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A VEINTE AÑOS DE LA MUERTE DE CORTAZAR,
  FIGURA FUNDAMENTAL DE LA LITERATURA
Julio el perseguidor, o la mentira del tiempo 
El mismo juego que alimenta varios de sus textos permite desarmar la efemérides oficial y descubrir uno, dos, varios aniversarios posibles. El aspecto de eterna juventud de Julio Cortázar fue sólo una de las muchas maneras en que se expresó su carácter atemporal, de libertad en la vida y las letras.
Por 
  Juan Sasturain 
PAGINA 12
 
 
 
Cortázar jugó mucho con el tiempo; y el tiempo jugó 
  y juega todavía con él, según costumbre. Hoy su ingenio 
  tan temido no se privaría de jodas y paradojas ante tanto criollo fervor 
  encendido por el burocrático calendario, se reiría del homenaje 
  puntual por los aniversarios en cero: veinte de muerto, casi noventa de nacido 
  y justo cuarenta de Final del juego, si nos ponemos finos. Disueltas o postergadas 
  hasta nuevo aviso o coyuntura las discusiones sobre migraciones paranoicas y 
  compromisos más o menos aparatosos, para esta hora del unánime 
  festejo Cortázar, como el Mudo, cada día escribe mejor. Y hasta 
  tiene una calle, hasta tiene su plaza. Como si el tiempo lo hubiera alcanzado. 
  Pero es mentira, claro. 
  Los que lo conocieron –y las fotos, que hacen lo que pueden– atestiguan que 
  además de ser un lindo tipo, interesante y altísimo, Cortázar 
  tenía un aspecto extraño, de descolocadora eterna juventud. En 
  una foto que se sacaron junto a Aurora Bernárdez –que le quedaba tan 
  chiquita– sentados y rígidos como una pareja egipcia tallada en la roca 
  frente al Nilo, tiene el aire marciano de un pendejísimo suplente blanco 
  de un equipo de la NBA. Y ya no era pibe. Y más aún sucede con 
  las primeras fotos de famoso, las excelentes que le hizo Sara Facio a mediados 
  de los sesenta después de la publicación de Rayuela –la que tiene 
  el Gauloises sin encender en los labios, por ejemplo– y sobre todo las de José 
  Gilbert, mordisqueando los anteojos, no son las de un tipo de más de 
  cincuenta años. Que los tenía. Cosa de la piel, dicen; y esos 
  ojos tan separados, también. Cuando se dejó una barba tardía, 
  casi programática, y asumió constantes anteojos de grueso marco 
  negro –su look asociado con los años setenta y los últimos años– 
  no envejeció precisamente, y sólo la leucemia que lo devastó 
  al final hizo que entonces "casi por primera vez –como dice un biógrafo–, 
  empezara a parecerse a su edad". Y tenía setenta años. Otra vez, 
  mentira.
  Me animo a decir, haciendo un paralelo con su apariencia física, que 
  Cortázar estuvo (está) como desfasado. La palabra es horrible 
  y él hubiera preferido titular con "De la capacidad de estar al día 
  llegando tarde" o "Cómo mariposas, elefantes y cronopios miden (y tejen) 
  el tiempo con distintas agujas". Pero el primer dato es que Cortázar 
  –que no era lerdo ni perezoso– es en apariencia un escritor tardío; de 
  publicación y reconocimiento demorados. Raro para un tipo moderno, que 
  lo era, o –mejor– que lo fue paradójicamente ya de grande. Porque en 
  Cortázar hay una cuestión de aceleración. Sería 
  así: arrancó lento, tardó en calentar (se), y sólo 
  alcanzó su velocidad máxima, su plenitud, cuando la mayoría 
  ya afloja, se repite o se retira de la Historia para mirarla pasar desde la 
  silla en la vereda. Ahí, en cambio, como el famoso Halcón Milenario 
  que manejaban Harrison Ford y su mecánico peludo en La Guerra de las 
  Galaxias, Cortázar se tomó el piro. Acaso por eso uno siente como 
  cierta urgencia de saldar asignaturas pendientes –consigo mismo y con la Historia, 
  no con la literatura– en sus gestos de los últimos quince años. 
