Entre la metonimia del mercado y la metáfora (imposible) de la revolución *
Andrea D'Atri
Estrategia Internacional Nº 20 Las traducciones son traiciones, más aún cuando los balances contables de la industria editorial imponen a las producciones teóricas de la metrópoli hasta varios años de latencia antes de su publicación en países de la periferia.
Cuando El género en disputa de Judith Butler apareció en las librerías de Buenos Aires, mucha agua había corrido bajo el puente de su teoría de la performatividad de género.
Mientras en los confines del Río de la Plata enunciábamos críticamente que para Butler "El orden simbólico es presupuesto como el ámbito de la existencia social que se reproduce en los gestos reiterados una y otra vez, ritualizados, desde los cuales los sujetos asumen su lugar en este orden, entonces, queda abierta la posibilidad de modificar los contornos simbólicos de la existencia a través de la performatividad de actuaciones desplazadas paródicamente"[1], el mercado editorial decidía comercializar en español (¡siete años más tarde!) un libro que Judith Butler había escrito en 1993 en el que, desde el otro hemisferio, intentaba responder a lo que ella suponía un malentendido sobre su teoría de la performatividad. "Aunque muchos lectores interpretaron que en El género en disputa yo defendía la proliferación de las representaciones travestidas como un modo de subvertir las normas dominantes de género, quiero destacar que no hay una relación necesaria entre el travesti y la subversión, y que el travestismo bien puede utilizarse tanto al servicio de la desnaturalización como de la reidealización de las normas heterosexuales hiperbólicas de género."[2] Vanidosa e inmerecidamente interpelada por sus aclaraciones, continuamos con el debate alrededor de uno de los nudos que consideramos fundamentales por lo reiterado.
Mientras Cuerpos que importan se inscribe en una línea de continuidad con El género en disputa, intentando constituirse en una obra que problematiza el heterosexismo como discurso normativo que modela los cuerpos, su última colaboración junto a Ernesto Laclau y Slavoj Zizek en Contingencia, hegemonía, universalidad se inclina más a la reflexión política misma desde "los márgenes teóricos de un proyecto político de izquierda"[3].
Si Butler teoriza sobre sexo / género es por su interés en pensar las condiciones de posibilidad de una democracia radical. Y, viceversa: su elaboración sobre la democracia se basa en un intento de pensar el "espacio" político radical donde puedan ser incluidos también los cuerpos que hoy "no" importan.
Es este horizonte político -que tanto Butler como los otros co-autores denominan "democracia radical y pluralista"-, trazado como un ideal deseable en tanto imposibilitado de completitud y clausura, lo que nos invita a continuar con este diálogo crítico, aún cuando nuestra interlocutora nunca lo sea fehacientemente e incluso, cuando ya esté respondiendo sincrónicamente -y por eso mismo, anticipadamente- a nuestros argumentos, sin que podamos saberlo en este hemisferio, donde la teoría, como la moda, siempre llegan una temporada más tarde.[4]
Cuerpos abyectos y cuerpos explotados
"¿Existe otro punto de partida normativo para la teoría feminista que no requiera la reconstrucción o la puesta bajo la luz de un sujeto femenino que no puede representar, y mucho menos emancipar, el conjunto de seres corpóreos que se encuentran en la posición cultural de mujeres?" Judith Butler, 1992
En el conocido debate entre Judith Butler y Nancy Fraser mantenido en la New Left Review y que luego fuera traducido por diferentes publicaciones, la primera se pregunta: "¿Por qué un movimiento interesado en criticar y transformar los modos en los que la sexualidad es regulada socialmente no puede ser entendido como central para el funcionamiento de la economía política?"[5]
Para Butler, las luchas que intentan transformar el campo social de la sexualidad son centrales para la economía. Según su conceptualización, la reproducción social de las personas forma parte de la esfera económica misma y de allí que pueda vincularse de manera directa la sexualidad con la cuestión de la explotación y la extracción de plusvalía.
Varones y mujeres son los sexos opuestos que, como efecto de la normatividad heterosexual obligatoria, se constituyen en la base de la institución familiar, entendida ésta como el ámbito en el cual se reproduce la fuerza de trabajo. De la imposibilidad de separar la esfera de lo estructural-económico de la esfera de lo simbólico-cultural, extrae la conclusión de que las luchas de gays, lesbianas, travestis, transexuales por su reconocimiento e inclusión no deberían ser desestimadas como luchas por la transformación de la sociedad capitalista.
