Escuché la frase muchas veces cuando era niña, pero siempre en negativo: "No digas ni está boca es mía". La escuché sobre todo en la escuela. Ignoro si la exigencia provenía de la idea de que las mujeres teníamos poco que decir y eso poco era impertinente o sin importancia. Ignoro si la imposición partía del supuesto de que "calladitas son más bonitas". No recuerdo si la orden obedecía solamente a un precepto disciplinario. Pero me quedo muy claro que el mandato era que debíamos guardar silencio. Entonces, claro, no sabía que la imposición era añeja y no tenía a la vista fecha de caducidad. Tampoco sabía que muchas mujeres lejanas o cercanas a mí en tiempo y espacio, contra viento y marea (en realidad huracanes y tempestades) han venido luchando por marcar el vencimiento de tal consigna. Hoy, gracias a ellas, muchas otras mujeres podemos decir algo más que Esta boca es mía; y decirlo más fuerte el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Podemos, por ejemplo, abrir la boca para intentar evitar la ejecución de Amina Lawall, nigeriana que cometió el delito de tener un hijo fuera del matrimonio. Y abrirla las veces que sea necesario para exigir que se elimine este tipo de castigo en Nigeria que tiene en vilo la vida de otras mujeres.
Abrir la boca para denunciar la doble moral de la Iglesia que excomulga a Rosa, niña nicaragüense de 9 años que abortó el producto de una violación, pero apenas sanciona a los sacerdotes pederastas. O abrirla para acompañar en sus demandas de justicia a las quizás 300 mil mujeres peruanas que entre 1996 y 2002 fueron esterilizadas sin su consentimiento como parte de las políticas de salud del presidente Fujimori.
Abrir la boca para sacar a la luz que las mujeres representan el 70 por ciento de los más de 1.3 miles de millones de personas que viven en extrema pobreza. Para hacer visibles a las cerca de 900 millones de mujeres que tienen ingresos menores a un dólar diario. Para denunciar que en los últimos 20 años la pobreza de las mujeres se ha incrementado en un 50 por ciento.
Abrir la boca para censurar que casi dos terceras partes de los iletrados en el mundo son mujeres; que entre la población que tiene 18 años cumplidos las mujeres han recibido 4.4 años menos de educación escolar que los hombres; que en 22 países de África el matriculado de las niñas en escuelas primarias es 80 por ciento menor al de los varones; que en México, en comunidades menores a 2 mil 500 habitantes, de cada 100 mujeres 77 no tienen educación básica y 20 ninguna instrucción.
Abrir la boca para denunciar el agravio que representa que en el mundo anualmente mueran medio millón de mujeres por complicaciones en el embarazo o parto, y 100 mil por abortos mal atendidos; para denunciar que en la zona indígena de Guerrero, por ejemplo, hay tantas muertes maternas como las que registrara El Salvador hace 10 años, cuando estaba en guerra.
Abrir la boca para no permitir que se ignore que cada 15 segundos una mujer es agredida física, sicológica o sexualmente, en la mayoría de los casos por un hombre, en el interior de sus hogares. Para gritar ¡Ni una muerta más! con las mujeres que en todo el mundo condenan el feminicidio que se comete en Ciudad Juárez.
Abrir la boca para decir ¡No a la guerra! entre otras razones porque el 80 por ciento de las personas afectadas en una conflagración son civiles, de los cuales 90 de cada 100 son mujeres, niños y niñas; porque en la guerra las mujeres llevan las de perder: son asesinadas, violadas, contagiadas de Sida a propósito, embarazadas para humillar al enemigo, obligadas a vender su cuerpo a cambio de comida, torturadas, mutiladas, utilizadas como escudos humanos.
Abrir la boca, en fin, para no permitir que el silencio nos haga invisibles, para demandar justicia, para denunciar impunidad, para exigir equidad en todos los ámbitos de la vida, para que algún día ser mujer no sea factor de riesgo, ni razón para ser agredida, ignorada o silenciada.
Y en mi caso particular, abrir la boca para aplaudir esfuerzos como el de la agencia Comunicación e Información de la Mujer A. C. (CIMAC) que dirige la incansable Sara Lovera, y agradecer a mujeres extraordinarias como Mirta Rodríguez en República Dominicana, Montserrat Boix en España, Laura Asturias en Guatemala y Lydia Cacho en México, por lo mucho que hacen por las mujeres, por su compromiso, convicción y congruencia, por su ejemplo de valentía y sororidad, por la generosidad con la que me han permitido abrir la boca en los medios que dirigen. Estas líneas son en su honor. Abrazo con especial cariño a Lydia, cuya revista Esta Boca es Mía duplica su tiraje y se lanza a la conquista de nuevos espacios en la capital del país. ¡ Enhorabuena!