  
  Poniéndolo en fechas, si se exceptúan –sin pérdida mayor– 
  los poemas prehistóricos que firmó Julio Denis y la edición 
  paquetísima y casi secreta de Los reyes, el primer libro de Cortázar 
  en que ya es él son los cuentos de Bestiario, una obra maestra del ‘51. 
  Y tenía 37 años. Claro que nos hemos enterado –después 
  y sin (su) permiso– que existió El examen y que hubo un Diario de Andrés 
  Fava que bien podrían haber quedado ahí encajonados, que no había 
  necesidad –más allá del negocio editorial– de raspar la olla. 
  
  La cuestión es que tras hacer su catálogo de monstruos ajenos 
  y permitirse soltar los interiores, ante el país irremediablemente tomado 
  él se toma el buque, tira la piedra y se lleva a esconder la mano a París. 
  A pucherear primero y a vivir bien después como traductor. A diferencia 
  delos yanquis de la generación perdida, que cayeron muy jóvenes, 
  Cortázar en los cincuenta –como Henry Miller en los treinta– llega grande 
  y tarde a una Capital del Mundo que empieza a serlo menos. De ahí que, 
  cuando una docena de años después termine y publique esa especie 
  de triatlón narrativo que es la extraordinaria Rayuela –ambientada en 
  esos primeros años de anclaje– haya, junto a la audacia de las ideas 
  y la escritura deslumbrante, algo de déja vu, de rancia impostación 
  en esa bohemia tardía y literaria del Club de la Serpiente. Aunque París 
  haya sido siempre A moveable feast –es paradójico que la tardía 
  evocación de Hemingway sea contemporánea de Rayuela– Cortázar 
  no la vivió; tampoco dijo haberlo hecho en su momento: el joven Julio, 
  a los veinte años no estaba ni en París ni On the road sino en 
  Chivilcoy o Bolívar, chatos pueblos donde se gestaba La traición 
  de Rita Hayworth. Quiero decir: Rayuela –por la que da la cara a los cincuenta 
  años– es más un texto programático que un registro existencial, 
  como diría un fama impostadamente crítico. Pero creo que algo 
  de eso hay.
  Volviendo a las fechas y a los (aparentes) atrasos: si el reconocimiento le 
  llega, en el ’63, con Rayuela –tarde en el almanaque pero coincidente con su 
  máximo esfuerzo en todo sentido– hay otra fecha más importante 
  que me animaría a postular como bisagra personal sin temor a errarle 
  el vizcachazo: 1959, cuando publica en Buenos Aires Las armas secretas. Para 
  ese entonces –el testimonio de Paco Porrúa, amigo y sagaz editor de Sudamericana 
  es revelador– Julio Cortázar no existía en las librerías 
  ni en el reconocimiento crítico. Había publicado fantasmalmente 
  unos cuentos más en México –que después engrosarían 
  Final del juego en el ‘64– pero su realidad editorial eran las pilas y pilas 
  de ejemplares del pequeño Bestiario que languidecían desde hacía 
  ocho años, en sintomática e inmejorable compañía 
  de otros tantos de Nadie encendía las lámparas, La vida breve 
  y Adán Buenosayres en el increíble depósito de un sello 
  que vendía Lin Yutang a patadas mientras Felisberto, Onetti y Marechal 
  se morían de frío tras una década de telarañas en 
  el sótano. Hasta ese año 59.
  Ahí me gustaría poner el corte básico. Porque hace ahora 
  45 años, porque él también tenía 45 años, 
  y porque es la obvia mitad de los noventa que hace que nació belga. Ese 
  año, en el volumen Las armas secretas, Cortázar publicó 
  un cuento largo, casi una nouvelle, que no se parecía en nada a los perfectos 
  relatos fantásticos que había tallado hasta entonces: El perseguidor. 
  Y a partir de ahí nada sería igual. Ni para él ni para 
  los lectores. La historia de Johnny Carter, el saxo alto obsesionado por el 
  tiempo, capaz de decir "esto lo toqué mañana" y de llegar con 
  su música a patear la puerta que da al Otro Lado, abrir una rendija, 
  una grieta en la Gran Costumbre de la baba cotidiana y la mentira racionalista 
  es de las que no se olvidan. Para Cortázar significó en sus palabras 
  –sin mayúsculas sabatianas– simplemente el descubrimiento del prójimo. 