Fraser responde desde dos planos diferentes: en primer lugar, cuestiona la deshistorización que Butler produce de la misma noción de estructura económica, ejemplificando la pretendida corrección de su crítica con el modo de producción capitalista, donde la esfera de la normatividad y regulación sexual aparecería en cierto modo diferenciada de la esfera de las relaciones económicas propiamente dichas. En segundo lugar, sostiene que desde un punto de vista funcional, el capitalismo no necesita de la heterosexualidad obligatoria para la extracción de plusvalía como lo demuestra la gran cantidad de empresas que adoptaron políticas friendlies en relación a los homosexuales.
Pero la posición de Butler no es equivalente al determinismo económico de un supuesto marxismo estructuralista anquilosado: en su operación de teñir con la economía la esfera de la reproducción, lo que realmente hace es transformar a las relaciones sociales de producción en materialidad cultural. La respuesta de Fraser no puede acudir al punto. La autora de Iustitia Interrupta, anclándose en el concepto de posiciones sociales o status de Weber, tampoco da cuenta de una realidad en la que siguen existiendo los cuerpos que no importan, lo abyecto que es excluido por el capital aún cuando en algunos lugares minoritarios la política inclusiva de gays y lesbianas sea un hecho comprobable. Inversamente que para Butler, para Fraser, sexualidad y economía son dos esferas absolutamente diferenciadas. En una amalgama particular de Marx y Weber, la autora deja a la clase del lado de lo económico y a la posición social del lado de las sexualidades discriminadas, traduciéndose esto en un programa político en el que redistribución y reconocimiento son los reclamos que corresponden a uno y otro lado del extenso arco de reivindicaciones.
Ambas proponen modelos de inteligibilidad aparentemente opuestos; sin embargo, en el intento de responder políticamente a las situaciones planteadas de no-reconocimiento (misrecognition), ambas imaginan operar en los marcos nunca explicitados del sistema capitalista, donde la explotación es lo indecible y la producción es meramente simbólica. Ese capitalismo imposible de pronunciar es el límite incuestionable de la imaginación política, lo no dicho y por tanto, incapaz de ser deconstruido.
Mientras para Fraser el modelo de una sociedad más justa y democrática consistiría en la combinación del Estado de Bienestar más un mayor reconocimiento de las diversas identidades (del que nunca se puede explicar cómo se alcanzaría); para Butler, la democracia radical y pluralista consistiría en un sistema abierto, irrealizable o, mejor dicho, un sistema político cuya realización se efectúa, paradójicamente, en su imposibilidad.
Su imposibilidad está dada por la autoperpetuación del poder que adquiere nuevas formas. Los discursos regulatorios se reproducen aún en los mismos intentos de oposición al poder. La sexualidad funciona como un ideal regulatorio, en el estricto sentido foucaultiano. "El sexo no sólo funciona como norma, sino que además es parte de una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora se manifiesta como una especie de poderproductivo, el poder de producir -demarcar, circunscribir, diferenciar- los cuerpos que controla."[6] Este poder productivo, de profunda filiación nietzscheana, se reproduce aún en la misma oposición a él. No habrá definición del sujeto que no sea, en su mismo acto, excluyente (productora de lo abyecto).
En el libro de reciente aparición escrito en colaboración con Laclau y Zizek, Butler sostiene algo similiar cuando dice: "... esto sucede cuando pensamos que hemos encontrado un punto de oposición a la dominación y luego nos damos cuenta de que ese punto mismo de oposición es el instrumento a través del cual opera la dominación, y que sin querer hemos fortalecido los poderes de dominación a través de nuestra participación en la tarea de oponernos. La dominación aparece con mayor eficacia precisamente como su 'Otro'. El colapso de la dialéctica nos da una nueva perspectiva porque nos muestra que el esquema mismo por el cual se distinguen dominación y oposición disimula el uso instrumental que la primera hace de la última."[7]
Cualquier intento de oposición se verá limitado a una mera rearticulación del horizonte de lo incluido, pero en el mismo acto, se verá constreñido a actuar como un nuevo discurso regulador.
Para Butler, esto es evidente en las actuales luchas de gays y lesbianas por la igualdad de derechos en relación al matrimonio heterosexual.
