reconstitución de vínculos sociales, que las relacionan con los sectores más perjudicados por la crisis (por ejemplo, cartoneros y desocupados) entre otros. Su aporte en el futuro dependerá de que vuelvan a convocar a las masas o languidecerán en la mediocridad actual.
    El movimiento piquetero persiste en su importante actividad de resistencia y autorganización. Sobrelleva la fractura producida en su seno, hacia comienzos del corriente año. Los dos grandes bloques enfrentados son las organizaciones cercanas al Polo obrero, por un lado, y, por el otro, los movimientos encuadrados en nuestra central y la Corriente Clasista y Combativa. Acerca de la clase obrera y los sindicatos, nos expediremos más adelante. Como fenómeno de nuevo tipo, aparece el sector de fábricas tomadas y autogestionadas. De todos modos, no altera el carácter sustancialmente defensivo que presenta, frente a la agresión del mercado que despoja a sus asalariados del derecho al trabajo. Ciertamente, no ha logrado ejercer su impronta sobre ninguna empresa decisiva y agrupa una más que reducida porción del aparato productivo. Por todo lo analizado, afirmamos que en el conjunto del movimiento social siguen predominando la confusión, la dispersión, la atonía y el retroceso.
    A partir del 26 de junio de 2002 aproximadamente, el día del asesinato de dos militantes piqueteros, la crisis económica entró en una cierta meseta de estabilidad, en el marco complejo que es de público conocimiento. El gobierno de Duhalde parece conducir la nave del estado con piloto automático hasta el próximo recambio electoral. Desde el punto de vista político, el futuro de la Argentina parece estar en manos de Menem, Kirchner, Reutemann o Rodriiguez Saa. Todos los síntomas referidos nos reafirman en la convicción que la debilidad de la sociedad civil es uno de los más graves problemas nacionales.

  6. Sindicatos, ajuste
    y privatizaciones:

    El problema de la subjetividad

    El proletariado debe despojarse
    de todo residuo corporativo,

    de todo prejuicio o incrustación sindicalista.
    Antonio Gramsci, filósofo y dirigente político italiano.

    En los debates realizados en la C.T.A.-Capital, una de las diferencias más apasionantes es la relacionada con quienes son los sectores sociales que realizarán y dirigirán una transformación social, los denominados sujetos revolucionarios. Se verifican en este punto dos posiciones divergentes. Estas son:
    La que adjudica ese papel a la clase trabajadora, en algunas posiciones; clase obrera y aún el proletariado, en otras.
    Nuestra idea afirma que es un mosaico de distintos sujetos articulados por la oposición concreta al orden establecido, es decir, la constitución en la lucha de la condición de sujetos para una transformación política y social o bien un sujeto pluriforme
    Partiremos de un mínimo análisis histórico, para luego fundamentar teórica y prácticamente nuestras ideas.
    Está fuera de discusión que el movimiento obrero se halla en crisis y la propia emergencia de nuestra central da cuenta de ello. En esta crisis que vive el citado movimiento obrero aparecen exacerbadas las trabas de más de cincuenta años de conciencia corporativista, introducida e impulsada por el peronismo sindical que ha dejado secuelas, a nuestro modo de ver, inocultables. Esta conciencia corporativa llevaba a los obreros a despreocuparse del problema de la salud pública, ya que este problema se resolvía para los trabajadores mediante las obras sociales sindicales. O a entender y practicar la solidaridad sólo al interior del gremio, desentendiéndose de la suerte de otros sectores. No ignoramos la existencia de programas progresistas y avanzados, como los de La Falda y Huerta Grande. Pero estos enunciados fueron realizados en tiempos que hasta podían ser suscriptos por algunos sectores burgueses. Hoy, tales fuerzas empresariales han dejado de existir. Y aún, el nudo del problema es preguntarse- y responder- porqué tales medidas no son ni siquiera conocidos por las masas obreras. No hablemos que luchen efectivamente por su vigencia y aplicación.
    Por otra parte, en nuestra opinión, es urgente hacer un mínimo balance de las experiencias obreras durante los °80 y los °90. En la primera de estás décadas, el proletariado le hizo más de una docena de paros generales al gobierno presidido por el Doctor Raúl Alfonsín, sin que ni siquiera uno solo de ellos haya sido decidido por asamblea democrática alguna. Los únicos momentos asamblearios en esta etapa fueron impulsados por fuerzas opositoras a la conducción cegetista, como era en esos momentos el Movimiento al Socialismo (M.A.S.). Por otra parte, el discurso de Saúl Edolver Ubaldini, entonces líder y secretario general de la C.G.T., señalaba como único causante de los infortunios de los trabajadores al gobierno y aún al propio presidente, cuando las condiciones de opresión en las plantas fabriles eran aún peores que en la época dictatorial y se estaba consolidando el monstruoso poder económico que terminó por hundir en la miseria al pueblo argentino. Si el sindicalismo peronista no era cómplice del mencionado poder económico, lo disimulaba muy bien. La connivencia reside en señalar un enemigo menor o ficticio- los ocasionales encargados de gestionar el poder político- con lo cual lo que se logra es invisibilizar al adversario real, obviamente el largamente citado poder económico. Desgraciadamente, tal complicidad gozó del acuerdo- por acción u omisión- de gran parte de los trabajadores. El recurso de la huelga general- extremo y excepcional en otras latitudes- era utilizado aquí con una extraña mezcla de vocación por el fomento de la actividad turística y espíritu deportivo, vaciándolo de contenido y esterilizando su efectividad. En la década siguiente, cuando era ultranecesario para apoyar y solidarizarse con quienes resistíamos las medidas de Menem, los burócratas corruptos se cuidaron muy bien de siquiera amagar con una medida de lucha general. Salvo cuando el conjunto del patrimonio público ya había sido enajenado a la voracidad de los monopolios. Pero- hay que reconocerlo- tampoco apareció la huelga general solidaria como tendencia espontánea entre los trabajadores de la actividad privada. Desde la década del °80, los trabajadores han visto fuertemente mutilada su capacidad de expresión autónoma, no sólo frente a los gobiernos de turno. También, frente a las burocracias sindicales que se han mostrado altamente exitosas, tanto en movilizar- cuando lo consideran conveniente- como en hacer retroceder a los asalariados, cuando llega el turno de hacerlo. Hizo crisis de este modo, más de medio siglo de prácticas verticalistas impulsadas por el peronismo en el seno del movimiento obrero. En tal período, las acciones autónomas del movimiento obrero pueden contarse con el dedo de una mano.
    En los °90, la mayoría de los mencionados trabajadores- con la excepción de los involucrados directos, telefónicos, ferroviarios, docentes, empleados de aeronavegación, estatales en general, entre otros- observó como avanzaba el proceso de privatizaciones del menemismo, casi como un espectador y aún en vastos sectores prestó un activo consenso. Tal aprobación resultó refrendada en distintas compulsas electorales (1991, 1993 y 1995, reelección del presidente Menem) y, recién en 1997, con la aparición de la Alianza y la agudización de sus enfrentamientos internos, el peronismo sufrió una derrota electoral. Es decir que durante los citados procesos electorales, se verificó un consenso que denominamos activo. Fuera de estos momentos, se realizó un consenso que llamamos pasivo, el generado por la aceptación sin luchas de las privatizaciones o la negativa a manifestar la solidaridad con quienes resistían.