  Por primera vez el personaje determinaba la forma y estructura del relato y 
  no ilustraba las necesidades de una trama. 
  Es sabido: la historia que cuenta Bruno –el crítico de jazz, el biógrafo, 
  el eterno espectador, el condenado a explicar tarde y mal lo que el otro simple 
  y dolorosamente vive– sigue con apenas distorsionada puntualidad los últimos 
  tramos de la vida de Charlie Parker –in memoriam Ch. P. dice un acápite– 
  y el histórico episodio del colapso nervioso durante la interpretación 
  de Lover man es aquí una versión de Amorous. Transcurre en París 
  y no en New York; su mujer Chan es Lan en el cuento, pero la hijita se le muere 
  igual y la baronesa Pannonica –convertida en la marquesa Tica– presta su departamento 
  para el último acto. Johnny, como Charlie, muere mirando la tele. Por 
  piedad o pudor, Cortázar no habla de heroína. Alcanza con alcohol 
  más marihuana. Todos los temas de Rayuela están ya en El perseguidor. 
  Y como Johnny, el mismo Cortázar se asumirá perseguidor, no perseguido. 
  Abandonará cierto esquematismo de la mayoría de sus relatos, susceptibles 
  de ser leídos en clave sociológica o psicoanalítica paranoica, 
  para zambullirse –una vez que hay un otro, un prójimo– en la Historia 
  y la jodona y nunca solemne busca metafísica. No siempre los resultados 
  literarios estarán a la altura del gesto. Pero responderá al mandato 
  apocalíptico –es el otro acápite de El perseguidor–: Sé 
  fiel hasta la muerte.
  Tres propuestas para el final. Una: si tuviera que recortar un corpus julius, 
  yo cortaría y me quedaría con el segmento 1951-67. De Bestiario 
  al extraordinario La vuelta al día en ochenta mundos. Ahí no sobra 
  nada. Y es un bazar de maravillas, con sus cuatro libros de cuentos perfectos, 
  las mejores novelas –Los premios y Rayuela– y la mejor miscelánea con 
  las Historias de cronopios y de famas y La vuelta.... Son, en general, las cosas 
  que escribió entre los treinta y los cincuenta años. El resto 
  bastaría para hacer dos o tres buenos escritores más, pero no 
  un Cortázar mejor. 
  Otra: leer a Cortázar al revés, de atrás para adelante, 
  viaje a la semilla. Empezar por los efusivos y desparejos poemas de Salvo el 
  crepúsculo, las ideas fragmentarias de Los autonautas de la cosmopista 
  escrito con la amada Carol Dunlop, los cuentos de Deshoras y los chistes algo 
  ingenuos de Un tal Lucas. Ilusionarse con los relatos de Alguien que anda por 
  ahí pero no con Octaedro. Acompañarlo en su fervor militante y 
  obsesión erótica de Libro de Manuel para –tras soslayar Ultimo 
  round– encontrarlo pleno de brillo, gracia y sabia pedantería en La vuelta 
  al día en ochenta mundos y, a partir de ahí, disfrutarlo en plena 
  madurez de su obra mayor hasta incluso lo último, el despojamiento clásico 
  de Los reyes. Este juego –un poco cruel– no le desagradaría.
  La última: leer a Cortázar a contratiempo y a contrapelo, con 
  un tablero de dirección como el de Rayuela que arranque con El perseguidor 
  como vértice inferior y vaya abriéndose en ramas como un arbolito 
  –uno para adelante, uno para atrás– como quien teje y mira el dibujo 
  después a ver cómo queda. 
  Síganlo. No los va a defraudar.
