Colectivo: Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
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Empresas recuperadas:
La autonomía empantanada
"... pero quizás la clave esté en que no hemos
ido en general a fondo, en un cambio radical, donde desaparezca la mediación
del dinero, y sea una economía articulada, pensada, planificada en redes
o como se pueda, partiendo de las necesidades y posibilidades de cada una de
estas comunidades autoconvocadas, autónomas".
Carlos, empresa recuperada Tucuy Paj, agosto 2003.
1.- El día que las vacas vuelen.
2.- Los representantes autonomistas.
3.- Empresa recuperada, de práctica autónoma a cooperativa capitalista.
4.- Autonomía, poder constituyente y Red de Redes.
1.- El día que las vacas vuelen:
Hemos leído la intervención de Franco Ingrassia en el encuentro
de empresas solidarias mediada por el relato periodístico de la página
digital La Vaca.org. Una publicación de... ¿Cómo llamarlo? ¿El
autonomismo soft o el progresismo hard? ; o tal vez, como sus integrantes se
titulan resulte suficiente: una empresa especializada en comunicación
periodística o, simplemente, una empresa independiente.
Toda especialización depara una técnica.
Y toda técnica especializada puesta a funcionar dentro de la lógica
empresarial deviene poder. Si lo que se "produce" son noticias,
constituirá poder simbólico. Por un lado apropiación cognitiva
de las acciones que los emisores expresan de sus propias prácticas. Por
el otro, un apartamiento y desmembramiento de los significantes revulsivos que
no se disciplinan y actúan atascando, como la arena, el lubricado engranaje
de la máquina periodística. Dispositivo semiótico especializado,
expropiador y decantador, que separa y por lo tanto clasifica, lo subordinable
y por lo tanto permitido; de lo insumiso y por lo tanto prohibido. Solo
se puede capitalizar lo domesticado, lo normalizado. La autonomía resulta
la anomalía rebelde. Que no se somete y por lo tanto resulta combatida.
Una construcción de poder simbólico de aquellos
significantes que permitan su subordinación ¿una forma de subsunción?
En desmedro de los significados de los discursos insumisos. Una
potencia que el periodismo empresarial, así se diga "independiente",
busca poseer y transformar en poder comunicativo. Un recuadre operado por la
prensa, efectuado a partir del relato del poder decir que surge del poder hacer
del movimiento social. Una capitalización y despojo especializado.
La participación de Franco Ingrassia ha resultado
un detonante y estimulante, de nuevas dudas y algunas certezas, acerca de la
práctica de buena parte de las fábricas recuperadas que se reunieron
en Rosario, el viernes 10 y sábado 11 de octubre, en el Primer Encuentro
Nacional de Incubadoras de Empresas Solidarias. Giro marketinero para un nueva
metabolización capitalista de la antagonía subjetiva del trabajo,
desplegada por los Kirchner, Solá, Ibarra y compañía.
Paralelamente a este encuentro, aguijoneda por la represión del gobernador
kirchnerista Fellner, se produjo un preludio insurreccional: "El Jujeñazo".
Simultáneamente, unos pocos kilómetros mas al norte, un nuevo
Bolivianazo, mas radical que el de febrero último, acosaba al poder constituido.
¿Una anticipación de lo que vendrá en la Argentina? En
este contexto de incubadoras de empresas solidarias, la OEA, "la burguesía
nacional" y los creadores del eslogan "un país en serio", consentía
la represión al pueblo boliviano.
En Argentina como en Bolivia, ambos presidentes, fueron
electos con el 22 por ciento de los votos. Uno ya no está, lo barrió
la marea insurreccional. El Goñi
Kirchner, perdón Lozada, había asumido hace poco mas de un año.
Antes de caer masacraba al legítimo poder soberano: la multitud movilizada.
Nuevo sujeto histórico y encarnación de la actual composición
de la fuerza de trabajo en la era posfordista.
En un octubre agitado, La Vaca.org, retiraba de su página el texto RED
DE REDES de NPH. Esto no lo hizo nunca con ningún
autor, personal o colectivo. En su lugar cubren, profusa y mas o menos complacientemente,
en una suerte de espejo deformado con la Red de Redes, la experiencia de los
compañeros de "La Asamblearia"; el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas
(MNER-Murúa), sí, ¡Murúa!, el que le facilita el IMPA a
Ibarra y que fuera candidato a diputado por el barba Gutiérrez; y el
Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas (MNFR-Caro), sí, ¡El
abogado Caro!, el mismo que fue candidato a diputado por Aldo Rico.
Lo mas relevante no es que los periodistas de La Vaca.org hagan desaparecer
un texto del colectivo NPH. El material Red de Redes y NPH es para ellos solo
un pretexto. Sino que, lo sintomático, es que le daban de baja al único
trabajo que tenían publicado y que planteaba la perspectiva de una construcción
articulada de una experiencia social, económica y política anticapitalista.
La Vaca se había comprometido públicamente
en Roca Negra a difundir en su web el texto Red de Redes para la ronda del mes
de octubre. Se había establecido el tema Red de Redes, como parte de
la agenda previamente acordada por todos los integrantes de la Ronda de Pensamiento
Autónomo en Roca Negra (RPARC). Texto que si bien
fue redactado por NPH intenta reunir buena parte de la producción del
cerebro colectivo insumiso, no solo de Roca Negra y la Argentina, sino de los
innumerables aportes del movimiento universal anticapitalista. Con el trabajo
Red de Redes se buscó plasmar, para debatir en ronda, un conjunto de
prácticas e ideas que provienen de la elaboración de muchas manos
y cerebros en todo el mundo.
La Vaca recibió el material para
la ronda del sábado 4 de octubre unos cuantos días antes y, lo
publicó, recién el viernes a última hora. Pero esto no
termina allí. El día lunes subsiguiente al encuentro, el material
ya no estaba mas en su web.
