Compañeras
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2 de april del 2004
Feministas, os escribo desde Argel
Wassyla Tamzali
La cuestión del pañuelo islámico está trastocando a la izquierda francesa. Nada más lógico que las feministas francesas hayan expresado sus opiniones sobre el particular, ni que nosotras, feministas árabes, esperásemos de ellas que criticasen la amalgama de religión y patriarcado que está teniendo lugar. Sobre las discriminaciones sexistas, siempre hemos estado en la misma onda. Pero nos equivocamos. El pañuelo islámico se ha apuntado un nuevo tanto : el de dividir a las feministas francesas...
Hace muchos años que las ideas de las feministas francesas y las nuestras, feministas del Sur, coinciden. Sobre las discriminaciones sexistas, siempre hemos estado en la misma onda. Ello reforzaba nuestra convicción sobre el carácter universal del feminismo, ya que ellas allí y nosotras aquí compartíamos idénticos análisis, indignaciones y metas.
Dicho de otra manera, pensábamos que en un asunto como el del pañuelo, que nuestras amigas feministas conocen bien, éstas conseguirían ajustar las cuentas al relativismo cultural que tanto prolifera, incluso en las filas de los intelectuales de izquierdas y en instancias tan venerables como la Liga de los Derechos Humanos.
Pero nos equivocamos. El pañuelo islámico se ha apuntado un nuevo tanto : el de dividir a las feministas francesas, empañando el claro razonamiento de este movimiento, a juzgar por las declaraciones que hemos podido leer en Le Monde [1], de boca de una de sus más significativas representantes. Asimismo, ha conseguido romper, por vez primera, la antigua y necesaria alianza entre las feministas francesas y nosotras.
Que este sector intelectual haya considerado este asunto como una oportunidad para cantar las cuarenta a la Francia dominante, nos parecería aceptable, siempre que no se pusieran en cuestión las bases mismas de nuestro combate. Pero se han traspasado los límites, cosa ante la que las feministas del Sur no podemos guardar silencio.
Conste que tengo un profundo resentimiento hacia la sociedad patriarcal judeo-cristiana francesa, que ha olvidado y continúa olvidando los principios que nos hacen amar tanto a este país, a pesar de las historias del pasado : libertad, igualdad, fraternidad.
No se me oculta que una buena parte de quienes se oponen al pañuelo islámico no lo hacen por respeto del principio de igualdad entre los géneros. Se trata más bien de una postura étnico cultural judeocristiana dominante que se opone a otra postura étnico cultural, francomusulmana, de carácter minoritario. Efectivamente, poco tiene que ver en esto la afirmación de nuestros principios o la contribución al combate que mantenemos desde hace mucho. Pero, aún admitiéndolo así, ¿qué tiene de malo ? Esto querría decir que en Francia hay una mayoría de gente igualitarista, al estilo del Monsieur Jourdain de Molière, que hablaba en prosa sin saberlo.
De ahí que las mujeres cubiertas con pañuelos islámicos choquen contra el fondo cultural francés.
¿No es verdad que la opinión pública francesa ha tomado sus distancias con el anticlericalismo original, aceptando las kippas en la escuela ?, ¿no lo es que, en este caso, está manifestando su rechazo a que las jóvenes cubran sus cabellos, dando así una imagen violenta y arcaica de la subordinación de las mujeres ?, ¿acaso no es por esto por lo que hemos luchado, para que la igualdad entre los géneros no sea sólo una cuestión de ley sino que se convierta en una actitud social ?
Coincido con aquellas que sostienen que Francia no corre peligro porque unas frágiles jóvenes cubran sus cabezas con el pañuelo islámico, que no hay que perder los nervios y que hay que tratar de ponderar las intenciones de algunas de estas jóvenes, por ejemplo, de aquellas que buscan ajustar cuentas con sus padres, sean judíos, kabileños o conversos, padres que las habían concebido contra todos los tabúes religiosos y étnicos, dejándoles en herencia una libertad difícil de vivir en nuestros días... Estoy de acuerdo en que tras los debates de hoy se esconden muchas discriminaciones que las jóvenes de origen magrebí padecen junto con toda su comunidad. También coincido en afirmar que en Francia existe un racismo antimagrebí.