    Como resultado de este proceso brutal de transferencia del patrimonio público a empresas privadas quedaron consecuencias perdurables en la sociedad argentina. Mencionaremos algunas:
    Resortes decisivos de la economía pasaron a manos de capital privado- nacional, extranjero o en alianza de ambos- y en consecuencia quedó profundamente acotado el margen de acción de la política para imponerle límites o concesiones al poder económico, y, de este modo, resolver los problemas populares. La actitud de las petroleras, que desobedecen sistemáticamente a los gobernantes o corrompen a muchos de ellos con las jugosas rentas que obtienen, es un buen ejemplo, mas no el único.
    Gremios como el ferroviario- entre otros, pero este es el ejemplo más dramático- quedaron reducidos a una mínima base de afiliados.
    El espacio territorial de la nación quedó profundamente desintegrado, ya sea por vía de los más que onerosos peajes que perciben las concesionarias de caminos o por de levantamiento de los ramales ferroviarios. Más de cuatrocientos pueblos del interior corren el riesgo de desaparecer por causa de haber sido abandonados por los ferrocarriles o debido a las diversas crisis de sus respectivas producciones. Sus poblaciones continúan engrosando las franjas marginales de las grandes ciudades.
    Peor aún que el proceso descripto sucintamente en el apartado c es la fragmentación social generada por el modelo. Las privatizaciones coayudaron a que haya en la Argentina actual más de 17 millones de pobres, se incremente la influencia nefasta del desempleo como mecanismo de control social, se exacerbe el avance del deterioro de las condiciones de vida de la mayor parte de la población, por añadidura sindicado como fenómeno de la naturaleza por los epígonos del poder. Estos son sólo ejemplos de lo que hemos dado en llamar fragmentación. Es decir, la perdida de lazos solidarios y la instauración de lo que se llama popularmente sálvese quien pueda. En la naturalización de las diversas condiciones sociales reside gran parte de la posibilidad de imponerlas. Si son naturales, nada puede hacerse para impedir su imperio. Si en cambio, se las ve como construcciones sociales de los seres humanos, tienen principio, desarrollo y final. En consecuencia, la intervención consciente de los sujetos puede transformarlas.
    En términos reales, el menemismo- si bien en gran medida es una continuación de la siniestra dictadura 1976-1983- constituye por la enorme cantidad de fenómenos implicados, una derrota de características propias para los sectores populares aún mayor que el llamado proceso de reorganización nacional. Los fundamentos de esta afirmación están en los cuatro puntos desarrollados poco antes. Y aunque nos duela reconocerlo, esta derrota tuvo la aceptación- sea por vía activa o pasiva- de gran parte de las víctimas. Los cambios económicos y sociales- que analizamos brevemente un poco más adelante- nos permiten comprender este revés de las clases subalternas. Pero ciertamente que son el trasfondo histórico de la tragedia social que vive la Argentina de hoy.
    Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, que provocaron la caída de De La Rua, uno de los picos más altos de la lucha social y política argentina de los últimos cincuenta años, son resultado de un proceso histórico en el cual predominó, desde nuestro punto de vista, la retirada de la clase obrera en cuanto factor decisivo de las luchas en el escenario social. Esta verdad no puede ser oscurecida por los malabares discursivos a los que nos tienen acostumbrados los distintos partidos de izquierda. (Ver por ejemplo, las publicaciones del P.O. y el M.S.T. de fines del 2001, por ejemplo. Del argentinazo revolucionario que describían, no ha quedado más que un tímido recuerdo y ninguna modificación sustantiva de las relaciones de clase y de poder real).
    El protagonismo fundamental correspondió a sectores de clase media cuyas posibilidades de supervivencia- ya no hablemos de ascenso social- quedaron destruidas por la aplicación de la misma política económica casi inmemorial, pese a la diversidad de gobiernos (Los dictatoriales, además de los presididos por Alfonsín, Menem y De La Rua). Este modelo económico- que privilegió a los sectores financieros y achicó constantemente el mercado interno- es el que arrojó a vastas capas de las referidas clases medias a la lucha callejera, al limitar las posibilidades de sobrevivir de estas y empobrecerlas hasta lo inimaginable.
    También la aparición de fuerzas políticas que establecieron cuestionamientos al tradicional bipartidismo- independientemente del devenir posterior de dichas fuerzas- es atribuible mucho más a los sectores medios que a la clase obrera, que permaneció en gran medida fiel al peronismo, es decir, a sus enemigos de clase. Nos referimos al FREPASO, a Autodeterminación y Libertad y al A.R.I. Los propios partidos de izquierda reclutan su membresía mucho más entre los llamados pequeño burgueses, que entre los destacamentos del proletariado.
    La polémica acerca del sujeto revolucionario en la Argentina contemporánea es inconducente en el marco de las teorías que consideran esta condición como ungida por razones inmanentes o cuasi religiosas. Por ello, hemos partido de algunas consideraciones acerca del papel de los sindicatos desde 1945, para centrar nuestro análisis en los casi veinte años de democracia. En esta etapa se verifica un innegable retroceso de la clase obrera. Enunciaremos algunas de sus causas.
    Económicas. En la Argentina hay un proceso de desindustrialización que ha hecho retroceder a la clase obrera en términos cuantitativos, por no referirnos a los cualitativos. Entre 1930 y 1976 aproximadamente, la economía fue centralmente industrial y la clase obrera tuvo un protagonismo innegable en las luchas sociales y en el escenario político. La U.O.M. era el sindicato más importante del movimiento obrero. El golpe revierte esta situación y a partir de allí- agravándose todo esto en los °90- la clase obrera se halla en retroceso en todos los planos. Por ello, el principal gremio de la C.G.T. es... empleados de comercio, de acuerdo al número de afiliados.
    Tecnológicas. Las nuevas tecnologías requieren la utilización decreciente de la fuerza de trabajo.
    Sociales. El desempleo- instalado como una constante en el paisaje de la sociedad argentina- es un formidable mecanismo de control social. Pero más dramáticamente, actuó como elemento negador de la identidad de clase y de la condición obrera.
    Sindicales. La mayor parte de los sindicatos- en especial, los de obreros industriales- se hallaban conducidos por la burocracia más traidora.
    De conciencia, ya que los trabajadores carecen de herramientas críticas para enfrentar los distintos planes de ajuste, en especial, el proceso de privatizaciones. Prestaron así su apoyo a medidas que los contarían como víctimas dilectas. Además, desde la dictadura y hacia aquí, se ha producido un enorme borramiento en la memoria colectiva de las luchas obreras y populares, condición decisiva para instaurar el escepticismo y la abulia, tal cual lo requiere el discurso dominante.
    Lo anterior es ilustrativo de la centralidad que asume para nosotros la idea de sujeto o subjetividad, entendida esta como aparición sensible y en la lucha de sectores sociales que resisten, y, en esa lucha, crean instancias de autorganización y formación de nuevas identidades concretamente opuestas al sistema. En palabras del filósofo argentino Arturo Andrés Roig extraídas de su libro El pensamiento latinoamericano y su aventura:

