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Programa de gobierno, elaborado por EDI
(Economistas de Izquierda) propone de una forma clara y sin lenguaje
tecnico una alternativa economica utilizando muchas de las consignas que levantan
las organizaciones de lucha en estos momentos.
PROPUESTAS DE LOS ECONOMISTAS DE IZQUIERDA
1) Los economistas de izquierda suscribimos este segundo documento con el fin
de contribuir a hacer públicas nuestras propuestas frente a la dramática
situación del país. Apuntamos a un objetivo impostergable: acabar
con el genocidio social. Nuestra prioridad absoluta es poner fin al empobrecimiento
criminal que está soportando el pueblo. No estamos dispuestos a aceptar
que los niños se desmayen de hambre en las escuelas, que la desnutrición
avance en forma vertiginosa, que los desocupados se alimenten revolviendo los
basurales. Afirmamos que ningún paciente más debe perder peso
en los hospitales por falta de alimentación y que ningún jubilado
más debe ser empujado al suicidio por la miseria. Se trata de una prioridad
ética y política, previa a cualquier consideración técnica.
Se puede revertir el genocidio social y eliminar inmediatamente las modalidades
más extremas de la pobreza, mediante la adopción de medidas de
emergencia y redistribución del ingreso resistidas por la clase dominante.
Pero sabemos que la riqueza disponible se redujo en una cuarta parte desde el
comienzo de la depresión y que redistribuiremos la miseria si la superación
de la emergencia social no es acompañada por una acelerada reconstrucción
de la actividad económica. Para superar efectivamente la crisis hay que
desarrollar un plan productivo que ponga los principales resortes de la economía
en manos de los propios trabajadores. Por eso trabajamos a favor de una nueva
modalidad de organización de la producción, que sustituya el imperativo
de la rentabilidad por la planificación democrática gestionada
directamente por quiénes viven de su trabajo, es decir el socialismo.
Nuestra iniciativa parte de una toma de posición por los intereses de
los trabajadores, los oprimidos y los explotados. Ellos son los únicos
sujetos capaces de brindar una respuesta superadora a la catástrofe económica
y social. Ni en la religión mercantil del neoliberalismo, ni en la simple
intervención del estado se encuentran las soluciones favorables al pueblo.
Al calor de las luchas sociales en curso surgirán las instancias económicas
de superación de la hecatombe actual.
Nuestra propuesta nació a comienzos de año como un eco de la insurrección
popular que acabó con el gobierno de De La Rúa, que vetó
el interinato de Rodríguez Sáa y que acorrala al gobierno de Duhalde.
Participamos activamente de la movilización y apoyamos las manifestaciones
que golpean las puertas de los bancos y las empresas privatizadas. Alentamos
la discusión de soluciones en asambleas populares en barrios, nos solidarizamos
con la acción de los piqueteros y los gremios que retoman la lucha.
No aspiramos por lo tanto a aportar una propuesta tecnocrática más,
ni dirigimos nuestra acción a las empresas, fundaciones e institutos
de la clase dominante. Nuestros interlocutores se encuentran en las organizaciones
sociales (de piqueteros, asambleas barriales, sindicatos no-burocratizados,
asociaciones de desocupados, fábricas tomadas y sometidas a control obrero,
clubes de trueque), democráticas (organismos de derechos humanos) y políticas
(los partidos y organizaciones de izquierda), que batallan contra el ajuste
y la miseria. Por eso la implementación de nuestras propuestas se inscribe
en la profundización del proceso de movilización abierto en diciembre
pasado. Nuestra prioridad inmediata es, en esta coyuntura, es proponer un conjunto
de medidas redistributivas de emergencia para salir de esta verdadera catástrofe
social.
I. Medidas de emergencia para revertir el genocidio social en curso.
2) Para acabar con el genocidio social hay que revertir la expropiación
de ingresos que soporta la mayoría de la población desde hace
una década y que se agravó brutalmente desde la devaluación.
La disparada del dólar y la inflación ha incorporado 3,4 millones
de nuevos pobres y 1,5 millones de nuevos indigentes a la masa preexistente
de 14 millones de pobres (ingresos familiares inferiores a los $ 460 mensuales)
que incluyen 4,9 millones de indigentes (quiénes apenas pueden adquirir
una canasta básica de alimentos valuada en $ 75). La Argentina tiene
a la mitad de su población sumida en la pobreza y se ubica entre los
15 países con peor distribución de la riqueza del mundo. La depresión
ha sumado además 1 millón de nuevos desocupados al terrorífico
porcentaje de 40% de la población desempleada o subocupada. Desde la
crisis del 30 no se ha visto una catástrofe semejante en ningún
país sin guerras, ni cataclismos naturales.
Esta urgencia deriva del terrorífico ritmo de expansión de la
miseria. Se estima que si en el segundo semestre se reproducen los mismos indicadores
económicas de la primera mitade del año, la pobreza podría
alcanzar a 23 millones de personas y uno de cada tres argentinos será
indigente y dos de cada tres serán pobres. Los chicos se desmayarán
de hambre en todo el país y la desnutrición provocará daños
irreversibles para el desarrollo de la gran mayoría de los niños.
Resulta absurdo esperar la resolución de este drama a largo plazo a través
de un hipotético ³derrame² del crecimiento. Ya se experimentó
la falsedad de esta expectativa durante el menemismo y algunas estimaciones
demuestran que ni siquiera una milagrosa reactivación sostenida durante
20 años alcanzaría para eliminar el actual nivel de miseria. Hay
que actuar ya mismo contra este crimen con varias iniciativas inmediatas.
3) El seguro de empleo y formación no puede demorarse, ni implementarse
con la burla que ha puesto en marcha el gobierno. Los $150 prometidos cubrirían
sólo a la mitad de los desocupados, se han comenzado a pagar en Lecop
y se desvalorizan vertiginosamente con la aceleración de la inflación.
La cifra anunciada en diciembre representa hoy $123 de ese momento . A este
ritmo de carestía este valor quedará reducido a fin de año
a un poder de compra de entre el 35 y el 50% menor. El único objetivo
de este subsidio es abaratar el salario reduciendo el piso de los sueldos, ya
que se autoriza a las empresas a contratar empleados pagando sólo las
cargas sociales o las respectivas diferencias con los salarios de convenio.
Frente a este atropello proponemos retomar el monto del seguro inicialmente
propuesto por algunas organizaciones sociales y sindicales, que contemplaba
un subsidio de $ 380 pesos para los jefes o jefas de hogar más el salario
universal de $ 60 por hijo menor de 18 años. Con estas sumas los ingresos
de las familias con jefes y jefas de hogar desempleados/as permitirían
cubrir el nivel requerido para solventar la canasta básica de alimentos
y servicios, estimada hoy en unos $ 600 para una familia tipo de cuatro miembros.
Pero tan importante como el monto del seguro es su gestión, porque nuevamente
están a la vista los escandalosos manejos de clientislismo y corrupción
por parte de los hombres del gobierno y sus caciques provinciales o municipales.