Lo que, en apariencia, puede considerarse como la extensión de derechos civiles a los no heterosexuales (unión civil, matrimonio, derecho a la adopción, etc), produciría, esencialmente, un ensanchamiento en la brecha existente entre formas legítimas e ilegítimas de intercambio sexual. La hegemonía universalizante es falsa, o en verdad, se transforma en una apariencia que vela el profundo contenido regulatorio que esta nueva norma introduce, "pues la estatización de estos derechos y obligaciones, cuestionables para algunos gays y lesbianas, establece normas de legitimación que actúan remarginalizando a otros y excluyen las posibilidades de libertad sexual que han sido los eternos objetivos del movimiento."[8]
Su crítica apunta a que la transformación de gays y lesbianas en "humanos" se da en un movimiento en el que, simultáneamente, la definición dada de "humano" no sólo aparece incuestionable, sino que se reafirma en ese mismo acto. La asimilación e incluso la cooptación política operan en el mismo acto en que parecen alcanzarse los objetivos de la lucha. Es entonces que la autora se pregunta: "¿cómo es posible mantener vivo un conflicto de interpretaciones abierto y políticamente eficaz?" [9]
Su interrogante es teórico y práctico. Así como en Cuerpos que importan señala que su propósito es comprender de qué manera lo que fue excluido de la esfera del sexo, por medio de la operación imperativa de la heterosexualidad obligatoria, puede retornar y producir un efecto perturbador que modifique radicalmente la configuración de cuerpos que importan más que otros; en Contingencia, hegemonía, universalidad intenta trazar el mapa político de la democracia radical donde esta operación perturbadora fuera posible y donde lo abyecto -aunque siempre necesario por la imposibilidad de la inclusión absoluta- no cristalizara en locus determinados a priori sino que se reactualizara permanentemente, adquiriendo nuevos significados.
Los capítulos de la autoría de Judith Butler en Contingencia, hegemonía, universalidad son el programa político que corresponde a las elaboraciones teóricas sobre la normatividad sexual y los límites materiales y discursivos del sexo de El género en disputa y Cuerpos que importan.
El autocomplaciente optimismo de la semiosis infinita
"Lo que yo entiendo como hegemonía es que su momento normativo y optimista consiste, precisamente, en las posibilidades de expandir las posibilidades democráticas, para los términos claves del liberalismo, tornándolos más inclusivos, más dinámicos y más concretos." Judith Butler, 2003
Más inclusivos, más dinámicos, más concretos. Para Judith Butler, los límites democráticos del liberalismo, son una cuestión del orden de lo cuantitativo. La práctica política de los movimientos sociales -en la única acepción que entiende la autora, es decir, como movimientos sociales identitarios- debería trazarse como objetivo la expansión de los términos de "lo ciudadano" y "lo humano" en un sistema que entiende a los derechos humanos y ciudadanos como pilares fundamentales del funcionamiento democrático, pero que al definir sus contenidos, normativiza y por lo tanto excluye produciendo lo abyecto.
Esta expansión sólo podría garantizarse vaciando el significante político de cualquier significado prefijado porque toda significación pretendidamente universal, será irremisiblemente particular y por lo tanto represiva en el acto performativo de definir su identidad. Para ello, es necesario aceptar la semiotización de la política, una operación que los autores de Contingencia, hegemonía, universalidad dan por sentada. Pero su punto de partida no por obliterado es menos construido que otros, como por ejemplo, el de suponer la política como la acción de ciudadanos abstractamente iguales en un Estado también despojado de su carácter de clase.
En una lectura que analoga los procesos sociales antes descriptos con la metonimia lingüística, Butler sostiene que "el campo de las relaciones diferenciales de las cuales emergen todas y cada una de las identidades particulares debe ser ilimitado. Más aun, la 'incompletitud' de todas y cada una de las identidades es el resultado directo de su emergencia diferencial: ninguna identidad particular puede emerger sin suponer y proclamar la exclusión de otras, y esta exclusión constitutiva o antagonismo es la misma condición compartida de toda constitución de identidad."[10]
La incompletitud de la posición del sujeto, entendida como "el fracaso de cualquier articulación en particular para describir a la población que representa" y, por otro lado, también como el hecho de que "cada sujeto está constituido sobre diferencias y lo que es producido como el 'exterior constitutivo' del sujeto nunca puede pasar a ser totalmente interno o inmanente"[11]es la base discursiva que anida en el ideal político de la semiosis nunca cancelada de la democracia radical y pluralista.
El antagonismo no es binario. La emergencia diferencial transcurre en la cadena significante sin cierre que produce la concatenación de las identidades particulares, cuya universalidad radica en que todas comparten "ser lo que las demás no son". Pero, si las diferencias no lo son en relación a términos positivos entre los cuales establecerse, son sólo pura diferencia.
