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Opiniones

6 de noviembre del 2003

Debate con Toni Negri
Multitud y poder constituyente: Una crítica marxista

Ruth Werner y Facundo Aguirre
LVO 128
En estos días visita la Argentina el filósofo autonomista Antonio Negri. En sus distintas presentaciones expuso muchos de los conceptos centrales de su obra política.

Más allá de las diferencias que nos separan de sus posiciones, reconocemos en Negri una actitud valiente que resistió la capitulación de la intelligentzia a la democracia burguesa. Valoramos su distanciamiento de los que centran la acción política en la colaboración con la burguesía y el posicionamiento dentro del estado capitalista; así como su rechazo al stalinismo y a la viabilidad del "nacionalismo" burgués. Compartimos con él la idea de que la lucha contra el capital tiene como fin el comunismo, una sociedad sin clases y sin estado, de productores libres asociados, donde las necesidades de la subsistencia material sean superadas y las capacidades creativas del hombre se desarrollen libremente, despojadas de las ataduras de la necesidad.

Es con este espíritu que queremos señalar algunas de nuestras críticas a las posiciones de Toni Negri con respecto a su concepción sobre la multitud y el poder constituyente.

Multitud y pueblo. La clase obrera y el estado

Para Toni Negri las respuestas políticas y teóricas del marxismo sobre la lucha de clases y la revolución no son ya capaces de guiar una praxis subversiva de la realidad contemporánea.

Según este pensador, el capitalismo ha entrado en la época del Imperio, donde el estado-nación característico del imperialismo "está desapareciendo de la escena mundial"1. Siendo "la lucha de clases, (la que empuja) al Estado-nación hacia su abolición"2. El sujeto de este nuevo antagonismo es la multitud que reaparece en la escena política luego de haber sido desterrada primero por la tradición liberal y luego por la socialdemocracia.

Otro pensador autonomista, Paolo Virno define a la multitud en contraposición al concepto de pueblo cuando afirma que en la filosofía política clásica el pueblo "está estrechamente asociado a la existencia del Estado"3, mientras que la multitud es "aquello que no ha aceptado devenir pueblo, en tanto contradice virtualmente al monopolio estatal de la decisión política"4. Dicho de otra manera la idea de pueblo presupone la política como expresión de una voluntad general, cuya síntesis se encuentra en el poder del estado y cuyos instrumentos de representación son los partidos. Mientras, que la multitud se reconoce sólo en su hacer, autorrepresentándose políticamente.

El antagonismo entre pueblo y multitud, retomado por Virno, tiene su origen en las revoluciones burguesas. Desde el surgimiento del conflicto entre la burguesía y el proletariado había sido disuelta. A partir de entonces el estado como manifestación de la voluntad general es una ficción; la moderna lucha de clases lo ha desnudado como instrumento de fuerza del capital que impone su potestad y construye su hegemonía sobre los trabajadores y las clases explotadas.

La idea de pueblo subsiste políticamente -en el reformismo- como figura de una alianza policlasista estructurada alrededor del estado-nación -en el llamado Tercer Mundo- y del estado de bienestar -en los centros imperialistas- tal como correctamente denuncian Negri y Virno. Sin embargo, la recuperación del concepto de multitud, como aquello que no se integra en el estado, no logra superar al postulado liberal- socialdemócrata, ya que de por sí es imposible que surja una multitud capaz de expresar una voluntad común de la sociedad en oposición al estado burgués, ya que como dijimos existen clases con intereses contrapuestos, y el estado como institución de dominio clasista, es garante del privilegio y la desigualdad.

Para el pensamiento autonomista, la multitud actual surge con la crisis del estado y de los viejos mecanismos de la representación política. El desafío de la nueva clase obrera es reconocerse multitud, recuperando el dominio sobre el trabajo, creando nuevas formas de vida alternativa, disolviendo así los vínculos basados en las relaciones sociales capitalistas. Ya no se trata entonces para la clase obrera de organizar sus fuerzas en forma independiente de la burguesía y de articular una alianza de clases opuesta al poder burgués sino de (llega a decir Negri) "Hacer sociedad (lo que) significa hacer multitud. Re-apropiación de los nexos administrativos: poner los pies en las instituciones, sobretodo aquellas municipales y próximas a los ciudadanos, es absolutamente fundamental porque somos capaces de hacerlo, porque no existe más el riesgo de estar sometidos por el poder"5. Dicho de otra manera, disolver el vínculo capitalista sin destruir la institución de su dominio, sin liquidar la propiedad privada de los medios de producción, sin derrocar por la lucha el orden existente.