    Sujeto (en el sentido de aquello que sostiene un proceso o está de soporte de los cambios), que "marcha" en una determinada dirección. Marchar es, en nuestra opinión, oponerse por medio de la lucha a este modelo. Un sujeto construido a partir de una afirmación constante de su propia subjetividad, así como de su mundo a través del cual se objetiva. La dialéctica subjetividad-objetividad opera, en los hechos, en que cuanto mayor es la afirmación de la subjetividad, más testimonios objetivos quedan en el mundo (la sociedad) de esta subjetividad: transformaciones por modestas que sean, nuevas identidades, mayores vínculos solidarios, redes de información, debate e intercambio, entre otras.
    Por todo lo antedicho, negamos que la clase obrera tenga una papel que le corresponda por derecho natural en el proceso de cambio que imperiosamente requiere la Argentina. En todo caso, será un sujeto más, similar y a la par de aquellos que ya se han constituido, como los piqueteros, los indígenas, las mujeres, los diversos encuadramientos campesinos, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, las distintas minorías sexuales, el movimiento estudiantil, los jóvenes, los sin vivienda y tantos otros.
    Una de las novedades principales de los piqueteros es que ya no agrupan a los trabajadores tradicionalmente sindicalizados, al modo que podía representar un afiliado a la C.G.T.. A partir de las transformaciones de lo que se dio en llamar globalización aparecen nuevos protagonistas y estos son los que participan en las nuevas organizaciones. Es una enorme multitud de sujetos- los desocupados y también los ocupados- que el sociólogo nacido en Estados Unidos, James Petras (Articulo en Revista Cuadernos del Sur N° 11) denomina en un sentido muy amplio pueblo trabajador. Para este autor, El crecimiento masivo del trabajo temporal, del empleo múltiple, de remuneraciones que no son salarios ha dado origen a una categoría de mano de obra que es una cruza entre los asalariados y los independientes... a los que denominaremos pueblo trabajador. En esta categoría ubica también a los desocupados- gran parte de los desempleados sobrevive de changas- y pobladores urbanos y rurales.