  
UN BREVE AUTORRETRATO A MODO DE PRESENTACION
La vida en un paraíso triste
Por Julio Cortázar
  
  Nací en Bruselas en agosto de 1914. Signo astrológico, Virgo; 
  por consiguiente, asténico, tendencias intelectuales, mi planeta es Mercurio 
  y mi color es el gris, aunque en realidad me gusta el verde. Mi nacimiento fue 
  un producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo incorporaron a una misión 
  comercial cerca de la legación argentina en Bélgica, y como acababa 
  de casarse se llevó a mi madre a Bruselas. Me tocó nacer en los 
  días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos 
  de la Primera Guerra Mundial. Tenía casi cuatro años cuando mi 
  familia pudo volver a la Argentina; hablaba sobre todo el francés y de 
  él me quedó la manera de pronunciar la "r" que nunca 
  pude quitarme.
  Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires, en una casa con 
  un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras: el paraíso. 
  Pero en ese paraíso yo era Adán, en el sentido de que no guardo 
  un recuerdo feliz de mi infancia: demasiadas servidumbres, una sensibilidad 
  excesiva, una tristeza frecuente, asma, brazos rotos, primeros amores desesperados, 
  Los venenos es muy autobiográfico. Estudios secundarios en Buenos Aires: 
  maestro normal en 1932. Profesor normal en Letras en 1935. Primeros empleos, 
  cátedras en pueblos y ciudades de campo, paso por Mendoza en 1944-1945 
  después de enseñar siete años en escuelas secundarias. 
  Renuncio a través del fracaso del movimiento antiperonista en el que 
  anduve metido, vuelta a Buenos Aires.
  Ya llevaba diez años escribiendo, pero no publicaba nada o casi nada 
  (el tomito de sonetos, quizás un cuento). De 1946 a 1951, vida porteña, 
  solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, 
  amigo de muy poca gente, melómano, lector a jornada completa, enamorado 
  del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la 
  esfera de lo estético. Traductor público nacional. Gran oficio 
  para una vida como la mía en ese entonces, egoístamente solitaria 
  e independiente.
  (Carta de Julio Cortázar a Graciela Maturo enviada desde París 
  el 4 de noviembre de 1963, e incluida en el libro Julio Cortázar y el 
  hombre nuevo, de Maturo. 
  
  
HOMENAJES, CHARLAS, JAZZ Y UNA REEDICION COMPLETA
Una rayuela para todos los gustos
Más allá de los homenajes en todo el mundo –que incluyen un coloquio 
  en la Universidad de Guadalajara con la participación de José 
  Saramago, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Tomás 
  Eloy Martínez y Luisa Valenzuela, entre otros–, el aniversario de la 
  muerte de Cortázar dispara varias actividades. El Ministerio de Educación, 
  Ciencia y Tecnología de la Nación distribuirá hoy 46.000 
  ejemplares de su cuento Final del juego en cines de todo el país. La 
  distribución se realizará en los complejos Hoyts, Village y Cinemark 
  de las ciudades de Santa Fe, Rosario, Mendoza, Neuquén, Salta y Córdoba, 
  además de abarcar las salas de Capital Federal y Gran Buenos Aires." 
  Sus textos marcan un antes y un después en la literatura argentina, y 
  forman parte insoslayable de nuestra identidad cultural", señaló 
  el ministro de Educación, Daniel Filmus.
  En la Plaza Cortázar de Palermo habrá lecturas y conciertos de 
  jazz organizados por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad. 
  Las mesas redondas "Modelo para armar" contarán con la participación 
  de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto; el cineasta Tristán 
  Bauer; los actores Lito Cruz, Noma Pons, Leonor Benedetto y Ana María 
  Giunta; los escritores Liliana Heker, Daniel Molina y Mario Goloboff y la cantante 
  Celeste Carballo, entre otras figuras. En los bares Prólogo (Serrano 
  1580), Malasartes (Honduras 4999), Bar Abierto (Borges 1613), Crónico 
  (Borges 1646) y El Taller (Serrano 1595) las lecturas y evocaciones se extenderán 
  de 18 a 19. Los recitales de jazz, a cargo de las bandas Alejandro Moro Cuarteto 
  y The Swing Timers, comenzarán a las 19 en la Plaza Cortázar.