Tanto los que predican que la clase obrera debe hacerse pueblo, en el sentido de reconocerse en el estado capitalista y por ende asumir la política de la conciliación de clases, como aquellos que llaman a conformar la multitud, y por consiguiente rechazan los mecanismos de representación y con ellos la lucha política contra los partidos de la burguesía y el reformismo, no dan respuesta a un dilema esencial, cómo imponer una dirección distinta a la sociedad, acabando con el dominio de los capitalistas. La concepción reformista que toma al pueblo como base, siembra la ilusión de que se puede transformar las instituciones desde adentro; la que reivindica a la multitud, esgrime que se las puede vaciar de legitimidad evitándolas. Ambas lógicas confluyen en el abandono de la lucha política contra el poder constituido del estado burgués.

El test boliviano

Para Toni Negri, el poder constituyente, entendido como las bases democráticas de la constitución de un nuevo orden político y social, es decir, un doble poder contrapuesto al poder constituido, no pasaría necesariamente por una revolución que destruya el estado burgués sino por la generalización de experiencias autogestionarias que vayan articulando una sociedad paralela. Transforma así en inmediatamente político y antagónico al sistema, cualquier tipo de movimiento cooperativo y de resistencia, por más parcial y local que sea, independientemente de su importancia, su extensión o nivel de oposición real al capital.6 Confunde lo que es un momento de escisión (Gramsci), -cuando las clases explotadas inician un camino de reconstrucción de su personalidad histórica- con el momento de estructuración y emergencia de las fuerzas sociales del poder constituyente. Por otra parte, al eliminar el rol preponderante del estado, las contradicciones que éste genera en la lucha de clases y otorgar la misma importancia a todos los movimientos, liquida la diferencia específica de cada uno de ellos. Elimina por tanto la centralidad del trabajo asalariado a favor de la "multiplicidad" de los movimientos sociales.7 Tampoco así logra determinar correctamente, cuáles son los eslabones débiles donde la clase obrera y los explotados pueden avanzar cualitativamente en su combate contra el capital.

El levantamiento nacional obrero, campesino y de los pueblos originarios, en Bolivia, son un test para todas las corrientes que actúan en la lucha de clases. Los postulados de Negri, en particular, son los que menos aciertan en explicar esta realidad, pues al negar la importancia del estado-nación, elimina la cuestión de la opresión nacional como un motor fundamental de la lucha en las semicolonias y países periféricos.

En Bolivia asistimos a un momento de ruptura donde surge impetuoso el movimiento de las masas, demostrando que son los tiempos de crisis y catástrofes sociales los de constitución de una clase revolucionaria (Lenin) y no -como sostiene el autonomismo- los tiempos del devenir lógico y evolutivo del movimiento social. En Bolivia es una gran crisis nacional la que orienta al conjunto del movimiento a disputar, objetivamente, en las calles, el poder. La crisis orgánica del capitalismo boliviano, es el trasfondo de la movilización obrera y campesina que dejo malherida la hegemonía de la burguesía y su estado. La subordinación de las clases dominantes nativas entregando el último recurso estratégico -el gas- al imperialismo, chocó con la enorme resistencia de obreros y campesinos que asumieron el antiimperialismo como bandera de lucha contra el régimen político, desmintiendo los postulados de Negri para el cual la resistencia al imperialismo es una cuestión de élites.

Junto a la defensa del gas, la demanda central que unificó a las fuerzas sociales movilizadas, fue la exigencia de renuncia de Goni Sánchez de Lozada. En lugar de una huída de la representación política esta consigna implicaba el ejercicio del poder de revocatoria de un gobierno ilegítimo. Es este hecho el que mueve la acción represiva del estado, que lejos de ser una entidad en vías de extinción, aparece nuevamente como recurso de fuerza del capital frente a la rebelión de los oprimidos.

La subversión boliviana planteaba dos opciones: o la burguesía se quedaba con el poder en sus manos -lo que finalmente sucedió- o la alianza de obreros y campesinos avanzaba haciéndose del poder. Ese era el dilema objetivamente planteado por los acontecimientos. La huelga general y la insurrección local de El Alto fueron las respuestas políticas populares a la iniciativa represiva estatal. Esta dinámica fue bloqueada, el estado burgués pudo rearmarse, con la colaboración de las direcciones reformistas, sembrando ilusiones en el recambio institucional y la confianza parlamentaria. El rechazo general a la vieja oligarquía política neoliberal resulta insuficiente cuando el estado y los partidos del régimen actúan intentando domesticar el proceso revolucionario.

Luego del levantamiento, cabe preguntarse cuál sería la orientación autonomista hacia el movimiento de masas boliviano, ¿llamaría a hacer realidad la construcción de una sociedad paralela y a desconocer los mecanismos de la representación política del estado, aunque sean estos, los que hoy se han impuesto para desviar y apaciguar las tendencias revolucionarias de las masas?8.