Rechazamos también los renovados intentos de marginar a las organizaciones
de desocupados de la gestión de sus propios fondos. Exigimos que los
seguros de empleo sean democráticamente gestionados por las propias organizaciones
del movimiento de trabajadores desocupados, que podrán así convertirlos
en verdaderas remuneraciones del trabajo comunitario ejercido en diversos emprendimientos
(comedores y guarderías infantiles, huertas y panaderías comunitarias,
asentamientos y construcción de viviendas, talleres de costura, bibliotecas
populares, etc). De esta manera, se podrá recuperar la cultura del trabajo
en oposición al trabajo alienado que surge de la actual relación
entre el trabjao y el capital.
Pero el seguro que asegura la subsistencia no resuelve el drama del desempleo.
Mientras que la mitad de la población en condiciones de trabajar tiene
problemas de empleo, quiénes cuentan con un puesto de trabajo padecen
de sobre-empleo, es decir, de jornadas de trabajo que superan entre un tercio
y un cuarto las vigentes en otros países del mundo. Proponemos comenzar
a resolver esta situación mediante la reducción generalizada de
la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo disponibles, manteniendo
el salario y con la supervisión obrera sobre los ritmos y la intensidad
del trabajo. Esta medida permitiría descargar sobre los beneficios de
los empresarios y no sobre la masa de salarios los costos de la crisis y constituiría,
además, un mecanismo de socialización de los aumentos de productividad
del trabajo asociados con la reactivación económica.
Por otra parte exigimos la derogación de la Reforma Laboral y del resto
de la normativa previa que legalizó la precarización del trabajo
y el despotismo de las patronales impuestos durante la década de los
90. Reclamamos una nueva legislación laboral, cuya observancia debe estar
bajo control de las organizaciones de trabajadores de base. Ellos deben asegurar
la vigencia de nuevas normas de condiciones de trabajo, duración de las
jornadas, seguridad e higiene y regímenes de vacaciones y francos, la
estabilidad del empleo, las indemnizaciones por despido. Particularmente exigimos
la abolición de las relaciones de dependencia encubiertas bajo el sistema
de contratación de trabajadores en calidad de autónomos, masivo
en los servicios, y del sistema de mercantilización de la muerte de las
ARTs, que provoca 2 víctimas fatales y 40 mutilados por día.
4) Salario mínimo. Aunque el seguro de empleo propuesto facilitaría
una elevación de los salarios, se requieren medidas adicionales para
recuperar el nivel de los sueldos al cabo de casi cuatro años de recesión,
recortes nominales y confiscaciones inflacionarias. Desde la devaluación
los salarios han caído mas del 30 % cuándo a fines del 2001 se
ubicaban un 10% detrás del año precedente y un 25% por debajo
de los 80. Cuándo la canasta básica se sitúa en $1255,
la mitad de los asalariados gana menos de $375 pesos, lo que sitúa a
una porción importante de los asalariados cerca de los niveles de indigencia.
El salario en dólares se ha también pulverizado y ya se ubica
por debajo de los terribles niveles de explotación que caracterizan a
las ³maquilas² centroamericanas. Este cuadro es mucho más grave que el
padecido durante la hiperinflación de 1989 o el rodrigazo de 1975.
Es necesario poner fin de inmediato a esta situación mediante la recuperación
de la función del salario mínimo congelado desde hace casi 10
años en el ridículo monto de $ 200- y el combate contra el trabajo
en negro , que sume en la ilegalidad a la mitad de la fuerza de trabajo. Se
impone un aumento general de los salarios y una elevación del nivel mínimo
a $ 700, como primera medida para llegar a situar en cierto plazo este básico
en el nivel la canasta familiar. Pero también es necesario desarrollar
una verdadera campaña de erradicación del trabajo en negro, remunerado
en promedio en menos de la mitad del salario en blanco, que se sustente en la
denuncia de los propios damnificados a los que debe garantizarse la conservación
del empleo. Esto supone exigir la contratación en condiciones legales
de todos los trabajadores en negro, sin importar la naturaleza de su trabajo
ni el sexo o la nacionalidad de los trabajadores implicados.
Este combate es fundamental porque los trabajadores del sector privado están
sometidos por una parte a la presión de condiciones de trabajo denigrantes,
a altísimos niveles de desempleo y también a la persecución
de burocracias sindicales que ya devinieron en muchos casos en un sector más
del empresariado.
Plantear que la mejora salarial propuesta activará la inflación
constituye un chantaje patronal, que además no se verifica en la realidad
de la economía. Los precios minoristas treparon un 21% en el primer cuatrimestre
y los mayoristas 57%, mientras los salarios se desplomaban. Si la inflación
estuviera dictada por el salario, los precios deberían haber decrecido
desde principio de año. Frente a la amenaza de una remarcación
generalizada por parte de las corporaciones formadoras de los precios hay que
poner en marcha la acción de organismos populares de control. La intervención
directa de la población es la respuesta más efectiva frente a
los maniobras de empresas que especulan con la miseria o desabastecen productos
de primera necesidad. Un sector clave en este terreno son los medicamentos,
cuya comercialización está en manos de 25 laboratorios que aumentaron
156% los precios en la última década y han empujado a 15 millones
de personas fuera de cualquier consumo de remedios.
Los mecanismos de control de precios y abastecimientos que proponemos supondrían,
a diferencia de las grotescas medidas de "defensa del consumidor" y "centros
de abaratamiento" anunciadas por el gobierno, una supervisión efectiva
por parte de los trabajadores y los consumidores en las instancias claves de
la producción y la comercialización (los grandes conglomerados
productores de alimentos, las empresas de servicios, las grandes cadenas de
supermercados) y en función de los costos reales de producción.
Todas estas medidas vinculadas con la cobertura para los jubilados, el salario
mínimo y el seguro de empleo, en las actuales condiciones de inflación
galopante, deben ser respaldadas por un mecanismo que resguarde su poder adquisitivo.
El mecanismo más inmediato es la indexación de los montos correspondientes
a través de los índices de inflación asociados con la canasta
familiar.
5) Cobertura de los trabajadores pasivos. Proponemos que las jubilaciones y
pensiones actuales sean convertidas en una cobertura universal de $ 500, que
alcance a todas las personas mayores de edad y discapacitadas sin ningún
tipo de excepción. Esta medida debe ser adoptada sin dilaciones, porque
dejar morir a los ancianos, privándolos de alimentación y remedios
y cuidados es la forma que han elegido los sucesivos gobiernos de las últimas
dos décadas para deshacerse del problema jubilatorio.
La privatización del sistema previsional ha sido sencillamente otra estafa.
Las AFJP no solo se apropiaron de una inconcebible renta a través del
cobro de altísimas comisiones, sino que además la acción
del estado ha diezmado el ahorro mediante la colocación forzosa en títulos
públicos de los fondos. Los aportantes del sistema de capitalización
están atrapados en un corralito que no se explicita y cuando deban jubilarse
se encontrarán en la misma situación que los pequeños ahorristas
estafados por los bancos. Por eso planteamos que las AFJPs deben ser inmediatamente
expropiadas y reemplazadas por un sistema único de jubilaciones solidarias
que funcione, como vienen reclamando las organizaciones de jubilados y pensionados,
bajo control de los trabajadores en servicio y retirados. Esta propuesta difiere
radicalmente de la estatización que promueven algunos sectores del gobierno
con el objetivo de recuperar el manejo de la recaudación previsional
para destinarla a pagar los intereses de la deuda pública. De ninguna
manera convalidaremos que la estafa que realizaron las AFJP sea ahora continuada
por un saqueo en manos de funcionarios digitados por el FMI.