Para Butler, "cuando la cadena de equivalencias es manejada como una categoría política, se requiere que las identidades particulares reconozcan que comparten con otras identidades la situación de una determinación necesariamente incompleta. Ellas son fundamentalmente el conjunto de diferencias por las cuales emergen, y este conjunto de diferencias constituye los rasgos estructurales del dominio de sociabilidad política. (...). No es una condición supuesta o una condición a priori que debe ser descubierta y articulada, y no es el ideal de lograr una lista completa de todos y cada uno de los particularismos que serían unificados por un contenido compartido. Paradójicamente, es la ausencia de ese contenido compartido lo que constituye la promesa de universalidad." [12]
La diferencia cumple el papel, en las elaboraciones butlerianas, precisamente de un "fetiche teórico que repudia las condiciones de su propia emergencia", para utilizar una expresión de la autora.[13]
Porque siempre que hay diferencia es diferencia para algún otro al que le resulta significativa. La significación de un factum como "diferencia" sólo puede ocurrir si hay una norma, es decir, un ámbito del orden de la validez. No hay posibilidad de nombrar a la diferencia sino es por referencia a un sistema de normas que operan sobre la mera facticidad otorgándole significancia. La "ideologización" de la diferencia como "diferencia" es la consecuencia de un proceso histórico - constructivo cuya estructura alcanzada actuará de manera regulatoria a posteriori, invisibilizando las huellas de su génesis.
Como un "fetiche teórico que repudia las condiciones de su propia emergencia", las formas no heterosexuales de la sexualidad serán lo abyecto, las marcas identificatorias pertinentes de los cuerpos que no importan, mientras la heterosexualidad obligatoria aparecerá en escena presentándose a sí misma como norma ahistórica, natural e inmutable.
En su presencia indivisible e incuestionable desdibuja el proceso histórico transcurrido a través de aberraciones crueles y sanguinarias por el cual el deseo fue normativizado, reprimido y ordenado según una racionalidad que entiende a la sexualidad como reproducción y a la reproducción como mera reproducción de fuerza de trabajo. Porque "el poseedor de la fuerza de trabajo es un ser mortal. Por tanto, para que su presencia en el mercado sea continua, como lo requiere la transformación continua de dinero en capital, es necesario que el vendedor de la fuerza de trabajo se perpetúe, 'como se perpetúa todo ser viviente por la procreación.' "[14]
La semiosis infinita que Butler postula como ideal a alcanzar con la democracia radical y plural ya está presente. No es otra que la imagen fetichista que ofrece la sociedad civil, el mercado, aquella forma "suciamente judaica de manifestarse"[15] que tiene la práctica eminentemente humana. Un libre mercado, donde hombres libres intercambian las mercancías que circulan de manera ininterrumpida (¿infinita?). Allí es donde lo "suciamente judaico" obtura la inteligibilidad de los mecanismos de la extracción de plusvalía. "El juego político construido sobre la base del modelo contractual importado de la economía se cumple a condición de excluir la economía de la incumbencia de lo político."[16]
¿"Cosa juzgada" o el sueño de alas de la crisálida?
"Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul, y el sol brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente." León Trotsky, 1940
Esta relación entre plusvalor y democracia liberal es genética. Ampliar el horizonte de los cuerpos que importan sólo es una tarea realizable si la lucha por la emancipación se anuda, necesariamente, con el cuestionamiento profundo a los pilares fundamentales del Estado capitalista. Parafraseando a mi primer profesor de dialéctica podría exclamar: ¡A la semiosis infinita la cancelan el juez y el policía![17]
La circulación libre e infinita de mercancías es la contracara de la explotación. La democracia de los ciudadanos libres, fraternos e iguales, tiene necesariamente que incluir como contrapartida para su realización la existencia de una clase que ha expropiado históricamente a la humanidad de los medios de producción. El contrato de trabajo entre hombres libres e iguales oculta la explotación al mismo tiempo que es la forma necesaria que adquiere en el modo de producción capitalista, en los estados "modernos" burgueses. Pero el juez y el policía cancelan la semiosis infinita de la igualdad ciudadana, cuando la propiedad privada y la libertad del contrato de trabajo se ven amenazadas por la acción de las clases subalternas.
"La igualdad política ha de cumplirse bajo rigurosas condiciones de abstracción de las desigualdades reales".[18] De la misma manera que la propiedad privada y la necesaria reproducción de la fuerza de trabajo (esos otros cuerpos abyectos) permanecen ocultos bajo la cadena metonímica de la circulación de mercancías. La apariencia voluntaria del contrato encubre la violencia de la expropiación originaria; la democracia, mientras tanto, bajo la aparentemente libre elección de los representantes, disfraza la dominación con el traje de la aceptación también voluntaria.
¿Acaso no es la misma Butler la que plantea los peligros de inclusión del movimiento lésbico-gay?