Poder constituyente y revolución

Como ya dijimos, para Toni Negri, el poder constituyente como fuerza política solo es una continuación lógica del movimiento social, que se expresa, en su lectura, en clave autogestionaria y tiene sus propios tiempos de construcción ajenos a la agenda de la lucha de clases. La dinámica de los procesos revolucionarios muestra cómo la clase obrera y las masas movilizadas en los momentos agudos de lucha de clases ponen en pie organizaciones de frente único para la ofensiva, donde participan todas las tendencias políticas militantes, desarrollándose como instituciones reconocidas por los trabajadores y el pueblo como su forma de autogobierno que debate los problemas políticos y resuelve sobre los asuntos locales, armándose para enfrentar y dislocar el poder de fuego de las fuerzas armadas del estado capitalista, y, al calor de la lucha, destacando a su cabeza a los dirigentes más resueltos y combativos y a un partido revolucionario que señale el objetivo del poder.

En la historia de las revoluciones proletarias, el poder constituyente se ha manifestado como un doble poder que encarnado en instituciones radicales como la Comuna de París, los soviets rusos, los consejos obreros alemanes y húngaros, por citar sólo algunos, que anticiparon o fueron la base de un nuevo estado obrero y su democracia. Estas instituciones son, por definición, irreconciliables con el orden existente.

Por el contrario, el contrapoder que plantea Negri sólo es concebible en convivencia con el estado, lo que implica pensar el dominio estatal en el largo plazo bajo la forma de la democracia burguesa. Uno puede pretender ignorar el poder, pero el poder no lo ignorará a uno. El auténtico cuestionamiento a la representación política pasa por transformar el poder constituyente de las masas en hegemónico, es decir instituirlo como estado. Una estrategia de contra-poder sólo tiene algún sentido en la perspectiva del doble poder y su resolución. Y en este punto reside otra de las grandes diferencias con Negri, que por razones de espacio trataremos en otra ocasión:9 la imposibilidad de saltar directamente al comunismo sin una transición, sin conquista del poder que instaure un estado obrero como expresión del poder constituyente de las masas, sin revolución nacional e internacional, que liquide al imperialismo y el capital, haciendo material, es decir, posible y real el comunismo, la desaparición del estado y las clases.

Más allá de la intención de superar los vicios estatalistas del reformismo, la concepción autonomista carece de un arsenal estratégico que arme los combates decisivos de clase en el nuevo siglo, que como anticipan la guerra de Irak, las jornadas revolucionarias de Argentina en el 2001, la insurgencia boliviana, se presenta como un nuevo siglo de crisis, guerras y revoluciones. El marxismo revolucionario -y la necesidad de un partido que lo exprese- sometido a la crítica y al balance de la lucha de clases pasada y presente, sigue siendo una guía para la acción de todos los que quieran derrocar al capital.




Notas

1 Imperio. Toni Negri y Michael Hardt.

2 Idem.

3 Gramática de la multitud. Paolo Virno.

4 Esta definición de Paolo Virno fue divulgada como propia por Negri en sus conferencias en Buenos Aires.

5 Contraimperio. Siete palabras clave para construir un lenguaje común en la transformación radical de lo existente. Toni Negri.

6 Al ser eliminado el estado como mediación en el enfrentamiento de las clases, Negri plantea que "sin esa barrera, entonces, la situación de lucha es completamente abierta. El capital y el trabajo se oponen de un modo directamente antagónico". Imperio.

7 A pesar de los cambios en las formas de producción y reproducción del capital y en la composición del trabajo, el trabajo asalariado sigue siendo hegemónico y decisivo en la lucha de clases. "Con diferencias de países y regiones, la tendencia general es hacia un proceso de asalarización creciente en el cual una pequeña minoría del proletariado se vuelve más cualificada mientras la gran mayoría sufre la precarización de sus condiciones de trabajo" C. Castillo ¿Comunismo sin transición?. Estado, poder & comunismo.

8 Un ejemplo de esta lógica lo encontramos en la Argentina en los MTD Aníbal Verón y en el Colectivo Situaciones que plantearon como hipótesis la posibilidad de un desarrollo alternativo evitando el choque con el estado en un indefinido período de tiempo. Esta opción militante fue aplicada en las asambleas populares y los movimientos piqueteros. Así no intervinieron para que la clase obrera se emancipe de las direcciones reformistas. Junto a esto el éxodo hacia una sociedad paralela implicaría que los recursos esenciales de la economía y de la administración pública siguieran en manos del capital -en el caso de Bolivia los hidrocarburos, en el caso de Argentina, la gran industria y los servicios privatizados.

9 Para profundizar en este debate ver ¿Comunismo sin transición? En Estado, poder & comunismo. C. Castillo.