La militancia comunista del Nobel, factor
decisivo en la concepción de sus personajes
Saramago llega a 80 años convencido de las dudas propias y las ajenas
Es autor de obras como
El año de la muerte de Ricardo Reis y Ensayo sobre la ceguera
Subraya el escritor ''la apatía de la sociedad,
preocupada sólo por ganarse la vida''
César Güemes
/ LA JORNADA
Pensador que novela, José Saramago llega hoy a 80 años,
45 de los cuales los ha dedicado a escribir. El portugués, nacido en
Azinhaga, proviene de oficios y profesiones diversas, casi disímbolas,
de las cuales fue alimentándose hasta que un buen día dejó
el periodismo, uno de sus varios trabajos, para abocarse a la reflexión
del mundo que le tocó en suerte y a escribir un libro tras otro.
El Nobel portugués egresó de la Escuela Industrial Afonso Domingues,
pero en primera instancia laboró en el área administrativa del
Hospital Civil de Lisboa. La inquietud social que a lo largo de las dos recientes
décadas ha venido manifestando en múltiples foros proviene de
sus años de formación laboral, de su contacto con la problemática
cotidiana. Para él fue enriquecedor desempeñarse apenas alcanzada
la madurez en una compañía de seguros, y poco más tarde
en la edición de libros. Eso lo lleva a la crítica literaria,
por una parte, mientras que la necesidad de expresión política
lo insta a ser miembro del Partido Comunista Portugués. La militancia
reafirma sus concepciones que florecerán en sus puntos de vista, por
un lado, en artículos, ensayos y declaraciones y, por otro, en una manera
llamémosle terrenal de concebir a los múltiples personajes de
sus obras narrativas.
Preocupación por no disociar al mundo
Una de las preocupaciones de Saramago como pensador, la de no disociar al mundo,
lo llevó a escribir en Sobre el iberismo y otros escritos de literatura
portuguesa, de César Antonio Molina, que ''la propia Península
Ibérica no podrá ser hoy plenamente entendida fuera de su relación
histórica y cultural con los pueblos de ultramar y que, de seguir la
actual tendencia a la relajación de las capas profundas que nos siguen
vinculando a ellos (no confundir con aproximaciones políticas y económicas
subordinadas, casi siempre, a intereses de terceros), nosotros, los peninsulares,
acabaremos en la incómoda situación de quien, habiéndose
sentado en dos sillas no sabe cuál de ellas le ofrece más seguridad,
siendo cierto, por otro lado, e insistiendo en la metáfora, que el problema
de la identidad de quien así se sentó, no saca provecho de la
inestabilidad subsiguiente, al precario estatuto, adoptado del que no supo escapar,
cuando todavía estaba a tiempo".
Y a concluir, en el mismo texto: ''Esta Península, que tanta dificultad
tendrá en ser europea, corre el riesgo de perder, en América Latina,
no el mero espejo donde podrían reflejarse algunos de sus rasgos, sino
el rostro plural y propio para cuya formación los pueblos ibéricos
llevaron cuanto entonces poseían espiritualmente bueno y malo y que es,
ese rostro, así lo creo, la mayor justificación de su lugar en
el mundo. Admitiría que América Latina quisiera olvidarse de nosotros,
sin embargo, si se me permite profetizar, preveo que no iremos muy lejos en
la vida si escogemos caminos y soluciones que nos lleven a olvidarnos de ella".
El escritor hizo una pausa entre su primera obra, Tierra de pecado (1947),
que le funciona para reforzarse de imágenes y retomar la pluma para no
dejarla a partir de 1966, cuando especifica su vena poética en el libro
Los poemas posibles, al que siguieron en el tenor, Probablemente alegría
y El año de 1993.
El prosista regresa y se instala de forma definitiva con obras narrativas como
Manual de pintura y caligrafía, Levantado del suelo, Memorial del
convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, La balsa de piedra, Historia
del cerco de Lisboa, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera,
Todos los nombres, La caverna, Casi un objeto y la serie de no ficción
Cuadernos de Lanzarote.
