Nuevo libro de Miguel Bonasso: El palacio y la calle
Palacio sin calle
Roberto de la Mora
La Haine
Miguel Bonasso, además de ser un muy buen periodista argentino, es autor de un libro excelente, Recuerdos de la muerte, quizás el mejor que se haya escrito sobre la dictadura argentina de 1976 y su secuela de terror. Bonasso continúa simultaneando sus tareas de periodista y escritor de libros anuales. En este caso, a tiempo de llegar a las librerías antes de cumplirse el primer aniversario de las tumultuosas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, publica El palacio y la calle, con subtítulo sugerente: Crónica de insurgentes y conspiradores.
Acorde con su prestigio por haber sido Secretario de Prensa del gobierno de Cámpora en 1973, escritor famoso estos últimos años y actualmente periodista estrella del periódico socialdemócrata Página/12 y promotor de antiguos montoneros reciclados, Bonasso demuestra tener muy buenos contactos. Y los utiliza para ofrecer lo que quizás de mejor tiene el libro: la gran cantidad de información sobre los entretelones, fundamentalmente palaciegos, de esas jornadas y sus prolegómenos. Gracias a esto, y con un mediano conocimiento de la Argentina actual, es posible situarse cómodamente en la posición de observador del increíble, por desfachatado, juego de los que manejan la economía y la política partidista en ese país.
La necesidad de llegar a tiempo a la imprenta, con un número razonable de páginas, produce a veces repeticiones innecesarias. En algún caso, producto de la falta de relectura detenida del original, estas repeticiones se contradicen: en la página 99 se describe el "megacanje", que produce 152 millones de dólares en comisiones para los bancos, de los cuales 10 millones van a parar a las manos de David Mulford. En la página 118 se vuelve a mencionar detalladamente el tema, pero esta vez la comisión para Mulford es de 20 millones de dólares.
Pelillos a la mar. Las 330 páginas, por el oficio con que están escritas, se leen de corrido, pero la enjundia del tema lleva a que uno se quede pensando sobre lo leído en el libro y en multitud de artículos que tratan de esas jornadas, sus antecedentes y sus consecuencias. Una vez que se consigue salir mentalmente de la vorágine de la lucha por el poder presentada por Bonasso, es posible empezar a ver el bosque: El escritor entrevista o menciona, prácticamente sin dejarse a ninguno fuera, a las primeras espadas de la partidocracia argentina, que representan "el palacio" del título. Exahustivas descripciones de las reuniones en la Casa Rosada, en la residencia presidencial de Olivos, en restaurantes de postín y residencias particulares de ensueño. Cómo se burlaba el gobernador misionero Puerta de De la Rúa, cómo le cortaron la luz al presidente Rodríguez Saa en Chapaldmalal, y lo dejaron sin avión. Intimidades de la interna de los gobernadores peronistas, y hasta de sus familiares. Explicación detallada de los chanchullos financieros, reproducción y análisis de las conversaciones por la radio de la policía.
Pero a la hora de presentar a su oponente, "la calle" (los insurgentes del subtítulo), no se encuentra lo que uno espera.
Bonasso utiliza como punta de lanza a un militante de los 70 que ahora sigue haciendo tareas solidarias. Luego entrevista o menciona a algunos de los heridos o familiares de los muertos y gente de las cacerolas. Hay declaraciones de D'elía, líder de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), una de las organizaciones piqueteras menos comprometidas. Por último cita abundantemente a su jefe Verbitsky y a compañeros de su periódico. Pero hacer un libro para explicar lo que pasó el 19 y 20 y no entrevistar a las Madres ni a las organizaciones piqueteras que sí estuvieron en la plaza de Mayo y alrededores, y que llevan el peso de los cortes de ruta y las manifestaciones antes, durante y después de esas jornadas, llama la atención.
Comienza entonces a desprenderse del libro un tufillo a justificación: lo del 19 y 20 de diciembre estuvo preparado por el régimen, fue el peronismo quien lo montó, al pueblo lo utilizaron para tumbar primero a De la Rúa, y luego a Rodríguez Saá. En realidad pareciera que estaba todo previsto y controlado por una mente maquiavélica, presumiblemente la de Duhalde, que mueve a los políticos, funcionarios gubernamentales, policía, jueces, punteros y piqueteros como a títeres. Aunque sin explicitarlo, para no arriesgarse a un problema legal, hace aparecer a la jueza particular de Duhalde, Servini de Cubría, como encubridora de manejos policiales. Del "piquetero" D'elía relata dos cosas interesantes: primero, que increiblemente llama el 19 por teléfono móvil al ministro de interior bonaerense, con quien aparentemente tiene muy buena relación, para pedirle protección policial(!) ante los asaltos a supermercados. Además declara no haber ido a la plaza "porque nos iban a matar". Estas dos anécdotas abonan la teoría de Bonasso de que hasta los piqueteros (los que no se movilizaron) sabían que todo era un montaje.
Y todas estas páginas explicando lo inexplicable, en un típico lenguaje "peronista", de comité, donde solo importan las trenzas internas, a quién benefician? Sólo se me ocurre decir que a los De Gennaro, D'Elía, Alderete, Verbitsky y políticos que no estuvieron en la plaza. Parece, a primera vista, una operación de blanqueo de las cúpulas de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), FTV, Corriente Clasista Combativa(sic) (CCC), organismos de DD HH y otras organizaciones acostumbradas a hacer equilibrio, justamente, entre el palacio y la calle. Blanqueo necesario ante la proximidad del primer aniversario del levantamiento popular, en el que, no casualmente, hubo abucheos de la gente a las columnas de la CTA. Blanqueo necesario también por las críticas recibidas por la dirección de la CTA en su reciente congreso. Y blanqueo necesario sobre todo por la intención de De Gennaro de crear un nuevo partido político, con él mismo como Lula argentino, idea apoyada por el PT brasileño.
Quizás todo esto no sean más que elucubraciones sin fundamento, pero esto es al menos lo que yo esperaba del libro de Bonasso: después de relatar con todo detalle lo que pasó en palacio, me hubiera gustado saber con ese mismo detalle lo que pasó en "la calle". Por qué, por ejemplo, los más mediáticos líderes de la izquierda argentina no estuvieron en esa calle (aunque sí en los medios). Por qué la mayoría de la izquierda política y sindical, aún después de ver la masividad del levantamieno, decidió no ir a la plaza; aquella izquierda que menciona el artículo de James Petras "La Gran Cama y la insurrección popular (La revolución por debajo de la cama)", no casualmente dedicado a las Madres, con el que hubo tanto revuelo. Por qué no entrevistó a la militancia de base de esas organizaciones, que sí fueron a la plaza, y unos días después de la aparición del libro criticaban la actitud de la cúpula de la CTA en su congreso. En fin, por qué no habla de la calle.