  La Universidad de las Madres de Plaza de Mayo (Hipólito Yrigoyen 1558) 
  programó una serie de homenajes que comenzarán hoy a las 19, con 
  la proyección de Cortázar, documental de Tristán Bauer, 
  con proyección y debate. Mañana a las 19, Ana del Cueto coordinará 
  la mesa redonda "Multiplicación dramática a partir del cuento 
  Graffiti de Julio Cortázar". El sábado a las 16, será 
  el turno de "Rayuela. El juego en la creación política y 
  cultural. Una mirada desde la educación popular" y a continuación 
  el seminario "Crítica y política en Cortázar", 
  coordinado por Claudia Korol e Inés Vázquez.
  Entre las novedades más gratificantes, Alfaguara-España acaba 
  de concertar con Aurora Bernárdez (la primera mujer del escritor) la 
  reimpresión de la obra completa del autor de Rayuela, con la peculiaridad 
  de que los libros aparecerán en una edición de bolsillo, más 
  económica y accesible a los jóvenes. "La edición de 
  bolsillo responde a un estudio que hizo la editorial sobre el universo de lectores 
  de Cortázar, que arrojó cifras muy significativas, ya que son 
  los jóvenes los interesados en sus libros", dijo Analía Rossi, 
  encargada de prensa de la editorial. 
Cronologia
1914 Nace el 26 de agosto en Bruselas, Bélgica.Otras voces
 - José Saramago: "Cuando leí Rayuela sentí que se 
  me venían abajo unas cuantas ideas hechas acerca del quehacer literario. 
  Comprendí que los conceptos de principio y fin son mucho más elásticos 
  de lo que creía; que la vida, siendo indeterminación en búsqueda 
  de una coherencia, puede ser también coherente en esa misma indeterminación. 
  No se aprende sólo a escribir leyendo a Cortázar, también 
  se aprende a vivir. Su obra está vivísima, no entró en 
  la oscura nube del olvido".
  - Mario Benedetti: "La suya es una noche circular, o como él mismo la 
  define, ‘un río que en sí mismo desemboca’. Su noche es ‘la noche 
  del testigo’. Pero de esa noche, como de su mesa de trabajo con lápices, 
  pipas y manuscritos sobre la que brinca su gata Fanelle, también podría 
  decirse, como él juega y escribe: ‘Todo aquí es tan libre, tan 
  posible, tan gato’. El poeta usa su libertad para remover sus viejos y nuevos 
  papeles. Como bien dice Basho y Cortázar retoma, ‘este camino/ya nadie 
  lo recorre/salvo el crepúsculo’. Ese camino de lo que se hizo, bien o 
  mal, con éxito o con frustración, ya nadie lo recorre, ya nadie 
  tiene ánimo y lucidez suficientes como para reconocerlo y aprender, recordar 
  y elegir.". 
  - Manuel Vázquez Montalbán: "Los lectores de Cortázar se 
  convierten en una secta que trata de encontrar huellas en la realidad, aunque 
  sea a costa de discernirlas en el límite de lo fantasmagórico. 
  ¿Será cierto que la palabra escrita de los grandes creadores, se llamen 
  Joyce o Cortázar, se quedó en sus escenarios imaginarios a manera 
  de auras eternas de las situaciones y las personas que la sublimaron?".
  - Carlos Fuentes: "Lo recuerdo: la mirada inocente en espera del regalo visual 
  incomparable. Lo llamé un día el Bolívar de la novela latinoamericana. 
  Nos liberó liberándose, con un lenguaje nuevo, capaz de todas 
  las aventuras. Rayuela es uno de los grandes manifiestos de la modernidad latinoamericana, 
  en ella vemos todas nuestras grandezas y miserias, nuestras deudas y oportunidades, 
  a través de una construcción verbal libre, inacabada, que no cesa 
  de convocar a los lectores, que necesita para seguir viviendo y no terminar 
  jamás".
  - Jorge Luis Borges: "Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una 
  revista que dirigía Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó 
  un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera 
  es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico 
  y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez 
  días. Antes del plazo, volvió. Le dije que tenía dos noticias: 
  una, que el manuscrito estaba en imprenta; otra, que lo ilustraría mi 
  hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente 
  famoso, era Casa tomada. Años después, en París, Cortázar 
  me recordó ese episodio y me confió que era la primera vez que 
  veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra". (Del 
  prólogo a Cartas de mamá.) 