Si admite que "la tarea será no asimilar lo indecible al dominio de lo decible para albergarlo allí, dentro de las normas de dominación existentes, sino destruir la confianza de la dominación, demostrar qué equívocas son sus pretensiones de universalidad"[19], ¿cómo hacerlo negándose a entablar la lucha abierta contra el Estado y la clase dominante?
Judith Butler eleva a modelo ideal (universal) precisamente la "universalidad irrealizada" que es la condición estructural del estado democrático burgués, basado en la explotación capitalista.
Jamás podría ser "más inclusión" el objetivo práctico de una política emancipatoria que reconociera el juego de espejos del capital y el Estado, es decir, que admitiera que la expropiación y la explotación son "el lado oscuro" intrínsecamente fusionado con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano.
A Butler, sus escasas aspiraciones libertarias le hacen postular que "el compromiso con una concepción de democracia que tenga futuro, que se mantenga no restringida por la teleología y que no sea equivalente a ninguna de sus realizaciones exige una demanda diferente, una demanda que postergue permanentemente la realización."[20]
Los abyectos, por el contrario, inconformes con la postergación infinita, soñamos con las alas de mariposas que sabemos encerradas en nuestros mismos vientres de crisálidas.
* Agradezco la cálida e inteligente lectura que hizo de este artículo la filósofa Alejandra Ciriza. A sus apreciaciones críticas y reflexivas de experimentada teórica no puedo más que considerarlas como otra forma de la lucha que compartimos contra toda opresión, esperando juntas y con un compromiso activo ese "salto bajo el cielo libre de la historia que estas gentes obnubiladas por los deslizamientos infinitos de un puro mundo de discurso-mercancía no pueden ni imaginar".
Notas
[1] D'Atri, A.: "Igualdad y Diferencia: El feminismo y la democracia radical...
mente liberal"; Revista Lucha de Clases Nº 1, Bs.As, noviembre 2002
[2] Butler, J.: Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo"; Paidós, Bs.As.,2002, p. 184
[3] Butler, J.: "Reescinificación de lo universal: hegemonía y límites del formalismo" en Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda de Butler, Laclau, Zizek; FCE, Bs.As., 2003
[4] Judith Butler cierra el prefacio de su libro Cuerpos que importan con estas palabras: "De modo que presento este texto, en parte como una reconsideración de algunas declaraciones de El género en disputa que provocaron cierta confusión, pero también como un intento de continuar reflexionando sobre las maneras en que opera la hegemonía heterosexual para modelar cuestiones sexuales y políticas. Como una rearticulación crítica de diversas prácticas teoréticas, incluso estudios feministas y estudios queer, este texto no pretende ser programático. Y, sin embargo, como un intento de aclarar mis 'intenciones', parece destinado a producir una nueva serie de interpretaciones erradas. Espero que, al menos, resulten productivas." (op.cit., p. 14)
[5] Butler, J.: "El marxismo y lo meramente cultural"; New Left Review Nº 2, 2000
[6] Butler, J.: Cuerpos que importan; Paidós, Bs.As., 2002, p. 18
[7] Butler, Laclau y Zizek: Contingencia, hegemonía, universalidad; FCE, Bs.As., 2003, p. 34
[8] op.cit., p. 166
[9] íd., p. 167
[10] Ibíd., p. 38
[11] Ibíd., p. 18
[12] Ibíd., p. 38
[13] Ibíd., p. 33
[14] Marx, K.: El Capital; FCE, México, p. 125
[15] Dice Marx en referencia a Feuerbach: "Por eso en 'La esencia del cristianismo' sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y plasma la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actuación 'revolucionaria', práctico-crítica." (Tesis I sobre Feuerbach, 1845)
[16] Ciriza, A.: "Democracia y ciudadanía de mujeres: encrucijadas teóricas y políticas", en Atilio Borón (comp..): Teoría y Filosofía Política, la tradición clásica y las nuevas fronteras; Clacso, Bs.As., 2000
[17] "... pareciera que este proceso semiótico en la vida de las sociedades humanas como comunidades éticas, se detiene en la sentencia del Juez y el ulterior accionar de la policía bajo sus órdenes. Es decir, que todo sistema social concreto necesita (a modo de un postulado mismo de la acción judicial) cerrar el flujo de la semiosis infinita.", en J. Samaja: Semiótica y Dialéctica, JVE Ediciones, Bs.As., 2000
[18] Ciriza, A.: op.cit.
[19] Butler, Laclau y Zizek: Contingencia, hegemonía, universalidad; FCE, Bs.As., 2003, p. 184