    Tal es el modelo distinto que encarna la C.T.A.. En nuestra central tienen un espacio todos los oprimidos, marginados, excluidos y explotados por las clases dominantes. Independientemente que tengan o no un anclaje laboral o corporativo. Es decir, una pluralidad de sujetos.
    Para el ensayista mencionado es fundamental articularlos en una perspectiva de transformación de las duras condiciones de la actualidad y que pueda poner límites al avance conservador, superando el aislamiento y la fragmentación que les depara el sistema. Tal articulación- principalmente evitar que los desocupados caigan en el desaliento, la desagregación y el enfrentamiento mutuo- es una de las tareas más importantes de la actualidad para todos los sectores partidarios de una transformación social. De este modo se lograría superar la contradicción y la lucha- tan inútil como desgastante- entre trabajadores ocupados y desocupados, una de las piedras angulares de la hegemonía que aún muestra el modelo neoliberal; en crisis, pero todavía vigente en nuestro desdichado país. Los espacios que no son ocupados por esta prédica tan necesaria como liberadora, los coloniza el discurso hegemónico del poder.

  7. Las tareas de la hora

    Sólo el espesor y la fuerza de la sociedad civil
    puede evitar la desorganización de los individuos

    ante las crisis económicas.
    Antonio Gramsci.
    Filósofo y dirigente político italiano

    A nuestro entender las principales tareas de la actual etapa- y por sobre problemas de estricta coyuntura que también trataremos, como las elecciones del año próximo- son cuatro:
    La defensa de la nación agredida por la amenaza potencial de desintegración territorial y por el proyecto imperialista del ALCA.
    La defensa y ampliación de la ciudadanía y
    La defensa, profundización y ampliación de la democracia.
    La defensa incondicional del concepto de solidaridad, tanto al interior de nuestra sociedad como en el plano de las relaciones internacionales.
    Nada casualmente en los cuatro puntos enunciados figura la palabra defensa. Es que consideramos que subsume por completo la impronta de esta etapa, de carácter marcadamente resistente. Obviamente, todos los aspectos están totalmente relacionados y es imposible tomarlos por separado. Comenzaremos definiendo sin demasiada precisión el concepto de nación. Esta es- para el romanticismo alemán- la realización de una idea proveniente de la historia. Para ciertos manuales de ciencias sociales, una realidad de índole cultural, opuesta al estado, que sería de carácter político y jurídico. Para visiones influidas por la antropología, la defensa de hábitos culturales construidos en un largo proceso histórico. Según el común de las personas, la nación se resuelve en un sentimiento de pertenencia. Tal vez, a todas las definiciones glosadas les asista una parte de verdad. Nosotros preferimos mencionarla como una casa común, un mismo espacio de reconocimiento, en el cual todos los ciudadanos tienen idéntico derecho efectivo a una vida digna. Con todas las implicancias sociales que tiene el mencionado derecho a la vida. Además, la nación es inseparable de un estado nacional soberano e irrealizable sin este. En consecuencia, la nación argentina se halla jaqueada por peligrosos enemigos de adentro y de afuera. No es necesario explayarse acerca del imperialismo yanqui, ancestral oponente de los pueblos que luchan por sus derechos. En la Argentina, uno de los peores peligros es la existencia de una clase empresarial sin conciencia ni destino nacional, que aún no saldó la polémica acero o caramelos, y, si lo hizo, fue para no producir ninguna de las dos mercancías y dedicarse a la importación de baratijas y a la especulación financiera. Además, no vacila en seguir vendiendo sus empresas al capital transnacional y aún alentar- en complicidad con ciertas dirigencias políticas- la tupacamarización del territorio del país. Por lo tanto afirmamos que:
    Ni la ciudadanía ni la verdadera democracia pueden lograrse, si no es en el marco de una nación y un estado soberanos. Y
    Los trabajadores somos la reserva moral y material de la nación frente al naufragio al que la han conducido las clases dominantes.
    Para ejemplificar e ilustrar nuestro concepto de ciudadanía, que para nosotros es articulador de la nueva subjetividad, analizaremos aspectos del movimiento piquetero. En efecto, el contenido y la demanda esencial de la revuelta píquetera puede sintetizarse en el concepto de ciudadanía, entendido en cuanto versión substantiva del mismo y no en su aspecto puramente legal. Por cierto, existen dos ideas opuestas de ciudadanía. Estas son:
    La simple igualdad ante la ley. Esta concepción es defendida por las distintas variantes del liberalismo, sean estas neo o paleo. Es la igualdad (formal) entre el poderoso empresario y el más sumergido habitante de un asentamiento urbano. Además, esta isonomía (igualdad ante la ley) se halla consagrada en el texto de nuestra constitución nacional.