6)Salario social. Existe también una serie de necesidades básicas
cuya satisfacción no puede ser sometida a las pautas de consumo monetizado
del mercado y que por lo tanto deben ser directamente garantizadas a través
de un salario social. La propia crisis, pauperización y falta de disponibilidad
de efectivo han dado lugar al surgimiento de una amplia red de organizaciones
comunitarias que deben ser apuntaladas. El nefasto proceso de mercantilización
registrado durante la pasada década de neoliberalismo, la privatización
de la educación, de la salud, de los espacios públicos deben ser
revertidos mediante una verdadera ofensiva de reconstrucción del salario
social.
El punto de partida de esta acción es el aumento del presupuesto social,
que hoy sigue ubicado en un monto exiguo en comparación con las obligaciones
impuestas por la deuda pública. Sin este aumento todas las instituciones
públicas en terapia intensiva colapsarán definitivamente, como
se observa día a día en los hospitales sin insumos que suspenden
servicios o en las universidades sin electricidad que recortan horarios nocturnos.
Sin embargo, después de años de corrupción oficial en el
manejo presupuestario, de nepotismo de las oligarquías provinciales y
clientelismo de los intendentes y concejales, sabemos que no basta con reclamar
aumentos. Tal como lo plantean numerosas asambleas barriales se impone establecer
nuevas formas de gestión y el funcionamiento de las instituciones y los
servicios sociales, basadas en la autoorganización y participación
de los propios interesados.
Las prioridades inmediatas están hoy asociadas con la alimentación,
el tratamiento de enfermedades masivas y la alfabetización. Es preciso
garantizar el acceso a una canasta de alimentos de emergencia para todos los
habitantes. Es necesario reconstruir el sistema educativo primario rechazando
cualquier injerencia de las políticas del Banco Mundial, a través
de escuelas gestionadas por los trabajadores de la educación y miembros
de las comunidades implicadas, que garanticen una educación básica
uniforme, pero que incorporen también la alfabetización de los
adultos y el desarrollo nuevas de actividades culturales y de capacitación
laboral más específicas. Es preciso asimismo reconstruir el sistema
de salas de primeros auxilios y hospitales públicos generales, también
bajo gestión de los propios trabajadores de la salud y de la comunidad,
con una cobertura territorial exhaustiva y orientados a dar tratamiento a las
enfermedades que causan mayores índices de mortalidad (colesterol, cardiovasculares,
chagas, diabetes), a dar asistencia a las mujeres (provisión de anticonceptivos
y aborto) y a las personas droga-dependientes (drogadicción, alcoholismo).
En esta tarea podrá recuperarse la vasta y rica experiencia de medicina
sanitarista argentina.
A mediano plazo es necesario extender esta recuperación de servicios
públicos incorporando la educación primaria y secundaria a un
sistema integrado de educación obligatoria y reestructurando la educación
terciaria y universitaria en su conjunto en dirección de un sistema de
educación superior único compuesto por las universidades nacionales
y los institutos nacionales dedicados a la investigación y desarrollo
(INTA, INTI, INIDEP, SENASA, CONICET, etc) con claras prioridades de formación
e investigación centradas en un plan de desarrollo científico
y tecnológico. Es preciso también extender la cobertura de salud
hacia los grados mayores de complejidad y hacia las tareas de prevención
y consolidar el sistema de salud pública mediante la producción
de las drogas y equipos básicos médicos. El acceso a la educación
en sus distintos niveles y a la salud en sus distintos grados de complejidad
debe ser gratuito y estar efectivamente garantizado para todos los ciudadanos.
7) Financiamiento. Para poner en práctica estas medidas de emergencia
se requiere aplicar un principio básico: la crisis fue provocada por
la clase dominante y este grupo social debe cargar con las consecuencias del
drama que han generado. Especialmente durante la última década
gozaron de total impunidad para llevar a cabo el mayor atropello económico
y social de la historia argentina y las víctimas de su acción
ya han padecido suficiente hambre, miseria y opresión. Llegó la
hora de que los expropiadores del salario, los ingresos y los ahorros de la
mayoría de la población paguen la factura del desastre social.
Siguiendo este criterio proponemos en este sentido tres vías inmediatas
de recaudación de los fondos requeridos para nuestras propuestas: a)
El establecimiento de impuestos directos sobre los beneficios, las rentas y
las grandes fortunas; b). La cesación total del pago de la deuda pública
y c). La restauración de los aportes previsionales.
a) En materia impositiva planteamos una reforma total de los mecanismos de recaudación
para erradicar la extraordinaria evasión de $20.000 millones al año.
No se puede exigir a los trabajadores, a los profesionales, pequeños
productores y comerciantes autónomos el respeto de carga impositiva alguna
mientras una sola gran empresa o grupo económico con la debida complicidad
del estado, siga evadiendo. Es necesario tender rápidamente a un sistema
impositivo progresivo.
Pero debe reformularse también la estructura tributaria vigente, que
es una de las más regresivas del mundo. Puede establecerse un gravamen
equivalente al 10% de los activos de las cien empresas de mayor facturación
y otro 5 % a las compañías con ventas superiores a los $ 5 millones
y una imposición especial a las ganancias obtenidas por los rentistas.
En los casos necesarios y para impedir elusiones, el impuesto sobre los activos
puede ser sustituido por un suplemento extraordinario a las ganancias o a las
ventas de las empresas. Estos gravámenes permitirían recaudar
más de $ 20.000 millones para hacer frente a la emergencia social.
Debería establecerse asimismo una tasa del 30% sobre el capital declarado
radicado en el exterior y que no tenga el carácter de inversión
directa (mientras se investiga lo no declarado), afectándose los bienes
registrados en el país para el cumplimiento de esta obligación.
Dicha tasa podría proveer fondos, por única vez, por otros USD
20.000 millones. Es fundamental introducir, asimismo, un impuesto inmediato
del 30% a los grandes grupos beneficiarios de la pesificación de sus
deudas bancarias por un monto superior a los $25.000 millones, que permitiría
un ingreso adicional de $ 7.500 millones.
b) Deuda externa. En los últimos presupuestos nacionales se contemplaban
alrededor de $/USD 9.000 millones de anuales para el pago de intereses de la
deuda y esta cifra sigue superando los $ 5.000 millones en la propuesta inicialmente
elaborada para el 2002. Estos fondos constituyen una segunda fuente de financiación
del programa de emergencia.
Quiénes afirman que no podemos considerar estas sumas porque el ³país
está en default y la deuda no se paga² mienten. La cesación de
pagos actual solo abarca a una parte del pasivo y en plena debacle social se
siguen abonando puntualmente los vencimientos de servicios adeudados a los organismos
internacionales (recurriendo a las menguadas reservas) como así también
los bonos que se convirtieron en préstamos garantizados con recaudación
impositiva, en manos de rentistas argentinos. El reciente pago de USD 680 millones
al Banco Mundial (una cifra que alcanzaría para financiar con creces
los seguros de desocupados que el gobierno tiene previsto para todo el año)
constituye apenas la demostración más contundente del destino
de los fondos que se le niega a los trabajadores y desocupados.
