25 de septiembre del 2003
Argentina: Abrir el debate sobre las estrategias de la izquierda
Ruth Werner y Facundo Aguirre
LVO 126
Desde diciembre de 2001 una nueva militancia de las asambleas barriales, fábricas recuperadas y movimientos piqueteros combativos, transformaron la política en una acción callejera y nuevas formas de organización. Tanto desde la izquierda partidaria como de la llamada izquierda social, se pusieron en práctica distintas estrategias y tácticas. Ante el cambio de situación que se vive hoy por la expectativa popular en el gobierno de Kirchner y el retroceso de los movimientos de vanguardia, está planteada una reflexión sobre nuestra propia experiencia que a través de la crítica y la práctica en el proceso social aclare y prepare las tareas del presente.
El MST-IU y el PO caracterizaron a las jornadas de Diciembre como un Argentinazo cuyos protagonistas fueron los desocupados y las clases medias. Alrededor de este criterio que describía a las fuerzas emergentes de la rebelión, circunscribieron su táctica política: la alianza de "piquetes y cacerolas". Como en las asambleas populares, estas corrientes chocaron con una práctica nueva de democracia directa, a la que no estaban acostumbrados y de la cual no gustan mucho, centraron su actividad en construir sus movimientos piqueteros: el Polo Obrero y más tarde el MST- TV (Movimiento Sin Trabajo Teresa Vive) donde la democracia de base es reemplazada por el caudillismo barrial1 .
También emergieron las corrientes autonomistas que, en nombre de la horizontalidad, rechazan a los partidos de izquierda desde un antipoliticismo incapaz de distinguir entre corrientes patronales y de clase. La renuncia a la "lucha por el poder" explica en parte la mesura de sus caracterizaciones, a partir de las cuales influyeron en las asambleas barriales y el MTD Aníbal Verón, que se orientaron a buscar un "éxodo", que evitara el enfrentamiento con el estado, hacia formas barrialistas autogestivas y de microemprendimientos cooperativos.
Tanto el MST y el PO como las corrientes autonomistas coincidieron -más allá de sus diferentes concepciones- en una estrategia que abandonaba a la clase obrera como sujeto de la subversión social, alejándose de la construcción en el seno de las grandes empresas de la industria y los servicios.
Desde el PTS -a diferencia del MST y el PO- no definimos a la rebelión popular como el inicio de una revolución sino como jornadas revolucionarias que ponían de manifiesto la crisis orgánica del capitalismo argentino, como un momento de ruptura del orden político y de lucha de clases. Señalábamos -entre otros factores- que la ausencia de los trabajadores ocupados como fuerza social activa, restaba un elemento de calidad a las posibilidades de lucha por el que se vayan todos. Entendíamos que la intervención dirigente del proletariado podía reestructurar la alianza obrera y popular en un sentido anticapitalista y potenciar el desarrollo de la autoorganización y de nuevas experiencias de democracia directa. Así orientamos nuestros principales esfuerzos a desarrollar el fenómeno de las fábricas ocupadas, con Zanon y Brukman a su vanguardia, ya que inauguraban -dentro de la clase obrera- un cuestionamiento a la propiedad privada y a la legalidad burguesa. Luchamos para que esta perspectiva se concretara en las grandes masas de trabajadores dando pasos hacia su independencia política y autoorganización, mediante coordinadoras de ocupados y desocupados.
Aunque desde diferentes puntos de vista, todas las corrientes de izquierda y autonomistas redujeron su campo de acción al impulso de sus propios movimientos piqueteros, aún al costo de aislarlos del resto de los sectores en lucha. Reprodujeron las mismas formas clientelares impulsadas por el estado, al igual que la FTV y la CCC, directamente funcionales al poder de turno. Este hecho no es menor ya que los esfuerzos centrales de Duhalde estuvieron dirigidos - después de la masacre del Puente Pueyrredón- a desactivar la situación social con el asistencialismo masivo del Plan Jefas y Jefes. Este dispositivo de contención no mereció por parte de los movimientos piqueteros combativos una crítica y resistencia efectiva a los intentos de domesticación vía el clientelismo. Tanto en el Polo Obrero y en el MST Teresa Vive se abandonó la lucha por trabajo genuino en pos de organizar a los desocupados por los planes. En el caso de los MTD, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse al margen del estado, terminaron, no hace mucho, en el pedido al estado para que controle sus propios microemprendimientos.
Mientras los discursos -instando a un nuevo Argentinazo- en las tribunas de las Asambleas Nacionales de Trabajadores poco se correspondían con la práctica real; los autonomistas pensaban ingenuamente que los mecanismos de cooptación del estado - el asistencialismo masivo- podían ser esquivados reinvirtiendo los planes en bloqueras y panaderías autogestionadas. Esta orientación, lejos de erigir -como estimaban- un poder constituyente antagónico al capital, redujo el radio de acción de los movimientos sociales a un ejercicio impotente de gestión de la miseria.
La opción por la clase obrera -que hicimos desde el PTS- era una apuesta difícil teniendo en cuenta el atraso y conservadurismo con que la crisis y la supervivencia de la burocracia sindical paralizaban sus fuerzas. Pero esta perspectiva fue un acierto estratégico ya que la ausencia de los 8 millones de asalariados en el movimiento de la lucha de clases dejó en evidencia la debilidad de la alianza social nacida de diciembre, sin la participación decisiva de la clase trabajadora que podía quebrar la contención del régimen, puesta en práctica por su mejor herramienta política: el PJ que comandó la transición.
