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Represión y Muerte
Clara Britos Periódico "La Tapa", de la zona sur.
Esta es una de las muchas historias vividas durante la violenta e injustificada
represión policial hacia manifestantes en el Puente Pueyrredón.
Contamos la de "Juan" y su familia.
Argentina. Como muchas veces, el reclamo de piqueteros iba dirigido al Puente
Pueyrredón. Tantas veces habían cortado pacíficamente el
acceso, que nadie sospechaba los terribles acontecimientos que esta vez aguardaban
sobre el Puente.
La imagen era sobrecogedora, más de 300 efectivos de seguridad aguardaban
sobre el puente.
Un testigo, "Juan", responsable de la seguridad del grupo, cuenta que junto
a su esposa e hija y demás manifestantes enfilaron hacia el Puente con
el solo objetivo de cruzarlo, tras la posibilidad de enfrentamientos, y debido
a la gran cantidad de policías deciden no cortarlo.
Fue entonces cuando observaron que otro grupo se adelantaba, encapuchados y
desoyendo el alto de otros manifestantes, acercándose a la policía
en actitud desafiante y provocativa, insultando, lo que se reproduce en represión,
disparos, gases lagrimógenos y el caos general.
Según Juan, la refriega entre los manifestantes y la policía se
trasladó a los alrededores del puente, ellos observaban lo que pasaba.
Es entonces cuando el impacto de una bala desprende parte de la pared, a unos
cincuenta centímetros de su cabeza. - Tomé a mi señora
muy fuerte de las manos y nos replegamos- dice.
Todo era confusión en las calles, humo, balas, gente herida, mujeres
y niños gritando, mientras la policía seguía avanzando,
como dispuestos a matar.
¿Matar el hambre, matar el reclamo popular, matar la desocupación?
Juan se acercó al local de izquierda unida que fuera hallanado por efectivos
policiales, recibió el impactante cuadro de un muerto en su interior,
una persona que habría sido herida mortalmente dentro del lugar, hecho
que no fuera registrado oficialmente.
Luego se dirigen hacia la estación de Avellaneda, en el trayecto se encuentran
con compañeros que como ellos corren confundidos.
En las cercanías de la estación, se quita el chaleco que lo identifica
como miembro de una de las organizaciones piqueteras y lo tira, de esa forma
evitaría ser relacionado con los hechos, logrando así escapar
de la muerte.
Ante lo cual su esposa decide por el contrario, guardarlo en su bolso ya que
ella misma lo había confeccionado y en el acceso a la estación,
son interceptados por un grupo de policías fuertemente armado, que a
la voz "Por acá no va a pasar nadie", les cierran el camino, donde se
oyen disparos, hay más gente herida que grita, gases. sin sospechar que
ese sería el escenario en que la muerte encontraba al joven Darío
Santillán.
Piensa en el chaleco. En su familia. En la posibilidad "de que se los lleven".
Durante eternos minutos buscó la manera de alejarse, en un momento lo
consiguen.
No queda otra opción que caminar hasta la estación de Gerli, y
ahí sí, retornada la calma abordar el tren que los alejaría
definitivamente de esa pesadilla.
Al llegar a la estación de Gerli, descubre que existe la misma presencia
de efectivos que en Avellaneda.
Se sorprende al comprender la magnitud del operativo que no dejaba vías
de escape.
El cerrojo se estaba cerrando.
Muy atrás había quedado la intención de cortar el Puente
Pueyrredón.
En el trayecto se le suman algunos de sus compañeros, pero al ver la
posibilidad de ser detenidos por los patrullajes, que verían sus gestos
de miedo como "actitud sospechosa", los alienta a separarse, dándole
dos pesos para el pasaje, ya que se veían imposibilitados de presentar
el carnet que los identifica y les permite viajar.
Al desvanecerse la esperanza que vislumbraban en Gerli, prosiguen su marcha,
con la angustia de no saber como se sucederían los hechos siguientes.
Varios kilómetros debieron caminar hasta la estación de Lanús,
donde sí, pudieron ascender al tren que los devolvería a sus hogares,
dejando atrás una triste jornada, de una familia más, que fue
a manifestar en favor de los derechos más elementales del ser humano.