Ejes
Por Juan Gelman
El 1º de julio pasado se estableció en La Haya la Corte Penal Internacional
(CPI), la primera que tendrá carácter permanente para juzgar a
los perpetradores de genocidios, crímenes de guerra y/o crímenes
de lesa humanidad. Tiene limitaciones: carece de jurisdicción retrospectiva
y sólo entenderá en esos delitos desde el 1º/7 en adelante; intervendrá
en última instancia, cuando los Estados adheridos a la convención
que la ha creado no puedan o no quieran procesar a tales delincuentes; su jurisdicción
no alcanza a los Estados, sino a individuos de los países adheridos –76
hasta el presente– o a quienes cometan esos crímenes en sus territorios.
Aun así, es un paso adelante del nuevo derecho internacional en materia
de derechos humanos. Pero el gobierno Bush, sedicente salvador de la democracia
planetaria, no sólo no ha adherido a la convención: retiró
en mayo último la firma al pie de su texto que Clinton había autorizado.
La medida no tiene precedente conocido en el ámbito de la diplomacia
internacional.
Circula por ahí la hipótesis de que esa postura obedece a la filosofía
política heredada de los Padres Fundadores de EE.UU. George Washington
habría advertido que se debía evitar cualquier tentación
de involucrarse en cuestiones atinentes a otros países. La hipótesis
es un poquito peregrina: los siglos XIX y XX y los comienzos del que acaba de
nacer son testigos del incansable intervencionismo yanqui que tanta muerte ha
causado en todos los rincones del planeta. El motivo es bien distinto y Bush
hijo no lo disimula: pide que las tropas y los funcionarios de su país
desplegados en el extranjero gocen de inmunidad –impunidad– ante la CPI. "Mientras
que EE.UU. trabaja para llevar la paz a todo el mundo –dijo el martes 2–, nuestros
diplomáticos y soldados podrían ser llevados a la Corte y eso
me preocupa muchísimo." Qué argumento raro. ¿Por qué
la CPI juzgaría por genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad
a los que tan duramente trabajan por la paz mundial?
John Negroponte, hoy embajador de la Casa Blanca ante las Naciones Unidas, fue
más preciso: "Dadas nuestras responsabilidades mundiales, somos
y seguiremos siendo un blanco especial y no podemos (permitir) que nuestras
intenciones sean distorsionadas por un tribunal cuya jurisdicción no
reconocemos". En efecto: ¿y si a la CPI se le ocurriera que son crímenes
de guerra, no "errores", no "daños colaterales",
no "excesos", hechos como el bombardeo –precisamente el 1º de julio–
de una boda en Afganistán que provocó 40 muertos, mujeres y niños
sobre todo? Eso no deberá ocurrir. EE.UU. tiene una misión y aunque
no se sepa quién se la asignó, debe cumplirla. Es la ley del destino
manifiesto. Lo afirmó sin vueltas Ari Fleischer, secretario de prensa
de la Casa Blanca: "El mundo no debe equivocarse. EE.UU. partirá
con firmeza del principio de hacer lo que es correcto para proteger a nuestros
ciudadanos". Por ejemplo, asesinar desde el aire a 400 civiles yugoslavos
que cruzaban en tren un puente al sur de Belgrado durante Sarajevo. Y yendo
más atrás: el asesinato a mansalva en marzo de 1968 de más
de 500 vietnamitas de la aldea de My Lai por efectivos de 11ª brigada de infantería
ligera de EE.UU. al mando del teniente William Calley. Y aún más
atrás: el asesinato en julio de 1950 de 200 a 400 refugiados norcoreanos
escondidos bajo el puente de No Gun Ri a manos de la 7ª brigada de caballería
estadounidense. La lista incluye a países de América latina y
se alarga en el tiempo y el espacio.
Nótese que todo esto se llevó, se lleva y se llevará a
cabo fuera de territorio norteamericano. Pero Negroponte desenvainó el
principio de la soberanía nacional: "No les pediremos (a los militares
y funcionarios estadounidenses en el extranjero) que acepten el riesgo adicional
de (sufrir) enjuiciamientos politizados ante un tribunal cuya jurisdicción
sobre nuestros pueblo no es admitida por el gobierno de EE.UU.". ¿Washington
se estará latinoamericanizando? ¿Habrá aprendido del gobierno
argentino o uruguayo que el argumento de la soberanía sirve para defendera
asesinos y genocidas nacionales? En cualquier caso, el 28 de noviembre de 2001
Bush hijo se había vacunado ya contra la CPI promulgando la llamada "enmienda
Hyde", que: a) prohíbe a EE.UU. cooperar con la CPI; b) autoriza
al presidente a usar "todos los medios necesarios y apropiados" para
liberar a los militares yanquis (y a los de ciertos aliados) detenidos por la
CPI; c) niega ayuda militar a los países que adhieran a la CPI, excepto
en el caso de aliados importantes.
Bush hijo no está solo en el rechazo a la Corte: Rusia, China, India
y Turquía no han adherido a la convención. Lo curioso es que tampoco
lo han hecho Irán, Irak y Corea del Norte, y cunde la sospecha de que
también EE.UU. formaría parte del "eje del mal".