9 de septiembre de 2003
Titiriteros
David Bravo Bueno - david_bravo@supercable.es
Alejandro Sanz ha saltado a la palestra para dar su visión de la piratería. Una de las primeras sensaciones que te da escuchar sus declaraciones es que sobre la piratería solo pueden existir dos puntos de vista: el suyo y el suyo. Sanz, como todos los artistas y empresarios que critican duramente este fenómeno, habla imprimiendo a sus palabras un tono de obviedad tal que no admite discusión. Una de las estrategias para conseguirlo es no argumentar absolutamente nada de lo que dice y comenzar sus discursos con frases del tipo "como es obvio" o "evidentemente" que te permiten no basar en nada lo que no son más que valoraciones subjetivas y, en ocasiones, puras y duras mentiras. De esta forma se propicia que no haya debate, que el discurso sea de arriba a abajo, de la élite al pueblo llano que es bobo, que no entiende y al que hay que educar. Una de las estrellas que pretende ilustrar al ignorante pueblo es Britney Spears que dice "queremos trasladar a los aficionados el mensaje de que bajarse música ilegalmente es lo mismo que ir a una tienda y robar un CD". Esta estrella que quiere instruirnos en Derecho (y que también es responsable como publica la revista IMÁGENES del mes de Septiembre de la frase "las películas son muy raras: tienes que pensar mientras las miras") no está ni quiere estar en debate alguno. Solo quiere trasladar un mensaje y ese mensaje ha de aceptarse como cierto y no por lo que dice sino por quién lo dice. En mi opinión bajarse un disco de Britney Spears podría ser calificado de mal gusto pero no de robo.
Alejandro Sanz, al igual que Juan Luis Galiardo, va más allá que la eterna quinceañera. Para ellos es delito incluso comprar un CD pirata y, dicen, que esto hay que "hacerlo entender a la gente". Sabemos que para Alejandro sería un sueño, ya puestos, que fuera delito incluso cantar sus canciones en la ducha sin el pertinente permiso pero, sabiendo que el Derecho Penal se rige por el "principio de intervención mínima" y que "solo está llamado al castigo de las más graves lesiones de los derechos rectores de la convivencia social" (S.A.P. 27-2-03) nos preguntamos en qué precepto penal se basa para tan alarmante afirmación y en el caso de que existiera qué interpretación está haciendo de él. Lo menos que se espera cuando alguien convierte como por arte de magia en delincuente a medio país es que fundamente bien lo que dice. Pero ni Alejandro Sanz ni ningún otro quieren discutir lo que ellos pretenden sea indiscutible. Es bien sabido que todo argumento tiene su contra-argumento y para que en este caso no sea así es mejor no dar ninguno y no posibilitar el debate. Es mejor repetir el mensaje en los medios de comunicación tantas veces como sea necesario para convertirlo en verdad. Esta forma de propaganda y de adoctrinamiento es conocida como "técnica Goebbels". Goebbels era el ministro de propaganda nazi. La SGAE, los artistas y los empresarios se han lanzado a una campaña destinada a la educación del desviado pueblo. A pesar de que Internet es buen reflejo de que hay opiniones distintas y de que el tema no es ni mucho menos indiscutible, los medios de comunicación solo emiten y difunden las ideas de una de las partes del conflicto. Ya dice Noam Chomsky que la propaganda es a la democracia lo que la violencia es a la dictadura. Hay que controlar lo que la gente piensa. No se puede permitir que la sociedad hable de sus intereses (que en este caso están lógicamente en el acceso libre a la cultura) sino que hay que hacer ver que el único interés digno es el de la SGAE y sus mil portavoces. "Pienso, luego existo", decía Descartes. "Piensan, luego hay que remediarlo" diría la SGAE. El fenómeno no es nuevo. Toda sociedad ha tenido que aceptar verdades absolutas creadas por el interés de los ricos de no dejar de serlo. Antes se usaba a Dios para que hiciese de portavoz y todos aceptaran, ahora se usa a la televisión. Los intereses de clase se convierten mediante la repetición en todos los medios de comunicación en una moral absoluta, eterna e inmutable que no admite, por tanto, discusión. Posteriormente la legislación se encarga de sacralizar en los códigos lo que ya todos aceptan como verdadero en sus casas y en las calles.
En la búsqueda de la Moral única no son pocos los artistas que se han convertido en profesores del descarriado pueblo que debe entender que su interés de acceder libremente a la cultura es mezquino, ilegal e inmoral. Walter Lippman, periodista, califica a los ciudadanos de "rebaño desconcertado" que tiene que ser eficazmente guiado. Los ciudadanos son demasiado estúpidos como para saber lo que es legal y su moral es despreciable y debe corregirse.
