Opiniones
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11 de octubre de 2003
Proyecto internacional de filósofos. Parte 4: Noam Chomsky y Michel Foucault, 1971.
El pensar en movimiento, movimientos del penar
Rebelión
Presentado por, Inmaculada Murcia Serrano
Por su radicalidad, algunos pensamientos han encontrado en el movimiento de las imágenes un medio adecuado para su divulgación, de modo que podría decirse que el medio audiovisual ha sustituido al libro para comunicar un determinado número de cosas. Desde este punto de partida, el proyecto El pensar en movimiento, movimientos del pensar -que se celebró en la sede de La Cartuja (Sevilla) de la Universidad Internacional de Andalucía entre el 8 y el 10 de octubre de 2003- presentó tres producciones audiovisuales que representan un acercamiento a algunas de las propuestas más significativas de la filosofía contemporánea.
El ciclo se inició el miércoles 8 de octubre con la proyección de un debate entre el lingüista estadounidense Noam Chomsky y el filósofo francés Michel Foucault que formaba parte de un programa ("Proyecto internacional de filósofos") que emitió la cadena de televisión holandesa NOS a principios de la década de los setenta. Esta proyección fue precedida de una presentación a cargo de Inmaculada Murcia Serrano, una joven licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla que actualmente está realizando su tesis doctoral en el Departamento de Estética e Historia de la Filosofía y es autora de un artículo de investigación en el se que analiza la relación entre los medios de comunicación y la teoría del poder a partir de los planteamientos discursivos de Foucault y Chomsky.
Moderado por Fons Elders e introducido y comentado por el profesor Lolle W. Nauta, la cadena de televisión holandesa NOS emitió en 1971 un intenso y controvertido diálogo público entre Noam Chomsky y Michel Foucault que se había llevado a cabo en el auditorio de la Universidad Técnica de Eindhoven. Bajo el título La naturaleza humana: ¿Justicia o poder?, el debate se articuló en torno a dos grandes cuestiones sobre las que ambos autores mantuvieron posiciones muy diferentes (en algunos casos irreconciliables). Por un lado, debatieron sobre un tema de filosofía puramente especulativa: ¿se puede hablar de una naturaleza humana innata o ésta es siempre producto de factores externos? Por otro lado, se acercaron a un asunto vinculado directamente a la reflexión política y sociológica: el dilema justicia frente a poder que determina la valoración y justificación de la acción revolucionaria y de la lucha de clases como un hecho (cuestión de poder) o como un derecho (cuestión de justicia). Durante su intervención en el El pensar en movimiento, Inmaculada Murcia señaló que este debate, a pesar de que han pasado más de treinta años desde que se realizara, puede seguir aportando muchas claves para entender los acontecimientos que estamos viviendo en la actualidad, "un momento histórico en el que acabamos de ser testigos de una guerra como la de Irak y en el que la discusión en torno a los derechos humanos forma parte de las preocupaciones políticas y filosóficas más candentes".
Más allá de que Chomsky y Foucault -que por aquella época mantenían posiciones políticas muy combativas (especialmente en relación a la guerra del Vietnam y a los acontecimientos de Mayo del 68)- coincidan en su interés por desenmascarar los agentes del poder y en utilizar una metodología de trabajo precisa, minuciosa y transparente, sus propuestas discursivas parten de presupuestos filosóficos muy distintos, incluso en ciertos aspectos abiertamente discrepantes. Para Inmaculada Murcia la raíz de esta incomprensión mutua radica en una visión muy diferente de la noción del sujeto. Mientras el pensamiento de Foucault postula la eliminación del sujeto cognoscente (el que surge de la máxima cartesiana "piensa, luego existo"), Chomsky lo vuelve a incorporar al campo de la filosofía a partir de su noción de creatividad. Esta confrontación remite al conflicto entre humanismo y antihumanismo que articula gran parte del debate filosófico del siglo XX.
