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Aquellas plazas
Crisis en Argentina
Raúl Zibechi
Brecha. Uruguay, 5 de julio.
Un especialista en la cultura roquera argentina señaló, para explicar
la diferencia entre las bandas de los ochenta y las de los noventa, que "un
sector de los roqueros de los ochenta empezó a contar lo que le pasaba
a la gente común debajo del escenario. En los noventa, la gente común
se subió al escenario". Concluye que en la década pasada no hay
diferencias visibles entre los integrantes de muchas bandas y la gente que paga
la entrada para ver los espectáculos. Así, intentaba darle forma
a una explicación sobre las características del nuevo rock, surburbial,
marginal y futbolero, al que se ha bautizado como rock chabón.
Parece ya habitual que la música, como la poesía, anticipe los
cambios sociales. Músicos y poetas han mostrado una sensibilidad aguda,
en especial para captar lo que sucede debajo de la superficie, lo implícito,
sumergido o invisible. Con el tiempo, se sabe, lo que sucede bajo la superficie
termina por hacerse visible y, después de pugnar contra las estructuras
perimidas y las culturas acartonadas, rompe el cascarón para decir ¡aquí
estoy!
Algo de eso está sucediendo con el principal escenario de la protesta
social argentina, la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Durante décadas fue
el espacio en el que confluyeron disciplinadas y homogéneas columnas
de trabajadores, que marchaban con sus dirigentes a la cabeza. Una vez llegadas
las columnas a la plaza, los dirigentes se subían al estrado desde donde
proferían prolongados discursos a multitudes que los escuchaban silenciosas.
En no pocas ocasiones, el discurso principal correspondió al "primer
trabajador", el ex general Juan Domingo Perón. Los que osaban desafiar
las órdenes y las jerarquías que provenían del estrado
corrían el riesgo de ser literalmente expulsados de la plaza, como le
sucedió a Montoneros en los setenta.
Incluso en la última década la mayoría de las convocatorias
a la Plaza de Mayo las realizó alguna de las dos versiones de la cgt
(la oficial y la rebelde). Las Madres de Plaza de Mayo fue la primera organización
social capaz de llenarla, ya en los ochenta, sin que mediara una convocatoria
de la burocracia sindical. En los noventa ese papel lo fue asumiendo también
el nuevo sindicalismo, en particular la cgt que en 1994 convocó una gran
Marcha Federal.
Todavía en 2001 buena parte de las marchas a la plaza fueron obra de
alguna de las cgt, pero ya se alternaban "plazas" de uno y otro signo, siendo
las de los grupos alternativos mucho más coloridas, festivas y menos
disciplinadas.
Desde el 20 de diciembre del año pasado, el cambio es espectacular. Pudo
verse en toda su dimensión el miércoles pasado, en la marcha de
repudio a los asesinatos de dos piqueteros en la estación de Avellaneda.
La plaza se llenó de jóvenes, algunos con las caras coloreadas,
otros que saltaban como en la tribuna. Cantaron el himno argentino con la misma
letra de siempre pero con una entonación distinta, entre la bronca y
la euforia autoafirmativa. Y, sobre todo, se subieron al escenario. Ninguna
de las personas que ocupó el estrado era un dirigente conocido, sino
simples piqueteros. Los nuevos dirigentes, como Víctor de Gennaro, permanecieron
en el césped, entre la gente corriente. También de ellos es el
mérito, ya que no hubo pelea por el escenario y, todos reunidos en la
casa Nazareth (ironía de los tiempos, el lugar donde se reunían
los organismos de derechos humanos bajo la dictadura), decidieron por unanimidad
dejar ese lugar a los amigos más cercanos de los asesinados. Síntomas
de una nueva cultura política.