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La Izquierda debate

31 de enero del 2004

Entre Topos y Gallinas
La bancarrota de la "izquierda" y sus intelectuales

Heinz Dieterich

Si George Orwell volviera a escribir su sátira Rebelión en la Granja (Animal Farm), sobre el régimen stalinista, pero usando como tópico la situación de la izquierda contemporánea y sus intelectuales, diagnosticaría probablemente que los especimenes dominantes no son los cerdos y los perros, sino los topos y las gallinas.

De hecho, una extraña moda intelectual se ha apoderado de una gran parte de la clase pensante global y de los líderes de izquierda, que los hace columpiarse con alegre frivolidad entre posiciones de un crudo empirismo decimonónico y las falacias del posmodernismo reciente, enriquecidos con añejas fórmulas anarquoides y poses de un falso escepticismo agnóstico.

La esencia de esa moda es la supuesta imposibilidad de discernir una alternativa sistémica a la barbarie del capitalismo actual. Inviable el presente, indescifrable (aun) la sociedad postcapitalista del futuro, los foros públicos de intelectuales, líderes políticos y sindicales a nivel nacional, regional y mundiales, se convierten en el equivalente funcional del Muro de las Lamentaciones, que sirve como caja de resonancia a los cantos lúgubres de los protagonistas estelares.

La incapacidad de hablar congruentemente del futuro social y organizar las masas en torno a él, es, por supuesto, objetiva. La ceguera de los, por otra parte, siempre visionarios intelectuales de izquierda y centroizquierda, no es subjetiva. Por lo tanto, un mea culpa no viene al caso. Se quisiera ser un buen intelectual anticapitalista, pero la mala realidad no lo permite.

El deseo subjetivo de transformación ---porque nadie con ética puede ser cómplice de la barbarie actual--- no se empareja con el paradigma postcapitalista, porque la pobre epistemología científica no da para tanto. La esfinge se ha quedado sin respuestas. Nada en esta performance escenificada se acerca a la honestidad del Edipo. Todo es pose del bufón teatral.

A la pregunta sobre las características que tendría la alternativa al neoliberalismo que la docta ignorancia supuestamente está buscando sin encontrarla, la respuesta es: "No lo tenemos claro. Nosotros supimos resistir al neoliberalismo, pero no somos capaces, hasta ahora, de saber cómo se sale de este modelo. Sabemos lo que no queremos." La modestia del pluralis majestatis feudal, la regia sustitución del yo por el nosotros, viene al caso. Lo que yo no sé, nadie lo sabe.

Plantear que la única alternativa al caos neoliberal es el socialismo del siglo XXI, son "ampulosidades grandilocuentes", dijo otro protagonista de la Granja Global en uno de los Foros de Porto Alegre, el cual, recalcó no es "un foro para un retorno al pasado... No puedo decir cuál es la opción viable y creo que ni aquí ni en Davos lo sabemos", pero es "demasiado pronto para formar un programa único de acción".

El movimiento altermundista es un arma que debe ser "afilado" contra el nuevo imperialismo se afirmó en el Foro Social Mundial de Mumbai. Sin embargo, en la horizontalidad del evento no se concretizó la necesaria configuración paradigmática antisistémica, sino todo quedó parcializado en propuestas keynesianas, posibles protestas contra corporaciones particulares beneficiadas por la invasión a Irak, la secularidad de la esfera pública, la opresión de la mujer, la dignidad multicultural, la preservación ecológica y el regreso al socialismo del pasado, entre otros.

Es obvio que todos esos tópicos son importantes, pero es igualmente evidente que su dispersión hará imposible las soluciones globales y los cambios cualitativos del sistema, que aliviarían la calidad de vida de las mayorías.

Desde la India a Brasil, Rusia y Alemania, la situación es la misma. El más talentoso crítico anticapitalista de la República Federal de Alemania, Robert Kurz, después de examinar a lo largo de ochocientas páginas el sistema en su obra, El libro negro del capitalismo. Canto fúnebre a la economía de mercado, llega a la conclusión de que es probable que no vaya a haber un "nuevo movimiento de emancipación social".