Cada uno puede hacer lo que quiera con su página.
Pero algunos que pregonan, simpatizan o difunden la autonomía, con este
"recorte" informativo, ¿Qué tipo
de narración de la autonomía están fabricando? ¿Hay modos
de construcción de la autonomía que La Vaca.org tiene vedado difundir?
¿Hay reflexiones que no son capitalizables y subordinables, ni material ni simbólicamente
y, por lo tanto, son excluidas del relato de la autonomía?
Tomar un imaginario y descartar otro es una decisión voluntaria. Sesgar
"la información" resulta una acción discrecional. Caricaturizar
algunos ideas y difundir acríticamente otras, es una vieja y sutil práctica
política de la comunicación empresarial. Optar por unos y descartar
a otros se basa en una arbitraria y clara intencionalidad. Corresponderá
al movimiento y, a cada uno, sacar las enseñanzas pertinentes de este
tipo de prácticas de los periodistas de La Vaca.org.
De la crónica que hace La Vaca de las palabras de
Franco Ingrassia queremos destacar tres conclusiones:
1) "En esta época hay muchos espacios donde no está definido
cómo se va a reestructurar la cosa después de la crisis neoliberal".
2) "El Estado tiene dos maneras de funcionar como comando de la sociedad.
Por el lado de la represión, o la cooptación. Represión
y consenso".
3) "Charlando con los obreros de Brukman, te decían: con un patrón
no quiero volver a trabajar. Eso parece irreversible. La subjetividad siempre
es producto de la práctica. Y la práctica del obrero sin patrón
no existía".
Resulta vivificante el tipo de diagnóstico y pronóstico que
traza el compañero Ingrassia.
Se torna punzante, por mas fraternal que se quiera ser, plantear elementos que
rompan con "el nuevo sentido común cooperativo". Sobre todo cuando en
espacios que se reclaman anticapitalistas las observaciones críticas,
por el rumbo tomado hasta el presente, provocan incomodidad. Aún cuando
estos aportes provengan de los compañeros que participan de alguna experiencia
autónoma.
El anticapitalismo es astutamente caricaturizado y menospreciado. Mientras tanto,
para Murúa es fácil correr por izquierda al ministro Tomada, como
para La Vaca hacerlo con Ibarra. Pero posiciones como la de Ingrassia no son
fácilmente contrastadas. El capitalismo
no va a dar respiro a la autonomía antagonista y anticapitalista. Por
eso, no debemos asombrarnos de las prácticas y las palabras que vamos
a empezar a padecer, leer y escuchar en poco tiempo. Ya sea por parte del estado,
como de tanto vendedor suelto y a sueldo de renovadas utopías mercantiles.
Hasta hace poco tiempo los mismos que hoy se acercan a la
autonomía la despreciaban. Se burlaban. Decían que era una moda
pasajera. Pero estas prácticas e ideas se están nutriendo y difundiendo
con nuevos protagonismos sociales, grupales y personales.
Un peligro recorre al capital, el peligro de la autonomía. Por eso ahora,
como antes en el pasado aconteció con otras experiencias radicales, viene
la etapa de colonización de la autonomía por parte de "la gestión"
del estado, la subordinación al comando empresario y la apología
del "mercado solidario" por parte de sus escuderos mediáticos.
2.- Los representantes autonomistas:
En la lógica patronal figura, como estrategia del propio desarrollo empresario,
la matebolización de las prácticas del movimiento antagonista.
No pudiendo ya tapar el sol con la mano, apelarán a nuevos dispositivos
de cooptación y control.
Para ejemplo valga el caso de la legisladora Beatriz Baltroc. Que pasó,
en un lapso de dos semanas, del ARI de Elisa Carrió a coquetear con Zamora.
Mientras que terminó siendo electa por el Partido de la ¿Revolución?
Democrática (PRD), del "paladar negro kirchnerista" Bonasso. Baltroc
que ahora para asombro del movimiento, o no, denomina a su bloque Autonomía
Popular.
Algunos llenan su garganta y su discurso con la palabra autonomía. Haciendo
de ella su nuevo "nicho" de mercado. Da lo mismo si político o económico.
Para ellos, cualquiera de las dos formas, constituyen la autonomía en
código capital-parlamentario. Mientras
tanto operan desde su interior para mellar el filo anticapitalista de la autonomía.
Por eso censuran la difusión de un imaginario anticapitalista. Por eso
refrenan la encarnación colectiva de prácticas antimercantiles.
No hablamos aquí de condenar, por complicidad con el sistema, por el
solo hecho de ser periodista, político o gerente de las empresas recuperadas.
Tampoco rehusamos asumir la dicotomía, en la que está insumido
el movimiento antisistémico, mientras reproduce el capital como contracara
del trabajo asalariado. Ya que esta esclavitud es producto de la condena de
todos los productores que necesitan, para sobrevivir, vender su fuerza de trabajo,
pelear por los planes sociales o autoexplotarse.
De lo que se trata es de poder terminar,
de una buena vez, con el trabajo asalariado. Unica forma de poder finalizar
con el desempleo, el capital y el estado. Y en esto, evidentemente, algunos
no solo no son de la partida, sino que son fervorosos o cínicos adversarios.
3.- Empresa recuperada, de práctica autónoma
a cooperativa capitalista:
Instaurada la relación social capitalista, la autonomía subjetiva
del poder hacer se reproduce al interior, DENTRO DEL CAPITAL. Una permanente
y siempre renovada antagonía social; entre el trabajo vivo del productor
y el trabajo muerto acumulado por el capitalista. El trabajo precede al patrón,
es autónomo; es la energía viva que cambia la materia, produce
valor y reproduce el capital del empresario. Cuando la potencia del hacer de
los trabajadores deviene consciente; antagoniza con todo su cuerpo, no solo
con su cerebro, a la clase social patronal; transformando la autonomía
del trabajo en un combate social CONTRA EL CAPITAL. Para resultar anticapitalismo
la capacidad laboral necesita ir MAS ALLÁ DEL CAPITAL; no solo desarrollarse
en su interior, no solo estar en contra, sino superar la relación social
capitalista.