El pensamiento de la modernidad (desde Descartes a Kant o Hegel; desde el historicismo a la fenomenología o el existencialismo) se basa en la concepción del hombre como un sujeto constituyente que participa en la formación de los objetos del conocimiento y que, por tanto, desempeña un papel predominante en todos los ámbitos del saber. Partiendo de la idea de que el sujeto sólo es capaz de conocer mediante el uso de su razón (es decir, que lo que define al sujeto es su racionalidad), las distintas propuestas humanistas coinciden en otorgar al hombre una naturaleza innata. En esta corriente filosófica se sitúa el pensamiento de Noam Chomsky que, según Inmaculada Murcia, propone una "forma de neo-cartesianismo en el ámbito lingüístico" que se integra plenamente en la tradición racionalista. Su gramática generativa transformacional defiende la existencia de ideas innatas y de universales lingüísticos, y parte de la certeza de que la razón precede a los sentidos en la adquisición del conocimiento. Como defiende en su diálogo con Foucault, Chomsky cree que es posible formular una tesis de la naturaleza humana a partir de la facultad cognoscitiva de la mente: "todos los seres humanos, argumenta, son capaces de aprender un lenguaje y de usarlo de una forma creativa".
De hecho, de la cantidad de datos pequeña -y en gran medida cualitativamente degenerados- que recibe el niño en los primeros años de su aprendizaje, se origina un conocimiento altamente articulado, muy sistemático y profundamente organizado. "Esa capacidad innata, señaló Chomsky durante su intervención en el debate televisivo, que tiene cualquier individuo de alcanzar un conocimiento complejo e intrincado a partir de un conjunto de datos muy parcial y limitado, es un constituyente fundamental de la naturaleza humana". En este sentido desempeña un papel prioritario la noción de creatividad que Chomsky concibe como un "acto humano normal", esto es, como la capacidad que tiene cualquier hombre (pero que se observa de manera muy precisa en los niños) de llegar a comprender una situación nueva y reaccionar adecuadamente, sin necesidad de aprendizaje previo.
Influidas por el pensamiento de Nietzsche y Heidegger, las corrientes antihumanistas -que empiezan a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XX y en las que se integra el proyecto reflexivo de Foucault- proponen un cuestionamiento/alejamiento de la noción de sujeto y de la filosofía de la conciencia. Al plantear que no es el sujeto el que, individual o colectivamente, conduce la historia, sino al revés, los antihumanistas conciben al hombre como "un ser sujetado" (una expresión muy utilizada por Foucault). A su vez consideran que no se puede hablar de una naturaleza humana innata, ya que, según ellos, el hombre es construido y determinado por una serie de estructuras de las que no es responsable. "En este sentido, precisó Inmaculada Murcia, la obra de Foucault cuestiona la idea de una naturaleza humana innata como gran relato unificador y analiza la objetivación del hombre a partir de las prácticas discursivas y no discursivas que han existido a lo largo de la Historia". Para Foucault, la función de la filosofía no es encontrar y enunciar la esencia última de las cosas (por ejemplo, la esencia de una supuesta característica humana universal), sino explorar las "condiciones de posibilidad" que permiten la aparición de un determinado saber.
De esta forma, Foucault pone en cuestión una idea que ha impulsado históricamente el pensamiento científico occidental (y que, con bastantes matices, también defiende Chomsky en el debate de la televisión holandesa): a saber, que existe una evolución progresiva del conocimiento, un presupuesto conceptual que origina valores como finalidad, sentido, crecimiento,... Para el autor de Las palabras y las cosas la transformación de las ciencias no depende de actos humanos específicos (derivados de grandes descubrimientos o de genialidades individuales), sino de la aparición de unas condiciones de posibilidad en las que actúan factores muy diversos. "Por debajo de lo que la ciencia reconoce de sí misma, recordó Inmaculada Murcia citando a Foucault, existe algo que desconoce, y su historia, su devenir, su supuesta evolución, obedece a un cierto número de leyes y determinaciones".
