ARTICULO publicado en Caretas (Perú) Edición Nº 1809
Ahora es cuando se podría solucionar. Chile dejó en Monterrey una
cierta impresión adversa al discutir demasiado elocuentemente con la empobrecida
Bolivia. Por ende, ésta parece una ocasión propicia para apelar
a las mentes mas lúcidas de Santiago y lograr a una solución equitativa.
A su vez, nuestra adhesión a la Convención del Derecho del Mar resulta
ahora indispensable.
La alternativa peruana a la línea del paralelo que traza Chile para
establecer la delimitación marítima podría no ser "equidistante",
como aparece aquí, sino "equitativa", cediendo algo de espacio en consideración
al literal más extenso del país vecino.
Fue en mayo de 1986 que el entonces Canciller de Chile Jaime del Valle se entrevistó
con el embajador Juan Miguel Bákula del Perú, miembro de una delegación
que visitó Santiago encabezada por Allan Wagner, también Ministro
de Relaciones Exteriores en esos años, para conversar sobre temas pendientes
del tratado de 1929. Bákula se centró en un asunto no resuelto:
la separación de los espacios marítimos entre ambas naciones.
Y en esa oportunidad el Canciller del Valle reconoció que el tema era
"un problema que tenemos que estudiar" y, además, que "no lo podemos
dejar para las calendas griegas".
Registro de esta conversación quedó plasmado en un memorándum
y en una nota oficial de la embajada del Perú fechada el 26 de mayo de
1986.
Bákula destaca este episodio en su obra magna `Perú: Entre la
realidad y la utopía. 180 años de política exterior', publicada
en abril del 2002, y volvió a recordarlo en CARETAS 1750 (`200 millas
de soledad').
Ahora cabe preguntarse si ya hemos llegado a esas calendas para comenzar a
resolver razonablemente este asunto.
La mediterraneidad de Bolivia ha vuelto a inquietar a la región, tanto
por el encontronazo verbal de los presidentes de Bolivia y Chile en la Cumbre
de Monterrey, como por la precariedad del mandato de Carlos Mesa y el comportamiento
de Evo Morales. Y, tangencialmente, el diferendo sobre nuestro límite
marítimo del sur ha cobrado nueva vigencia.
Que existe un diferendo no cabe la menor duda.
La última edición del 2002 de la Revista de Marina de Chile publicó
un trabajo titulado `Consideraciones en torno al límite marítimo
Chile-Perú' en el que se da por resuelto el asunto en base al "paralelo
geográfico del punto en que la frontera terrestre demarcada alcanza la
orilla del mar". El artículo, que expresa la posición del ala
intransigente en esta materia, asegura además que "Chile y Perú
han reconocido, demarcado y respetado el límite marítimo que separa
las aguas". Pero esto no es exacto.
La figura de José Luis Bustamante y Rivero aparece, desde 1947, como
el Presidente peruano que reclamó las 200 millas, después como
presidente de la Corte Internacional de Justicia entre 1967 y 1970, instancia
que podría resolver el diferendo.
Como se sabe, dado el ángulo agudo que marca el paralelo sobre el recodo
de la línea de la costa peruano chilena, de establecerse un límite
internacional con ese trazo (ver mapa) "resultaría reconociéndose
la jurisdicción chilena sobre aguas tan próximas a tierra peruana,
dice Bákula, que crearían una situación inaceptable… no
equitativa, intolerable e inamistosa.."
Y la posición del aludido artículo no es singular en Chile. En
el año 2000, la cancillería peruana protestó ante la División
de Asuntos Oceánicos y Derechos del Mar de la ONU que una carta náutica
presentada por Chile entonces no correspondía a "acuerdo, tratado o convenio
alguno".
La posición chilena se basa en que el Decreto Supremo Nº 781, mediante
el cual el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero reclamó en
1947 jurisdicción sobre nuestras 200 millas marítimas, aludió
a los paralelos como una forma de delimitar horizontalmente el `Mar de Grau'.
Posteriormente, y con la intención primordial de aliviar la situación
de pescadores artesanales de la zona, que tradicionalmente habían navegado
y pescado frente a las costas de países vecinos manteniendo una distancia
de 3 millas -situación que cambió al extenderse la soberanía
a 200 millas por un régimen de vigilancia y captura-, el Perú
firmó otros acuerdos que tomaban los paralelos como referencia.
En 1954, por ejemplo, el Perú acordó con Chile la creación
de un corredor de 20 millas de ancho de "agua de nadie" (una `Zona Especial
Fronteriza Marina') para reducir el número de incidentes que provocaban
"embarcaciones de poco porte, tripuladas por gentes de mar con escasos conocimientos
de náutica". Y ese corredor también tomó como referencia
el paralelo, así como lo hizo la erección de faros de enfilación
en 1968.
Pero el embajador Bákula señala que esos eran regímenes
especiales, algunos de carácter precario, sin referencia a legislación
internacional y establecidos antes que existiera la Convención de los
Derechos del Mar.
La Convención, que fue suscrita en Jamaica en 1982 por 119 países,
al cabo de tres Conferencias especializadas de la ONU y realizadas a lo largo
de 14 años, estableció por primera vez en la historia un régimen
jurídico para ordenar jurisdicciones y derechos en todo el mar, masa
que abarca el 70 % de la superficie del planeta.
La Convención de los Derechos del Mar, que hoy se aplica por la comunidad
de naciones y ha sido suscrita por 156 países, creó, señala
Bákula, diversos espacios marítimos, que constituyen nuevas áreas,
competencias y soberanías. Van desde las aguas interiores, el mar territorial,
la zona contigua, la zona económica exclusiva, y el alta mar, hasta las
aguas archipiélagas y las glaciales, los fondos marinos, etc.