Pero, al margen de esta constatación, aceptar la práctica -magrebí o no, mulsumana o no- de taparse el cabello, de no dejarse tratar por un médico, de negarse a estrechar la mano de los hombres, es decir, aceptar unas prácticas de estricta segregación sexista, me parece una mala forma de responder a un problema real. Rechazar el pañuelo no significa aceptar el racismo. Llevar la discusión a este terreno constituye una prueba de mala fe, de una mala fe idéntica a la que rechazaba el feminismo en mi país, so pretexto de que provenía del mundo occidental, mundo ciertamente responsable de la comisión de grandes crímenes en nuestros países. Las feministas eran señaladas como aliadas objetivas de occidente. Y lo mismo se alegaba respecto a la democracia, "el partido de Francia".
He sufrido demasiado por causa de esta mala fe, como para aceptar cualquier otra mala fe, incluso la que proviene de feministas y de demócratas. Y no se trata solamente de mi, como persona, que tengo todo el derecho a rebelarme, sino de los intelectuales de los países no europeos, que luchamos contra la utilización de la cultura, del resentimiento y del odio antioccidental como medios para sofocar la democracia y la libertad. Luchamos contra regímenes que son de todos conocidos y también, habría que añadir, contra la oposición de aquellos que deberían estar a nuestro lado, a quienes pedimos que nos traten con el mismo rigor con el que tratan a su sociedad.
Se necesita más racionalidad. Si el debate sobre el pañuelo oculta el debate sobre las discriminaciones racistas, ¿qué habría que decir entonces del sometimiento de las mujeres, que desaparece tras el debate aberrante sobre el derecho - o el no derecho- a cubrirse los cabellos, a encerrar a los individuos en su cuerpo erótico ? ¿No es verdad que el pensamiento feminista siempre ha desenmascarado los intentos de encerrar a la mujer en su función reproductiva y en la pertenencia exclusiva a la tribu que rige su destino ? ¿Cómo dejar de proclamar que el pañuelo es el símbolo del sometimiento de las mujeres y que este significado no cambia por el hecho de que algunas lo utilicen frívolamente o para ir contracorriente ?
Por lo que se refiere a la idea de que "no hay que estigmatizar al islam", no seré yo la que diga que el pañuelo tiene poco o nada que ver con la religión. Formo parte de esas feministas árabes que se han desgañitado denunciando el terrible peso de la sociedad patriarcal sobre la mujer y la poca influencia de la espiritualidad islámica sobre las costumbres en este terreno. Pues bien, no puedo por menos que recordar que el temor a estigmatizar al cristianismo no detuvo la lucha feminista por el derecho al aborto y la libertad de disponer del propio cuerpo. Y eso que topábamos con un dogma mucho más serio y tenaz que el pañuelo para el Islam.
Entonces, ¿por qué lo que vale para una religión no vale para la otra ? La izquierda -cierta izquierda- y las feministas -ciertas feministas- han adoptado una actitud que nos empuja a creer que aquello que concierne al islam queda fuera de todo razonamiento. ¿Cómo es posible que los criterios por los que se orienta el feminismo en general dejen de ser válidos para las mujeres musulmanas ? Bastante tenemos con los males que nos aquejan, como para que algunos intelectuales -y no menores- unan sus voces a la de aquellos que piensan, como Tariq Ramadan, que existe el género "mujer musulmana".
Para terminar y por lo que se refiere al peligro de proliferación de las escuelas confesionales, me pregunto : ¿las escuelas vinculadas al islam y controladas por el Estado serían más condenables que sus homólogas de otras confesiones ? ¿La libertad no rige igual para todos ? Generaciones enteras de niñas y niños franceses y práctica cristiana han pasado por escuelas religiosas y han hecho su revolución desde dentro, convirtiéndose enseguida, y por suerte para Francia, en reformadores, laicos, librepensadores, feministas... De la misma manera, las jóvenes musulmanas podrán negarse a llevar el pañuelo islámico, que aparecerá como lo que realmente es : el símbolo de la opresión y no el de la resistencia a la cultura dominante.
* Wassyla Tamzali, abogada en Argel, ex directora de los Derechos de la Mujer en la UNESCO.
enero de 2004
[1] "Un velo sobre las discriminaciones", firmado por la socióloga Françoise Garpard.