Vivir EN EL CAPITAL, vale decir, el trabajo como su contracara, es una tragedia
de millones. Vivir CONTRA EL CAPITAL es lo que intentan otros tantos. Pero vivir
MAS ALLÁ DEL CAPITAL, y abolirlo, es la tarea antagonista inconclusa.
Tarea que sin el accionar de la multitud que valoriza el capital con su trabajo,
tanto los que producen plusvalía absoluta como plusvalía relativa
(fordismo + posfordismo), no resulta posible realizar.
Mientras tanto los piqueteros autónomos, las asambleas con economías
solidarias y la autogestión fabril resisten. Estas prácticas no
deben hacer de la necesidad virtud. Resistir
es una forma de soportar insumisamente el arrazamiento del poder.
Los rebeldes pueden, y muchos quieren, aspirar a mas. Las propias ilusiones
operarias de que siendo dueños de su unidad productiva se acabó
con la expoliación, van a resultar contrastada con su propia práctica.
No hay un mercado "bueno" del capitalismo
obrero, contrapuesto a un mercado "malo" patronal.
Por un tiempo algunas cooperativas gozarán de mayores ingresos producto
del ritmo demoledor que impriman a su propia energía los trabajadores.
Un ciclo laboral que no distará mucho de cuando los asalariados tenían
al patrón en la fábrica.
En las fábricas recuperadas se está
incubando, no trabajo anticapitalista, sino una neo-subsunción formal
o plusvalía absoluta. A esto el poder le llama descaradamente
empresas solidarias. Mucho valor de cambio del nuevo trabajo vivo y poco valor
de uso del trabajo inanimado acumulado como máquina. El contenido y el
destino de la producción no se diferencia en demasía con lo viejo;
por mas que en cada fábrica se escuche música, se tomen las decisiones
de manera asamblearia y todos ganen igual.
El elemento número uno de valorización de las mercancías
obreras vuelve a ser, como en los orígenes del desarrollo de la gran
industria, los ritmos brutales que se autoimprimen, en esta oportunidad, la
fuerza de trabajo cooperativo.
Por supuesto algunos integrantes de empresas recuperadas ganarán mas,
porque sencillamente se explotarán mas. Se
reimplanta la ley del cambio del trabajo por su valor monetario; la "conquista
del salario digno" y la lógica de producción de mercancías;
en desmedro de la ley del uso sin valor de lo producido y la autogestión
generalizada.
Por otro lado, este no es mas que el desarrollo de toda
industria que continúa operando en los márgenes capitalistas.
En los tiempos hegemónicos de la subsunción real o inclusión
de toda la sociedad en el capital sobrará, cada vez mas, trabajo asalariado.
Pero, valga la paradoja posfordista, esto no significa que no se desarrolle
en manos obreras un mercado que fuera descartado por el capital posfordista
dominante. Y que, ahora, será tomado por los propios operarios; ya que
estos tienen todavía la posibilidad de generar un excedente de su propia
producción al haber eliminado la plusvalía de la que se apropiaba
cada patrón que abandonó la empresa.
Producto de la compraventa, el jugo de la
energía obrera va a volver al capital dando un rodeo previo a través
del comercio. Una nueva enajenación se cierne sobre
los trabajadores: la ilusión de un mercado popular y solidario. Y tiene
base sólida, ya que si se entiende a la relación expoliador-exprimido
como un vínculo personal (patrón fugado-obrero okupa), el operario
ya habría resuelto la antagonía de clase al sacarse al empresario
de encima, por lo tanto, para él, se acabó el capitalismo y la
explotación.
Se toma la empresa y se le dice adiós al patrón. Pero la competencia,
el dinero y el estado, exceden las cuatro paredes de la fábrica. En la
escena primaria del trabajo autogestivo ya no queda rival de clase a la vista.
Pero justamente como el capitalismo es sobre toda las cosas una correlación
social, una sujeción de personas mediadas por las cosas, no una exclusiva
relación obrero-patrón; los antagonismos superan el estrecho campo
de visión de la empresa, abarcando a la sociedad y al mundo en su conjunto.
Para los obreros okupas comienza un nuevo ciclo inscripto en el capitalismo
hegemónicamente posfordista, que alberga y desarrolla en su interior
formas económicas híbridas.
No hay posfordismo en el fordismo. Ya que
en el dominio de la plusvalía absoluta no hay inclusión plena
de la sociedad en el capital.
En cambio si habrá fordismo en el posfordismo. El reinado del trabajo
muerto o tecnológico, la plusvalía relativa sobre el trabajo vivo,
sí permite re-incluir cuotas de plusvalor absoluto. En este caso proveniente
de la empresa cooperativa.
También dan cuenta de esto la creación de
nuevos empleos asalariados en las ramas trabajo-extensiva. Además se
produce un aumento de las horas trabajadas, un plus-trabajo. Este no es mas
que un eufemismo capitalista para innominar al plus-valor absoluto como modo
por excelencia de la prolongación de la jornada laboral. Y, por lo tanto,
el aumento de plus-trabajo que produce mas plus-valor acumulable como plus-valía
a los fines de que los empresarios valoricen e incrementen su capital. O, lo
que es lo mismo que decir, un ritmo de producción lo mas prolongado y
extenso posible, complementario a los despidos y al trabajo intensivo de la
plusvalía relativa del posfordismo.