La opción de praxis crítica en este caso sería entonces, una "cultura de la denegación" (Verweigerung) y la conversión del ciudadano crítico en "emigrante dentro de su propio país". Es decir, una emigración del sujeto hacia su interior. Resume Kurz, resignado, su análisis, desplegando una bandera del romanticismo libertario alemán del siglo XVIII (sic): "las ideas son libres, aunque sea lo único libre que queda".

La perspectiva del más agudo analista antisistémico alemán es el regreso a la perspectiva de la Escuela de Frankfurt en su fase de resignación ante la férrea y, al parecer, indestructible fuerza y brutalidad de la civilización del capital, en los años sesenta, tal como la expresan Theodor W. Adorno en su Dialéctica Negativa y Herbert Marcuse en El hombre unidimensional. Ante la pronosticada invencibilidad del sistema solo queda el recurso del demócrata alemán ante el nacionalsocialismo: "la emigración interna", la denegación y el sabotaje al sistema.

El actual dilema de la izquierda y sus intelectuales resulta, en términos generales, de tres elementos. El primer factor es una falta de conocimiento de la epistemología y metodología científica. La gran mayoría de los intelectuales renombrados y cuadros dirigentes recibieron su formación intelectual en las ciencias sociales, abogacía, periodismo, filosofía, filología o literatura que, sin excepción, favorecen el pensamiento ensayístico en detrimento del rigor analítico del protocolo científico y que, además, se destacan, por lo general, de una desligación completa de las ciencias de la naturaleza.

A ese iliteratismo epistemológico-metodológico se une una posición de clase privilegiada, que se deriva de su posición social que es muy diferente a la situación de las bases sociales. Ese obrerismo aristocrático, ya analizado por Friedrich Engels, y las prebendas de los intelectuales, generan en la mayoría de los casos, la tendencia de priorizar el mantenimiento del status quo, sobre la promoción decidida de un proyecto histórico antisistémico, que invariablemente será sancionado por el sistema y que hace imposible la coexistencia pacífica con los amos del capital.

El tercer factor del dilema es la estructura oligopólica del mercado de las ideas y de las innovaciones teóricas, en el segmento de la crítica moderada (centroizquierda) y su segmento marginal, anticapitalista. Ese mercado está dominado por unos cuantos grandes periódicos, portales de internet, editoriales, partidos políticos, Estados progresistas, movimientos sociales e intelectuales orgánicos colectivos e individuales que operan el mercado como los Chief Executive Officers (CEO) operan sus corporaciones transnacionales.

Iliteratísmo científico, economía política del liderazgo partidista, sindical, intelectual y de grupos de presión, así como la estructura oligopólica de la esfera de circulación (mercado) de las ideas, producen, por una parte, la pose del agnosticismo escéptico, y por otra, las falsas disyuntivas de transformación del sistema.

Un ejemplo de esos falsos dilemas de liberación ha sido expresado recientemente de la siguiente manera. La izquierda ganaría más si emprendiera un estudio paciente de "las complejas y contradictorias realidades de las luchas nacionales y de clase, en vez de embarcarse en grandiosas profecías globales de largo plazo, desvinculadas de los movimientos populares".

La contraposición del conocimiento empírico de la realidad de lucha a los grandes paradigmas de interpretación, representa un enfoque que corresponde a los niveles de conocimiento epistemológico del siglo XVII, no del siglo XXI. Tomarlo en serio, nos condenaría a navegar entre la Escila del empirismo precientífico y la Caribdis del postmodernismo.

La proposición es sin mérito, por dos razones. Desde hace algún tiempo sabemos ya que las inferencias inductivas o la generalización de las inducciones no pueden aprehender la lógica de los sistemas dinámicos complejos, como son la sociedad global, los bloques regionales de poder y los Estados nacionales. Es por eso, que la idea de elaborar la solución nacional, regional o global al problema capitalista, al estilo de las matriuskas rusa, es apriori equivocada.

El segundo polo de la supuesta contradicción, la prescripción de no caer en "grandiosas profecías globales de largo plazo", nos regresa bruscamente a la ideología de los "metarelatos" del posmodernismo burgués.

La alternativa real para el cambio no se encuentra ni en el empirismo populista de los topos, que pretenden que la oreja, que registra el pulso del pueblo, entregará las terapias de curación, ni en la especulación utópica.