Las pruebas del carácter fraudulento son abrumadoras y la legitimidad
de la decisión de no pagar es compartida por la mayoría de la
población. Los pagos de intereses de la deuda que pasaron del 1,99% del
PBI (1991) al 5,33 % (2001) constituyen la principal causa del déficit
fiscal, que obviamente no se desbordó por mayores gastos sociales, ni
inversiones en infraestructura. Si la deuda constituyó en los últimos
años una carga insoportable, luego de la devaluación se ha convertido
en una hipoteca de efectos inimaginables porque saltó del 60% al 100%
del PBI
Proponemos la suspensión efectiva y total del pago, es decir que no se
destine un sólo dólar o peso para estos fines y que cesen por
completo las misiones del FMI, porque la única función de los
desembolsos que se obtendrían de un eventual acuerdo con ese organismo
es asegurar la continuidad del ajuste. No existe ninguna posibilidad de financiar
actualmente un aumento del presupuesto social sin romper con el FMI.
Esta propuesta difiere de la limitada suspensión de pagos que propone
el Plan Fénix pretendiendo convencer a los acreedores externos de la
conveniencia de una reestructuración de los vencimientos y de una quita
del capital e intereses que aligere los pagos. La experiencia ya transitada
en Latinoamérica indica que una suspensión de pagos concebida
como una breve etapa de distanciamiento del FMI para recuperar la economía,
acumular divisas y retomar un acuerdo concluye en mayores sometimientos a las
exigencias de los acreedores. Proponemos repudiar la deuda pública fraudulenta
y en todo caso buscar formas alternativas que requieran nuestras prioridades
bancarias y del comercio exterior. El costo extraordinario del desastre desatado
por la crisis capitalista debe recaer enteramente sobre las ganancias de los
propios capitalistas responsables de la crisis. Estamos convencidos de que hay
que evitar proponer medidas que, como las enumeradas en el Plan Fénix,
constituyen un menú de "buenas intenciones progresistas" que, evitando
cualquier confrontación con el poder económico, terminando siendo
un simple preludio del retorno de los representantes de dicho poder a la dirección
de la economía. La experiencia de los "progresistas" de la Alianza que
terminaron golpeando la puerta de Cavallo y de López Murphy es suficiente
para nosotros.
c) Finalmente pensamos que la eliminación de las AFJP y el establecimiento
de un sistema único de jubilaciones solidarias sobre la base de la restauración
de los aportes patronales, que además de reducidos son en la actualidad
masivamente evadidos por las empresas, facilitará la recuperación
de otros $ 4.000 millones anuales para cubrir las necesidades de los jubilados
y pensionados
La reorganización del presupuesto, a través de la eliminación
de una serie de partidas como las vinculadas con exenciones, diferimientos y
subsidios que favorecen a los capitalistas, desde las subvenciones a la educación
privada, los regímenes jubilatorios de privilegio o el enorme gasto que
insume una cantidad innecesaria de cargos políticos complementarían
aquellos fondos destinados a enfrentar la emergencia social.
8) El ³corralito² constituye un brutal mecanismo de expropiación de los
pequeños acreedores y deudores por parte de los banqueros. Se han confiscado
ahorros acumulados para complementar jubilaciones misérrimas, constituidos
a partir de indemnizaciones por despido y destinados a solventar los "seguros
de empleo privado" necesarios para garantizar la subsistencia mientras se intenta
conseguir un nuevo trabajo. Este es el carácter de los ahorros robados
a más de 1.200.000 depositantes en pesos o dólares, que poseían
más del 80% de las cuentas con depósitos promedio de apenas $/USD
25.000. Fueron expropiados para socorrer a los banqueros en medio de la corrida
provocada por el colapso financiero que desató Cavallo.
Las promesas demagógicas de Duhalde (³los depósitos serán
devueltos en su moneda original²) ya quedaron en el olvido, mientras la pesificación
de los ahorros en dólares a $ 1.40 implicó una expropiación
de alrededor del 70% del valor original de los depósitos, que aumenta
a medida que la cotización del dólar sigue su ascenso.
La conversión de los depósitos en bonos recientemente dispuesta
por el ministro Roberto Lavagna consagra una expropiación definitiva
porque a 5 o 10 años, en pesos o en dólares, con o sin participación
de garantías privadas, son impagables para el estado y constituyen un
nuevo plato para los especuladores que los negociarán a una fracción
mínima de su valor nominal. Los bancos presionaron permanentemente por
esta transferencia de sus compromisos al estado retaceando garantías,
reteniendo dólares e incluso dificultando cualquier retiro de fondos.
Rechazamos categóricamente la presentación del bono expropiador
como un ³mal menor² o como una ²medida inevitable². Los ahorristas han sido
estafados por los banqueros y sus socios capitalistas con el auxilio de las
reservas del Banco Central y la cobertura legal que primero brindó De
la Rúa y ahora Duhalde. Afirmar simplemente que el ³dinero ya no está²
equivale a encubrir esta confiscación y argumentar de que ³ningún
sistema aguanta el retiro masivo de depósitos² oculta que esta fuga fue
orquestada, avalada y realizada por los grandes empresarios y financistas a
costa del pequeño ahorrista. El nuevo bonex es el punto final de esta
expropiación, porque otorga a las víctimas de la estafa un papel
pintado emitado por un gobierno en quiebra financiera, lo que permite a los
banqueros desligarse de sus compromisos con los depositantes y también
de gran parte de sus créditos morosos.
Las otras alternativas que había evaluado la clase dominante constituían
modalidades diversas de expropiación. La apertura del corralito financiada
con emisión monetaria (propuesta de Gonzalez Fraga) hubiera desatado
una hiperinflación descontrolada que hubiera pulverizado los ahorros
antes de poder ser utilizados para cualquier destino. Y la tercer opción
-permitir que cada banco negocie individualmente con los ahorristas (Rodríguez
Saá en San Luis)- hubiera conducido a que las entidades que opten por
irse no devuelvan nada. Es tan obvio que cualquier alternativa agrava el caos
económico y tiene un costo fiscal descomunal, que el gobierno todavía
vacila, cambia de postura cada día y busca salidas intermedias que se
parecen a la cuadratura del círculo. Cerrando el corralito agrava la
recesión y flexibilizándolo alienta la fuga al dólar y
el aumento de la inflación.
Una resolución del corralito a favor de los ahorristas requeriría
que las entidades financieras, que han sido el canal para la fuga de más
de U$S 20.000 millones durante el 2001, fueran conminadas a la devolución
de depósitos mediante aportes suministrados por sus casas matrices y
recurriendo a su propio capital (incluyendo sus propiedades directas, encubiertas
y asociadas, como sus participaciones en empresas, etc). Si los bancos extranjeros
3/4 partes del sistema, después del proceso de extranjerización
de la banca durante el menemismo- se desentendieran de su compromiso y optaran
por irse del país -y los nacionales se declararan en quiebra-, habría
que disponer la inmediata confiscación de todos los activos vinculados
a estas entidades.
