La violencia sexual como tortura, un secreto a voces
Soledad Ortega N.
Mujeres Hoy Dos ONG chilenas, el Instituto de la Mujer y la Corporación La Morada, se han abocado a recuperar e investigar un tema pendiente: la violencia sexual como práctica sistemática contra las mujeres durante la dictadura. "Es hora que la sociedad repare esta realidad tan silenciada", dice Ximena Zavala, directora del Instituto en entrevista con Mujeres Hoy.
Hace poco más de un año, Ximena Zavala se encontraba participando de un seminario en la Corporación La Morada, donde se exhibió un video sobre la situación de las mujeres víctimas de la violencia sexual en tiempo de guerra. La experiencia la llevó a reflexionar sobre la gran deuda moral y judicial que tiene Chile con las mujeres que sufrieron bajo la represión militar.
Según la directora del Instituto de la Mujer, durante las últimas décadas fue prácticamente imposible visibilizar esta realidad ante la masividad de las violaciones a los derechos humanos, o como ejemplifica la activista: "La desaparición de su compañero o familiar superaba con creces la tragedia que la mujer haya sido violada o abusada sexualmente".
Pero el tiempo ha pasado y es perentorio recuperar esas heridas semi olvidadas. "Los derechos de las mujeres son también Derechos Humanos, y la violación a una mujer es también una violación a los DDHH. Creo que es tiempo que la sociedad chilena escuche esta realidad", dice Zavala.
Es por eso que ambas ONG preparan la investigación "Las mujeres víctimas de violencia sexual como tortura, durante la represión política chilena (1973-1990): un secreto a voces", que verá la luz el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Actualmente se encuentran estructurando un mapa con los lugares donde se ejerció tortura contra las mujeres y la recuperación de los testimonios personales. "Es primera vez que muchas mujeres están contando está parte de su historia. Algunas jamás se volvieron a referir al tema y a otras nunca les habían preguntado", cuenta la dirigenta.
-¿Cuál fue el punto de partida de esta investigación?
-En el contexto de que hoy se ha comenzado a difundir con mayor profundidad las violaciones a los derechos de las mujeres que han ocurrido en conflictos armados como en Ruanda y la ex Yugoslavia. Naciones Unidas ha insistido en varias oportunidades que todo tipo de violencia sexual es una forma de tortura, un crimen de lesa humanidad, todo estos hechos fueron dando un contexto a nuestra investigación.
A eso se sumó la coyuntura de que este año se cumplían 30 años del golpe militar, lo que entregó otro marco de sensibilidad al proyecto. Este año hemos desarrollado una serie de actividades en torno a esta investigación.
La primera fue una conferencia de prensa en julio pasado donde invitamos a las mujeres que fueron torturadas durante la dictadura a dar su testimonio. Este hecho se produjo a raíz del caso de Odette Alegría, ex presa política que acusó al ahora renunciado jefe de la Policía Civil de abusos sexuales durante su periodo de reclusión en la década del '70. Su testimonio fue cuestionado por algunos sectores políticos y sociales, lo que llevó a que este grupo de mujeres "recordara" a la sociedad chilena que los vejámenes sexuales fueron una práctica permanente durante la represión.
-¿Qué le parece el tratamiento que han dado los medios de comunicación a este caso y el enjuciamiento a la veracidad de su testimonio?
- Esa conferencia de prensa -más allá de saber si su caso es veraz o no, eso lo determinará la justicia-, fue una reacción a una forma de desvirtuar y desincentivar el testimonio de una mujer.
Nosotras testimoniamos que en todos los lugares donde estuvimos presas, e inclusive en los furgones y allanamientos, hubo siempre vejaciones y violencia sexual. Era necesario hacer una constancia de la regularidad de la violencia sexual como práctica de violación a los Derechos Humanos.
Lo que nosotras no podemos permitir es que una mujer que se atreve a denunciar este tipo de violencia, se vea cuestionada y finalmente se le haga responsable. Eso una no lo puede tolerar.
-Y paradojalmente su denuncia y posterior polémica ha dado luces sobre este tema pendiente y lo ha puesto en la discusión pública.
- En cierto modo, es así. Posterior a nuestra conferencia me reuní con un grupo de parlamentarios de la coalición de gobierno que desacreditaron la denuncia de Odette. Tras nuestra reunión, por lo menos dos de ellos no volvieron a participar de estos actos. Si el problema no es si el ex director de Investigaciones, Nelson Mery, miente o no, el punto es que a priori se desacredite el testimonio de una mujer. Cuando todas sabemos que eso ocurrió en todas las partes donde estuvimos presas. Eso es lo que no se puede cuestionar. Y para eso no hay oportunidad, siempre es tiempo para una mujer denunciar la violencia. Y cada vez que una mujer lo haga, habrá que tomarlo en cuenta.
El abuso sexual como castigo político
La segunda actividad de este proyecto fue una conversación masiva entre alrededor de 30 mujeres que fueron violentadas durante la represión, en la radio Tierra de La Morada el pasado 11 de septiembre.
Aunque sin duda, la actividad más significativa que han llevado a cabo han sido las mesas redondas y de reflexión en torno al tema que se realizaron hace dos semanas en la Biblioteca Nacional de Chile. En la ocasión se intercalaron diversas visiones sobre la violencia política ejercida sobre las mujeres, donde fueron invitados a interiorizarse de esta trágica temática tan circunscrita al universo femenino, Roberto Garretón, abogado de DDHH, y José Olavarría, investigador del Área Masculinidad de Flacso.
"Se vieron testimonios y ponencias muy fuertes y buenas como las realizadas por la filósofa Olga Grau y Nuvia Becker, relacionadora pública de Asociación Chilena Pro Naciones Unidas (ACHNU)", cuenta Ximena Zavala.
-¿Por qué cree que los abusos sexuales contra las mujeres como prácticas sistemáticas en periodo de crisis política no son entendidos como tortura?
- Creo que por el estado de subordinación en que aún nos encontramos las mujeres. Cuando hablamos de personas subordinadas, todo lo que les ocurra no es grave, está dentro de la normalidad.
Y es en la sexualidad donde se manifiesta la subordinación por excelencia. Muchas veces a las mujeres se les "castigó" de esta manera por haber osado incurrir en un campo masculino como es la política. La violencia sexual también se ocupó para castigar a nuestros compañeros, padres, hermanos. En vez de torturarlos directamente a ellos, lo hacían a través de nuestros cuerpos.
Y como el cuerpo de las mujeres sigue siendo para muchos un lugar de subordinación, también para muchos los abusos sexuales no son tortura.
-¿También habría ignorancia respecto del derecho y los tratados internacionales?
-No creo que es ignorancia. Yo creo que hay importantes sectores que son parte de una cultura profundamente machista, donde la sexualidad de las mujeres no importa. Entonces, si una micro repleta de militares las violó, eso no importa. La sexualidad de las mujeres está expropiada, ya sea en tiempos de paz o de guerra, aunque esto se agudiza más en crisis políticas, donde hay menos control.
¿Crees que hay una deuda judicial y emocional con estas mujeres en Chile?
-Por supuesto. Los proyectos de reparación tienen que incluir este aspecto. Me parece el colmo que en este país todos los actos de reparación tengan como grandes ausentes a los y las sobrevivientes.
Espero que la reparación para quienes fueron torturadas y torturados esté a la altura de lo que ha sido su quehacer político. No conozco una población más tranquila e ignorada que la de las presas y presos políticos de este país. Que se han callado para visibilizar la suerte de las detenidas y detenidos desaparecidos. Ya es hora que se sepa que acá también existió este sufrimiento y que se necesita una reparación.