La alternativa real se encuentra en el procesamiento de la información empírica de los procesos sociales, recabada en contacto directo con las luchas de la gente y sus movimientos de base, dentro del paradigma científico universal del socialismo del siglo XXI, y adecuado regional y nacionalmente en los programas de transición para América Latina, Europa-Norteamérica, Asia y Afríca, y los programas nacionales respectivos; todo esto, en un diálogo constante de aprendizaje mutuo entre ambos sujetos de la transformación.

Si se recorre la cortina de humo de la coquetería agnóstica y de las falacias metodológicas de los líderes e intelectuales de izquierda, la tarea anticapitalista --- que supuestamente no se puede abordar aun--- pierde todas sus pretendidas incógnitas y se evidencia con absoluta claridad.

Ser revolucionario siempre ha significado cumplir con tres requisitos: a) tener un Proyecto Histórico que demuestre la posibilidad objetiva de sustituir las instituciones del régimen establecido con una institucionalidad cualitativamente diferente; b) tener un programa de transición que lleve progresivamente a la negación del régimen establecido y, c) tener una praxis congruente con ese Nuevo Proyecto Histórico (NPH) revolucionario, es decir, actuar en conformidad con el NPH en lo teórico, práctico y ético.

Dado, que toda persona con sentido común entiende que la institucionalidad de la civilización capitalista se sustenta en tres subsistemas básicos ---la economía nacional de mercado, la democracia formal-plutocrática y el Estado de clase--- toda persona con sentido común entiende también, que ser revolucionario en el año 2004, en cuanto a su primer requisito, significa tener o estar elaborando un proyecto histórico de sustitución de esa institucionalidad trifacética burguesa, por la de la democracia participativa postcapitalista.

Esa nueva institucionalidad postcapitalista tampoco es un enigma, pese a lo que los oráculos intelectuales del establishment de "izquierda" pretenden hacerle creer a la gente y, particularmente, a la juventud. La Gestalt de la nueva institucionalidad, es decir, sus contenidos y formas, han sido identificados ya de manera científica. Se trata de la economía de equivalencias, basada en el valor; de la democracia plebiscitaria-representativa universal y del Estado como ente que "manda obedeciendo" a la volonté genérale (voluntad de todos).

Si la tarea actual de todo individuo anticapitalista es, por lo tanto, absolutamente clara: ¿Por qué "la izquierda" y sus intelectuales no la encaran? ¿Por qué repiten en foro tras foro la misma letanía sobre la maldad del neoliberalismo y se contentan con sus ritualizadas propuestas terapeúticas inspiradas en Keynes, Tobin y Stiglitz? ¿Por qué no convierten la realidad capitalista en objeto de transformación antisistémica, en lugar de mantenerla como muro de lamentaciones? El caso de los topos es muy claro. Muchas veces su anticapitalismo es genuino, pero su falta de formación científica los convierte en predicadores de un arma sin filo. Hay otro grupo de personas subjetivamente honestas que sufren una variante de la ceguera de los topos, al haberse quedado estancados en la teoría del conocimiento objetivo decimonónico.

La solución al problema de la "filosofía de la praxis" del siglo XXI es, para ellos, el estudio de las obras completas de Marx/Engels, Lenin, Rosa Luxemburg y, eventualmente, Leon Trotsky. Esa pretensión sería comparable a una estrategia de investigación en la física y biología contemporánea, que abandona a Einstein para regresar a Newton, y a Crick y Watson, para retornar a Darwin, para resolver los problemas de la actualidad.

Las gallinas, a su vez, son los especimenes más despreciables en la Granja de los Animales. Fingen dificultades objetivas que no existen, para encubrir sus intereses reales y mantener su discurso pseudoradical, adecuado a las necesidades de los dueños de la Granja Global.

Es tiempo que los demás habitantes de la Granja vuelvan en pensar en la rebelión. El primer paso consiste en recorrer el velo con el cual las gallinas y los topos confunden los caminos que llevan hacia los perros y cerdos que dominan a la granja. El segundo reside en la destrucción de la fortaleza que han levantado.

Y el tercero y definitivo radica en la construcción de la nueva sociedad en la cual el lema de las bestias dominantes: "Todos los animales son iguales. Algunos son más iguales que otros", no será más que la memoria de un terrible pasado.