Exigir que las casas matrices respondan por sus filiales locales es un reclamo
elemental. Resulta inaceptable que un banco se retire dejando un tendal de ahorristas
y empresas en la quiebra. Para resolver el problema de los pequeños ahorristas
es necesario intervenir el sistema financiero e investigar cuales de los grandes
créditos constituyen créditos ficticios que encubrieron fugas
de capital, para eventualmente exigir su devolución.
Proponemos la siguiente secuencia de medidas: i- intervenir los bancos, ii-
investigar el destino de los fondos fugados, iii- intimar a los bancos a la
restitución de los depósitos, iv- expropiar sin indemnización
a bancos que estafaron destinando el producto a un fondo cuyo recupero sirva
para la devolución de los depósitos en moneda de poder adquisitivo
interno constante.
Aún así, es claro que nadie puede asegurarle a los pequeños
ahorristas que volverán a contar el dinero que le robaron los banqueros,
pero en cambio se le puede garantizar dos cosas: Primero justicia, ya que los
estafadores serán juzgados y sus propiedades incautadas. Segundo participarán
de todos los beneficios que incorporan las medidas de emergencia anunciadas
anteriormente. Mientras se tramita la devolución de lo máximo
posible de sus ahorros, tendrían ingresos suficientes para cubrir sus
necesidades básicas como el resto de la población.
También es necesario resolver el problema de la indexación de
los créditos hipotecarios, que no está ganatizada aún con
la supuesta eliminación del CER. Proponemos la anulación definitiva
de este índice que amenaza convertirse en una nueva versión de
la circular 1050, que en los años 80 empobreció masivamente a
los pequeños deudores.
Un problema adicional derivado del corralito es la presión de los retiros
de depósitos sobre el tipo de cambio. No hay solución para este
tema que no pase por un efectivo control de cambios y el fortalecimiento de
las cuentas fiscales como ha sido propuesto anteriormente. Por lo tanto la única
solución es avanzar progresivamante a una des-dolarización de
la economía que combinada con la supresión de las "monedas para
pobres" que constituyen los bonos provinciales y nacionales reinstale una moneda
única de curso forzoso. Esta recuperación de la soberanía
monetaria es un principio fundamental de nuestro programa.
9) La crisis bancaria ya superó con creces al problema del corralito.
Está en curso el derrumbe inminente y completo del sistema financiero
como consecuencia directa de la depresión y la fuga de capitales. Los
bancos han sido vaciados a la vista de toda la población y con la complicidad
directa del gobierno. Los gobiernos permitieron la fuga de más de USD
20.000 millones de dólares antes del corralito y encubrieron la continuidad
de los giros y de sumas millonarias luego de este congelamiento, a través
de operaciones financiadas desde el Banco Central con redescuentos y pérdidas
de reservas. La entrega de este dinero a los bancos será recordada como
una de las mayores estafas de la décadas porque se asistió a entidades
en venta (Galicia), quebradas (Scotiabank), lavadores de dinero (BNG), carentes
de ahorristas (Creditanstadlt). Y si este subsidio se está limitando
es porque el FMI exige preservar las reservas para utilizarlas en la reanudación
futura del pago de la deuda.
El desmoronamiento total del sistema bancario comenzó con la caída
del Scotiabank y ya fue seguido por las tres entidades pertenecientes al Credit
Agricole. La negativa de los bancos extranjeros a hacerse cargo de la crisis
bancaria resulta inadmisible. Sólo este último grupo francés
detenta activos mundiales cuatro veces superiores al PBI argentino y al igual
que el Scotiabank o el BNG recibió cuantiososos redescuentos del Banco
Central.
Está actualmente en marcha a toda velocidad un descarado vaciamiento
del sistema fiananciero. Todas las entidades que preparan su partida trasladan
previamente sus patrimonios al exterior con la explícita complicidad
del Banco Central. Cuándo sus directores exigen plena inmunidad legal
para actuar en los próximos meses es porque son concientes de la magnitud
de la estafa en curso y buscan cubrir sus espaldas de la ira popular.
Esta previsto que en los próximos meses (¿semanas?) desaparezcan entre
el 30 y el 50% de las 4580 sucursales que existían a fines del 2001 y
los despidos afectarían alrededor del 50% de los 100.000 empleados. El
achicamiento será brutal porque los financistas saben que la dimensión
del sistema bancario se adaptará a la fenomenal contracción de
toda la economía.
Actualmente el sistema cuenta con depósitos a la vista por $30.000 millones
y depósitos reprogramados por $35.000 millones, que sumados ascienden
a $65.000 millones o U$S 20.000 millones. Si la mitad de estos fondos se cambiaran
por bonos públicos, el sistema quedaría con unos $30 a 35.000
millones, es decir, U$S 10.000 millones, cuando a fines del 2000 contaba con
depósitos por U$S 90.000. La envergadura del sistema financiero emergente
de la crisis representaría así 1/9 de la que tenía un año
y medio atrás.
El sistema financiero se desploma y el desafío es cómo reconstruirlo:
a favor de los banqueros o en beneficio de la mayoría de la población.
La primer alternativa es la que prepara el gobierno mediante el subsidio y la
extranjerización. El auxilio será a través de los conocidos
mecanismos de estatización, que incluyen todo el espectro de redescuentos,
bonos y asimilación de carteras morosas. Este tipo de socorros insumió
un costo equivalente al 25% del PBI mexicano luego de la crisis de 1994 y del
16% del coreano y el 40% del indonesio después de desplome asiático
de 1997-98. En el caso argentino (con el precedente de los rescates de de U$S
7.000 millones realizado durante la crisis del tequila), la crisis bancaria
en curso es de una magnitud tal que implicaría aumentar la deuda en más
de U$S 20.000 millones. Hay incluso cálculos del costo de esta estatización
ruinosa que lo elevan al 30 % del PBI.
Este auxilio serviría, ademas, para financiar la extranjerización
del futuro sistema a favor de los grupos foráneos que decidan quedarse
para apropiarse de los restos de la banca cooperativa y oficial. Para preparar
esta operación los hombres del FMI en el Banco Central exigen leyes de
inmunidad. A través de la ³off shorización² o la banca transaccional
el manejo del crédito quedaría asimilado al de una economía
colonial.
Frente a esta perspectiva de estatización de la banca para socorrer a
los financistas proponemos la expropiación de los banqueros En otras
palabras, la necesidad de conminar a las entidades financieras a la devolución
de depósitos sería el punto de partida para una expropiación
de la banca y para la construcción de una banca bajo gestión planificada
y popular cuya función primordial sea orientar el crédito hacia
las actividades socialmente prioritarias.
Proponemos avanzar hacia la nacionalización sin indemnización
de toda la banca para constituir un sistema único de banca pública,
que podría adoptar la forma de una estructura compartimentada (un banco
de inversiones, uno de comercio exterior, uno de transacciones y un banco central
emisor de moneda y regulador del sistema). Esta nacionalización debe
incluir explícitamente la propiedad y no limitarse al manejo oficial
orientado del crédito siguiendo el modelo de los años 70. En este
terreno hay que evitar las declaraciones vacuas y grandilocuentes sobre ³la
regulación del crédito ³ o el ³control de las operaciones². La
nacionalización efectiva y popular de la banca no tiene nada que ver
con la estatización de hecho que se está produciendo actualmente
como resultado del desplome de entidades privadas y el pasaje masivo de cuentas,
clientes y depósitos a los bancos oficiales. La nacionalización
es además la única garantía del mantenimiento de los puestos
de trabajo bancarios.