MARIO GOLOBOFF
  "Sumó la realidad 
  a lo fantástico" 
Por Angel Berlanga
  
  "Hay quienes dicen que hay dos Cortázar: el apolítico y el posterior 
  a su apoyo a Cuba. Yo creo que la política estuvo siempre en sus textos, 
  aunque de distinta manera", dice Mario Goloboff, escritor, titular de la Cátedra 
  de Literatura Argentina de la Universidad de La Plata y biógrafo del 
  autor. "Cuando él era antiperonista, eso aparece en Casa tomada, Omnibus, 
  Las puertas del cielo o Bestiario; pero es una posición que luego cambió", 
  explica, y con este argumento rebate a quienes, como Mario Vargas Llosa, establecen 
  esta división como si la ‘decadencia’ de su literatura fuera por su adhesión 
  a la revolución cubana." "De ningún modo hay un debilitamiento 
  en su escritura", agrega Goloboff. "Muchos de los últimos cuentos que 
  publicó en vida son excelentes." Goloboff destaca la inclinación 
  fantástica como un rasgo distintivo: "Cortázar es el único 
  autor de género fantástico que, sin renunciar a él, incorpora 
  el contexto político, social e histórico; ni Borges, ni Bioy Casares, 
  ni Lugones, ni Horacio Quiroga, incorporan el grado de referencia real a la 
  vida y la política cotidianas", dice. Lo fantástico en lo cotidiano, 
  subraya Goloboff, aparece en las explicaciones de Cortázar sobre el cuento: 
  "El decía que nos movemos en el mundo real con una mirada racionalista 
  y que eso no nos permite ver los fenómenos extraños en los intersticios 
  de la realidad. Esa explicación es pertinente para muchos de sus relatos".
  –¿Cómo aparece lo biográfico?
  –Hay muchas experiencias de su vida en sus cuentos. De chico era muy enfermo, 
  asmático, con problemas de salud. El tema aparece en muchísimos 
  relatos. Y creo que el hecho de que se mezclara tanto su vida y su obra, sobre 
  todo con la política, hizo que se lo percibiera como una personalidad 
  muy atractiva, por un lado, y muy polémica, por otra. Incluso eran polémicas 
  muchas de sus aventuras literarias, como Libro de Manuel o Rayuela. Pero yo 
  reivindico los valores literarios de Rayuela, que hizo un aporte importante 
  a la renovación de la narrativa latinoamericana en torno al cuestionamiento 
  de la lectura tradicional, al punto de vista narrativo.
  –¿Cuáles son las principales controversias en su vida?
  –Son más bien políticas. Hay una gran controversia en los ‘60 
  sobre su actitud: qué hace Cortázar en París hablando de 
  la revolución en América latina, mientras nuestra generación 
  estaba acá, peleándola. Ese fue un cuestionamiento de toda la 
  intelectualidad de izquierda en la Argentina y en América. Cortázar 
  se enganchó mucho, porque le interesaba la opinión que se tenía 
  de él acá. En Casa de las Américas hubo otra polémica 
  con Oscar Collazos sobre el papel de la literatura en la revolución. 
  Y hubo otra, suscitada durante la dictadura por Liliana Heker, que le reprochaba 
  a Cortázar que hablara desde el exilio de temas que no conocía. 
  Esta polémica se cerró una vez recuperada la democracia gracias 
  a gente como Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo, que abogaron para que se terminara 
  con esa dicotomía entre quienes estaban en el país y los que estaban 
  afuera. Cortázar jugó un papel muy importante con sus denuncias 
  sobre los crímenes del Proceso, hizo pesar su prestigio, militó 
  y ayudó en lo que pudo. Esos fueron sus principales conflictos en relación 
  a su papel de escritor.
  –¿Y en lo personal? 
  –En la infancia él vive varios traumas. Es bilingüe casi desde su 
  origen, porque nace en el extranjero siendo hijo de argentinos y vuelve al país 
  siendo muy chico: eso ya significa algo para la lengua. Y a los seis años 
  su padre se va de la casa y no vuelve; se dice que Cortázar lo vio solo 
  una vez, cuando ya era un muchacho. Como consecuencia, él se crió 
  en un universo femenino, con su madre, su hermana y sus tías. Eso en 
  un extremo de su vida; en el otro, alguna versión murmura que Cortázar 
  murió de sida, pero no lo creo. Ya estaba enfermo antes de la muerte 
  de Carol Dunlop, y creo que él se muere de la muerte de ella. Le escribió 
  cartas a su madre en las que dice que la vida para él ya no tenía 
  sentido. Yo creoque a la muerte de ella está absolutamente terminado, 
  y muere de alguna enfermedad que arrastraba, probablemente leucemia.