    La noción de ciudadano, entendido como sujeto plenamente acreedor a derechos fundamentales que van más allá de los establecidos en los ordenes jurídico y político (derecho al voto, por ejemplo). Obsérvese que estos derechos son los llamados derechos sociales, sin los cuales las personas carecen de auténtica libertad.
    No hay dudas que la perdida de vigencia de los referidos derechos, hace a los individuos esclavos con relación a las necesidades de su propio cuerpo: el hambriento sólo piensa en saciar su apetito; el enfermo, en curar su enfermedad; quien vive en la calle, en dormir bajo techo, y así sucesivamente con los distintos derechos. Por lo tanto, si los mencionados derechos sociales carecen de concreción práctica, las personas están sometidas a las arbitrariedades de los gobernantes, los punteros políticos y algunas organizaciones que se favorecen del atraso y la ignorancia de vastos sectores de nuestra población sumergida. Por todo lo anterior, estos derechos son la precondición de la libertad auténtica y de la ciudadanía plenas y sustantivas, como observó Hannah Arendt en su célebre ensayo Sobre la revolución. Allí comenta que... la pobreza es abyecta debido a que coloca a los hombres bajo el imperio absoluto de sus cuerpos....
    Por otra parte, el sociólogo francés Pierre Rosanvallon (Reportaje en Clarín del 25/11/01) afirma que... si la ciudadanía es simplemente el derecho al voto, estaría ya lograda. Pero si es una historia de la pertenencia y de la integración, entonces no lo está. Porque ciudadano no es simplemente el que dispone del derecho y el ejercicio del sufragio sino el que se considera como un miembro pleno de la sociedad. Y para esto, son esenciales los ya varias veces referidos derechos sociales.
    En el centro de estos debates se halla uno de los problemas más importantes de la hora actual: la relación que se opera en el campo de lo público entre los ciudadanos y los productores. En realidad, es una dialéctica entre tres sectores componentes: los que aún tienen trabajo (productores); quienes tienen todavía el goce de los derechos sociales fundamentales (ciudadanos), pero que se hallan en peligro de perderlos y las grandes masas excluidas que aspiran a una ciudadanía lo más plena posible. Si se logra articular un frente tan vasto, sería de hecho invencible.
    El objetivo de este frente- y del movimiento político y social- es realizar la liberación nacional, o, dicho en otros términos la revolución (democrática) burguesa o burguesa (democrática). Al definirla en los términos citados, aludimos más a un cierto horizonte histórico que a una problemática reactualización de sujetos (la clase burguesa), que tal vez resulte inviable. En nuestro pensamiento, tal transformación consiste en generalizar el trabajo asalariado- básicamente, para una población excluida de este derecho- y crear un verdadero estado nacional, o sea con auténtica soberanía (poder de decisión). Por lo tanto, en estos tiempos, la citada generalización del trabajo a cambio de salario implica reindustrializar nuestra economía para lograr reincorporar a los excluidos por el sistema neoliberal. Esto, sin dudas, no puede hacerse sin la formulación de un proyecto de país que recree el mercado interno, con un fuerte contenido distribucionista y a favor de los sectores populares. En tal perspectiva pueden converger trabajadores ocupados y desocupados, diversos profesionales, algunos sectores empresarios, comerciantes, y otros sectores propietarios. Además, distintas fuerzas políticas y territoriales.
    Por otra parte, la creación de un estado soberano significa romper con las trabas y condicionamientos con que los organismos internacionales y otros estados (el G7) pretenden someter las posibilidades de autodeterminación del conjunto de la nación argentina. Además, es la única posibilidad de que exista realmente la democracia. El auténtico gobierno del pueblo no pasa de ser un discurso vacío en una sociedad postrada frente a organizaciones financieras y gobiernos de otros países. En esta lucha puede articularse un frente tan vasto como para aislar y derrotar al poder económico monopólico autóctono y sus aliados del exterior, principales causantes de los infortunios populares.

    Finalmente y profundamente vinculado a los problemas expuestos precedentemente está la cuestión de la democracia, campo de confrontación con las clases dominantes. Efectivamente, para estas, el problema democrático se reduce a lograr la aparición de una figura política que concite adhesión popular y gestione los negocios públicos en beneficio de los poderosos. El referido esquema se vuelve a reproducir en las provincias y municipios y cada bienio o dos bienios, se renuevan autoridades. En tal cosa consiste la llamada democracia representativa y además procedimental, es decir, la formalidad de los procedimientos, por sobre la afirmación sustantiva de auténticos mecanismos de decisión popular. Cuanto menos participativa, tanto mejor será para los sectores dominantes. Inclusive, hay países, como E.E.U.U., en que el poder fomenta la apatía hacia la política y hasta se vota en días laborables. En cambio, para los sujetos subalternos, es fundamental ampliar permanentemente los horizontes de la vida económica, social, política, educativa, cultural, territorial y familiar pasibles de ser sometidos a deliberación democrática y a mecanismos de decisión de masas. La salud, la educación, el trabajo deben dejar de ser espacios pertenecientes al cerrado saber de algunos tecnócratas, para que la discusión y nuevos mecanismos institucionales permitan avanzar al pueblo en instancias de decisión que garanticen la vigencia de los intereses de las mayorías. Por poner un ejemplo, sin el aporte de los trabajadores, no se crearía riqueza en las empresas. Sin embargo, estos se hallan indefensos ante las medidas que toman los directorios. ¿Por qué no someter las decisiones económicas y empresariales a mecanismos democráticos?
    A nuestro entender, estas son las tareas decisivas de la etapa- ampliar la democracia y la ciudadanía, defender la nación, establecer vínculos solidarios- y se deberían marchar hacia la concreción de un frente amplio político y social. En este sentido, el documento de la mesa nacional de la C.T.A. Construir la unidad del campo popular nos parece un aporte más que valioso. Del mismo modo que el texto que está editado con el título Apuntes para una estrategia avanza en definir al movimiento político y social como una instancia que apunte a tomar la crisis argentina con una noción de integralidad y al territorio como el espacio donde debe centrarse el trabajo militante para construir instancias de poder popular.


