Hollywood intenta resucitar la épica fílmica del Western, y
rescatar la mística del Cowboy y la Caballería Norteamericana
Mito, historia y geopolítica mediática
Erick Fajardo Pozo(*).
Rebelión
16-Ene-2004
Ante el desgaste mediático de la soldadesca moderna a lo GI Joe, el propagandismo
pro militarista se remonta dos siglos atrás, hasta el Far West, en busca
de legitimidad para la política intervencionista norteamericana. El emblemático
capitán Nathan Algren, el legendario Cowboy Frank T. Hopkins y el histórico
mártir Davy Crockett son resucitados del panteón de héroes
del Oeste y el Séptimo de Caballería vuelve a la carga, esta vez
rumbo a Medio y Lejano oriente.
Este año Hollywood estrena tres películas que intentan recuperar
la gloria fílmica del Western y resucitan a míticos héroes
del "Viejo oeste", aunque además pretenden justificar históricamente
las políticas expansionistas contemporáneas y promueven la legitimidad
del intervencionismo militar norteamericano.
El Viejo Oeste cabalga hasta Lejano Oriente. Ya mismo en enero Latinoamérica
verá el estreno de "El Último Samurai", dirigida por Robert
Zwick y protagonizada por Tom Cruise, un western adaptado al épico crepúsculo
feudal de Japón, que reproduce en el protagonista el estereotipo del héroe
de guerra norteamericano y que reactiva el cliché redencionista de quién
lleva la fuerza civilizatoria de la ciencia bélica, a un Japón atrapado
en el conflicto entre la cultura del Imperio del Sol y el afán modernizador
del naciente Estado nipón. Bajo la dirección de Zwick ("Tiempos
de Gloria" y "Leyendas de Pasión"), Cruise interpreta al
capitán de la Caballería norteamericana Nathan Algren, héroe
de la Guerra de Secesión, que lleva la estrategia militar occidental y
la tecnología bélica hasta el Imperio del sol y adiestra a un ejército
nipón de la modernidad que luchará contra sus "decadentes"
remanentes feudales. La narrativa del filme no podría estar más
poblada de lugares comunes, escenas "antológicas" y frases hechas,
"típicas" en el western americano. José María Aresté,
de Acenoticias comentaba que su estructura actancial y su argumento reproducían
fielmente el "Bailando con lobos" de Costner: "En lugar de indios
basta decir japoneses", dice a tiempo de puntualizar que lo único
absolutamente nuevo es la aún ignota y exótica cultura oriental.
Y es que en "El último samurai" todo lo demás es de fórmula,
en especial el rol del héroe, que a pesar del perfil "sensible y humano"
de su protagonista, reproduce a la perfección el mitema mesiánico
del hombre blanco que trae el dogma de la civilización occidental (quizá
hoy las verdades del desarrollo o la ciencia) a los pueblos primitivos, un fetiche
civilizatorio consagrado como discurso de legitimación de los últimos
dos mil años de colonialismo cultural occidental.
La pretensión redentora del personaje. Al final, en un simbolismo redentor,
el bushido samurai seducirá al "cowboy", que renunciará
a todo lo que su cultura de destrucción representa, acogiéndose
a la "sencillez" y la cultura de la vida de sus anfitriones nativos.
No obstante la labor apologética estará hecha: De la misma forma
en que la historia de los conquistadores explotó los parangones de la llegada
de Cortés a México con el profetizado retorno de Quetzalcoatl, el
director del film busca que la "bravura" y pericia del capitán
Algreen evoque en el guerrero samurai un respeto por su fuerza que decaerá
en la admiración, después en la veneración y finalmente en
la aceptación resignada de su superioridad bélica y su incuestionable
condición de líder. De la mano de Zwick y Cruise, el soldado americano
habrá entrado en nuestro círculo de empatías como el guerrero
invulnerable, que personifica y materializa nuestros mitos más sobrenaturales
y en el futuro será difícil verlo como una amenaza o a sus acciones
como agresiones.
La caballería conquista Oriente medio. En marzo se estrenará "Hidalgo",
u "Océanos de Fuego", protagonizada por Viggo Mortensen y dirigida
por Joe Johnston. El eje de la historia será otra vez el cowboy del 8vo.
de Caballería, puesto por el azar en otro escenario hostil de ultramar
- esta vez (qué casual) la Arabia de 1890 - donde competirá en una
centenaria carrera por el desierto y vencerá a los soberbios y ricos jeques
de Medio Oriente; metáfora apologista, sin duda, de la reciente ocupación
de Irak y Afganistán. Frank T. Hopkins, otro mítico oficial del
Cuerpo de Caballería de la Unión, allá por 1873, es caracterizado
en una fantasía fílmica que nos remonta al antecedente fundamental
de la tan evocada superioridad militar y la naturaleza sobrehumana del héroe
hollywoodense: El Cowboy. El esquema actancial en "Hidalgo" también
corresponde a la "ficción histórica", narrativa maniqueísta
emblemática de Hollywood: El soldado americano hierático, solitario
y altruista; llevado siempre por azar del destino – jamás por deseo
propio – a lugares exóticos e incivilizados, donde se verá
obligado moralmente a reparar injusticias y hacer prevalecer la razón de
justicia (su razón). En esta ocasión "nuestro héroe"
deberá enfrentar a una casta de incipientes tiranos de medio oriente, ricos
y hostiles, y vencerlos en su propio juego, demostrando que el valor y la razón
(americanas), se impondrán siempre no importa el escenario histórico
o cronológico. Repetitivo, pero siempre efectivo. Además "Recuerden
El Alamo". El remate será el estreno en abril de "El Alamo",
re-make del clásico de 1960 de la Paramount, protagonizado y dirigido por
el actor prototípico del western, John Wayne. La nueva versión,
dirigida por John Lee Hancock, revive oportunamente el martirio del insigne héroe
yanqui Davy Crockett, a tiempo que la versión norteamericana de la historia
de la anexión de Texas a la Unión inflama el exacerbado nervio patriótico
americano y sataniza una vez más a sus vecinos mexicanos. La inmolación
del Coronel William Travis, el aventurero James Bowie y el legendario David Crockett,
atrincherados en la misión de El Alamo, en San Antonio de Béjar,
busca deliberadamente estimular el de por si exacerbado ultrapatriotismo norteamericano,
que es el soporte de legitimidad de la agresiva política internacional
de los Estados Unidos.