Antes de la Convención, establecer límites marítimos era
un proceso incierto, heroico si se quiere, pero de dudosa validez.
Ahora la Convención puede propiciar arreglos bilaterales amistosos como
el que se debiera lograr entre el Perú y Chile en base a una división
equitativa (lo que no quiere decir equidistante) de las aguas en disputa, o
en todo caso llegar a la Corte Internacional de Justicia de La Haya para resolver
el asunto.
Se calcula que hoy subsisten alrededor de 400 diferendos marítimos en
el mundo. Unos 20 de ellos han llegado a la Corte Internacional, la que ha resuelto
varios. Por ejemplo:
Camerún-Nigeria (2002)
Qatar-Bahrein (2001)
Senegal-Guinea Bissau (1996)
Dinamarca-Noruega (1993)
Salvador-Honduras-Nicaragua (1993)
Libia-Malta (1985)
Canadá-Estados Unidos (1984)
Túnez-Libia (1982)
Se calcula que subsisten unos 400 diferendos marítimos en el mundo,
pero la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha resuelto varios de los
le han presentado.
La Corte Internacional de Justicia opera desde 1939 y en todos los años
anteriores a la Convención resolvió sólo otros dos litigios
marítimos: Grecia vs. Turquía en 1978, y Alemania con Dinamarca
y Noruega en 1969.
Geográficamente hablando, el diferendo entre el Perú y Chile
es simple comparado con los que pueden confrontar los países del Mar
del Norte europeo, por ejemplo.
Ahora bien, la interpretación chilena se basa en la línea del
paralelo y la peruana se inclina a ampararse en el artículo 15 de la
Convención, que dice que "los países con fronteras adyacentes
no tienen derecho de ampliar su mar territorial mas allá de la línea
media".
Chile, por cierto, ratificó la Convención en 1997 expresando
reserva en cuanto a los límites. Pero si el Perú llevara el asunto
a la Corte Internacional seguramente ganaría con algunos ajustes equitativos.
En todo caso, la actual diferencia abarca un área de mas de 35,000 kilómetros
cuadrados -del tamaño de Lima y Piura juntos.
El problema es que el Perú, desconcertando al mundo entero, no firmó
la Convención de los Derechos del Mar al aprobarse ésta en Jamaica
en 1982, y eso a pesar del largo esfuerzo protagónico de diplomáticos
peruanos. Y el Perú sigue al margen en una de las demostraciones mas
patéticas de desconcierto subdesarrollado y de patrioterismo inconducente.
Quienes todavía se oponen a la Convención (marineros de agua
dulce como Javier Valle Riestra, Paco Belaunde, Alberto Ruiz Eldredge, etc.)
arguyen que nuestras 200 millas son territoriales.
Pero como dijo a CARETAS 736 Máximo Cisneros Sánchez, en febrero
de 1983, si hubiera sido factible consagrar internacionalmente mares territoriales
de esa dimensión, las rutas marítimas tradicionales del Perú
hubiera quedado encajonadas por Ecuador y Chile, con la vulnerabilidad del caso.
Y ahora no adherirnos a la Convención nos deja sin pie para negociar
con Chile o, en todo caso, para acudir ante la Corte Internacional de Justicia.
En otras palabras, el Perú debe suscribir la Convención de los
Derechos del Mar cuanto antes. Esta parece una época adecuada para saldar
diferencias, uniendo los esfuerzos de una "elite trinacional madura" (como la
llama José Rodríguez Elizondo en CARETAS 1808 al incluir a Bolivia
en la danza) y derrotando a los prepotentes y obtusos en un clima continental
propicio.
LAS adquisiciones de armas, en especial navales, por Chile han alarmado a algunos.
La última novedad es la llegada inminente a costas chilenas de la fragata
Williams, comprada por US$ 45 millones a Gran Bretaña, en un paquete que
incluye otras tres de la misma capacidad destructiva. No son nuevas, pero han
sido actualizadas. A ello se suma la reciente aprobación de Washington
para la venta a Chile del destructor Fletcher, que en la Guerra del Golfo Pérsico
demostró que es capaz de alcanzar blancos a 1,500 kilómetros de
distancia.
Aparte de eso, la ministra de Defensa de Chile, Michelle Bachelet, anunció
en días recientes la compra de otras tres fragatas usadas, de Holanda,
a un costo total de US$ 350 millones.
Lo más llamativo puede ser el lanzamiento, ocurrido en octubre último,
del submarino Scorpene, fabricado en Francia y España, a un costo de
US$ 400 millones. El contrato incluye otro del mismo tipo. Algunos analistas
afirman que hay otros dos más en marcha. Este tipo de submarinos puede
sumergirse a más de 300 metros y disparar misiles desde allí.
No todo se reduce a naves de guerra. Chile tiene aviones y tanques de generación
reciente, aparte de poseer su propia fábrica de blindados.
Las compras de Chile obedecen a programas de largo y mediano plazo, y se benefician
de los altos precios que está alcanzando el cobre en el mercado mundial.
Como es sabido, el diez por ciento de las exportaciones de cobre se destinan
en Chile a las fuerzas armadas. Esto significa hoy unos US$ 250 millones anuales.
Para un vistazo al horizonte naval sudamericano, cabe precisar que Brasil es
el único país que tiene un portaaviones. Tiene cinco submarinos,
mientras Chile va a llegar a cuatro (y quizás seis). El Perú tiene
seis submarinos, pero son anticuados.
Para medir nuestras insuficiencias, (peruana),hay que recordar que hasta hoy
no se concreta la compra de dos fragatas Lupo usadas.