  8. Elecciones 2003:
    Que hacer

    Quien tiene asco por la política
    es gobernado por quien no lo tiene.
    Es esto lo que los malos políticos, los corruptos
    y los demagogos quieren de nosotros:
    repugnancia a la política.
    Frei Betto. Teólogo de la liberación.

    Para decidir la actitud que deben tomar las fuerzas partidarias de una transformación social hacia el fenómeno electoral, es necesario partir de consideraciones históricas, teóricas y de un análisis político lo más certero posible del nivel de conciencia y de actividad de las masas populares. Esto último es la piedra de toque de la cuestión electoral.
    Desde el punto de vista histórico, diremos que nunca las elecciones- y particularmente, las que se producen bajo las formas mas ampliadas de la democracia de masas- fueron una dádiva graciosamente arrojada por la burguesía hacia los pueblos. Desde la Constitución Jacobina de 1794- primer ejemplo de sufragio universal que por cierto excluía a las mujeres- hasta la elección del general Perón en 1973, pasando por la conquista del voto femenino en todo el mundo y el derecho electoral de las mayorías negras en Sudáfrica; en toda época y lugar, los sistemas electorales fueron respuesta del poder a la combatividad de las masas y concesiones realizadas por las clases dominantes, cuando no tenían otra opción. Por lo tanto, existen contenidos democráticos en todo llamado electoral, aún en los más fraudulentos. La clave reside en mostrarlos y que resulten evidentes. Así como en denunciar de modo práctico sus aspectos restringidos.
    Desde el punto de vista teórico, diremos que la posición de la mayoría de los clásicos del pensamiento revolucionario consiste en que es obligatorio participar en las elecciones, mientras la conciencia y la actividad de las masas no supere por vía de los hechos la democracia formal y sus mecanismos eleccionarios. Esta es la posición de Lenín, tal como se la puede consultar en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, libro escrito cuando ya los bolcheviques se hallaban en el poder. Pero jamás desde el llano adujo el carácter limitado de los llamados a elecciones como fundamento de una táctica abstencionista. Y eran las elecciones a un Parlamento (Duma) ciertamente restringido, como que eran convocadas por la autocracia zarista; al lado de la cual, el aparataje punteril de la provincia de Buenos Aires luce como modelo de juricidad y de democratismo extremo, puntilloso y hasta elegante.
    Karl Marx denunció implacablemente las condiciones de exclusión en que se desenvolvían los procesos electorales. Pero jamás planteó que estas pudieran ser pretexto para no participar. De hecho, en la polémica con los anarquistas desarrollada durante la vigencia de la primera internacional (1864-1872), impulsó, como en todas las restantes ocasiones en que pudo hacerlo, la citada intervención política de los trabajadores en los comicios. Y en su época no se había logrado en ningún país capitalista el derecho a sufragar para todos los habitantes. Por cierto que tal derecho fue un resultado de las luchas de los pueblos, más que una concesión brindada por la burguesía. La negativa de los poderosos a permitir la expresión popular por medio del sufragio atraviesa la historia contemporánea: desde la primer constitución de la revolución francesa a la proscripción por casi dos décadas del peronismo en nuestro país, pasando por la negativa a conceder el voto a las mayorías negras en Sudäfrica o las minorías del mismo color en E.E.U.; siempre el voto fue una conquista de los distintos pueblos y sus combates.
    Sólo los pensadores anarquistas se han negado sistemáticamente y por principios a la participación electoral. Pero muy bien se sabe que la tradición ácrata puede ser tomada como modelo de moral revolucionaria, pero nunca de táctica política.
    No es un secreto para nadie el carácter tramposo, restringido y amañado de las elecciones previstas para marzo de 2003, como por otra parte, ocurre con toda convocatoria a sufragar en el sistema capitalista. Pero este reconocimiento no puede guiar una táctica de tipo abstencionista, puesto que esto sería equivalente a diseñar la orientación política desde algunas necesidades subjetivas- las de algunos destacamentos politizados y de vanguardia de los sectores populares- y no desde las del conjunto del movimiento. En este error, nos parece, caen compañeros de organizaciones hermanas como la Corriente Clasista y Combativa y Autodeterminación y Libertad. Particularmente, estos últimos aparecieron a la faz pública capitalizando el descrédito de la dirigencia política en el marco de la severísima crisis del país. En este sentido, en las elecciones del 2001, favorecieron una canalización dentro de la actividad institucional y política a sectores muy diferenciados. Por un lado, fracciones conscientes, combativas pero minoritarias, que estaban dispuestas a librar luchas incesantes contra este modelo. Pero por el otro, se expresaron a través del voto por A.L sectores escépticos de todo tipo y aún de derecha. Era frecuente en los recuentos de sufragios una extraña combinación: Zamora-Beliz.
    A nuestro juicio, el dato que debe inclinar decisivamente el análisis frente al proceso electoral es que la gran mayoría de las masas no tiene hábitos autogestionarios, más bien le critica a la democracia burguesa y a sus representantes que no resuelvan sus problemas y carencias. Pero muy lejos se hallan de haber superado- en su conciencia y en sus prácticas- el horizonte del parlamentarismo burgués. Por lo tanto, una salida abstencionista sólo ayuda a reafirmar- más allá de las loables intenciones de quienes hayan formulado esta táctica- las condiciones descriptas, y, de ningún modo, favorece el avance en organización y conciencia, ya que no se diferencia del discurso que adjudica a la política todos los males y deja a vastos sectores presa del escepticismo. Por otra parte, estas posiciones abstencionistas no dan cuenta del giro a la izquierda de los electorados latinoamericanos, como demuestran las elecciones en Brasil, Bolivia y Ecuador y las inminentes en Uruguay.
    De modo que aseveramos el carácter necesario de la participación en el proceso electoral. Para denunciar sus aspectos limitados, tramposos y fraudulentos y para reafirmar la necesidad de construir una alternativa política que defienda los intereses de los sectores populares en el juego de las instituciones democráticas. A su vez, estas fuerzas deben enfatizar que la llegada al gobierno no es su objetivo exclusivo, para diferenciarse adecuadamente de los partidos tradicionales y de fuerzas aventureras que nunca escasean.