Los directores. En el caso de los directores, sus virtudes radican en que ellos
saben narrar visualmente momentos épicos y contar historias extremamente
emotivas. Robert Zwig demostró que es capaz de tejer historias sumamente
verosímiles por su "olfato" para escoger guiones con arraigo
histórico "serio". Además su talento no se limita a lo
creíble de su narrativa, sino que aporta también una habilidad para
introducir en el dato histórico frío situaciones afectivas y humanas
que ponen al espectador al borde del llanto (Leyendas de Pasión - 1994)
y de inflamar el civismo "patriótico" norteamericano con revisiones
históricas de sus momentos constitutivos, mientras elegiza las virtudes
de una virtual democracia norteamericana, escenificando temas de principio como
la tolerancia racial (Tiempos de Gloria – 1989), o tratando siempre temas
de vigencia política y mediática bajo una óptica crítica
del militarismo, pero reivindicativa sin vuelta de la alegórica democracia
norteamericana, frente a amenazas siempre presentes como el terrorismo (Bajo sitio
- 2000). John Lee Hancock es un director con una filmografía sumamente
escasa (El novato - 1999), pero su experiencia como guionista le aloja en el drama
contemporáneo (Un mundo perfecto – 1993 y Medianoche en el jardín
del bien y del mal - 1997). Sobre Joe Johnston (Rocketeer – 1989 , Jumanji
– 1992 )hay escasas cosas que decir en el ámbito del cine serio,
excepto que pocos directores de cine ficción en Hollywood declinarían
de una oportunidad de tocar un tema como el western, que siempre granjea al cineasta
la simpatía mediática y el éxito económico o publicitario.
Consideraciones finales. "Last Samurai", "Hidalgo" y "El
Alamo", recuperan el esquema narrativo de ese género que Philliph
French denominó "western ideológico". Existen tres maneras
de enfocarlo: En el plano documental, al margen de la pretendida reivindicación
de "la otra historia" que películas como "Danza con Lobos",
"Tiempo de Gloria", "Gerónimo" o "Last Samurai"
se atribuyen, estas tienen un trasfondo discursivo que refuerza los estereotipos
maniqueístas, folkloriza a las demás culturas y despolitiza la historia
como una sucesión de episodios afectivos, ligados a la mesiánica
acción de héroes que resuelven conflictos merced a una superioridad
absolutamente artificial, pero que casi nadie ya se molesta en rebatir. En el
plano psicológico, este resignacionismo cultural, nace del compromiso emocional
que el espectador desarrolla con un héroe que transita por todas las extensiones
culturales de su sensibilidad, mediante la estrategia jesucristiana de la autoinmolación:
La negación de su propia cultura, la distinción de los afanes expansionistas
de su país de origen, la trabajosa redención de la culpa y la defensa
intransigente de sus anfitriones, en apariencia nos alerta sobre el militarismo
expansionista y nos subvierte más que nunca contra el orden económico
del mercado. Sin embargo, simultáneamente, esta estructura narrativa nos
hace venerar la grandeza espiritual del "american hero", empatizar con
su vía crucis y resignarnos a su condición humana superior y su
condición de guerrero invencible. Una nefasta relación de dependencia
y sumisión encuentra su agente de legitimación en la psique del
tercer mundo.
Ya en el plano mitológico, no son casuales los paralelos entre el cowboy
americano y el caballero andante medieval y la evocación que suscita uno
sobre otro es tan deliberada como el discurso geopolítico que comparten:
Occidente en busca de redimir a los erráticos mundos de ultramar, ya sea
durante el medioevo o en la modernidad, sea para traer la luz de la cristianidad
o la de la democracia y sea con yelmo y espada o con Winchester y sombrero texano,
el héroe llegará a caballo y tendrá consigo la fuerza del
dogma, respaldado por la fe o el capital. Todo depende de la época. El
enemigo del épico paladín norteamericano se ha diversificado y se
ha hecho global, ya no son sólo indios sioux quienes acechan las caravanas
de sus colonos, aunque tampoco es ya el oeste el límite fronterizo de su
afán colonizador. Hoy día sus colonos han llevado la bandera de
la economía americana hasta el lejano oriente. América se ha propuesto
librarnos de los salvajes de todo el mundo. Lo único realmente distinto
hoy es que el cowboy no solo cabalga en el oeste, sino que también en el
sur y el este y que las cargas del Séptimo de Caballería son hoy
tan letales cuando toman por asalto nuestra geografía, como lo son cuando
salen de la pantalla grande y entran a galope en nuestro imaginario social.
(*) El autor es periodista orureño radicado en Cochabamba.