En el posfordismo; subsunción, subordinación o inclusión
real del trabajo en el capital, o el imperio de la plusvalía relativa;
se reduce la porción del tiempo socialmente necesario que dedica la clase
de los productores en la jornada laboral para reproducir su energía pagada
como salario; al mismo tiempo que mas horas del día se transforman en
plus-trabajo.
Por lo tanto no es casual que el empleo
creado desde la devaluación provenga mayoritariamente de la Pequeña
y Mediana Empresa (PyME). Explotando en mayor extensión, o absolutamente,
la fuerza de trabajo proveniente de las industrias trabajo-extensiva de la construcción,
naviera, textil, del calzado y metalmecánica.
En ellas el posfordismo no resulta hegemónico, sino
el tallerismo. Y, en todo caso, en las unidades productivas mas desarrolladas
un fordismo en transición al posfordismo. La forma de producción
de estas PyMEs, al no haber alcanzado el modo posfordista de maximización
capitalista, precisa mas fuerza viva para competir contra los capitalistas posfordistas
del trabajo inanimado. Posfordismo como capital tecnológico que contiene
el trabajo vivo pretérito, encerrado y capitalizado en las máquinas
por los patrones del trabajo muerto.
En esta lógica del resurgir de la
plusvalía absoluta, que viene a socorrer al capital, es que las fábricas
recuperadas actuarán como un neo-fordismo-operario al interior del posfordismo
dominante. El capital reproduce el tipo de asalariado que
necesita en cada etapa histórica. En este caso un fordismo que no lo
puede ejecutar directamente el patrón mas tecnificado; ya que la necesidad
de vencer a sus competidores, mantener su tasa de ganancia y controlar la antagonía
obrera fordista, lo llevó a revolucionar la técnica y, por lo
tanto, al desempleo crónico de la fuerza de trabajo posfordista.
Será una producción de plusvalor absoluto con formas inéditas
para el capitalismo argentino; practicado por el obrero okupa que fuera descartado
por sus viejos patrones.
Los operarios, técnicos y profesionales recuperadores; comprensiblemente,
antes que padecer la condena del desempleo toman a la autoexplotación
como "vivir en el cielo". Triste absurdo posmoderno del estado y el mercado:
provocar el autoconvencimiento de los trabajadores que al cielo ya no se lo
toma por asalto.
Si las empresas recuperadas no se interconectan muchas quedarán en el
camino. Pero aún funcionando en red para desarrollar un "mercado obrero"
que mantenga la tasa de ganancia para poder competir, antes o después,
el pasaje a una mayor tecnificación y el reinado del trabajo muerto (del
que ellos son su producto) tocará a la puerta de cada fábrica
"exitosa". De lo contrario estas fábricas productoras de plusvalor absoluto,
empardarán con sus ritmos de trabajo a las maquiladoras mexicanas o las
fábricas de sudor del sudeste asiático.
Mientras se autoexprimen, si quieren permanecer
en el mercado, necesitan producir mas plusvalor. Y para esto precisan mas asalariados.
¡Cruel dilema posfordista!, los propios obreros expulsados del circuito del
capital terminan siendo empleadores de su propia clase. Cooperativas capitalistas.
Patrones.
Pero aún la empresa en manos obreras y el plusvalor
absoluto marcará los límites propios del desarrollo formal del
capitalismo cooperativo. Para progresar en la competencia las cooperativas deberán
tecnificarse y orientarse al desempleo estructural de las que fueron su génesis.
Si solo aspiran a sobrevivir en el capitalismo, reduciendo los ritmos del ciclo
de fabricación y circulación de su mercancía, evitando
asimilar su funcionamiento a las formas de producción de cuando estaba
el patrón en la empresa; las cooperativas deambularán en la mera
subsistencia, el subconsumo y la resistencia perpetua.
En el caso de conformar una red, transformará
cada unidad productiva en un nudo capitalista. Cada fábrica será
un patrón. Cada empresa un capitalista colectivo.
Al comienzo de todo este proceso el patrón se fugó
o lo echaron. Se acabó la plusvalía, fin del primer acto. A continuación
se pone la fábrica a producir, comienza un nuevo ciclo de la mercancía,
fin del segundo acto. Luego se vende lo producido, y aquí las cosas se
ponen mas complicadas, las aguas se enturbian y aparece la mercancía
que tiene incluida para su venta el trabajo obrero. Fin del tercer acto.
El plusvalor que aporta al capitalismo cada
fábrica, o "la red solidaria cooperativa", queda incluido en el trabajo
contenido en las mercancías que produzca, su expresión como valor
de cambio y su representación en moneda. La trampa capitalista está
tendida: una producción que desde su origen nace para ser vendida, intercambiada
por dinero y reinar en el comercio, encierra a la potencia del trabajo anticapitalista
en los márgenes del mercado.
En su origen se toma la empresa y se produce el efecto "trabajo
sin explotación", o lo que es lo mismo, trabajo sin salario. Posteriormente,
sin haber vencido al capital, el trabajo cooperativo se transformará
en trabajo asalariado, expresado en el valor de cambio monetario de lo fabricado
y, por lo tanto, el trabajo obrero resulta succionado por el mercado en su conjunto.
El mercado es un enlace colectivo que posee asimetrías (¡sí sabrá
de esto los propios empresarios quebrados!) Constituye la expresión económica
y subjetivamente cosificante de la relación social capitalista. Una ligadura
que supera las fronteras de la fábrica, esté o no, en manos obreras.
Si la relación capital-trabajo queda
subsumida en una mera contraprestación personal, la expoliación
extra-fabril queda invisibilizada. El mercado no se ve, el patrón fugado
sí. El estado no se ve, los gerentes políticos sí. La energía
contenida en la mercancía no se ve, los billetes contantes y sonantes
del salario sí. La capitalización de esta experiencia por el capital
no se ve, la cooperativa que se reintegra a la producción sí.