10) El default de la deuda pública confirma la total inutilidad del sacrificio
realizado por nuestro pueblo durante años para cumplir con los pagos
de la deuda. Estaba a la vista la imposibilidad de hacer frente a vencimientos
de intereses que triplicaban los gastos de administración del gobierno
e insumían seis veces más fondos que la asistencia social y 23
veces más recursos que los planes de empleo. Y era evidente que no podrían
ser refinanciados con nuevas privatizaciones porque el patrimonio del estado
ha sido totalmente rematado.
La actual situación de parcial cesación de pagos no tiene nada
que ver con la decisión soberana de romper con el FMI. La escena de los
diputados y senadores festejando un default parcial durante la Asamblea Legislativa
que coronó a Rodriguez Sáa ha sido tan grotesca como todas las
declaraciones serviles de Duhalde y sus aliados radicales. Para ³hacer los deberes²
ahora se aprestan a facilitar el remate de los activos devaluados y otorgar
amnistía a los banqueros estafadores mediante las leyes que exige el
Fondo.
Sin cesar el pago de la deuda y romper toda negociación con el FMI no
hay reconstrucción económica posible a favor de los trabajadores.
Suspender los pagos con vista a una futura renegociación conduce a repetir
las frustraciones de los últimos años. Ya se demostró que
el plan Brady y las sucesivas reducciones de intereses y ampliaciones de los
plazos de pago, como el "blindaje" y el "megacanje" de Cavallo, conducen a engrosar
el pasivo y a condicionar la actividad económica a las exigencias de
los acreedores. Y la ³quita² que algunos miembros del establishment impulsan
sólo obedece al intento de asegurar el cobro de lo que puedan conseguir
de una deuda impagable.
Nadie puede argumentar que una ruptura con el FMI ³nos alejará del mundo²
porque el país tiene cortado el crédito internacional desde hace
un año, no recibe un solo dólar de inversión y está
en la lista negra de todas las calificadoras de riesgo. La Argentina ya está
aislada y el país no encontará la salida a la catastrofe acentuada
por la deuda en una nueva inserción en el mundo de los financistas saqueadores
que nos empujó a la debacle actual.
Proponemos cesar el pago de la deuda y romper con el FMI, pero teniendo
en consideración a los pequeños tenedores de títulos, como
los jubilados, ex detenidos políticos y familiares de desaparecidos,
es decir todos aquellos que y por alguna razón de probada justicia merezcan
el cobro. Es el caso de ciertos pequeños tenedores, cuya compra de bonos
públicos fue una manera de canalizar ahorros equivalentes a los depósitos
bancarios.
Pero los grandes acreedores no deben recibir un solo dólar o peso más.
Y para sostener esta lucha proponemos encarar una campaña, que cuenta
ya con amplio consenso en la población. Sólo deben renegociarse
aquellas líneas de crédito vinculadas a transacciones comerciales
prioritarias. Destacamos la importancia de impulsar esa campaña a escala
mundial en el ámbito del denominado ²movimiento anti-globalización²
para avanzar en la formación de frentes regionales y mundiales contra
el pago de las deudas externas. La sublevación popular ha conmocionado
al mundo, creando temores al ³contagio político del ejemplo argentino²
entre los acreedores. Estas condiciones favorecen la batalla por la inmediata
decisión soberana de no pagar y romper con el FMI.
Estimamos que las dificultades que ocasionará el desconocimiento de la
deuda serán muy inferiores a los padecimientos que genera la continuidad
de su pago (los bienes públicos argentinos en el exterior son irrelevantes
comparados con la deuda). Emanciparnos de las exigencias de los acreedores externos
e internos nos devolverá capacidad para decidir sobre nuestras propias
políticas y contará con la solidaridad de todos los pueblos del
mundo sometidos a las mismas cadenas.
11) La extraordinaria depresión económica que atraviesa la economía
argentina desde hace más de tres años ya se extendió también
a las empresas privatizadas. Estas compañías continúan
desempeñando un papel clave en nuestra economía porque gozan de
los beneficios que obtuvieron con su apropiación de los resortes estratégicos
del proceso productivo. A pesar del bajo riesgo y del carácter monopólico
de sus actividades estas compañías obtuvieron en los 90 un nivel
de rentabilidad en muchos casos 10 veces superior al del resto de las empresas
(especialmente en los casos de las concesiones viales, del agua, los servicios
cloacales y las telecomunicaciones). Estos beneficios fueron en su mayor parte
remitidos al exterior en lugar de ser utilizados en la inversión, como
lo ilustra por ejemplo los 4910 millones de dólares distribuidos como
dividendos a accionistas externos por parte de las seis compañías
españolas privatizadas durante el año pasado.
A pesar que algunas las compañías fueron directamente beneficiadas
con la devaluación (YPF Repsol) y otras con la licuación de pasivos
(Telefónica, Telecom) el desmoronamiento de la cobranza y el endeudamiento
en dólares ha expandido la crisis general de la economía también
a este sector subsidiado. Frente a esta situación las compañías
presionan por un aumento general de tarifas y la adopción de falsas ³tarifas
sociales² para afrontar la mora de la cobranza con subsidios estatales. Ambas
variantes deben ser contundentemente rechazadas. Por el contrario hay que garantizar
de inmediato el congelamiento en los servicios públicos (agua, electricidad,
teléfonos, transportes) y los combustibles. Planteamos además
que deben suspenderse todos los subsidios estatales (como en ferrocarriles y
subterráneos), exigiendo el mantenimiento de la calidad de los servicios
y la continuidad de todos los puestos de trabajo.
Frente a la crítica situación muchas empresas amenazan con quebrar.
Se multiplican las moratorias de deudas externas (Telecom Argentina, Aguas Argentinas,
Transportadora de Gas del Norte, Metrogas) que, explican gran parte de los U$S
50.000 millones de deuda externa privada total (financiera y no financiera).
Y también hay indicios de próximos vaciamientos en la senda abierta
por Aerolíneas Argentinas o devoluciones de compañías al
sector público (Azurix, yacimientos de Río Turbio). No hay que
olvidar que en algunos casos como en Iberia o en France Telecom- son las propias
matrices las que se encuentran en crisis. Ante la amenaza de quiebra, aumentos
de tarifas, deterioro de los servicios o despidos, proponemos que las empresas
sean expropiadas y sometidas a gestión por parte de los trabajadores
y usuarios.
Las privatizadas adquirieron las empresas por sumas irrisorias, se apropiaron
de la renta petrolera, achicaron los ferrocarriles, vaciaron las aerolíneas,
estafaron a los transportistas mediante los peajes, encarecieron los teléfonos,
el agua y la electricidad. Ya usufructuaron abusivamente de los contratos fraudulentos
de las privatizaciones y llegó la hora de comenzar a poner fin a esta
depredación.
