OPINION DE TONI NEGRI
ACERCA DE "IMPERIO & IMPERIALISMO"
Comentario de un libro de Atilio Borón, "Imperio & Imperialismo"
Imperio, el voluminoso texto que M. Hardt y A. Negri (H&N) publicaron hace
dos años, ha venido generando en todo el mundo una atención inusual,
que en nuestro medio se fue instalando gradualmente desde 2001. La edición
local en castellano de la obra, a comienzos de este año, le otorgó
una centralidad aún mayor a esta obra. Como ocurriera en muchos otros
países, el libro se está constituyendo en el mercado local en
una suerte de best-seller, cuyas ideas acerca del supuesto fin del imperialismo
y de la emergencia de un imperio vienen siendo recogidas, por medios de comunicación,
activistas sociales y políticos e, incluso, por representantes de las
clases dominantes.
El politólogo Atilio Boron, docente e investigador de la UBA y del CLACSO,
tiene el mérito de ser el primero en nuestro país en ofrecer una
evaluación profunda del texto de H&N. El escrito que aquí
comentamos es una versión actualizada del que Boron escribiera en inglés
en septiembre de 2001 a pedido de los editores de la prestigiosa revista socialista
británica New Left Review, quienes en breve publicarán un volumen
colectivo de discusión en torno a Imperio. Sus antecedentes lo situaban
como un candidato propicio para acometer la tarea: en los últimos veinte
años, Boron viene encarando una obra de reflexión histórica
y sistémica acerca del capitalismo latinoamericano, del impacto que provocan
en esta región las reformas neoliberales propiciadas por el FMI y el
Banco Mundial, y del modo como fue reforzándose brutalmente la dominación
imperialista, y produciéndose movimientos de resistencia popular a ese
orden. Estado, capitalismo y democracia en América Latina (1991-97) y
Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo
de fin de siglo (2000), son algunos de los resultados de esta indagación
teórica y empírica, que nunca renunció a un compromiso
político explícito, y que, sin olvidar el juicio crítico
que merecen ciertos posicionamientos políticos e institucionales del
autor, representa un valioso aporte al pensamiento socialista de nuestro país.
El texto de Boron es de sólida factura. Como podrá apreciar el
lector, retoma y profundiza planteos como los de John B. Foster y D. Bensaïd
que hemos reproducido en éste y en el anterior número de Herramienta,
pero construyendo un balance aún más lapidario sobre Imperio.
Según Boron, la obra de H&N, más allá de sus nobles
propósitos, constituye una interpretación global e insanablemente
equivocada sobre la realidad presente, que resulta políticamente inconducente,
e incluso contraproducente, desde una perspectiva emancipatoria, pues solo puede
abrir camino a nuevas frustraciones en el campo de la praxis revolucionaria.
Consciente de la importancia que Imperio posee, dada la influencia que ha venido
alcanzando en el movimiento antiglobalización, y atento a la trayectoria
anticapitalista de los autores (especialmente de Negri), Boron elaboró
una crítica equilibrada, que intenta renunciar a verdades reveladas.
Reconociendo la necesidad de que la izquierda debe actualizar sus análisis
sobre el imperialismo, el autor se lanza a un desmenuzamiento de las respuestas
de H&N, juzgándolas como una revisión que, a pesar de algunas
fértiles intuiciones sobre aspectos puntuales, se encuentra preñada
de graves errores de diagnóstico. Alerta, certeramente, que H&N,
en vez de continuar desde el punto donde había llegado el marxismo y
el pensamiento crítico (con los estudios clásicos de Lenin, Hilferding,
Luxemburg, Bujarin o Kautsky, y con los avances que en la posguerra hicieron
Mandel, Baran, Sweezy, Dobb, Magdoff, Amin, Wallerstein, Arrighi, Chomsky y
tantos otros), no hacen más que retroceder, ignorando todos estos aportes.
¿Cuál es el arsenal teórico, el enfoque metodológico y
el estilo discursivo que Boron descubre detrás de Imperio? Los que provienen
de la dudosa contribución de los "especialistas" norteamericanos en economía
y relaciones internacionales (propagandistas de axiomas neoliberales e imperialistas
insustanciales, además de canallescos, como Brzezinski o Huntington)
y de los filósofos estructuralistas y posestructuralistas franceses (con
su eterno rechazo del sujeto). El resultado es el uso de categorías y
lenguajes posmodernos, autoreferenciales, esotéricos e incomprensibles,
cuyo horizonte de visibilidad es noratlántico y ajeno a la realidad del
resto del universo.
Sería a partir de esta malsana caja de herramientas con la que se termina
erigiendo una mistificación y naturalización de la globalización
imperialista, que obstaculiza la lucha contra ella.