El trabajo vuelve al corral del capital. Aunque el dominio
de la empresa esté en manos obreras su producción queda usufructuada
por un patrón. En este caso un empresario impersonal, pero no invisible,
una conexión colectiva que contiene a todo los capitalistas y subordina
al trabajo: el mercado. Circuito de intercambio y acumulación. Terreno
por excelencia del capital y del estado.
El dinero oculta, disfraza, fetichiza la
compraventa de mercancías de magnitudes diferentes. De un lado la fuerza
de trabajo de los obreros reapropiadores y su valor de uso, pero que al vender
su producción en el circuito mercantil se constituye en valor de cambio
y su pago monetario. Del otro lado los capitalistas que
comercian con los obreros apropiadores. Que no solo seguirán exprimiendo
a los empleados de sus unidades productivas; sino, que en el intercambio que
incluye a las empresas recuperadas trasforman el comercio en circulación
de su propio capital y al dinero pagado por la producción cooperativa
en el salario de los obreros autogestivos.
Porque compañeros, nunca olvidemos, el dinero, el trabajo asalariado
y el capital son relaciones sociales y no cosas. El capital se representa como
una cosa, pero no es una cosa. En todo caso la fábrica y el dinero son
capitales en tanto actúen como un encadenamiento social entre las personas.
Una relación social intermediada por las cosas.
El capital no es, en sí, una fábrica; el capital no es, en sí,
un billete. El capital es, para sí, una empresa o dinero. En
una sociedad donde quede abolido el trabajo asalariado y por lo tanto el capital,
la moneda se vuelve, en sí, superflua. No hace falta dinero, para
así, transformarlo en mas capital circulante, o salario, que compra nuevo
trabajo para así valorizar el capital fijo de la empresa. El valor de
uso y consumo, o el uso sin valor de lo producido, no precisa de ningún
valor de cambio, no necesita dinero, no precisa capital. No hacen falta mediadores
mercantiles. La potencia del hacer, y su distribución en común
por parte de los productores, recluye al museo de la historia al dinero, el
salario y el mercado.
El capital es una relación universal que se representa como medios de
producción y mercancía, y que precisa para sobrevivir adaptar
su funcionamiento a cada formación social concreta. En el caso Argentino
necesita reconvertirse para afrontar los desafíos históricos (simbólicos,
imaginarios y reales) que significó la apertura epocal, que irrumpe como
acontecimiento colectivo, a partir de la gesta popular del 20 de diciembre de
2001. Necesita responder al reto que le plantea el aumento periódico
de las apropiaciones de empresas en manos obreras; además de las ya dos
centenas de fábricas tomadas, las asambleas que resisten y los piqueteros
insubordinados.
El capital reinstaura el salario de los
trabajadores y, por lo tanto, la gestión obrera no supera el umbral capitalista.
Ya que, donde haya trabajo asalariado, hay capital. Esté o no el patrón
adentro de la fábrica.
Los capitalistas siguen reproduciendo la fuerza de trabajo
de los obreros que ahora ocupan las empresas de sus ex-competidores capitalistas.
Habiendo abandonando el poder autónomo del hacer a mitad de camino; y
la antagonía como ejercicio social de los trabajadores contrapuesto a
los patrones como clase social contraria a sus deseos e intereses; el salario,
la circulación de mercancías y la ganancia empresaria resulta
un lazo global que termina recapturando a los obreros cooperativos. Siendo el
intercambio mercantil el nuevo "asalariador" de los empleados des-asalariados
que tomaron la fábrica y, los capitalistas, los apropiadores del trabajo
de los proletarios reapropiadores. Acopiando de este modo los empresarios la
producción cooperativa. Una nueva forma de acumular capital aportado,
como siempre, por las neuronas y el músculo obrero.
Para los empresarios resulta vital reintroducir en el circuito de la moneda
a los obreros insumisos. El dinero vuelve a comprar la fuerza de trabajo y lo
producido por esta energía queda encerrada en la mercancía cooperativa.
De su circulación, que es circulación del salario como capital
y del nuevo trabajo como mercancía, resulta el medio para acumular mas
plusvalor y valorizar el capital puesto en juego por los propios patrones.
Se compra la producción a los obreros
cooperativistas, es decir, se vuelve a comprar su fuerza de trabajo. Si los
cooperativistas no acumulan sus ventas no producen capital. Sin capital no podrán
sostenerse en la competencia mercantil contra los empresarios, competencia en
la que ellos mismos se han reintroducido. Y si valorizan su trabajo acumulándolo,
estarían acopiando como cualquier patrón sus ganancias. Haciendo
de su producción de mercancías solo el pretexto para circular
su propio capital y valorizarlo como cualquier burgués.
El trabajo vivo de los obreros cooperativos se constituirá
en una rueda de auxilio para los patrones del trabajo muerto. La crisis de sobreproducción
posfordista; relacionada con un trabajo nuevo que valoriza cada vez menos el
trabajo viejo y, por lo tanto, la caída del valor del trabajo vivo producto
del trabajo inanimado acumulado como capital y máquina; será mitigada
por las cooperativas en beneficio de los patrones posfordistas.
Para el patrón posfordista del trabajo
viejo y muerto, el trabajo nuevo y vivo del MNER y el MMFR viene en su ayuda.
Valorizarán su capital con, y aquí la novedad de esta época,
una cuota de trabajo obrero neo-fordista proveniente de las fábricas
tomadas.
Mientras que los patrones hiper-tecnificados continúan
expulsando mano de obra, acrecientan sus capitales con la tercerización
y expropiación del trabajo cooperativo. Los obreros tienen su fábrica,
pero los capitalistas vuelven a tener la energía obrera a su disposición.