  –¿Qué postura tenía Cortázar respecto a la publicación 
  de los inéditos, obras como Diario de Andrés Fava, que aparecieron 
  después de su muerte?
  –Supongo que su actitud era no publicarlos. Pero es un misterio. Como ocurrió 
  con otros escritores, más allá de lo que hayan dicho. Cuando Kafka 
  le dice a Max Brod que queme los originales, uno se pregunta por qué 
  no los quemó él, directamente, si en verdad quería que 
  no se publicaran. 
  
CRISTINA PERI ROSSI
  "Era un hombre triste 
  y lúdico" 
Autores de sendas biografías, Peri Rossi y Goloboff intentan un retrato de Cortázar, su entorno, pasiones e identificaciones ideológicas y artísticas.
Por Silvina Friera 
  
   Ella es "Cris", la destinataria de quince de los poemas 
  que Julio Cortázar escribió en el libro Salvo el crepúsculo, 
  publicado por primera vez en 1993. "En realidad poco me importa/ que tus senos 
  se duerman/ en la azul simetría de otros senos./ Yo los hubiera hollado/ 
  con la cosquilla de mi roce/ y te hubieras reído justamente/ cuando lo 
  necesario y esperable/ era que sollozaras." "Cris" mantuvo una relación 
  amorosa con Cortázar, que luego se transformó en amistad y complicidad 
  cuando ambos descubrieron que tenían la misma preferencia sexual por 
  las mujeres. "Cris" es la poeta y narradora uruguaya Cristina Peri Rossi, exiliada 
  en España desde 1972. 
  "Tenía 30 años cuando lo conocí y era uno de mis escritores 
  favoritos", cuenta. "Pero nunca me había interesado conocer a ninguno. 
  Sin embargo, el exilio creó unas afinidades y unas necesidades que explican 
  que este encuentro tuviera muchos significados para ambos. Me pareció 
  que era un hombre triste, tierno, lúdico, devorador de letras, amante 
  de la música, igual que yo. En seguida nos sentimos cómodos, entusiasmados, 
  cómplices y amigos." Según Peri Rossi, que nació en Montevideo 
  en 1941, la literatura debe y puede ser transgresora y liberadora. Más 
  de 30 libros publicados dan cuenta de esta concepción: Evohé, 
  Babel bárbara y El amor es una droga dura, entre otros.
  Uno de sus textos más polémicos es la biografía Julio Cortázar, 
  en donde, además de rescatar la poesía cortazariana, insinúa 
  que el escritor murió de sida y no de leucemia. "Quienes dicen que murió 
  de leucemia nunca vieron un análisis, como lo vi yo, ni conversaron con 
  el hematólogo François Timal, quien me enseñó las 
  pruebas clínicas que negaban el cáncer y diagnosticaban un virus 
  desconocido que producía una pérdida de defensas inmunológicas. 
  Y hay muchos tontos que, a partir de mi revelación, se han preguntado 
  si Cortázar fue homosexual alguna vez. Esta asociación de homosexualidad 
  y sida es un prejuicio que debería estar ya desterrado", sostiene la 
  escritora.
  –¿Cómo recuerda al Cortázar cotidiano?
  –No había mucha diferencia entre el escritor y la persona, lo cual me 
  parecía su mayor virtud. Era un escritor romántico: vida y escritura 
  se corresponden, se entrecruzan, se inspiran mutuamente. Sin embargo, los elementos 
  fantásticos de sus relatos corresponden más a la influencia del 
  surrealismo que a su lado oscuro. Era un hombre equilibrado, que detestaba los 
  excesos emocionales (en eso era poco romántico), y con una clara conciencia 
  de ser un intelectual. 
  –¿Qué opinión tiene acerca de la poesía cortazariana?