Reinhold Niebuhr, consejero presidencial de asuntos exteriores de EEUU en la época de Kennedy dijo que "La racionalidad pertenece a los observadores tranquilos, mientras que la gente corriente, no sigue mas razón que la fe, estos observadores tranquilos, deben reconocer la estupidez del hombre medio y deben facilitar la fantasía necesaria y las supersimplificaciones emocionalmente potentes, que mantendrán a los ingenuos inocentes en el buen camino". Lo único que diferencia a Niebuhr de la SGAE es la sinceridad del primero.
Tras la muerte de Napster a manos de la RIAA el uso de los programas P2P aumentó en dos meses en un 492% así que se dieron cuenta, tras el fracaso, de que su lucha estaba en el control de los medios de comunicación y en la elevación de sus intereses económicos en los intereses generales de la sociedad. La idea era que en lugar de poner un policía a cada internauta, el miedo y la conciencia postiza hicieran que cada uno de ellos se convirtiera en su propio policía y en el censor de sus propios actos. La RIAA, desde entonces sigue con su labor educativa. Actualmente está realizando una campaña sin precedentes: ofrecerá su perdón divino a todos los internautas que se autoflagelen públicamente con látigos de 7 puntas diciendo que reconocen que se han bajado música. Aunque parece una broma según varios diarios la RIAA ha ofrecido la posibilidad de amnistiar a quien reconozca públicamente haberse bajado música de Internet y suscriba ante notario su promesa de borrarla de su disco duro.
Hay ocasiones en la que un argumento es tan repetido que incluso trasciende a los medios de comunicación pero lo hace solo para dar la oportunidad de ser rebatido públicamente y no dar después lugar a la contrarréplica. Sin embargo las respuestas que se dan demuestran una absoluta falta de base lógica y no solo no sirven para convencer a los que todavía son disidentes del pensamiento único sino que ofenden por su simplicidad y frustran por lo fácil que sería rebatirlas si se nos permitiera. Sin embargo el periodista que escucha la respuesta mueve la cabeza con una sonrisa en señal de aceptación de la explicación por absurda que ésta sea y por mucho que insulte a la inteligencia. Uno de los argumentos que más han trascendido es el del coste excesivo que tiene para un consumidor de clase media adquirir un CD original. El cantante Andrés Calamaro asegura que los discos se venden a un 2.000% de su valor y los internautas sabiendo esto se preguntan si no les quedaría más propio el parche en el ojo y la pata de palo a los dueños de las discográficas. A eso ha respondido el presidente de Emi Music, Alain Levy, que dice "el precio es irrelevante. El consumidor tiene derecho a no comprar un disco compacto en las tiendas, nadie le fuerza a ello". Esto, traducido, significa, "si no tienes dinero para comprar música coge una caja de cartón y toca el tam tam con ella pero no me distraigas con milongas". ¿Cómo argumentar ante esto algo parecido a la función social que según la Constitución es límite de la propiedad? Dice la Constitución que "toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general". El artículo 44 del mismo texto dice que "los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho".
Fernando Neira portavoz de la SGAE dijo: «No estamos de acuerdo con la extendida idea de que los discos son caros. Para hablar de caro o barato, el ocio hay que contextualizarlo. A mí también me gustaría que ver a Zidane en directo fuese más barato. Esa es una excusa hipócrita. Porque aquí no se perjudica sólo a las multinacionales sino a los propios músicos. Sin ir más lejos, calculamos que del disco de Alejandro Sanz "El alma al aire" se llegó a copiar ilegalmente más de medio millón de cintas». El "Alma al aire" usada como ejemplo de "perjuicio a los propios músicos" batió records de ventas consiguiendo alcanzar el millón de copias vendidas en España en una semana y 18.000.000 en el total de su carrera comercial internacional.
A pesar de que si los extraterrestres leyeran estas opiniones concluirían que no merece la pena visitar la tierra por no haber en ella indicios de vida inteligente las declaraciones se hacen sin rubor alguno a sabiendas de que nadie podrá contestarlas jamás en un medio de comunicación donde tan solo acceden declaraciones afines a las del poder económico.