Posfordismo patronal y neo-fordismo obrero
quedan resoldados. Plusvalía relativa y plusvalía absoluta se
reconcilian por un tiempo. Encontrando el trabajo muerto acumulado; o capital
tecnológico del posfordismo y su tasa de ganancia en declinación;
nuevas víctimas de donde succionar trabajo vivo (única fuente
de valorización del capital). Vampirizando, de esta forma, el trabajo
bajo gestión obrera.
Al no haber abolido los trabajadores el mercado; cooperativa, compraventa, pago
de salario y acumulación de capital vuelven a rencontrarse.
Nuevas antagonías surgirán de este inédito desarrollo del
capitalismo. La potencia subjetiva del trabajador mantiene latente una crisis
perpetua con los medios objetivos de producción. Medios que extienden
la dominación patronal mas allá de la fábrica tomada. El
conflicto económico, por la competencia en el mercado, potencia la antagonía
social de la clase productora. Tal o cual fábrica tomada pasará
a contraponerse a la clase empresaria en su conjunto. Y no a tal o cual patrón
que se fugó.
La condena colectiva al salario, por parte
de los productores, toma dimensión universal. Es un sistema el que somete
al trabajador. No, este o aquél patrón.
La colonización económica de lo social, o biopoder, se encarna
en el estado como dispositivo dirigente de la vida, o biopolítica. Para
desconectarse de la matrix capital-parlamentaria no alcanza con los éxodos
personales, la autonomía insular o la automarginación.
Para liberarse no basta con tomar la fábrica. La antagonía entre
los patrones y los asalariados es social, como social su resolución.
La liberación económica del
trabajo resulta incompatible con el dominio y control, de lo social, por parte
del Estado-nación. La forma estado, como forma del
capital desmembra lo organizado, incorpora lo sumiso y reprime lo indisciplinado,
de todo intento de bioproducción emancipada.
La abolición completa de lo político
(como ámbito parasitario de lo social) no puede ser efectuada exclusivamente
desde las indispensables, pero insuficientes, tomas de empresas. Como los asambleístas
y los piqueteros tampoco pueden, por si solos, eludir la reconversión
del nuevo ciclo de capital que se produce delante de sus ojos.
Autonomía fabril, piquetera y asamblearia necesita intervenir, antagonizar,
contra el capital y su estado que trabaja noche y día para cerrar la
crisis. Evitando que las fracturas al orden de lo instituido, realizadas por
el movimiento pos 19 y 20, se suelden. Impidiendo que las propias prácticas
antisistémicas purguen la indigestión del trabajo muerto posfordista
con el remedio de un nuevo trabajo vivo insumiso. Trabajo vivo que siendo digerido
y transmutado en poder político termina incorporando las acciones desafiantes,
de la autonomía, a su propio desarrollo.
La lucha capital-trabajo precisa superar
las dicotomías parciales del tipo: patrón fugado-obrero okupa.
La oposición irreductible resulta: empresa okupada, locales asamblearios
recuperados y piqueteros que producen, prefigurando la potencia material y subjetiva
del poder constituyente de la multitud. Un entrelazamiento y mixtura de un conjunto
de prácticas autónomas irreconciliables con el mercado.
Territorios liberados de las condiciones
del trabajo asalariado. Un contrapoder integrado por diferentes poderes populares.
Un área autónoma, material y subjetiva, del conjunto del movimiento.
Y no el aislamiento de las empresas recuperadas, los talleres piqueteros y los
locales asamblearios. Todos estos espacios "liberados" necesitan ser entendidos
por el movimiento, no como exclusivas conquistas personales y grupales sino,
como conquistas sociales.
El deseo de liberarse precede a la voluntad de articularse. Mientras continúa
resistiendo en un país hegemónicamente capitalista, y de aquí
la necesidad de una autonomía antagonista, el movimiento está
empantanado porque la voluntad de sus participantes no desea, por el momento,
organizar los diferentes espacios. Transformándolos en territorios efectivos
de trabajo liberado.
Gestión obrera, mercado y administración política estatal,
reubica a los empleados; luego de la toma de la fábrica y a los fines
de evitar una renovada esclavitud salarial; ante la necesidad de una modificación
completa del modo de producción, distribución y consumo. Una revolución
social. Forma de resolver radicalmente, y sino no se resolverá, el conflicto
social entre clases contrapuestas.
La toma obrera abrió el camino. La imposibilidad de modificar una situación
que solo se resuelve de conjunto permite, a la nueva subjetividad obrera okupa,
ser consciente de que siempre hace falta ir por mas, ir por todo. La toma del
conjunto del aparato productivo a los fines de poder desarticular a los empresarios
y al estado como relación social de control y dominación del trabajo.
Ir por el trabajo inanimado acumulado como capital posfordista. O dicho de otro
modo, ir por la propiedad tecnológica como trabajo pretérito expropiado
por los patrones a los asalariados e inscripto en la máquina, la línea
de producción robotizada y la computadora. Liberando, de esta forma,
al trabajo de los patrones industriales urbanos, de los servicios públicos
privatizados, los insumos y de los capitalistas de la expoliación rural.
La liberación de la potencia del
hacer. Sin que nadie mas que los productores
goce de lo hecho. No solo la innecesariedad del salario sino, la emancipación
del tiempo dedicado al trabajo-funsión. Reproducción de la vida,
como la condena del trabajo, reducida a su mínima expresión hasta
su total automatización. Autogestión generalizada y república
asamblearia. Disolución de la necesidad del salario, del mercado y el
estado.
Si la clase asalariada quiere dejar de ser dominada por
la clase empresaria debe concluir con todo tipo de "asalariamiento" de su trabajo.
Evitando reeditar la condena salarial desde la empresa tomada. Impidiendo quedar
subsumida su energía del hacer en una nueva acumulación del capital.