Hay que sacar conclusiones
Primera conclusión: los intentos de ganar sectores de las masas recurriendo a la mera explotación de "espacios" electorales, o a "demostraciones de fuerza" para presionar por la asistencia social, se mostraron impotentes. Lo mismo corre para el antipoliticismo autogestivo. Ni la prédica de ir "de la izquierda al centro" ni la apelación al voto piquetero suplantaron su falta de incidencia entre los trabajadores, como tampoco la abstención y el voto en blanco fueron una muestra de atracción sobre la fuerza social decisiva para cambiar la relación de fuerzas a favor de la mayoría explotada.
La agitación -que hiciera el PTS- de las candidaturas de dirigentes y luchadores de las principales experiencias de militancia obrera, que levantaron la bandera de un movimiento político de los trabajadores, intentó colaborar así para que la clase obrera reconozca a una nueva camada de luchadores clasistas y antiburocráticos. Aunque nuestra política electoral tampoco fue acompañada por una franja de los trabajadores sin embargo su valor reside en que fue la continuación de nuestros esfuerzos por estructurar una corriente militante en el seno de las principales concentraciones de la clase obrera ocupada y de sus luchas más avanzadas.
Segundo: Está planteado un cambio radical en la orientación para que la experiencia acumulada juegue un papel en el nuevo período abierto. Curiosamente se reivindica a la corriente de Luis Zamora por los resultados obtenidos cuando su "éxito" se basa en haber logrado atravesar el convulsivo 2002 sin comprometerse activamente en la lucha y reaparecer en el momento de pasividad. Por el contrario a Autodeterminación y Libertad que sustituye la militancia en la lucha de clases por la aparición de Zamora en los medios masivos de comunicación, hay que reconstituir una militancia para ir a la clase obrera y pelear la conciencia y la atención de las masas alrededor de: rodear de apoyo las luchas existentes; recuperar posiciones frente a la burocracia sindical, ganar a los trabajadores para la acción anticapitalista.
Tres tareas propuestas
Las condiciones para conquistar nuevas posiciones en la clase trabajadora no se manifestaron en la competencia electoral pero anidan en los cambios profundos del proceso social. Proponemos a compañeros que buscan una perspectiva anticapitalista, tres tareas para realizar juntos.
En primer lugar, el activismo, codo a codo, en todos los conflictos obreros por su victoria. El atraso salarial, las pésimas condiciones laborales y el odio a las viejas conducciones sindicales que permiten y usufructúan esas condiciones miserables de los trabajadores, pueden ser el detonante inmediato de conflictos en empresas o establecimientos donde los trabajadores comiencen a reconocer sus fuerzas y busquen, al mismo tiempo sacarse de encima a los viejos dirigentes. Volcar el esfuerzo militante de los luchadores a combatir las ilusiones kirchneristas, a la burocracia sindical, puede ser una palanca efectiva para conquistar puntos de apoyo para la reorganización de los trabajadores.
En segundo lugar, abrir el debate sobre la propuesta de un movimiento político de los trabajadores. La consideramos una respuesta realista, no autoproclamatoria, superadora de las fronteras de los distintos grupos de izquierda, para establecer un amplio diálogo político con militantes y dirigentes antiburocráticos, con los trabajadores que empiezan a moverse por sus reivindicaciones, con los luchadores de las fabricas recuperadas, las asambleas, los estudiantes y la militancia piquetera. Se trata de difundir esta moción entre los círculos de activistas y en el seno de las organizaciones combativas, para que la clase trabajadora se eleve a la lucha política, es decir a la voluntad de dar una salida al conjunto de las clases explotadas y oprimidas del país.
En tercer lugar, la generación que surgió en Diciembre y las compañeras y compañeros que se sumarán a la lucha, tienen que unir su futuro a la fundación de un movimiento revolucionario de la clase obrera: no hay salida en el capitalismo. Hay que sacar conclusiones de la propia acción, distinguir las estrategias de los partidos y corrientes, reconocer las vías y los programas para establecer renovados vínculos con las masas. La crítica marxista de la realidad existente es un instrumento preciso para constituir el fermento de la revolución. La creación de Casas de Cultura Socialistas o Casas de los Trabajadores-que impulsamos desde el PTS junto a intelectuales y artistas independientes de izquierda- apunta a socializar entre los luchadores los fundamentos de la teoría marxista, generando condiciones para el desarrollo orgánico y creativo de una perspectiva anticapitalista y una ideología socialista en sectores importantes de la clase obrera y el pueblo.
La necesidad de una conciencia de clase revolucionaria, una voluntad organizada en partido, se expresa con toda su agudeza en los momentos de crisis y ruptura dentro del orden burgués. La ausencia de este factor ya le impidió a los trabajadores aprovechar radicalmente la efervescencia de Diciembre. Seguramente nuevas convulsiones sociales acompañaran el desarrollo de la crisis orgánica del capitalismo argentino. La militancia revolucionaria de la nueva generación es un reaseguro para avanzar firmemente en la lucha de clases.
23/9/03