En ocasiones los medios publican las opiniones de artistas aunque se salgan de la tónica general que se pretende implantar, pero su forma de mostrarlas deja claro lo que se pretende imprimir en la ideología colectiva. Hace no demasiado tiempo el portal de Terra publicaba unas declaraciones de Michael Jackson referentes a una ley que pretende "penalizar con la prisión a los 60 millones de estadounidenses acusados de piratear música y películas a través de Internet" en las que el artista decía que "no quiere que la cárcel se llene de adolescentes amantes de la música". El subtítulo de la noticia era "Explosivas declaraciones de Michael Jackson". En otra noticia de Terra se presenta la declaración de Alanis Morrissette que dice que "para muchos artistas esta llamada piratería es favorable". Bajo la fotografía de la cantante puede leerse "Morrissette fue muy dura en sus declaraciones". Analizando ambas opiniones de forma objetiva encontrar lo explosivo o lo duro de una y otra respectivamente es acaso un asunto de especialistas, pero para el sentido común de los medios de comunicación todo lo que no secunde el discurso del poder es alarmante y las opiniones contrarias tienen que adjetivarse como polémicas o asunto propio de personas radicales. Tras los atentados a las Torres Gemelas, la RIAA aprovechó la crispación generalizada y, con intención de subirse al carro de la ola represiva que iba a iniciarse, comparó a los que se bajan música de Internet con los terroristas. Ninguno de los medios que publicaron estas declaraciones las calificó de explosivas ni de duras.
Otra forma de manipulación la consiguen no con lo que dicen sino con lo que omiten. Si bien se publicaba en todos los medios, poniendo el grito en el cielo, que las ventas de discos habían descendido en un 6’5% se olvidaban de dar el dato de que la asistencia a los conciertos habían aumentado en un 26%. El beneficio que sacan de lo que señalan con el dedo jamás se nombra. La difusión que adquiere la música gracias a Internet, como es sabido, tiene un efecto colateral y es el aumento del número de personas que va a ver a los artistas en directo. ¿Cuándo hablará alguien de estos datos? ¿Cuándo se harán las cuentas para saber cual es la diferencia entre lo que pierden y lo que ganan gracias a lo que ellos llaman piratería?
Lo peor es que, como muchos habrán intuido, estos métodos de fabricar opiniones si se usan desde hace siglos no es por tradición sino porque da los resultados esperados. La gente termina defendiendo con uñas y dientes intereses que no son los suyos y en ocasiones intereses contrarios a los suyos. "No hay paro" es lo que piensa el parado mientras ve los informativos de Televisión Española.
El hecho de que los internautas sean más duros de pelar en lo que se refiere a la fabricación de su opinión es que el método de recibir la información que tiene Internet es colectivo. Las noticias se publican y todos los internautas de cualquier país las comentan, las contrastan, las niegan o las aceptan en el mismo sitio donde se han publicado. Ya no estás solo cuando la información te llega. El sistema de "fabricación del consenso" era perfecto: a la gente se le encierra en casa, se le sienta ante el televisor y se le suministran las ideas que deben aceptar. Es difícil defenderse de algo así estando solo ante el televisor sin poder contrastar con nadie la realidad de lo que has visto si lo dudas. Sin embargo, en Internet, la cosa cambia. Si aparece la noticia de que las redes P2P son ilegales todos los internautas se ponen en contacto y se hacen preguntas y se las responden mutuamente. Lo más peligroso de Internet es que mantiene a la gente en contacto y ante tanta diversidad siempre hay alguien que sepa de lo que tú preguntas. Lo que antes se acataba como cierto porque no sabías a quien acudir para que te despejara la duda ahora es relativo y "relativo" es incompatible con el carácter incontestable que a sus palabras quiere darle el poder. Por eso la nueva lucha por el control del pensamiento se libra en Internet. Pero no hay ataque que no tenga su contra-ataque ni control que no tenga sus disidentes y ya en todos los foros de Internet se pueden leer a los que han decidido intervenir y que piden: resistencia.
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"No existe tal cosa como prensa independiente en América. Ustedes lo saben, y yo lo sé. No hay uno de ustedes que se atreva a expresar una opinión honesta. Si expresan una opinión honesta, saben de antemano que nunca aparecería en forma impresa. Me pagan 150 dólares por semana para mantener mi opinión honesta fuera del periódico para el cual trabajo. Otros de usted reciben sueldos similares para hacer lo mismo. Si permitieran que las opiniones honestas se impriman en una edición de mi periódico, como Othello, antes de veinticuatro horas, mi trabajo desaparecería. La profesión del periodista de New York es destruir la verdad, para mentir, pervertir, vilipendiar, para besar los pies del Becerro de Oro; para vender su raza y su país por el pan diario. Somos herramientas y vasallos de hombres ricos detrás de la escena. Somos prostitutas intelectuales."
(Juan Swinton, redactor del New York Tribune, en la Asociación de Prensa de Nueva York, 1936)