En el debate que programó la cadena NOS, Foucault habla de la existencia de una rejilla o malla que determina el pensamiento y el comportamiento humano. Y añade que sólo se puede producir algo nuevo (esto es, desarrollar un acto creativo en el sentido que propone Chomsky) desde dentro de un sistema de reglas (desde dentro de dicha rejilla) que define la aceptabilidad de cualquier enunciado discursivo. "Cuando el hombre cree, aseguró, que está diciendo algo nuevo, en su oración ineludiblemente están funcionando unas reglas, no sólo lingüísticas sino también epistemológicas, que determinan el contenido y la estructura de lo que enuncia". A partir de esta premisa, Foucault formula una de sus tesis más controvertidas y polémicas: el hombre, como sujeto y objeto de la ciencia, es una invención reciente (siglo XVII) y, en consecuencia, cabe esperar su inminente desaparición. El filósofo francés cuestiona, por tanto, el antropocentrismo que ha articulado la cultura humanista y el pensamiento racionalista, al definir la subjetividad y la naturaleza humana como el producto de una serie de prácticas históricas contingentes.
Esta tesis presupone la imposibilidad de establecer fundamentaciones teóricas fuertes y permanentes. Porque según Foucault, cuando aparece un descubrimiento que genera una gran transformación (un cambio del paradigma) del conocimiento científico (como, por ejemplo, la emergencia del concepto biológico de vida hace tres siglos), lo que realmente se produce es una cambio de "rejilla" (sistema de reglas) que nos permite ver y comprender unas cuantas cosas nuevas, pero al mismo tiempo nos oculta serie de saberes y nociones anteriores."Si no hay un sujeto constituyente, recordó Inmaculada Murcia, no puede haber una razón universal, todo conocimiento se convierte en histórico y no es posible hablar de la Verdad, la Justicia o el Bien como valores en sí mismos".
Esta cuestionamiento radical de la noción de sujeto no sólo tiene una dimensión epistemológica sino también política, y Foucault termina vertiendo su crítica de la racionalidad clásica a partir de un análisis genealógico de las instituciones que la representan: los manicomios, las fuerzas del orden, el sistema penitenciario, el aparato estatal,... Pero cree que no se puede hablar de un "sujeto de poder" (individuo o clase social), sino de una multiplicidad y fragmentación de los focos en los que se origina. A partir de esta idea, en el debate con Chomsky aseguró que no tiene sentido localizar el poder sólo en los aparatos del Estado o en el ámbito del Derecho, sino que también hay que buscarlo en una serie de ámbitos (como el sistema educativo, las instituciones médicas y psiquiátricas o la industria cultural) que aparentemente son autónomos y neutrales.
Con un planteamiento discursivo diametralmente opuesto al de Foucault, el estadounidense Noam Chomsky parte de una concepción del hombre como ser libre que aspira a deshacerse de toda coacción y autoritarismo. Conectando sus ideales políticos y sociales con sus teorías lingüísticas, relaciona la noción de creatividad con la de libertad, y piensa que se puede demostrar que en todas las realizaciones humanas existe un sistema común de estructuras y principios invariables (lo que confirmaría la igualdad fundamental de todos los hombres). "Si la estructuras intrínsecas de la mente, señaló Inmaculada Murcia citando a Chomsky, subyacen en el desarrollo de las estructuras cognitivas, también un carácter de especie proporciona el marco para el crecimiento de la conciencia moral, de la realización cultural e incluso de la participación en una comunidad libre y justa".
Desde un planteamiento ideológico que denomina socialismo libertario (que propugna la descentralización de los centros de decisión y la socialización de los recursos productivos y culturales), el lingüista norteamericano aseguró en su debate mediático con Foucault que él sí creía en la posibilidad de alcanzar una sociedad mejor y un sistema de justicia más completo (no una sociedad ideal, ni un marco jurídico perfecto) si se actuaba con responsabilidad y creatividad. Hay que tener en cuenta que para Chomsky existen dos grandes tareas intelectuales. Por un lado, coincide con Foucault en la necesidad de comprender la naturaleza del poder, la opresión, el terror y la destrucción en nuestra sociedad (incluyendo no sólo las instituciones centrales del poder, sino también sus múltiples y aparentemente neutras ramificaciones periféricas). Pero por otro lado, también considera imprescindible pensar y trabajar por la creación de una sociedad futura más justa desarrollando una teoría social que se base en algún concepto firme de la esencia o de la naturaleza humana.
[Fecha: miércoles 8 de octubre de 2003, a las 20:00 h.]
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