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Compañeras

11 de marzo de 2003

Las dos Fridas

Ouka Laredo
Rebelión
Acerca del cuadro "Las dos Fridas", hay gente, incluida la pintora, que sostiene que el lienzo plasma la dualidad del carácter de la artista. Se ha escrito acerca de dos elementos subjetivos que subyacen en la pintura que son el deseo y la percepción, tanto desde el punto de vista de Frida como de su marido, Diego Rivera, en 1939, año del divorcio de la pareja. Se ha dicho también que la pintura refleja las dos Fridas de Diego en aquel momento: la que el muralista amaba y la que ya no quería.

Existe una excelente película mexicana que es "Frida, Naturaleza viva" de Paul Leduc, director de diversos reportajes sobre Chiapas y del largometraje "Reed: México insurgente". La cinta, internacionalmente galardonada, fue protagonizada por Ofelia Medina y las tendencias comunistas tanto del personaje (Frida Khalo) como de la misma actriz frenaron la aspiración de que México presentase la cinta a los Oscar en 1983. Ofelia Medina abandonó hace años su actividad artística y se dedica en cuerpo y alma a la defensa pública de la lucha insurgente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)

Ahora ha llegado a todos los cines del mundo, empujada por el cohete de hacer dinero llamado Hollywood, la "Frida" de Salma Hayek, actriz que concibió la película, encarna en la pantalla a la mítica pintora e hizo que su novio Edward Norton, redactase el guión final y tuviese también un papel. Para dirigir la cinta se recurrió a Julie Taymor, directora de "Titus" y del montaje del musical "El Rey León".

Aquí tenemos claro que existen también, por lo menos en la historia del cine actual, dos Fridas: la Frida combativa e intelectual, apegada a la historia, y la Frida libertina y sin bigote de una producción teatral de Brodway, hablada en inglés (en México causó indignación las frases de Frida-Hayek del tipo: "Diego, mi amor, you must eat your enchiladas")

En la bella y trivializante cinta de Salma Hayek causa sorpresa descubrir a través del cuerpo de Salma Hayek que Frida Khalo tenía una figura esbelta que quitaba el hipo y que Leon Trotsky se convierte de la noche a la mañana, - para soponcio de Isaac Deutscher-, en "El profeta excitado" que corretea vigorosamente a la pintora por Coyoacán.

En mucha gente pervive la imagen épica de una Frida que supo llevar adelante muchas luchas y en muchos frentes. Luchó por la democracia, por la solidaridad internacional, por el socialismo y por una concepción del arte y la cultura alejada del realismo socialista imperante en la URSS estalinista. También es mundialmente conocida, a veces hasta extremos morbosos, por mantener una lucha contra su propio cuerpo, enfermo y maltratado. Además luchó entre el amor y el odio que encarnaba obsesivamente Diego Rivera. Pero Frida luchó la mayor parte del tiempo contra ella. Contra ella y su atormentada soledad.

Bueno, pues todo eso queda borrado de un plumazo en la efectista y magníficamente ambientada y decorada película de la Hayek y su novio. La preciosa Frida, con sus lindos huipiles y collares de cuentas, apenas habla de política y se dedica a beber tequila en fiestas y a protagonizar estéticas incursiones lésbicas mientras Diego Rivera pone cara de obseso sexual y apenas dice tres frases coherentes. ¡Que inocencia: pretender hacer pasar por bobo a Diego Rivera!

Y todas estas vueltas y divagaciones pueden servir de excusa para hablar de cómo hay una cierta izquierda política que camufla la ideología (¿he dicho ideología?) y la convierte en una fórmula de laboratorio, en un producto trasparente, incoloro e insípido para que calce el zapato de lo políticamente correcto. Una cierta izquierda atacada de pragmatismo (¿ansia de poder?), cuya base teórica es adquirida a través de estudios de mercadeo y la estrategia y la táctica se definen a partir de los resultados del último sondeo de opinión.

Frida nos aleja de la política edulcorada tan en boga a finales del siglo XX y, más surrealista que nunca, nos hace navegar por las aguas de la revuelta espontánea. Hoy, tan proclives como estamos a la iconografía, podemos ver en Frida su vertiente de subversión subjetiva. Esa subjetividad que, en los tiempos que corren de emergencia histórica, deviene en ciencia necesaria. Luxemburguismo con tequila y cejas.

Y como en la permanente dualidad que pende sobre "Las dos Fridas", se corre el peligro de que a la mexicana universal le suceda lo mismo que le ocurrió al Che Guevara neo hippy de pasarela y escaparate. Puede que Frida se convierta, finalmente, con sus huipiles y collares, en repetidas serigrafias como los labios de Marilyn Monroe a causa del Andy Warhold que todos llevamos dentro.

Pero estamos llegando a una situación histórica que nos puede deparar un futuro rico, perfumado y colorido, como un jardín mexicano. La urgencia de evitar la barbarie debe hacer confluir a los rebeldes que aborrecen del pragmatismo, a los rebeldes con más causa que nunca. Y a esa confluencia se llega desde diversas situaciones, desde diversos motivos y desde diversas sensibilidades. El movimiento ya está en marcha y no hay quien lo pare. Por mucha invasión que nos quieran vender como guerra preventiva y por mucha sopa Campbell que nos quieran dar a cambio de nuestra Frida. Ni caso y a por ellos.