  9. Algunas diferencias con el documento
    Apuntes sobre nuestra estrategia

    Por cierto que el referido texto es sin dudas un gran aporte. Pero desde el punto de vista histórico, puede citarse una verdadera paradoja. Entre 1945 y 1976, en tiempos que el movimiento obrero contaba con verdadera fuerza social y aún institucional, sus direcciones políticas y sindicales lo dejaban en posición subordinada frente a los sectores dominantes. En nuestra época, en que podemos interpelar a la sociedad con un documento de tanta riqueza teórica y política, carecemos los trabajadores de organicidad y verdadera fortaleza para impulsarlo y llevar esta propuesta a todos los niveles, particularmente, entre el conjunto de los sectores subalternos.
    De todos modos, este reconocimiento a los aportes del documento no debe silenciar algunas diferencias que comenzamos a exponer.
    En primer lugar, las tres posibilidades de resolución de la crisis de hegemonía. Dice Apuntes... en la página 10:
    ... las tres posibles salidas son:
    La posible reconstrucción de cierta hegemonía del bloque de poder para reinstalar una gobernabilidad con algún consenso social, sin que ello descarte formas de represión y terror.
    El mantenimiento del orden vigente, sin ningún consenso y, por supuesto, con más autoritarismo y terror.
    La afirmación de una nueva coalición política y social que instale una alternativa económica, política, social y cultural, capaz de alterar las presentes relaciones de producción.
    A nuestro modo de ver, las alternativas 2 y 3 son imposibles e inviables, bien que por motivos muy distintos, como se verá a continuación. La solución 3, la salida que sería absolutamente deseable, se halla totalmente alejada de sus posibilidades inmediatas de concreción, por causa de la ya citada inmadurez e insuficiencia de la sociedad civil. Construir esta nueva alternativa es el eje de un proceso de acumulación a mediano y largo plazo; pero, en los tiempos que corren, lo vemos como inaccesible. Salvo que la agudeza de la crisis provoque una aceleración más que vertiginosa en los procesos de maduración de la conciencia, este escenario no lo vemos en términos inmediatos y factibles.
    La segunda posibilidad es inviable teórica, y, por lo tanto, prácticamente. No existe, no ha existido, ni existirá ningún régimen político relativamente durable, en una sociedad capitalista, que pueda sustentarse exclusivamente en el autoritarismo, el terror y la represión. Aún los gobiernos más despóticos hacen sentir su virulencia sobre ciertas franjas de la población merced al acuerdo de otros estratos sociales. Simplemente queremos recordar que cuando las fuerzas armadas- durante el salvaje genocidio practicado contra nuestro pueblo en especial entre 1976-1983- realizaban sus criminales acciones, recibían el implícito apoyo de parte de la población expresado, entre otras maneras, por la célebre frase por algo será, ampliamente justificadora de la represión. O adhiriendo a tópicos propios del autoritarismo militar, del tipo de la campaña antiargentina, en especial, durante el mundial de fútbol de 1978.
    A nuestro modo de ver, existen sólo dos alternativas inmediatas. La tercera, que es la más deseable, no es previsible a corto plazo. Las posibilidades que vemos como factibles son:
    La primera en los mismos términos que la define el documento. Es decir, la legitimación de las relaciones de dominación, prácticamente del mismo modo en que se han vivido en los últimos años, que se perpetúan, precisamente en función de haber logrado recrear un cierto consenso. Esto implicará algún uso de la represión. Una salida autoritaria- tal como determinados sectores pensaban durante el último verano- presupone necesariamente la creación de una base social de sustentación. Y
    Una situación de inestabilidad económica y social, crecientes luchas populares y aumento de las dificultades para gobernar de la coalición dominante. En este contexto, los sectores subalternos logran que sus demandas sean retomadas- aunque sea de modo parcial, deformado y fragmentario- por los gobernantes en crisis. Tal etapa, de concretarse, sería un momento de transición entre la situación actual y el momento en que al fin pueda lograrse la creación de un nuevo bloque de poder gestado desde abajo.
    Otro punto en el que deseamos dejar expresada nuestra diferencia es la afirmación de la página 22 del documento de la Central. ... el año 2001 representa, desde la experiencia política de los sectores populares, el final de la Argentina de la dictadura. Nos parece que las acciones de masas ocurridas ese año parecieron abrir un nuevo ciclo social y político en la Argentina y cerrar otro: el caracterizado por la derrota popular comenzada en 1976 y el profundo retroceso de la sociedad civil. Pero esto sólo fue un espejismo. Las movilizaciones fueron importantes, pero insuficientes y no lograron establecer variaciones de fondo en la correlación de fuerzas entre las clases sociales y su acceso al ingreso. Sin establecer cambios substantivos entre los sectores dominantes y las clases subalternas, nos parece que no puede afirmarse definitivamente que ha llegado el final de la Argentina de la dictadura. Por mas que el referido texto cite- con acierto- la existencia de movilizaciones y organizaciones autónomas, el criterio determinante, en nuestra opinión, es el inocultable predominio que cuenta el discurso dominante en vastos sectores populares. Insistimos, sin alterar las relaciones de fuerza entre las clases sociales y sin modificar la fuerte hegemonía de tópicos propios del citado discurso dominante, no puede afirmarse que se ha dejado atrás la Argentina de la dictadura.
    Finalmente, una mención al diagnóstico que se hace en el documento de las dificultades del movimiento social. Líneas arriba, caracterizábamos de neotrotzkismo la afirmación que el principal problema de los sectores subalternos es la ausencia de una dirección consciente. En primer lugar, fundamentaremos la calificación de neotrotzkista que hemos adjudicado a esta idea, para luego rebatirla. León Trotski dice en el Programa de transición, texto elaborado en 1938, que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la dirección revolucionaria, juicio más que reduccionista y simplificador, justificable y comprensible tal vez en las difíciles circunstancias de la época (auge del fascismo, inminencia de la segunda guerra mundial, durísimas derrotas de los movimientos populares), pero insostenible en la actualidad. Los problemas de la humanidad, nos parece, son infinitamente más complejos que la crisis histórica de la dirección revolucionaria. Pongamos un ejemplo, la existencia de una dirección consciente en estos tiempos ¿Cómo resuelve algunos dilemas que se le presentan a toda la sociedad? ¿Cuidamos el medio ambiente o mantenemos las fuentes de ocupación masivas, aunque depredadoras de la naturaleza? Esta pregunta da cuenta de los inmensos problemas que tenemos por delante. Los partidos trotzkistas han atravesado más de medio siglo de historia con los citados fundamentos teóricos y otros de similar entidad. Su histórica orfandad y raquitismo políticos, nos parece, tienen directa relación con sus ideas constitutivas, que les impiden balancear la conciencia de las masas y basar su línea política en la realidad. Por tal motivo, los documentos de estos partidos son tan ricos en excentricidades y análisis de variada índole rayanos en el impresionismo y el surrealismo.
    En nuestra opinión, el problema principal no pasa por la ausencia de una dirección consciente. Más conciencia que la desplegada por distintos dirigentes de nuestra central- organizando a los sectores más sumergidos, denunciando al poder económico, impulsando la necesaria redistribución del ingreso, intentando articular a los diversos sujetos agredidos por el neoliberalismo, participando en el fallido frente por la caducidad de los mandatos, entre otras iniciativas- es difícil encontrar. El problema que estas direcciones (conscientes) hallan muy escaso eco a sus iniciativas en el seno de la sociedad civil. La clave se encuentra en que todo proceso de revolución social requiere una profunda revolución cultural que transforme las conciencias, reduciendo progresivamente, hasta eliminar por completo, la influencia del discurso dominante.
    Por lo demás, tenemos acuerdos de fondo con gran parte del documento. Particularmente con el apartado que bajo el título Distribución, soberanía y democracia enuncia distintos puntos para un programa. En este punto, sólo queremos proponer que la Central impulse una ley de ciudadanía alimentaria que tenga tres ejes principales. Estos son:
    La obligatoriedad para los exportadores de alimentos, consistente en que un 30% de sus ventas externas sea obligatoriamente canalizado internamente para eliminar el hambre.
    Sostenimiento obligatorio, por parte del estado, de toda instancia nacida de la sociedad civil (comedores vecinales y populares, O.N.Gs, cooperativas, huertas comunitarias, entre otros) encaminada a disminuir o eliminar la desnutrición. Para ello,
    Creación de un Fondo Nacional, bajo control de las organizaciones sociales y populares, formado con impuestos a las grandes fortunas, a las petroleras y a los grandes beneficiarios del modelo en general.
  10. Conclusiones con el
    racionalismo de la voluntad