La disyuntiva de las empresas recuperadas
se ubicará: entre transformar las okupasiones en un neo-fordismo-operario;
o la liberación completa laboral del salario, del capital y del estado.
Entretanto se desarrollará, con nuevas formas, la
desproporción de la potencia obrera y su sometimiento por el comando
del capital. Asistiremos a una dicotomía desgarradora entre la decisión
obrera que okupó la empresa para volver a producir; y una nueva enajenación,
expropiación y acumulación de su trabajo. Una confrontación
entre el trabajo como fuerza viva y autónoma del poder hacer, y el capital
como su contracara cosificante del trabajo muerto, acumulado y parasitario de
lo hecho.
La economía paradojal que está en marcha, donde los trabajadores
cooperativistas aportarán nuevas cuotas de plusvalía absoluta,
incrementará la tensión entre la autonomía del trabajo
y la heteronomía del capital. Provocando un antagonismo, capital-trabajo,
mas acentuado que antes de la toma de la fábrica. El mercado y el estado
agudizan su carácter parasitario y externo al interior del trabajo fabril
cooperativo. Para la fuerza obrera, lucha económica y lucha política
se reunifican. Economía posfordista y política capital-parlamentaria
se concentra en una sola intersección: la acumulación del hacer
cooperativo como capital; y la defensa estatal del orden constituido.
Para los obreros reapropiadores se disuelve
la distinción entre el estado y el capital como campos separados. Ambos
en su forma de uno, el capital-parlamentario, pasa a ser su opuesto, su antagónico,
la expresión de su condena. La
lucha económica por liberarse del mercado, como patrón de patrones,
se vuelve irreductible contra el estado que actúa como la representación
de lo político y administrador de la vida. Ambos, mercado y estado, parásitos
de la producción autónoma de la fábrica tomada.
La autonomía productiva de los obreros
reapropiadores y su antagonía al capital, necesita, para liberar al trabajo
del capital abolir al mismo tiempo su expresión bifronte: mercado y estado.
Lo económico y lo político. El capital-parlamentario.
La antagonía es
la relación social consciente que contrapone el trabajo al capital.
Una relación social irreconciliable. Una contradicción irreductible.
Una práctica que permite unificar la autonomía política
de los trabajadores; como administración del hacer común, o como
la administración común del hacer; con la antagonía a los
patrones como clase social que busca capitalizar lo hecho.
Donde hay trabajo asalariado hay trabajo genuino pero no digno. Hay trabajo
capitalista por mas que los obreros lo llamen solidario o adopten la forma de
una cooperativa. Hay autoempleo, autoexplotación y expoliación.
No anticapitalismo.
El mercado y el estado, el salario y el capital resultan expresiones de la naturaleza
antagónica de las diferentes clases. Si bien en la producción
y el intercambio se establecen vínculos directos, y cara a cara, las
clases no son el producto de conexiones personales sino globales. Constituyen
relaciones sociales y no individuales. Relaciones de clases sociales mediadas
por cosas.
En el posfordismo no hay acumulación y reproducción autovalorativa
de los empresarios, sin subsumir a la fuerza viva de la sociedad en el capital.
Las clases, mas que nunca, son la manifestación intensa y extensa de
las antagonías sociales o lucha de clases.
Pero a su vez el posfordismo es la
transformación del trabajo social en trabajo inanimado automatizado.
Una potencia del hacer metamorfoseada en capital tecnológico hiper-valorizado.
Tornando cada vez mas escaso el trabajo socialmente necesario para autovalorar
el capital. Una fábrica social de plusvalía relativa. Se produce
cada vez mas, pero se necesitan cada vez menos empleados. Los desempleados se
transforman en una legión permanente de parados.
Las fábricas de los empresarios, que pierden la batalla
por la competencia, resultan abandonadas y sus asalariados despedidos. Los capitalistas
posfordistas que vencieron precisan encontrar, fuera de su fábrica, nuevo
trabajo vivo que incremente su capital. El trabajo queda difuminado socialmente
en cada partícula de energía productiva. Entra en escena la necesidad
de una nueva forma de plusvalía absoluta. Es aquí donde el trabajo
cooperativo de la empresa recuperada resulta funcional al mercado, resultando
vampirizado por los patrones mas tecnificados y poderosos. Es aquí donde
los trabajadores determinarán si deciden volver a someterse a esa relación
social de expoliación, lucro y acumulación que se denomina capitalismo.
O muy por el contrario, es aquí donde los trabajadores tomarán
consciencia de que la abolición del capital no resulta una asignatura
personal sino una práctica multitudinaria.
Mientras el capital busca la manera de salir
del atolladero posfordista del trabajo muerto, la nueva forma política
que adopta es el Estado de excedencia (para el capital sobran personas),
es un control inestable ya que descarga y concentra la contradicción
social en el ámbito estatal.
El capitalismo es un estadio histórico del desarrollo
de las clases. Y estas como tales, solo pueden ser sociales. Sin extirpar de
raíz todo tipo de mercado, por mas que se tomen miles de fábricas,
habrá capitalismo. Si las cooperativas continúan subsumidas por
el capital seguirá habiendo patrones, obreros y clases subalternas.
Patrones y asalariados son clases encontradas
con intereses antagónicos. En
el capitalismo paradojal en desarrollo, se producirán nuevos antagonismos
entre el capital y el trabajo. Al mismo tiempo se desarrolla una nueva forma
de revolucionar la técnica de producción (capital tecnológico
y hegemonía del trabajo muerto sobre el vivo); las relaciones de producción
(plusvalía relativa del posfordismo + plusvalía absoluta del neo-fordismo-obrero);
y las relaciones sociales (comando parasitario capital-parlamentario y autonomía
del trabajo).
