Alrededor de la Tierra
Juan Gelman
Página 12
El maremoto/tsunami del domingo pasado que devastó el sudeste asiático ha
levantado oleajes de pesar en todo el mundo: segó 130 mil vidas humanas, tal vez
más, dejó a la intemperie a 5 millones de desplazados, cambió la geografía de la
región, modificó el eje de rotación de la Tierra, pero –se asegura– no tendrá
repercusiones en el clima. Para qué. De lo último se encargan ante todo los
países industrializados: con sólo el 20 por ciento de la población mundial,
emiten el 60 por ciento de dióxido de carbono, metano y otros gases letales
desprendidos del uso de combustibles fósiles –petróleo, carbón, gas natural– que
se estacionan en las capas inferiores de la atmósfera, forman una suerte de
manto que retiene el calor solar y producen el llamado "efecto invernadero" que
está sobrecalentando el planeta. Las consecuencias se conocen: alza del nivel
del mar por el deshielo de glaciares de la Antártida y de Groenlandia, olas de
calor como la que provocó la muerte de miles de europeos en el 2003,
intensificación de tormentas como los cuatro huracanes que en cinco semanas del
mismo año asolaron Florida y el Caribe, exceso de lluvias e inundaciones en
algunas zonas, sequías y desertificación en otras, y una desintegración de
ecosistemas que amenaza la existencia de numerosas especies animales y
vegetales. El fenómeno castiga sobre todo a los más pobres de los países pobres.
Unas 3 millones de personas, las más vulnerables, mueren cada año a consecuencia
de la contaminación del aire ("Desafío mundial, oportunidad mundial", Naciones
Unidas, Nueva York, 13/8/02). El 53 por ciento de esas muertes se produce en los
países menos desarrollados, el 1,8 por ciento en los más.
El campeón de este genocidio industrial menos estruendoso que los sismos, pero
no menos efectivo, es Estados Unidos, responsable del 25,2 por ciento de tales
emisiones. Y no se trata de una casualidad que en la reciente Décima Conferencia
de los países parte en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP
10), celebrada en Buenos Aires del 6 al 17 de diciembre, el representante
estadounidense Harlan Watson reiterara la rotunda negativa norteamericana a
aceptar las disposiciones del Protocolo de Kyoto de las Naciones Unidas de 1997
(ver Página/12, 7, 8, 9 y 18/12/04). Dicho Protocolo estipula que entre el 2008
y el 2012 el nivel mundial de emisión de esos gases debe regresar al registrado
en 1990, y en los países industrializados a un 5 por ciento por debajo de esa
marca. La Casa Blanca y los intereses económicos que defiende no están
dispuestos a modificar su modelo de desarrollo y que al mundo le vaya como le
vaya.
Watson habló, en cambio, de un hipotético plan de acción que su gobierno
destinaría a reducir las emisiones del país del norte en un 18 por ciento para
el 2012. Difícil de creer. Una de las primeras medidas que W. tomó al asumir su
cargo en enero del 2001 fue el retiro de EE.UU. del Protocolo de Kyoto que había
firmado. A esto contribuyó no sólo la estirpe con olor a oro negro de Bush hijo:
la ExxonMobil, una de las multinacionales del petróleo y la petroquímica más
poderosas del mundo, encabezó el lobby que exigía la revisión del "proceso poco
realista y económicamente perjudicial de Kyoto". El presidente yanqui le hizo
caso de inmediato.
La Exxon es, a su vez, la empresa campeona de la contaminación ambiental del
planeta: libera cada año, ella solita, el equivalente de 298 millones de
toneladas de carbono, casi el doble que el Reino Unido, un país entero. Las
emisiones de dióxido de carbono de la Exxon ocupan del 4,5 al 5,3 por ciento del
total mundial y un 20 por ciento del total estadounidense ("La huella ecológica
de Exxon", Amigos de la Tierra Internacional, enero de 2004). Exxon financia
decenas de "laboratorios de ideas" que difunden argucias descalificadoras del
consenso científico internacional acerca del origen del cambio climático:
insisten en que "el problema ambiental menos importante a nivel mundial es el
posible calentamiento de la Tierra". Grupos de presión como el Instituto de
Competitividad Industrial (CEI porsus siglas en inglés) iniciaron incluso
acciones judiciales para impedir la distribución de informes científicos sobre
el "efecto invernadero" (www.exxonmobil.com/Corporate/files/corporate/public_policy1.pdf).
En los últimos dos años, el CEI recibió 685 mil dólares de la Exxon, una
petrolera que sabe invertir.
Es prácticamente imposible medir con precisión el coste económico de los daños
asociados con el cambio climático. Según la Cruz Roja Internacional, causaron
pérdidas por más de 400 mil millones de dólares en la última década ("World
Disasters Report", 2003). Un grupo de trabajo del Programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente evaluó que a nivel mundial esas pérdidas "se están
duplicando cada diez años y, de seguir la tendencia actual, las pérdidas anules
ascenderán a casi 150 mil millones de dólares en la próxima década" ("Climate
Risk to Global Economy", 2002, http://unepfi.net/cc/ceobrie fing_ccwg_unepfi.pdf).
Tales perjuicios afectan y afectarán sobre todo a los países menos desarrollados
y a los sectores más desposeídos de la población mundial. No a la ExxonMobil:
sus ganancias netas ascendieron en el 2002 a 11 mil millones de dólares.