La responsabilidad de los intelectuales
La ocupación literaria no lo aleja del suelo que pisa y define para Daniel
Molini, de Athenea: ''Los intelectuales no están en su sitio como especie
de guías de la humanidad. Ellos son humanos, personas con todas las contradicciones
del mundo que viven en un momento determinado en una sociedad determinada. Claro
que tienen una responsabilidad mucho mayor que la gente en general, pero hay
que tener en cuenta algo que en mi opinión se olvida. Una sociedad que
no se compromete no puede generar en ella misma escritores comprometidos, porque
entonces llegaríamos a una conclusión un poco absurda. Tenemos
una sociedad determinada, inerme, apática e indiferente, preocupada sólo
en ganarse la vida lo mejor que puede y a veces sin mirar en medios. ¿Y de esta
sociedad van a salir intelectuales para decir que el camino que sigue está
equivocado? A veces ocurre, pero lo que no podemos es sorprendernos de que los
intelectuales no se manifiesten, o no salgan a la calle, o no digan lo que piensan,
o no nos orienten. ¿Cómo va a ocurrir eso si la propia sociedad de donde
salen los intelectuales es apática e indiferente?"
El celebrado Saramago recibió el Nobel de Literatura en 1998, pero la
calidad de su labor había sido reconocida desde finales de los años
70, cuando recibió el Premio de la Asociación de Críticos
Portugueses; en 1980 con el galardón Ciudad de Lisboa, y en fechas posteriores
el premio del PEN Club Portugués, el Dom Dinis de la Fundación
Casa Mateus, el Grinzane-Cavour, el Bracati y el Ennio Faiano (los tres últimos
en Italia), más el nombramiento como caballero de las artes y las letras
del gobierno francés y el prestigioso Premio Camões, todo antes
del Nobel.
El factor Dios
José Saramago ha insistido en la distancia que genera la aparente cercanía
de la sociedad con los avances tecnológicos, sobre todo en cuanto a medios
de comunicación se refiere. Su tesis se inclina por el uso racional y
humano de esta herramienta. En ocasiones, redes informáticas como Internet
operan en beneficio de la difusión de las ideas. Uno de los mejores ejemplos
para el caso es el escrito de Saramago, El factor Dios, que luego de
ser ''subido" a la red por el cotidiano español El País,
hoy puede leerse en más de 400 páginas, tan sólo en castellano.
En ese documento aparece de nuevo el José Saramago con mirada periodística.
Ahí señala:
''Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan
o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el 'factor
Dios', ése, está presente en la vida como si efectivamente fuese
dueño y señor de ella. No es un Dios, sino el 'factor Dios' el
que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que
piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición
divina. Y fue en el 'factor Dios' en lo que se transformó el dios islámico
que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la
revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se
dirá que un Dios se dedicó a sembrar vientos y que otro Dios responde
ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido
ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el 'factor Dios', ése que es
terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén
y sea cual sea la religión que profesen, ése que ha intoxicado
el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas,
ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después
de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del
hombre una bestia."
Divorcio entre razón y técnica
Aun con las bondades de la comunicación en línea, hay un divorcio
entre razón y técnica. Recientemente, a propósito del tema,
Saramago expresó a Elena Pita, del semanario La revista publicado
por El Mundo: "Hay una condición esencial: el respeto del otro,
en ello se contiene todo, porque impide hacer daño. ¿Tiene sentido que
se esté enviando al espacio una sonda para que explore Plutón
mientras aquí la gente se muere de hambre? Estamos neuróticos.
No sólo hay desigualdad en la distribución de la riqueza, sino
en la satisfacción de las necesidades básicas. No nos orientamos
por un sentido de la racionalidad mínima. La Tierra está rodeada
de miles de satélites, podemos tener en casa cien canales de televisión,
pero de qué nos sirve eso en este mundo donde mueren tantos. Es una neurosis
colectiva, la gente ya no sabe lo que le conviene esencialmente para su felicidad.
Vamos hacia los 500 canales y, ¿para qué sirven?"
Del Nobel José Saramago se cumple hoy su aniversario 80 con afirmaciones
e incertidumbres, como corresponde a un escritor seducido por el análisis
de la información. Así se definió él mismo en una
entrevista concedida a La Jornada: ''De gurú no tengo nada por
algo muy sencillo: los gurúes no tienen ninguna duda, y yo tengo todas
las dudas del mundo, las mías y las de los otros".