Ante una crisis mayúscula del capital y su comando estatal, como la de
fines de diciembre del 2001, y ante el peligro de una revolución social,
estamos presenciando, una vez mas, una revolución preventiva en el modo
de producción capitalista. Unica forma que tiene, en el capital-parlamentario,
las clases dominantes para conservar su hegemonía tecnológica
en lo económico, plusválica en lo social y comandante en lo político.
Una subordinación propiamente capitalista
de la sociedad en el capital (la matrix posfordista) + una subordinación
meramente formal de la energía viva del trabajo en el capital (obreros
cooperativos, cartoneros recicladores, asambleas con redes solidarias y economía
popular piquetera).
Estos límites, que los propios obreros empiezan a
ver, son superables. Siempre y cuando se desprendan de tanta ilusión
cooperativa cuyo objetivo es producir para el mercado. Un circuito capitalista
por mas que la fábrica se llame "poder obrero y viva el anticapitalismo".
Algunas empresas recuperadas buscan su lugar
bajo el sol mercantil. Pasar de operarios de un pequeño o gran patrón;
a ser nodos autoexprimidos en una red cooperativa integrada por capitalistas
colectivos enanos.
La comprensible desesperación que acarrea reproducir la existencia, para
aquellos que solo tienen para vender en el capitalismo su fuerza de trabajo,
lleva a los obreros a confiar en una nueva simbología ¿un fetichismo
obrero?, la creación de su propia marca. Un logo
cuya publicidad para los Caro y los Murúa podría ser algo así:
"Señora mamá cómprenos a nosotros, somos obreros buenos
que no hacemos la revolución y en algún tiempo hasta le vamos
a dar "trabajo digno"... ¡sí genuino!... ¡sí asalariado!, a su
propio hijo". Como vemos, para algunos, a cualquier cosa se la puede llamar
anticapitalismo.
4.- Autonomía, poder constituyente y Red de Redes:
El asambleísmo, la autogestión generalizada, el valor de uso por
sobre la compraventa y el poder constituyente que de ellos se desprende, funda,
el autogobierno de la multitud.
Muchas veces se pregunta: ¿Qué es la autonomía? ¿Será una
identidad múltiple en gestación? ¿Acaso una constelación
intergaláktica incandescente? ¿Una sopa de nuevos significantes en tránsito
al universo conjuntivo que explora su institucionalidad constituyente? ¿Una
red de redes? El nombre es lo de menos. El área autónoma precisa
de un hacer articulado, que sirva para el despliegue de la potencia del movimiento;
potencia, que como tal, siempre estará inacabada.
Una red de redes como interface de las prácticas del monstruo constituyente
de "mil cabezas". Una criatura antiestatal que ya está germinando desarticuladamente
y cuya organización efectiva dejaría a mas de uno, y una, sin
poder succionar del combustible de los anhelos autónomos que se obstinan
en aplazar. Entretanto, torpedean su concreción para así continuar
facturando las esperanzas. Mas burdamente o mas sutilmente, refrenan el movimiento
antagonista defendiendo el mercado y el estado en sus diferentes variantes:
incubadoras, trabajo asalariado y redes "progres". Personajes que se dicen autónomos
pero que tienen vedado, por conveniencia o autismo, ejercer LA política
de lo social mas allá de LO político como patrimonio de lo estatal.
O lo que es lo mismo, practicar la reproducción de la vida mas allá
del comercio.
Una red de redes, como la expresión
pública no estatal de una confederación asamblearia de la potencia
del hacer. Un contrapoder de contrapoderes efectivo. Un movimiento de movimientos
que construye las bases superadoras de la actual sociedad; mientras se cocina
a fuego lento una nueva insurrección, cuyo preámbulo fue el 19
y 20, que termine barriendo todo vestigio del viejo mundo. Un programa de acción
permanente. La organización social como táctica y plan. Una república
asociativa del valor de uso. Un poder constituyente que gelatinice los diferentes
poderes populares, al mismo tiempo que no lo solidifique en un frío poder
constituido. Un complejo rizomático que, por la forma de su propia constitución,
impide su centralización y por lo tanto su dominio. Una nueva especie
social en permanente transformación arborescente.
El propio Murúa ahora apela a que la experiencia del MNER es anticapitalista.
Que el capitalismo está agotado. Que está contra la propiedad
privada.
La lucha antiglobalización empezó
apelando al NO LOGO. Pero ahora, algunos antimundialización descafeinados,
demandan a los obreros reapropiadores que hagan su propia marca: su ¡SI LOGO!
Pues bien, lo omita, lo tergiverse y lo niegue quien lo niegue (Murúa,
Caro, Klein, La Vaca) sin abolir el estado, la oferta y la demanda y el trabajo
asalariado la que seguirá gobernando es la sociedad capitalista.
En el mejor de los casos, el MNER, el MNFR y las redes solidarias,
lo que están tejiendo es un mercado híbrido o "sui géneris".
Que puede resultar anticapitalista. O no. Pero que, en el aquí y el ahora,
está a mitad de camino entre el capitalismo y el potencial anticapitalismo.
El movimiento hasta hoy a dado valiosos pasos. Lo que no ha sido poco, pero
han resultado insuficientes para vencer al capitalismo.
Por ahora una parte del movimiento puede
decir "Final feliz" y tomarse, momentáneamente, un peligroso recreo.
Otros pueden pintar, con vistosos colores, la píldora envenenada de la
autonomía desafilada y empantanada. Al mismo tiempo la multitud pergeña,
y practica, nuevos y mas ambiciosos fines sin finales.
Mientras tanto la crisis capitalista hace buena parte del
trabajo, aunque nunca hay que olvidar, que no hará la parte que nos corresponde.
Antagonizar al capital-parlamentario.
Autonomía material constituyente.
Fraternidad de los oprimidos.
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
30 de octubre de 2003