Nuestra propuesta tiende a propiciar, a mediano plazo, la expropiación
del conjunto de las empresas privatizadas, sin ningún tipo de indemnización,
para remodelar por completo su funcionamiento poniéndolo al servicio
del pueblo, abaratando las tarifas, asegurando la inversión y reciclando
las ganancias y la renta dentro del circuito productivo nacional. La expropiación
de las empresas privatizadas es indispensable porque las empresas se especializan
en burlar todas las formas de control y regulación de su actividad (los
llamados ³marcos regulatorios²: precios y tarifas máximas, costo de servicio,
actualización tarifaria por eficiencia, etc.) y porque resulta imposible
desenvolver un plan económico de salida de la crisis sin el manejo público
de las compañías estratégicas. Resulta asimismo indispensable
contar con un plan y un manejo centralizado de la totalidad de los servicios
públicos del país.
Pero sabemos que la mera re-estatización de las empresas privatizadas
implicaría retornar a la experiencia pasada de burocratización,
corrupción y enriquecimiento de grupos asociados a las empresas públicas
-esos mismos grandes grupos económicos que a comienzos de los 90 se apropiaron
de las privatizadas- y por consiguiente conduciría a la precariedad de
los servicios. Proponemos entonces someter las empresas de servicios públicos
expropiadas a nuevas formas democráticas de gestión basadas en
la participación directa de los trabajadores y usuarios y en la apropiación
social del excedente en caso de corresponder.
Pensamos que todas estas medidas que comprenden la eliminación de excenciones,
diferimientos y subsidios que favorecen a los capitalistas y un aumento de los
salarios, las jubilaciones y el gasto social posibilitarán enfrentar
la actual emergencia social. Sin embargo, la reactivación de la economía
resultante a mediano plazo requerirá la consolidación de esta
tendencia para lo cual se deberá hacer frente a nuevos requerimientos.
II. Para avanzar hacia soluciones de fondo.
12) Al cabo de cuatro años de depresión y varias décadas
de pobre desempeño de la economía argentina, debemos considerar
que resulta indispensable avanzar en el diseño de una plan productivo,
dirigido a recuperar rápidamente los niveles de producción.
La pérdida de riqueza generada en nuestra economía por las medidas
neoliberales a lo largo de casi cuatro años de depresión se expresa
una caída del PBI per cápita del 25,8%. (Para no decir que significa,
a más largo plazo, que el PBI per cápita del año en curso
no supera el de mediados de los 70.) La riqueza disponible para cada argentino
se redujo así en una cuarta parte. Considerando un producto para este
año de $ 360.000 millones, la caída respecto a los niveles de
1998 alcanzaría los $ 100.000 millones, monto equivalente, por ejemplo,
a unos 12 milones de seguros de empleo o salarios mínimos por un año
de entre 600 y 700 pesos mensuales. En estas condiciones, un plan productivo
no puede apoyarse en la expectativa de inversiones extranjeras, que históricamente
acentuaron la industrialización fragmentaria, desarticulada y escasamente
competitiva que ha prevalecido en el país. Además, lejos de prever
ingresos de capital, las grandes corporaciones están preparando para
los próximos años traslados masivos al exterior. Sólo algunos
³fondos buitres² se aprestan a comprar por moneditas ciertos activos devaluados,
sin objetivo de apuntalar el desarrollo económico del país. La
necesaria redistribución del ingreso amenaza convertirse así en
una suerte de redistribución de la miseria.
Un plan productivo debe implicar un serio programa de inversiones públicas
decidido socialmente y orientado hacia la reabsorción de la fuerza de
trabajo desocupada tanto de baja como de alta calificación mediante la
instalación de nuevas industrias. En este sentido, por ejemplo, debería
desarrollarse un plan de recuperación de las economías regionales
sacudidas por la decadencia productiva y la situación generalizada de
endeudamiento y asfixia impositiva (planes de forestación, de riego y
control de las inundaciones, etc.) e implementarse una política de recolonización
de tierras y de reforma agraria que absorba empleo, mejore la calidad de vida
en las áreas rurales y reoriente la producción hacia la satisfacción
de las necesidades alimentarias de la población, vinculada a un desarrollo
agroexportador y ecológicamente sustentable en el sector agricola-ganadero.
Esta transformación agraria es vital porque la devaluación no
mejoró la dramática situación del pequeño productor
endeudado, sino que encareció los insumos importados que manejan las
grandes corporaciones. Además, abarató las propiedades en dólares,
creando el terreno para una oleada de apropiación capitalista extranjera
de los mejores suelos.
Resulta indispensable, por otra parte, desenvolver en el sector pesquero un
plan que garantice la conservación de los recursos. Deberían desarrollarse
también planes diferenciados de producción de medicamentos, asi
como nuevas industrias tecnológicas y estratégicas que faciliten
la reconstrucción y el desarrollo de la infraestructura deteriorada.
Los destinatarios de un plan de reindustrialización deben ser los desempleados,
trabajadores, agricultores, comerciantes y cooperativistas, pero nunca los grandes
empresarios. Durante décadas estos capitalistas recibieron prebendas
del estado para montar empresas ineficientes, explotar a los asalariados y enriquecerse
con el fraude fiscal de levantar armadurías en los galpones de la ³promoción
industrial². Durante la convertibilidad se vendieron empresas y se transfirió
al exterior patrimonio y desde el inicio de la depresión se aceleró
el desmantelamiento de la industria, dejando sin empleo a millones de trabajadores.
Ahora, los ³capitanes de la industria² han formado un nuevo lobby para afrontar
el pago de sus deudas privadas externas mediante alguna forma de seguro de cambio
a cargo del estado que les permita recurrir a la típica socialización
de las pérdidas. También buscan la protección del estado
en la renegociación de sus pasivos con los acreedores y por eso apuntalan
el acuerdo con el FMI que empobrecerá a la mayoría de la población.
Por esta razones un plan de reindustrialización bajo liderazgo de los
capitalistas no llevará a ningún lado. Incluso las medidas de
protección aduanera de la industria local -que son indispensables para
defender a la pequeña empresa- no pueden concebirse para apuntalar a
los grupos que provocaron la desindustrialización de las últimas
tres décadas.
Los trabajadores son los principales artífices de un plan viable de reconstrucción
económica y en su lucha por prohibir los despidos, reabrir las empresas
y distribuir las horas de trabajo ya han desarrollado importantes experiencias
de gestión directa. Los ejemplos de Brukman y Zanon son los más
conocidos de una amplia lista de empresas abandonadas por sus dueños
y recuperadas por los trabajadores bajo control obrero. Por otra parte, se desarrollan
experiencias cooperativas como en Siam (electrodomésticos), La Baskonia
(metalurgia) o Máximo Paz y Yaguané (frigoríficos). En
algunos casos será necesario el apoyo de profesionales para aplicar o
generar nuevas técnicas de producción. En este sentido es necesario
integrar la comunidad universitaria y científico-tecnológica al
desarrollo productivo.
En general, cuándo los operarios demuestran que pueden manejar con total
normalidad las plantas, los empresarios se despiertan y promueven órdenes
judiciales de desalojo. La gestión obrera es a todas luces factible,
porque nadie conoce mejor el funcionamiento de una fábrica que sus propios
operarios, que saben cómo manejar las máquinas, organizar la producción
y distribuir los pagos de los salarios. Estas experiencias ilustran también
como podría implementarse una reconversión fabril hacia la producción
de los bienes primordiales, si los municipios, las provincias y el estado nacional
fijaran prioridades y concentraran sus compras en las empresas gestionadas por
los trabajadores. Somos partidarios de alentar la gestión cooperativa,
siempre y cuando se establezcan medidas para evitar el ahogo de estas empresas
por la falta de abastecimientos, mercados y financiación. Para asegurar
la viabilidad de estos emprendimientos resultan decisivos los convenios con
el estado, asi como su integración a un futuro sector industrial planificado.