  –El siempre me comentó que su máximo deseo había sido ser 
  un gran poeta, porque le parecía que la poesía era el género 
  mayor de la literatura. Pero como era consciente de sus limitaciones, se había 
  convertido en un narrador. Fue un gran lector de poesía y escribía 
  muchos poemas, que él mismo se encargaba de arrojar a la papelera. Sin 
  embargo, creo que escribió algunos muy buenos, por ejemplo, la serie 
  de quince poemas de amor dedicados a mí. Me parecen excelentes, aunque 
  quizás los lazos afectivos no me permiten ser completamente objetiva 
  (risas). 
  –Muchos intelectuales argentinos interpretaron la transformación política 
  de Cortázar como un giro algo superficial hacia el socialismo...
  –El trato que recibió Julio por parte de sus colegas argentinos no ha 
  sido ni justo, ni ecuánime, ni siquiera honesto. La actitud política 
  de Cortázar fue sincera y coherente hasta el último momento. No 
  había nada de superficial: instauró el proceso contra la dictadura 
  de Pinochet a través de sus investigaciones sobre torturados y desaparecidos, 
  formó parte del Tribunal Russell y dedicó buena parte de sus derechos 
  de autor a ayudar a la revolución cubana y a la nicaragüense. Por 
  lo demás, empleó su influencia sobre Fidel Castro y los líderes 
  de la revolución para intentardisuadirlos de su política contra 
  los homosexuales, especialmente en el caso de Reynaldo Arenas, y rescató 
  a muchos presos políticos de las cárceles. Nunca fue un diletante, 
  ni un burgués, sólo vivió humildemente 
  
Rendirá homenaje hoy a Julio Cortázar en la Feria del Libro
Será un homenaje de recordación al insigne escritor argentino, 
  y también se hará entrega del Premio Alejo Carpentier a Daniel 
  Chavarría, por su novela Viudas de sangre; a Lázaro Zamora Jo, 
  por Luna Poo y el paraíso; y a Mayerín Bello Valdés, con 
  Los riesgos del equilibrista, un ensayo sobre la obra de Eliseo Diego 
LA HABANA, 12 febrero._ La XIII Feria Internacional del Libro de la Habana 
  tributará hoy un homenaje de recordación al insigne escritor argentino 
  Julio Cortázar, al cumplirse precisamente en esta jornada 20 años 
  de su desaparición física, reporta AIN. 
  Destacados intelectuales que le conocieron disertarán acerca de la creación 
  literaria del narrador considerado por muchos - junto a Rulfo, Huidobro, Galeano 
  y Borges, entre otros- una de las voces más prominentes de la cuentística 
  latinoamericana del pasado siglo. 
  Este jueves, además, se hará entrega del galardón que lo 
  acredita como ganador del II Concurso Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, 
  al escritor cubano Raúl Aguiar, quien se adjudicó los máximos 
  honores del certamen por intermedio de su obra Figuras. 
  La pieza laureada es una apología de Cortázar redactada precisamente 
  en la misma cuerda neofantástica que caracteriza a las creaciones del 
  autor de Rayuela y -al propio tiempo- se adentra en disquisiciones filosóficas 
  respecto a si verdaderamente desaparecieron las utopías de los años 
  '60. 
  Aguiar hace coincidir convincentemente en el mismo tiempo narrativo a Lezama 
  Lima, Cortázar y el fotógrafo Chinolope con personajes cubanos 
  de la contemporaneidad en un alarde de tecnicismo que, sin embargo, no limita 
  la frescura y autenticidad del relato. 
  También, este día proseguirá en la Fortaleza de San Carlos 
  de la Cabaña, sede de la máxima cita literaria y editorial cubana, 
  el coloquio dedicado al poeta chileno Pablo Neruda en el que participan prominentes 
  intelectuales cubanos y extranjeros. 
  Igualmente, se hará entrega del Premio Alejo Carpentier a Daniel Chavarría, 
  por su novela Viudas de sangre; a Lázaro Zamora Jo, por el libro de cuentos 
  Luna Poo y el paraíso; y a Mayerín Bello Valdés quien lo 
  obtuvo con Los riesgos del equilibrista, un ensayo sobre la obra de Eliseo Diego.