    sólo merece vida y libertad
    quien ha de conquistarlas día a día.
    W. Goethe. Poeta alemán.

    A riego de caer en la reiteración, sintetizaremos lo más importante de nuestro análisis acerca de la actual coyuntura de nuestro país.
    En la Argentina, se verifican las mismas condiciones generales- con más algunas muy específicas- que se observan en otras partes del mundo, desde el punto de vista social más general.
    El proceso de movilizaciones abierto el 19 de diciembre de 2001 ha dado lugar a un inocultable reflujo. Sólo desde el reconocimiento de la realidad, puede formularse una táctica correcta.
    Para dejar atrás más de un cuarto de siglo de derrotas y retrocesos, la transformación que necesita la sociedad argentina es un proceso de liberación nacional o revolución burguesa, en los términos que hemos definido, es decir, generalización del trabajo asalariado y (re)creación de un estado nacional soberano.
    El principal problema.- no el único- de nuestra sociedad es la debilidad estructural de la sociedad civil. Para revertir esta situación es necesaria una revolución cultural, que comience previamente y continúe desarrollándose a la par de las transformaciones que hemos definido en la conclusión anterior
    Las diversas transformaciones que sufrió la sociedad argentina- así como el propio capitalismo mundial- ponen en cuestión la idea tradicional del sujeto revolucionario que diversas corrientes le asignan aún hoy a la clase obrera.
    En el marco de la severísima crisis que padecemos, la participación en la coyuntura electoral es una instancia más- ni única ni excluyente pero absolutamente necesaria- en el proceso de construcción del movimiento político y social.