Lo que debe descartarse es la devolución de las empresas quebradas a
sus viejos o nuevos dueños capitalistas y lo que debe priorizarse es
la preservación de las fuentes de trabajo frente al inminente proceso
de mayor liquidación de empresas al borde del quebranto. Sólo
el Citibank tiene en su cartera actualmente 100 compañías para
rematar en el corto plazo.
13) La impresionante especulación cambiaria de los últimos cuatro
meses ilustra los efectos de una devaluación sin control de cambios,
ni monopolio del comercio exterior. El dólar se dispara porque los exportadores
retienen millones de dólares especulando con liquidar las divisas al
mejor precio. No más de 20 empresas controlan el manejo del superávit
comercial, recurriendo también al contrabando y a la maniobras de alteración
de la facturación. Cargill, Dreyfus, Bunge, Repsol, Perez Companc o desconocen
los plazos legales para liquidar divisas y con la obvia complicidad de los funcionarios
del estado retienen 4500 millones de dólares, provocando una escalada
incontenible del precio de la divisa..
La crisis está provocando también un cierre de hecho de la economía,
como consecuencia del derrumbe de las importaciones, que cayeron un 60% en el
primer cuatrimestre. Las compras externas seguramente llegarán a un tercio
del promedio de los últimos años y esta restricción justifica
adicionalmente el manejo estatal del comercio exterior, para asegurar la adquisición
racional de importaciones evitando el despilfarro suntuario de los últimos
años.
Pero poner fin a la especulación de las compañías que manejan
el comercio exterior es también vital para recuperar la soberanía
monetaria. Se requiere no solo el control de cambios, sino también el
monopolio estatal de este sector, ya que la aplicación de retenciones
puede servir para amortiguar el impacto inflacionario de una devaluación,
pero no alcanza para implementar una política cambiaria adaptada a las
prioridades del desarrollo económico. Sin manejar las reservas (actualmente
controladas directamente por el FMI) y sin detentar el movimiento de las divisas
del comercio exterior, no resulta posible instrumentar una estrategia cambiaria
que respalde la moneda nacional (y elimine el festival de 13 cuasimonedas provinciales)
y sirva para utilizar el superávit exportador en la adquisción
de los bienes requeridos para la reindustrialización. Es imprescindible
instaurar lo antes posible una única moneda de curso forzoso.
14) Es indudable que una salida popular de la crisis actual deberá enfrentar
severas restricciones externas (limitada capacidad de importación, dificil
acceso a tecnologías externas, precario perfil de las exportaciones,
en un contexto mundial recesivo). Pero esta dificultad corrobora la necesidad
de romper con el FMI, porque sólo adoptando una política económica
soberana y antiimperialista se puede evitar que los efectos de estas restricciones
reacaigan sobre los trabajadores y el pueblo. Es indudable que la recuperación
económica requiera altas tasas de crecimiento asociadas a una absorción
de avances tecnológicos, que no se logrará ³viviendo con lo nuestro²,
ni intentando la utopía de erigir una economía nacional cerrada
y aislada del mercado internacional. Pero reingresar al ³mundo del FMI² y de
sus banqueros, lejos de abrir una senda de progreso continuará empujando
a la Argentina hacia formas más primitivas de subsistencia, que ya se
han generalizado en gran parte del interior y las zonas suburbanas.
Postulamos, por lo tanto, otra reinserción al mundo, que en vez de transitar
por el FMI se apoye en relaciones de solidaridad, con todos los pueblos que
actualmente participan en la protesta global contra el capital. Nuestros aliados
son los jóvenes, trabajadores y desocupados que encabezan las manifestaciones
internacionales contra las corporaciones del Banco Mundial y la OMC.
La crisis actual ha creado una extraordinaria oportunidad para replantear nuestra
asociación primordial con América Latina, porque el ³contagio
argentino², ya se extiende al plano económico como lo prueba la fuga
masiva de capitales que sufren los bancos uruguayos y el ascenso de la ³tasa
de riesgo país² en Brasil, que presagia un posible default de la deuda.
La afluencia de capitales externos a Sudamérica decae aceleradamente
y la tasa de crecimiento de la región se ha estancado por segundo año
consecuentivo. La necesidad de una respuesta común se torna cada vez
más evidente y el malestar popular hacia el imperialismo se generaliza,
ante la hipocresía norteamericana de exigir mayor apertura comercial
a Latinoamérica, mientras bloquean el ingreso de exportaciones de la
región subiendo los aranceles y subsidiando al agro.
Por eso nuestro programa rechaza el ALCA y propone otro Mercosur, que en lugar
de favorecer los negocios subvencionados de los capitalistas que empeoran las
condiciones de vida de los trabajadores alienta la
Otro Mercosur, un Mercosur social, debe apuntar a priorizar la conquista de
las reivindicaciones sociales de la población (en cuanto a salarios,
condiciones de trabajo, conservación del medio ambiente, etc.), a través
de la coordinación horizontal con los movimientos de lucha de toda la
zona (integración sindical con los sindicatos de países vecinos,
integración de productores agrarios con las organizaciones campesinas
de los países vecinos, etc.). Y debemos concebir esta integración
popular de la región como una plataforma para estrechar nuestro vínculos
con todos los pueblos, trabajadores y oprimidos del mundo.
15) Los firmantes de este documento inscribimos la totalidad de estas propuestas
en la perspectiva de un proyecto estratégico socialista.
La terrible degradación del país no es un resultado exclusivo
del ³modelo neoliberal² en cualquiera de sus acepciones (apertura, privatizaciones,
convertibilidad, exclusión), ni tampoco es solamente el producto de la
asfixia creada por el pago de la deuda y la dependencia comercial o tecnológica.
La crisis que atraviesa la Argentina es un producto del régimen económico-social
imperante, es decir del capitalismo, cuyos patrones de beneficio, concurrencia
y explotación permiten el enriquecimiento de una pequeña minoría
a costa del sufrimiento del grueso de la población.
La Argentina ha padecido en los últimos años una verdadera lección
de lo que significa el capitalismo. Millones de pequeños ahorristas fueron
expropiados por los bancos, demostrando que este sistema lejos de retribuir
el esfuerzo personal, recurre a la apropiación directa de los ingresos
familiares. Millones de trabajadores han sufrido la pauperización que
es aprovechada por los grandes empresarios para reducir salarios y alargar la
jornada de trabajo. Millones de usuarios han sufrido las manipulaciones monopólicas
de las compañías privatizadas, que operan sin riesgo y con ganancias
aseguradas. Estas confiscaciones no obedecen a la ³falta de capitalismo², ni
se corrigen construyendo ³otro capitalismo², que solo existe en la imaginación
y en el deseo de sus promotores.
Otro tipo de sociedad más igualitaria, solidaria y justa es posible si
la batalla por el programa que proponemos apunta a forjar un horizonte socialista.