Veamos algunos ejemplos. Boron demuestra la aceptación ingenua de H&N
al hipócrita argumento, difundido por los voceros imperialistas del "libre
comercio", acerca de la supuesta absoluta movilidad internacional de los factores
de producción, que hoy estarían haciendo desaparecer a los mercados
nacionales. Boron logra desbaratar esta falsedad, recordando: a) el tratamiento
que las potencias capitalistas tienen hacia la mano de obra inmigrante; b) el
control de las tecnologías que practican esos países; c) la aplicación
de políticas proteccionistas (tarifas aduaneras, barreras no arancelarias,
subsidios especiales) en EE.UU. y Europa; d) el carácter nacional que
pervive en las megaempresas (de alcance global pero con intereses, propiedad
y ganancia localizada en un puñado de países centrales). El autor
también logra desnudar la visión idealizada, afín a la
de los gurúes de las escuelas de administración de empresas, que
H&N tienen con respecto a las actuales corporaciones globales, las que son
presentadas como sitios despojados de opresión social, ambiental, sexista,
racista u homofóbica.
Boron hace evidentes las fuertes limitaciones, inconsistencias y aporías
en las que incurren H&N. En su visión, ellos nos presentan un imperio
ahistórico, metafísico, carente de contradicciones estructurales
y conceptualmente constituido a partir criterios formalistas y juridicistas
(desde los cuales se llega a otorgar credibilidad a los cínicos planteos
sobre la vigencia del "derecho global" y la "justicia internacional", que no
hacen más que embellecer tanto la naturaleza imperialista de la ONU y
su rol de garante del orden colonial como el carácter guerrerista y gendarme
de EE.UU.), y en donde la indagación de las condiciones materiales que
sustentarían el entramado legal de ese imperio naufraga en confusas divagaciones
sobre la "producción biopolítica".
La denuncia que el autor hace de la falta de rigor conceptual en la obra de
H&N es contundente, y puede ser resumida en este rosario de interrogantes:
si el imperio es "un paso adelante" frente al imperialismo, es algo "mejor",
¿esto supone la superación del capitalismo? ¿cuando y cómo habría
ocurrido este tránsito histórico?; si el imperio es la superación
histórica del estado-nación, fruto de una modernidad entendida
como puro sinónimo de genocidio, esclavitud y guerras, ¿no se está
ignorando los progresos que ésta última contuvo?; si lo que existiría
hoy es una indiferenciación de las naciones al interior del imperio,
no habría más un "afuera" de este último, los países
tendrían sólo una diferencia de grado y no se debería hablar
más de centro/periferia, ¿no estaríamos retrocediendo de las teorías
de la dependencia a las de la interdependencia que postularon siempre la derecha
y el imperialismo?; frente a las evidencias del constante ejercicio de la hegemonía
yanqui, del doble standard con el que Washington juzga a los gobiernos (en donde
siempre está atento a señalar cuales son los estados "enemigos"),
del persistente aumento del tamaño del estado y del gasto público
en los países centrales mientras se los obliga a disminuir en los periféricos,
del fortalecimiento del carácter represivo del estado (como un Leviatán
hobbesiano), ¿es atinado postular un derrumbe inexorable del estado-nación,
cuya soberanía habría sido transferida a una nueva estructura
global de dominio, en donde no existirían actores imperialistas ni un
centro territorial de poder que ejerza autoridad en el orden mundial?; ¿no resulta
improcedente y reñido con la evidencia empírica afirmar que el
ciclo internacional de luchas ha concluido y que éstas ahora son específicas,
incomunicables y sin reconocimiento de un enemigo común?; ¿no resulta
absolutamente inútil e irresponsable definir al enemigo concreto de las
masas oprimidas del mundo (por otra parte, entendidas bajo el vacío concepto
de "multitud", que evapora la noción de clases y la distinción
entre explotados/explotadores y débiles/poderosos), en términos
tan gaseosos como los de "régimen específico de relaciones globales
que llamamos imperio", recayendo en una estrategia reformista inviable en busca
de la "ciudadanía global", el "salario social" y el "derecho a la reapropiación",
eludiendo toda referencia a la revolución e inspirándose en el
ejemplo de San Francisco de Asís?
En síntesis, creemos que el texto de Boron logra desbaratar la quimérica
invención del imperio de H&N. Un ente inasible, indefinible, inhallable
y, por tanto, finalmente imbatible. Frente a esta mistificación perniciosa,
Boron propone volver al materialismo histórico, erigiendo una interpretación
radicalmente distinta sobre la realidad en este nuevo milenio: que el imperialismo
alteró algunos de sus rasgos fenomenológicos pero no su esencia,
y que no hizo más que potenciar las asimetrías estructurales que
definen la inserción de los países en la economía mundial,
profundizar la opresión de pueblos y naciones, y fomentar políticas
de regresión social, desciudadanización, destrucción del
medio ambiente, envilecimiento de los regímenes democráticos,
supeditación de la vida cotidiana a la tiranía de los mercados
y paroxismo militarista; en suma, sembrando genocidio y barbarie.
Articulo publicado por la revista "Nuevo Rumbo", número 1. agosto de
2002. Argentina.